dijous, 14 de novembre del 2013
El desprestigio del Prestige.
dissabte, 27 de juliol del 2013
Sangre, sudor y rabia.
Finales de Julio en un Madrid achicharrado y nunca mejor dicho pues las chicharras no paran en los jardines. Se les une la algarabía de las cotorras; por eso lo de algarabía, que es el ruido de los árabes cuando invadían en algarada tierras de cristianos; que estas cotorras vienen en son de guerra, como plaga temible de depredadoras. Tanto que el Ayuntamiento ha decidido salir a cazarlas, como los tramperos iban a cazar osos. Y quizá con medios parecidos. La nota melodiosa la ponen las urracas, mientras los madrileños van a sus cosas con la lengua fuera y sudando la gota gorda. Muchos estaban de vacaciones y regresan sudando y sudando salen los que las comienzan hoy. De siempre ha sido julio el mes más sudoroso del año en Madrid. Agosto lleva la fama pero el bochorno, el aire tan caliente que sofoca, la luz cegadora de las calles con unas acacias raquíticas, eso es de julio; cuando el foro echa el bofe es en julio. El "poblachón manchego" de Ortega se manifiesta en su cegadora crudeza. Madrid, el rompeolas de las Españas, no ha visto jamás más olas que las que hagan los bañistas en la llamada "playa de Madrid", por otro nombre la charca del obrero, y las de los patos en el apacible discurrir del Manzanares, regato con ínfulas de riachuelo. Lo primero que llama la atención (luego hay muchas otras cosas, algunas enojosas) al comparar otras capitales europeas con la española, París, Londres, Roma, Viena, es la importancia que tienen sus respectivos ríos en la vida de la ciudad. Sin el Sena, no habría bateaux-mouches, ni gabarras que van y vienen, faltaría alguna película de Renoir y quizá no hubiera ni impresionismo. Sin el Támesis y su actividad portuaria, no habría East End, cockneys, ni Shaw habría escrito Pygmalion ni Wilde El retrato de Dorian Gray, ni hubiera existido Jack el destripador, ni las novelas de Sax Rohmer, llenas de chinos misteriosos y opio. Sin el Tíber, nada de puerto de Ostia, ni Testaccio, nada de romagnolo ni isola Tiberina, ni la mole adrianea. Y ya no se hable del Danubio, ese que solo ven azul los enamorados porque todos los demás lo vemos de un sospechoso marrón. Así que los madrileños viven de espaldas a su río. Que en verdad no es tal. Hay más agua -y salada- en el sudor de los madrileños en el mes de Julio que en el Manzanares.
dimecres, 1 de maig del 2013
El hotel al borde del abismo.
dijous, 8 de novembre del 2012
¿Dimitir? ¡Por favor, alcaldesa, ni se te ocurra!
dilluns, 5 de novembre del 2012
¿No hay responsables?
dimecres, 17 d’octubre del 2012
Los hilillos, los 300 y Fu Man-Chu.
diumenge, 14 d’octubre del 2012
El catastrofismo y la mano invisible.
dimarts, 28 d’agost del 2012
Estampas del verano. Esperanza, en donde el fuego no la alcanza.
dimarts, 14 d’agost del 2012
Catástrofes humanas.
En definitiva, ganas de perder el tiempo pues, en lo tocante al aborto, está todo dicho.
diumenge, 1 de juliol del 2012
El fuego y la moral.
divendres, 13 de maig del 2011
Aprovechándose de un terremoto.
Ni en la desgracia de un seísmo que ha ocasionado nueve muertos y casi trescientos de heridos así como una catástrofe material enorme se ve libre la gente del ansia de la derecha por rebañar votos y ganar las elecciones. El "juego limpio" no es concepto que tenga cabida en la forma de actuar del PP.
Habiendo acordado todos la suspensión de la campaña electoral por un día y con una declaración de duelo de dos, ha faltado tiempo a la derecha para saltarse su compromiso. Aguirre, en rueda de prensa posterior a un consejo de gobierno, ha hecho declaraciones típicamente electorales, llamando "trolero" a su contrincante. Ha explicado luego que se ha limitado a responder a las preguntas de los periodistas, lo que implica que el compromiso a que llegan los políticos tienen que seguirlo todos y, si no es así, los políticos tampoco. Hay además un elemento cínico en esta falta de juego limpio: al ser juego sucio, tiene mayor audiencia. En la jornada de silencio todo el mundo se ha enterado de que, según Aguirre, Gómez es un "trolero".
El PP como tal ha subido asimismo un vídeo electoral a Youtube lo que, al parecer, no es una práctica electoral. O a lo mejor es que la derecha piensa que los compromisos rigen en la realidad "real" pero no en la virtual.
Y en el colmo de la desvergüenza, Rajoy ha acudido a Lorca, se ha hecho unas fotos y las ha colgado en su muro de Facebook. No es de extrañar tratándose del mismo personaje que decía en una entrevista publicada en El Mundo en el día de reflexión de las elecciones de 2004 que tenía "la convicción moral" de que el atentado de Atocha había sido obra de ETA. Lo extraño es que en España estas cosas parezcan no tener consecuencias electorales negativas.
dijous, 17 de març del 2011
Japón : EL zen y el apocalipsis.
Apocalipsis, esa fue la palabra más usada ayer por los medios sin duda para tranquilizar a la gente que, como era de suponer, está más nerviosa en California que en Tokio. Muchos comentaristas señalaban asombrados que no se vieran escenas de pánico, de histerismo, de pillaje, de muertos recogidos por los vivos y se preguntaban cómo puede la población tener esa serenidad, esa presencia de ánimo. Ya han comenzado a aparecer los expertos explicando las profundidades insondables del espíritu nipón. Un terremoto altísimo en la escala Richter, un tsunami con olas de 10 metros y una catástrofe nuclear con cuatro reactores a punto de reventar y ahí están los japoneses haciendo cola en el supermercado o evacuando disciplinadamente las zonas de peligro.
Los japoneses no tienen religión en el sentido en que se entiende en Occidente como una relación de los mortales con un dios todopoderoso, irascible, celoso, terrible, con guerras santas, infiernos, castigos espantosos, amenazas sin cuento, fines cataclísmicos del mundo, terrores del milenio y el séptimo sello. No hay dios y, por tanto, tampoco hay temor de dios. En la medida en que el sincretismo japonés es un conjunto de creencias se compone por un lado de una liturgia cívica de honra a los antepasados, relaciones armónicas con los coetáneos en sistemas formales de castas en el que se ha generalizado el código del bushido, la vía del guerrero, cuyo principio fundamental es que hay que vivir sin miedo a la muerte. Tiene gracia que esa sea la conclusión a que llega la filosofía occidental cuando por boca de Heidegger dice que el hombre es un ser para la muerte porque, por otro lado, en el aspecto metafísico, la creencia japonesa no es religiosa sino filosófica. Precisamente en la idea de la muerte está la diferencia: en el existencialismo heideggeriano esa lucidez conduce a la desesperación y el absurdo de la existencia mientras que en el mundo mental altamente moralizado del Japón a través del budismo y de su versión Zen lleva a la búsqueda de la sabiduría y el logro de la perfección. O sea, nada que ver.
Los japoneses, como los chinos y otros orientales, son un arcano para los occidentales. Suele decirse a título de consolación que lo peculiar de los occidentales es la ciencia. Pero eso es falso primero porque la ciencia no reconoce divisiones políticas y/o nacionales y segundo porque los orientales han demostrado tener un espíritu científico igual si no superior al occidental. Es decir, que la consolación es breve. Viene luego el aspecto melodramático, nuestras creencias religiosas repletas de supersticiones, desvaríos, terrores y claudicaciones de forma que, como han señalado muchos filósofos de Schelling en adelante: la educación científica de los occidentales no ha ido al paso de la moral. Occidente es un gigante científico y un pigmeo moral, a pesar de que vaya por el mundo impartiendo unas doctrinas que empieza por no aplicar en casa.
Añádase a la deficiencia ética la miseria estética, el amor al melodrama, la hipérbole sentimental, la afición por lo truculento, esa visión teatral y catastrofista de la vida que hace que los occidentales anden temiendo el apocalipsis a cada vuelta del camino. Veníamos del temido apocalipsis del sida y caímos en los terrores del año 2000, cuando toda la red informática del planeta iba a reventar; no pasó nada pero enseguida se suscitaron los terrores colectivos de la gripe aviar y luego la porcina. Ver a la gente por la calle con máscaras de cuando el tatarabuelo combatió en Verdun era como un inútil aviso al retorno al sentido común.
Ahora amenaza el apocalipsis nuclear y los japoneses parecen no enterarse de que, si las cosas van mal, este será el mundo de Mad Max y eso en el mejor de los casos. ¿O sí lo saben pero también saben, como podrían saberlo los occidentales si leyeran más a Epicuro y admitieran que, como este enseña, el miedo a la muerte -lo único real que hay bajo los terrores apocalíptios- es absurdo por aquello tan célebre de que cuando yo estoy, ella no está y cuando ella está, yo no estoy?
Los dioses libren a Palinuro de frivolizar, trivializar o minimizar la gravedad del momento que vive la humanidad. Pero está claro que de nada sirve desesperarse ante las posibles consecuencias de un fenómeno cuyo alcance se ignora y seguirá ignorándose si no se es capaz de refrenar los nervios y mantener el ánimo. Incluso en los términos científicos que los occidentales decimos emplear: es imposible encontrar una solución a un problema que no se comprende. Puede ser que el riesgo nuclear japonés acabe en una catástrofe irreversible; pero vamos a esperar a ver si es así sin perder la cabeza. Cosa muy difícil de conseguir cuando una copiosa vía de negocios de los medios, sobre todo la prensa escrita, es alimentar la fiera de la truculencia a base de hablar del Apocalipsis, de Armaggedon, de Ragnarok. De aquí a las procesiones de flagelantes que, como es sabido jamás sirvieron para nada, no hay gran trecho.
Lo que sí hemos sacado de momento en limpio es que el inaguantable debate sobre la energía nuclear se ha cerrado ya: no, gracias.
(La imagen es una foto de Pinboke_planet, bajo licencia de Creative Commons).
dilluns, 14 de març del 2011
El Imperio del sol poniente.
A la vista de lo que está pasando en el Japón los otros asuntos del mundo quedan en segundo plano. Y eso que en muchos casos son situaciones de vida o muerte, de matar o morir, como en Libia en este instante. O todavía peores, de indignidad y vileza, como en esa resurrección de las fábulas del 11-M en España con motivo del aniversario. Son cosas que sublevan el ánimo, pero no es posible parar mientes en ellas porque la lucha de los japoneses por sobrevivir tiene caracteres de gesta; de gesta silenciosa e impresionante.
En la lluvia de imágenes que muestran el Japón hora a hora, minuto a minuto, no suelen verse escenas de histerismo, desconcierto o desesperación. El ejército está encargándose de organizar las tareas de desescombro, búsqueda y rescate de víctimas, intendencia de los refugiados y desplazados y evacuación de los amenazados. Han puesto a salvo a 600.000 personas (la cantidad de habitantes de Luxemburgo) en 48 horas por todos los medios posibles ya que los trenes de alta velocidad no funcionan. Y todo lo que vemos son gentes serias, cariacontecidas, lógicamente, pero serenas y cumpliendo los planes de socorro y evacuación.
Creo haber leído que el terremoto del Japón ha sido mil veces más fuerte que el de Haiti (no estoy seguro de la cantidad) y, además, ha tenido muchas réplicas muy intensas acompañadas de un tsunami con olas de diez metros. Si eso pasa en Haití, el país desaparece mientras que en el Japón el impacto, con ser considerable, es reducido. Lo cual prueba otra vez, por si hiciera falta, que no hay catástrofes naturales sino fenómenos naturales que producen catástrofes sociales. Que un terremoto en Haití, siendo menor, destruya diez veces más que en el Japón siendo mayor no se debe a la distinta filosofía de la vida o herencias culturales que puedan tener las sociedades haitiana y japonesa con ser las tales importantes. Se debe a la diferencia de desarrollo económico, a la diferencia de riqueza. Los pobres pagan más. Llama la atención cómo aún no se ha oido voz alguna ofreciendo ayuda humanitaria al Japón ni este la ha solicitado. El Japon tiene de todo y se organiza muy bien. Inspira confianza como lo prueba que el índice de la bolsa de Tokio haya experimentado bajadas moderadas hasta la fecha, mientras ha habido que hacer frente solo al terremoto y al tsunami.
Luego, es cierto que esa peculiar sociedad japonesa en la que se aúnan los factores modernos y los tradicionales, esa democracia sobre una estructura social clientelar resulta muy eficaz en las movilizaciones sociales. Y ello sin contar con que se trata de un país acostumbrado a que la tierra tiemble, por lo que está bien preparado tanto material como anímicamente. Pero lo que viene ahora, el peligro de desastre nuclear, es distinto y, aunque el país sabe algo de eso, la experiencia es mínima.
La cuestión estriba en la diferencia de desarrollo económico; o sea, como siempre, en la injusticia. Para librarse de ella la fórmula que la humanidad ha escogido es la de imitar todos al Japón, un Estado superdesarrollado con un alto grado de robotización. Pero ese desarrollo produce a su vez amenazas nuevas y mucho más pavorosas que los sismos: la fusión de los núcleos de los reactores en las centrales nucleares, la formación de una nube radiactiva, la liberación en la atmósfera de una energía radiactiva que provocará desgracias y sufrimientos durante generaciones. Está claro que el camino no puede ser la proliferación de centrales nucleares.
Si el Japón no consigue detener el deterioro de sus centrales nucleares estará ante la crisis más grave de su historia y no desde la segunda guerra mundial, como ha dicho un ministro. Y con el Japón, el mundo entero porque la radiactividad se extiende de formas diversas, por ejemplo, por la cadena trófica. Parar el inminente desastre del Japón es una prioridad global. Y luego hay que pensar si la solución es seguir todos el ejemplo del Japón.
(La imagen es una foto de NASA Goddard Photo and Video, bajo licencia de Creative Commons).