dimarts, 9 de juny del 2009

La economía mundo, hoy.

Muy oportuno y muy interesante este libro (Jaime Requeijo, Odisea 2050. La economía mundial del siglo XXI, Madrid, Alianza, 2009, 197 págs.) escrito por un ilustre catedrático emérito de Economía Aplicada de la UNED a base del resultado de una investigación financiada en su día por la Fundación FUNCAS, de las Cajas de Ahorros. Sobre todo, oportuno, porque nos interesan visiones al día de los complejos procesos económicos y financieros de este mundo globalizado, especialmente si, como hace el autor de este libro, no se limita a los aspectos áridamente econométricos ni siquiera económicos de la cuestión sino que los relaciona con cuestiones que nos afectan socialmente como las migraciones, la esperanza de vida o los recursos energéticos. El autor tiene un punto de vista vagamente neoliberal que no comparto (con discrepancias que señalaré en su momento), pero sus análisis son siempre rigurosos y acertados.

Arranca Requeijo levantando constancia de la crisis financiera mundial y enumera los cuatro rasgos que considera esenciales en el sistema financiero mundial: 1) su total integración; 2) la enorme complejidad de muchos de los productos que se negocian; 3) la existencia de una sistema financiero "en la sombra", formado por bancos de inversión, fondos del mercado monetario, de alto riesgo, etc; 4) las entidades que tradicionalmente han evaluado la solvencia de instituciones y emisiones ya no son de fiar (p. 14).

Al comienzo del libro hace un análisis pormenorizado de las principales centros económicos del mundo. En el caso de los Estados Unidos señala que sus rasgos característicos son: 1º) el tamaño. Con 14 billones de dólares de producto total en 2007, es la mayor economía del mundo como país; 2º) su gran capacidad tecnológica que relaciona el mundo militar con el civil; 3º) la flexibilidad de sus mercados de productos y factores; 4º) su cultura individualista (p. 20). -La Unión Europea le parece un enorme Estado del bienestar gestionado por las administraciones públicas, lo que requiere un gasto público muy elevado, en torno al 50 por ciento del PIB que en España es del 40 por ciento (p. 21). Esta es una discrepancia típica con los neoliberales que ven el Estado del bienestar en términos de gasto público exclusivamente, sin referencia alguna a los aspectos desmercantilizados de su gestión y mucho menos de la justicia social, que es anatema en la doctrina neoliberal. La Unión Europea de los 27 Estados, a su vez es la mayor economía del mundo como conjunto. Algunos de sus miembros (Alemania, Francia, Reino Unido) tienen alta capacidad tecnológica, los mercados muy integrados y la ventaja de la moneda única. Pero el autor considera que está lastrada por el gasto de su Estado del bienestar. No es preciso decir que, a mi entender, el Estado del bienestar es una de las grandes conquistas del siglo XX e irrenunciable.-El Japón tuvo un crecimiento del 9,6 por ciento entre 1960 y 1973, gracias a su forma "administrativa de guiar", garantizada por el MITI (que, por cierto, implica intervencionismo económico) pero después ha bajado a un 1,5 por ciento (pp.24/25), quedando en una situación de estancamiento. La China ha salido adelante gracias a las reformas que se aplicaron al comunismo a raíz de la muerte de Mao y ha puesto en marcha un modelo de desarrollo basado en las exportaciones y que cuenta con la mayor reserva de divisas del mundo que acabarán dándole el primer puesto (p. 29).- La India tuvo un crecimiento medio anual del 6,03 por ciento entre 1982 y 2007. Es ya la duodécima economía del mundo y sigue avanzando (p. 31). Es el segundo país del mundo en población y en 2050 será el primero, con 1.658 millones de habitantes (p. 34). Los otros dos gigantes a los que se refiere Requeijo son el Brasil y Rusia.

En cuanto a la crisis actual, en parte se debe a la insuficiente regulación y supervisión de los sistemas financieros, que son responsabilidad del sector público (p. 42). Esta es una de las discrepancias más agudas: los neoliberales culpan de la crisis al sector público por no haber ejercido sus funciones con eficacia, pero se trata de una crítica muy injusta por cuanto fueron los mismos neoliberales quienes desmantelaron los sectores públicos e impideron que pudieran ejercer sus funciones supervisoras. Requeijo sostiene que la recuperación de aquella se enfrenta a dos tipos de inconvenientes: la limitación de los recursos y los problemas medioambientales (p. 43). Para el año 2050 considera que la jerarquía de las economías será la siguiente: 1º) EEUU; 2º) UE; 3º) China; 4º) Japón; 5º) India, Rusia y Brasil.

En un capítulo muy interesante titulado Los señores de la energía analiza los problemas del abastecimiento energético del mundo, el de los recursos no renovables, los ritmos de consumo a la vista de las demandas crecientes de economías emergentes, como la China y la India, el petróleo y los mercados de petróleo como fuentes de problemas y de situaciones conflictivas. En este contexto considera que debe reabrirse el debate sobre la energía nuclear y cita el caso del famoso "arrepentido", Patrick Moore, fundador de Greenpeace que publicó un artículo en el Washington Post en abril de 2006 invitando al movimiento a cambiar de actitud por creer que la energía nuclear es la única que puede salvar el planeta por ser menos contaminante que el carbón y más barata que las centrales térmicas e hidroeléctricas (p. 71). Siempre que se habla de energía hay un debate interminable. Entiendo el punto de vista semimalthusiano que habla del agotamiento y de la necesidad de la energía nuclear, pero no estoy seguro, ni creo que pueda estarlo nadie, de que esa sea la solución ideal. Sin necesidad de mencionar aquí las tesis de los partidarios del decrecimiento, con los que tampoco coincido, entiendo que todavía tenemos un tiempo para indagar en las fuentes alternativas y renovables ya que el problema con ellas no es si están o no disponibles, sino el de su explotación eficiente con el nivel tecnológico más desarrollado, cuestión que está lejos de resolverse y no se resolverá nunca si las sustituimos por centrales nucleares.

El autor dedica un capítulo titulado Cigarras y hormigas a analizar la famosa "paradoja de Lucas" según la cual la balanza de pagos es negativa en los países desarrollados y ricos y positiva en los pobres o, en otras palabras, el capital fluye de los países pobres (en donde hay más ahorro) a los ricos (en donde hay más inversión). En 2007 los mayores exportadores de capital fueron la China (21, 3 % del total), Alemania (14,5%), Japón (12,1 %), Arabia Saudita (5,5%), Rusia (4,4%) y, en cambio, los mayores importadores fueron: EEUU (49,2 %), España (9,8%), Reino Unido (8,0%), Australia (3,8%), etc (p. 78). El motivo por el que no hay apenas exportación de capital privado a los países pobres es el de su mala calidad institucional (p. 79). El canal fundamental de préstamo de los ahorradores a los desarrollados es la acumulación de reservas. Dos tercios de las reservas mundiales en 2007 pertenecían a los países asiáticos y a Rusia, con ellas tratan estos países de estabilizar su moneda y conseguir que el dólar no se deprecie (p. 81). El dólar y el euro son el 92% de las reservas de los países industrializados y el 89% de los países en desarrollo (p. 83). Esta situación preanuncia un futuro con tres posibles alteraciones de la economía mundial: 1) mayor inestabilidad del sistema monetario internacional; 2) redistribución del poder económico; y 3) posible resurgir de tensiones proteccionistas (p. 84).

La cuestión de las migraciones requiere también reflexión. Son el fenómeno contemporáneo por excelencia. Los emigrantes han pasado de 75.463.352 en 1960 a 190.635.564 en 2005 y sólo se habla de la legal (p. 98). Las emigraciones posibilitan el envío de remesas, que contribuyen mucho al desarrollo. Al propio tiempo es importante controlar el nivel educativo de los inmigrantes (p. 107). También hay problemas de compatibilidad y/o integración cultural. Considera aceptable el criterio de Samuel P. Huntington del "choque de civilizaciones" si bien matiza con otras concepciones, como la de Fouad Ajami, para quien los intereses son más importantes que las civilizaciones (p. 113). No me parece que los intereses sean desglosables de las civilizaciones y, en cambio, tiendo a pensar que, mediando la política, las relaciones entre civilizaciones no tienen por qué reducirse a las antagónicas del choque. Sostiene asimismo el autor que la inmigración ilegal (calculada en un 1 % aproximadamente de la población total de la OCDE) es un problema potencialmente explosivo (p. 114)

Otro fenómeno social de gran repercusión económica y financiera es el envejecimiento galopante de la población producido por la caída de las tasas de fertilidad conjuntamente con el aumento de la esperanza de vida. Avanzamos hacia un mundo de ancianos y, sobre todo, de ancianas. Los efectos económicos de la vejez se notarán en el aumento de las tasas de dependencia. Así ha sido en Europa y, sobre todo, en España, en donde la transformación ha sido brusca: de 2,8 hijos por mujer en 1976 a 1,39 en 2007; de una esperanza media de vida de 73,34 años en 1976 a 80,23 en 2007 (p. 133). Se proponen diversas soluciones para paliar el envejecimiento. El recurso al aumento de la inmigración es problemático y en algunos países, como el Reino Unido y Holanda, casi imposible (p. 138). La OCDE propone reformar la legislación en materia de jubilación, medida que se me antoja muy atinada; no tanto otras que propone el autor y que me parecen una forma indirecta de restar derechos a los trabajadores y aumentar su explotación. Por ejemplo: "...debe suprimirse en las negociaciones salariales la norma según la cual los años de trabajo cuentan positivamente en la fijación de los salarios futuros" (...) También propone evitar "las normas que protegen el empleo de los trabajadores de más edad porque, por ese conducto, lo que se consigue es desincentivar la contratación de este tipo de trabajadores." (p. 140) Un típico razonamiento neoliberal como ese de establecer el despido libre como medida para resolver el problema del paro.

No es posible hablar de economía hoy sin hacerlo de las nuevas tecnologías, que abren horizontes insospechados. Casi todas las fantasías utópicas de la humanidad llevan camino de cumplirse en un veloz proceso de aceleración tecnológica (p. 149). Frente a ello, nos encontramos con un problema de obsolescencia del capital humano. Requeijo identifica estos sectores como los siguientes: 1) banca y seguros; 2) Administración Pública y educación; 3) química; 4) ingeniería; 5) salud; 6) transportes y comunicación; 7) servicios a las empresas: 8) alimentos y bebidas; 9) otras manufacturas; 10) construcción; 11) comercio; 12; agricultura y pesca" (p. 154). En la medida en que conozco alguno de ellos, doy fe. Añadiría, no obstante y en puesto muy alto la administración de justicia.

En su capítulo de cierre, Requeijo trata el caso español. Nuestros puntos débiles son: a) la debilidad exterior por el déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos que alcanzó los 105.838 millones de euros en 2007, equivalente al 10% del PIB y con una necesidad de financiación del 9,5% del PIB. (p. 166). Igualmente nuestro endeudamiento y nuestra debilidad energética (p. 169). Otras debilidades son la baja productividad y los elevados costes laborales, que equivalen a algo más del 47% de los costes totales de producción en 2007 (p. 173). La Productividad Total de los Factores (PTF), buen indicador de desarrollo y crecimiento, depende de: a) las infraestructuras; b) el capital humano; c) la inversión en i + d; d) el espíritu empresarial (p. 174). Al ser baja la productividad es baja la competitividad que es la "capacidad de un país para ganar y defender mercados" (p. 175). Hace un cálculo comparativo histórico para ilustrar la pérdida de competitividad tomando como base 100 el primer trimestre de 1999 de forma que en septiembre de 2008, la pérdida de competitividad frente a la Eurozona estaba en un 10,6%; frente a la UE-27, un 11,6; frente a países desarrollados, 15,8; frente a los países industrializados un 117,0; frente a nuevos países industriales de Asia (p.177). Desde la implantación del euro la exportación española ha ido perdiendo competitividad frente a las áreas globales de la economía mundial por el doble efecto del tipo de cambio-inflación relativa. (p. 179). Hace por último una serie de recomendaciones para resolver la crisis: a corto plazo la productividad aumentará por el incremento del paro, pero lo importante es que aumente el empleo y la productividad al mismo tiempo, lo que lleva a la productividad Total de los Factores (p. 180); hay que reducir la inflación y ha de mejorar la competitividad-tecnología.

No sé si el título del libro, Odisea 2050 está muy bien escogido. Parece que hace referencia por un lado a la Odisea de siempre y, por otro, al film de Kubrick; entiendo que se trata de visualizar cómo el mundo navega por las aguas procelosas de la crisis; pero no alcanzo a ver en dónde se situaría Itaca.