dissabte, 19 de febrer del 2011

Sortu: si todos dijeran la verdad.

Este asunto de Sortu tiene, entre otras, la virtud de pasar por el tamiz de la sinceridad las declaraciones de los agentes políticos que tratan de gestionarlo, impedirlo, utilizarlo, según cuáles sean sus fines. Ello permite contrastar lo que dicen con lo que piensan y obtener así dos cuadros completamente distintos de lo que está pasando, si es que está pasando algo y si, caso de pasar, es distinto de lo que ya ha pasado otras veces, muchas otras veces.

Así, el PP dice que Batasuna-ETA-Sortu o sea, ETA, para qué andarnos con remilgos, no debe entrar en las instituciones. Pero piensa que no debe entrar en las instituciones –lo que podría llevar al fin definitivo de ETA- con un gobierno socialista que se lo apuntaría como baza.

El Gobierno manda la solicitud de inscripción de Sortu en el registro al Tribunal Supremo e induce a la fiscalía a que pida la ilegalización (o se lo sugiere o recomienda o insinúa) y remite asimismo unos informes muy negativos de la policía y la Guardia Civil, para que sean los tribunales los que tomen la decisión. Pero piensa que, llegados aquí, cabe ser flexibles a base de poner precio político a la inscripción, forzando la disolución de ETA, vieja esperanza con la que comenzó su mandato. Pues no hay presidente del Gobierno español que no dé prioridad al fin de ETA, igual que los ministros de Exteriores de Franco tenian como misión recuperar el Peñón.

Mayor Oreja dice a quien quiera oírlo, que ya quedan pocos, que el Gobierno está negociando con ETA. Pero piensa que ojalá estuviera haciéndolo y que, si no lo hace, quizá quepa empujarlo a hacerlo.

El PNV afirma que Sortu o como se llame la izquierda abertzale debe estar en las próximas elecciones. Pero piensa que ojalá no esté. Al fin y al cabo se trata de votos y del control de la cámara vasca.

Sortu declara que rechaza la violencia para poder estar en las instituciones, que es lo que quiere decir cuando habla de “vías exclusivamente políticas”. Pero piensa que hay que estar en las instituciones para así rechazar la violencia. Pues de algo se ha de vivir.

ETA dice que mantiene el alto el fuego unilateral para dar una oportunidad a la vía política pero piensa que la vía política es un callejón sin salida pues implica la aceptación de partida del marco español de legitimidad que es justamente lo que se niega y espera que el Estado español rechace legalizar la izquierda patriótica, lo que le permitirá justificar su presencia in extremis.

Algunos argumentos sobre el asunto merecen atención. Se dice, por ejemplo, que las personas cambian, que quien ha delinquido una vez no tiene por qué hacerlo una segunda y que lo importante es la asociación que se alumbra que por primera vez rechaza explícitamente la violencia, incluida de modo expreso y "sin ambages" la de ETA. Es verdad. Pero no son las asociaciones las que delinquen sino los individuos y quien lo ha hecho una vez es más propenso a hacerlo otra que quien no lo ha hecho jamás por la misma razón por la que un esguince tiende a reproducirse allí donde se dio por primera vez.

O sea, los individuos sí importan. Y si Rufi Etxeberria presenta los estatutos de Sortu lo menos que puede decirse es que se trata de una decisión con escaso tacto diplomático. Al igual que la presencia de otros dirigentes que también han pasado por la prisión. Habrá quien vea en esto una actualización de la caída del caballo de Pablo de Tarso. Pero también habrá quien lo vea, quizá la mayoría, como un trágala: no nos queréis como Batasuna pero nos tendréis como Sortu. Y si hay que rechazar la violencia, se rechaza. Eso son palabras que se lleva el viento. Sobre todo el del Norte, la tramontana.

¿Cuál es el resultado de este sempiterno galimatías? Pues que todo seguirá como está; que, mientras no haya atentados, a nadie importa un comino lo que suceda en el País Vasco; que la izquierda abertzale seguirá fuera de las instituciones y los presos continuarán en las cárceles, salvo que los pistoleros de ETA comprendan (cosa difícil en sí misma) por fin que su tiempo pasó hace treinta años; que esta siniestra historia no ha servido para nada sino para producir sufrimiento estéril y para que cuatro ideólogos de taberna al norte del Ebro satisfagan sus desmesurados egos y cuatro descerebrados al sur sigan alimentando sus frustraciones y delirios .