El Consejo que acaba de celebrarse en Bruselas es un ejemplo de manual del funcionamiento de la Unión Europea (UE) a la luz de la acreditada teoría de la chapuza. Parte de esta chapuza es el pánico escénico que invade a los Estados cuando deciden dar un paso simbólico importante en el muy incierto camino de la unión política. Ya sea una reforma en profundidad de los tratados o, incluso, un Tratado nuevo o una Constitución. Entonces aparece ese pánico y todos se echan para atrás, piden excepciones, desvirtúan el alcance del acuerdo y reclaman referéndums en sus países sabiendo que estos tienden a ser negativos.
En cambio, basta que haya una reunión de rutina, dedicada, como ha sido ésta, a un asunto urgente, crítico, momentáneo (hacer frente al asalto de los mercados, por usar la prosa poética de los reportajes económicos) para que se tomen medidas de mucho calado y largo alcance a título de parches, como soluciones prácticas a problemas. En este caso, la medida que supone una verdadera mutación de los tratados es la de comprometer un fondo de rescate "sin límite". Se presenta como un mal menor frente al fracaso de la idea de emitir eurobonos, pero tiene un alcance real similar a aquella. Sin límite quiere decir que el fondo de rescate es europeo en un sentido político por cuanto compromete a todos los Estados sin límite. Ahora el euro está fuerte porque lo respalda Alemania. La zona euro se ha salvado, como siempre, con una chapuza. Basta con escuchar a todos los mandatarios diciendo que hay que avanzar en la unificación política de la UE. Es decir, anuncian que harán lo que ya han hecho. Porque esta especie de Consejo permanente en que se ha convertido Europa durante la crisis es, en realidad, el gobierno de la Unión.
La zona euro es el corazón de Europa, como puede verse en la imagen. (Por cierto, quien quiera "traducir" las banderas para enterarse de en dónde está cada cual, que vaya a la entrada Eurozone, de Wikipedia, lugar en que la ilustración aparece como un diagrama Eulen y da el nombre e información sobre el Estado correspondiente a cada bandera). El corazón de una Europa de muchos niveles y un abigarrado entrelazamiento de países en muy diversas organizaciones. O sea, Europa. Un majestuoso popurrí de lenguas, culturas, religiones, símbolos, razas, instituciones e historias. El corazón de todo eso es la Zona Euro, el Imperio carolingio ampliado, el eje franco-alemán, cosa que a veces molesta a los demás, que somos los "periféricos" y, en último término, Alemania. Lo de corazón suele cambiarse también por "núcleo duro", que suena menos sentimental, sobre todo si intervienen los alemanes. Pero es un núcleo duro ablandado por la ternura de permitir que tres Estados que no pertenecen a la zona euro puedan acuñar euros: el Vaticano, Mónaco y San Marino, tres paraísos fiscales y otros tantos (Andorra, Montenegro y Kosovo) funcionen con euros pero no puedan acuñar.
En torno a la zona euro, como los anillos de Saturno, la UE en su conjunto. Y cuando parece que el modelo va a seguir una pauta de círculos concéntricos de diámetro creciente, surge el espacio de Schengen, que corta a través de los círculos, creando una forma organizacional nueva en la que está parte de la zona euro, parte de la UE más Mónaco, Islandia, Noruega y la muy aislada Suiza que, además de Schengen, sólo pertenece a lo que queda de la Asociación Europea de Libre Cambio después de que el Reino Unido (que "no tiene amigos sino intereses") la abandonara por la UE. Schengen es un espacio judicial y policial, lo que deja claro que la Europa de "geometría variable" y "varias velocidades" es un hecho. Países que no pertenecen a la zona euro, ni siquiera a la UE, como Noruega o Suiza colaboran persiguiendo delincuentes más estrechamente con estas organizaciones que algunos otros que sí pertenecen a ellas, como Irlanda o Chipre.
La UE, además, extiende sus maternales tentáculos al Oriente y al Occidente, generando formas asociativas sui generis, cortadas a la medida de diversos gustos: el Espacio Económico Europeo reúne a la UE con sus díscolos vecinos nórdicos aún no integrados en el corral común, Islandia y Noruega y el pequeño principado de Liechtenstein que no todos los europeos saben situar con exactitud en el mapa. Al Oriente, cómo no, una simpática "Unión Aduanera de la UE", que recuerda algún experimento del siglo XIX, como la Zollverein, junta a la UE con Turquía, San Marino y Andorra. Por último, a vista de pájaro todos los países de Europa pertenecen al Consejo de Europa excepto el Vaticano. Obviamente, pues el Vaticano no es un Estado de derecho. El absolutismo es lo contrario al Estado de derecho, sobre todo si el monarca, además de absoluto, es infalible cuando quiere.
(La imagen es una foto de Wikipedia Commons, bajo licencia de Creative Commons).