En el Reina Sofía sigue abierta esta interesante exposición de la pintura madrileña de los años setenta del siglo pasado agrupada bajo esa denominación de los esquizos que les pusieron sus colegas catalanes, fieles seguidores del abstracto de entonces mientras que los madrileños mostraban un alma más dividida y daban entrada a un nuevo figurativismo que ha resultado muy creativo, al menos a mi modesto parecer. La exposición contiene obra de Carlos Alcolea, Chema Cobo, Luis Gordillo, Carlos Franco, Sigfrido Martín Begué, Herminio Molero, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Pérez Mínguez o Manolo Quejido. Los comisarios han incluido algunas referencias pictóricas (Dali, Duchamp, Chirico, Hockney, Gordillo) y literarias (sobre todo obras de Deleuze, Marcuse, los situacionistas, etc) para contextualizar la obra del grupo y ayudar a su comprensión. Y eso es lo primero que me llamó la atención: que se necesiten medios externos para acceder al sentido de un arte como el de aquellos años que para mí formaba y forma parte del espíritu de la época de modo necesario, lógico, incuestionado. Se pintaba así, como se escribía, se hacía cine o se cantaba también "así". Aunque retrospectivamente pueda parecer que "los setenta" lleven en sí la sombra ominosa de la dictadura y, en consecuencia, las nuevas generaciones precisen de algún tipo de apoyo de comprensión, la verdad es que aquellos años, tanto los inmediatamente anteriores a la muerte del dictador como los posteriores fueron una explosión de libertad de hecho.
En algún lugar de la exposición, en los textos y testimonios, uno de los autores lo dice con una fórmula que me ha parecido rotunda, clarísima y muy justa: algo así como que, aunque seguía habiendo dictadura, ellos habían decidido proceder ignorándola, como si no existiera. Que es lo que hicimos todos. Era una dictadura zombie. Las apariciones de aquel anciano tembloroso, medio babeante, con timbre de gozne herrumbroso y con la cabeza en la posguerra, si despertaban alguna atención era para mover a risa. Salvo en lo que hacía a la represión puramente político-social y, en especial, los temas de la violencia (ETA, FRAP) nadie daba un ochavo por la dictadura y los primeros que admitían su propia ilegitimidad eran quienes la servían desde todos los puestos de mando de la sociedad.
Muchas veces se ha dicho y forma parte del debate de la época si la cultura política de los españoles en general en aquellos años no era ya democrática y hay opiniones en varios sentidos. Pero lo cierto es que la transición no hubiera sido posible si, en efecto, no reinara en España una cultura política básicamente democrática. Y eso en cuanto a la gente digamos normal. Los otros, los intelectuales, los artistas, la élite, los creadores hacía años que habían superado las barreras miopes de la censura y se habían incorporado a las corrientes del mundo. Y en ningún sitio es esto tan patente como en la obra de estos artistas, cosa que puede apreciarse en la exposición. Hay obra de Alcolea con influencia de Bacon y buena parte de la pintura del fabuloso Pérez Villalta recuerda el triunfo de la escuela de Nueva York.
En realidad este grupo de creadores, cuya conciencia de unidad fue siempre tenue y no más intensa que la de reconocer que coincidían en el tiempo y en el espacio, actúa desde los presupuestos de la libertad de creación y la crítica de lo existente. El sincretismo de sus fuentes y la flebilidad y falta de normatividad de sus estilos hablan de una concepción del arte como actividad de indagación y expresión sin cánones ni peajes.
Y la selección del material está muy bien hecha pues recoge desde reinterpretaciones de la pintura clásica, con referencias al Renacimiento o los primitivos flamencos hasta la febril promiscuidad del pop. La mezcla con variados elementos gráficos y narrativos tiene la función que se señalaba más arriba y siempre satisface curiosidades morbosas sobre lo que los creadores reflejan en línea menor.
La creatividad de los esquizos, su imaginación, su sentido fuertemente narrativo de los contenidos pictóricos, su absorción de los impulsos de la época son manifiestos. Como también lo es, aunque no ha visto que se mencione cuando se trata de esta escuela, que es un arte rotundo y alegre, al que se le ve onda expansiva, felicidad de estar vivo, ver el mundo e interpretarlo. La exposición está concebida como si esquizos fuesen los antecedentes de la Movida. Pero es que los esquizos eran la Movida.