diumenge, 17 de setembre del 2006

Blogos y amarillos.

LOS BLOGUEROS DE IZQUIERDAS.

Saco la historia de The Guardian de hoy porque es muy significativa. Esta semana se ha celebrado una reunión de blogueros de izquierdas neoyorquinos (o sea, "demócratas liberales" en su terminología) en algún lugar de Harlem. Varios de ellos han colgado fotos en sus blogs. La reunión muestra la gran importancia que está tomando la blogosfera a un par de semanas de que el novato Ned Lamont batiera al superveterano Joe Lieberman en primarias para Senador por Connecticut, gracias en buena medida a la blogosfera, que se movilizó en favor de Lamont por ir contra la guerra del Irak. Ahora, esa importancia es reconocida por el establishment demócrata. Volvamos a la foto: el del centro es Bill Clinton. Toma ya. Su señora es posible candidata a la Casa Blanca y el marido cultiva a los hacedores de opinión de hoy.

La blogosfera es muy criticona y te puedes encontrar con lo que menos esperas. El blog de izquierdas The Republic of T, que se define como "Negro. Gay. Padre. Vegetariano. Budista. Liberal", del que he sacado la foto, publica alguna otra, con una pregunta: "¿Notas algo?" Vale: al parecer, en Harlem no hay blogueros negros ni hispanos. Pues les huele el pelo a pólvora a los Clinton. Porque esa fue también la crítica desde otros blogs, como el dedicado al feminismo de izquierdas, Feministing y otros no menos combativos.

Las redes de blogueros son algo temible porque manejan información ilimitada a la velocidad de la luz, o cercana a ella. Algo con lo que no pueden competir los viejos dinosaurios de papel, la matraca de la radio ni el cegato ojo catódico. Con la información capilarizada hasta la atomización y en tiempo real, no hay patraña, engaño o trola que resista más de un par de horas. Y eso está cambiando la política. Supongo que habla en favor de Clinton que haya ido a besar blogueros, aunque el asunto no le saliera del todo bien. Estoy convencido de que Bush piensa que un blog es un duende terrorista.


LA DERECHA AMARILLA

Esto del uso de la información en España en la batalla política, como siempre, está un poco más anticuado, es más pedestre y todavía se mueve en el territorio de las "grandes exclusivas que quitan el hipo". El Mundo está aplicando al asunto del 11-M un tratamiento idéntico al que aplicó al de los GAL, según una vieja fórmula de éxito probado en el periodismo: el folletón o novelas por entregas. Episodios rocambolescos con intriga que cada semana promete ser más apasionante que la anterior. Esta vez no lleva pinta de salirle bien, como comenté en un post anterior y, además, ha traído la acusación de "amarillismo" al proscenio. De amarillismo lo han acusado el señor Blanco, del PSOE y el director del ABC, señor Zarzalejos.

Amarillismo es la imagen que he sacado de Wikipedia. Es la prensa de Hearst y Pulitzer encendiendo los ánimos para la guerra hispano-norteamericana por Cuba. ((¿Qué tal cómo presenta la prensa amarilla a los españoles, sobando a seis manos a las hijas del Tío Sam?)). El dibujo es de Frederic Remington, un notable pintor y escultor yankee, al que habrá que hacer justicia en otro momento. Por entonces se enviaba a los artistas a informar sobre las guerras. Así lo hizo la Diputación de Barcelona, cuando becó a Fortuny para que pintara la Guerra de África, en concreto, las hazañas de los voluntarios catalanes, faltaría más. Con todo, lo de Hearst y Pulitzer era distinto: no se trataba de informar sobre la guerra, sino de encenderla. El amarillismo es, pues, la práctica de enconar conflictos hasta hacerlos estallar azuzando los más bajos instintos de las masas.

La acusación de amarillismo denota una quiebra de la derecha, con la perspectiva de una escisión de un partido de centroderecha. Los partidos suelen mantenerse unidos cuando están en el poder. En la oposición, sufren sobresaltos y no son extrañas las divisiones. Hay que esperar a las elecciones de 2008 y si el PP las pierde, y con gran diferencia, como parece por ahora, la escisión pasará a ser una alta probabilidad. Esa escisión se prefigura en el momento en que el viejo ABC, una vez más, se erige en guardián de la Corona, ahí es nada; y ya, de paso, la Constitución, la unidad de España y otros valores superiores. La línea que traza el antiguo periódico con aristocrático desprecio es el "amarillismo" de sus rivales, hasta ayer aliados.