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dilluns, 18 de febrer del 2013

El espectáculo y la política.

La noche de los Goyas fue la apoteosis de la conciencia crítica. Primero Eva Hache no dejó títere con cabeza en fuego graneado y rápido de ingenio, sarcasmo y burla, en la mejor tradición juglaresca. Después, Candela Peña atacó los recortes de los servicios públicos invocando la experiencia directa. Por último, Maribel Verdú se elevó a consideración teórica para criticar a fondo un sistema obsoleto e injusto que permite robar a los pobres para dar a los ricos. Entre tanto, el ministro del gremio aguantando el chaparrón con gesto de circunstancias. Tres bravas mujeres que prestan voz a la opinión pública al denunciar una situación insostenible en el país. En definitiva, que hacen política. Y muy bien hecha, por cierto. Frente a la agobiante mentira del gobierno y su aparato mediático es bueno, es imprescindible, que se oigan las verdades. La aclamación en las redes ha sido casi unánime. La gente del cine es el frente cultural de la insurrección cívica en marcha.

La gente del cine. También conocida como los titiriteros por la derecha gubernativa, incluso los Bardem por su parte más feroz. El discurso político se ha dado como espectáculo, con el brillo y el boato (eso que llaman glamour) propios de los festivales. Y a nadie le ha parecido mal. Todos hemos aplaudido mucho. Actores y actrices metidas a políticas. Es el signo del tiempo, la política y el espectáculo.

Justo un par de días antes, Beatriz Talegón había protagonizado una relación inversa: una política que hace espectáculo. En una convención socialista en un hotel de cinco estrellas en Cascaes, Portugal, largó un discurso crítico con el aburguesamiento del socialismo que saltó de inmediato a los medios y las redes y se difundió como la pólvora. Pero la reacción fue diametralmente opuesta. En lugar de aplausos, Talegón ha cosechado críticas, burlas, vituperios y bastantes insultos. En especial de parte de aquellos que coinciden con el contenido del discurso pero se quejan de que es falso por ser un espectáculo. Claro. Evidentemente es un espectáculo. Pero ¿por qué aquí el espectáculo condena el mensaje político y en los goyas, al contrario, lo ensalza?

Me temo que no haya una respuesta fácil. Poco después Talegón, junto con un exministro socialista, fue objeto de animadversión pública, al extremo de expulsarla de una manifa en contra de los desahucios. Un episodio vergonzoso del que mejor sería no hablar de no ser porque los energúmenos que la agredieron cuando menos de palabra encuentran justificación en gente que no tiene inconveniente en culpar a la víctima. Se lo tenía merecido. Se lo había buscado. Suena ¿verdad? Algo muy viejo. Y muy siniestro.

Por lo demás, el espectáculo y la política están mezclados por todas partes. De modo directo o indirecto. La concejala de Los Yébenes, Olvido Hormigos, convertida en espectáculo, al parecer involuntario, ha decidido pasarse a él voluntariamente, fichando por Tele 5 para uno de esos programas de los que todo el mundo echa pestes. La comparecencia, por llamarla de algún modo, de Rajoy hace unos días ante los periodistas a través de una pantalla de plasma ¿qué es sino puro espectáculo? Rajoy político convertido en actor interpreta su propio papel ante una cámara de circuito interno. Podía haber sido su doble. Estamos seguros de que no fue así porque llevaba su alocución escrita en las consabidas cuartillas y, aunque con trabajo, consiguió leer su letra. Espectáculo también, pero con otra categoría, fue la intervención de Ada Colau en la comisión parlamentaria sobre los desahucios.

¿Qué hay contra los espectáculos? Nada de nada. Solo interesa saber si son convincentes o no, sinceros o no, honrados o no.

Espectáculo y muy noble es el de la ciudadanía en las mareas que inundan las calles de las ciudades españolas. Y espectáculo grandioso será el de la confluencia de todas ellas el 23 de febrero. De todas las mareas, la gran marea. La que dejará en claro que la legitimidad de este gobierno para seguir desmantelando la Constitución material del país es cero. No existe. Para el día siguiente debe estar preparada la moción de censura.

(La primera imagen es una captura del vídeo de Huffington Post. La segunda, una captura del vídeo de bajo licencia Vital Aza en You Tube).