Finales de Julio en un Madrid achicharrado y nunca mejor dicho pues las chicharras no paran en los jardines. Se les une la algarabía de las cotorras; por eso lo de algarabía, que es el ruido de los árabes cuando invadían en algarada tierras de cristianos; que estas cotorras vienen en son de guerra, como plaga temible de depredadoras. Tanto que el Ayuntamiento ha decidido salir a cazarlas, como los tramperos iban a cazar osos. Y quizá con medios parecidos. La nota melodiosa la ponen las urracas, mientras los madrileños van a sus cosas con la lengua fuera y sudando la gota gorda. Muchos estaban de vacaciones y regresan sudando y sudando salen los que las comienzan hoy. De siempre ha sido julio el mes más sudoroso del año en Madrid. Agosto lleva la fama pero el bochorno, el aire tan caliente que sofoca, la luz cegadora de las calles con unas acacias raquíticas, eso es de julio; cuando el foro echa el bofe es en julio. El "poblachón manchego" de Ortega se manifiesta en su cegadora crudeza. Madrid, el rompeolas de las Españas, no ha visto jamás más olas que las que hagan los bañistas en la llamada "playa de Madrid", por otro nombre la charca del obrero, y las de los patos en el apacible discurrir del Manzanares, regato con ínfulas de riachuelo. Lo primero que llama la atención (luego hay muchas otras cosas, algunas enojosas) al comparar otras capitales europeas con la española, París, Londres, Roma, Viena, es la importancia que tienen sus respectivos ríos en la vida de la ciudad. Sin el Sena, no habría bateaux-mouches, ni gabarras que van y vienen, faltaría alguna película de Renoir y quizá no hubiera ni impresionismo. Sin el Támesis y su actividad portuaria, no habría East End, cockneys, ni Shaw habría escrito Pygmalion ni Wilde El retrato de Dorian Gray, ni hubiera existido Jack el destripador, ni las novelas de Sax Rohmer, llenas de chinos misteriosos y opio. Sin el Tíber, nada de puerto de Ostia, ni Testaccio, nada de romagnolo ni isola Tiberina, ni la mole adrianea. Y ya no se hable del Danubio, ese que solo ven azul los enamorados porque todos los demás lo vemos de un sospechoso marrón. Así que los madrileños viven de espaldas a su río. Que en verdad no es tal. Hay más agua -y salada- en el sudor de los madrileños en el mes de Julio que en el Manzanares.
dissabte, 27 de juliol del 2013
Sangre, sudor y rabia.
Finales de Julio en un Madrid achicharrado y nunca mejor dicho pues las chicharras no paran en los jardines. Se les une la algarabía de las cotorras; por eso lo de algarabía, que es el ruido de los árabes cuando invadían en algarada tierras de cristianos; que estas cotorras vienen en son de guerra, como plaga temible de depredadoras. Tanto que el Ayuntamiento ha decidido salir a cazarlas, como los tramperos iban a cazar osos. Y quizá con medios parecidos. La nota melodiosa la ponen las urracas, mientras los madrileños van a sus cosas con la lengua fuera y sudando la gota gorda. Muchos estaban de vacaciones y regresan sudando y sudando salen los que las comienzan hoy. De siempre ha sido julio el mes más sudoroso del año en Madrid. Agosto lleva la fama pero el bochorno, el aire tan caliente que sofoca, la luz cegadora de las calles con unas acacias raquíticas, eso es de julio; cuando el foro echa el bofe es en julio. El "poblachón manchego" de Ortega se manifiesta en su cegadora crudeza. Madrid, el rompeolas de las Españas, no ha visto jamás más olas que las que hagan los bañistas en la llamada "playa de Madrid", por otro nombre la charca del obrero, y las de los patos en el apacible discurrir del Manzanares, regato con ínfulas de riachuelo. Lo primero que llama la atención (luego hay muchas otras cosas, algunas enojosas) al comparar otras capitales europeas con la española, París, Londres, Roma, Viena, es la importancia que tienen sus respectivos ríos en la vida de la ciudad. Sin el Sena, no habría bateaux-mouches, ni gabarras que van y vienen, faltaría alguna película de Renoir y quizá no hubiera ni impresionismo. Sin el Támesis y su actividad portuaria, no habría East End, cockneys, ni Shaw habría escrito Pygmalion ni Wilde El retrato de Dorian Gray, ni hubiera existido Jack el destripador, ni las novelas de Sax Rohmer, llenas de chinos misteriosos y opio. Sin el Tíber, nada de puerto de Ostia, ni Testaccio, nada de romagnolo ni isola Tiberina, ni la mole adrianea. Y ya no se hable del Danubio, ese que solo ven azul los enamorados porque todos los demás lo vemos de un sospechoso marrón. Así que los madrileños viven de espaldas a su río. Que en verdad no es tal. Hay más agua -y salada- en el sudor de los madrileños en el mes de Julio que en el Manzanares.
dimarts, 28 d’agost del 2012
Estampas del verano. Esperanza, en donde el fuego no la alcanza.
diumenge, 1 de juliol del 2012
El fuego y la moral.
diumenge, 10 d’octubre del 2010
La clave humana.
Es emocionante el rescate de los 33 mineros atrapados a más de seiscientos metros bajo tierra. Es un prodigio de ingeniería. Una máquina capaz de perforar a tanta profundidad hasta dar con el habitáculo en que se encuentran los 33 hombres es algo difícil de imaginar. Y mantenerlos con vida durante los más de sesenta días que llevan sepultados, enviándoles alimentos y objetos e imágenes así como recibiendo las de ellos por medio de una sonda ha sido casi un milagro y ha permitido que los más de dos meses pasen más rápidos. La tecnología es decisiva en la vida del hombre. Lo lleva a la luna y lo arranca con vida de las entrañas de la tierra, el reino de los muertos. Es Zeus que ordena a Hades que devuelva a Perséfone, secuestrada y sepultada en los infiernos, a la faz de la tierra y la presencia de su madre.
Pero lo más emocionante ha sido el factor humano. El buen ánimo de los sepultados, la solidaridad de las familias que han acampado en la explanada a la entrada de la mina, han mancomunado sus esfuerzos y han evitado vivir el drama en el aislamiento y soledad de sus hogares. Todo ello ha sido el principal impulso en las tareas de rescate. La existencia de un mundo virtual compuesto de imágenes, voces, sonidos entre las dos orillas ha sido un elemento decisivo en la conservación de la esperanza y el espíritu. He aquí una situación en que lo virtual demuestra su extraordinaria aportación a la mejora de la vida, que no todo ha de ser esa crítica tan frecuente mezclada de queja de que vivimos en un mundo virtual y perdemos la noción del contacto con el mundo verdadero. En realidad el virtual es más verdadero que el verdadero porque sin el, ¿qué sabríamos de éste? ¿Cómo imaginaríamos que estarían los hombres atrapados? ¿Qué pensarían ellos que habría pasado con los de arriba?
Es siempre la clave humana la que tiene la explicación de las cosas, pero no se recurre a ella porque se considera muy subjetiva, poco científica. Además lo humano suele ser cambiante y engañoso y no cabe acercarse a ello por medio del raciocinio sino de forma empática, cosa que se presta a todo tipo de confusiones. Pero es que la realidad es muy confusa; casi parece fantasía.
En los últimos días ha habido sus más y sus menos en el PSOE acerca del liderazgo de Rodríguez Zapatero. Ha sido una de las consecuencias de la derrota del Presidente en las primarias de OK Corral. El cuestionamiento del liderazgo del líder, procedente de algún llamado barón territorial (los de Extremadura y Castilla-La Mancha) ha tropezado con una especie de toque a rebato en el campo socialista de forma que todos han cerrado filas en torno al jefe asegurando además que es el más adecuado para sucederse a sí mismo, que es la forma más simple de sucesión que se conoce. Hasta el presidente castellano-manchego, Barreda, que insistía en la idea de limitar a dos los mandatos en la Presidencia del gobierno, acabó dando marcha atrás y reconociendo haber metido la pata, aunque en términos más comedidos. La reacción adversa, encabezada por la vicepresidenta del Gobierno para quien no hay más líder que Zapatero y ella, su sibila, dejó a Barreda tambaleante haciendo protestas de lealtad canina al lider cuyos mandatos pretendía limitar.
El aparato del partido, sus dirigentes intermedios, aquellos militantes destacados que aspiran a más altos designios tienen prisa por aclarar las condiciones del juego para plantear su estrategia. Las carreras políticas no llevan todas el mismo ritmo. Ni el tiempo es el mismo para todas. Los más jóvenes tienen prisa; los más longevos van al ralentí. Y en algún caso la clave humana, la gran olvidada, reaparece exigiendo antención.
Desde aquel Zapatero exultante que en 2004 prometía no fallar y en 2008 alcanzar el pleno empleo hasta el de hoy ha pasado la más profunda crisis del capitalismo desde la de 1929, como si fuera el carro de Moloch por el huerto. El impulsivo gobernante de la primera legislatura, referencia europea de la socialdemocracia de izquierda, se ha convertido en una figura abrumada, casi noqueada que se obstina sólo por fuerza de voluntad en mantenerse en el cuadrilátero. Se ha empeñado en domeñar una crisis que no previó, no predijo y se negó a admitir hasta que el cielo le cayó en la cabeza. Trabajar, trabaja probablemente hasta la extenuación y vive entregado a esta tarea como se delata por su apariencia taciturna y expresión ausente, pero el caso es que nadie y, menos que nadie, él sabe si tendrá éxito o no. Esperar a averiguarlo puede ser mortal para un partido que va catorce puntos por debajo en intención de voto respecto a la derecha y cuyo líder tiene un grado de desprestigio ya similar al de la oposición. Plantarse ahora puede ser peor porque se atisban signos de recuperación y, de todos modos, no hay tiempo de fabricar un líder a no ser que se repita el fenómeno de las primarias madrileñas. Es el dilema al que se enfrentan todos los jugadores: pasar o apostar.
Da la impresión de que Rodríguez Zapatero pide tiempo hasta 2011 para comunicar si se presenta o no precisamente porque está haciendo ese muy humano cálculo. Ahora las perspectivas son malas; según como sean en enero/febrero, el hombre tomará una decisión. Pedirle que haga otra cosa es pedir lo excusado, en primer lugar porque no suele hacer caso a lo que le piden y, en segundo, porque la que ha tomado seguramente es la decisión más acertada: aplazarla. Wait and see.
(La primera imagen es una foto de Globovision, bajo licencia de Creative Commons).
(La segunda es una foto de Downing Street, bajo licencia de Creative Commons).
diumenge, 11 de gener del 2009
La nieve, el caos y la autoridad competente.
Nadie estaba preparado para la que se vino encima el viernes pasado: Barajas cerrado, decenas de miles de viajeros en tierra, atascos de horas en todas las vías de acceso a Madrid, accidentes, salidas de emergencia de los bomberos que no daban abasto. Nadie estaba preparado excepto los medios de comunicación que se echaron a la calle más veloces que los niños a los parques a hacer muñecos de nieve. Tal es el primer efecto que tienen estos fenómenos en la era de la aldea global: que todos accedemos a la información de modo directo e inmediato con lo cual ésta, además de agigantarse, parece hacerse más grave. No es lo mismo leer uno o dos días después en un periódico que el aeropuerto se cerró y se cancelaron tropecientos vuelos que verlo en directo y escuchar a la gente desorientada y desesperada que lleva horas esperando o le han cancelado los vuelos sin más información, allí tirada, con las maletas, los niños, en medio de la confusión. Parece como si nos compenetráramos más con la catástrofe que se ha abatido sobre ellas.
Como tampoco es lo mismo leer una crónica sobre cómo el temporal de nieve afectó al tráfico en las entradas de la capital que acompañar al reportero y al cámara a entrevistar a los conductores parados en mitad del monumental atasco en el que llevan horas resoplando de ira y de frío. No, no es lo mismo. Los medios amplifican estos desastres y nos los hacen patentes con toda crudeza, de forma que nos formamos una idea cabal del monumental lío en que está metida la gente que los padece. Y nos identificamos con ella porque quien más quien menos ha pasado por circunstancias similares y guarda memorias.
Conocida la magnitud del follón fue un espectáculo ver a las autoridades repartiéndose las culpas como en una competición de ver quién escupe más lejos. La conclusión que puede obtener cualquier observador imparcial es que todas estaban en la inopia, no se esperaban lo que se les vino encima, no reaccionaron a tiempo y, encima, no estaban coordinadas. En fin, que son todas culpables y quizá lo mejor que pueden hacer es pedir disculpas y procurar que no vuelva a suceder. Y digo que son culpables porque si bien no es muy justo acusarlas por falta de reacción ante un fenómeno que no esperaban lo es y mucho ponerlas a bajar de un burro por no estar coordinadas porque la coordinación debía estar establecida en todo caso, fuera o no previsible el fenómeno.
Algo más respecto a la ministra de Fomento, la señora Magdalena Álvarez. Por supuesto, escuchar al señor Rajoy, el de los "hilillos de plastilina" hablar de incompetencia, de desastre y pedir la dimisión de la ministra mueve algo a risa. Oír que la señora Monserrat Nebrera llama "cosa" a la misma ministra y se mofa de su acento andaluz no mueve tanto a risa y sí a irritación. Alguien debiera explicar a esta arrogante ignara que todo el mundo tiene acento hablando cualquier lengua y que del de los catalanes alguien con la misma falta de entendederas que ella podría decir algo muy similar.
Al margen de todo ello está claro que a la señora Álvarez le ha tocado la mota negra de los infortunios y sus combativas comparecencias empiezan a ser un poco estridentes. Sin duda no tiene la culpa de cuantas desgracias se han cebado con ella en su mandato pero las reglas no escritas de la democracia mandan que a veces uno piense en dimitir aunque no sea personalmente responsable de los desastres que se producen en su jurisdicción.
(La imagen es una foto de Alejandro Espinosa, bajo licencia de Creative Commons).
dimecres, 27 d’agost del 2008
Don Mariano Rajoy no lee Palinuro.
No, no lo lee. Y es una lástima porque si lo leyera evitaría dar espectáculos bochornosos como el que ofreció ayer en Vigo ante sus incondicionales, una mezcla de ruindad, insensibilidad y soberbia como he visto pocas veces. Este hombre no solamente no sirve como presidente del Gobierno de España sino que ya es inexplicable que consiguiera ser presidente de la Diputación de Pontevedra.
Decía Palinuro en el post de hace dos días, titulado Vuelo JK 5022. Identificación de las víctimas: "Espero que el principal partido de la oposición no caiga a su vez en el (error) de seguir el ejemplo de estos azuzadores y no plantee urgencias impertinentes al Gobierno. Más que nada para que no quepa decirle que para hacer las cosas mal, con inmoral falta de respeto a las víctimas y atribuir a éstas identidades falsas, meterlas de cualquier forma en sendas cajas y repartirlas a voleo entre los familiares ya estuvo él en el desgraciado caso del Yakovlev -42 y de lo que se trata es de que no se repita semejante canallada."
Pues tal cual; es lo que hizo el señor Rajoy: empezó exigiendo celeridad al Gobierno del PSOE en la identificación de las víctimas, esto es, a un Gobierno que está yendo a la máxima velocidad posible compatible con la certidumbre en las identificaciones y lo hace él que vicepresidía un Gobierno que identificó mal por incuria, incompetencia y puro desprecio a otras víctimas de otro accidente aéreo, algunas de las cuales siguen sin estar identificadas cinco años después y no lo estarán jamás puesto que fueron entregadas a los familiares bajo identidades erróneas y ya han sido incineradas.
De igual modo el señor Rajoy tuvo la desfachatez de relacionar este accidente del vuelo JK 5022 con el del avión Yakovlev 42 siendo así que, mientras el vuelo de Spanair no tiene nada que ver con el Gobierno porque estaba dentro del normal funcionamiento de una línea aérea privada, el Yakovlev 42 que se estrelló estaba bajo directa responsabilidad del que era vicepresidente el señor Rajoy dentro del cual alguna gente sin escrúpulos cuya identidad desvelarán las investigaciones judiciales en curso, contrató, subcontrató y requetesubcontrató aquella defectuosa máquina quizás por afán de lucro personal ocasionando la muerte de sesenta y dos militares.
Cuando el señor Rajoy dice que no va "a pagar al PSOE con la misma moneda" haciéndolo precisamente en el mismo acto de decirlo, típica muestra de hipocresía, prueba igualmente su incapacidad para entender la sabiduría del refrán de no mentar la soga en casa del ahorcado.
Porque esto que digo yo no lo digo solo yo sino que lo dice la Asociación de Familiares de Víctimas del Accidente del Yak-42 que, según parte de Europa Press en un comunicado hecho público ayer, dice: ""Señor Rajoy, ni usted ni ningún miembro de su ejecutiva tiene autoridad hoy para mendigar votos a cuenta de un accidente tan atroz como el de Barajas. Ellos tendrán a sus muertos. Seguro. Y las familias están siendo atendidas, como pudimos ver el día que fuimos a darles nuestro más sincero pésame. ¡Qué cruel diferencia en el trato a las familias de los militares muertos!" Y añade: "Queremos recordar a Rajoy que en el momento del accidente del Yak él era vicepresidente y que nunca pidió que se investigara la identificación de 32 cadáveres en 24 horas. ¿Aún siguen pensando que se pueden identificar víctimas en 24 horas?. Tampoco dijo nada cuando, tras 613 días de larga espera pudimos exhumar y conseguir que cada familia tuviera su muerto... Le recordamos que aún hoy once familias no han podido recuperar a su fallecido porque éste había sido incinerado por otra familia".
Es fuerte, ¿verdad? El contraste entre la dignidad de los familiares de las víctimas y la granujería de quienes los atropellaron y escarnecieron es tan enorme que las declaraciones del señor Rajoy sólo pueden entenderse como una explosiva mezcla de incompetencia y soberbia que, efectivamente, suelen ir juntas.
La próxima vez señor Rajoy lea Vd. Palinuro antes de retratarse en público.
(La imagen es una foto de Contando estrelas, bajo licencia de Creative Commons).
dilluns, 25 d’agost del 2008
Vuelo JK 5022. Identificación de las víctimas.
La lenta identificación de las víctimas deja en evidencia las previsiones de Rubalcaba
Indignación por el retraso en la identificación de las víctimas
Estos son dos titulares de periódicos digitales de ayer. No hace falta decir que de los más derechistas. Tratan de culpar al Gobierno del retraso en la identificación de los cadáveres. Uno de ellos habla de "indignación" así, en abstracto, sin atreverse a decir en dónde porque no la hay en ninguna parte salvo en las ganas que él muestra de que tal cosa suceda.
No son los parientes y allegados de las víctimas, que tienen todo el derecho a protestar o a plantarse si quieren. No son los partidos políticos, en principio, no. Son los periódicos, este tipo de periódicos, los que tratan de encizañar, malmeter, enturbiar la convivencia, ver si pueden provocar un problema en donde no lo hay para cargar contra el gobierno incluso al precio de la paz civil si es necesario. Cierto los gobernantes se precipitaron al señalar una fecha de término de las identificaciones probablemente por su deseo de aliviar el dolor de los familiares. Pero los especialistas que están trabajando contrarreloj en un esfuerzo que debería contar con mayor reconocimiento y menos inquina y mezquindad no se dejan empujar y aquellos ya han reconocido su error y están siendo más realistas dado que lo que importa no es quedar bien y liquidar el trámite sino hacer las cosas de forma correcta e irreprochable.
Espero que el principal partido de la oposición no caiga a su vez en el de seguir el ejemplo de estos azuzadores y no plantee urgencias impertinentes al Gobierno. Más que nada para que no quepa decirle que para hacer las cosas mal, con inmoral falta de respeto a las víctimas y atribuir a éstas identidades falsas, meterlas de cualquier forma en sendas cajas y repartirlas a voleo entre los familiares ya estuvo él en el desgraciado caso del Yakovlev y de lo que se trata es de que no se repita semejante canallada.
(La imagen es una foto de Rickydavid, bajo licencia de Creative Commons).
divendres, 22 d’agost del 2008
Secuelas.
Es inevitable. Una de las consecuencias de la frustrante situación en que nos encontramos cuando se dan desastres como el de Spanair es que el personal no puede estar callado y tiene que dar su opinión aunque sea irrelevante y hasta perjudicial a la causa del esclarecimiento de los hechos o el remedio a las víctimas. Y no me refiero a quienes hayan padecido directamente el azote del destino, que tienen perfecto derecho a decir lo que les parezca, venga o no a cuento, sino a los espectadores, informadores y comparsas en general. Un paseo por los medios escritos y audiovisuales de ayer permite identificar cuatro tipos de bocazas: los expertos en una hora, los enterados de siempre, los aprovechateguis y los deontológicos. No daré nombres por no ganarme más enemigos de los que ya tengo.
Los neoexpertos fueron legión. A estas alturas ya sabemos todos todo sobre turbinas, aviación civil, protocolos de emergencias, resistencia de materiales, puntos de no retorno, velocidades V1, etc. He leído piezas tan documentadas y convencidas que uno se pregunta qué le quedará por hacer a la comisión de técnicos nombrada para esclarecer las causas del siniestro con la información que obtengan de las cajas negras, la que facilite la inspección in situ y su propia competencia técnica. Alguno de esos artículos ya tiene formuladas todas las hipótesis.
Los enterados de siempre no podían faltar. En medio de la confusión todavía reinante ellos ya saben por información privilegiada cuáles fueron las causas que desataron la catástrofe, quiénes tomaron las decisiones erróneas en un oscuro juego de amenazas, presiones, rencillas internas de la compañía, datos y pistas que el común de los mortales no ha valorado suficientemente pero que, bien interpretados, explican que, dadas ciertas condiciones, algo así tenía que ocurrir. De hecho ahora mismo les consta que hay poderosos intereses que tratan de desviar la atención, que no se sepa lo que realmente pasó, de levantar una cortina de humo. Más o menos lo que quienes todos sabemos llevan cuatro años haciendo con el 11-M.
Los aprovechateguis. Estos, como la población reclusa en las dictaduras, se dividen entre "comunes" y "políticos". Los comunes son los que tratan de hacer caja valiéndose del desconcierto, el dolor generalizados y el sentimiento de solidaridad, como esos granujas que se hacen pasar por miembros de ONGs que recaudan donativos para los familiares de las víctimas. Los "políticos" son los quepretenden de sacar partido político a la situación, en este caso atacando a las autoridades, en concreto al Gobierno. A la vista de los hechos me parece que todas las autoridades han estado en su sitio, incluidos los Reyes y han trabajado coordinadamente y con eficacia. Por eso me parecen desvergonzados y de baja ralea los ataques que he leído al Gobierno no porque haya dejado algo por hacer sino porque no ha dejado nada por hacer. Lo acusan de ¡sobreactuar!
Por último, los "deontológicos" que andan rumiando escrúpulos no sobre el desastre y sus causas sino sobre el modo de informar acerca de él: que si se debe o no se debe mostrar esto o aquello, que si los periodistas que buscan testimonios cuanto más dramáticos mejor acosan o no acosan, que si... En mitad de la turbamulta de relatos que un hecho de esta magnitud genera resulta ridículo y pretencioso plantearse estos problemas a las veinticuatro horas del hecho. Tiempo habrá de que los jueces digan lo que se puede hacer o no hacer y de que la opinión más serena trace una línea sobre lo que acepta o rechaza. Entre tanto los catones censores, en lugar de darse pote, que den la mejor, más rápida y objetiva información que puedan.
Francamente creo que quien estuvo ayer a la altura de las circunstancias fue el Gobierno. Sobre todo su vicepresidenta, que tiene siempre el mismo gesto severo, adusto, en la alegría y en el infortunio y dijo e hizo lo que todos esperábamos que dijera e hiciera: que lo primero son las víctimas y sus familiares, que se llegará hasta las últimas consecuencias para determinar responsabilidades y que se ha creado una oficina de atención a las víctimas. No me extraña que la señora De la Vega sea la miembra del Gobierno que tiene más alta valoración popular.
(La imagen es una foto de Jima, bajo licencia de Creative Commons).
dijous, 21 d’agost del 2008
¡Puf!
Al escribir esto todavía tengo los pelos de punta. Estaba haciendo preparativos porque hoy he de ir a recoger a mi hijo Andrés que llega de los Estados Unidos vía Londres precisamente a la terminal cuatro de Barajas. Recibí un correo de mi otro hijo Paulino que también viene a esperar a su hermano diciendo que había un accidente y estaba cerrado el aeropuerto. Desde entonces ya no pude separarme del televisor y el ordenador. Estuve horas enteras escuchando las noticias, viendo imágenes que se repetían a veces en la misma cadena, gentes desesperadas, familiares llorando, psicólogos consolándolos, todo el mundo consternado. Algunas entrevistas a personal del SAMUR en la CNN o a un piloto en Antena 3, declaraciones de los políticos, la rueda de prensa de un responsable de la compañía que apenas podía hablar. Qué desgracia. Cuánto sufrimiento. Cuando sucede algo así uno no puede ya pensar en otra cosa. El relato va llegando fragmentado. Ahora se sabe una cosa, ahora deja de saberse. Todo es confusión. La cantidad de muertos, que empezó muy baja, va subiendo inexorablemente. El avión había tenido un problema técnico que obligó a retrasar casi una hora su salida. Una madre contaba que su hija le había dicho por teléfono que se había encendido una luz roja, pero que no les cambiaron de avión. Y uno recuerda la cantidad de veces que ha vivido algo parecido: "Lamentamos comunicarles que tenemos un retraso debido a causas técnicas. Tan pronto sepamos algo más se lo comunicaremos". Y te quedas siempre un poco mosca, aunque te repitas que los aviones pasan unas revisiones superminuciosas y que, además, son el medio de trasporte más seguro que hay.; más seguro que los trenes o que los coches, por no hablar de los navíos. Claro que eso es una consolación estadística que te sirve de poco cuando hay un problema. Qué barbaridad: ciento cincuenta y tres muertos. Casi todos carbonizados. He repasado la lista de pasajeros. Hay familias enteras; pobre gente. Y qué mal lo pasan los allegados que están esperando; cuánta angustia a dos mil kilómetros. Los estaban trasladando a la península a enfrentarse con la cruda realidad pero con la esperanza de que los suyos se contaran entre esos veinte (ya son diecinueve) que decían que se habían salvado. La celeridad de los equipos de rescate ha sido extraordinaria. En general el socorro ha funcionado estupendamente: policía, guardia civil, gente del SAMUR, bomberos, todos se han volcado y merecen nuestro agradecimiento porque no debe de ser fácil funcionar con eficacia y rapidez en esas circunstancias terribles. Hasta los políticos han estado a la altura: la ministra de Fomento, señora Álvarez (de quién se reía no sé qué cretino en no sé qué periódico el día anterior porque estaba bañándose en una playa, como si bañarse fuera algo estrafalario), el alcalde de Madrid, el presidente del Gobierno, que interrumpió ipso facto sus vacaciones. Nada que reprochar a nadie. Ha habido una desgracia y se ha respondido con toda la celeridad y la eficacia que era de esperar. Ahora habrá que estar a los resultados de la investigación y no ponerse a lanzar bulos y rumores que sólo pueden enturbiar un ambiente muy sombrío y muy triste. Tanta gente muerta que iba de vacaciones o volvía de ellas. Veinte niños; dos bebés. ¿Y por qué escribo yo esto? Porque no puedo hacer otra cosa más eficaz, no puedo ayudar en nada. Pero puedo desahogarme escribiendo. Para quienes nos dedicamos a esto, escribir es como hablar, y hablar, contar lo que uno siente, es una forma de mitigar el dolor. Qué pena, tanta gente...