La revolución en los países árabes se acelera y se expande como la gasolina que es con lo que empezó, por cierto, en Túnez. Detrás de éste y de Egipto vienen Argelia, Bahrein, Jordania, Libia, Marruecos y Yemen, de momento. Era evidente desde el primer instante que no era una revolución de país sino de comunidad civilizatoria, que tendría "efecto dominó" y se extendería a todo el ámbito étnico árabe. Menos evidente pero también muy posible, que desbordara dicho ámbito y prendiera en otros países del Islam, aunque no árabes. Pues bien, ya hay disturbios en Teherán y Yakarta.
La pauta que siguen los gobiernos es siempre la misma: su primera reacción es represión y bloqueo de redes. La diferencia ahora es que los déspotas parecen pensar que, para que sea eficaz, la represión debe ser feroz: en Libia la policía dispara a matar y van ya cerca de cien muertos; en Argelia carga a lo bestia; en Bahrein los carros de combate patrullaban las calles hasta ayer en que desaparecieron por las presiones gringas y hoy hay convocado un acto multitudinario en la plaza de la Paz que puede tener un desenlace parecido a los anteriores en los dos países norteafricanos.
Obama que, dada su posición, está obligado a pronunciarse sobre todo cuanto sucede en el mundo, como si la Casa Blanca fuera el verdadero Panopticón benthamiano, muestra su irritación con los reyezuelos de la parte de los infieles y pide a los Gobierno que se contengan en la represión, a lo que estos son reticentes pues han visto el destino de Ben Ali y Mubarak precisamente por contenerse. En el caso de Barhein ya hay claros elementos de juicio. Algunos congresistas en los EEUU piden que se suspenda la ayuda al califa barheiní en aplicación de una ley segun la cual no se ayudará a aquellos Estados en los que no se respeten los derechos humanos. Probablemente los congresistas creerán que en los EEUU se respetan pues, en definitiva, Guantánamo no es los States sino un exclave, una base en el espacio, un territorio imaginario, fabuloso.
Es posible que la bestialidad de la represión devuelva a la gente a la resignación y al miedo. Pero también es posible que eso no suceda y que en unos sitios u otros la multitud siga su camino imponiendo cambios que nadie sabe hasta dónde pueden llegar porque en la región no hay tradición democrática alguna. Con ello no se está diciendo que los árabes sean congénitamente incapaces para la democracia; eso es una tontería. Pero sí que carecen de algunos requisitos como la tolerancia religiosa y la separación de la Iglesia y el Estado o un grado aceptable de igualdad entre sexos. Es verdad que en esta igualdad tampoco los países occidentales son un buen ejemplo; pero cien veces mejor que los Estados árabes. Tampoco se da en estos una estructura social o una sociedad civil modernas o, si se quiere, industriales. Son países con predominio del sector agrícola o de éste combinado con actividades extractivas y en los que no se ha desarrollado un capitalismo industrial sino, en algunos casos, paradójicamente, financiero.
Fallan las teorías que ven las revueltas en los esquemas marxistas de la insurrección de clase y de clase proletaria. En realidad nunca habían acertado. La revolución marxista se dio en sociedades de base agraria, Rusia, China, Cuba. En sí, el asunto es irrelevante. Como lo es señalar que estas revoluciones reflejan la insurrección de los pobres, los hambrientos, los marginados y desempleados. Hace muchos años que se dan estas condiciones en los países árabes y nunca había pasado nada. En realidad tampoco es cierto que la extrema miseria impulse a la sublevación; tambien puede hacerlo a la sumisión.
Causas para la revolución las ha habido de siempre y no sólo en el mundo árabe, ni siquiera en el islámico. Lo que faltaba era la forma de organizarla, el vehículo, el catalizador y ese ha sido la red, mediante la cual los países árabes se han integrado en el tiempo occidental; la globalización es una realidad. El ciberespacio es la organización natural de la rebelión y un arma poderosa para defenderla. Es la red la que cortocircuita el intento del Gobierno marroquí de deshacer la manifestación de hoy anunciando falsamente por la radio que se ha cancelado. La radio es un instrumento del pasado. La gente se informa por la red que, entre otras cosas, conecta el interior de las satrapías con los exiliados y con la información del exterior.
Los regímenes no pueden combatir la fuerza revolucionaria de la red en la misma red porque en ésta no hay más principio de autoridad que el que reconocen los internautas. Y, al no poder valerse de ella, tienden a cerrarla. Pero eso tampoco es practicable porque la economía depende en medida creciente de la red; incluso el propio gobierno. Si la red se cierra, el país se para solo. Las sociedades árabes tendrán que ir hacia la democracia porque eso es lo que la multitud demanda. Y tendrán que inventársela como, por lo demás, hemos hecho todos.
(La imagen es una foto de cjb22, bajo licencia de Creative Commons).