- Claro -me contestó-. Pero eso lo sabemos tú y yo. Y raramente se te presentará la ocasión de hacérselo sentir... salvo que sean ell@s quienes tomen la iniciativa. De lo contrario, todo discurre como está administrativamente previsto. No eres tú quien decide lo que vales; son los demás. Y no hay duda alguna de que, si dan el paso y abren la vía, eso es una experiencia privilegiada.
dimecres, 10 de desembre del 2014
Las cosas de dentro.
- Claro -me contestó-. Pero eso lo sabemos tú y yo. Y raramente se te presentará la ocasión de hacérselo sentir... salvo que sean ell@s quienes tomen la iniciativa. De lo contrario, todo discurre como está administrativamente previsto. No eres tú quien decide lo que vales; son los demás. Y no hay duda alguna de que, si dan el paso y abren la vía, eso es una experiencia privilegiada.
divendres, 24 d’agost del 2012
Estampas del verano. La ministra de empleo es de puro cachondeo.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).
dilluns, 20 de febrer del 2012
Gran respuesta a la agresión de la derecha.
La jornada de ayer fue de las que levantan el ánimo. Al margen de la inevitable guerra de cifras, está claro que la gente hemos reaccionado, que no vamos a dejarnos avasallar así como así, que estamos dispuestos a luchar por nuestros derechos frente a quienes pretenden dejarnos sin ellos, no nos arredramos y vamos a impedir que el bloque reaccionario compuesto por la iglesia, la patronal, la derecha política con su cohorte de cargos corruptos nos hagan volver al siglo XIX en el que el trabajo era el reino de la explotación servil.
Emborrachada por unos resultados electorales del 20-N que no hubieran sido tan contundentes de no haberse producido el semihundimiento del PSOE, la derecha creía llegado el momento de desmantelar todas las conquistas políticas, sociales y laborales que se habían conseguido en los últimos años y que hacían de nuestra sociedad un lugar no perfecto pero sí aceptable para vivir. Se arrancó así por la brava suprimiendo de un plumazo la Educación para la ciudadanía, el derecho al aborto, el acceso a los contraceptivos (en cumplimiento de órdenes de la iglesia) y siguió luego con ese "decretazo" que pretende despojar a los trabajadores de sus derechos dejándolos a merced de los patronos, a tono con el programa máximo de estos.
Pero la respuesta de ayer es prueba evidente de que la sociedad no va a permitir que se instaure el oscurantismo eclesiástico ni la ley del más fuerte empresarial al amparo de un gobierno reaccionario. Ha sido una protesta tan contundente, una movilización tan masiva que eclipsó la apoteosis de Rajoy en el congreso de Sevilla y hasta los Goyas del cine español. No se lo esperaban y lo único que Rajoy ha acertado a balbucear en defensa del ataque frontal al fundamento constitucional del derecho del trabajo es que la reforma es "justa, buena y necesaria para España" cuando desde el común sentir de la ciudadanía es injusta, mala y solo conveniente para los empresarios que quedan con las manos libres para tratar a los trabajadores como siervos.
La movilización es un éxito de los sindicatos. No es de extrañar que la derecha los tenga en el punto de mira pues son los únicos que pueden darle una respuesta multitudinaria y unida. Falta ahora que los partidos, especialmente el PSOE, sepan estar a la altura de las circunstancias. Ha podido comprobar que la desmovilización de las pasadas elecciones no se refleja en apatía alguna. Al contrario, hay voluntad de lucha y orientada a la izquierda. Por tanto los socialistas tienen que liquidar su proceso de renovación interno y ponerse a la tarea de ejercer una oposición clara y de principios, hacer causa común con los sindicatos y proponer un programa claramente de izquierda socialdemócrata: separación nítida entre la iglesia y el Estado, consolidación y ampliación de la educación pública gratuita, defensa decidida de los servicios públicos, especialmente la sanidad, ampliación de la democracia, reforma del sistema electoral, política fiscal progresiva y redistributiva, políticas keynesianas y elaboración de un programa europeo de izquierda socialdemócrata. Tiene que demostrar el absurdo de que, en el momento en que se prueba que las políticas neoliberales han fracasado por segunda vez, sean las que el gobierno quiere aplicar.
Debe quedar claro que las movilizaciones de ayer son solamente el comienzo de una voluntad generalizada de parar los pies a los nuevos bárbaros. En un momento en que la mayoría absoluta del PP y su voluntad de imponerla convierte la oposición parlamentaria en un remedo de lo que debiera ser, la oposición habrá de ser extraparlamentaria y ejercerse tanto dentro como fuera de las cámaras. Y en esa doble vía debe estar el PSOE porque ello es perfectamente legítimo. Los derechos están para ejercerlos, especialmente contra quien quiere suprimirlos. La movilización debe continuar y orientarse hacia una huelga general que no se quede en un acto de un día.
divendres, 16 de desembre del 2011
Empredadores.
Entre los grandes empresarios españoles y los europeos hay un punto de identidad: todos quieren maximizar sus beneficios. Lo demás, son diferencias. Los españoles tratan de maximizarlos a costa de lo que sea, sin escrúpulos, despojando de sus derechos a los trabajadores si se puede; los europeos no tanto o mucho menos.
Los empresarios europeos empiezan a trabajar y arriesgar con márgenes de beneficios entre el tres y el cinco por ciento; los españoles no se mueven por menos del quince al veinte por ciento. Y garantizados: los europeos arriesgan; los españoles, no. Los europeos invierten en investigación, innovación y desarrollo (i + i + d); los españoles, no. Basta con echar una ojeada a los registros de patentes; en dónde se trabaja bajo licencia y en dónde no.
Los empresarios europeos hacen honor a su nombre y emprenden; los españoles, no. Van a lo seguro (o lo que creen seguro, que tampoco son unas águilas), como el ladrillo; pero no abren líneas nuevas de producción. Un ejemplo: España es el único país europeo importante que carece de coche propio de fabricación nacional. Todo lo que se produce es bajo licencia ajena; hasta el Seat. Y si hay alguna innovación suele ser promovida y amparada con dineros públicos.
Los empresarios españoles parasitan cuanto pueden el Estado del que maldicen, y hacen negocios con el BOE a la vista, refugiados en las subvenciones, los incentivos, las exenciones fiscales, las mamandurrias; los extranjeros, no o mucho menos. Los españoles tienen un poderoso grupo de presión en forma de confederación (CEOE) que disfruta de cuantiosas subvenciones públicas legales y, si pueden, ilegales, pero descalifican a los sindicatos por subvencionados y a los sindicalistas por parásitos. Los extranjeros, no; estos buscan siempre la conciliación con el mundo del trabajo; los españoles buscan la confrontación y la imposición.
Los empresarios españoles ocultan capitales ingentes en paraísos fiscales. El último ejemplo, presunto, por supuesto, el del empresario Iñaki Urdangarín. Los empresarios europeos, que también lo hacen, lo hacen mucho menos y los pillan mucho más. Los empresarios españoles evaden cifras astronómicas de impuestos, miles de millones de euros, según diferentes cálculos, lo cual da lugar a esa indignante situación de que la cantidad media de impuestos que pagan los trabajadores sea superior a la de los empresarios (y profesiones liberales), que es sangrante; los empresarios europeos tienen una mucho mayor conciencia fiscal.
Los empresarios españoles pretenden explotar a los trabajadores, pagarles salaríos ínfimos, despedirlos libremente, negarles seguridades contractuales, sujetarlos a la incertidumbre y mantenerlos indefensos frente a las arbitrariedades de la jefatura. Los empresarios extranjeros, que también tienen esta tendencia, se moderan mucho más. Incluso cuando los españoles piden imitar a los extranjeros lo hacen en detrimento de sus propios trabajadores. La petición de vincular los aumentos salariales a la productividad, como en Alemania, pasa por alto que la productividad es un factor que depende sobre todo de la acertada práctica empresarial; que en Alemania es alta y en España, baja.
En resumen, los empresarios españoles no merecen ese nombre, ni el de emprendedores, sino algún otro, todavía pendiente de formular como se hará cuando quede clara la peculiar peripecia del anterior presidente de la patronal, Díaz Ferrán, experto en concursos de acreedores. No existe un criterio objetivo respecto a qué sea la buena actividad empresarial (la que crea riqueza), a pesar de que hay facultades universitarias dedicadas al estudio de la ciencia empresarial. Tampoco existe, que yo sepa, una escala de categoría y calidad de los empresarios europeos, aunque hoy día se mida el rendimiento de prácticamente todo. No obstante, no es exagerado aventurar que, si existiera, los empresarios españoles ocuparían lugares modestos. Ni siquiera descuellan como financiadores de empresas benéficas o culturales, como podrían hacerlo ya que invierten poco o nada en la modernización de sus negocios. No, no se merecen el nombre de empresarios, al menos en el registro de los ciudadanos a los que la colectividad deba estar agradecida.
A pesar de ello, están todo el día predicando, diciendo a la gente lo que tiene que hacer que es básicamente someterse a sus dictados de explotación. Y lo hacen con pretensiones dogmáticas, haciendo pasar por conclusiones razonables un mazo de topicazos y prejuicios que tratan de favorecer sus intereses y lesionar los de la colectividad. El último ejemplo, el de los irritantes propósitos del jefe Juan Rosell sobre los funcionarios. No es preciso detenerse a demostrar que sus presupuestos y conclusiones son falsos, pues ya lo han hecho voces más autorizadas que la de Palinuro, como la de Juan Torres López, catedrático de Economía aplicada, en un post en su blog Ganas de escribir, titulado En España no sobran funcionarios sino defraudadores y los dirigentes patronales que los encubren.
Como esto no se oculta a los empresarios, conviene indagar los designios por los que hacen tan desconsideradas reclamaciones y que son: a) acabar con los restos del Estado del bienestar, privándolo de personal que lo gestione y aprovechándose de los caudales que así se ahorrarán; b) suprimir el viejo principio de la intervención reguladora y redistributiva de los poderes públicos, vinculado a la idea hegeliana del Estado como incorporación de la eticidad. Nada de eticidad; en la sociedad, que rija la ley del más fuerte; c) eliminar funcionarios y no sólo los de la caricatura de los manguitos sino tambièn en otros órdenes vinculados a la vigilancia de la legalidad en la actividad mercantil, inspectores de Hacienda, abogados del Estado, jueces, fiscales, sobre todo los anticorrupción, etc. A cambio, deben ampliarse los funcionarios de prisiones y los cuerpos de seguridad, para contener a la chusma; d) incrementar el paro -que es el medio ideal de chantaje, casi terrorista de los empresarios sobre los trabajadores- porque permite forzar el descenso generalizado de los salarios y el aumento de las jornadas, hasta llegar a esa situación ideal de una fuerza de trabajo dispuesta a laborar todo el día por nada; e) suprimir la base de seguridad en el empleo de un colectivo que tradicionalmente la ha tenido a cambio de sus bajos salarios y someterlo a la situación de precariedad e inseguridad en que tiene a los trabajadores del sector privado cuando debiera ser al revés, esto es, consolidar y asegurar la posición de estos; f) amedrentar a los trabajadores públicos sometiéndolos a la arbitrariedad de los políticos de turno y restablecer la institución de los cesantes, que tanto propicia el caquisimo y la corrupción, práctica inveterada del empresariado español, como puede verse en el caso de la Gürtel.
En una sociedad ilustrada, avanzada, integrada y moderna, el capital es una relación social (Marx) y la propiedad cumple una función de interés general (Papa León XIII), es decir, la actividad empresarial se hace un contexto de responsabilidad social en el que el conjunto de la colectividad tiene derecho a pedir cuentas a los empresarios del uso que hacen de sus favorables condiciones; porque la propiedad no es absoluta, sino que está sujeta al interés social. Y en el entendimiento, además, de que serán tratados como ellos tratan a los demás y medidos con la misma vara.
Se entiende porqué Palinuro propugna que, así como los empresarios se arrogan el derecho a juzgar sobre la calidad del trabajo y el rendimiento de los funcionarios y los trabajadores en general, la sociedad haga lo mismo con el trabajo de los empresarios. Que si los funcionarios y trabajadores son despedidos, los empresarios incumplidores sean expropiados. Y, cuando delincan, cosa nada infrecuente, que vayan a la cárcel y el Gobierno no los indulte. Es un principio de justicia.
(La imagen es una foto de Izquierda Unida, bajo licencia de Creative Commons.
dijous, 15 de desembre del 2011
La guerra total de la patronal.
Juan Rosell, presidente de la patronal española, husmeando que van a gobernar los suyos, pide que se despida a los funcionarios como se hace con los trabajadores en las empresas, sobre todo ahora que los despidos van baratos. Gran idea que Palinuro comentará mañana. De momento brinda otra que hace pareja con ella: despedir a los funcionarios que hagan mal su trabajo... y expropiar a los empresarios que hagan mal el suyo. Expropiarlos cuando hagan huelga de inversiones y cuando exploten a los trabajadores. Expropiarlos y meterlos en la cárcel cuando evadan capitales. Expropiarlos y meterlos en la cárcel cuando estafen a Hacienda. Sería equitativo. Mañana seguiremos.
(La imagen es una foto de Izquierda Unida, bajo licencia de Creative Commons).dimarts, 28 de setembre del 2010
Hay que parar.
Hay que parar por nosotros mismos, para recuperar algo de la estima perdida en estos ya largos años de retrocesos y concesiones ante el ataque del capital.
Por nuestros hijos, para que no hereden un mundo en el que sus padres dilapidaron lo que sus abuelos consiguieron.
Por nuestros padres, que no sientan que sus luchas y sacrificios resultaron baldíos al no tener continuidad en nosotros.
Por nuestra más acrisolada tradición de defensa del trabajo, de la que no debemos ser los enterradores.
Por aquellos que, queriendo parar, no pueden al estar sometidos al chantaje de la patronal que los amenaza con la pérdida del empleo, diga la ley lo que diga. Pues es muy bonito decir que se va a la huelga cuando sólo se arriesga un día de paga.
Por aquellos que, no teniendo para llegar a fin de mes tampoco pueden permitirse perder un día de paga, aunque no pierdan el puesto de trabajo.
Por quienes también quisieran parar pero no pueden por estar ya sometidos a esa forma de terrorismo empresarial que es el paro.
Por los sindicatos que, con todo lo reformistas y acomodaticios que son, constituyen la única barrera que se interpone entre los trabajadores y la insaciable codicia y sed de explotación del capital.
Por el conjunto de la sociedad, para que no esté acogotada por las imposiciones del capital y el griterío de sus publicistas en nómina.
Por el mismo gobierno para que, a la hora de enfrentarse a la patronal saque fuerzas, ya que no de sus principios y convicciones, cuando menos del temor a las acciones de los trabajadores.
Por Europa, pues no hay que olvidar que se trata de una jornada europea de movilizaciones y hay que estar a la altura de las circunstancias.
dilluns, 14 de juliol del 2008
Informe sobre el teletrabajo
Este libro de Emilio Sáez Soro (El trabajador distante, Valencia, UNED, 2008, 299 págs) es un estudio sociológico sobre un fenómeno nuevo surgido en el mundo laboral al amor de las nuevas tecnologia de la información y la comuniación, muy especialmente internet, el llamado teletrabajo y quienes lo practican, los teletrabajadores, esto es, la gente que, provista de un ordenador, trabaja desde cualquier sitio, no necesariamente el lugar físico en que se encuentre su empresa si es que tiene una empresa y no se trata de un autónomo.
Lo que ha hecho el autor ha sido identificar aquellas profesiones que han integrado en su actividad el teletrabajo, esto es, periodistas, traductores, ingenieros y ténicos de gestión y les ha añadido aquellas otras profesiones que han aparecido gracias al teletrabajo: diseñadores gráficos digitales, periodistas de publicaciones digitales, operadores de telecomunicacones y programadores (p. 293) y ha estudiado sus características a base de una serie de entrevistas en profundidad que ha realizado a una muestra significativa del universo.
El autor utiliza diversos instrumentos analíticos, en concreto cinco hipótesis que le dan la clave del mundo del teletrabajo y que enuncia de corrido en la pág. 274:
Este último rasgo nos pone sobre a pista de un punto de partida del autor que éste no reconoce explícitamente pero que en verdad opera en su raíz que es su edificio conceptual típicamente marxista.
Por supuesto, Sáez Soro hace una interesante introducción a la vida del teletrabajo, mencionando a algunos de los autores que más han teorizado sobre las sociedades "postfordistas", como Daniel Bell, Lash y Urry, Negroponte, Castells, Cebrián, Terceiro, etc pero su opinión es que el teletrabajo se ha extendido en la estructura productiva contemporánea por dos motivos esenciales: a) la necesidad de aligerar la estructura del empleo y b) la mejora del control de procesos y reducción de costes (p. 30), en el entendimiento de que "el informacionalismo es una continuación de las formas de producción clásicas..." (p. 53).
El marco, pues, es el sistema productivo tradicional en el que el trabajo está sometido a explotación y en el caso del teletrabajo este requiere tres características: 1) son actividades centradas en la información; 2) utilizan tecnologías informacionales; 3) tienen un alto grado de especialización espacial (p. 71). Y por supuesto, hay una amplia variedad de teletrabajos: hogareño, móvil, de empresa, descentralizado, a domicilio, diferido, flexible, de servicios, etc (pp. 78-82) pero, en último término, todos ellos comparten un tratamiento y un destino muy similares: la progresiva proletarización de los sectores profesionales, conclusión que hubiera aplaudido Marx.
El autor denuncia la ideología neoliberal dominante que tiende dar una imagen edulcorada del teletrabajador y pone de relieve de forma convincente cómo muchos de los argumentos con que se ha embellecido este tipo de actividad productiva (el teletrabajo se da en las actividades productivas y no en las relacionales) vienen a ocultar realidades contrarias: se dice que el teletrabajo concede mayor autonomía e independencia del trabajador, pero resulta que es al revés y que éste no solamente está sometido a un mayor y mucho más eficaz control de la empresa (p. 146) puesto que está siempre localizable, sino que tampoco puede diferenciar entre su vida privada y su vida profesional, dado que ésta interfiere permanentemente en aquella y que, por último, ni siquiera puede controlar los tiempos y horarios de trabajo: "el tiempo de trabajo tiende a crecer cuando éste se desarrolla en el hogar con las repercusiones correspondientes en los otros ámbitos de la actvidad privada" (p. 205).
El trabajador distante es un estudio novedoso de gran interés basado sobre todo en la observación directa de los teletrabajadores, sin base estadística pero con buena cobertura empírica. Quizá la crítica que quepa hacerle es un estilo generalmente premioso, algo repetitivo y muchas veces confuso. Pero se trata de una aportación valiosa en un camino en el que está todo por hacer ya que este del teletrabajo es un mundo desconocido.
dilluns, 16 de juny del 2008
Los matones de la carretera.
Hoy se verá si los transportistas han cumplido sus abundantes amenazas de ayer de bloquear Madrid o si, al contrario, el ministerio del Interior ha conseguido dominar la situación y obligar a los camioneros a respetar los derechos de los demás, cosa a la que al parecer no son aficionados. Porque en efecto la jornada de ayer fue de nervios, tensión e intercambio de bravatas. La asociación convocante de la marcha carece de representatividad oficial, agrupa a no más del 15% del sector y ni siquiera estuvo presente en las negociaciones de la semana que sin embargo rechaza.
Por formación, tradición y devoción, siempre que hay un conflicto laboral tomo partido por los trabajadores porque me parece que es lo suyo. Pero estas acciones de los transportistas no acaban de encajarme en el modelo, especialmente esta segunda ronda, después del acuerdo mayoritario firmado la semana pasada. Y no me encajan por el tipo de gente, el carácter de sus reivindicaciones y los métodos a que recurren.
La gente: son autónomos. Ciertamente, los autónomos son trabajadores, pero trabajadores especiales porque son también patronos; sus propios patronos. Así que su medida de presión no es una huelga en el sentido ordinario del término, sino un cierre patronal o, mejor dicho, una mezcla de ambos.
Las reivindicaciones no acaban de entenderse del todo, especialmente después de que el 80% del sector aceptara la solución negociada con el Gobierno la semana pasada. Hay una insistencia especial en dos aspectos: una tarifa mínima y la congelación del precio del gasóleo durante seis meses. Son reivindicaciones típicamente corporativas que nada tienen que ver con aspiraciones de los trabajadores ni con el mercado libre. En concreto, la congelación del precio del gasóleo durante seis meses viene a ser una especie de externalización de un coste y que se pueda plantear sin más revela hasta qué punto tenemos interiorizada la mentalidad corporativa en nuestra sociedad. Es lo que sucede con los taxistas, sobre lo cual trataré en un próximo post, cuando también ellos pasen a la carga con el gasóleo, que se acaban por admitir como normales tratamientos de favor y privilegio. Yo también conduzco un vehículo de gasóleo, también a mí me ha subido el precio del carburante y asimismo empleo el vehículo para trabajar y no para darme paseos por la Costa Azul. ¿Por qué entonces he de pagar el gasóleo al precio del mercado y los transportistas no? Por cierto obsérvese que no he dicho ni pío acerca de la muy extendida práctica corrupta de revender gasóleo subvencionado a precios superiores pero inferiores a los que rigen en las gasolineras.
Los métodos empleados hasta ahora y los que estos de ayer amenazaban con emplear son inadmisibles pues consisten en atentar contra los derechos de todos los demás, de todos: de los empleados y trabajadores que quieren entrar en las ciudades a trabajar, de los que quieren salir, de las gentes que tienen que comprar en mercados desabastecidos y aguantar aumentos de precios disparados por los bloqueos, de los trabajadores de las empresas que quedan sin suministros y van al paro de la mano de unos expedientes de regulación de empleos (EREs) que las direcciones aprovechan para poner en marcha. Estos métodos de forzar al Gobierno a claudicar haciendo daño a la economía del país, saboteándola y perjudicando los intereses de la inmensa mayoría de la población puestos en marcha por la fuerza bruta son indignantes.
Así que no siento la menor simpatía por estos transportistas y espero que el Gobierno se emplee a fondo, con diligencia y contundencia para respetar el derecho de los caminoneros a manifestarse pacíficamente cuantas veces quieran y para garantizar asimismo la vida normal de la población y sus derechos amenazados por el comportamiento incivil de una exigua minoría que abusa de su poder.
(La imagen es una foto de km6xo, bajo licencia de Creative Commons).
dijous, 12 de juny del 2008
Contra la directiva canalla.
Hay movida en la blogosfera a propósito de la directiva canalla de las sesenta y cinco horas. Espero que el Parlamento Europeo no apruebe tamaño atropello no ya a los derechos laborales, sino a los derechos humanos de los europeos. Y, en el caso de que lo haga, sugiero una campaña de voto en blanco en las próximas elecciones europeas, previstas para 2009. Por otro lado, la campaña en contra de la directiva canalla no debe circunscribirse a la izquierda, sino que debe involucrar a todas las fuerzas políticas. Ya es una vergüenza que los representantes españoles del sedicente gobierno de izquierda se hayan abstenido en la votación del proyecto de directiva en lugar de votar NO a gritos. Ahora es el Gobierno en pleno y el partido que lo sostiene quienes deben encabezar un movimiento por el no a la reaparición de las jornadas laborales inhumanas. Y deben sumarse los demás partidos, incluido el PP. Éste trata de justificar la directiva canalla con la boca chica diciendo que es voluntaria. Los barandas del partido dirán lo que quieran, pero estoy seguro de que más del noventa por ciento de la militancia está compuesta por gente que trabaja. Su derechismo no puede cegarlos tanto que acepten ese abuso y esa nueva esclavitud.
En todo caso, de momento, me sumo a la campaña de la red y copipasteo el post de ayer de Neto Ratón.
La propuesta de la comisión europea de aumentar la jornada semanal a 65 horas representa una lamentable involución y un atentado contra los derechos de los trabajadores.
Han sido muchos años de lucha, muchas generaciones de movilizaciones las que han hecho de Europa un lugar donde el concepto “derechos sociales” significa algo concreto. Si algo debe ser Europa es un espacio social donde los derechos de los ciudadanos deben respetarse y la propuesta de la comisión nos devuelve al siglo XIX, a las jornadas de sol a sol y a los sueldos de miseria.
La infame propuesta de la comisión, para ser efectiva, debe ser ahora aprobada por el parlamento europeo, e Internet debe convertirse en la vanguardia de la oposición a la misma.
Demostremos a nuestros eurodiputados que si aprueban las 65 horas tendrán un problema, que los ciudadanos europeos estamos en contra de esta barbaridad.
¿Como hacerlo?
* 1.- Coloca el banner en tu web o blog
* 2.- Haz un post sobre el tema
* 3.- Envíalo por mail a todos tus amigos
* 4.-Hazle saber a los eurodiputados de tu país que NO LES VOTARÁS si aprueban la medida con su voto. Aquí tienes el listado de mails de los eurodiputados
* 5.- Traduce la campaña a tu idioma y extiéndela en tu país.
Actualización: También puedes participar a través de TUENTI y de FACEBOOK. Unete.
dimarts, 10 de juny del 2008
Sesenta y cinco horas.
El proyecto de directiva sobre la jornada laboral que ayer aprobaron los ministros de Trabajo de la Unión Europea (UE), pendiente ahora de su paso por el Parlamento, tiene un extraordinario significado material y simbólico. Precisamente por eso llevaba tres años rodando por los despachos de la Unión, impulsado sobre todo por Gran Bretaña pero sin poder salir adelante debido a la oposición de Francia, Italia y España. Ahora Francia e Italia han cambiado de parecer, sumándose a la oleada de derechismo que invade el continente y España sola no podrá parar la norma por mucho que el ministro español del ramo, señor Corbacho, asegure que se trata de un retroceso al siglo XIX, en lo que tiene razón.
La importancia material de la reforma no escapa a nadie. Aunque es cierto que se trata de una directiva que no es de aplicación automática en los países miembros, pues estos han de incorporarla a sus ordenamientos quedando en libertad para hacerlo como quieran, es claro que estará operativa en muy poco tiempo ya que, con la movilidad de empresas e inversiones que hay en Europa, éstas se dirigirán a los países que adopten la directiva, abandonando a los que se resistan, dado que la norma es de sumo interés para el capital. También es cierto que se trata de un tope máximo de sesenta horas por semana (sesenta y cinco en ciertos casos, como el de los médicos), pero sería ingenuo ignorar que los empresarios sólo contratarán trabajadores que acepten la prolongación de jornada, máxime teniendo en cuenta que los británicos han impuesto su criterio del opting out, que implica la posibilidad de contratos individuales bilaterales entre los empresarios y los trabajadores.
Esta vuelta a la contratación individual -siempre bajo el manto de la voluntariedad que, innecesario es decirlo, podrá ser tal en el caso de los patronos pero raramente en el de los obreros- es un golpe todavía más fuerte al Estado del bienestar y a los derechos de los trabajadores que el de las sesenta y cinco horas porque supone el comienzo del fin de la contratación colectiva, base de la fuerza del trabajo y punto de apoyo de los sindicatos. En realidad la medida abre la puerta al dumping social en la UE. Durante los últimos años ese dumping social se limitaba a China y otros países y economías emergentes del Tercer Mundo, mientras que el privilegiado Occidente mantenía condiciones laborales dignas al tiempo que los capitales emigraban, las empresas se deslocalizaban, nuestras economías perdían competitividad y los mercados se veían invadidos por productos fabricados fuera que todos comprábamos por ser más baratos a sabiendas de que esa baratura se conseguía con jornadas laborales de doce y catorce horas, salarios bajísimos y condiciones laborales detestables en otras partes del planeta. Con esa directiva obviamente se pretende competir con aquellos países imitándolos en lo que tienen de peor.
Simbólicamente hablando la aprobación de la directiva tiene un impacto enorme. La conquista de la jornada de ocho horas, hasta hoy incorporada a todos los ordenamientos occidentales y punto esencial de la Organización Internacional del Trabajo, es el núcleo mismo del movimiento obrero puesto que está en el origen de la fiesta del primero de mayo. El mundo del trabajo la ha considerado siempre como una conquista irreversible de acuerdo con el viejo principio de los "tres ochos": ocho horas para trabajar, ocho para descansar y ocho de ocio y para el hogar, como se recuerda en el grabado de la derecha, correspondiente a una conmemoración de principios de siglo de la jornada de ocho horas en Australia.
Pero es claro que irreversible no hay nada. Los viejos manuales de Economía Política marxista enseñaban que la jornada laboral era el resultado de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo en cada momento dado. Hace ya tiempo que, a raíz de un par de fenómenos, como fueron la primera crisis petrolera de 1973/74, el posterior hundimiento del bloque comunista quince años más tarde y el avance imparable de la globalización que se siguió, el capital se ha fortalecido mucho en tanto que el trabajo se ha debilitado por lo que era de esperar que el primero replanteara las relaciones con el segundo en un sentido más favorable a sus intereses y menos a los de los trabajadores.
Mientras hubo bloque comunista, que actuaba como contención, y un Estado del bienestar fuerte, respaldado por un movimiento sindical y obrero también fuertes, funcionó el llamado "pacto social liberal" de la postguerra. Éste hizo posible el milagro de altas tasas de crecimiento, altos salarios y buena cobertura de servicios sociales con condiciones laborales (seguro de enfermedad, vacaciones pagadas, jubilaciones, etc), lo que paradójicamente provocó un aburguesamiento y desmovilización de los trabajadores. Basta con ver la afiliación a los sindicatos o la asistencia a las manifas del primero de mayo. Esta inversión de papeles (trabajo débil frente a un capital fuerte) provocó ya a fines del siglo pasado un ataque contra el Estado del bienestar, consistente en privatizar los sectores públicos de todas las economías poner coto al "intervencionismo del Estado" y desmantelar la protección social. Ahora se pretenden privatizar también los servicios públicos y terminar el desmantelamiento de los Estados del bienestar, destruyendo las escasas conquistas del derecho laboral que quedan. Después de la abolición de la jornada de ocho horas (cuarenta/cuarenta y ocho por semana) vendrán la abolición del salario mínimo (una vieja aspiración del capital siempre dispuesto a dar trabajo a la gente a cambio de salarios de hambre), las vacaciones pagadas (otra aspiración de la patronal que, argumenta, aumenta mucho los costes de producción), la cobertura sanitaria universal, la prestación de servicios sociales gratuitos y a saber que pasa con el sistema público de pensiones.
No sé si este nuevo ataque a las conquistas del derecho del trabajo provocará algún tipo de movilizaciones, pero está claro que se hace asimismo en un momento muy bien escogido, al comienzo de una crisis económica plagada de incertidumbres con amenaza de subida del paro, que es lo que más debilita a los trabajadores y restringe sus posibilidades de acción. Pero si no se movilizan hoy tendrán que hacerlo mañana pues la revisión que el capital quiere hacer del pacto de la posguerra no ha llegado al final ni mucho menos. Es decir, la cosa se puede poner peor.
Por último, aunque no pertenece al ámbito simbólico de consideración sino al de las elaboraciones académicas, me gustaría saber cómo explicaríamos hoy día aquellas sesudas teorías de los sociólogos de antaño que hablaban de la "sociedad del ocio" y otros mitos de este jaez, como la "sociedad de la opulencia". Con jornadas de sesenta a sesenta y cinco horas, poco será el ocio de que se pueda disfrutar.
La primera imagen es una reproducción de una viñeta de Punch, vol. 101, 19 de septiembre de 1891 bajo licencia de Project Gutenberg. Al pie tenía una leyenda que, traducida, decía así: Procusto. "Vamos, muchachos, voy a haceros a todos iguales para que quepáis en mi camita".- Coro: "¡Oh, Dios! No es posible establecer un horario universal igual de trabajo sin infligir un gran daño a los trabajadores.")
dimarts, 27 de maig del 2008
Muerte en el tajo.
Hay muchas maneras de considerar los accidentes laborales, los leves, los graves y los mortales. Cabe verlos como fruto del azar que nadie puede prever; como resultado de la impericia de los trabajadores; como consecuencia de la negligencia de los responsables, empezando por los empresarios; como producto del afán de lucro y la codicia de éstos; y hasta como muestra del carácter asesino y terrorista de las relaciones capitalistas de producción. ¿Por qué no? Que cada cual escoja la que le pete. Palinuro se inclina más por las últimas hasta el punto de que duda de que la expresión "accidentes laborales" sea la más adecuada para sucesos que parecen homicidios, cuando menos por negligencia.
No estoy diciendo que sea lo que pasara ayer pero el balance de ocho trabajadores muertos en el tajo es en verdad horripilante. De ellos, cuatro en las obras del Mestalla en Valencia, tres de los cuales menores de veinticinco años y dos inmigrantes latinoamericanos. Si esto no es bastante para pedir responsabilidades hasta lo más hondo y exigir medidas contundentes y ejemplares que minimicen esta diaria carnicería de trabajadores en nuestro país no sé qué lo será.
El ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales da un total de 227 trabajadores muertos en España en el lugar de trabajo en 2007. La verdad es que pongo este número a voleo porque solamente conseguí entrar en el sitio web del Ministerio destinado a estas estadíticas una vez, habiendo fracasado todas las demás, con lo que no la he contrastado. Pongo aquí el enlace ministerial chungo por si alguien tiene más suerte: Accidentes de trabajo y enfermedades profesionales pero ya advierto de que no se abre. A ver si lo corrigen; de lo contrario, habrá que pensar que no quieren hacerlo pues se trata de una página reconducida ignoro por qué.
Dicho lo cual supongo que será de interés ver que, pese a todo, nuestro país tiene una tasa de muertes en el tajo relativamente baja en comparación con otros países europeos más y menos avanzados que España pues mientras el nuestro presenta una tasa de unas 60 muertes por cada 100.000 trabajadores puede verse que Lituania y Suecia pasan de 130 y los Estados Unidos se acercan a 90.
Otrosí conviene recordar que estas estadísticas no consideran accidente laboral los percances sufridos por los trabajadores en sus trayectos del tajo y desde el tajo como si se tratara de accidentes sufridos en una alegre tarde de excursión campestre. Nada de extrañar si se tiene en cuenta que tampoco se computan como horas trabajadas las interminables que los trabajadores deben pasar en los atascos en las horas punta.
En definitiva podremos verlo como queramos pero las ocho muertes de ayer ponen al desnudo el hecho de que todavía estamos en la prehistoria de sociedades justas y humanas.
(Las dos primeras imágenes son sendos cuadros de Goya llamados El albañil herido y El albañil borracho ambos hacia 1786-1788 que se encuentran en el Museo de El Prado de Madrid. Imagino que la dualidad demuestra de qué lejos vienen los prejuicios de clase acerca de las penosas condiciones de los trabajadores en el tajo pues no será la primera ni la última vez que se oiga decir que si los obreros mueren trabajando es porque van borrachos).