Este finde he terminado de revisar la traducción del libro de Jürgen Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa, que realicé hace más veinticinco años y que la editorial Trotta, bajo la dirección de Alejandro Sierra, va a publicar de nuevo. En él y en concreto en el capítulo sobre "Ética del discurso", el filósofo alemán sintetiza muy bien sus ideas sobre la acción comunicativa al sostener que:
"En el campo de procesos de entendimiento lingüísticamente explícitos, los actores plantean pretensiones de validez con sus acciones de habla, en la medida en que se ponen recíprocamente de acuerdo y se trata, además, de pretensiones de verdad, de rectitud, de veracidad....(La cursiva es mía).
Es decir, como yo lo interpreto, para que las gentes podamos entendernos es preciso que estemos de acuerdo en que vamos a debatir sobre si a) algo ha sucedido; b) ha sucedido correctamente, de acuerdo con las normas de corrección que le sean aplicables en cada caso; c) cuando decimos algo somos sinceros. Si algo de eso falla, la comunicación falla. Y suele fallar el c).
Con motivo del primer post sobre el "macroproceso" 18/98 he tenido algo de discusión. Poca, porque gran parte de lo que se me argumentó fue argumentación, para variar, ad hominem: que si lacayo, sumiso, genuflexo, ignorante y falto de competencia por no ser jurista, cosas que, obviamente, carecen del menor interés.
Algún lector tuvo el detalle de "copipastear" en la columna de comentarios el artículo de Amalia Alejandre Casado y José Manuel Hernández de la Fuente (Abogados y observadores en el sumario 18/98 por E.H. Watch) en Gara, como si no lo hubiera leído ya, para ilustrarme. Bien, el artículo de los señores Alejandre y Hernández de la Fuente se limita a repetir algunas de las quejas y reproches de las defensas durante la vista, seguramente las más importantes. Pero a esas contestaba largo y tendido la sala en la sentencia explicando por qué las rechazaba. Lo procedente, por tanto, hubiera sido explicar, a su vez, por qué la argumentación de la sala era insatisfactoria, no repetir los reproches ya contestados, digo yo.
Se dice que todo el proceso es político; la sala contesta que no y lo explica; se dice que se condena por ideas, por motivos políticos; la sala contesta que no, que lo hace por motivos jurídicos y que no condena ideas sino delitos del código penal. Lo procedente, imagino, es rebatir esas explicaciones, no repetir las acusaciones.
La sentencia será, seguramente, recurrida en casación ante el Supremo y entonces se verá. Si el Supremo casa, quienes decimos que la sentencia de la Audiencia tiene, cuando menos, la presunción de ser justa, acataremos la decisión y aceptaremos que estábamos equivocados. Y lo mismo sucederá si hay un posterior recurso a Estrasburgo. Si sucede al contrario, ¿yerro si digo que la otra parte no sólo no acatará la decisión adversa sino que ni la respetará? Para botón, aquí está la muestra: una instrucción que ha durado años, un proceso que también ha durado años, cuatro jueces en danza, así como fiscales, todo eso es un "dislate" o algo peor y la razón la tiene... ¿quién? ¿El Gobierno vasco? ¿Los expertos? ¿El sursum corda? Y conste que no digo que no. Sólo pido, a lo efectos de que podamos entendernos al estilo habermasiano, que se admita que puede ser al revés. Pero es difícil porque, como se ve, también falla la pretensión b).
Ha salido a relucir Esquerra Republicana de Catalunya, y se ha dicho que con esa sentencia se yugula la posibilidad de una ERC en el País Vasco, que se le ha hecho el juego a ETA, vamos. En mi opinión, es al revés. Lo que la Audiencia dice es que muchos de los encausados estaban integrados en banda armada, o sea que eran de ETA y otros colaboraban con ella, o sea eran cómplices. Cómplices de una banda de asesinos o integrados en ella. Nada que ver con ERC porque los de ERC no son ni sospechosos de tales comportamientos, sino demócratas respetuosos del Estado de Derecho, aunque muchos de ellos sostengan que el español no lo es. Porque, en principio, algún crédito han de merecer los tribunales de justicia en una sociedad civilizada. Se me dirá que no puedo saltarme el principio de presunción de inocencia de los acusados; y no lo haré porque, si hay recurso, la sentencia no será firme, pero habrá de reconocerse que es una presunción de inocencia algo debilitada.
Y es que, para concluir, el problema de esta historia, como de todo lo que pasa en el País Vasco, se llama ETA. El encanallamiento moral que significa vivir en una sociedad en la que unos están amenazados de muerte por una banda por sus opiniones políticas y otros no lo arrasa todo y convierte el territorio en un wasteland moral, en un erial. Porque, buenas gentes, la moral, que siempre va algo por delante del derecho, manda no solamente que sea imprescindible condenar la violencia terrorista de ETA sino hacer ver a ésta que es tal la deslegitimación que a la causa de la independencia hace su comportamiento, que los independentistas dejarán de serlo mientras no callen las bombas y las pistolas.