Hace algo más de un año IU puso en marcha un proceso de refundación. Palinuro subió el 29 de noviembre de 2009 una entrada llamada La refundación que terminaba diciendo: Por último, me parece estupendo que la izquierda radical, alternativa, etc, ande a la enésima búsqueda de su personalidad pero auguro otro fracaso mientras no empiece por reconocer que, aquí y ahora, la praxis de la izquierda está en el socialismo o en la colaboración con él.
Un año y pico después, los resultados saltan a la vista. De refundación, nada; IU sigue estando tan presa de sus vicios de funcionamiento como siempre. Las últimas fugas de Rosa Aguilar, Reyes Montiel e Inés Sabanés, cada una a un lugar distinto, así lo atestiguan. Por no hablar de las relaciones entre diversos órganos y órdenes institucionales. Además, en el ínterin, se ha formado Equo que, en principio, debería estar dentro de una IU refundada, mientras que Sortu también está en un proceso de refundación de la izquierda y también por su lado. Para colmo, recién aparece un movimiento de convergencia cívica que quiere formular alternativas al desastre actual del capitalismo desde una perspectiva de izquierda pero alternativas también parciales, reformistas, no de cambio radical que, aparentemente, no considera nadie.
La situación, pues, es de fragmentación y de una conciencia clara de lo insatisfactorio que esa fragmentación es. Esta izquierda tiene un fuerte componente ideológico y, al propio tiempo, quiere ser eficaz en la realidad, incidir sobre ella para cambiarla y por eso se autotitula izquierda transformadora. Pero es obvio que ha transformado muy poco por no decir nada y eso debe tener alguna explicación que no sea recurrir a la excusa de la injusticia del sistema electoral. El sistema electoral es injusto pero se comportaría de otro modo si el porcentaje electoral de IU fuera muy superior. El problema es la falta de votos, de electores.
Es preciso dar explicaciones de calado. En mitad de una crisis extraordinaria, general, del capitalismo, la izquierda carece de propuestas alternativas de carácter global. La palabra "socialismo" no solo no designa ninguna realidad social tangible sino tampoco una ideal coherente. Cuando la izquierda critica las políticas del PSOE y pide "medidas de izquierda" se refiere a formas de administrar las medidas pero sin cuestionar el modo de producción capitalista basado en la propiedad privada de los medios de producción y, por ende, del beneficio.
No obstante la izquierda insiste en su crítica al PSOE, al que acusa de haber abandonado la política socialdemócrata clásica (cosa que éste niega) y haberse convertido en un partido neoliberal. Es una vieja cantinela de la izquierda desde los años veinte del siglo pasado: los socialistas o socialdemócratas habían traicionado la visión revolucionaria y se habían convertido en gestores del capitalismo que no cuestionaban. La gracia es que la crítica se mantenga cuando buena parte de los críticos también ha abandonado la visión revolucionaria y su pendencia actual es en qué sentido se gestiona el capitalismo que no se discute, si en el del supuesto interés del capital o en el del no menos supuesto del trabajo.
Ciertamente, no es cosa de ignorar que hasta en el reformismo hay diferencias y que unas reformas pueden ser más radicales que otras, más "de izquierda" que otras. La cuestión es, sin embargo, explicar por qué no sea posible sostener esas políticas más "de izquierda" dentro del PSOE, como hace la corriente de izquierda socialista. En este territorio la verdad es que el personalismo de los dirigentes de la izquierda alcanza cotas patológicas. Hay grupos, facciones y partidos que cuentan con poco más que su dirigente y un puñado de incondicionales que antes perderían los dos ojos que ingresar en alguna organización mayor en la que ellos no manden. Y frente a ese intento sin duda bienintencionado de articular una izquierda a la izquierda del PSOE con alguna esperanza electoral sigue esgrimiéndose el argumento de que, al dividir el voto de la izquierda se da paso a la derecha. Ya sé que hacer a esta izquierda víctima del voto estratégico (¡que viene la derecha!) es injusto; pero mucha gente puede pensar que esa injusticia es un mal menor frente al peligro de que venga esta derecha.
Todas estas consideraciones parten del supuesto de que el orden social actual en el modo de producción capitalista, con su inicua distribución de la riqueza en el mundo y la subalternidad de las clases populares en el contexto de la crisis general, es estable y se mantendrá a corto y medio plazo. No hay consenso social para formular un discurso de cambio radical y mucho menos revolucionario. Pero eso no quiere decir que sea completamente imposible. Si el ejemplo de los países árabes desatara un proceso de revueltas en los países occidentales alimentado por los sectores menos favorecidos, los pobres, las mujeres, los jóvenes, ertc, obviamente la situación sería muy otra. Pero tampoco en este caso, creo, tendría eco el relato de la izquierda radical en Occidente que está francamente anticuado.
(La imagen es una foto de ishaip, bajo licencia de Creative Commons y representa la manifa del 1º de mayo de 2009 de las juventudes socialistas en Tel Aviv).