dilluns, 28 de maig del 2007

El orgullo de Coriolano.

El sábado pillamos otra de esas funciones de despedida casi de chiripa. Los de la Royal Shakeapeare Company pasaron cuatro días por Madrid con "Coriolano" y no perdimos la ocasión porque estos de la RSC son siempre un espectáculo aunque esta vez me parecieron algo gritones, no sé si porque pensaron que así debía ser interpretando en España o porque estoy haciéndome un cascarrabias.

Coriolano es una tragedia política que se ha visto siempre como la contraposición entre la aristocracia y la democracia o el gobierno de los nobles y el de los plebeyos. Shakespeare extrae la figura de las "Vida paralelas" de Plutarco, quien la da por histórica, aunque la crítica actual supone que es personaje legendario. Cayo Marcio, llamado "Coriolano" por haber tomado él solo la ciudad volsca de Corioli, es el epítome del orgullo aristocrático y del desprecio a la plebe. Lo que hace el dramaturgo, en cierto modo, es fabular lo que supone debió de ser la reacción de los patricios romanos cuando, en una insurrección, los plebeyos los obligaron a aceptar los tribunos de la plebe como contrapeso al poder de los cónsules, hasta entonces privilegio senatorial.


En la imagen un fantástico fresco de Luca Signorelli hacia 1509 donde se representa el momento en que su madre convence a Coriolano de que no ataque Roma. Se exhibe en la National Gallery, de Londres.

Con todo eso, no es de extrañar que la tragedia estuviera habitualmente en los repertorios de los grupos de extrema derecha en los años treinta en Europa. En principio es un ataque a la democracia y una exaltación de las virtudes guerreras del noble patricio, forjador y defensor del Estado, especie de avance del superhombre nietzscheano. Esta idea de que la plebe no es más que una chusma cobarde y egoísta a merced de los demagogos astutos se encontraba ya en segundo plano en otra tragedia del ciclo romano, "Julio César", evidente en el famoso discurso de Marco Antonio a los plebeyos con el ánimo de indisponerlos con Marco Bruto; pero así como en "Julio César" la contraposición era entre la tiranía de César y las libertades, resguardadas por la nobleza patricia, aquí la es entre esta nobleza patricia (acusada de pretender la tiranía en la persona de Coriolano) y la plebe y está muy cargada en contra de ésta.

No obstante, enjuiciar la obra en este terreno discursivo es simplificarla porque Shakespeare la matiza con una compleja relación materno-filial entre Coriolano y su madre, Volumnia, que, empezando en tono menor, va in crescendo hasta hacerse la relación determinante. Volumnia, noble matrona romana ha educado a su hijo en la moral aristocrática de dar la vida por la patria y le aconseja luego adular a la plebe cuando él se postula para el cargo de cónsul. Este es el punto culminante de la obra, en que el orgulloso Coriolano tiene que rebajarse al extremo de solicitar el voto de la plebe. En definitiva, es incapaz de hacerlo y los Tribunos lo condenan al exilio.

En el exilio, Coriolano se pasa al enemigo jurado de los romanos, los volscos, al mando de Tulio Aufidio, en un giro que no fue extraño en la antigüedad: Temístocles, Alcibíades, caídos en desgracia en su ciudad, se pasaron al enemigo, los persas. Incorporado al mando volsco, Coriolano inflige duras pérdidas a los romanos hasta que, por fin, se halla a las puertas de Roma, dispuesto a arrasar la ciudad. Todos los esfuerzos del Senado por detenerlo son vanos. Sólo lo parará su madre, Volumnia que, al conseguir la renuncia de su hijo a atacar la ciudad en cuya defensa ella lo había educado, sabe que está condenándolo a muerte entre los volscos. Como lo sabe él. Así, pues, junto a la contradicción entre aristocracia y democracia, que no queda zanjada del todo, se evidencia con qué maestría de consumado poeta hace Shakespeare que en el corazón de Coriolano prevalezca su condición de hijo, de esposo, de padre, sobre la de guerrero.

La interpretación de la RSC es fabulosa, la dirección es muy ágil y la ausencia de decorados (generalmente superfluos en el teatro clásico) imprimen a la historia un ritmo ágil que suspende el ánimo del principio al final. Sólo me sobran las escenas de combates y batallas; creo que en la era de los efectos especiales estos recursos dramáticos en los teatros son irrisorios.

Termino dejando aquí la fabulosa obertura de "Coriolano", de Beethoven, que no la escribió para la tragedia de Shakespeare sino para una obra de Heinrich Joseph von Collins sobre el personaje. La pieza no se escenifica ya, pero la música incidental beethoveniana es una de las composiciones del maestro que más se interpretan.

La obertura es una pieza breve en do menor que arranca en un allegro con brío impresionante con tres acordes monotonos en la cuerdas respondidos por toda la orquesta. Es la época en que Beethoven está escribiendo la 5ª (también en do menor) y la 6ª sinfonías, cuyo espíritu sobrevuela la obertura, donde resuena alguno de sus temas más célebres. La obertura retrata el conflicto interno del héroe en el diálogo entre un primer motivo heroico y bastante abrupto a base de violines y violas, que representa la parte masculina, y el segundo, más melódico, que representa la femenina, un diálogo lleno de vacilaciones e intemperancias, que se resuelve al final en la prevalencia de la parte femenina y la muerte de Coriolano. En algún sitio he leído que Beethoven se identificaba con Coriolano. Es posible. Lo que está claro escuchando la obertura es el nacimiento del romanticismo.