dilluns, 2 de març del 2009

La obra del Viejo Profesor

En una decisión que ya empezaba a retrasarse demasiado varias meritísimas instituciones como el Ayuntamiento de Madrid, la Universidad Autónoma de Madrid, el Instituto de Derecho Local y la Editorial Civitas han comenzado a publicar las obras completas de don Enrique Tierno Galván, cuyo primer tomo reseña hoy Palinuro (Obras completas. Tomo I (1945-1955), Civitas, Madrid, 2008, 1.219 págs) y al que, según plan previsto, seguirán otros cinco, uno de ellos en dos volúmenes. La cuidada edición corre a cargo de Antonio Rovira, Catedrático de Derecho Constitucional y digno discípulo del maestro, que se apoya en un valioso equipo de investigación compuesto por un plantel de jóvenes valores, así como en un Consejo Asesor en el que figura una larga serie de personalidades de la Academia.

La idea del editor (editor en el sentido inglés del término, no en el español), avalada por las consideraciones tanto del Rector de la Universidad Autónoma como del Alcalde de Madrid que publican unas páginas a modo de prólogos, es que el Viejo Profesor cuente con una edición digna de sus obras completas por cuanto que es el último de los intelectuales de su generación y talla que carecía de ella, a pesar de haber fallecido hace ya más de veinte años. A este particular descuido han contribuido probablemente varias causas. En primer lugar el carácter asistemático, casi diríamos posmoderno y con una punta de anarquista del propio autor, quien siempre huyó de formar doctrinas y escuelas y mucho más de fabricar una obra metódica que facilitara la tarea de la recopilación pues aquella fue apareciendo a lo largo de los años en multitud de lugares y bajo una diversidad de formas que casan perfectamente con el título que, muy intencionadamente, eligió para sus memorias: Cabos sueltos. En segundo lugar al contagio que esa forma de ser del maestro se produjo en los discípulos, seguidores y allegados, todos los cuales transitamos por la vida con idéntico afán de singularidad, individualidad y rechazo de todo ánimo grupal o gregario que caracterizó al maestro, primera víctima por tanto del carácter opuesto a la escolástica de su escuela. En tercer lugar, en lógica conexión con los dos factores anteriores, la ardua dificultad, muchas veces rayana en lo heroico, de encontrar unos textos que en buena medida se publicaron aquí y allá, al albur de circunstancias políticas cambiantes que muchas veces exigían que los textos fueran anónimos para evitar la persecución del régimen de Franco o se plasmaban en publicaciones clandestinas de exiguas tiradas de las que suele ser milagroso que se conserve algún ejemplar.

Pues bien: cuenta en los méritos de Antonio Rovira su empeño escrupuloso en conseguir que las Obras completas de Tierno Galván sean lo que dice su título, esto es, completas e incluyan desde los textos más académicos, los estudios históricos, filosóficos o jurídicos, hasta las octavillas volanderas de agitación política pasando por las ponencias en congresos científicos y la inimitable literatura de sus bandos municipales. Un trabajo ímprobo por el que los futuros investigadores habrán de estar agradecidos al profesor Rovira siendo natural que parte de ese futuro agradecimiento ya lo reciba por adelantado, figurando en lugar de honor en el comienzo de esta reseña. Gracias, Antonio, en nombre de todos quienes conocimos a Don Enrique y nos beneficiamos de su inteligencia, cultura, rigor y... magisterio.

Este primer tomo recoge los trabajos iniciales de don Enrique, su tesis doctoral, una serie de primeros ensayos publicados en revistas académicas y anales de la Universidad de Murcia entre los años de 1949 y 1955 más o menos, algunos de los cuales aparecieron posteriormente en recopilaciones de otros trabajos académicos o antologías y son por ello justamente conocidos y valorados. El tomo se complementa con una recopilación de todas las reseñas bibliográficas que don Enrique publicó en la Revista de Estudios Políticos de aquellos años: cientos de libros en español, alemán, inglés, francés o italiano sobre una gran variedad de temas, de Derecho Contitucional, Ciencia Política, Filosofía, Sociología etc. Se incluyen asimismo los miles de reseñas de artículos de revistas en todos esos idiomas que publicó en aquella época. Pero sobre esto volveré al final de la reseña por las razones que allí se explicarán.

El primer trabajo de empaque que se recoge en el tomo I es la tesis doctoral, publicada en la Universidad de Murcia en 1948 y que ya tuvo cierta resonancia por entonces, El tacitismo en las doctrinas políticas del siglo de oro español. Tácito era muy conocido en siglo XVII en Europa y España. Aparte de los grandes humanistas que lo comentaron y elaboraron, como Arias Montano, Alciato o Lipsio, que contribuyeron a inculcar temas fundamentales del pensamiento antiguo en el concepto de "Razón de Estado" (p. 66), Tierno encuentra abundancia de traductores y comentaristas en España a los que divide en "mayores" (el principal de los cuales será Álamos de Barrientos) y "menores". La recepción de Tácito en España se da en un clima doctrinal en el que hay que distinguir dos contrarreformas: la que se abre hacia 1500, de carácter fundamentalmente religioso y la que se incia hacia 1600 que ya tiene naturaleza claramente política. En ambas se combate el trío Maquiavelo, Bodino, Tácito de forma tan unitaria que hasta se confundían las acusaciones. La primera reacción contraria, la religiosa, fue la más cerrada y tomaba pie en lo que consideraba que era la falta de lealtad hacia la Iglesia (p. 75). Sin embargo, al llegar la segunda oleada contrarreformista fue ya necesario admitir a Maquiavelo y a Bodino por cuanto ya se hacía muy difícil mantener la repulsa absoluta de la "razón de Estado" y de lo político como algo autónomo respecto de lo ético (p. 83). Ahí es donde aparece el tacitismo como muestra de la influencia italiana que Toffanin considera como una forma de maquiavelismo borroso y disfrazado (p. 84). También aparece por entonces un grupo de escritores intermedios entre los tacitistas y los tradicionales, más apegados a la obra de Botero (p. 87). El panorama se divide así en tres grupos: a) la tendencia tradicional para la que la política es ancilla moralis theologicae; b) los teorizantes intermedios, de origen italiano, que conceden cierta autonomía a la política pero sin olvidar que, como decía Diego Enríquez de Villegas, para "ser buen político es preciso ser buen católico"; y c) los tacitistas, escasos de número que intentan una rigurosa ciencia política, reducen la ética al fuero interno y la separan de los asuntos de Estado, que son de otra índole con tecnica propia. (p. 90). El tacitista más famoso e importante fue Baltasar Álamos de Barrientos, con el que Tierno concluye su estudio, quien consideraba a la política dividida en dos partes: una psicológica y subjetiva y otra objetiva, estructural y ambas conexionadas por la voluntad (p. 114) y busca el fundamento de la ciencia política en la historia muy en la línea de Furió Cerol (120).

El trabajo Saavedra Fajardo, teórico y ciudadano del Estado barroco, estudia la figura del autor a partir de la distinción orteguiana entre ideas y creencias y subraya cómo para Saavedra el Estado debe fundamentarse en las virtudes cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza (p. 157).

El estudio Formas y modos de vida en torno a la revolución de 1848 es un trabajo muy original que aplica a la investigación historiográfica los postulados simmelianos de la sociología formal y la moda. El siglo XIX se divide en dos etapas, la romántica y la positivista y la línea de fractura es precisamente la revolución de 1848. Considero que este punto de vista es una de las ideas perspicaces que caracterizaban a Tierno en sus estudios sobre la historia de la cultura. La época romántica consagra la máxima libertad del atuendo masculino (conjuntamente con la moda del dandysmo) , mientras que fue mucho más restrictiva para la moda de las mujeres a las que mantuvo en la tradición del atuendo helénico (p. 175). En la fractura de 1848 subraya Tierno la importancia del periodismo en todos los órdenes de la vida (p. 182), de nuevo una idea pionera que luego encontraremos en innumerables estudios sobre el origen de la comunicación burguesa. El positivismo de la segunda mitad del siglo, abriendo la ideología del progreso hace a éste compatible con lo que llama una creciente "cosificación" de la mujer (p. 196).

El trabajo Jerónimo de Merola y su república original sacada el cuerpo humano es un magnífico estudio sobre la genealogía del organicismo. Merola, médico y humanista, hombre típico del Renacimiento, fue contemporáneo de Huarte de San Juan, aunque mucho menos conocido que él y como él llevó las fuerzas de la biología a los campos político y social (p. 210). Como médico creía que toda cosa hecha e inventada por los hombres se ha hecho a imitación del cuerpo, de donde surge su claro organicismo (p. 215). Merola parte de una idea de la naturaleza regulada por leyes dadas por Dios (p. 217), utiliza el método experimental y su obra aparece delicadamente definida porTierno en clara síntesis de sus dificultades entre el dogma y la ciencia como "un grito dado por boca de un católico en el umbral de la ciencia moderna" (p. 222). No me resisto a incluir aquí el esquema del paralelismo organicista entre el cuerpo humano y la República de nuestro autor que extraigo de la página 225 del libro de Tierno. La idea no era especialmente original y tuvo recorrido en la Edad Media, pero sí resulta clara y sistemática en la obra del médico español que favorecía como mejor forma de gobierno una aristocracia gobernada por un Rey hereditario y se oponía absolutamente a la oclocracia, considerada como una democracia degenerada (p. 231). La relación entre el cuerpo humano y la sociedad se postula de varios modos en la Edad Media como se recoge en la obra de Gierke y aparece en el Renacimiento en la obra de Merola (p. 245), prolongándose luego en el siglo XVII en una especie de organicismo cósmico en la obra de Lerín y García, Anathomia del mundo de 1621 (p. 248), hasta difundirse luego por toda Europa en el organicismo del siglo XIX (p. 249).

Mucho interés tiene asimismo una especie de Review article que publica Tierno en estos años sobre la obra de Nietzsche, titulado Discusión en torno a Nietzsche en el que se plantea el alcance del nihilismo nietzscheano. Este procede del protestantismo que rompe las estructuras jerarquizadas y toda subordinación espiritual a normas objetivas (p. 259). El nihilismo de Nietzsche dependerá de lo que el filósofo entienda por valores cuando, al preguntarse ¿qué es el nihilismo? se responde: que los valores supremos han quedado sin valor. Este concepto de valor que está por determinar es la clave de su metafísica (p. 266). Para Heidegger la "muerte de Dios" es la última expresión de la metafísica occidental, es el primado de la voluntad que pone los valores. El nihilismo es la esencia metafísica de la historia de Occidente (p. 267), lo que es una forma contundente de definir el existencialismo.

Se contienen en este primer tomo otros trabajos de interés, de los que resalto para terminar el de Benito Cereno o el mito de Europa, que siempre me ha parecido un ejemplo brillante de análisis literario aplicado a cuestiones políticas de actualidad. Lo que no sabía era que, al parecer, fue Carl Schmitt quien regaló a Tierno el ejemplar de Benito Cereno, asegurándole que era una metáfora de su propia existencia (p. 334).

No debo dejar pasar la ocasión de señalar que también en encuentran su lugar en este primer volumen las famosas Tesis sobre el funcionalismo europeo, doce tesis de las que son especialmente relevantes la cuarta, séptima y undécima, para entender el sentido de la acción política de Tierno en aquellos años.

El resto del tomo, como he dicho, lo ocupan las reseñas bibliográficas que publicó Tierno en la Revista de estudios Políticos y las reseñas de artículos de revistas, que son miles. De hecho, las de libros ocupan unas trescientas páginas y las de revistas, unas cuatrocientas (desde la 763 a la 1170). Quedé en comentar algo sobre estas reseñas: se trataba de breves notas en las que se resumía el contenido de los artículos de las principales revistas académicas del mundo en materia de Derecho, Filosofía, Sociología sobre todo para nutrir una sección especial de la Revista de Estudios Políticos que ya ha desaparecido. No eran propiamente abstracts, sino resúmenes condensados completos de los artículos. Obviamente, dedicarse a dicha actividad permitía al Viejo Profesor que por entonces era un joven profesor en la treintena, mantenerse al día en lo más reciente de muy diversos campos de conocimiento, al tiempo que sobrevenía a sus necesidades porque, aunque módico, aquellas reseñas llevaban un estipendio con el que se complementaba el siempre enteco salario del profesor principiante. Tenía que comentarlo porque años más tarde, cuando también yo pasé por el Instituto de Estudios Políticos, del que dependía la dicha revista, se me encomendó la misma tarea, con lo cual también yo escribí cientos (no creo que llegara a miles) de aquellas reseñas de revistas en alemán, inglés, frances, italiano y portugués y ocasionalmente en español, lo que igualmente me permitía mantenerme al día de los avances en diversas disciplinas, pero todas conexas. En mi caso el ejercicio fue de mucho menos provecho intelectual, aunque el módico estipendio también me vino muy bien.