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dilluns, 11 de desembre del 2017

Lo nacional

Quienes siguen el proceso catalán saben de la decisión de la CUP de distinguir dos ejes en su programa, el eje nacional y el social. Y saben asimismo que, por razones tácticas la organización privilegia el nacional. Conocen, además, las razones y, atendiendo a estas, interpretan sus sucesivas posiciones, según se producen los acontecimientos: la independencia está declarada; se trata de implementarla tras las elecciones ilegales e ilegítimas pero obligadas; se apoyará el gobierno que implemente la independencia; incluso se participará en él, llegado el caso y mediando decisión asamblearia; no se pacta con unionistas ni ambiguos; no se participará en un Parlament con mayoría unionista. De momento. Sus aliados (PDeCat y ERC) pueden decir muchas cosas de la CUP pero no que no hable con claridad.

El eje nacional. Lo nacional. Es, se quiera o no, la columna vertebral del independentismo. Y se ventila, se quiera o no en las próximas elecciones del 21D. Que son, se quiera o no, un referéndum. El referéndum pactado que el bloque del 155 trató de evitar a toda costa y ha tenido que aceptar, quiera o no, por imposición de la UE. Tras todos los debates sobre derechos, políticas, medidas, autonomías, intervenciones y encarcelamientos, lo que se juega en estas elecciones es qué prevalece: una sola nación española que incluye a Cataluña sin reconocerle condición nacional o una nación catalana que emerge protegida por un Estado propio en condiciones de igualdad y, a ser posible, buena vecindad con la nación española y su Estado.

Lo que se ventila es el tema nacional por encima de la política de partidos. Y ese es el hilo argumental de Puigdemont y su candidatura de JxC: la nación, Cataluña, está por encima de los partidos. Debemos ser militantes de Cataluña más que militantes de cada partido, dice, en una especie de actualización de la union sacrée francesa de la Iª Guerra Mundial. Palinuro ya señaló que suena aquí una nota gaullista, prolongación de aquella en la IIª GM. Las similitudes son llamativas: desde el exilio se alza la bandera de la Catalogne combattante. Puede sonar también a caudillista, pero es un caudillismo de bufanda amarilla, muy de sociedad civil.

La formulación más cruda de esta primacía de la nación sobre el pluralismo partidista, y la que más se usa para criticarla y combatirla es la célebre afirmación del Kaiser Guillermo II en el Parlamento, también en aquella Iª GM: "¡Ya no conozco partidos. Solo conozco alemanes!" En abstracto, suena horrorosamente; en concreto, tiene una enorme fuerza de movilización. Aunque los críticos suelen decir que esas movilizaciones acaban en desastres.

Y ¿tiene la nación catalana que Puigdemont abandera algo en special que la ponga al abrigo de esos desastres? ¿Es el nacionalismo catalán distinto de los muy frecuentes movimientos etnicistas? Sí, tiene algo que no suele aparecer porque la independencia, con su fulgor, deja en la penumbra a su inseparable compañera, la República. El independentismo no solo es revolucionario por independentista sino por republicano. 

La nación catalana no es una nación étnica, sino política. Es una nación republicana. Incidentalmente, esta es la razón verdadera del fracaso de la izquierda española ante Cataluña y que quedó pendiente en el post de ayer.

El distanciamiento de Puigdemont respecto al PDeCat obedece a esta intencionada prevalencia de lo nacional en lo que, paradójicamente, coinciden los dos extremos del arco parlamentario, quienes hasta hace poco representaban a la derecha y quienes siguen representando la izquierda radical. De esta forma se consolida la figura simbólicamente gaullista del presidente y se le exonera de la acusación de envolverse en la bandera para ganar votos. Y eso, justamente, da a esta candidatura mucha fuerza atractiva entre quienes se sienten interpelados por el llamamiento del Kaiser.

Eso es algo que los de ERC reconocen y fomentan abiertamente. Todo lo que sea recabar votos para la causa común, vayan a donde vayan en concreto, es digno de encomio desde el punto de vista de unidad de acción que todos están interesados en mantener. 

Pero, al mismo tiempo, ERC tiene su alternativa propia que, como la de la CUP, se planteará políticamente una vez la República esté implementada. Algo lógico. Pero esa alternativa también puede tener una versión en el eje nacional, ¿por qué no? Se postula una sola nación, pero se puede querer más de un color que de otro. 

La alternativa de ERC también puede formularse en el ámbito simbólico y de imagen. El candidato en el exilio tiene un toque gaullista de salvación. El candidato en prisión tiene otro más sentimental de redención. Pero también con mucha fuerza. El Frente Popular triunfó cuando los anarquistas votaron para sacar a los presos de las cárceles. El candidato Junqueras tiene muy mermadas sus posibilidades de comunicación y es de esperar que ese handicap injusto sea continuamente mencionado por los demás participantes en la competición. 

No debe olvidarse que, si el elemento decisivo en la consideración del nacionalismo catalán como nacionalismo cívico es su carácter republicano, ERC lo lleva en su nombre. Hace más de ochenta y cinco años. Esa es la izquierda que tiene en la reserva con garantías la recuperación de una República que fue arrebatada a la gente por la fuerza de las armas y a la que la izquierda española ha renunciado. 

Por eso la izquierda catalana tiene una nación y la española, no. 

divendres, 13 d’octubre del 2017

La fiesta de la nación discutida

Si solo fuera la "crisis catalana" la que copara la Fiesta Nacional el panorama político español sería menos turbulento. La misma justificación de esa llamada Fiesta Nacional, uno de los pilares de la conciencia nacional española en su llegada al Nuevo Mundo, está crecientemente cuestionada. Hasta la palabra "descubrimiento" con que se iniciaban todas las narrativas de la gloria patria ha caído en el descrédito y el rechazo por eurocéntrica, ya que los americanos se niegan a aceptar que fueran "descubiertos" como el que descubre una mina de wolframio. Al mismo tiempo se cuestiona el significado oficial de la conquista del continente que, lejos de ser obra cristianizadora y civilizatoria, se presenta como de saqueo, explotación y genocidio. Mala imagen para tomarla como símbolo de la nacion. Y cada vez más extendida. La ciudad de Los Ángeles ha retirado la estatua de Colón y decidido no volver a celebrar el "Columbus Day". 

No se ven muchas razones para el "optimismo" y la "esperanza" en un día que, además, ha tenido la falta de tacto de llamarse con el nombre de ese espectáculo que el siglo rechaza con creciente desprecio: las corridas de toros, también Fiesta Nacional.

Pero, en efecto, el gran escollo ante la nación española es la nación catalana, obstinada en ser reconocida como tal con su derecho a la independencia. 

Los hechos conocidos hasta el momento son claros. Hay un ultimátum del gobierno a la Generalitat para que se ajuste a la legalidad so pena de aplicación del 155 que, paradójicamente, ya está aplicado de hecho y de derecho, desde el punto en que el ultimátum equivale al requerimiento que él mismo exige. Otra cosa son los conciliábulos generalizados y la oleada de bulos que ha invadido las redes y hasta los periódicos digitales. 

El gobierno ha cortado en seco el saque de Puigdemont que abría un plazo para el acuerdo y la mediación. No hay diálogo y el plazo se acorta a cinco y ocho días. Visto lo cual, tampoco parece necesario que la Generalitat los consuma. Es una decisión muy simple, "sí, hay una DI" o "no hay una DI" y la consecuencia será la misma; fracaso de la hoja de ruta. No habrá independencia, en un caso por causa del 155 y en el otro por renuncia expresa de los interesados. 

Está claro que el gobierno no quiere solución negociada alguna, sino el sometimiento de la Generalitat sin condiciones, cosa impensable. El planteamiento del ultimátum solo tiene como respuesta la reactivación de la DI y la proclamación de la República Catalana. A no ser que el PP girara a admitir la posibilidad de una negociación, está abocado a materializar el 155 e intensificar la represión. Es decir, entra en un terreno muy rebaladizo y peligroso de inestabilidad política que repercutirá de inmediato en la deuda y las relaciones de España con los mercados financieros. 

Así las cosas, y con el pronunciamiento del Consejo de Europa en favor de la negociación y la condena de la violencia policial, Europa estará muy atenta a los siguientes pasos de Rajoy en Cataluña. A diferencia del Consejo de Europa, la UE se ha decantado por apoyar al Estado y sugerir que el conflicto se resuelva "dentro de la Constitución". Naturalmente, ¿qué va a decir? ¿Que se resuelva fuera o en contra de la Constitución? Pero, al mismo tiempo, seguirá de cerca los acontecimientos. Una segunda oleada de brutalidad policial en Cataluña -en razón de una posible huelga general- no será tolerada en Europa.

Y luego está el movimiento independentista en sí. No sé para qué estamos pagando unos centros de información, inteligencia, espionaje que son incapaces de detectar una organización clandestina que ha organizado un referéndum en el que han votado 2.200.000 personas (más otros 750.000 cuyos votos secuestró la policía) a pesar de la brutalidad con que se pretendió impedirlo. Y no solo incapaces de detectarlo también de comprenderlo una vez se ha manifestado. No comprenden el espíritu de una red de resistencia. 

El caso del gobierno es peor ya que aun comprende menos aquello a lo que se enfrenta, pues sigue negando que hubiera referéndum y, por tanto, organización social alguna que lo hiciera posible. No reconoce la extensión y profundidad del movimiento social. Al contrario sostiene que el independentismo es cosa de cuatro lunáticos empeñados en romper la unidad de España en contra de la voluntad de una "mayoría silenciosa" que se ha inventado. 

Cuando Rajoy, el de los sobresueldos, reconozca el error de enfocar la cuestión como una de orden público (policía, jueces y cárceles) ya tendrá la mediación encima. Una mediación que le obligará a comerse sus palabras de que la nación española es indiscutible e indiscutida.

dimarts, 25 de juliol del 2017

La nación tardía

En la historiografía germánica suele calificarse el proceso de unificación alemana del siglo XIX como el surgimiento de una "nación tardía" (verspätete Nation) y el calificativo se extiende a la italiana, más o menos coetánea. Son "tardías" por constituirse en el XIX, no como naciones, sino como Estados, cuando otras europeas ya lo habían hecho en los siglos anteriores (del XVI en adelante), Holanda, España, Inglaterra, Francia, Dinamarca, etc. ¿Qué decir entonces del renacimiento del debate sobre la nación española en el XXI? Que o se constituyó falsamente en el XVI (al menos como nación, aunque lo fuera como Estado); o se constituyó verdaderamente en el XVI pero se "desconstituyó" en el ínterin; o aquí alguien se inventa las cuestiones solo con ánimo de alterar aviesamente la plácida existencia de Rajoy.

A comienzos de su primer mandato, en 2004, Zapatero, sin duda iluminado por el espíritu de sabiduría que reina en el Senado, dijo algo que pertenece al reino de la experiencia y la razón; dijo que el concepto de nación es discutido y discutible. Entendiendo que se refería a la española, un enfurecido Rajoy le saltó al cuello dialéctico, montado en el caballo blanco de Santiago (patrón de España y más, hoy), sosteniendo que la nación no se discute y no es discutible. Ante el ataque , el pobre Zapatero, según su costumbre, murmuró alguna confusa justificación y se puso a salvo antes de que los patriotas de Cristo y cucurucho le dieran su merecido.

Sin embargo, hasta Rajoy se da cuenta de que la nación es un concepto discutido puesto que todo el mundo lo discute se ponga él como se ponga. Si, además, es indiscutible, depende del poder que tengan los Rajoys. Si pueden, impedirán por la fuerza que se discuta y, por lo tanto, será indiscutible. Pero, en sí misma, la nación es concepto tan discutido como discutible. Y sería de desear que los Rajoys fueran neutralizados para que la gente pueda discutir pacíficamente conceptos que son esenciales en toda convivencia humana sin tener que aceptar construcciones patrióticas falsas, llenas de oropeles y bambolla, enarboladas y predicadas por unos gobernantes cuya única preocupación real es robar. Es decir, sin perder el tiempo con herederos del franquismo que pretenden imponer su cuartelaria idea de una nación que no es una, no es grande y tampoco es libre, aunque lo repitan como las carracas.

Ahora es el PSOE en su conjunto el que se enfrenta a este espinoso problema en España. Por fin. Y lo hace dando pie a esta consideración de que recela de la plurinacionalidad defendida por Sánchez. No es exactamente la posición de Rajoy, pero se le acerca porque, en realidad, acepta acríticamente la idea de "nación española" acuñada a sangre y fuego por el fascismo e impuesta durante 40 años como victoria incuestionable. "Recelar" no equivale a condenar a las penas del infierno, pero no le anda muy lejos. El PSOE, al parecer, "desconfía" de la expresión. Y, exactamente, ¿por qué? No por la veracidad que encierra pues es obvio que el Estado español contiene varias naciones (dejemos la cantidad y el nombre a la afición discutidora) sino por el alcance que pueda tener (si nación "cultural", "pluscuancultural" o "política") y su impacto en la distribución territorial del poder político y los recursos económicos. Sobre todo los recursos económicos, para qué vamos a engañarnos.

Llueven las propuestas, reveladoras de profundas diferencias: "federalismo simétrico", "idem asimétrico", "federación de islas". No nos entretendremos en valorar las distintas motivaciones de las propuestas. Solo señalaremos que el "recelo" frente a la plurinacionalidad revela el rechazo a la existencia de otras naciones en España que no sean la española. Y, si esto es así, que lo es, la diferencia entre la actitud del PSOE y la de Rajoy es solo la grosería del segundo. 

En el fondo, la llamada "cuestión catalana" que (insisto por enésima vez) es la "cuestión española" ha fracturado, ha triturado a la izquierda del Estado. El PSOE no es un caso único. Algo así sucede en Podemos: aunque se reconoce el derecho a decidir de los catalanes, se hace desde una perspectiva nacional-española menos autoritaria e impositiva que las otras pero, en el fondo, coincidente con ellas. Lo que tiene que hacer la nación española con la catalana (y cualesquiera otras díscolas) es "seducirla". Como si eso fuera fácil con un posible "seducido" mucho más avanzado y elaborado que el "seductor" y como si este tuviera algo con qué seducir. 

En el PSOE les pasa lo mismo, aunque con menos perifollos teóricos. Recelan de la "plurinacionalidad" de Sánchez, de la que, en el fondo, recela el propio Sánchez, porque temen que las demás naciones exijan sus derechos y, claro, una cosa es llamarse nación y otra distinta ejercer de tal. ¿Se quiere una prueba de desconcierto de la izquierda española ante el independentismo catalán? Sáquese a relucir la República, que cristalizará en una Cataluña independiente y seguirá sin poder mencionarse en una España sumisa a una Monarquía que, en realidad, no es legítima. ¿Y se quiere una prueba de la prueba republicana? Dígase que ha hecho la izquierda española por abrir las fosas de las más de cien mil personas asesinadas por los franquistas.

El "recelo" ante la plurinacionalidad se hace evidente en la narrativa federal del PSOE, resucitada tras veinte años de hibernación y remozada en el reino de Granada no ha mucho. Y ahí son muy de ver las mencionadas variantes de federalismo "cooperativo", "simétrico", asímétrico", u "homotético". La variedad demuestra que no hay un acuerdo respecto a qué signifique en concreto "federalismo".

Pero lo más importante, lo decisivo, es lo que ni se menciona. La cuestión de si el federalismo es una solución que se propone, se aprueba y se impone desde una única instancia de poder o si se trata de una forma que las posibles partes componentes (las discutidas y discutibles pero innegables naciones) eligen libremente, pudiendo optar por la independencia.

Ese es el problema de la izquierda y, por extensión, de España.

dijous, 18 de maig del 2017

Los nacionales

Hay noticias que vuelven a helar el corazón del españolito. Desde 2007, cuando menos, viene Esperanza Aguirre dando la patriótica tabarra con el levantamiento de la nación española en 1808 y la glorificación de su bicentenario que a ella correspondía por un designio divino que no pensaba dejar pasar. Aquí volvieron los cantos a la nación hispana forjada en lucha contra el francés; aquí se organizaron actos conmemorativos sin tasa ni cuento, lució el oro y el oropel en festejos cultos y populares, se subvencionaron espectáculos y hasta una memorable película que se llevó la parte del león y suscitó mucha controversia. ¿Qué menos para celebrar el (re)surgir de la nación y su esencia católica? Aunque el "re" del surgir y la esencia católica se jueguen en tono menor para no espantar al rebaño del liberalismo español, uncido al carro de la interpretación nacional de 1802-1812 (vía "La Pepa") y que se asustará si le hacen comulgar con ruedas de molino. Para comulgar le basta con la forma ordinaria consagrada, a ser posible por un cura progre.

La tabarra nacional-católica se revestía de neoliberalismo con gracejo achulapado de La Paloma. Una síntesis estilo castizo: el liberalismo es libertad, siendo el cristianismo el que la ha traído al mundo y no el marxismo. La sustitución del catolicismo por el cristianismo no es inocente. El catolicismo comenzó condenando el liberalismo como pecado y así se mantuvo en el nacional-catolicismo del régimen que inspira el partido en el que milita Aguirre. Aunque sea una militancia rebelde pues en algún momento ha sostenido que Franco era socialista.

Para no perderse en los complejos pliegues mentales de la expresidenta, lo mejor es recordar el nombre de la fundación que puso en marcha a fin de organizar y financiar esa celebración de la nación española que anhelaban ardorosamente todos los verdaderos patriotas. La fundación ahora judicialmente investigada: Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad. ¿Está claro? El título es un programa: nacionalismo (católico) y neoliberalismo. En el momento de la creación, 2007, hace diez años, la oposición denunció que, por su organización y composición podía ser un artilugio para eludir los controles de financiación. Los órganos de gestión estaban copados por personas del gobierno autonómico, varias de las cuales están hoy en la cárcel, procesadas o a punto de serlo.

Una pregunta, desde luego, es por qué la oposición dejó que el asunto siguiera y no volvió (al parecer) a plantearlo durante estos diez años en que con la Fundación puede haberse cometido una serie de irregularidades e ilícitos de alcance imprevisible. La respuesta, por desgracia, habrá de ser por incompetencia o incuria.

Lo llamativo en este episodio es su valor simbólico. Todo el aparato, todo el retablo, toda la balumba de la epopeya bicentenaria bien puede ser el aderezo de una colosal estafa más en la que el beneficiario podría haber sido el PP al ganar las elecciones y, por ello, Aguirre. Recorría esta los pueblos de su comunidad, de inauguración en inauguración, de apoteosis en apoteosis, aprovechando una presunta caja B, mientras predicaba el advenimiento de la nación, de la libertad y el fin de las mamandurrias.

Esa caja B se nutría supuestamente de los fondos sin control que recibía la Fundación Dos de Mayo. Nación y Libertad. Donoso nombre para la práctica del habitual saqueo de lo público por los gobernantes. Saqueo que se hace en el nombre sacrosanto de la nación que se saquea. Los saqueadores no tienen empacho en expoliar las instituciones y empresas de las que se enorgullecen en público, sean los huérfanos de la Guardia Civil o la cooperación con regiones devastadas del Tercer Mundo. 

Y luego se asombran de que una gran cantidad de catalanes (imposible saber cuántos porque está prohibido averiguarlo) quiera marcharse. Y más aun se asombran de que el resto de los españoles se oponga airadamente a esa pretensión, pero no esté dispuesto a luchar por una idea de nación española porque ni siquiera está de acuerdo en qué sea esta. 

Se asombran de algo tremendamente español: no están de acuerdo en nada, salvo en impedir que se salgan con la suya lo que sí lo están por su parte.

dijous, 13 d’octubre del 2016

El desfile de la discordia

Con motivo del 12 de octubre, día nacional por ley de siete de octubre de 1987, o sea, ayer, las autoridades españolas montaron el habitual espectáculo de nostalgias imperiales y afirmación patriótica. Como siempre que salen los símbolos a relucir, hay bronca de todo tipo. Se hace el 12 de octubre, día del Pilar y "encuentro" de América. Pero de América no se habla porque los ecos de genocidio que llegan del otro lado saben a cicuta. Se habla, sí de la nación española, cuya fiesta tiene 20 años de tradición. Veinte años para una nación que dice originarse hace 2.000 o, por lo bajo, 500 suena raro. 

Parece mentira pero este lío lo había organizado mejor Franco que es de quien, en realidad, se ha heredado esta fórmula sincrética del 12 de actubre nacional. Franco lo había dividido en dos: el día de la Hispanidad, el 12 de octubre y el día de la Victoria, el 18 de julio, que es el equivalente al nacional por entonces porque la Victoria había reconquistado la nación. Y se celebraba con un desfile militar, como correspondía a una dictadura que se había originado en una victoria en la guerra y se mantenía gracias al ejército. A su vez, Franco, había heredado el 12 de octubre como "día de la Raza", cual sigue celebrándose en varios países americanos. Así había rebautizado Alfonso XIII el día de la Hispanidad. Ya se sabe que los términos "raza" e "Hispanidad" han tenido significados distintos. Pero eso es indiferente. Lo curioso es que nunca había habido "día nacional", igual que no hubo hasta muy recientemente, monumento al soldado desconocido y me parece recordar, sin estar seguro, de que la hoy existente se reduce al soldado desconocido de las guerras del África.

La identificación del 12 de octubre con la nación española es bienintencionada. Corresponde al ánimo de aquellos "jóvenes nacionalistas", como llamaba la prensa gringa a los socialistas en los años ochenta. Los mismos que, dando muestras de su progresismo, instituyeron el día del debate parlamentario sobre el estado de la Nación, una mezcla explosiva en estos pagos. La nación es, claro, la española lo cual explica la habitual ausencia de catalanes, vascos y nacionalistas gallegos, que no vienen a bailar al son del pandero hispano. Se consideran naciones a sí mismas. En sus territorios se conoce este debate como debate de política general. Pues la nación española les niega el carácter nacional, ellas se lo niegan a su vez a la española. Y la discordia no solo es inter-naciones sino tambien intra-nación. Pablo Iglesias, el único dirigente que ha tenido el arrojo de no asistir a este coñazo de desfile (apud Rajoy), cuestiona no la nación española sino su forma de entenderla de raíz. 

Como se ve, el asunto es el habitual embrollo de esa cuestión esencial del ser de España, asunto que envenena la vida pública española. Por lo demás, que se celebre con el anacronismo de un desfile militar que ya no se sabe a qué gesta se refiere y que ese espectáculo cueste casi un millón € en un país con un salario mínimo de 655,20 € tiñe todo el asunto con el resplandor de los fuegos fatuos.

divendres, 12 d’agost del 2016

La izquierda y Cataluña

El independentismo catalán tiene desconcertada a la izquierda española. Esta se debate entre su alma de izquierda y, por tanto, universalista y cosmopolita y su alma española y, por  tanto, nacional y patriótica. Y predomina abrumadoramente la segunda.

El alma de izquierda es liviana. Se limita a repetir la jaculatoria de que no se puede ser nacionalista y de izquierda. Un argumento que no solo es falso en su enunciado sino hasta en su enunciador, que suele ser un nacionalista español que dice ser de izquierda, o sea, internacionalista, universalista, cosmopolita. Pues eso mismo. Es un punto de vista que, por naturaleza, considerará puras contingencias históricas que los Estados se separen, se junten, se multipliquen o dividan. Aunque sea el propio.Y tampoco tendrá inconveniente en reconocer como nación a todos los pueblos que afirmen serlo, sobre todo si lo hacen durante siglos.

Ahí le duele. En el alma española. El alma de la nación española. Atacada la nación en su mismo corazón, en su integridad territorial, la izquierda descubre que una vez más fracasa en su intento de poner en pie una idea de nación abierta, laica, liberal, progresista, republicana. Piensa, asustada, que tiene que cerrar filas con la que se ha impuesto desde siempre en España, la última mediante una guerra civil y cuarenta años de dictadura, justo la fórmula que ha acabado dinamitando la posibilidad de una nación española acorde con los tiempos. Su necrológica está en el artículo 2 de la Constitución vigente. 

Este enésimo repliegue de la tradición nacional heterodoxa al dictado de la imagen reaccionaria, oligárquica, caciquil, monárquica y nacionalcatólica es lo habitual. La izquierda española, carece de raíces en una vigorosa burguesía liberal y nacional, una burguesía radical que hubiera separado la Iglesia del Estado y alumbrado un espíritu empresarial en lo que hubiera debido ser la acumulación de capital para el desarrollo industrial. Así aquella ha resultado ser  débil, fragmentaria, muy dividida y mal avenida y sin una idea de nación heredada porque la burguesía española fue incapaz de formularla al margen del destructivo binomio trono-altar. Tal es su orfandad que la más reciente izquierda se va a buscar la idea de Patria a Latinoamérica, o sea, a las antiguas colonias liberadas de España. No es un círculo vicioso. Podría llamarse el "círculo de Epimeteo", ya saben, el que miraba al pasado.

El actual repligue se origina en una preocupación más profunda. La izquierda teme quedarse sin nación antes de haberla disfrutado. Teme quedarse sin patria, una sensación probablemente de vértigo, como cuando tiembla la tierra. Y no es para menos: la hipótesis-posibilidad-probabilidad-seguridad-certeza (escójase lo que se prefiera) de la independencia de Cataluña, trae al proscenio la sombra de una crisis del 98 bis, más profunda. Ya lo había vaticinado Ortega. La historiografía española dio la vuelta al experimento y presentó la generación del 98, no como conciencia de un fracaso, sino como voluntad de renacimiento. Pero eso ha sido después de la fiesta y ahora estamos ante ella y tenemos un futuro de incertidumbre.

La cerrada negativa del PSOE al referéndum y la ambigüedad (en el fondo) de Podemos son la prueba de la poca confianza que su idea de nación inspira a la izquierda. La poca seguridad en su nación, en su capacidad para ganarse la adhesión voluntaria de todos los pueblos que la componen explica esta prohibición del ejercicio de un derecho fundamental como es el de decidir su futuro como nación. Así que el ideal de la nación libre se convierte en la realidad de la nación cárcel (por lo demás inviable) al grito de la salvación patria. Esto es lo que los obliga a cerrar filas: el miedo a la disgregación de un experimento que lleva trescientos años sin levantar cabeza.

Hay un dicho que se atribuye a Josep Pla pero parece ser apócrifo según el cual lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. Es muy posible. Los une el nacionalismo. Ese del que ambos reniegan por considerarlo aldeano.

divendres, 22 de juliol del 2016

Figueres: el derecho a decidir

Efectivamente, llegamos a Figueres, el pueblo en el que está el museo de Dalí y, en un antiguo convento de monjes capuchinos reciclado en centro cultural, di mi conferencia sobre el derecho a decidir en Cataluña hoy.

Antes de nada, no me resisto a subir una foto de la terraza del apartamento en que nos alojamos. Como se ve, es una especie de cuña que entra en el jardín del museo. Se observan en la parte superior izquierda los grandes huevos dalinianos que adornan la fachada de esa increíble construcción. Del otro lado puede verse un trozo de la cúpula de la entrada al museo. Un privilegio vivir prácticamente incrustado en lo surreal.

En cuanto al fondo del asunto, la charla, está grabada y tanto esta como la de ayer en Girona, aparecerán en Palinuro mañana o pasado. Sí planteé el asunto del derecho a decidir desde una perspectiva filosófica y, al hacerlo, se me ocurrió también un giro que he de explorar. La perspectiva filosófica entiende que el derecho a decidir es un deber de decidir. Un deber en el doble sentido expreso en la dualidad entre "deber" (necesidad) y "deber de" (voluntad) o entre ser y deber ser. 

Pues el ser humano está condenado a ser libre, es de lógica que decida. Si no decide, perece u otros deciden por él. Y lo que vale para el individuo, vale para el agregado de estos, la colectividad que ha de tomar decisiones colectivas, o sea que tiene que decidir. Porque, como sucede con el individuo, también las colectividades deben de decidir so pena de perecer o que otras decidan por ella. 

El giro nuevo afecta a un aspecto concreto de la teoría de la acción colectiva que se aplica mucho en los juegos institucionales pero menos en los de carácter nacional. El del llamado "gorrón" (free rider). Una acción colectiva en procura de un bien público (y la independencia nacional es un bien público típico porque no es posible impedir el acceso a su disfrute)  tiene siempre un coste. El "gorrón" es el que se beneficia del bien público sin pagar el coste. Ese es un caso típico en el que el deber de decidir en sentido filosófico adquiere carácter moral. Pero al mismo tiempo es sensato pensar que los "gorrones" (o polizones) son una proporción apreciable de la población. 

Son los que en los sondeos aparecen clasificados como "indecisos", esto es, quienes no ejercen el derecho ni cumplen el deber de decidir. 

Luego está la experiencia de que, en muchos casos, son los indecisos quienes deciden los conflictos muy igualados en fuerzas.

dilluns, 2 de maig del 2016

La izquierda y las elecciones

Empieza bravo Sánchez. "Nunca" es término sin término y la política está llena de "nuncas" que duraron horas. Nunca digas nunca y aun eso es discutible. Se entiende la motivación de Sánchez: dejar claro en dónde está.

Pero es igual. Quienes dicen que el PP y el PSOE son iguales seguirán diciéndolo porque no les interesa, conocer la verdad, sino lo que pueden hacer en ella.La negativa además de formal es de contenido: el PSOE nunca pactará con el PP. 

Estas elecciones no se quitarán fácilmente el estigma de haber sido evitables. En realidad, ninguno de los partidos las querían y han acabado en coincidencia total en el predio electoral. Da la impresión de que en el PSOE están tomándose las nuevas elecciones como una obra clásica con interpretaciones variables, lenguajes distintos.

El PSOE parece luchar por su supervivencia en condiciones muy hostiles, tanto en el orden interno como en el de la acción externa. Cuatro años de gobierno autocrático de la derecha neofranquista, con un PSOE ausente como oposición no son una ayuda para visualizar la presencia socialista. 

Además, los socialistas tendrán que rejuvenecer su discurso. Esto es más fácil de decir que de hacer. Por rejuvenecer habrá que entender algo distinto de las cuestiones económicas pues se requiere una sociedad muy abierta y capaz de recibir e integrar multitud de simbolos. Sin un discurso renovado que lo haga visible en muchos aspectos de la sociedad, el PSOE encara su próxima desaparición.

La suerte de la izquierda a la izquierda del PSOE despierta mucho interés mediático. El elemento esencial es la unión de Podemos con IU dentro de una contexto de otras izquierdas nacionales. Las relaciones de IU y Podemos tienen mucha carga de experiencias pasadas que van a condicionar el presente. Resucita la vieja ilusión anguitiana del Sorpasso. Ese es un dato esencial que explica muchas cosas, por ejemplo, por qué no ha habido generalmente alianzas de PSOE con IU. La finalidad de IU no era derrotar a la derecha sino al PSOE. Est debilitaba mucho a la izquierda y por ello gobernaba la derecha. Es la pauta de lo parece ahora mismo; no de lo que es.


dilluns, 9 de novembre del 2015

En la hora cero.

L@s lector@s se harán cargo de mi sorpresa y mi satisfacción al oírme citado por el señor Romeva en la histórica sesión del Parlament de Cataluña en la que se ha depositado la simiente de una futura República catalana. Sentirme parte de este proceso me emociona. La cita, muy extensa, se encuentra en el 13'30" del vídeo que tomo de Vila Web. El artículo al que pertenece se había publicado ayer, domingo, en elMón.cat, bajo el título Vetllant armes y en catalán. No obstante, Romeva citó el texto en español, probablente por deferencia. 

No tengo nada que comentar ni añadir a lo expuesto con claridad y determinación por Romeva en la tribuna de ese Parlament cuya presidenta, Carme Forcadell, cuenta con mi respeto y admiración. 

diumenge, 8 de novembre del 2015

La hora de la independencia.

Mi artículo del domingo en elMón.cat. Mañana, lunes, será un día decisivo, histórico para España y Cataluña. Y, mira por dónde, son dos mujeres las que encabezan la colosal fractura que enfrenta a la vieja monarquía española con el brío de una república catalana que pugna por nacer. Dos mujeres. Carme Forcadell, por derecho propio, porque, en este momento, es la más alta autoridad de Cataluña, la que encabeza el Parlamento en el que reside la soberanía catalana. Soraya Sáenz de Santamaría, por derecho impropio, por delegación vergonzante del verdadero responsable de esta situación, por dejación de esa miseria moral andante que es Rajoy, el presidente de los sobresueldos, también hoy incapaz de dar la cara en la hora más grave del Estado español.

Sigue la traducción al castellano:

Velando armas.

Dos proyectos de muy distinto signo marcan la vigilia del fin de semana, mientras se prepara la confrontación del lunes, cuando el Parlament debata y apruebe el inicio formal del camino a la independencia. Dos declaraciones de intenciones que muestran la distancia que separa ya de hecho la política catalana de la española. Es llamativo el contraste entre el éxito del proceso catalán en su planteamiento y desarrollo (a pesar de los inconvenientes y contradicciones) y la fabulosa ineptitud del gobierno central que pasará a la historia como el peor y más corrupto de España y el responsable de su ruptura.

De un lado, las fuerzas independentistas han acordado una serie de medidas claramente soberanas y sociales, que afectan a la pobreza energética, la vivienda, la sanidad, la educación, las libertades públicas, el régimen local, las refugiadas, el derecho al aborto y la renegociación de la deuda. Son complementarias con la declaración de independencia. Esta es ya un acto revolucionario en sí, adoptado en asunción de un poder constituyente originario que no se reconoce dependiente de ninguna legalidad ajena a él mismo.

De otro lado, el gobierno de España se ampara en la vigencia de la ley y oculta el hecho de que, al cambiarla cuando y como le conviene por sus intereses y sin consenso, su conducta es arbitraria y, por tanto, tiránica. No reconoce en el Parlament catalán poder constituyente alguno y, coronando su desvarío amenaza con responsabilizar de las posibles consecuencias jurídicas (en vía civil y penal) y políticas a Carme Forcadell, presidenta de la cámara, y llevarla ante los tribunales de la justicia del Estado español.

Al dotar a la independencia de contenido democrático, emancipador y progresista Junts pel Sí y la CUP resuelven una vieja querella entre la liberación nacional y la emancipación social, al postular el logro de un Estado propio, una República catalana, como instrumento imprescindible para las dos finalidades. Porque sin Estado propio la nación estará indefensa y la emancipación social será una quimera. Es la revolución dentro de la revolución. Que la independencia se oriente en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, del aumento de la libertades públicas, la justicia social y el bienestar de la colectividad, empezando por los más débiles y que lo haga pacífica y democráticamente es lo que da a la revolución catalana su incuestionable originalidad que las izquierdas españolas son incapaces de entender.

Frente a este velar las armas del bloque independentista, el gobierno central se apresta a hacer lo único que por tradición y peculiar incompetencia sabe hacer: prohibir, impedir y reprimir. En cuatro años no ha tenido iniciativa alguna para abordar el problema, no ha aceptado diálogo ni negociación. Se ha limitado a decir que no a todas las propuestas desde la realización de un referéndum hasta la de una consulta popular no referendaria. El espíritu franquista de la derecha gobernante la lleva a rechazar todo entendimiento con Cataluña que no sea la humillación de esta. Y en su estúpida ceguera no se da cuenta de que ya no puede recurrir a la violencia, como hizo su caudillo y que el empleo de los tribunales como guardia pretoriana únicamente agravará su situación y la presentará con las peores luces posibles a los ojos de la comunidad internacional, especialmente la europea.

Perseguir judicialmente a la presidenta del Parlament, pretender encarcelarla, al igual que procesar al presidente de la Generalitat, si llega el caso, es algo muy coherente con la obtusa mentalidad de la derecha. Incapaz de entender la fuerza de las ideas, de los proyectos colectivos, de los movimientos sociales cree hacerles frente atacando a las personas, criminalizándolas, reprimiéndolas. Fusilaron a Companys hace 75 años y hoy se encuentran su espíritu reencarnado en una mujer con un enorme respaldo social. Su concepción básica de la acción social, reducida al egoísmo de los privilegiados, la incapacita para entender la fuerza del altruismo, la solidaridad, la lucha por una causa colectiva. La derecha española, retrógrada y nacionalcatólica, habla de sacrificarse por la Patria y, como el Borbón que puso Franco en el trono, hace los sacrificios en un apartamento de Suiza a 7.000 euros al día.

En sus preparativos para reprimir, el gobierno cuenta con el apoyo de la derecha emergente de Ciudadanos primorriveranos y el del otro partido dinástico, el viejo PSOE, que hace causa común con la derecha neofranquista sin cuestionar en absoluto el desastre organizado, invocando el supremo interés de la unidad de España que, como se ve, pasa por encima de los derechos de los pueblos que la componen. Esa unión sagrada por la que la oposición cierra filas con un gobierno deslegitimado recuerda mucho la famosa “unidad antiterrorista” de los llamados partidos constitucionalistas en las años de la violencia en el País Vasco. La terminología justificativa (defensa de la Constitución, de la ley, de la democracia) es la misma y desmiente por fin el famoso discurso antiterrorista según el cual era erróneo (y criminal) recurrir a las armas para luchar por reivindicaciones que podían defenderse pacíficamente en democracia. Está claro que defender el derecho de autodeterminación de los catalanes de modo pacífico y democrático, también es criminal. Y ese criterio lo sostienen la derecha y la izquierda españolas, parte de estas últimas (el PSOE) paladinamente y otra parte vergonzantemente.

Fanfarria de España.


Una entrevista de Palinuro en La Gaceta . Muy agradecido al entrevistador, Rafael Núñez Huesca, capaz de reproducir espíritu y letra de lo que se dice, de sacar al entrevistado lo que busca, de interpretarlo luego correcta e ingeniosamente y de hacer valer también su posición y criterio con claridad. Supongo que puedo contar que está escribiendo un ensayo sobre este (para los españoles) apasionante tema de España. Estoy seguro de que será un gran libro.

Igualmente agradezco a La Gaceta el gesto de haberme puesto una grabadora sobre la mesa y haberme dejado decir lo que pienso. Es muchísimo más de lo que han hecho todos sus colegas, digitales o no digitales.

dijous, 26 de febrer del 2015

Performance.


En un post de ayer, Palinuro calificaba a Iglesias de portentoso animal político en referencia a su idea de contraprogramar el debate sobre el estado de la nación que, por cierto, empieza a conocerse como den, con alegre desconocimiento del sentido del término en inglés. Como lo pensó, lo hizo. Podemos se llevó el den al teatro Fernando de Rojas, del Círculo de Bellas Artes en su segundo día y lo llenó hasta los gallineros, con gente fuera. Eclipsó el poco relieve que iban a tener los grupos minoritarios de la cámara, especialmente los catalanistas. Y eso, además en el día en el que el Tribunal Constitucional anunciaba que anulaba parte de la ley catalana de consultas y el decreto subsiguiente a cuyo amparo se convocó el 9N.  Se avivan los tizones independentistas; la Generalitat asegura que acata pero no comparte y Mas lamenta que no les quede más vía que las elecciones de septiembre. Por supuesto. Ya se sabía. Los de ERC podían haberse ahorrado la intervención en la cámara. En realidad, visto el caso que se les hace, podían habérsela ahorrado todos los grupos, incluido el socialista. A este incluso le recomendaron que no volviera por falta de nivel. Así que ayer por la tarde, el Parlamento estaba fuera del Parlamento.

El golpe de Iglesias es espectacular. De espectáculo. De teatro. Pero con un enorme impacto. Dícese que fue Sófocles quien introdujo el tercer actor en la tragedia griega. El primer día vio la pugna entre el protagonista y el antagonista con el coro en el hemiciclo. En el segundo el tercer actor se coló, incluso obligado por alusiones. En el primer acto, el protagonista habló de Iglesias sin que este estuviera presente ni pudiera responder. En el segundo Iglesias habló del protagonista sin que este estuviera presente ni pudiera responder. Y en condiciones mucho más favorables porque el de Podemos domina los escenarios como si hubiera nacido en ellos. Lo hizo ignorando al antagonista del primer acto, a quien no nombró ni una vez y al PSOE explícitamente solo en una ocasión, ligándolo a su cruz del 135, si bien había una frecuente referencia implícita al hablar de "gobiernos anteriores". Pero la referencia directa, inmediata, permanente, fue a Rajoy a quien en el primer minuto Iglesias ya retó a un debate cara a cara en TV cuando quisiera y como quisiera. Dominio absoluto. Ahí quedó ese simbólico guante que tampoco Sánchez recogió en fechas pasadas. Con razón porque es un reto blindado: si los dos líderes dinásticos lo aceptan, juntos o por separado, tratarán de igual a igual a una fuerza emergente y son pocas sus probabilidades de ganarlo. Pero si lo rechazan, ya lo han perdido.

El discurso de casi una hora estuvo bien. Excesivamente retórico para Palinuro, aunque no para un público entregado, a veces encendido. Abundancia de figuras y tropos, pero articulado en el lenguaje directo y claro de la indignación de la gente de la calle. Se abrió y se cerró con una llamada a la Patria. Patria, patriotismo, patriotas términos que aparecieron con frecuencia. Hilo condctor de búsqueda de una comunidad extensa que luego se ajustaba verticalmente con la también frecuente referencia al arriba y abajo, los ricos y la gente. Su empeño por armar un discurso asimismo práctico, concreto, empírico, lo llevaba a interminables relaciones de datos y estadísticas que cuantifican las acusaciones de desigualdad e injusticia, pero acaban desorientando. No obstante, la conclusión era obvia: el discurso de Rajoy en el primer acto era un conjunto de falsedades, engaños, ocultaciones y servidumbres a  los amos alemanes y del totalitarismo financiero, expresión que tendrá su impacto mediático. Aunque tuvo buen cuidado de equilibrar reconociendo a Alemania capacidad para adoptar políticas acertadas.

Fue también propositivo, incluso prolijo y a veces reiterativo. No se prepara un discurso de una hora en menos de veinticuatro, aunque en él haya aportaciones colectivas substanciales. O quizá por ello. También en el recital de las medidas positivas aparecieron menciones específicas que en los discursos parlamentarios al uso no se hacen por olvido, desidia o ignorancia, como el IVA cultural o la perspectiva de género permanente. O no se hacen por miedo, como el impuesto a la riqueza.

La corrupción tuvo un tratamiento condigno. Definida como estructural y con algún sarcasmo, estuvo en el espíritu de crítica y ataque de las demás fuerzas.

De Cataluña, ni una palabra. En esto el Parlamento de fuera y el de dentro se parecen mucho.

No sé si el tercer actor se ha comido al segundo y tampoco sé si sería justo. Iglesias ha tenido veinticuatro horas para responder a un texto que ya conocía. Ha hecho una réplica. Sánchez respondía a un discurso que desconocía y solo podía imaginar. En un contexto formal y parcialmente hostil y con unos tiempos tasados. Iglesias no iba a ciegas y el reglamento no lo atosigaba. Hubiera podido hablar hora y media.
 
No obstante, las tragedias suelen tener tres actos. Queda el tercero. Palinuro no pierde la esperanza de que la oposición institucional comprenda que, si en el Congreso está bloqueada y fuera de él, ninguneada, le ha llegado el momento de hacer algo. En primer lugar, presentando una moción de censura y, si el gobierno sigue ignorando a la representación popular y gobernando por decreto, retirada al Aventino. En el fondo, ese teatro Fernando de Rojas es una especie de Aventino solo que para una gente que no está en el Parlamento o aún no está en el Parlamento. Ya se sabe que es difícil y complicado. Pero la política, a veces, es difícil y complicada, sobre todo cuanto está en juego la supervivencia.

Ese sí sería un interesante tercer acto.
 
 

dimarts, 24 de febrer del 2015

Debate, sí, pero sobre la moción de censura.


¿Qué más puede pasar en este Reino de la Trapisonda? El gobierno de Madrid paga "primas", que también pueden llamarse tranquilamente "sobresueldos" a magistrados y fiscales a través de una empresa privada. Ya es grueso. Cualquier malpensado diría que los gobernantes tienen comprado un puñadico de jueces. No así Palinuro, a quien consta la fiera independencia de la Justicia. No ayuda, empero, que uno de los agraciados con las jugosas primas mensuales sea el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Vieira, que anuló las escuchas de la Gürtel, gracias a lo cual, si no me falla la memoria, se expulsó de la carrera judicial al juez Garzón. Ni ético ni estético, editorializa furioso El País. Sí; ya veremos si legal porque, de entrada, hay un problema de incompatibilidades que el señor Vieira se ha saltado alegremente, justo el tipo de comportamiento por el que están friendo a Monedero.

Al grano, aquí ha estado cobrando sobresueldos medio mundo por cantidades astronómicas, de la caja A, B, C de la empresa Indra, de la Fundación Tal o el consorcio Cual. Pero todos dineros públicos. Un expolio general.
¿Qué más hace falta para que la oposición presente una moción de censura a un gobierno que ha llevado España a esta situación de esperpento? ¿O no es un esperpento que hasta los jueces estén bajo sospecha de corrupción? Rubalcaba amenazó con ella en 2013 pero luego no volvió a mencionarla. Sánchez, es evidente, ni la considera. Sin embargo, debiera hacerlo por dos motivos: uno de principios y otro de conveniencia.
Por principios: Sánchez es el líder de lo que los británicos llaman el "gobierno en la sombra". La verdad, no estoy muy seguro de que lo haya constituido, pero, en todo caso, es el jefe del "gobierno en la sombra". Salga de ella. Aparezca a la luz en el Parlamento. Haga la crítica al gobierno y proponga sus alternativas. Que la gente se informe, sopese, se forme un juicio. Es lo civilizado. Y es su deber.
Por conveniencia: Pablo Iglesias contraprograma el debate sobre el Estado de la Nación con una intervención por la tarde del miércoles en el Círculo de Bellas Artes en la que responderá a Rajoy. Iglesias es un portentoso animal político. Como no puede estar en el debate del Parlamento, se lo lleva a donde él está. Confía en los medios. Y, en efecto, mucha gente contará las respectivas audiencias. Con esa decisión, Iglesias reta a Sánchez a ver quién es más y mejor líder de la oposición  y presenta mejores propuestas.
La única baza que tiene Sánchez frente a Iglesias es hacer lo que este no puede: anunciar una moción de censura.

dilluns, 23 de febrer del 2015

Las corrupciones, I,

Están preparando el debate sobre el Estado de la Nación, previsto para mañana y pasado. Rajoy adelanta sus intenciones. No quiere hablar de la corrupción. Como siempre. Dice que ya ha dado las explicaciones oportunas. Ni pocas ni muchas. Las "oportunas". O sea, ninguna. Como siempre. A ocultar, engañar, falsear y silenciar no se le puede llamar "explicaciones", oportunas o inoportunas. La última vez que la oposición pidió su comparecencia para hablar sobre corrupción se negó argumentando también que ya había dado suficientes explicaciones. Se refería a una comparecencia el 1º de agosto de 2013 en la que no explicó nada y, además, mintió a la cámara.

Rajoy no ha dado una sola explicación sobre la corrupción, ni siquiera sobre la presuntamente suya. No piensa decir nada sobre el asunto que más preocupa a los españoles después de la crisis económica. Sobre esta traerá el habitual mazo de triunfalismo manipulado, según el cual el país está ya banderas al viento por la senda de la recuperación, mientras la gente acude a miles a los repartos de alimentos de Cáritas. De la corrupción no quiere hablar.

Pero los asuntos cuya explicación adeuda el presidente a la ciudadanía se acumulan. El presidente tiene que aclarar si cobró o no sobresueldos, cuánto, por qué y de qué origen. Si caja B o no. Tiene que aclarar lo mismo de sus colaboradores. Y si se ha pagado sus trajes y sus viajes o lo ha hecho la Gürtel, al estilo Camps, su amigo. Cuántas obras de reformas en sedes del PP se han hecho y cómo se han pagado. Cómo funcionaba la supuesta financiación ilegal, en la que también está al parecer interesada la señora Aguirre, su enemiga . Qué mecanismos han estado utilizándose durante años en su partido para organizar lo que parece una vasta maquinaria partidista-empresarial de corrupción en la que han absorbido y corrompido buena parte de la administración pública. Y todo eso bajo su mando.

En conexión con esto también debe el presidente explicar por qué su partido, partido de gobierno, no solamente no colabora con la justicia en la persecución de tanta irregularidad y corrupción sino que se dedica a obstaculizarla a base de destruir pruebas (registro de entradas de Génova, discos duros de los ordenadores de Bárcenas), a enmarañar los procesos (personificación del PP como parte en presunto fraude procesal para osbtaculizar), a amedrentar jueces y fiscales  directa o indirectamente y a interferir en la administración de justicia. La corrupción es aquí tan extrema que, como dice Ignacio Escolar y es ya de dominio común: "cuando al PP le va mal un juicio, no cambia de abogado. Cambia de juez".

Dice Sánchez, sin duda preparando también la comparecencia como si fuera Hamlet, que algo huele a podrido en el PP. ¿Algo? Todo. La cuestión es si el mismo Sánchez va a plantear de modo claro, directo y con datos la corrupción del PP. Para eso, desde luego, lo primero que tiene que hacer es dar cuenta de la que le toque en Andalucía. Luego, la corrupción debe ser el eje de la intervención del socialista. No pierda el tiempo en otras consideraciones. La corrupción deslegitima a este gobierno y lo lógico, parlamentariamente hablando, es que la concluya anunciando la presentación de una moción de censura.
 
Porque, de no ser así, el Parlamento y la oposición serán cómplices de la maniobra de ocultación a la ciudadanía del problema más grave de la democracia. La corrupción anega también el Parlamento y la oposición, cuya tarea es controlar el gobierno. No encubrirlo.

divendres, 9 de gener del 2015

La desobediencia catalana.


Se recordará cómo, a raíz de la consulta catalana del 9N, Rajoy sentenció que carecía de importancia porque no tenía consecuencias juridicas. Tampoco en esto decía la verdad. Tiene toda la pinta de que se den consecuencias jurídicas y desagradables para Mas y sus dos colaboradoras, Joana Ortega e Irene Rigau.

La justicia catalana aprecia indicios de desobediencia en Mas por el 9-N, comunica El País. El diario digital Vila Web sostiene que La justícia espanyola avança cap a la inhabilitació de Mas. Hay una diferencia de matiz. Para El País es la justicia catalana; para Vila Web es la justìcia espanyola. No debería de tener importancia. Lo importante es que la justicia sea justa; no catalana o española.

Pero tiene importancia. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha actuado a instancias de la Fiscalía que es un cuerpo jerárquico en cuya cúspide estaba el hoy dimitido Torres Dulce quien pidió la actuación en contra de Mas, Ortega y Rigau y obtuvo el respaldo unánime de la Junta de Fiscales de Sala. Esa unanimidad dejaba sin efecto la negativa de la mayoría de los fiscales de Cataluña a proceder contra Mas, con la aquiescencia del Fiscal superior de la Comunidad, Romero de Tejada quien, sin embargo, dio luego su brazo a torcer, secundando la posición de su superior jerárquico. Es decir, sí, se trata de la justicia española que trae un espíritu claramente político y hasta ideológico. Lo dijo taxativamente Torres Dulce en la toma de posesión de Romero de Tejada: «No se puede ser fiscal en Catalunya sin tener presente la idea nacional de España».

Daba así la razón con sus actos a quienes sostuvieron siempre que el gobierno exigió que la Fiscalía General del Estado actuara contra Mas; es decir que convirtiera en judicial un asunto político. Rajoy negó entodo momento que el gobierno presionara a la fiscalía. Pero las negaciones de Rajoy valen lo que sus afirmaciones: nada. La prueba la dio el propio Fiscal General al dimitir unos días después de actuar alegando "razones personales". Por muy clara que tuviera la "idea nacional española" el señor fiscal no debía parecérselo así a los gobernantes que lo han sustituido de inmediato por una fiscal de quien deben de fiarse más porque es decidida opositora al aborto.

En sus autos, el TSJC admite la querella (hay varias) por los supuestos delitos de desobediencia y quizá también prevaricación y malversación. Se le puede caer el pelo al trío de querellad@s.

De los tres ilícitos el que tiene más carga política es el de desobediencia. La desobediencia es de los pocos delitos que tiene buena prensa. Todo el mundo sabe que las leyes pueden ser injustas y, a veces, ante la insistencia del poder político por aplicarlas, algunos piensan que por razones de conciencia no se deben obedecer. Nace así la desobediencia civil, que es una práctica democrática con una larga tradición y gracias a la cual se han conseguido cosas importantes como la igualdad de derechos civiles de negros y blancos en los Estados Unidos o la independencia de la India, por no citar sino dos casos muy conocidos.

La desobediencia civil tiene detractores y partidarios, que, incluso, pueden cambiar de actitud según los ejemplos de que se trate. Los primeros se aferran a la vigencia de la norma positiva; los segundos, a cuestiones de legitimidad, de norma moral. Y el enfrentamiento tiene consecuencias políticas siempre.

La decisión del gobierno de ir por la vía represiva deja abierto todo el campo a un movimiento de (más) desobediencia civil en Cataluña. Digo "más" porque el del 9N ya lo fue. Incluso lo ha bautizado él mismo como desobediencia. Ya ha puesto a Mas en un camino de no retorno. Es ahora el líder que encabeza la emancipación de su pueblo y que puede ser procesado e inhabilitado por el superior poder de la justicia española. Un líder y un mártir. No es una actitud muy inteligente porque viene a reforzar la idea de que el gobierno no solamente no está dispuesto a negociar nada sino que, si los soberanistas insisten en su empeño, pueden acabar inhabilitados o peor, entre rejas. Como Otegi.

Ante esa cerrazón las elecciones anticipadas son inevitables y su contenido plebiscitario irrefutable. El gobierno ha puesto en bandeja a los soberanistas catalanes la realización de un referéndum de autodeterminación de hecho y con consecuencias jurídicas. ¿Cuáles? Pues, según cuál sea el resultado (un resultado del que va a estar pendiente todo el mundo), una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que no se sabe muy bien cómo podrán gestionar los dos partidos dinásticos incapaces hasta ahora de dar una respuesta sensata y viable a la cuestión catalana.

dimecres, 7 de gener del 2015

La Gran Nación.

El Rey ve con optimismo el futuro de la “Gran Nación” española, titula la pieza un poco pasmado El País que pone la expresión Gran Nación entrecomillada. Sí, claro, suena como una consigna hueca. Y lo es. El Rey la repite como un papagayo. Ya se la he oído tres veces en los últimos dos meses. Antes se la había oído innumerables a Rajoy que será quien ordena que se la pongan al Rey en los discursos. Rajoy seguramente la sacó del título de un libro de conversaciones de Jaime Mayor Oreja con César Alonso de los Ríos titulado Esta gran nación (2007). Los políticos hablan incluso cuando escriben. Tienen poco tiempo. Hasta para pensar. Seguramente por eso Rajoy tomó el título el libro. Suena bien.

Tengo rastreada esta expresión de "gran nación" hasta Marcelino Menéndez Pelayo. Quizá se empleara antes; no lo sé. Pero no mucho antes porque esa nación en sentido moderno que se menciona aquí es témino originariamente afrancesado y doceañista, detestable para los conservadores. Entre tanto se ha revestido de dignidad y autoridad y por eso Menéndez Pelayo la califica de "gran". Pero que se revista de dignidad y autoridad hasta el punto de que la pronuncian los Reyes en los grandes momentos, no quiere decir que lo haya hecho también de sentido.

Porque, ¿qué significa "gran nación"? ¿Cómo se mide la grandeza de una nación? ¿Hay criterios objetivos? ¿Cómo se evalúan? ¿Se procede por comparación con otras?

Desde luego, no hay que buscar tres pies al gato. La expresión es una consigna. Está vacía de significado. Se dirige a los sentimientos. Es como un grito. Se usa por no arrancarse con un "¡Viva España!" porque no están los tiempos para gollerías. Así que déjense de bobadas y no se pongan quisquillosos tratando de averiguar qué sea una "gran nación". España, hombre, ¿no lo ven?

No, no lo ven. La gente se empeña en comportamientos mezquinos, quiere saber a qué se refieren sus gobernantes y reyes cuando repiten como carracas que el país es una "gran nación". Eso los que no aplican directamente el sabio refrán de "dime de qué presumes...". Los otros, los inquisitivos, se empeñan en consultar las estadísticas, los datos, los índices, y compararlos con los de otros países europeos. La situación del nuestro es mediocre tirando a triste. Estamos en los primeros puestos de todas las desgracias, como paro, paro juvenil, precariedad, emigración, pobreza, salario mínimo más bajo, mas IVA y otros impuestos, peores servicios, precios más altos. Nos reñimos los lugares con Grecia y Portugal, lugares en los que nadie piensa como "grandes naciones".

Esto es coyuntural, dice el jefe. La crisis se ha cebado en España por culpa del despilfarro anárquico de los socialistas y ha causado un bajón en la prolongada trayectoria ascendente de esta "gran nación". Pero la gente sigue siendo escéptica. Le dicen que no mire el lamentable presente sino que contemple la trayectoria. Y es lo que hace para comprobar que en los últimos doscientos años tampoco ha brillado la nación española como grande ni como mediana y, en momentos, ni como pequeña, como cuando Lord Salisbury la daba por "moribunda" en 1898.
 
La consigna España es una "gran nación" no tiene nada que ver con la realidad, por eso la emplea también Cospedal y acabarán empleándola todos los segundos niveles, como aquella jaculatoria de Franco de "Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista".
 
Un último dato sobre la "gran nación" española. Si una nación no puede recuperar un enclave territorial que considera militarmente estratégico y simbólicamente esencial como parte de su integridad, esto es, Gibraltar, ¿puede llamarse "gran nación" sin caer en el ridículo?
 
Hasta que España no se vea como es y no deje de llamarse cosas que no es no saldrá del marasmo.

dilluns, 22 de desembre del 2014

Muros y puentes.


¡Ah, las palabras, qué traidoras son! Son las ventanas por las que los oyentes escudriñan nuestros más recónditos pensamientos. Muros y puentes es el titular del multitudinario acto de ayer de Podemos en Vall d'Hebron. Una manida simpleza de este calibre, más propia de la oratoria de la vieja política, resume el contenido de lo que Pablo Iglesias fue a decir a los catalanes y, por encima de sus cabezas, al conjunto de los españoles, su verdadera audiencia. Son términos que aparecen mucho en los discursos conciliadores de los nacionalistas españoles menos cerriles, en el bien entendido de que los muros siempre los erigen otros y los puentes, símbolo de unión, nosotros. Un discurso simple y vacío porque ni los muros los erigen siempre los otros, ni los puentes sirven siempre para unir. Que se lo pregunten a los pobres efrainitas. Admitido, la intención es otra; es buena. Pero las malditas palabras tienen fondo. Las que se dicen y las que no se dicen. Las palabras son traidoras pero los silencios, a veces, son mortales.

Podemos acudió ayer a Barcelona en una cita forzosa pero poco apetecida porque obligaba a retratarse en el escabroso asunto del soberanismo, sabiendo que lo que allí se diga tendrá un impacto considerable aquí. Así, Iglesias ha sido muy explícito y ha llevado el discurso de Podemos al límite mismo al que llega la izquierda radical española. Hasta defender el derecho a decidir, que es bastante aquí, en donde no lo defiende ni el PSOE; pero no lo es tanto allí pues cuenta con el apoyo hasta del PSC. Falta una palabra, hay un silencio: derecho a decidir ¿quiénes? y ¿qué? Da la impresión de que Podemos se apunta al referéndum español, pero no al catalán. Dicho en términos crudos: los catalanes pueden decidir pero como españoles.

Y decidir ¿qué? La CUP lanzó una pregunta en las redes sobre si Podemos se comprometía con un referéndum de independencia y quedó sin respuesta directa. Iglesias dice que no quiere la independencia de Cataluña, lo cual está muy bien. Palinuro tampoco. Pero la cuestión es: ¿defendemos o no el derecho de los catalanes a decidir por su cuenta sobre ello? Palinuro, sí. Podemos da la impresión de que no.

A partir de aquí, las consideraciones sobre si se es o no una nación resultan inútiles. Iglesias reconoce que España es un país de países, un país de naciones. De acuerdo. Incluso nación de naciones. A Palinuro no le duelen prendas como a Vidal Quadras quien decía que una "nación de naciones" es una imposibilidad metafísica, como si no existieran los conjuntos de conjuntos. Pero las naciones tienen derechos. Por eso el Tribunal Constitucional español se niega en redondo a reconocer a los catalanes todo atisbo de condición nacional... por si los derechos. Quien, sin embargo, reconoce el carácter nacional tendrá que reconocer los derechos.

Aparte de estas cuestiones más bien abstractas, pero significativas, el discurso entró en el cuerpo a cuerpo y ahí ya las palabras se convirtieron en puñaladas. Pero no está claro quién las recibió. Iglesias dijo que no se le vería darse un un abrazo con Rajoy o con Mas. Lo peor no es que ataque indirectamente a David Fernández, el de las CUPs, cosa nada elegante dado el contexto del abrazo de Mas y Fernández. Lo peor es que compare a Rajoy con Mas, que muestre tal desconocimiento del apoyo de que goza Mas en comparación con Rajoy, el presidente peor valorado de la historia de la democracia. Sobre todo que pase por alto que mientras Mas corre el riesgo de verse procesado por sus ideas y sus decisiones como gobernante, Rajoy es quien interfiere sistemáticamente en la justicia para ponerla a su servicio tanto personal como de partido. Equipararlos es igualar a la víctima con el victimario. Y eso no es de recibo.

Peor aun cuando compara a Mas con Esperanza Aguirre en Madrid. Parece imposible hacer comprender a un nacionalista español, por muy de izquierda que sea, que Cataluña es una nación y Madrid una comunidad autónoma, y no mucho. Y parece impsible hasta para quien reconoce el principio nacional claramente pero luego no lo aplica y en el fondo no distingue entre nación y región. Añádase de nuevo a ello que Mas está pendiente de los tribunales igual que la señora Aguirre, pero por sus ideas políticas, cosa que siempre merece respeto, y no como la otra, por chulería y abuso de autoridad.

Dice Podemos que la casta ha insultado a los catalanes. Tampoco es enteramente justo. Si por casta se refiere a Rajoy y el PP, no hay duda: desde el écheme una firmita aquí contra los catalanes hasta llamar a la Diada de 2012 una algarabía, pasando por el españolizar a los niños catalanes, no han hecho otra cosa que insultar. En el PSOE la cosa es más matizada. Quizá los socialistas no atinen a comprender la cuestión soberanista y propongan soluciones insuficientes, inadecuadas o improbables. Pero no tienen ánimo injurioso, no van insultando, aunque en su ceguera españolista a veces lo parezca. No hacer esta distinción puede ser cómodo a la hora de practicar la famosa amalgama autoritaria para justificar posteriores desmanes (todo es "casta"; todo es ETA), pero no es justo ni respetable.
 
Por lo demás, comparar a Mas con Rajoy, ¿no es una forma de insulto?

dimecres, 19 de novembre del 2014

¿Viva España desde la izquierda?


Hoy, a las 18:30 de la tarde, en la Fundación Ortega/Marañón, sita en la madrileña calle Fortuny, 53, presentamos este interesante libro entre Beatriz Talegón, Ismael Crespo, Jaume Ferri, el autor y un servidor.
 
El interés de la materia es indudable: la pretensión de fabricar un nacionalismo, un patriotismo españoles pero no al uso de la derecha rancia, nacionalcatólica que ha monopolizado el sentimiento nacional español en los últimos 400 años, sino al de una mentalidad progresista, abierta, liberal y de izquierdas.
 
Si los lectores tienen dudas, yo también; así que, quien se anime a asistir, a lo mejor se encuentra con un debate interesante. En todo caso, la presencia de Beatriz, a quien agradezco muchísimo que venga, también dará ocasión para intuir por dónde va esta izquierda, nacional o no nacional, que, o se renueva o perece.

diumenge, 16 de novembre del 2014

La Gran Nación



De pedigüeño trató Aznar a Felipe González cuando este negociaba los fondos de cohesión de la UE hace años. Hoy, y en las antípodas, Rajoy le sablea un saludo forzado a Obama en el G-20. No está mal. El país ha pasado de ser "pedigüeño" a ser "sablista". Es el imparable ascenso de la Marca España. La imagen que publica el periódico es demoledora para el autoaprecio nacional. Obsérvense los dos o tres primeros minutos del vídeo. El gesto obsequioso del español, la displicencia del inglés, la sorpresa contenida del gringo. Relaciones internacionales en estado puro.

Y nacionales. La reunión australiana del G-20 ha venido a Rajoy de perilla para poner tierra y océanos por medio del problema que tiene en casa y no sabe resolver. Pero su condición moral e intelectual lo delata. El hombre que trata a los soberanistas catalanes (cuando menos, 2,2 millones) hostil y despreciativamente; el que manda a la gente al paro o a la emigración; el que rebaja todas las prestaciones sociales de todo tipo, recorta la sanidad, la educación, las pensiones, abandona a los dependientes y maltrata a los inmigrantes; el que es duro y despiadado con los débiles, es un tiralevitas con los poderosos.

(La imagen es una captura del vídeo de Público.es)

dilluns, 13 d’octubre del 2014

Un día es un día.


El 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, es también la fiesta de la nación española. El nombre del día ha cambiado con los años. Anteriormente, en tiempos del franquismo, fue llamado Día de la Hispanidad, ese invento del cura Zacarías de Vizcarra que recogería Ramiro de Maeztu, propagándolo en su Defensa de Hispanidad. Antes, la festividad se llamó "Día de la Raza" en los tiempos de Alfonso XIII, denominación que conservó la República y que todavía hoy se mantiene en algunos países latinoamericanos. El título actual de Fiesta de la Nación Española lleva una clara intencionalidad, situar el origen de la nación española en 1492 con sus dos acontecimientos históricos: de un lado, la toma de Granada, fin oficial de la guerra contra el sarraceno, llamada Reconquista, y perla de la unión de las coronas de Castilla y Aragón. Del otro el descubrimiento de América. Este es la única aportación de España al acervo de la Humanidad. De lo que vino después no hay por qué enorgullecerse y hasta el llamado "descubrimiento" despierta muy duras críticas. Sin embargo, estas no se refieren al descubrimiento en sí, sino a lo que se hizo después con lo "descubierto". Pero, en sí mismo, el hallazgo, el descubrimiento, fue un hecho que cambió la historia del mundo. Si sobre eso y la unión de Castilla y Aragón puede fundarse una idea de nación es asunto siempre discutido. Otros prefieren localizarla en la guerra contra los franceses, llamada "de la independencia".

En todo caso, ya es mala pata que el mismo día se celebre el Pilar y el Día de las Fuerzas Armadas, los dos elementos esenciales del nacionalcatolicismo, concepción de una nación que se ve como la de la espada y la cruz, evangelizadora y aniquiladora de pueblos enteros. Día de la Raza, cómo no, aunque sea un verdadero dislate. Orgullo a raudales. Sostenella y no enmendalla.

La celebración de ayer fue una amarga lección para esa nación española, un baño de realidad en contraste con sus ilusiones, magnificadas por los medios de comunicación a su servicio. Un episodio más de esa fabulosa capacidad de los españoles de no entender el mundo que los rodea. Dado el ascenso del independentismo catalán, las fuerzas políticas y sociales que se oponen a la consulta del 9N, partidarias de una Cataluña española, PP, UPyD, Cs. y una Sociedad Civil Catalana, convocaron un acto de afirmación nacional española en Barcelona, en la Plaza de Catalunya. Lo publicitaron abundantemente en los medios, pusieron autobuses para traer gentes de otras provincias y encima regalaban paraguas con los colores borbónicos. Pero no llenaron la plaza. Las diferencias de cálculo de asistencia son irrelevantes. Da igual que fueran veinte o treinta mil. Nada, comparado con los cientos de miles, millones que arrastran las convocatorias de Diada. No hay ni color. Lo de la Plaza de Catalunya ha sido un bofetón grandioso de la mayoría silenciosa. España tiene poco tirón en Cataluña.

En donde no hubo silencio fue en la concentración/provocación de los grupos fascistas y falangistas en Montjuic, en un acto de bravucones para quemar banderas esteladas, protegidos por los mossos d'esquadra. Ya se sabe que los nacionalistas españoles que se dicen civilizados, por ejemplo, los del PP, no quieren que se identifique su nación con la de estos bestias. Pero algo así es inevitable porque además de hablar un lenguaje parecido, en el PP no son infrecuentes manifestaciones de fascismo, franquismo o falangismo: nuevas generaciones, alcaldes de aquí o allí, concejales, algún diputado muestran esa vinculación sin que el partido haga nada por eliminarla. La presencia de estos energúmenos hizo flaco servicio a la nación por la que dicen estar dispuestos a sacrificar sus vidas y quizá también las ajenas, aunque sin decirlo. Por cada docena de fascistas en Montjuic quemando los colores catalanes y hablando de los "putos catalufos" salen cientos de independentistas.

Pero eso es Cataluña, territorio díscolo. En donde se festeja a modo la nación española es en Madrid, capital del imperio. ¿En dónde, si no? En Barcelona es impensable. Ver el ejército desfilar por la Diagonal seguramente se entendería bastante mal y es muy probable que no fuera nadie a presenciar el desfile. Bien es verdad que ayer tampoco había mucha gente en el paseo de Recoletos y el Prado. Algo más en la plaza de Neptuno que, en realidad, es de Cánovas del Castillo, en feliz coincidencia nacional. Y eso de aguantar a pie firme el marcial desfile de los bravos soldados, la maquinaria de guerra, las armas y hasta la inevitable cabra de la legión, no es algo que encienda en los madrileños el fervor patrio. El propio presidente del gobierno que hoy viste el cargo ante las tropas, consideraba hace unos años que el desfile era un "coñazo".

Un desfile militar en Madrid que, según parece, ha costado 800.000 euros, sin contar los aviones. Registrando en la memoria de Palinuro, encuentro un apunte del 12 de octubre de 2010 titulado El día nacional: la fiesta de la Hispanidad que habla de este asunto de los desfiles militares. Es un modo absurdo, casi estrambótico, de celebrar el día de una nación que no ha ganado una sola guerra internacional de alguna entidad hace más de doscientos años. Franco le daba mucha importancia, pero porque había ganado una guerra civil. Por eso el desfile se llamó siempre "desfile de la Victoria". ¿Cuál es hoy la victoria? ¿Sobre quién? Esta parada militar es un anacronismo absurdo y un dispendio. Propio de un país empeñado en fingir lo que no tiene: una conciencia nacional compartida.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).