Jordi Borràs (2015) Desmuntant Societat Civil Catalana. Qui son, què oculten i què fan per impedir la independència de Catalunya. Barcelona: Edicions Saldonar (221 págs)
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Si uno quiere enlazar con la mejor y más sana tradición del liberalismo europeo y occidental, echa uno mano al concepto de sociedad civil. Tiene una acrisolada prosapia en la historia del pensamiento político, viene de la societas civilis de los romanos que, a su vez, la habían tomado del celebérrimo zoon politikon aristotélico. Más cerca de nuestros días, el sintagma aparece relacionado con el ascenso de la burguesía ilustrada, que quiere reservarse un ámbito de libertad y libertades, protegidas frente a las arbitrariedades de los monarcas. Alcanza carta de ciudadanía con la Ilustración escocesa y toca el cielo con la mano cuando Adam Ferguson, uno de sus más interesantes cultivadores, escribe su historia, la historia de la sociedad civil, desde los tiempos más primitivos hasta los más modernos. Luego, en el continente, Hegel le daría mayor empaque aun, al identificar la "sociedad civil" (o bürgerliche Gesellschaft) como el ámbito del mercado, de las relaciones privadas, el sistema de la necesidad y, por tanto, de la libertad. Y así ha venido siendo hasta hoy. Cuando Habermas atribuye el comienzo de la opinión crítica burguesa a los cafés y periódicos de la sociedad civil del siglo XVIII. La sociedad civil es el terreno en donde los ciudadanos nos movemos a nuestras anchas, libres de la injerencia del Estado y las instituciones. Una sociedad civil vigorosa es una sociedad libre.
No tengo duda de que en el espíritu de los fundadores de la Societat Civil Catalana (SCC), de la que se ocupa este interesante libro de Jordi Borràs, un fotoperiodista y hasta cierto punto activista en pro de la independencia de su país, anidaba este recuerdo y este propósito. Su organización tenía que simbolizar un resurgir potente del humus cívico, privado, liberal, de la sociedad burguesa frente a las demasías y arbitrariedades de las instituciones y los poderes públicos. La sana sociedad civil catalana que tenía que erguirse y decir prou a la deriva independentista del gobierno de la Generalitat. Voy adelantando que, después del concienzudo trabajo de investigación de Borrás, que ha rastreado todos los entresijos de la organización, su estructura, su membresía, su financiación y sus actividades, el propósito inicial ha sido un rotundo fracaso.
Y no solo un fracaso porque, siendo la diosa fortuna, calva y caprichosa como es, los interesados no supieran quizá aprovecharla por casualidad, sino porque estaba destinada a ser un fracaso, dado que en su origen y desarrollo, la tal SCC, no era sociedad y mucho menos civil, sino una tapadera para manipular a los sectores unionistas catalanes a través de la ideología y las consignas de la extrema derecha española más cerril y fatigosa; un puro pretexto, una trampa. Una sociedad civil catalana fundamentalmente española que pretendía aglutinar a todos los partidarios del hispanismo catalán para contrarrestar la hegemonía política del independentismo. El asunto se descubre cuando, de un modo incomprensible, el Parlamento europeo otorga el premio al Ciudadano Europeo 2014 a esta SCC en la persona de su presidente Josep Ramon Bosch, quien no se presentó a recogerlo y dimitiría unos días después. Por aquel entonces se supo que el tal Bosch había sido denunciado ante los tribunales por insultos, injurias y amenazas a través de las redes sociales y apología del odio, el fascismo y el nazismo. La denuncia se basaba en la documentación que, tras sus meticulosas investigaciones había proporcionado el autor de este libro que cuenta en él cómo se desarrolló esta curiosa historia.
La presentación de SCC se hace en el Teatro Victòria de Barcelona el 23 de abril de 2014. Allí estuvieron gente del PP, de C's y UPyD y una representación del PSC con Juan Rangel, delegado del gobierno en Cataluña con Rodríguez Zapatero, los de Vox (Santiago Abascal), el partido PxC, xenófobo, con su secretario general, Robert Hernando, representantes de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) y el Movimiento Social Republicano (MRS). No hubo gente del PSOE. Pero es claro que SCC quería cubrir todo el arco, desde la izquierda a la extrema derecha para justificarse (p. 45). Contaba con 75 socios fundadores (el autor tiene identificados a unos 40), entre ellos gente de extrema derecha como Guillermo Elizalde Monroset, fundador del digital Dolça Catalunya en donde se insulta e injuria a los independentistas o la Fundación Burke, relacionada con El Yunque, sociedad secreta ultracatólica de extrema derecha mexicana (p. 63).
La SCC surge, según Borrás, tratando de enmendar los errores cometidos antes por otras organizaciones que buscaban más o menos los mismo fines pero habían fracasado: Moviment Cívic d'Espanya i Catalans, Moviment Cívic 12-O y Somatemps, así como Federalistes d'Esquerres (p. 33), esta última, un intento de tender puentes con la izquierda en pro del españolismo. En el momento idílico del teatro Victòria, el entramado de SCC está compuesto por gentes de Somatemps, Catalans Universals, Puerta de Brandeburgo, Asociación por la Tolerancia, Crónica Global, Universitaris de Catalunya, Impulso Ciudadano, Club Delta, Fem Pinya, Som Catalunya-Somos España o Manifiesto entre otras (p. 75). Trátase en casi todos los casos de páginas web españolistas de extrema derecha (y casi unipersonales, a juicio irónico del autor). Añádense con algo más de consistencia, EC (Empresaris de Catalunya) y el Centre Lliure de l'Art i la Cultura (CLAC), en cuyo equipo fundacional figuran académicos de peso como Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Ignacio Vidal-Folch, Manuel Cruz, Miriam Tey, también socia fundadora de SCC (p. 88), bastantes de los cuales tienen acceso expedito a las páginas de El País para exponer su doctrina. Se añaden la Fundació Joan Boscà y el Observatorio Electoral de Cataluna (p. 92). Por nombres y firmas y tarjetas de visita no va a quedar.
Borrás prueba de modo fehaciente que todo lo anterior en la que hace a la SCC es un puro escaparate para ocultar la conexión del unionismo españolista con la extrema derecha. Casi de modo rocambolesco, Borràs descubre que el presidente de SCC, Bosch es también Fèlix de Sant Serni Tavèrnoles, un perfil falso que desde 2012 venía insultando, amenazando a los independentistas y haciendo apología del nazi-fascismo en Facebook (p. 97). A su vez, Somatemps es una organización de los sectores más intransigentes de la extrema derecha catalana: el Partido Español Nacional Socialista (PENS), FE, JONS, y el vínculo entre las dos organizaciones es Josep Ramon Bosch, un hijo de un militante de FN y él mismo admirador de Blas Piñar (p. 112). Bosch ha dejado abundante rastros delictivos en las redes, comentarios en FB, amenazas, insultos y varios vídeos en YouTube con su voz en off ensalzando las Waffen SS, etc (p. 122).
La SCC ha organizado dos actos en la calle: una Diada españolista en Tarragona, 11 de septiembre de 2014 y un día de la Hispanidad en Barcelona, 12 de octubre de 2014: dos fracasos con unas 40.000 personas entre los dos, aunque en Tarragona hubo gente del PSC y PSOE como Carme Chacón y también gente de derechas como Albert Rivera y Alicia Sánchez Camacho (p. 135). Nada en comparación con el millón y medio que se manifestó en la Diada independentista. El 12 de octubre, la SCC llevó a la Plaza de Cataluña a FE de las JONS, SyL, MSR, Somatemps, PxC, Casal Tramuntana, Hermandad de Combatientes de la División Azul, Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona (p. 139). Junto a estos actos al aire libre algún otro más recoleto pero con igual sabor de extrema derecha: el 15 de septiembre de 2014 SCC presenta un libro en Barcelona, Hotel Atenea, Nos duele Cataluña. Edita Editorial Galland Books, presenta Bosch, entre los asistentes Alberto Fernández Díaz. Conviene saber que Adolf Galland, cuyo apellido de nombre a la editorial, fue un comandante nazi de la Legión Cóndor (p. 143)
Como era de esperar, el financiamiento revela lo que cabía imaginar: los ingresos son donaciones secretas de empresarios, entre los que pueden contarse los de empresas recientemente privatizadas y hasta es posible que instituciones públicas. Financiación en negro con sospecha de blanqueo de capitales. Basta con ver el balance económico de 2014: Total ingresos: 992.672,13 €. Cuotas socios: 15.250 €. Merchandising: 14.369 €. Aportaciones privadas (secretas): 963.053,13 €. Junto a esta plétora de ingresos que permite a SCC contar con una financiación espléndida y dadivosa para sus actos a los que casi no acude nadie, presupuesto deficitario (de menos 91.714,37 €) inexplicablemente y que quizá solo pueda entenderse si se cuenta con la posibilidad de que los propios dirigentes de SCC metan mano en la caja. Por ejemplo, la empresa Manifiesto, propiedad de un miembro de la junta directiva de SCC es la que aparece beneficiada con las partidas de gasto más abultadas y hasta extravagantes.
La conclusión del libro es que el españolismo y la ultraderecha en Cataluña son inseparables (pp. 98-99). La SCC es un fracaso absoluto. Trató de representar a la famosa "mayoría silenciosa" (p. 209) que Rajoy se sacó del caletre con la intención de nombrar lo que él suponía (o decía suponer) que era la opinión mayoritaria antiindependentista en Cataluña, pero eso, como todo lo que dice el presidente del gobierno, era mentira.
El libro y la aventura que narra son muy interesantes y es bueno que la gente se informe de qué se oculta tras la bambolla de las actividades unionistas catalanas. De resultas de ello, los lectores estamos más informados y Borràs tiene que ir con escolta.
Otras obras del autor: Warcelona, una historia de la violencia (Pol.len Ediciosn, 2013) y Plus Ultra. Una crònica gráfica de l'Espanyolisme a Catalunya (Pol.len Edicions, 2015)