Me encanta el verbo catalán "piular", que da "piuladas" para los tuits y "piulaires" para quienes trinan. He sido cupaire, cantaire y ahora soy piulaire. Un orgullo. El castellano no da tanto juego. Piar tiene un doble sentido poco agraciado, pío y pitido no son precisos, así que la lengua de Cervantes se queda con tuitear, tuit y tuitero que ni de lejos tiene el donaire de un piulaire.
Se celebra el primer congreso de Piulaires per la República Catalana, un acontecimiento movido por la associació per la cultura digital de Catalunya-Xarxa Republicana, bajo patrocinio de una serie de entidades que figuran en la convocatoria. Fecha: 1 de septiembre en Celrà, (c/La Fàbrica, 26). Entrada, dos euríviris. Los organizadores explican que uno va a la caja de resistencia y el otro a pagar partes de la organización.
El Congreso es un acontecimiento, una originalidad, un acierto que pone en evidencia en dónde está la iniciativa y la creatividad política en el Estado español. Porque, si algo está quedado claro es que el impacto de las redes y, en especial, tuiter, sobre el proceso político es enorme. En el congreso, por cierto, de muy denso contenido, se lanza la pregunta sobre si el ejército piulaire es ya una "estructura de Estado". Espero impaciente la conclusión.
Hay debates, mesas, intervenciones, diálogos sensacionales que durarán todo el día; un reto para el pobre Palinuro, que lleva un mes pegado a la tierra, desbrozando maleza en sentido literal y, sin solución de continuidad se zambulle de lleno en un debate de primeras figuras sobre las tormentas en la nube de la alta tecnología, en la que el rayo jupiterino es hoy un cegador algoritmo; un buscador potente ilumina en segundos el espacio que el carro de Helios tardaba veinticuatro horas en recorrer; un ataque DoS es como cuando Gulliver queda clavado al suelo e inmovilizado por la maña de los liliputienses que aquí se llaman bots, especialmente peligrosos cuando actúan distribuidos; un grafo de tráfico te hace visualizar lo que los antepasados llamaban la mente, la conciencia y hasta los sentimientos "colectivos".
Los organizadores me han concedido el honor, absolutamente inmerecido, de presentar una especie de ponencia. Cualquiera de los demás participantes lo hará mejor que yo. Y para mí lo interesante es lo que digan ellas/ellos. Es fantástico interaccionar personalmente con gente con la que uno se relaciona en lo virtual y con la que tanto coincide. Me toca hablar después del presidente Puigdemont, que intervendrá en vídeo como representante de los piuladors a l'exili. Una de las razones del independentismo catalán es abandonar también ese irritante uso español de que siempre haya alguien en el exilio por sus ideas.
Nos vemos en Celrà.