En efecto, escasas veces se ha dado (si es que se ha dado alguna) tal práctica unanimidad en los medios sobre el ganador de un debate. Es llamativo y tiene mucho significado. Supongo que la TV de Andalucía será de parecer contrario. Me consta que lo es
Al Rojo vivo de la Sexta, cuya animadversión a Sánchez solo es inferior a su odio al PSOE, razón por la cual, le da el triunfo a la caudilla como se lo daría a un boniato, quizá con mayor justicia. Es "periodismo comprometido". Comprometido con la manipulación. Aunque, de esto, el magisterio corresponde a
El País, en un editorial probablemente inspirado por Rubalcaba,
Pasado frente a futuro, tan embustero que podría esta escrito por cualquiera de los
trolls y
bots a sueldo de Díaz y campando por las redes.
En cuanto a Díaz, es difícil causar peor impresión y obtener un desastre mayor. Y eso que lo llevaba todo preparado y que obviamente había apalabrado antes con López hacer una pinza a Sánchez. Ni aun así.
En la distancia corta, la caudilla es literalmente insufrible. Trajo una alternancia de agresividad de muy mal fondo y unos ditirambos arcangélicos y medio lacrimógenos que movían a risa. Pero no dejó de mirar a la cámara ni un segundo. Se dirigía a sus interlocutores de lado porque no le interesaban ya que le interesaban los televidentes. Prueba de que era todo preparación. Y hasta en eso falló por ineptitud: hay que mirar al objetivo para colocar el mensaje en directo... pero sin atosigar, sin avasallar, dejando respirar al oyente. De otro modo solo consigues despertar iritación.
Lo más llamativo fue su agresividad con expresiones de una vulgaridad bochornosa como "No mientas, cariño" o "háztelo ver" que descalificarían a cualquiera en un debate con gente respetable. No traía discurso. Dice que lo presentará mañana. He aquí uno de los fallos de Sánchez por su temor a patinar. Tenía que haberle preguntado por qué iba al debate y se guardaba las propuestas (que obviamente ya debe de tener) para el día siguiente. La respuesta está clara: para atacarlo a él , que es a lo que iba.
Ataque tras ataque, repitiendo mentiras y medias verdades. Que Sánchez es perdedor, que 85 diputados, que si segundo... Los que hundieron el PSOE fueron sus dos grandes apoyos, Zapatero y Rubalcaba, los Zipi y Zape del desastre del PSOE. Rubalcaba perdió 4.285.000 votos y 59 escaños en 2011 y, encima, se pasó cuatro años compadreando con el gobierno de la derecha más corrupta de Europa y siendo cómplice de ella. Lo cual explica por qué apareció Podemos. Si Rubalcaba hubiera tenido que competir con Podemos, como luego Sánchez, sus resultados habrían sido aun peores. Pero eso no le importaba a la caudilla cuya misión era glorificar un abstracto PSOE y cargar contra un concreto Sánchez, el único que puede evitar el desastre que esta marrullera generaría en el muy improbable caso de que gane.
Y si la agresividad irrita, lo lacrimógeno e impostadamente inocente, infantil, humilde, socialista del corazón (el "PSOE" está malito") mueve a risa. Basta escucharla dos minutos para darse cuenta de que todo es falso, urdido, falaz y que esta señora es una mala persona en traje de faralaes. Ahora ya lo ha visto todo el mundo.
De López es poco lo que cabe decir porque su discurso fue una pura monodia por encargo, pero sí interesa analizar un aspecto en él oculto porque tiene consecuencias de índole general. López hablaba como socialista y como vasco, mezclando las dos facetas, cual suele suceder con los políticos vascos sin que los españoles resuellen. Como socialista tenía ciertamente derecho a hablar y proponer de un asunto de su partido y nadie puede negarlo. Como vasco ya no está tan claro que pueda hablar de las cosas de España y los españoles cuya "igualdad" le resulta tan querida teniendo en cuenta que, a efectos fiscales, en realidad, habla sobre otro país, en el que no tiene derecho a hacerlo porque no contribuye a la caja común, como las demás Comunidades Autónomas. De no ser un hipócrita redomado (que lo es) hubiera debido callarse estas cuestiones y, desde luego, no haber planteado a Sánchez con chulería una cuestión en la que él es un analfabeto, como es la de la nación. Otro momento en que Sánchez perdió otra ocasión de responder con justicia y rapidez "¿Si sé qué es una nación? Claro. El que no lo sabes eres tú que, a fuer de vasco, la sientes en el bolsillo por valor de 500 millones de Euros." Y zanjado el asunto. Claro que a López esto no le importa. Su única función en esta fiesta es restar votos a Sánchez.
Y aquí viene el ganador que lo fue por las favorables circunstancias. Por supuesto, estuvo muy bien, fue elegante y discreto, no respondió a las tarascadas de Díaz ni se puso a su bajura, cosa que la gente agradece. También estuvo correcto y hasta generoso con López, a pesar de los puntapiés en la espinilla que este monaguillo le atizaba. En general ganó en imagen y lenguaje no verbal. Dosificó bien su atención entre la cámara y sus contrincantes.
Pero eso no hubiera bastado. De haber tenido interlocutores de más nivel lo hubiera pasado mal y, desde luego, no se apuntaría esa ventaja sobre aquellos. Por supuesto, no hay duda de que, a diferencia de los otros dos intervinientes está convencido de lo que dice. Estar convencido de lo que se dice, decir lo que se piensa, es un privilegio que los otros dos, embusteros sin remedio, ni huelen. No obstante, no es suficiente con estar convencido; es preciso ser convincente. Y ese es el punto más débil de Sánchez: no es tan convincente en las distancias cortas como en las largas, en los mítines y discursos.
Hizo muy bien en no responder a los machacones ataques de la caudilla (tan tóxicos como los del PP) sobre su versatilidad. Presumir de fortaleza granítica en un tiempo en el que para sobrevivir hay que cambiar y evolucionar ya es ridículo. Pero que lo haga una politica que ha cambiado de opinión, de lealtades y de criterio muchas más veces y no puede decir lo que piensa, entre otras cosas porque no piensa, es todavía peor.
Hizo bien asimismo en no responder a las provocaciones ni permitir que el debate descendiera a navajeo. Y también en concentrarse en cuestiones objetivas, de interés común, positivas. Pero le falta brío y rapidez y tiene que poner más fuego en sus convicciones. Tiene miedo a las palabras, a las grandes palabras, cosa comprensible hasta cierto punto, viendo lo que tenía enfrente. Pero el interés del debate no era que lo escucharan los dos compinches, sino que lo escuchara la ciudadanía. Hizo mucho en este sentido puesto que fue el único que planteó la confrontación con la vista puesta en las elecciones generales mientras la caudilla reserva sus misterios para mañana y al otro eso le cae grande.
Precisamente por ello debiera haber sido más contundente en el uso de términos que van más allá de lo cotidiano. Fue el único que habló en serio de la juventud, del precariado, del socialismo del siglo XXI, de la nueva socialdemocracia, de la izquierda, de la plurinacionalidad, de la corrupción, de la transparencia, de la democracia. Pero en un tono amable, ligero, como quien no quiere abrumar con grandes propósitos. Y justamente eso es lo que los electores estamos pidiendo: grandes propósitos claramente formulados. Por ejemplo, los tres dijeron que querían derogar la reforma laboral. OK. Pero ¿para hacer qué? Por ejemplo, para acabar con el precariado. Los tres hablaron del socialismo, pero el único que lo vinculó claramente a la militancia fue Sánchez. Nada le costaría señalar que esa es la democracia socialista y por eso propone una nueva socialdemocracia. Y en cuanto a la cuestión nacional (que ha acabado imponiéndose como la más importante a pesar del afán de los nacionalistas españoles por negarla) también hay que romper tabúes. Esa acrítica aceptación de que la militancia del PSOE y, en general, el pueblo español solo entienden el lenguaje de la cabra de la legión no es de recibo. La gente es mayor de edad y sabe que cerrarse en banda del brazo del PP (justo lo que quiere este, El País, el Ibex35, etc) es la receta para la confrontación y el conflicto. Es esencial entender que en democracia se puede hablar de todo pues, si no, no es democracia. Y de todo es también una solución negociada en Cataluña
Mi única preocupación ahora es que, a la vista de este apabullante resultado, que afirma el de los avales, los golpistas, la junta gestora, la caudilla y otros poderes fácticos, monten un pucherazo. Capaces son. Lo han demostrado sobradamente.