La aportación de España al acervo de la humanidad es el descubrimiento de América. Eso del encuentro me parece una forma del quiero y no puedo. Aquel hallazgo puso en marcha la expansión de la mente europea. La aparición de otro mundo, el llamado Nuevo, no sólo convirtió al primero en Viejo, sino que por los extraños vericuetos de las palabras y las ideas lanzó a mucha gente a seguir buscando otros mundos. En la tierra y en el cielo. Hay una línea directa de Colón a Copérnico para corregir el error del cálculo del Almirante al tiempo que se ponía al mundo Tierra en su sitio, a punto de encontrar otros mundos en el universo, como ya pensaba Descartes y fabuló luego Fontenelle. En tierra, floreció la literatura de viajes con o sin hallazgo de utopías, se abrió paso la idea de la pluralidad de mundos en éste. Algunos viajeros, incluso, sostenían haber llegado a la luna, como el español Dominique Gonsáles, a quien Cyrano de Bergerac se encuentra en otro viaje a la luna, convertido en mascota de la reina del satélite. Defoe, Swift novelizan los viajes y los convierten en itinerarios morales. Se descubre al otro y hasta se filosofa sobre él hasta el día de hoy. La aportación no es menuda.
Lo que sucede es que se hizo por casualidad, se entendió mal desde el principio y se mantuvo con un espíritu que era contrario a todas las consecuencias espirituales del hecho desnudo: la Reforma, el libertinismo, la Ilustración. Aquello no eran las Indias y su conquista con exterminio, pillaje y genocidio ha dejado una huella imborrable que pesa como una losa sobre la conciencia de las posteriores generaciones de españoles. La imposición de la religión y la civilización a sangre y fuego dio lugar a la Leyenda Negra que para unos españoles es una falacia urdida por la sempiterna conspiración contra España y para otros, un testimonio de crueldad y barbarie que avergüenza a los descendientes. Es verdad que la leyenda tiene mucho de legendario, como corresponde al espíritu de dura competencia comercial por el dominio de los mares; pero también tiene parte de verdad y sólo esa ya basta para generar en los españoles de izquierda sobre todo un complejo análogo al que arrastran los alemanes también de izquierda en relación con el Holocausto. Un complejazo que mediatiza toda su visión del continente.
La película de Iciar Bollain arranca de este complejazo. Las misiones, las encomiendas, el trato general a los indios de los españoles, cegados por la codicia, fue inhumano al exterminarlos esquilmándolos, aunque en muchos sitios no lo consiguieran. Ese es el punto de partida de la peli, lo que no se cuestiona. Y sobre esto se construye. Viene de inmediato otra desmitificación de una consolación cara a la izquierda, la que representaban el padre Las Casas y fray Antonio de Montesinos. No todo fue genocidio. Algunos se alzaron contra él. Pero del padre Las Casas se recuerda su propuesta de sustituir los indios por negros y de Fray Antonio que no fue sino lo que decía: una voz en el desierto. De forma que, como dice Reyes Mate, nosotros no somos sus herederos sino los herederos de los encomenderos. Complejazo.
Después, cuando las cosas se ponen mal, los dos doctrinarios que representan los papeles Fray Bartolomé y Fray Antonio, muy convencidos de su grandeza, son los primeros que quieren tomar las de Villadiego y quedan como unos cobardes. Porque ese es el intríngulis de la historia, que se trata de una peli sobre el rodaje de una peli acerca de la conquista ambientado en Cochabamba, Bolivia, en el año 2000, en mitad de un conflicto social cuasi revolucionario. No tengo claro si el asunto es fidedigno, dado que tanto Las Casas como Montesinos fueron activos toda su vida en el Caribe, no en el altiplano que no creo que pisaran. Pero supongo que esto es irrelevante. De lo que se trata es del trato de los españoles a los indios.
El truco de las pelis dentro de las pelis (como el teatro en el teatro), al estilo de La noche americana, de Truffaut o Tristram Shandy, de Michel Winterbotton, da profundidad al relato al desdoblarlo, la hace más complejo y más interesante. Una es la historia que nosotros creamos (el pasado) y presenciamos; la otra el presente, que nos crea y nos "presencia". En También la lluvia el vínculo que une los dos tiempos (la explotación de la conquista y el rodaje en mitad del conflicto por el intento de privatización del agua en Cochabamba) es el indio Juan Carlos Aduviri en sus dos papeles de Daniel hoy y jefe indio Huetey en el pasado. La moraleja, porque hay moraleja, es que los indios siguen siendo explotados y maltratados como hace quinientos años. Así se comportan los gobernantes blancos, nuestros herederos y así también el equipo español durante el rodaje. Cuando uno del equipo insinúa una queja ante el gobernador de Cochabamba, que tiene pinta de ser un sinvergüenza, de que los indios que ganan dos dólares diarios no podrán pagar el agua el gobernador responde que eso es precisamente lo que el equipo está pagando a los indios que emplea como extras. Final de la historia. El rodaje queda más tarde interrumpido, a causa del conflicto, los españoles envalijan su complejazo y se vuelven.
Pero con una película debajo del brazo que, al exhibirse en las salas, funciona como peli de denuncia del ayer y del hoy con una lamentable continuidad. Los indios, dice Aduviri/Daniel, sobreviven. Últimas noticias del complejazo. Lo mejor son esos rostros de indios, sobre todo el de Aduviri, que nos miran en primer plano en silencio, con esa mirada oscura, inexpresiva, que nos lleva a un pasado de crueldad y genocidio, una culpa sin expiación posible.
Por lo demás, encontré la peli espléndida. Los actores están bien, aunque algo americanizados en la gesticulación. Los exteriores son impresionantes y la majestad de los Andes llena toda la pantalla. Igual que las revueltas callejeras y la ciudad en estado de guerra y sitio. Pero lo más conseguido a mi gusto son esos policías y soldados indios, obligados a masacrar a otros indios con la indiferencia, el automatismo y la resignación de los vencidos.
Está muy bien esta película de la serie complejazo. No dice nada nuevo pero lo que dice lo borda.