diumenge, 3 de juliol del 2016
¿De quién es el PSOE?
diumenge, 10 de març del 2013
La desobediencia en Sol.
dijous, 20 de desembre del 2012
Desmovilización/Movilización.
dimecres, 19 de desembre del 2012
La España líquida.
diumenge, 15 de gener del 2012
Diatriba
(Félix Rodrigo Mora, Prado Esteban y Frank G. Rubio (2011) Pensar el 15 M y otros textos, Madrid: Editorial Manuscritos, 150 págs).
Se ha ecrito mucho sobre el 15-M y probablemente se escribirá mucho más. El tono de lo que se publica suele ser laudatorio cuando no encomiástico. No podía faltar algún texto contrario y no escrito desde una perspectiva reaccionaria sino surgido del seno del propio 15-M o de sus aledaños. Y no falta. El que comento aquí lo es. Y no precisamente suave, sino una verdadera diatriba, una andanada contra el conjunto del movimiento desde posiciones anarquistas y salvando en él únicamente una especie de vagaroso principio motor basado en la idea asamblearia que, en su forma genuina, según parece, ha sido minoritaria entre los indignados, pero lo suficientemente representativa para tener con él esta especie de relación de amor-odio que impregna las páginas de esta obra.
El libro, muy breve, se compone de tres escritos de diversa longitud, enjundia y objetivo. Se añaden algunas entrevistas a participantes en las acampadas cuya función es reforzar las conclusiones de los autores. Estas, expuestas con mayor concreción en el escrito más extenso de todos, el de Rodrigo Mora, consisten en lo esencial en ver el moviento del 15-M como una reacción popular y espontánea manipulada y desnaturalizada por sus mismos organizadores. Hay un núcleo impreciso de indignados a los que el autor llama "el sector popular" del movimiento que es sano, pero nada puede contra las poderosas fuerzas de la manipulación, representadas por los partidos de izquierda y la parte estatolátrica y hasta reaccionaria del 15-M. De qué forma puedan distinguirse estas partes antagónicas, en qué consistan, cuáles sean sus atributos conceptuales no queda claro en modo alguno en el escrito, salvo por la seguridad del autor de que las cosas son como él dice. En último término y casi por reducción al absurdo, no solo el 15-M sino el mundo entero se divide en dos bloques antagónicos: el propio autor de un lado, poseedor de una sabiduría, unos conocimientos y una clarividencia que le permiten descubrir el lado oculto de las cosas sin necesidad de explicar método alguno, excepto los muy firmes propósitos de buscar la verdad y atender ante todo al espíritu y todos los demás que son engañados, están equivocados o son simplemente unos granujas.
Rodrigo Mora es extraordinariamente agresivo con todos los autores y organizaciones que han tenido algo que ver con el movimiento indignado. Carga con virulencia contra Carlos Taibo, Stéphane Heller (de quien no deja hueso sano), José Luis Sampedro, Joseph Stiglitz y el movimiento Democracia Real Ya (DRY) y contra otros autores no directamente relacionados con estos, como Fernando Savater en una especie de ajuste de cuentas que parece una venganza o un mal disimulado deseo de que le filósofo entre al trapo y le conteste. A todos reprocha algo, bien sea su afán por manipular, su carácter reaccionario, su pasado o el hecho de que ganen dinero con sus obras, cosa que la parece especialmente nefanda. En consecuencia critica acerbamente las obras y manifestaciones de estos y se ceba muy en especial con el opúsculo de Hessel y el Manifiesto de los Indignados en 25 propuestas al que somete a un minucioso refrito en el cual pretende demostrar que se trata de un texto reaccionario y manipulador que solo tiene que ver con el genuino movimiento (en su sector popular, se entiende) con el fin de desarmarlo o, incluso, de ponerlo al servicio de estrategias mas poderosas y oscuras, como las grandes empresas o sus fundaciones.
El criterio del auténtico movimiento revolucionario, que nada tiene que ver con la burda manipulación del 15-m, es la existencia de un movimiento asambleario. Los antecedentes se encuentran en la tradición de los concejos abiertos medievales, a los que el autor idealiza, dando por supuesto que son la única forma de hacer avanzar la revolución, la auténtica, la verdadera, la que se ocupa de la verdad, a través de su cristalización moderna en la forma de asambleas. Una vez más los revolucionarios de hoy prometen la felicidad a quienes encuentren la forma de volver a una edad de oro, a cualquiera, aunque sea la medieval. Las asambleas han quedado reducidas a la nada en el 15-M merced a las tácticas desviacionistas del sector reaccionario, encabezado por el movimiento Democracia Real Ya (DRY) y por los partidos de izquierda, PSOE, IU, etc que, en el fondo, están al servicio del capital y del Estado.
La idea de que las asambleas, a las que el autor otorga prácticamente el monopolio de los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, puedan ser la forma que tome la revolución en algún momento es, afortunadamente, harto improbable. El autor no solamente las convierte en los órganos decisorios revolucionarios por excelencia sino también, en un sentido más filosófico, en el único contexto de emancipación humana real. El siguiente párrafo, original en su redacción, como destilado de las experiencias de las acampadas en la Puerta del Sol, mete miedo, al tiempo que constituye la quintaesencia de la concepción del autor: "Estar juntos, vivir juntos, debatir juntos, pensar juntos, trabajar juntos, comer juntos, superar juntos las dificultades, dormir juntos, escribir juntos, luchar juntos, imaginar juntos, atreverse juntos, investigar juntos, ser reprimidos juntos, permitió practicar el colectivismo integral que es la forma natural de la existencia humana (lo que no significa ignorar la responsabilidad y el esfuerzo personal), a la que tendemos en cuanto la la presión espeluznante del Estado y la clase empresarial para hacernos individualistas y egoístas, solipsistas e insociables, flaquea, por poco que sea" (p. 36) . Colectivismo integral y concebido por vía de derecho natural. En algún otro lugar de la obra el autor remacha el valor del individuo pero, sea cual sea éste, la imagen de ese quehacer gregario, similar al de una colmena, es tan organicista que hay que frotarse los ojos para darle crédito.
En conjunto, el opúsculo de Rodrigo Mora es un ataque y una critica radical expresada con mucha virulencia al movimiento real del 15-M en todas sus manifestaciones pero hecho desde posiciones teóricas no explicitadas, ya que la perspectiva anarquista que esgrime no implica propuesta contrastable alguna. El libro es tan arbitrario en sus juicios y tan agresivo que a veces se llega a dudar de si está escrito en serio.
Completa la obra un par de breves ensayos de Prado Esteban para quien el planteamiento de la emancipación de la mujer solo puede hacerse en lucha contra el feminismo (p. 96) cosa verdaderamente sorprendente, pero no más que otras afirmaciones de la autora sobre el 15-M en la misma línea de Rodrigo Mora. El último texto, de unas tres páginas, de Frank G. Rubio es el único que plantea alguna objeción crítica al modelo asambleario al empezar por reconocer que, por su carácter, las decisiones de las asambleas solo pueden obligar a quienes participen en ellas.
En resumen, el libro es una diatriba en contra del movimiento 15-M, basada en una confusa acumulación de observaciones y críticas inconexas y articulado en torno un narcisismo doctrinal tan rotundo que maravilla.
dimecres, 19 d’octubre del 2011
Sinfonía desconcertante o la realidad viene de fuera.
Hace semanas, quizá meses, que en España solamente se escucha una obra que podría llamarse "las grandes elecciones de 2011". En ella hay un único y poderoso leit Motiv en el que toda la orquesta trabaja concertada en un crescendo acelerado que lleva al final atronador del 20-N cuando una derecha fuerte, segura, confiada, con amplio respaldo, desplazará del poder a una izquierda atribulada, insegura cuya identidad como izquierda está cuestionada. ¿Toda la orquesta?
Decididamente, no. Hay dos secciones del conjunto que, con instrumentos muy distintos, van a su aire, interpretan otras piezas, tienen tiempos y ritmos diferentes. Son la sección de percusión del terrorismo etarra y la de aire de los indignados del 15-M, al fin y al cabo perroflautas. Ninguno de estos dos fenómenos tiene en cuenta el calendario político español ni están afectados por el proceso electoral. No es que desafinen; es que interpretan otros conciertos, lo que obliga a entenderlos en sus propios términos. En ambos casos, además, intervienen instrumentos de fuera del país, extranjeros. La cuestión etarra trae un tema de mediación internacional concretado en la conferencia de paz de Donostia; la de los indignados se ha visto como un acompañamiento exterior del planeta entero, algo que no puede ignorarse.
Tengo para mi que la actuación del PSOE en ambos casos ha sido, en líneas generales, correcta, pues ha sabido deslindar su implicación en la refriega electoral de las actitudes que debe adoptar frente a las dos secciones discordantes. En el caso de ETA ha mantenido su exigencia de deposición incondicional de las armas pero ha asistido a la conferencia de paz porque eso es lo que se hace entre gentes civilizadas: hay que estar presente allí donde va a hablarse y decidirse sobre cosas que interesan a uno, tanto más si el interés es nacional: el fin del terrorismo en Euskadi. Y, sin cejar en su exigencia, ha conseguido que -por fin- la izquierda abertzale pida a los de las pistolas que cierren el negociado de la muerte y se dediquen a otra cosa. Es todo un paso.
En lo concerniente al 15-M, fue la actitud temperada del gobierno -vacilante al principio y con algún traspiés- la que ha permitido que el movimiento continúe en su quehacer pacífico y haya alcanzado el 15 de octubre resonancia mundial. El mundo mira a España en ambos casos y lo hace con respeto, colaborando con ella porque la actitud de su Gobierno ha sido eso, civilizada.
Las decisiones cruciales que han llevado a estas dos situaciones en las que fuerzas no integradas en el sistema puedan estarlo sin perder nada de sus reivindicaciones propias salvo el recurso a la violencia se deben a Rubalcaba. Es de justicia reconocerlo, aunque pueda ser difícil explicarlo. Rubalcaba es un buen político; quizá demasiado bueno.
La actitud de la derecha, en cambio, ha sido muy distinta, aunque similar en ambos casos, pues ha consistido en desautorizar las dos situaciones, atacarlas, criminalizar a los participantes, insultarlos. Obsesionado con que nada interfiera en su marcha triunfal al 20-N, el PP ignora la realidad que viene de fuera; más aun, la desprecia e injuria a los intervinientes. Da vergüenza el trato que han dado sus propagandistas a los mediadores internacionales. La conferencia de Donostia, según Mayor Oreja, significa que ETA y el Gobierno planean “un final sin final”. Los demás no existen.
Los indignados del 15-M para Aznar siguen siendo marginales, antisistema, de extrema izquierda y no representativos. Es un análisis tan penetrante como ese otro que dice que, en realidad, el 15-M es un montaje de la derecha para hacer que el PSOE pierda las elecciones al comprobarse que no es capaz de controlar una situación de orden público. Nada de esto tiene que ver con la realidad venida de fuera.
Esa obcecación en negar y despreciar dos realidades discordantes alcanza un nivel peligroso y hasta perverso ante otra tercera realidad que nos viene de fuera, la nueva rebaja de Moody's de la deuda española. Hace un par de días, un portavoz del PP (no recuerdo cuál) decía que los mercados estaban tranquilos porque ya descuentan la victoria de su partido. ¿Debe entenderse ahora que la rebaja de la deuda indica que el PP no ganará las elecciones? ¿Es tan difícil ver más allá de las propias narices?
diumenge, 16 d’octubre del 2011
Crónica de la revolución indignada (XXIII).
La de ayer fue una jornada memorable. Una jornada por el cambio global del sistema. Del sistema capitalista, cuestionado por decenas de miles de personas en cientos de ciudades a lo largo y ancho del mundo. El capitalismo está hundiéndose a la vista de todos a causa de dos factores: su propia crisis y la acción coordinada de multitudes de gentes que lo rechazan. Es algo parecido a lo que sucedió con el comunismo hace veinte años. Parecido porque la historia no se repite jamás, pero presenta similitudes. La más llamativa es la movilización popular permanente, pacífica, en contra de los poderes políticos y económicos. Ayer se escucharon muchas consignas y afirmaciones en la Puerta del Sol, pero todas ellas se resumían en la que no se mencionó pero fue la fórmula de la caída del muro de Berlín: nosotros somos el pueblo. Algunas se le acercaban como ese somos el 99 por ciento. No sé si serán -si seremos- el 99 por ciento, pero sí es claro que arman mucho ruido, que se hacen oír, que no cabe ignorarlos.
El movimiento 15-M es ahora mundial, patente, una explosión de indignación, tan difícil de integrar en el sistema que cuestiona como incomprensible para los defensores a ultranza del viejo orden. Basta escuchar a alguno de estos para darse cuenta de la distancia que hay entre la cosa y el juicio que sobre ella formula. En una reciente entrevista en Le Figaro, Aznar dijo del 15-M que es "un movimiento radical, antisistema y muy ligado a la extrema izquierda" que además "no es representativo". Lo sorprendente es que este hombre pueda asesorar a alguien en algo. Se le sumaron Bono y Aguirre, dos personas de orden, advirtiendo de los peligros antidemocráticos de las movilizaciones multitudinarias. A estos sólo les gusta lo que ellos apañan en las covachas de la intriga.
Y es que el proceso que ha puesto en marcha el 15-M es nuevo por todos los lados, empezando por el de su organización que se hace a través de las redes virtuales. Estas van paralelas a las redes reales de las asambleas, reuniones vecinales, acampadas. No hay un centro de imputación, no existe una estructura jerárquica. Hasta es dudoso que quepa llamarlo estructura. Nuevo es también el programa que consiste en consideraciones teóricas generales sobre la democracia y el capitalismo apoyadas en prácticas concretas de acción directa, como las acciones en contra de los desahucios. Quien dude de la eficacia de estas novedades, que diga si el PSOE recogería en su programa la dación en pago de no ser por las movilizaciones.
La fuerza del 15-M es moral y reside en primer lugar en la renuncia a la violencia. La excepción de Roma y el rechazo suscitado demuestran que el movimiento en sí es pacífico. Pacífico y transformador. Que las transformaciones hayan de hacerse a través de las instituciones no les restará mérito dado que esas instituciones, en principio, son representativas. Y no solamente a través de las instituciones de los Estados que están muy desfasados y son muy insatisfactorios en su organización sino de las internacionales.
El siguiente objetivo del 15-M son los paraísos fiscales. No se sabe qué forma tomará la acción, pero tendrá alguna. Entre tanto, no estaría de más instar de la Asamblea General de la ONU una resolución eficaz prohibiendo esas cuevas de ladrones, que debiera ser su nombre. Cuevas de ladrones, refugios de delincuentes, políticos corruptos, empresarios que defraudan al fisco en su país, deportistas y famosos que no tributan en el suyo, capitalistas que ocultan sus beneficios y otros sinvergüenzas; todos ellos perfectamente identificados: Islas Caimán, Barbados, Isla de Man, Gibraltar, Suiza, Luxemburgo, Liechtenstein, el Vaticano, etc. Atacar estos nidos de piratas es atacar uno de los bastiones del capitalismo global pero también uno de sus puntos más débiles porque carecen de toda defensa moralmente hablando.
Tardaremos más, tardaremos menos, pero está claro que hay que hacerlo. El lema que más me gusta del 15-M es el que reza:
dissabte, 15 d’octubre del 2011
15 Octubre - Por el cambio global.
Sensacional cómo galopa el caballo de la historia. Retumba el eco de mil rebeliones, alzamientos, sublevaciones, revoluciones, vencidas una y otra vez a lo largo de la historia hasta salpicar de sangre la faz de la tierra. Ahora ésta nos lo devuelve todo en un grito planetario. El mundo entero se pone hoy en pie en la primera jornada de la nueva era, la del gobierno de la especie. Millones, decenas, centenas de millones de muertos jalonan el camino por el que la humanidad como tal toma conciencia de sí misma. Aquí cómo veía Orozco el Canto General de Neruda. Más abajo un sensacional vídeo para resumir el espíritu de la jornada de hoy.
dijous, 29 de setembre del 2011
Radicalismo.
En una entrevista en Le Figaro Aznar ha dicho que el movimiento 15-M es "un movimiento radical, antisistema y muy ligado a la extrema izquierda". "Radical" es un término inocente que denota fuerte carga negativa en cierto contexto ideológico autoritario. Es un término que utilizan mucho ciertos radicales con un sobrentendido.
Ese radicalismo que ve Aznar no es el de los partidos radicales de fines del XIX y primeros del XX, cuyo objetivo era la separación de la Iglesia y el Estado y tampoco se referirá al radicalismo argentino que es un liberalismo con tintes socialdemócratas. Si las referencias históricas no son adecuadas, menos lo son las filosóficas. El utilitarismo británico se veía a sí mismo como radical y Marx, según es sabido, adjudicaba esta condición a la filosofía como tal diciendo aquello de que ser radical es "ir a la raíz de las cosas" que, al fin y al cabo, es lo que hace la filosofía. Aznar no se refiere a nada de esto.
Sin duda utiliza el término en el segundo sentido que le da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, esto es, aquel que tiene un modo extremado de tratar los asuntos que, la verdad, es una definición bastante incomprensible. Aclara mucho más la primera acepción del término, según la cual el radicalismo es el conjunto de ideas y doctrinas de quienes, en ciertos momentos de la vida social, pretenden reformar total o parcialmente el orden político, científico, moral y aun religioso. Tampoco es muy feliz porque llama radicales a quienes quieren reformar parcialmente el orden, etc, lo que es una exageración porque en tal caso todo el mundo sería radical y cuando todo el mundo es algo, ese algo es nada. Y eso sin ponerse quisquilloso y preguntar qué querrá decir orden científico.
Esa definición del DRAE parecería, en principio, adecuada para el 15-M siempre que se complemente sosteniendo que, dentro del orden político, habrá de comprenderse el social y el económico. Si es así, la definición se ajusta mejor al propio Aznar, que se pasa la vida (en la entrevista citada también) recomendando reformas "estructurales", "en profundidad", "valientes", etc., propugnando cambios de calado en la fiscalidad, las relaciones laborales, los servicios públicos, la estructura territorial del Estado. Esa expresión de los 17 miniestados lo retrata. El radical Aznar, que suele ser agresivo, intransigente, hosco y pendenciero en sus juicios, previene contra el supuesto radicalismo del 15-M. En cuanto a ver este movimiento ligado a la extrema izquierda sólo queda recomendarle un buen oftalmólogo porque buena parte de la extrema izquierda es hostil a los indignados. Eso sin contar con que, de ser verdad, ¿por qué es más aceptable la extrema derecha en el PP que la extrema izquierda en el 15-M?
El radicalismo del 15-M es reflejo. Es decir, el movimiento no es radical, pero provoca radicalismo en los que hablan de él. En una presentación de un libro de Pedro J. Ramírez sobre la Revolución francesa, al que acudieron políticos del máximo rango, Esperanza Aguirre se despachó con su habitual radicalismo lingüístico, sosteniendo que los indignados vienen a ser movimientos callejeros" que han impulsado los "golpes de Estado populistas" y José Bono, ese político marrullero, santurrón, dado a la declamación algo cursi y siempre conservadora, informa a la concurrencia, hablando del 15-M, de que él siempre preferirá unas elecciones que las turbas parisinas siendo así que, en buena medida, las elecciones las trajeron las turbas parisinas. Igual que el 15-M quiere reformar un sistema electoral injusto que Bono sostiene aun sabiendo que es injusto. Que esto lo diga para festejar a su amigo, el capo del periodismo amarillo del país, lo retrata como otro radical... prosistema.
(La imagen es una foto de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, bajo licencia de Creative Commons).
divendres, 2 de setembre del 2011
Ante portas.
Ya van viniendo. Ya están aquí. Por fin hablan claramente. Dicen lo que piensan. Y lo hacen. Se consideran ganadores. Se ven gobernando. Llegan seguros de sí mismos. Están orgullosos de ser de derechas. Y más que de derechas. El alcalde del PP de Horcajo de Santiago, provincia de Cuenca, restituye su calle a José Antonio Primo de Rivera, el ausente, primer jefe del fascio español, que vuelve a estar presente, como en los mejores tiempos de Franco.
Cameron se les va a quedar pequeño. María Dolores de Cospedal recortará el veinte por ciento del presupuesto de su Comunidad. Dice que no tocará los servicios sociales básicos, pero los recortes afectan a la sanidad y la educación. A quienes no afectarán seguro será a los gobernantes populares pues ya se han subido los sueldos de los altos cargos de Castilla-La Mancha y han multiplicado el número de estos; ni a los ricos, cuyos impuestos no aumentarán. Para "explicar" las medidas la presidenta ha puesto la tele castellano-manchega en manos de uno de esos periodistas de agit-prop de la derecha sin la menor intención de privatizarla, como dijo. Sería locura, ¿en dónde encontrará mejor aparato de propaganda al servicio del PP, como lo está en Madrid y Valencia y pagado con el dinero de todos? Cospedal añade que el plan será el modelo para toda España y Rajoy avala la decisión. Así que los españoles no podrán llamarse a engaño pues ya conocen la forma de las cosas por venir.
En Madrid la castiza presidenta emplea un tono achulapado pero de postín: se acabó la broma de la Puerta del Sol y, como siempre, se pierde con sus pedanterías. Los manifestantes, dice, quieren transformar Sol en ¡la Bastilla! O sea que su gobierno es la monarquía absoluta del rey Sol y los manifestantes, la revolución francesa. Lo de su gobierno, ella sabrá. En cuanto a los indignados ¡qué más quisieran ellos y, de paso, Palinuro! Tampoco hay aquí trampa ni cartón. El próximo ministro del Interior, según Aguirre, que lo imagina del PP, "hará cumplir la ley", con lo que viene a decir que el actual no lo hace. Además, la presidenta pedirá una policía autonómica. Bien claro está. Se ahorra en educación y en sanidad, pero no en policía, lo que da una idea de cómo encara la derecha la forma de las cosas por venir.
El tono no sólo es duro sino demagógico e irritante. En el conflicto de la educación que se avecina, Aguirre no tiene reparo en asegurar que los profesores trabajan veinte horas por semana, computando como tales sólo las clases. Ignora u oculta que las clases hay que prepararlas... antes de las clases y luego hay que hacer el seguimiento de los trabajos que de ellas se plantean. Una jornada de mucho más de cuarenta horas y que no suele respetar los fines de semana. Es un discurso abusivo, reiterado luego por su aparato de propaganda equivalente al que hace unos años achacaba injuriosamente al doctor Montes la práctica de la eutanasia en un hospital público. Para cargar contra la sanidad y la educación públicas y justificar su estrangulamiento financiero en beneficio de las privadas nada mejor que insinuar que los funcionarios públicos de la sanidad son unos asesinos y los de la educación, unos holgazanes privilegiados. Pero es bueno que se aclare para que, al votar, la gente sepa la forma de las cosas por venir.
Con la derecha pronta al asalto final al último bastión socialdemócrata, la situación de la izquierda es de lamentable desconcierto. La izquierda extraparlamentaria, incluida IU que, a todo los efectos prácticos también lo es, está más dividida y enfrentada que nunca. El estado de salud del frente de unidad de la izquierda que propugna IU lo da la decisión de EQUO de rechazar la lista única para el 20-N. En lo único en que están de acuerdo casi todos los pequeños partidos de la izquierda es que a esa unidad que no van a conseguir no se invite al PSOE, que es un partido de derechas, más o menos igual que el PP. Que Santa Lucía les conserve la vista.
El PSOE está en muy mala situación. Su expectativa de voto es bajísima, ha cargado con el descontento y la hostilidad provocados por las medidas que su gobierno se ha visto obligado a tomar para contener la crisis, a veces al dictado de los mercados, a veces adelantándose a ellos, pero siempre en una dirección impopular. Abunda el resentimiento entre sus votantes y cunde el descontento entre muchos militantes que forman asociaciones y plataformas muy activas en la red. Rubalcaba posee larga experiencia, temple y recursos. Va a necesitarlo todo porque la tarea que tiene ante sí es tan descomunal que si sólo consigue que el PP no alcance la mayoría absoluta, tendrá que considerarlo como un triunfo. La ironía de esta situacion es que el único que puede impedir la mayoría absoluta de la derecha (incluso ganar a su vez, ¿por qué no?) es el PSOE. Ese PSOE contra el que cargan todos.
Por eso es tan curiosa esta inopinada visita a España del sumo pontífice de la indignación, Stéphane Hessel, que viene a meterse descaradamente en política, mucho más de lo que lo haya hecho el Papa, diciendo que no hay que votar al PP. No dice a quién haya que votar, pero sí que él vota al partido socialista francés y que tiene gran admiración por Zapatero y Rubalcaba. En la medida en que este hombre tenga ascendiente sobre el 15-M o los indignados en general, las declaraciones son una bomba. En el movimiento parecen darse dos opciones mayoritarias respecto a las elecciones: no votar y no votar al PP-PSOE. Hessel viene a decir que es recomendable no votar al PP y sí al PSOE. O sea, que no son lo mismo. A lo mejor, si lo dice un extranjero, los que creen lo contrario se convencen de lo contrario de lo que creen. Pero eso es improbable. Contra las creencias no hay razón que valga.
dimecres, 10 d’agost del 2011
Carta de Palinuro al Papa.
Estimado señor Ratzinger, sumo pontífice: es costumbre inmemorial de los pueblos civilizados acoger al peregrino en cumplimiento del deber de hospitalidad que prescribe igualmente su dios de usted cuando recuerda a su pueblo que él también fue peregrino en la tierra de Egipto. Por eso mismo no dude usted de que será bien recibido en esta tierra española, en donde convivieron largos años las tres religiones del libro junto al habitual puñado de descreídos hasta que su religión prohibió las otras, persiguió y expulsó a sus creyentes, se autodeclaró la única verdadera y se constituyó en propia de la nación española para siempre, según reza el artículo 12 de la constitución de 1812, la muy liberal Pepa.
Ahora bien, el deber de hospitalidad no excluye el uso de la razón y el juicio, sobre todo con alguien que, como usted, viene juzgando ya en vuelo; de donde se colige que habrá calibrado la posibilidad de que se le aplique el enunciado evangélico de "no juzguéis y no seréis juzgados". Salvo que se crea usted por encima de los preceptos que, sin embargo, predica. Y no digo esto a humo de pajas. El boato de su llegada, más publicitada que la del hombre a la luna, no casa con el dicho evangelio. Jesucristo lavaba los pies a sus discípulos y, francamente, Herr Ratzinger, entre lavar los pies al prójimo y andar por ahí en papamóvil de banquete en banquete media un trecho.
Es verdad que el coste de la visita es un disparate. ¡Millones para atender la visita apostólica (esto es, privada) a los miembros de una asociación también privada como es la Iglesia! Si de verdad quiere usted evitarse esas acusaciones que debieran sonrojarle, puede usted aceptar el plan de viaje que le ofrezco con un presupuesto de un par de miles de euros y tirando por lo alto: en primer lugar, se paga usted el vuelo (le recomiendo un low cost, los hay fabulosos); luego lo recoge a usted en el aeropuerto el cardenal Rouco con un taxi o incluso con varios si trae usted su habitual séquito. Alojarse puede usted hacerlo cómodamente en la sede del obispado. Las misas y otros actos de su liturgia celébrelos en donde le plazca siempre que su iglesia contrate por su cuenta con una empresa de organización de eventos y catering. Trate de que no sea de la trama Gürtel; da mala imagen. Si el rey y, del rey abajo todos se dan de puñadas por invitarlo a comer, (con cargo a sus personales bolsillos) no se prive usted. Alguna tarde libre que tenga quizá quiera usted recorrer los lugares turísticos y comprar algunos recuerdos de Madrid para repartir entre la curia. Se le hará un precio.
El costo total de su viaje sería, como dicho, unos miles de euros. El resto, hasta los cincuenta y tantos millones de pavos, en efecto, se puede mandar a Somalia, o a Palestina o a cualquier otro lugar donde haga falta. Y creo que podría usted aumentar el importe. No tanto como los panes y los peces de su modelo pero significativamente. Por ejemplo, aconsejando a esos grandes empresarios españoles que defraudan a Hacienda 42.700 millones de euros al año que dediquen parte de esa pastuqui a tan nobles objetivos. No es preciso que lo haga en público, aunque estaría bien, sino que bastará con que sus mandados se lo susurren a los interesados en el secreto de la confesión, sacramento al que, como buenos cristianos, recurrirán con frecuencia.
En estas condiciones, es de esperar tenga usted grata estancia entre nosotros. No sé si es preciso que el cardenal Rouco impetre de las potencias celestiales que no haga calor porque eso recuerda mucho las procesiones en rogativa de lluvia y suena antiguo, como la Iglesia. Claro que la Iglesia también sabe ser nueva. El obispo de León, por ejemplo, no quiere que haya huelga de metro durante su visita; pero no se lo pide a las potencias celestiales, sino a las sindicales.
Los privilegios que la habilidad clerical ha extraído de las autoridades madrileñas (que disparan con pólvora del rey pues los pagamos los demás) no son de recibo y es de esperar que su delicadeza le haga rechazarlos aunque sea pro forma. Como no lo conseguirá, dado que las autoridades creen que así se ganan el cielo, y hasta es posible que sea cierto, esperamos que, en justa correspondencia, cada vez que un madrileño visite el Vaticano, sus tiendas le regalen el agnus dei, el rosario y la estampita del sagrado corazón, privilegio que le sugiero consagre a perpetuidad.
Permítame señalarle repetuosamente que la imagen de esos niños y adolescentes disfrazados de guardia suiza, de lansquenetes (Landsknechte, esto es, siervos de la gleba, con quienes se ejercía el derecho de pernada) para recibirlo al pie del avión no es la más apropiada tratándose de alguien a quien se acusa de haber amparado u ocultado la pederastia crónica en la iglesia. No tienen ustedes el don de la oportunidad o carecen del sentido del ridículo.
No seré yo quien limite su derecho a criticar cuanto quiera la legislación propiciada por el gobierno español pues el argumento según el cual el extranjero no debe inmiscuirse en los asuntos del país que lo acoge me parece ramplón. Ya lo dije al principio: juzgue y critique lo que quiera; y esté preparado a que lo critiquen y juzguen. Por lo demás, en esto de las críticas coincidimos en el objeto, pero no en el sentido. Usted encuentra esa legislación condenable por exagerada, radical y anticristiana. A nosotros nos parece condenable por pacata y moderada; lo de anticristiana no es asunto de nuestra incumbencia
Cuando digo "nosotros", sumo pontífice, me refiero al arriba firmante y a todos los perroflautas a los que no represento, en cuyo nombre no hablo, pero con los que estoy de acuerdo y a los que brindo la idea de invitar formalmente al señor Ratzinger a alguna asamblea con un tema en debate: la afirmación del cardenal Cañizares de que el problema de Europa no es la crisis, es olvidar a Dios.
Ose hacerlo, Joseph R. y no se arrepentirá.
(La imagen es una foto de Sergey Gabdurakhmanov, bajo licencia de Creative Commons).
dilluns, 8 d’agost del 2011
Crónica de la revolución indignada (XXII).
Lo hemos repetido hasta la saciedad: el 15-M no es sólo un problema de orden público (y eso, en el caso de que lo fuera de verdad) sino que es un problema político de envergadura, de calado, no indigno sino muy digno de consideración. Son afortunados los israelíes cuyas autoridades han entendido el mensaje a la primera y, a las veinticuatro horas de la magna manifa en Tel-Aviv y otras ciudades, ya han designado una comisión para negociar políticamente con los indignados. Es verdad que la comisión es de competencia económica pero no tengo duda de que los indignados israelíes, que están ultimando los textos de sus reivindicaciones, la desbordarán apuntando a más campos que el estrictamente económico.
Las autoridades españolas, mucho más lentas, no han reaccionado institucionalmente todavía, aunque Palinuro lleva dos meses diciendo que había que nombrar una comisión parlamentaria para negociar. Por desgracia Palinuro no es el monitor de La Moncloa. Las instituciones han seguido tratando el 15-M como un problema exclusivamente de orden público aunque, en privado, algunos políticos de la izquierda admitieran que es algo de mayor enjundia. Por fin, después de fracasar estrepitosamente en un par de ocasiones, las autoridades parecen haber aceptado el derecho de los indignados a seguir deliberando colectivamente en público marcando unos límites que estos acatan pero que desbordan de nuevo en cuanto pueden y siempre de modo pacífico.
Poco a poco se abre paso la idea de que lo que los indignados proponen es una revisión del contrato social, esa fértil invención con la que dio comienzo la teoría política moderna. Hay muchas propuestas de contrato social (Locke, Hobbes, Rousseau, Kant) pero la más útil a nuestros efectos aquí es la de Pufendorf, contemporáneo de Locke quien, con meticulosidad germánica, distinguía tres contratos o pactos sociales: a) el pacto de unión (los seres humanos deciden convivir), b) el pacto de ordenación (se dotan de una forma determinada de gobierno), y c) el pacto de sujeción (delegan en ese gobierno sus poderes para que vele por el bien común). Es fórmula feliz porque pone en términos prácticos la idea de Locke del gobierno por consentimiento; consentimiento de los gobernados.
La revisión de ese pacto es lo que los indignados plantean cuando requieren reformas constitucionales y medidas de control del poder político así como de organización de la democracia. Hay quien dice que están pidiendo una actuación del poder constituyente. Eso es muy rígido. Están planteando su derecho a una novación del pacto de sujeción porque el Estado no vela por el bien común y no hace un uso juicioso de sus poderes delegados. Si en esa renovación hay que tocar o no la Constitución y cómo, ya se verá. Lo inmediato es replantear la relación entre los poderes y los ciudadanos de forma que aquellos estén sometidos a estos y no al revés. El pueblo puede disolver el gobierno pero el gobierno no puede disolver el pueblo como quería el burlón de Brecht.
Además de moverse en este terreno especulativo y teórico, el 15-M realiza acciones prácticas y plantea problemas concretos que todo el mundo conoce. Tiene, por ejemplo, una acción en marcha en contra de los desahucios en toda España. Se pronuncia en contra de la privatización de los servicios públicos (sanidad, educación, etc, que tanto importan a los ciudadanos) y tiene convocada una manifa para el 18 de septiembre. En la actualidad está preparando la respuesta a esa payasada que ha montado la jerarquía católica con los dineros públicos para traer a Ratzinger (que viene en visita pastoral pero lo van a recibir todos los barandas del reino, desde el rey hasta el último macero) a rezongar de España, a regañarnos a los españoles y a poner verde al gobierno. Que este hombre que dice saber tanto ignore la elemental regla de educación de no faltar al anfitrión en su casa y cuando se viene de gorra es curioso y da que pensar que no es ignorancia sino soberbia, prepotencia y preocupación porque se le escape la clientela del negocio. Una España laica es una España que no engorda el cepillo, que es de lo que se trata.
Al mismo tiempo el 15-M está aportando ideas y prácticas nuevas en el campo de la movilización política. Muchos sostenemos que lo más conveniente sería que se convirtiera en partido o coalición y se presentara a las elecciones. Pero esa propuesta choca con la desconfianza de los indignados que tienden a ver los partidos como parte del poder que cuestionan. Tampoco hay que discutir por eso. De hecho ya son un partido, de nuevo tipo, con estructuras distintas y forma de organización también diferente pues es prácticamente un partido virtual. La decisión de presentarse o no a las elecciones es la que decidirá si el movimiento da el paso a convertirse en partido convencional o no. De todas formas tampoco es imprescindible dado que los partidos de la izquierda, que tienen un oído puesto en las asambleas, están adoptando partes de su programa porque, se ponga como se ponga el 15-M con el apartidismo y un cierto apoliticismo no confeso, este es un programa de izquierda.
IU está volcada en el 15-M. Le cabe además la honra de que algunas de las reivindicaciones indignadas son suyas de tiempo atrás, como la reforma del sistema electoral. Pero de ahí no pasa a causa de su cortedad de miras y falta de iniciativa. IU busca, dice, una unión de la izquierda. ¿Por qué no propone que ésta se haga tomando como programa común el de los indignados? No se me ocurre ninguna razón salvo la de que no se le ha ocurrido.
A su vez, el PSOE ya está prometiendo incluir reivindicaciones de los indignados en el programa electoral que presentará en septiembre. Una de las más significativas es la reforma del sistema electoral, cuestión a la que se había negado unos meses atrás. A ella añadirá otras como transparencia de las administraciones, reforma fiscal, etc. La crítica que suele hacerse aquí a los socialistas es por qué no las aplicaron cuando estaban en el gobierno. La respuesta sólo puede ser porque no quisieron o no pudieron. Dado que ahora dicen que quieren, estaría bien que pudieran. Entre otras cosas porque confiar en que pueda hacerlo IU es como confiar en encontrar un unicornio.
Igualmente es de plantearse lo siguiente: si los partidos de la izquierda llevan en sus programas electorales el programa del 15-M, en todo o en parte, ¿seguirá habiendo en éste esa corriente en favor de no votar a ninguno de los dos grandes partidos y, en cierta medida, tampoco a los más pequeños? La idea de crear un partido político para promover la abstención, teniendo en cuenta que lo definitorio de un partido es presentarse a las elecciones introduce un elemento de política surrealista que tiene su chiste. Si no es a través de los partidos en sede parlamentaria, ¿cómo piensa el 15-M que pueden realizarse sus reivindicaciones? ¿O no quiere que se realicen?
(La imagen es una foto de Motarile, bajo licencia de Creative Commons).
diumenge, 7 d’agost del 2011
El Papa y los indignados.
¡Qué buen artículo el de Ruth Toledano en El País del viernes (¿¿¡¡Perdón!!??)! Uno de esos redondos, logrados, que se lee con tanto agrado como provecho y que lo deja a uno pensando. En efecto si, como dice Toledano, la jerarquía instala doscientos confesionarios en el Retiro de Madrid, el límite es el cielo. Doscientos indignados no pueden acampar en la Puerta del Sol, pero doscientos pecadores pueden ocupar un parque público. Porque sí, porque España es católica y los indignados, unos perroflautas.
Ya nadie duda de que la repentina, sigilosa y contundente actividad de las autoridades para despejar Madrid de indignados está movida por el deseo de que la visita del Papa discurra sin incidentes. Es fácil imaginar a Rouco Varela impartiendo órdenes al teléfono a Gallardón, a Aguirre, a Camacho y quizá a Zapatero. Con los primeros no necesita usar mucha retórica; su acendrada devoción ya los ha empujado a poner las administraciones que gobiernan a los pies del Santo Padre con todo tipo de facilidades, privilegios, subvenciones, rebajas y canonjías que pagarán los contribuyentes, les guste o no, sean o no católicos. En cincuenta millones de euros se calcula el coste total del evento. Y me parecen pocos.
Con los segundos el prelado tiene que utilizar sus armas y la primera de todas, el sutil chantaje: si el gobierno no colabora en los fastos, el Papa podría criticarlo en sus prédicas por homicida, anticristiano, disoluto e infernal. Y el gobierno se echa a temblar. Por nada del mundo quiere que Benedicto XVI hable de España, porque ya sabe lo que va a decir. Así que, presa del terror, se lanza a la tarea de reprimir el 15-M; es decir, pacta en la ingenua creencia de que el Papa cumplirá su compromiso de silenciar las críticas. Es no conocer al Papa, ni la Iglesia, ni prácticamente nada.
La Jornada Mundial de la Juventud es una vergüenza en todos los sentidos. Los medios han aireado esa protesta generalizada porque se gasten cincuenta millones en un momento de hambruna en el llamado "cuerno" del África. En efecto, es difícil encontrar algo más anticristiano que gastar el dinero a manos llenas, pero no dar de comer al hambriento. Me temo, sin embargo, que esa crítica sólo nos afecta a los no cristianos. Los otros, al menos su jerarquía, hace ya mucho tiempo que saben que lo suyo es una empresa, una empresa mercantil cuyo producto es la salvación de las almas. Y ¿dónde se ha visto que una empresa se rija por criterios cristianos del evangelio?
Además, la empresa iglesia vende el producto de la salvación de las almas, no de los cuerpos, a los que tiene en tradicional desprecio y, si se apura, tampoco de todas las almas sino solamente de las de los suyos. Así las cosas están mucho más claras y se entiende mejor ese insólito juicio del Cardenal Cañizares de que el problema de hoy no es económico sino que los ciudadanos "se han olvidado de Dios". Sí señor, por encima de la Economía está la Teología. Lástima que este enunciado tenga el mismo valor que el de un fabricante de coches que dijera que el problema es que la gente no compra coches y prefiere ir andando. El problema para el empresario es siempre su empresa.
La crítica justa a ese festival no es la que se refiere a su coste, con todo y ser ésta importante, sino la de la escasa altura filosófica y moral que revela toda la tramoya, que ha llegado a justificarse sosteniendo que la visita papal supondrá tantos y tantos millones de euros. Nada de experiencias místicas, inefables o de la fe: el beneficio. No os quejéis, que todos salimos ganando. Lo dicho, una vergüenza. Estos no son pastores de almas ni nada parecido; son empresarios con un negocio planteado de modo tan abusivo, donde todo sea beneficio y nada coste, que únicamente puede hacerse en connivencia con la autoridad política a la que tiene sometida. Es la alianza del trono y el altar, como siempre.
En el otro lado del problema, los indignados. Hasta ahora han mostrado una capacidad de resistencia que pocos vaticinaban. El empeño de considerarlos como un puro problema de orden público no solamente no lo resuelve sino que genera otros añadidos. El asunto es objeto de debate público incesante. Los comerciantes de Sol se quejan de pérdidas y urgen contundencia en resolver la situación. Eso da alas a la oposición que, como siempre, dispara con todas las armas a la vez, a ver si consigue tumbar a Zapatero. Por un lado, pide al Gobierno junto a IU, en enésima edición de la pinza, explicaciones por la carga policial del jueves, como si fueran delegados del 15-M y representantes de los indignados. Por otro lado, urge al ministro del Interior y también a Rubalcaba que aclaren si están con los indignados o con la policía nacional. Él mismo, qué duda cabe, apoya sin fisuras a la policía y da a entender que quiere que cargue, en representación de los indignados con los indignados, que son muchos, sobre todo entre la gente bien. Por algo está la derecha a punto de ganar las elecciones, porque dice a cada uno lo que quiere escuchar; aunque sea contradictorio.
Naturalmente que el ministro del Interior y Rubalcaba están con la policía nacional; sólo planteárselo indica mala fe o estulticia. Lo probable es la mala fe porque es lo habitual: el gobierno es incompetente, España no puede pagar sus deudas, va a la ruina, o se rompe, o se hunde, ETA está en las instituciones, todo es un desastre y, claro, el ministro del Interior apoya a los delincuentes. Los socialistas no sólo están con la policía nacional; también tratar de entender el 15-M, buscar una respuesta política y garantizar el orden público con respeto a los derechos de todos, incluidos los indignados. Que es mucho más de lo que cabe esperar del modo en que González Pons, por ejemplo, gestionaría el asunto, al estilo de "teníamos un problema y lo hemos resuelto", también llamado "discurso del haloperidol".
En ese estar con la policía al tiempo que se trata de no enconar los ánimos, a veces el compromiso institucional pesa mucho y eso se nota. Dice Rubalcaba, por ejemplo que 200 personas no pueden poner patas arriba una ciudad. Sin duda quiere decir que no deben porque poder es claro que pueden. El problema del enunciado de Rubalcaba está en el número. Esos 200 son el retén de un movimiento mucho más amplio, capaz de seguir echando a la calle a miles más cuando los necesitan. El 15-M es un problema serio para el Estado
Y, digo yo, ¿por qué no invitan los indignados a una asamblea a S.S. Benedicto XVI? Un ejemplo de oro para que éste demuestre que, como discípulo de Cristo, le interesan más las ovejas descarriadas que las que tiene en el redil. De éstas puede ocuparse Cañizares que se le da bien estar en la majada y tocar el caramillo. Sería fabuloso ver al Papa en Sol.
(La imagen es una foto de FaceMePLS, bajo licencia de Creative Commons).
divendres, 5 d’agost del 2011
Adelantar las elecciones fue un error.
Los hados no han sido caritativos con Zapatero. Aquel diputado relativamente joven que se hizo con la secretaría general del PSOE de una forma casi inesperada, supo luego ejercer una oposición leal, constructiva y elegante, se encontró por fin presidente del Gobierno de una forma también bastante abrupta e imprevista. Su primera legislatura fue un tiempo de estabilidad y prosperidad en el que parecía que todo fuera posible. Nadie sospechaba que pudiera tratarse de la calma que precede a la tormenta. Nadie, en verdad, la previó; aunque ahora haya muchos profetas retrospectivos que afirman lo contrario.
En aquellos dulces años (2004-2008) Zapatero pudo aplicar un programa de reformas sociales progresistas que fue la admiración de Europa y le ganó fama de ser el nuevo gobernante de izquierda. La situación económica no era en absoluto alarmante y la lucha contra el terrorismo parecía encauzada, aunque con problemas con la oposición a cuenta del llamado proceso de paz. Ello indujo al presidente a hacer pronunciamientos cuya audacia era desmentida por la realidad de inmediato o a medio plazo. Así, en cuestión de lucha antiterrorista, afirmaba que hoy estamos mejor que ayer y mañana estaremos mejor, veinticuatro horas antes de que ETA volara la terminal T4 de Barajas y, con ella, las negociaciones entonces en curso. En cuanto a la economía, Zapatero anunciaba que España alcanzaría el pleno empleo en la actual legislatura en la que el paro se ha multiplicado por 2,5 desde 2008. La cuestión que entonces se planteaba era si estas y otras expresiones no menos absurdas procedían en exclusiva de su carácter, de su forma de ser algo desmesurada o le venían de unos asesores especialmente ineptos.
La segunda legislatura ha sido un calvario. Con la inercia de la primera y algo de doctrinarismo socialdemócrata, Zapatero se negó a reconocer la importancia de la crisis (que estalló en el verano de 2008) y no tomó medidas contundentes hasta mayo de 2010, casi dos años después. Entre medias siguió mostrando un sorprendente alejamiento de la realidad que lo impulsaba a hacer aseveraciones tan increíbles como las citadas; por ejemplo, el 29 de junio de 2008 dictaminaba que es un tema opinable si hay crisis o no hay crisis, seis meses después de la quiebra de medio centenar de bancos en los Estados Unidos y dos antes del hundimiento de Lehman Brothers.
De nuevo la pregunta es si tal empecinamiento en el error viene de su carácter o de la incompetencia de sus colaboradores y me temo que la respuesta es que de ambos. Desde luego, Zapatero no ha sido un lince en los nombramientos. No es cosa de dar nombres pero ha habido ministros/as y alguna vicepresidenta que parecían puestos por el adversario. Pero la mayor responsabilidad, entiendo, recae sobre el carácter del personaje que resulta inestable y dado a los extremos voluntaristas. En resumen y con todos los respetos, inmaduro. Su pauta de comportamiento ante las dificultades (y las ha afrontado inmensas) consiste en enrocarse en una posición, muchas veces -aunque no siempre, claro- errónea y, luego, ante los malos resultados y/o las presiones, virar a todo trapo en la dirección contraria, con resultados tan catastróficos como los que quería evitar.
Eso es lo que le pasó con la fecha de las próximas elecciones generales: se encastilló (razonablemente a mi juicio, dadas las circunstancias) en agotar la legislatura y luego, de la noche a la mañana, no siendo capaz de resistir las presiones, las adelantó a noviembre. Ciertamente, no es seguro que agotar la legislatura hubiera sido un acierto, pero acortarla ya ha demostrado que fue un error y no solo por romper el celebérrimo principio ignaciano de no hacer mudanza en tiempo de turbación.
Los mercados, como era de prever, se han lanzado al degüello de una presa que ven debilitada por estar de hecho en periodo electoral, lo que equivale a una pauta de espera e inacción. Si este renovado ataque que tiene a muchos políticos españoles a punto de gritar "salvese el que pueda" se debe sólo a la desafortunada decisión de anticipar las elecciones o proviene de la crisis estadounidense es aquí irrelevante. Hay un ataque recrudecido y al país le crujen las cuadernas.
La estabilidad que Zapatero decía buscar con el adelanto brilla por su ausencia. La oposición es como la langosta, que devora hasta el último vestigio de verde. Ya está pidiendo que se anticipe el anticipo a fines de septiembre. De hacerse, el resultado sería aun más catastrófico. Por si no lo fuera suficientemente los políticos del PP ayudan a la postración de España difundiendo noticias negativas sobre sus cuentas, su endeudamiento, su capacidad de pago. Esta claro que, en este momento, lo que se debería imponer es un cierre de filas de todas las fuerzas políticas para ayudar al gobierno a sacar el país de esta situación cuyas consecuencias negativas padecerá toda la población. Pero eso es pedir demasiado a la derecha cuyo único objetivo es ocupar los puestos de poder al coste que sea, incluido el de la quiebra del Estado.
El 15-M añade un elemento de incertidumbre nada desdeñable a una situación de turbulencias. La derecha ya ha encontrado el tono joseantoniano apropiado y amenaza con sacar sus huestes a la calle es de suponer que en contramanifestación. De movilizar a 70.000 militantes habla Granados, como el que cuenta las tropas de asalto. El caso es añadir un problema a otro, curiosamente sin tener en cuenta que, de seguir así, el Papa Ratzinger puede llegar en unos días a una ciudad bastante alterada.
Resulta aburrido recordar de nuevo que el 15-M no es solo un asunto de orden público. Pero así es como se está tratando quizá porque, no habiendose reaccionado a tiempo, ahora ya no se pueda hacer otra cosa. La cuestión es si todavía se puede hacer ésta a un coste asumible por la opinión pública o hay que recurrir a los métodos que las autoridades llevan tres meses negándose a emplear. Téngase en cuenta que a estas autoridades (delegada del Gobierno, ministro del Interior, presidente del Gobierno) les quedan menos de cuatro en el cargo. ¿Quién va a tomar una decisión drástica en estas condiciones? Y, si se toma, ¿quién garantiza que surtirá el efecto deseado y no el contrario?
Adelantar las elecciones fue un gran error.
Desde luego, los hados no han dado respiro a Zapatero y lo han maltratado. Quizá no se lo merecía. Tengo por cierto que el hombre ha hecho lo que ha podido, que ha trabajado denodadamente por su país en muchos momentos considerando que lo hacía más como estadista que como político de partido, lo que, en otras circunstancias hubiera tenido su grandeza. Pero las que le ha tocado vivir lo han aplastado como aplasta el carro de Moloch a quien se le pone por delante y parece claro que ni él ni sus ministros han estado a la altura de las circunstancias. Es un final de ciclo amargo y probablemente injusto, pero no sé si queda mucha gente en España que no considere que Zapatero le haya fallado.
dijous, 4 d’agost del 2011
Crónica de la revolución indignada (XXI).
La persistencia en la movilización del 15-M que las autoridades se empeñan en tratar como un problema de orden público no es solamente un problema de orden público sino uno político mucho más profundo. Pensar que el asunto va a resolverse desalojando la Puerta del Sol porque, al ser un espacio emblemático, su "expropiación" por las fuerzas del orden desmantelará el movimiento es un error de bulto. Una idea parecida a la de los antiguos estrategas convencidos de que al acabar con el jefe del ejército enemigo se derrotaba a éste. Pero eso era antes. Ahora no hay jefe ni ejército. Ahora hay una multitud de ciudadanos indignados, con mucho tiempo libre porque, sobre haber muchos parados, estamos de vacaciones, con una coordinación a través de la red, muy laxa por lo tanto, sin jerarquías ni organizaciones que se puedan detener. La movilización es colectiva por decisiones individuales, aunque parezca contradictorio, permanente y muy concurrida.
Madrid tiene muchas puertas del sol: la Plaza Mayor, la Gran Vía, las calles más anchas, Colón, Cibeles, la Plaza de la Ópera, etc, etc. Dado el carácter callejero del movimiento indignado y la época del año en la que la capital rebosa de turistas, la proyección mediática de la protesta sigue asegurada. De hecho ya vienen siendo parte del paisaje urbano madrileño, se han convertido en la sal de Madrid, aunque bastante más fina que la que menciona Esperanza Aguirre cuando dice que los antitaurinos son la sal de la fiesta. Una fiesta que la misma señora considera una obra de arte (es un misterio desde cuándo necesita sal el arte) tan identificada con el ser español que quienes están en contra es porque quieren dejar de ser españoles. Enésimo intento de unos españoles, siempre los mismos, de excluir a otros de la condición nacional por no ajustarse a las pautas que mandan, en este caso, una liberal que pierde la minerva cuando tiene un micrófono delante.
Volviendo a los indignados, la represión por sí sola no va a resolver nada y el problema es que no hay ni siquiera indicios de un proceso de negociación política con el que podría legitimarse pedir a los acampados que, mientras se negocia, despejen la vía pública. Da la casualidad de que esa ocupación es un pronunciamiento político. Se observa en las frecuentes consignas del tipo tomalaplaza.ya, nombre que además apunta a la importancia de internet en el movimiento que se expresa y se manifiesta a través de las pautas lingüísticas y los iconos de la red. En este terreno el debate es muy encendido. Los comerciantes de Sol y alrededores quieren que la policía desaloje, si necesario es, por la fuerza. Las autoridades tratan de evitar la violencia pero, como están las cosas, es probable que, tarde o temprano, hayan de recurrir a ella y abrir así una etapa nueva del movimiento indignado que nadie sabe cómo pueda acabar.
El aspecto claramente político de este conflicto se va perfilando más a medida que se acerca la visita de Benedicto XVI, a quien parece que el autor de la entrada sobre Franco en el fascionario biográfico de la Academia de la Historia ya ha dado la emocionada bienvenida. Está claro, ¿no? Por la misma razón que este franquista celebra la llegada del Papa, los indignados sostienen que su derecho a ocupar los espacios públicos no puede ser menor que el de los papistas a hacer lo mismo. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) a la que las autoridades de este Estado laico se han rendido como si fuera la llegada del Mesías y a cuyo pomposo fin han asignado cantidades ingentes de todo tipo de recursos públicos convertirá Madrid en una ciudad de fastos católicos guste o no a la población. Es posible que haya algún conflicto con los indignados; precisamente lo que las autoridades más quieren evitar con los desalojos una quincena antes del evento papal y con buenas maneras.
Esta visita, probablemente muy importante en la carrera de Rouco Varela, es un acto de afirmación del poder de la Iglesia católica en España. Reunirá a miles de personas a irradiar al mundo entero esos mensajes intolerantes, fanáticos, a veces incluso delictivos en contra del aborto, de los matrimonios gays, de la muerte digna, de una serie de investigaciones científicas, del control de la natalidad. Y lo más claro que se deduce de los preparativos es que es un gran negocio gestionado por unos clérigos ayunos de todo sincero sentimiento religioso que tienen una idea mercantil de la Iglesia. Tales descarados hombres de negocios (en la Iglesia las mujeres no pintan nada) legitiman su lucrativa gestión con grandilocuentes consideraciones morales que no practican.
Estas buenas gentes pueden ocupar los espacios públicos y contar con subvenciones y todo tipo de ayudas públicas ¿y los indignados no? ¿Por qué?
(La imagen es una foto de Tomas Fano, bajo licencia de Creative Commons).