dijous, 21 de gener del 2016
Salvador Giner, Doctor Honoris Causa por la UNED
dilluns, 19 d’octubre del 2015
Tiempo de ataques.
Palmira Chavero (2015) Prensa y política en tiempos de crisis: estudio de la legislatura 2008-2011. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. (263 págs.)
divendres, 21 de novembre del 2014
De las cosas antiguas.
Henry Sumner Maine (2014) El derecho antiguo. Su conexión con la historia temprana de la sociedad y su relación con las ideas modernas. Traducción, estudio introductorio y notas de Ramón Cotarelo. Valencia: Tirant lo Blanch. (319 págs.)
dijous, 13 de novembre del 2014
El siglo XXI.
Hoy se clausuran en Madrid la Jornadas Internacionales de Sociología de la Asociación Madrileña de Sociología. La clasura consiste en una mesa redonda moderada por el sosias de Palinuro, Cotarelo, con el título de Las fronteras del siglo XXI. Nada menos. No haya temor porque en la mesa estarán asimismo Juan Díez Nicolás, Beatriz Gimeno, Carlos Moya y Jorge Verstringe, cada uno de los cuales sabe de esto, y de cualquier otra cosa, bastante más que el pobre Palinuro. Aí que la mesa redonda pinta guay.
divendres, 31 d’octubre del 2014
Sobre los nuevos movimientos sociales
Conferencia de Palinuro en el acto de inauguración de curso del máster y doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Si el canal pide una contraseña, es esta: Doc2015Co
divendres, 17 de gener del 2014
El impacto de internet.
No tenía razón mi amigo. Coincido con Rendueles en todo. Desde otra perspectiva.
dilluns, 18 de novembre del 2013
Poder y contrapoder.
El segundo aspecto retorna a un ámbito más especulativo, al manejar las diversas –y más citadas- concepciones actuales del poder, cruzando los las categorías de Steven Lukes, con el enfoque conductista de Dahl y Polsby y el selectivo de Bachratz y Baratz. En nueva manifestación de su espíritu pedagógico, Gil Calvo arma un nuevo cuadro con tres dimensiones del fenómeno y una típica coda comunicativa (p. 48) que nos permite abordar cuestiones reales y actuales. Así remite a la tercera dimensión de Lukes la formación de una “coalición dominante” española a la que atribuye la gestión de la transición, compuesta por “la élite del franquismo, la oposición antifranquista, el episcopado, el generalato y la oligarquía financiera e industrial”. Buena enumeración en la que solo cabría echar en falta los ideólogos, intelectuales y/o propagandistas cuya falta no puede deberse a irrelevancia, pues fueron decisivos (basta hojear la Constitución de 1978, texto clave, repleto de sabiduría profesoral), sino al descuido originado quizá en la familiaridad. Esa "coalición dominante", a juicio del autor, resultó funcional para el mantenimiento de statu quo hasta que el Diktat europeo obligó a una reforma servil de la Constitución en mayo de 2010 que ha puesto patas arriba el sistema. De ella surgió el “no nos representan” (p. 56) en donde ya se echa de ver a qué finalidad orienta el autor su obra: dar cuenta de la innovación y comunicarla, en un momento en que los intelectuales parecen haberse quedado mudos o balbucean consignas frentistas. Tarea de comunicación en la que Gil Calvo distingue los tres momentos decisivos que ya no abandonará y dan entrada a la mencionada metáfora cinematográfica del priming, el framing y el storytelling (p. 57), dicho sea en lenguaje castizo.
dimecres, 5 de juny del 2013
La doble visión del mundo.
Se trata entonces de saber cómo prevalece una de las dos concepciones del mundo en unos contextos democráticos en los que la hegemonía solo puede conseguirse mediante elecciones y, para ganar estas, es preciso, claro, convencer a la mayoría. Esto solo se hace imponiendo el propio marco, a través del empleo sesgado del lenguaje. Al respecto, los progresistas, piensa Arroyo, llevan bastante tiempo fracasando porque a) no han conseguido articular su visión en términos positivos, convincentes; y b) han aceptado en muchos casos los del adversario, cargados de significados contrarios. De ahí la importancia del mensaje, básico en la actividad de comunicación política a que se dedica Arroyo. Para ello ha realizado un curioso trabajo de campo mediante un sondeo a través de Metroscopia (los datos, en el libro), para averiguar si hay diferencias en las reacciones de la gente según la forma lingüística en que se le formulen ciertas cuestiones. Y, en efecto, las conclusiones le dan la razón al comparar las respuestas a cuestiones iguales planteadas en términos opuestos como mercado, libertad, la función del Estado, el patriotismo, la religión y un buen número de asuntos conexos.
Ahí quedan dibujados los conservadores y los progresistas. Culmina sus observaciones al dejar constancia de que, en tiempos de crisis, las gentes nos hacemos más conservadoras y miramos hacia el padre con autoridad de Lakoff. Oscilamos, por tanto, cambiamos, pero Arroyo pone un límite: lo que está, se queda. En sus palabras: "Los conservadores, que de oficio se opusieron a cada uno de los cambios políticos y sociales que los progresistas promovían, hoy dan por buenos los avances y los hacen también suyos" (p. 160); en Europa muchos de los derechos laborales, civiles o sociales "se han incorporado al acervo comunitario y son ya derechos adquiridos" (p. 162). ¿Seguro? También en este orden práctico están en alto las espadas.
Una última observación que contiene en sí una metáfora del trabajo de Arroyo (y una más de las que él mismo señala) en relación con su propio y específico marco. En todo momento, la dicotomía es entre "progresismo" y "conservadurismo". No recuerdo haber leído (aunque puedo estar equivocado) una sola vez la dualidad "izquierda" "derecha" en su libro y esta ausencia, obviamente, no es inocente. Puede, quizá ampararse en la necesidad de no generar más confusión de la que ya hay, aunque, en todo caso, convendría justificarla y sin ignorar la fastidiosa tendencia de todas las dicotomías a hacerse complejas, la de izquierda-derecha no menos que la de progresismo-conservadurismo.
En todo caso los de izquierdas (o progresistas) parecemos más aficionados a nuestra vez a enredarnos en disquisiciones terminológicas y a aceptar con Hamlet que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que caben en nuestras filosofías.
diumenge, 14 d’abril del 2013
Libros y homenajes.
El segundo ensayo, de Juan Maestre Alfonso, Utopías y futuribles, es una pieza magistral sobre el pensamiento utópico. Siendo como soy aficionado a este subgénero del pensamiento, a caballo entre la teoría política y la literatura, me congratulo de haber leído este trabajo que muestra una síntesis clarividente del proceloso tema utópico, del que todos creen que pueden hablar y, en realidad, así es. Maestre emplea el término futuribles para designar los escenarios por venir. La experiencia muestra que no son posibles predicciones a largo plazo y, por tanto, ya convencidos de que ningún utopismo ha sido capaz de traernos aquella quimera que se llamó el hombre nuevo, los futuribles -que muchos considerarían en realidad distopías- son multidimensionales y, en consecuencia, permiten abrigar ideas optimistas y pesimistas respecto al futuro. Para las primeras cita Maestre dos rasgos de nuestro tiempo que encuentra esperanzadores: alto nivel de desarrollo tecnológico y aumento de lo que llama la "capacidad crítica" de nuestras sociedades. Para las segundas, tres fenómenos: el crecimiento de la población, el agotamiento de los recursos naturales y lo que llama "degradación solidaria". El resultado final, una suma de vectores que a veces son opuestos.
dijous, 7 de març del 2013
A la sombra de los indignados.
dimecres, 13 de juny del 2012
Aniversarios.
En el día de hoy celebramos el cuadragésimo aniversario de la creación de la UNED y el vigésimo quinto de la de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología que, precisamente, puse yo en marcha hace ya eso veinticinco añitos. Cinco promociones de licenciados. Con tal motivo se celebran sendos actos académicos hoy y mañana en el salón de actos de la Facultad, sita en la calle Senda del Rey s/n, justo entre la Ciudad Universitaria y el Manzanares a la altura del Puente de los Franceses. Dado que los actos son públicos y abiertos y están todos los lectores cordialmente invitados, añado más abajo un plano acerca de cómo llegar a la Facultad desde el intercambiador de La Moncloa.
diumenge, 15 de maig del 2011
Todo es política.
Hay una convicción universal respecto a las bondades de la ciudad. Universal y antiquísima. La ciudad tiene muy buen cartel, se identifica con la civilización (la raíz de la palabra así lo muestra), es el refugio de la libertad frente al despotismo agrario, se lanza hacia el futuro como sus rascacielos se alzan a los cielos. Ocasionalmente se plantea la controversia del beatus ille, en el Renacimiento, en el romanticismo medievalizante, en las aspiraciones hippies de los años sesenta del siglo pasado. Pero siempre se resuelve de hecho a favor de la ciudad. Ocasionalmente también reaparece la ciudad como ámbito de perdición y catástrofe, el lugar en el que la humanidad se corrompe y sufre el condigno castigo, en la tradición de Sodoma y Gomorra, Roma como la puta de Babilonia o Nueva York como centro satánico del infiel el 11-S. Pero sale siempre invicta arropada en la teoría que la ve como el lugar en el que los seres humanos interactúan tomando pie en la sola determinación que es común a todos ellos: la condición humana. Es una teoría que consiste en el fondo en un hacer de necesidad virtud pues la razón de la ciudad, de que habla Carlos Moya, no es eludible. Conocer la necesidad es entrar en la libertad según tradición hegeliana y una teoría que lleva a la libertad no puede ser una ideología. ¿O sí? Dependerá de la praxis de la teoría.
Esa es la tarea que se fija Manuel Delgado en este interesante libro (Manuel Delgado, El espacio público como ideología, Madrid, La catarata, 2011, 109 pp.) desmitificar el ciudadanismo entendido como un democraticismo radical para el que la democracia no es forma de gobierno, sino modo de vida y asociación ética (p. 21), desmitificarlo en tanto que ideología de la socialdemocracia. Tarea que el autor acomete provisto de un muy considerable bagaje de largos años de investigaciones y estudios sobre la ciudad desde muchos puntos de vista. El libro consta de cuatro trabajos independientes de los que los dos primeros son de más calado filosófico. En el primero sobre el espacio público. Discurso y lugar aborda la cuestión de la esfera pública, el ámbito público habermasiano, el locus de la comunicación entre ciudadanos críticos libres en sentido abstracto pero que, cuando tiene que materializarse se convierte en orden público, enunciado ideológico que acaba siendo el lugar de tolerancia cero de Giuliani y Sarkozy (p. 39).
El ciudadanismo se configura como civismo en la praxis que, en la época de la postpolítica de Zizek, orienta su atención a los nuevos movimientos sociales característicos de una realidad social creada por ellos mismos según los enfoques del interaccionismo simbólico o la etnometodología. Pero estos no son más que una parte de la disyuntiva real entre contexto estructural (por tanto invariable) y contexto de negociación (variable) (p. 58). Y aquí es donde Delgado explica la raíz de su crítica, en el hecho de que la igualdad comunicacional (que es base del ciudadanismo) es una quimera (p. 67). No existen las relaciones anónimas (por tanto de individuos abstractos) sino que todos estamos identificados de muy diversos modos (p. 71).
Los otros dos capítulos, más breves, versan sobre dos cuestiones concretas. El de Morfología urbana y conflicto social traza la evolución de las ciudades dormitorio de los años sesenta hasta verlas convertidas en los guetos y prisiones que son hoy día (p. 87). El de Ciudadano mitodano hace un breve recorrido por el concepto del imaginario social para acabar considerando que, pues la ciudad es parecida a un mito, en expresión que recoge de Ledrut, mito en el sentido antropológico, referido a la trinidad de realidad, símbolo e imaginación, el ciudadano, el que habita la ciudad, es en realidad un mitodano, el que habita el mito.
Es verdad. En el fondo de las ideologías siempre hay mitos. Está uno tentado de pensar que si el ciudadanismo es, como quiere Delgado, la ideología de la socialdemocracia (arduo averiguar aquí si la socialdemócrata es ahora la hegemónica o no), ello se debe a que se trata de una corriente estatista, partidaria del Estado, de lo que Cassirer llamaba el mito del Estado.