La joven investigadora Carmen Rodríguez López ha publicado un interesante libro (colijo que su tesis doctoral) sobre lo que probablemente sea hoy y siga siendo en los próximos años, el problema mayor de la ampliación de la Unión Europea, esto es, la adhesión de Turquía que aun hoy no está del todo clara.
Turquía. La apuesta por Europa (La Catarata, Madrid, 2007) es un estudio exhaustivo de las complejas, sobresaltadas y contradictorias relaciones de Turquía con Europa desde los años de la fundación del moderno Estado turco, en tiempos de Mustafá Kemal Atatürk, el padre de la Patria, hasta nuestros días. La autora explicita los criterios que han guiado de siempre a la UE en sus sucesivas ampliaciones y se concentra luego en los altibajos de las negociaciones con Turquía, aunque engarzando este proceso en la tumultuosa historia de este país en el período de entreguerras y, en especial, en los años de la IIª postguerra y la guerra fría, cuando Turquia -un poco a imagen y semejanza de España- compensaba su falta de integración en el concierto europeo mediante una relación bilateral privilegiada con los EEUU que habían emplazado en ella tanto emisoras de radio, para la guerra de propaganda contra la Unión Soviética, como sistemas balísticos para la posible guerra convencional, una relación mediante la cual Turquía fue aceptada en la OTAN, a pesar de los pesares y de la oposición griega, cosa que los yankees ni siquiera intentaron en el caso de España.
La tesis de Rodríguez es que Turquía ha puesto siempre un enorme interés en estrechar los lazos con Europa e integrarse en ella y quizá como manifestación de una especie de "síndrome de Estocolmo", da la impresión de pensar que no solamente lo merece, sino que, si no se ha producido ya, parte de la culpa recae sobre los europeos. Sin embargo, todo su libro es una espléndida muestra de que esta cuestión es mucho más peliaguda de lo que parece.
Turquía es un país musulmán (no árabe, lo que explica su situación a medio camino entre los tres "pueblos del libro") y este asunto tiene su importancia, aunque los europeos, maestros en esto de la hipocresía, no lo harán constar en parte alguna. De los veintisiete países miembros de la UE, once tienen religión oficial (cristiana) y/o hacen expresa mención en el preámbulo y parte declarativa de sus constituciones bien sea a Dios, a la religión cristiana, a la Santísima Trinidad e incluso... a Cirilo y Metodio. Obviamente, la UE es un club cristiano (católico, protestante, ortodoxo), lo cual tiene su peso, se quiera o no.
Seguramente será conveniente que, resueltos los problemas pendientes (muy en especial ese increíble de Chipre) , Turquía se convierta en el miembro vigésimo octavo de la Unión, pero el asunto no será fácil. A allanar la tarea contribuirá este libro.