Hace mucho tiempo que no se ven unas elecciones tan abiertas, de resultados tan inciertos. Al menos, desde los inicios de la transición. Y no son solo una consulta, sino cuatro en un año con intervalos de tres meses o menos. Aquí va a ponerse todo a prueba.
dimarts, 10 de març del 2015
Regeneración.
Hace mucho tiempo que no se ven unas elecciones tan abiertas, de resultados tan inciertos. Al menos, desde los inicios de la transición. Y no son solo una consulta, sino cuatro en un año con intervalos de tres meses o menos. Aquí va a ponerse todo a prueba.
dissabte, 10 de gener del 2015
El fuero ético.
Y esa ética ¿es republicana? ¿O se suma a la teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno y, como la de Pedro Sánchez, es republicana en su fuero interno, pero monárquica en el externo?
dimarts, 2 de setembre del 2014
Regeneración democrática.
Lo del desprecio al Parlamento no es figura literaria. En su comparecencia ante el Congreso el 1º de agosto de 2013, a la que accedió obligado por las circunstancias, a la que se vio literalmente arrastrado, Rajoy mintió asegurando que en el PP no había cajas B ni contabilidades paralelas y que no tenía contacto con Bárcenas desde tiempo inmemorial, siendo así que hacía poco le había mandado un SMS de ánimo. Si se puede faltar impunemente a la verdad en sede parlamentaria el Parlamento no vale nada.
Ni el resto del sistema democrático, ni la opinión pública, a la que se miente con absoluto desparpajo, diciendo que los salarios no bajan, que el paro desciende o que España lidera la recuperación europea. No hay nadie en el país que dé crédito alguno a las declaraciones de los gobernantes, en especial las de su presidente quien, puesto a fabular, abrió ayer el curso político hablando no de brotes verdes, que nadie ve, ni de luz al final del túnel que nadie divisa, ni de haber tocado fondo que nadie siente; habló de vigorosas raíces, algo que tampoco ve nadie, pero canta menos porque, al fin y al cabo, las raíces casi nunca se ven. En este caso, basta con creer en la palabra de Rajoy.
Si la mentira es la forma básica de comunicación del gobierno, si este gobierna mediante decretos leyes, si su acción es autoritaria, represiva, censora; si su presidente e innumerables dirigentes de su partido están acusados de distintos comportamientos cuestionables y diversas corruptelas, ¿qué quiere decir al hablar de regeneración democrática? Básicamente dos cosas.
Una: que quiere dar un pucherazo garantizándose la elección de sus alcaldes sin necesidad de mayoría absoluta, a menos de un año de las elecciones municipales. La democracia es sobre todo cuestión de formas y la forma más importante, la base del juego limpio, es que las reglas no se cambian unilateralmente y a la fuerza en mitad de la partida. La llamada "regeneración democrática" es profundamente antidemocrática. Por eso la llaman "democrática", sin ningún empacho.
Dos: que es bueno hablar de cosas nobles, como la "regeneración democrática". En realidad el propio gobierno lleva haciéndolo desde su primer día de mandato. Incluso encargó una propuesta a Ana Mato, si no recuerdo mal. El objetivo obvio es reconocer implícitamente la degeneración de la democracia, pero escurrir el bulto de la propia responsabilidad. En realidad, que no se hable de ella, que no se hable de lo que los ciudadanos consideran que es el tercer problema del país; de la corrupción.
Gürtel, Correa, el Bigotes, Sepúlveda, el Albondiguilla, Blesa, el Tamayazo, Urdangarin, Matas, Fabra, Camps, Baltar, los EREs andaluces, los sobresueldos en el PP, Aznar, Rajoy, Arenas, Cospedal e tutti quanti, Pujol, la infanta, el Rey abdicado, Bárcenas, la financiación ilegal, Fundescam, la Gestapillo, toda esta ópera de tres centavos, se sumirá en el silencio y el olvido gracias a unas medidas de regeneración democrática impulsadas por el partido y el gobierno en buena medida responsables de ellas.
No se dirá que no suena a chiste.
dijous, 13 d’octubre del 2011
Oligarquía y caciquismo como la forma de gobierno actual de España.
La famosa obra de Joaquín Costa tiene más de cien años de edad, pero está tan fresca como el rocío del amanecer. En ella se explica con pelos y señales lo que el título reza. Con el agravante de que no consiste tan sólo en la opinión del gran publicista aragonés sino que, en un espíritu muy avanzado a su tiempo, se basa en un sondeo, en un formulario que se envía a unas 172 personalidades de la época sobre esta entonces -¡y ahora!- candente cuestión. Se preguntaba a la élite de la sociedad. Había literatos, políticos, abogados, pensadores, científicos, un obispo, una mujer y, supongo, un obrero, Pablo Iglesias. La mujer, doña Emilia Pardo Bazán, el 0,5 por ciento. Aquí algo sí ha cambiado. De los encuestados contestaron cuarenta y tantos y, con sus contradicciones, la conclusión es la de la memoria, que refleja la tesis de Joaquín Costa: el mal endémico de España, la razón de su decadencia son la oligarquía y el caciquismo.
Y siguen siéndolo. Las oligarquías están en los partidos (aunque no sólo en ellos; los banqueros forman otra y los jerarcas de la Iglesia) en cumplimiento de la ley de hierro de la oligarquía del socialista, luego fascista, Michels, según la cual toda organización tiende a la oligarquía. En el caso de los partidos salta a la vista contemplando la composición de sus órganos directivos y el reparto de los puestos electivos y los cargos públicos. La oligarquía tiene su centro de poder en el gobierno o en el gobierno en la sombra, sus huestes en las bancadas parlamentarias y sus cementerios de elefantes en el Senado o en el Parlamento europeo. El funcionamiento es oligárquico si bien es cierto que las élites circulan, como explicaba Pareto; pero circulan dentro del mismo hábitat ideológico.
El caciquismo está fuera de duda y no ha cambiado casi nada. Los caciques son, como sostenía Costa, las prolongaciones territoriales de los oligarcas centrales. Están vinculados a los partidos y tienen mayor o menor autonomía. Si nos atenemos a lo que él mismo declara de que no recuerda a cuánta gente ha colocado en los últimos doce años, no cabe duda de que Carlos Fabra expresidente de la diputación de Castellón, es un cacique. Si tenemos en cuenta que, según Rajoy, Fabra es un ciudadano y un político ejemplar para el PP es fácil concluir que el caciquismo es política oficial del PP. Así que Palinuro no ve de qué se extraña el personal cuando Monago, el presidente de Extremadura, coloca a sus allegados y a los familiares de sus altos cargos. El hombre hace lo que su partido propugna. Incluso lo hace en menor medida que el castellonense, probablemente porque, siendo Extremadura más pobre, también hay que ahorrar en los enchufes. Claro que tiene el perverso interés de que, entre los beneficiados de las mercedes de Monago, está el número tres de la candidatura de IU en las últimas elecciones. ¿Cabía alguna duda?
Oligarquía y caciquismo. ¿Para qué mencionar otras comunidades? Valencia, territorio Gürtel, es casi un culebrón; y las islas Baleares. De Galicia no hace falta hablar. Feijóo, más dinámico y moderno, ha dejado chico a Fraga. Y Madrid es el segundo territorio Gürtel. Y la Comunidad de Castilla La Mancha apunta maneras.
Costa decía que el tercer elemento, el lazo entre los caciques y los oligarcas, eran los gobernadores civiles. Esto también ha cambiado. Los gobernadores civiles han sido sustituidos por los delegados del Gobierno, unas figuras borrosas que suelen estar en territorio hostil y bastante tienen con mantener el puesto. Los verdaderos nexos entre oligarquías centrales y caciques son los presidentes de las Comunidades Autónomas que tienen una sorprendente tendencia a perpetuarse en los cargos, sean del partido que sean: Pujol, Fraga, Aguirre, Valcárcel, Chaves, Bono, Ibarra, llamados en unos casos "barones", en otros "virreyes". Algunos de ellos, en especial los que presiden comunidades con partidos nacionalistas, gestionan su propia red de caciques, que no coincide necesariamente con la central.
Efectivamente, don Joaquín, oligarquía y caciquismo. Y así no vamos a ninguna parte. Por eso hay que aplaudir el 15-0; grito de regeneracionismo.
(La imagen es una foto de Wikipedia, bajo licencia de Wikimedia Commons).
dijous, 17 de febrer del 2011
El pulpo que asfixia España.
Hace unos días se conmemoró el centenario de la muerte de Joaquín Costa, el autor de Oligarquía y caciquismo como la forma de Gobierno actual en España, escrito en la tradición de propuestas arbitristas (Lucas Mallada, Macías Picavea, etc) que buscaban las razones de la decadencia española y trataban de ponerles remedio. Igual que Costa. Igual que el resto de los regeneracionistas de los que la IIª República fue la última manifestación. Y tantos esfuerzos tanto tiempo después, ¿han servido de algo?
Temo que no. La prueba más palpable es la desgraciada peculiaridad de España en el contexto de la crisis actual: el doble de la tasa de paro y la recesión continuada allí donde los demás países han iniciado ya la recuperación. España sigue siendo un país no enteramente europeo como se ve en cuanto se repase la actualidad.
La forma de gobierno, como en los tiempos de Costa, es la oligarquía y el caciquismo, algo edulcorada la primera que se disfraza de modernidad a través de la banca y los llamados mercados y en auge el segundo en todos los niveles de gobierno, comunidades, diputaciones, municipios en los que el caciquismo es el hilo de oro de la acción pública; y eso sin hablar del turnismo de los dos partidos del sistema cada vez más parecido al de la Restauración.
Todos los vicios y defectos que denunciaba Larra están presentes casi doscientos años después: el favoritismo, el clientelismo, el enchufismo, el amiguismo y el fulanismo continúan determinando el quehacer nacional con redoblada intensidad y amplitud. No son solamente las formas de actuación de la derecha y los sectores tradicionalistas e integristas de toda la vida sino también de los que alguna vez se presentaron como alternativa a los anteriores, los democráticos y de izquierda. Siempre se dijo que cuando estos accedieran a los asuntos públicos las cosas cambiarían, el país se modernizaría, se haría más próspero y más productivo.
Mentira.
La izquierda es tan enchufista, amiguista y clientelar como la derecha. Los partidos de izquierda son redes de influencias, camarillas unidas por relaciones de intereses personales, desde el gobierno, en donde el presidente nombra a quien le peta, sin consultar el parecer del partido ni del Parlamento, hasta la última pedanía. En todos los casos el requisito para ocupar un cargo no es la competencia ni el criterio, sino la amistad con el baranda y la fidelidad a su persona. Basta con ver algún ministro o ministra, algún director general u otros cargos. Los nombrados, a su vez, reproducen estas prácticas: llenan de amigos y clientes los órganos e instituciones públicas en un toma y daca de casta de enchufados. El rendimiento de esta miríada de cargos, dedicada a medrar, es cero o, incluso, negativo. Situación que afecta por igual a la otra formación de la izquierda, IU; no tanto en los nombramientos porque ésta tiene pocos spoils que repartir, pero sí en el conjunto de su acción política. El 95 por ciento de los conflictos internos de la coalición se origina en cuestiones personales más o menos disfrazadas de ideología. Más bien menos.
Estos vicios no son tales en la actividad privada de la sociedad civil. Si un empresario quiere colocar en su negocio a todos sus familiares es libre de hacerlo porque es responsable de sus actos y no tiene que dar cuentas a nadie. Pero el asunto ya no es tan claro cuando esa actividad privada consiste en influir sobre la pública a través de la formación de la opinión, la participación en los debates, en definitiva, la acción en el ámbito ideológico y simbólico, especialmente cuando, como sucede siempre, los opinantes, en la sombra de Catón el Censor, se arrogan la condición de conciencia moral de la colectividad.
De nuevo que esto suceda en la derecha no tiene nada de extrañar: es su forma de ser y prueba de su completa identificación con el orden constituido, basado en esas prácticas. Las distintas facciones conservadoras tienen sus predicadores a sueldo y es muy improbable que estos cambien de cobijo si no es por algún choque extraordinario. Pero lo mismo sucede en la izquierda en donde se presume de mayor autonomía de juicio y de sentido crítico. Ambas cosas falsas.
Hace muchos años que Benda señaló que los intelectuales han traicionado su independencia de criterio, su misión en definitiva, pensando y escribiendo en el marco de consignas, de intereses de partido cuando no de empresa, diríamos hoy. Ahora esa traición se hace más abyecta pues los dichos intelectuales ostentan la marca de la ganadería con orgullo. Y no son solamente los intelectuales, todos los hacedores de opinión, los periodistas, las gentes de los medios, actúan movidos por consignas partidistas, de grupo, corporativas. Y lo hacen como los políticos: con criterios de enchufismo, amiguismo y gremialismo: forman camarillas, grupos de intercambio de favores, que excluyen a los críticos y sólo admiten a los incondicionales.
La izquierda critica estos vicios en la derecha y los exhibe en su propio comportamiento a extremos vergonzosos. ¿Se quiere una prueba? En el momento en que, al ver un nombre, ya sabemos lo que va a decir o escribir, ¿estamos hablando de un opinante o de un esbirro? Generalmente muy bien pagado, pero esbirro al fin y al cabo. El resultado es este desconcierto de la izquierda en un panorama de atonía y mediocridad en los medios en donde no alumbra debate alguno de interés.
La independencia, única garantía de sinceridad, ha sido siempre un lujo y un riesgo. La blogosfera le ha procurado un medio propio de expresión. Un blog es un lugar en el que cabe leer textos como éste que será imposible encontrar en algún periódico o medio audivisual, literalmente copados por los fulanistas que parasitan a los independientes pero no lo dicen.
El pulpo que asfixia España es el incumplimiento del programa regeneracionista ayer por la derecha y hoy por la izquierda.
divendres, 17 de desembre del 2010
Aznar tiene razón.
Aznar prosigue la reconquista, tanto en el interior del Reino como in partibus, cantando a su país las verdades del barquero porque probablemente le duele España, como a Unamuno. Dice auténticas atrocidades ante auditorios difíciles de imaginar; son sociedades norteamericanas o congresos de "populares" en las más exóticas plazas, como Miami o Colombia. Eventos que probablemente montan la FAES y el PP sabedores de que su eco local e internacional será mínimo pero máximo en la Península en donde levantarán furor, sobre todo negativo entre la izquierda opinante en los medios que arroja a la cabeza de aquel gruesos epítetos como antipatriota, felón, demagogo, lavador de trapos sucios en el exterior, quintacolumnista, traidor, etc.
Y no solo en la izquierda; la opinión en los sectores cercanos a la Presidencia de su propio partido también le es adversa, aunque no se exprese con tal pintoresquismo o no se exprese en absoluto. Lo que los críticos ven peor es el protagonismo que las incendiarias apreciaciones aznarinas arrebatan a la jefatura actual a la que, sin embargo, designó él con la perspicacia que lo caracteriza.
Tanta crítica, la verdad, me resulta sospechosa y, analizados de cerca los propósitos de Aznar, hay que reconocer que tiene más razón que un santo; que san Juan Crisóstomo, por ejemplo. Está claro que el hombre es coherente porque dice lo mismo fuera que dentro y siempre lo mismo que, en esencia, es como un discurso regeneracionista de la derecha en el peculiar estilo de Aznar. Exprimiendo la última alocución al PP de Colombia el tema suena tal que así: 1º) España es el enfermo de Europa; 2º) su organización territorial es inviable y su Estado del bienestar insostenible; 3º) no inspira confianza; 4º) está paralizada; 5º) El PP tiene la gran responsabilidad de regenerar a España y cuanto antes mejor; 6º) el país es irrelevante en el exterior; 7º) no podemos cumplir nuestros compromisos; 8º) podemos volver a equivocarnos si no damos un giro en las próximas elecciones que deben convocarse ya mismo.
Pues bien, todo esto me parece muy puesto en razón. Veamos:
España padece una enfermedad. Así es: un país que tuvo ocho años como Presidente a un hombre tan ruin, malicioso, resentido, escaso de luces y vengativo tiene que estar enfermo.
Lo de la organización territorial ya lo había dicho él en su joseantoniana juventud logroñesa calificándola de charlotada. (Por cierto, ¡cuánto habla de la mentalidad de la derecha ese término que mana del nombre del genio de Chaplin al que Aznar jamás entenderá y mira que se le parece físicamente!). En cuanto al Estado del bienestar no hace falta preguntarle; ya contesta Moody's, el oráculo de Delfos.
La poca confianza que inspira el país dimana del hecho de que no se puede estar detrás, recibiendo órdenes del exterior. Es obvio: es mucho mejor ir por delante al exterior a recibirlas allí moviendo el rabo, como él en las Azores.
España está paralizada. ¿Qué más tiene que pasar para que se tomen medidas? se pregunta un Aznar/Juan Bautista en expresión que recuerda sus tiempos de las filípicas ("¿qué más tiene que pasar señor González...?"). Buena pregunta. ¿La respuesta quizá pueda ser que siga él hablando?).
El PP tiene una responsabilidad histórica en la regeneración de España. Y tanto; va a probarlo en los tribunales en donde quedará establecido qué porcentaje del PIB afanó la trama Gürtel que estaba en cierto modo embedded en el PP desde antes de la boda del Escorial. La responsabilidad de devolver la pastuqui.
La irrelevancia exterior. España no pinta nada fuera. Es cierto, al menos por lo que respecta al eco internacional de las agorerías del ex-presidente que ya deberían de haber provocado un concurso internacional de acreedores. Pero tiene disculpa. La jugarreta de la taimada ministra Salgado capaz de ir por ahí desmintiendo a Aznar es responsable de ello.
No podemos cumplir nuestros compromisos, variante de que no somos de fiar. Es lamentablemente cierto. Ni siquiera hemos conseguido declarar a Aznar persona non grata. Somos unos blandengues y muy poco de fiar.
Podemos volver a equivocarnos. Desde luego. Basta con que en las elecciones de 2012 salga elegido Rajoy a quien, a diferencia de Aznar, sólo se ha oído balbucir algunos confusos propósitos inconexos, dichos a desgana con motivo de una entrevista veraniega o algo así.
En efecto, Aznar está en lo cierto. No tenemos arreglo. Él es la mejor prueba.
(La imagen es una foto de Thundershead, bajo licencia de Creative Commons).