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dilluns, 2 de març del 2015

La perillosa claredat catalana.


Suele comentarse en los tendidos de sol y en los de sombra que los de Podemos son de una ambigüedad exquisita en asuntos de Cataluña. No se comprometen con nada aquí y ahora. Desde luego, reconocen escrupulosamente el derecho a decidir de los catalanes, pero cuando toque, que es durante un por ahora indeterminado proceso constituyente en el cual y porque se vea que no nos duelen prendas "podrá discutirse de todo". En ese "todo", evidentemente, entra "todo", a ver si pillamos por dónde van los tiros. Muy bien, perfecto. Pero la cuestión no es de previsión, sino de visión. Lo dicho, aquí y ahora. ¿Pueden los catalanes ejercer el dret a decidir aquí y ahora? Pues no; pero no porque nosotros nos opongamos, sino porque la Constitución así lo dice, aunque esto no sea del todo cierto. Por eso proponemos un proceso constituyente en donde... (estribillo).  Se entiende la ambigüedad, pero también se entiende el enojo de quienes tienen la ambigüedad detrás de la oreja.
 
Por eso, sin duda, con ánimo de despejar nieblas y confusiones, la secretaria general de Podem, Ubasart, ha aprovechado la presentación de la organización y de su candidatura a las elecciones autonómicas/plebiscitarias de septiembre para aclarar las cosas. ¡Ah la claredat catalana! Y las ha dejado igual de turbias y confusas que antes. O peor, pues ahora ya está dicho que se respeta el derecho de autodeterminación siempre que se ejerza ad calendas graecas.
 
Podem irá por su cuenta a dar la vuelta al tablero político porque "el momento es ahora", ya se sabe. ¿Y respecto a Cataluña? Apoya y defiende el dret a decidir y hasta la autodeterminación de los catalanes (supuesto que sean algo distinto) y hará todo lo posible porque pueda celebrarse un referéndum sobre la cuestión. ¿Cuándo? Ahí ya se pierde claridad. No se sabe si antes, durante o después del proceso constituyente. Más parece después por cuanto dice abogar por una reforma de la Constitución "en clave plurinacional". Es muy difícil de determinar qué quiera decir "en clave plurinacional", aunque suena un poco como ese plan de organización confederal del Estado que andan apañando los de ICV-EUiA.
 
En resumen, la claridad catalana sigue siendo ambigüedad española. El discurso de Ubasart suena mal a oídos nacionalistas catalanes pero suena peor a oídos nacionalistas españoles. Lo cual es problemático para un partido que eleva el patriotismo a eje de su discurso.   

dimecres, 7 de gener del 2015

La Gran Nación.

El Rey ve con optimismo el futuro de la “Gran Nación” española, titula la pieza un poco pasmado El País que pone la expresión Gran Nación entrecomillada. Sí, claro, suena como una consigna hueca. Y lo es. El Rey la repite como un papagayo. Ya se la he oído tres veces en los últimos dos meses. Antes se la había oído innumerables a Rajoy que será quien ordena que se la pongan al Rey en los discursos. Rajoy seguramente la sacó del título de un libro de conversaciones de Jaime Mayor Oreja con César Alonso de los Ríos titulado Esta gran nación (2007). Los políticos hablan incluso cuando escriben. Tienen poco tiempo. Hasta para pensar. Seguramente por eso Rajoy tomó el título el libro. Suena bien.

Tengo rastreada esta expresión de "gran nación" hasta Marcelino Menéndez Pelayo. Quizá se empleara antes; no lo sé. Pero no mucho antes porque esa nación en sentido moderno que se menciona aquí es témino originariamente afrancesado y doceañista, detestable para los conservadores. Entre tanto se ha revestido de dignidad y autoridad y por eso Menéndez Pelayo la califica de "gran". Pero que se revista de dignidad y autoridad hasta el punto de que la pronuncian los Reyes en los grandes momentos, no quiere decir que lo haya hecho también de sentido.

Porque, ¿qué significa "gran nación"? ¿Cómo se mide la grandeza de una nación? ¿Hay criterios objetivos? ¿Cómo se evalúan? ¿Se procede por comparación con otras?

Desde luego, no hay que buscar tres pies al gato. La expresión es una consigna. Está vacía de significado. Se dirige a los sentimientos. Es como un grito. Se usa por no arrancarse con un "¡Viva España!" porque no están los tiempos para gollerías. Así que déjense de bobadas y no se pongan quisquillosos tratando de averiguar qué sea una "gran nación". España, hombre, ¿no lo ven?

No, no lo ven. La gente se empeña en comportamientos mezquinos, quiere saber a qué se refieren sus gobernantes y reyes cuando repiten como carracas que el país es una "gran nación". Eso los que no aplican directamente el sabio refrán de "dime de qué presumes...". Los otros, los inquisitivos, se empeñan en consultar las estadísticas, los datos, los índices, y compararlos con los de otros países europeos. La situación del nuestro es mediocre tirando a triste. Estamos en los primeros puestos de todas las desgracias, como paro, paro juvenil, precariedad, emigración, pobreza, salario mínimo más bajo, mas IVA y otros impuestos, peores servicios, precios más altos. Nos reñimos los lugares con Grecia y Portugal, lugares en los que nadie piensa como "grandes naciones".

Esto es coyuntural, dice el jefe. La crisis se ha cebado en España por culpa del despilfarro anárquico de los socialistas y ha causado un bajón en la prolongada trayectoria ascendente de esta "gran nación". Pero la gente sigue siendo escéptica. Le dicen que no mire el lamentable presente sino que contemple la trayectoria. Y es lo que hace para comprobar que en los últimos doscientos años tampoco ha brillado la nación española como grande ni como mediana y, en momentos, ni como pequeña, como cuando Lord Salisbury la daba por "moribunda" en 1898.
 
La consigna España es una "gran nación" no tiene nada que ver con la realidad, por eso la emplea también Cospedal y acabarán empleándola todos los segundos niveles, como aquella jaculatoria de Franco de "Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista".
 
Un último dato sobre la "gran nación" española. Si una nación no puede recuperar un enclave territorial que considera militarmente estratégico y simbólicamente esencial como parte de su integridad, esto es, Gibraltar, ¿puede llamarse "gran nación" sin caer en el ridículo?
 
Hasta que España no se vea como es y no deje de llamarse cosas que no es no saldrá del marasmo.

dimarts, 7 de gener del 2014

Ser español.

En la última novela de la quinta serie de los Episodios Nacionales, Cánovas, se cuenta la célebre anécdota de cuando un par de miembros de la Comisión constitucional vinieron a preguntar al presidente del Consejo cómo había de rezar el artículo de la Constitución que definiera la condición de español. Según Proteo ("Tito") Liviano, o sea el propio Pérez Galdós, Cánovas contestó de mal humor: Pongan ustedes que son españoles... los que no pueden ser otra cosa. Ignoro qué grado de verosimilitud tiene el relato de una fuente literaria. No conozco otra. Al fin y al cabo, Tito Liviano contaba la historia de España en un espíritu canovista, la "externa" y la "interna". Pero si la anécdota no es cierta, refleja un estado de ánimo de las clases dominantes en la primera Restauración y, por extensión, del país en su conjunto. La depresión que arrastraba España desde su brusca desaparición del concierto internacional a partir de las guerras napoleónicas y se exasperó en el 98, cuando la conciencia del desastre, dio nombre a una generación obsesivamente preocupada por el ser de España, la que hablaba de la invertebración, de las dos Españas, el fanatismo, el cainismo, el abandono, el atraso de los españoles. Las pugnas de castizos y regeneracionistas que reproducían las de patriotas y afrancesados, serviles y constitucionalistas.

De ahí viene, y de más atrás, esa desconfianza de los españoles en sí mismos, esa falta de fe en la Nación española, como "proyecto colectivo", si se me permite la ñoñería. Viene esa incredulidad que se combate fieramente desde la derecha apuntando a los Reyes Católicos y al hecho de que España sea "la primera nación de Europa" y desde la izquierda (al menos, sus sectores liberales) señalando Cádiz y la Constitución de 1812. Se predica un patriotismo integrista y otro liberal que coinciden en afirmar la existencia de la nación española que no acaba de cuajar de forma indudable entre la población. No, al menos, en la medida en que lo ha hecho en Francia, en Alemania, en Gran Bretaña, a pesar del referéndum de Escocia (o, quizá, precisamente por él), incluso Italia. Los dos nacionalismos españoles se ampararon en la idea alemana del patriotismo constitucional, que no ha tenido mucho éxito tampoco y están desnudos de justificación ideológica. No hay un relato español único y glorioso. Recuérdese la cacofonía de los fastos del quinto centenario.

No hay una idea de España comúnmente compartida, nos pongamos como nos pongamos. Hay un patriotismo de pandereta que convive con una pobrísima autopercepción de los españoles. Es un nacionalismo, si se quiere, basado en un excepcionalismo negativo: España es un desastre. La prueba es que un ensayo que se llamara ¿qué es España? seguramente sería un éxito de ventas, cosa inimaginable para una obra que se titulara ¿Qué es Francia? O Alemania. Eso se da por sabido. En España, no.

 Es comprensible que los políticos sostengan, como hace Rajoy, que la idea de Nación (obviamente referida a España) es indiscutida e indiscutible. Les va el sueldo en ello. Pero no es cierto. La idea de Nación española se discute mucho, muchísimo y es obvio, por tanto, que es discutible. Reflexionar sobre esta evidente contradicción quizá ayude a la derecha gobernante a entender por qué su gobierno suscita tanta oposición, tanto rechazo y una valoración tan baja de la ciudadanía.

Justamente porque está reproduciendo el modelo del nacionalismo integrista, excluyente que impide la forja de una conciencia de nación compartida, cosa que solo puede hacerse voluntariamente, de grado y no a la fuerza. Porque ha vuelto a la vieja y catastrófica actitud de identificar nacionalismo español y nacionalcatolicismo.

La guerra civil fue un momento atroz, un despeñarse colectivo por el precipicio de la barbarie. Pero, dice la derecha, pasó hace 78 años, por favor. Hay que olvidar, dejar que cicatricen las heridas y no reabrirlas. Muy bonito pero falso porque la guerra no terminó en 1939  sino 36 años más tarde, con la muerte del tirano que gobernó España como vencedor. Los vencedores organizaron el país, desde las instituciones a las creencias a su antojo, sin un asomo de clemencia con los vencidos, mucho menos de reconciliación. El Valle de los Caídos es en realidad un insulto más a los derrotados, un triunfo con los vencidos a los pies de los vencedores. Media España (o un cuarto) gobernaba al resto pero sin permitirle participar o decidir. Al contrario, imponiéndole todas sus convicciones de clase, grupo, secta a confesión. En realidad, era un ejemplo patente de que la política de la Dictadura fue la continuación de la guerra por otros medios.

¿Ven por qué es tan importante condenar la Dictadura y separarse tajantemente de su espiritu? Para empezar a hacer creíble el discurso nacional. Y no se engañen. El reciente giro del PSOE a posiciones nacionales españolas no quiere decir que estas estén resurgiendo. Solo refleja el seguidismo de la dirección socialista que teme por sus fortunas electorales si no muestra un unitarismo libre de toda veleidad separatista. Nada más. La cosa está mucho peor que nunca cuando el ministro de Justicia no tiene empacho en convertir sus convicciones personales en ley de obligado cumplimiento, una barbaridad que nos retrotrae a la Paz de Westfalia de 1648, incluso a la de Augsburgo de 1515, cuando se proclamó aquel principio del cuius regio, eius religio que, si suponía una liberación frente a las pretensiones católicas imperiales, consagraba el derecho de los gobernantes a determinar las creencias de sus súbditos. Como Gallardón, el progresista.

La retórica de la Nación española seguirá siendo huera y carecerá de fuerza y apoyo genuinos mientras, en lugar de condenar sin ambages la Dictadura, de hacer justicia a sus víctimas, de exponer las responsabilidades en que se incurrieron en su momento, de separar la iglesia del Estado, los gobernantes se dediquen a imitarla, a proseguir su empeñó de imponer a la fuerza a todos los españoles sus creencias, sus convicciones personales, o, lo dicho,  de clase, grupo, secta a confesión

¿No ven que con el nacionalcatolicismo van a dejarnos a todos sin país? ¿Han preguntado qué piensan las iglesias católicas vasca y catalana? ¿No ven que plantean mal el problema nacional y cuanto más porfíen peor estará?

(La imagen es un cuadro de Josep Cusachs i Cusachs, militar y pintor catalán, bastante popular en su época, acendradamente español. Este Santiago el Mayor (menos agresivo que la iconografía tradicional, pues muestra al apóstol no blandiendo la espada sobre infieles, sino alzándola como cruz) es precisamente de 1898).

divendres, 1 de febrer del 2013

Visión de un nacionalista español atípico.




No lo tome la lectora a mal si comparto con ella este vídeo de un servidor sobre la llamada "cuestión catalana" que, en realidad, es también "cuestión española", quizá más. El punto de vista que en él se expone y ha sido el mío de siempre, no suele encontrarse en los medios de comunicación españoles. "No suele" es un understatement: no aparece nunca en los medios de la derecha ni de la izquierda. Es una posición (o discurso, como dicen l@s leid@s) invisible e inaudible. Está, sí, parcialmente presente, en Cataluña y el País Vasco en boca de gentes que no se consideran españolas. Pero en absoluto en España y argumentado por gentes que, como yo, se consideran españolas. Hagan la prueba: traten de defender este punto de vista en cualquier medio español de derecha, de centro o de izquierda. ¡Si todavía me acuerdo de cómo me echaron de una patada de El periódico de Cataluña por mostrar una cauta simpatía por el Pacto de Lizarra! Y voto a tal que El Periódico es un idem de izquierda. La prueba es que escribe Catalunya en castellano. Ahí es nada. Solo en lugares como La Tuerka, de TeleK con la que me honro en colaborar pueden defenderse libremente estas ideas.

La originalidad del vídeo, tengo la osadía de pensar, radica en que siendo un enfoque nacionalista español abierto, democrático y de izquierda, reconoce el derecho de autodeterminación de otras naciones del Estado. No es que lo tolere, no. Es que lo reconoce como preexistente y no dependiente de tolerancia o permiso ajenas algunas; y aboga porque sus titulares lo ejerzan en un clima de entendimiento democrático y mutuo respeto.

Desde el punto de vista del nacionalismo español de la derecha nacionalcatólica más reaccionaria, el de Palinuro equivale a una alta traición a los intereses de una Patria española definida en términos de cuarto de banderas, sacristía y, hoy, las cloacas financieras, repletas de sobres. Desde el punto de vista de Palinuro es el verdadero nacionalismo patriótico, muy superior al que la larga línea de persas, serviles, tradicionalistas, facistas, falangistas y últimamente neoliberales, ha impuesto a nuestro desgraciado país, pues se basa en una concepción de España integrada por las gentes y tierras que voluntariamente quieran pertenecer a ella. Ese es el éxito de naciones y Estados como Alemania, Francia o los Estados Unidos: sus partes componentes quieren serlo por voluntad propia, no a base de decretos de nueva, novísima y requetenovísima planta.

divendres, 16 de novembre del 2012

De aquí a Lima

  • Jérez de la Frontera acoge el Foro de la comunicación

  • ¡Ah, la Hispanidad! En este año de gracia de 2012, España ha celebrado sus mayores efémerides, la que le da el ser como nación, el 12 de octubre de 1492, y la que dota de conciencia a ese ser el 19 de marzo de 1812, la Pepa. La primera fiesta ha ido desmejorando con el tiempo. Fue en su momento Día de la Raza, nada menos (aún lo es en alguna nación hermana, tengo entendido), pasó luego a Día de la Hispanidad y ha terminado siendo Día de la Fiesta Nacional de España. El segundo centenario de La Pepa ha encendido mucho los ánimos patrióticos, excepto en las sempiternas zonas irredentas de Vasconia y Cataluña. Aprovechando el fervor nacional español y contra mucho pronóstico en contra, este finde se celebra la XXII Cumbre de la Comunidad Hispanoamericana de Naciones, ese enteco remedo de la Commonwealth británica.Y se celebra en Cádiz. Naturalmente. La cuna de la conciencia nacional española. En un clima de sobresaltos y múltiples desencuentros. Faltan la Argentina, Venezuela, Paraguay, Uruguay por lo menos. Y a los que vienen, prácticamente ha habido que traerlos por la solapa. El Rey comprometió a la brasileña y al chileno; los príncipes anduvieron por Panamá y el Ecuador y hasta la Reina tuvo el tronío de presentarse en Bolivia, of all the places in the world. El País da cumplida y ditirámbica cuenta de ello, El Rey se ha movilizado para intentar garantizar el éxito del cónclave
    Esta Comunidad es un languideciente intento de España de alzarse con un liderazgo hispánico que no puede sustentar en nada sólido. Y tiene un anecdotario a tono con su condición, siendo el momento más célebre el ¿Por qué no te callas? del Borbón al compañero Hugo Chávez. Entre otras melancólicas decisiones que esta XXII Cumbre ha de tomar está la de dotarse de carácter bienal, como el festival de Cannes, pero muchos menos focos. Esa decisión es el RIP del invento.
    Así que, en evitación de este siniestro vaticinio, un Foro de la Comunicación se ha reunido en Jerez de la Frontera ("allí donde te llamas Domeq o eres caballo o no eres nada") para recuperar el nervio español, enarbolar la bandera de la Hispanidad, de la Raza; perdón, de la Lengua. Para decir a los compas de Cádiz lo que hay que hacer. Estaban, entre otros, el presidente de EFE, Vera, el de RTVE, López-Echenique (la misma RTVE anima a incrustrar el vídeo en las webs), el de Prisa, Cebrián y el ministro de Exteriores, García-Margallo un verdadero, potente lobby en favor ¿de qué?
    ¿De la lengua y la cultura españolas? No. De la empresa. El tal foro de la comunicación es un invento empresarial, al menos este. Y su finalidad es hacer negocios o, como dicen los negociantes, estudiar las oportunidades. Lo que sucede es que la materia prima con la que estos prohombres quieren hacer negocios es... la lengua común.
    Llegados aquí, se les enciende el estro patriótico y empiezan a desbarrar. Sobre todo García Margallo, tan aficionado a las teóricas. Hay que ver qué cantidad de disparates puede decir alguien. Según el ministro, el español es la segunda lengua del mundo. No sé qué ni cómo cuenta este hombre pero el chino, el árabe y el inglés van muy, muy por delante. Salvo que quiera decir que es la segunda por sus valores intrínsecos, en cuyo caso no veo por qué no nos pedimos primer. Dice asimismo el ministro que los estudiantes de español son el doble de los de las demás lenguas. Asombroso para dicho por alguien de un país que aspira a tener la enseñanza bilingüe, inglés/español. Asombroso. 
    Pero el que mejor ha estado ha sido Cebrián. Por no quedarse detrás de Margallo y dar un toque empírico, cuantitativo, indubitable a sus propósitos, habla de 650 millones de hispanohablantes que no sé de dónde le salen. Según los últimos censos, la población de la América hispana y España es de casi 424 millones. Aunque sumemos los guineanos, los saharauis, y los hispanos de los EEUU no llegamos a 460. Supongo que Cebrián no contará a los filipinos, que saben tanto español como yo tagalo.
    Pero lo bueno de la intervención de Cebrián ha estado en otros puntos, en una especie de furor declarativo que padece, como si estuviera indignado consigo mismo, su profesión, su vida que lo lleva a vaticinar una y otra vez el hundimiento de la casa Usher de la prensa de papel, cada vez en tonos más mesiánicos, apocalíticos, ridículos. La prensa de papel se hunde como si fuera de plomo y con ella, cómo no, el periódico que estaba y está bajo su responsabilidad. Cada vez que habla Cebrián, el del millón de euros al mes, es como si doblaran las campanas para aquellos periodistas que se han salvado del último ERE. En mi opinión, este hombre ha perdido el oremus, víctima de su codicia.
    En fin, todos han coincidido en lamentar la desidia hispánica a la hora de aprovechar esa mina, esa fuente de riqueza que es la lengua común. Han utilizado el verbo aprovechar. ¿Ven lo que se decía al principio? Estas buenas gentes no tienen una sola idea acerca de la lengua y la cultura españolas/hispánicas que no sea estrictamente mercantil. Pero quieren servir de inspiración y acicate a los asistentes a la XXII Cumbre. Y por eso proponen crear un instituto nuevo, dotarlo de una presidencia y dársela a algún figurón. Una idea tan original como factible. Un Supercervantes. Un ente cuyo primer problema, seguro, sería el nombre.
    Y Cebrián ha ido más allá y, a propósito de no sé qué, ha dejado dicho que, en materia de comunicación, "este Gobierno ha sido más neutral y hay que reconocerlo. Es una nueva posición absolutamente democrática",. Obvio. Quiere decir que no apoya a la competencia porque el ABC, La Razón y El Mundo no son su competencia. Pero ¿puede alguien honradamente llamar "neutral" a un gobierno que ha entrado a saco en los medios audivisuales, ha cambiado la Ley de RTVE para imponer a su hombre en la presidencia, ha purgado todas las redacciones de desafectos, supuestos desafectos y tibios y ha dejado la TVE1 a la altura de Telemadrid?
    Ahora se entiende aquel famoso artículo de Cebrián del 18 de julio de 2011, tratando altivamente de botarate a Zapatero y exigiéndole adelantar las elecciones, cosa que el otro hizo ovinamente, en el mayor de los muchos errores que cometió en su segundo mandato. Las elecciones anticipadas eran el objetivo esencial del PP y, con su artículo, Cebrián venía a demostrar su opción por él. Supongo que es algo que se da de modo natural cuando uno se asigna un pellizco de un millón de euros al mes en una empresa a la que ha conducido prácticamente a la ruina.

    diumenge, 10 de juny del 2012

    Ubú el polaco.


    La indignación ha pasado de los perroflautas al conjunto de la sociedad. Y hasta la furia. ¿Cómo puede el presidente del gobierno no comparecer el día en que se admite oficialmente que España, el país que supuestamente gobierna, está intervenido? Comparecer solo o acompañado por si alguien pregunta algún dato concreto. Dar la cara ante la opinión; ofrecer alguna explicación. Decir: "señores, me equivoqué" o "señores, no me equivoqué pues ya lo había dicho" o "señores esto no hay quien lo entienda". Algo. Por el contrario, Rajoy se esconde, enmudece, se acobarda y, siguiendo inveterada costumbre, envía a un segundo a hacer lo que tendría que hacer él si tuviera agallas o ese "cuajo" del que presumía en el vestuario. Esa evidente cobardía es la que indigna a la gente a la que han aburrido con la cantinela del liderazgo, la firmeza, la decisión, la determinación, frente a un Zapatero errático, pusilánime, improvisador, zascandil. Pero el puisilánime dio la cara y el del liderazgo la escondió. De ahí la indignación.
    ¿Y la furia, incluso la rabia? Estas vienen del propósito del mismo escurridizo personaje de mantener su viaje a Polonia, a ver el fútbol. Alguno de sus asesores ha debido soplarle que lo mejor es hacer como si no pasara nada. O quizá se le haya ocurrido a él. ¿Qué sucede? Somos tan buenos que salimos al mercado y este corre a astillarnos 100.000 millones de euros porque España es un país serio. Así pues, no me molesten, que voy a hacer patria a Polonia pues, ¿quién ignora que el fútbol es la patria de los españoles como Dios manda?
    Ya dijo él que no estábamos al borde del precipicio, que el país no necesitaba rescate. Lo repite el pobre Guindos (lo de pobre en el plano moral, claro) como el eco: no es un rescate; es un préstamo en condiciones muy ventajosas. Pero toda la prensa internacional lo llama "rescate" (bail out). Pues bien, en lugar de quedarse aquí a explicar a la ciudadanía cómo es que un bail out no es un rescate, Rajoy se va a hacer patria a gritos en Polonia. No es casualidad: Ubú, como se sabe, al que Rajoy se parece mucho, es Rey de Polonia.
    Ubú: no iba a subir los impuestos, no iba a recortar la sanidad ni la educación, no iba a dedicar dinero público a la banca, no iba a tocar las pensiones, jamás subiría el IVA, no dejaría caer España ni iba a tolerar un rescate porque España es una gran nación.  Y él diría siempre la verdad a los españoles y llamaría al pan, pan y al vino, vino. Y la burla más insólita, hace 24 horas: quien quisiera saber algo, que le preguntara a él. Ubú.
    Entiendo la furia, entiendo la rabia, la desesperación, la amargura de la impotencia. Todo eso forma parte de la cultura política de los españoles, acostumbrados a que la derecha en el gobierno diga una cosa, haga la contraria, no dé cuentas de sus actos y acuse a los adversarios de hacer lo que está ella haciendo.
    Lo entiendo todo. Pero hay algo incontrovertible: cada país tiene los gobernantes que se merece.
    (La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

    dimarts, 3 d’abril del 2012

    España, ese protectorado.

    Nunca es tan evidente la distancia entre lo que dice y lo que hace la derecha como cuando enarbola la bandera dizque nacional y entona melopeas patrióticas, hablando de España, unidad de destino en lo universal, madre de naciones, fundadora de imperios, orgullosa de su independencia, celosa de su soberanía nacional. Es la retórica del nacionalismo español. La práctica no solo es distinta; es lo contrario. La derecha está siempre dispuesta a sacrificar los intereses nacionales si no coinciden con los suyos de clase, casta o grupo. Franco, por no irnos más atrás, a Alfonso XII, educado en el extranjero, en París, Ginebra, Viena y Sandhurst en Inglaterra, discurseaba sobre la grandeza de la Patria y la gloria de su ejército, que él capitaneaba como invicto caudillo. Había añadido al escudo nacional la leyenda Una. Grande. Libre. Era un militar patriota. Basta leer su novela Raza, pasada al cine por José Luis Sáez de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, para darse cuenta de ello. La Patria, identificada continuamente con la madre, es el único horizonte al que el bravo militar consagra su vida.

    No es solamente que la gloria del ejército español deba residir en el hecho peculiar de no haber ganado una sola guerra en los últimos 300 años, es que el propio general firmó un tratado de asistencia mutua con los EEUU en 1953 por el que cedía zonas del territorio nacional a los estadounidenses para usos militares, es decir, renunciaba a la soberanía nacional en las famosas bases, donde el Estado no tenía jurisdicción de ningún tipo. Tal situación produjo algún hecho chusco, como de película de Berlanga, cuando en un accidente entre dos aviones gringos cuatro bombas termonucleares cayeron sobre Palomares, en Almería, lo que daba a España el privilegio de ser el segundo país del mundo en ser bombardeado por los EEUU con bombas atómicas, si bien es cierto que por accidente. Ello obligó al recientemente fallecido Fraga a darse un baño en la zona para demostrar la inocuidad de las aguas.

    La cuestión de la soberanía nacional es especialmente amarga en España que reivindica como propio el Peñón de Gibraltar bajo soberanía británica desde que en 1713 cediera a Gran Bretaña el territorio a perpetuidad. Es una espina de la política exterior de todos los gobiernos españoles, sean del color que sean. Pero así como las izquierdas entienden la complejidad del problema y buscan soluciones pacíficas, la derecha suele encenderse en ardor patriótico y hace el ridículo pues España no está en situación de reñir a Inglaterra la soberanía del Peñón mediante la ultima ratio.

    Algo parecido a Franco, aunque en clave menor, le pasaba a Aznar. Agregio patriota, ordenó izar en la madrileña Plaza de Colón una banderaza borbónica de tamaño descomunal. La idea le había venido de la que hay en El Zócalo, frente al palacio presidencial de México. Eso no obstante, no tuvo el menor inconveniente en ponerse al servicio de los Estados Unidos en todo, hasta el extremo de causar una división en la Unión Europea y arrastrar su patria a un guerra que no solamente era ilegal y criminal sino, a los efectos españoles, de todo punto utópica ya que el país carece de capacidad estrictamente militar para mantener un frente de batalla a diez mil kilómetros de distancia. Es decir, el apoyo de Aznar a la guerra del Irak era político y no militar. Le sirvió a él para poner los pies en una mesa del rancho de Bush y a España para hacer el ridículo una vez más.

    Llega ahora la crisis. Gobierna el país la derecha. Rajoy se ha hartado de decir que España es "una gran nación" y que a él nadie le diría lo que tenía que hacer y el resultado ha sido que España será una gran nación pero, según su propio diagnóstico, está en la UVI y él ha hecho lo que le han dicho, incluso tratando de hacer otra cosa. La Kanzlerin, que más parece una Kaiserin, le envió el domingo un procónsul para tomarle la lección que el aventajado pupilo aprobó, no sin que se le recordara que tendrá que seguir metiendo la tijera.

    Así que, al día siguiente, el atristado presidente cantó la palinodia ante el Comité Ejecutivo Nacional de su partido con el semblante que pinta la foto. Lo hizo por dos vías que domina a la perfección: echó las culpas a la herencia zapateril y cargó sobre los hombros de los sufridos ciudadanos de las clases medias y bajas la responsabilidad de sacar el país de la crisis a base de sacrificios. Las clases medias y bajas, no las pudientes a las que, al contrario, regala una amnistía fiscal infumable moralmente hablando; no a la iglesia católica, cuyos privilegios, canonjías, subvenciones, exenciones, prestaciones y donaciones no se cuestionan. Son los intereses de clase, de casta, de culto y clero los que prevalecen. No los nacionales.

    (La imagen es una foto de La Moncloa, bajo licencia de Creative Commons).

    dijous, 24 de març del 2011

    Sortu: más allá y más acá del derecho.

    Tengo para mí que la decisión del Tribunal Supremo sobre Sortu es la más sabía que cabía tomar dadas las circunstancias. Tanto en el fondo como en la forma. La forma: esos tres votos discrepantes valen su peso en oro porque es la primera vez que se rompe la unanimidad de la sala. Mandan un mensaje de: no desistáis, afinad y acabaréis consiguiendo que esos tres votos convenzan a la mayoría. Confiad en el Estado de derecho.

    Pero lo importante aquí es el fondo. El primer acierto fue remitir la cuestión a un órgano judicial y que todo el mundo aceptara la decisión de éste, empezando por Sortu, como así ha sido y como ya decía Jáuregui con su claridad habitual: que lo que diga el Supremo es lo que vale y a pesar de que el temperamental Eguiguren, confundiendo los tirios con los troyanos, culpara del "problema" (como si alguno hubiera) a la falta de valentía de Zapatero, sólo para desdecirse al cuarto de hora. El Supremo habla y todos a acatar. Civilizadamente. La izquierda abertzale muestra su descontento, cual estaba previsto, diciendo que la decisión es política.

    Por supuesto. Todo en este proceso ha sido político desde el principio. Política ha sido la decisión de crear Sortu y política la de denegarle la inscripción. Ambas partes acudieron a las armas del derecho para defender sus opciones políticas. Pero esas armas eran inútiles. Sortu tenía que demostrar lo indemostrable, esto es, que el hecho de cumplir la letra de la ley garantizaba que cumpliría el espíritu. Un juicio de intenciones.

    A su vez, el tribunal tenía que tomar una decisión sin una sola prueba material, empírica, tangible, en un sentido u otro. Sortu no tenía ni una a favor de su legalización más que su palabra; pero los contrarios tampoco tenían ninguna salvo la palabra de la policía, del fiscal y del abogado del Estado y algunas convicciones de sentido común que siempre son sospechosas. Por ejemplo, la idea de que quienes estuvieron alguna vez ligados a Batasuna están en cierto modo "contaminados" a lo mejor puede aplicarse a los propios jueces. ¿Ninguno de ellos ejerció la judicatura en tiempos de Franco? ¿O haber sido franquista no "contamina" pero haber sido de batasuna sí? Efectivamente, así es: un franquista puede ser juez, pero un ex-batasuno carece de crédito.

    El Tribunal tuvo que tomar su decisión por un criterio subjetivo de qué fuera lo mejor. Y la pregunta inmediata es: lo mejor ¿para quién? ¿Para qué? La no menos inmediata respuesta será para España y para el fin del terrorismo o lo que sus señorías entiendan por ambas cosas. En lo de España no me entretendré porque no terminaríamos. Lo interesante es lo del "fin del terrorismo", que es objetivo que hoy, al parecer, comparten todos, incluidos los que han sido excluidos por simpatizar con los terroristas. Tiene gracia.

    Con todo y a pesar de lo anterior, el Tribunal ha sido muy sabio. A falta de criterios jurídicos ha aplicado criterios políticos de los que ha habido muchos y muy contrastados. Lo primero que ha visto el Supremo es que habría mucha más unanimidad en los dos partidos nacionales con una decisión negativa que con una positiva porque hasta el presidente del Gobierno salió diciendo que mientras hubiera ETA lo de Sortu sería problemático. Creyendo decir algo valiente, el Lehendakari advirtió de que Sortu no es ETA. Toma, claro, saltó de inmediato el ministro de Justicia, Caamaño, si lo fuera estarían todos en la cárcel. A veces la justicia es divertida porque tiene algo de género chico.

    Una mano decisiva ha echado el propio Sortu al formular su posición como una opción de juego: legalizar a Sortu acelerará el desistimiento de ETA, que es el argumento de fondo, político, de Iruin en su alegato. Pero poner las cosas en el frío terreno racional de la teoría de juegos es peligroso porque la otra parte puede encontrar más beneficiosa la propuesta contraria: el desistimiento de ETA aceleraría la legalización de Sortu. Y es la más beneficiosa porque la primera está dictada por la debilidad, la necesidad de sobrevivir. Endurecer las condiciones puede parecer despiadado pero es conveniente.

    Por eso la decisión del Supremo es la más sabia. dentro de lo que cabe Ciertamente, política. Pero es que la política, como todo, se divide en buena y mala y ésta es buena. Una de las pruebas es que Sortu, en espera de tiempos mejores, según parece, ha puesto en marcha su plan B: candidatos blancos, o sea, reblancos porque candidato ya quiere decir blanco. Y luego están los que dicen que queda el Constitucional pero eso no cambiará nada ya que el Constitucional no es un tribunal de casación y Sortu ha agotado ya la vía judicial.

    Con Sortu no legal, a ETA no le queda más remedio que desistir si quiere que la izquierda abertzale independentista tenga representación en las instituciones. Es preciso que muera lo viejo para que nazca lo nuevo. Tampoco es tan difícil de entender. Es ley de vida.

    (La imagen es una foto de josu, bajo licencia de Creative Commons).

    diumenge, 16 de gener del 2011

    Feliz patriotismo.

    Todo el mundo conoce el dicho de Johnson que trasmite Boswell de un modo bastante enigmático de que el patriotismo es el último refugio de un canalla. El propio Boswell se cree obligado a dulcificarlo interpretando a su amigo al precisar de modo harto dudoso que se refería al "falso" patriotismo. Para liarla más hay quien afirma que Johnson estaba hablando de Burke. En fin, como sea, el genial Ambroise Bierce en su Diccionario del diablo corrige a Johnson diciendo que el patriotismo no es el último refugio de un canalla, sino que, con todo el respeto a un lexicógrafo ilustrado pero inferior ruego se considere que es el primero.

    El patriotismo es el encendido amor a la Patria que, salvo que se esté hablando de un solipsismo atroz, comprenderá a alguien más además de mí mismo; esos "alguien más", cuando son más que la familia y que el barrio ya pasan a ser la nación, una comunidad imaginada, al decir de Benedict Anderson, esto es, un montón de gente, millones, cientos de millones y, en algún caso, miles de millones de personas que se sienten unidas por algún tipo de vínculo aunque no se conozcan entre sí. La patria, la nación, la comunidad imaginada.

    Toda acción política se da en una comunidad de éstas; es más, la presupone. Si no hay comunidad, la política deja paso a la guerra. Por tanto toda política formulada en términos extremos, bélicos, incendiarios, tiende a destruir la comunidad que se presupone. El momento en que el patriotismo aparece en el debate político es porque la comunidad se cuestiona. Y eso sucede siempre que al adversario político no se le reconoce estar movido por el mismo amor a la patria que uno sino que se le considera un vendepatrias, un enemigo de la comunidad imaginada, un traidor.

    Eso es lo que tiene de malo el discurso agresivo, belicoso, provocador de la derecha, que excluye de la comunidad no a quien ataca su esencia sino a quien simplemente discrepa de la forma de administrarla. Es lo malo que tienen los discursos catastrofistas de Aznar y sus seguidores, que socavan la nación y la patria de los que se proclaman firmes adalides. La idea de que los socialistas rompen España, que la venden, la trocean, la arruinan, la empequeñecen, la endeudan, etc, etc se resume en realidad en un término que tiene hondas raíces en la derecha: los socialistas son la Antiespaña. Y en cuanto se identifica a los enemigos de la Patria, ya tenemos al patriota de Johnson/Bierce.

    El discurso de la Patria debiera estar excluido del debate político. Radicalmente. No concibo a ningún expresidente o exprimer ministro estadounidense, francés, inglés o alemán recorriendo el mundo y poniendo cual no digan dueñas al Gobierno legítimo de su Patria. Que Aznar lleve años haciéndolo demuestra, como bien intuía Johnson, que su patriotismo empieza y acaba en su bolsillo. Como el de los vociferantes patriotas mediáticos de la derecha: lo que les importa es el bolsillo.

    En fin, aparte de las peculiares convicciones morales de Aznar, a la situación especial de la política española contribuye el hecho de que, además del patriotismo español, hay una serie de patriotismos no españoles a los que son de estricta aplicación las consideraciones anteriores. Con las obvias variantes. La vertiente armada y violenta del patriotismo vasco, por ejemplo, según parece, está dispuesta a decretar un "alto el fuego" pero no está dispuesta a dejar las armas. A la luz de este último dato, ¿no habrá que revisar un porcentaje elevado de lo que se dijo sobre el famoso comunicado, del que se han sopesado hasta las sílabas y las comas cuando estaba claro desde el comienzo que era perfectamente inútil? Tanto espabilado que vio en el comunicado lo que ni estaba ni se esperaba. ¡Ah, el patriotismo!

    (La imagen es una foto de rstrawser, bajo licencia de Creative Commons).

    dijous, 25 de novembre del 2010

    Oigo, patria, tu aflicción.

    Sale la patria a relucir, cosa que sucede en España con harta frecuencia, y los españoles pierden el oremus. Pues naturalmente que, en las circunstancias actuales, el Gobierno (que es gobierno porque lleva el gobernalle de la nave, guste o no) debe reclamar lealtad y esfuerzo mancomunado de todo el pasaje y no sólo de la tripulación del buque. Y naturalmente que aquella ha de dárselas sin escatimar nada, orillando cualquier agravio o rencilla si no es por solidaridad, cuando menos por interés propio, ya que viaja en el mismo barco.

    Lo que no puede ser es que, acto seguido, salga el portavoz de la oposición conservadora lanzando un torpedo a la línea de flotación del crédito del Gobierno. Y en momentos en que las bolsas rugen como Escila y Caribdis. Eso es una felonía. En momentos de zozobra tenemos parte del pasaje amotinada y saboteando cuanto puede: hoy el señor Pons, ayer la señora de Cospedal, mañana, quizá, doña Esperanza Aguirre. Cada vez que hablan abren una vía de agua y tiembla el Ibex.

    Es en ese escenario de bolsas, parqués, cotizaciones, deuda, valores en donde el presidente Zapatero ha decidido llamar a parlamentar a los treinta capitostes de la empresa española, algo así como cuando un sitiado manda llamar una delegación de los sitiadores para saber las condiciones de una rendición; una delegación de la gran empresa constituida en consejo áulico de un gobernante socialista. Mientras los sindicatos, con casi cinco millones de parados en el país, apenas saben a quién defienden. Mirada con perspectiva histórica la imagen enseña mucho sobre el paso del tiempo y las cambiantes circunstancias del mundo.

    Pero el patriotismo es eterno, es una vivencia permanente del hombre y cuando uno lo siente de modo tan ardoroso como el señor Aznar, quien dimitió del Consejo de Estado para trabajar a sueldo de un magnate internacional de los medios, da clase en una universidad extrajera y acaba de incorporarse a la dirección de una extraña empresa también extranjera dedicada a combatir el cambio climático o algo así, no puede menos que irrumpir en la arena nacional para exhibirlo y expulsar del lugar al usurpador, esto es, cualquier gobernante que no sea él o el que él haya decidido..

    Rechaza el señor Aznar que el presidente Zapatero pida patriotismo a los demás cuando él debiera ser el primero en practicarlo. Que el señor Zapatero ejercite la noble virtud del patriotismo, según el señor Aznar, quiere decir que dimita y convoque elecciones anticipadas. Patriótico es, por tanto, sumir un ya muy atribulado país en la incertidumbre de un proceso electoral que puede durar varios meses durante los cuales el gobierno y la administración quedarán prácticamente paralizados e inermes frente a los temibles mercados. Es posible que esto parezca a alguien patriotismo; para mí es una felonía cabal. Es dividir, encizañar, fraccionar el país justo cuando la supervivencia de éste depende de la fuerza de su unidad interior. Como se le alcanza a cualquiera que recuerde la célebre máxima ignaciana de no hacer mudanza en tiempo de turbación.

    Los dos expresidentes del Gobierno que mantienen actividad pública, Felipe y el señor Aznar, son tan distintos hoy como lo eran cuando ambos dirigían sus respectivos partidos. Felipe que publica algún artículo ocasional en El País conserva intactos su carisma y su prestigio, acrecentado por su evolución manifiesta hacia la figura del abuelo Cebolleta, papel por lo demás ejercido con admirable discreción. Apenas se hace notar, no acumula vanidades mundanas, doctorados honoris causa por universidades de catequesis, no se obstina en dar consejos a los gobernantes de medio mundo y en anatematizar a las del otro medio, no dirige think tanks con mucho de tanks y poco de thinking; no presume de abdominales ni da collejas a su sucesor.

    Aznar, por el contrario, está permanentemente en los medios, viajando por el mundo, heraldo de esa alianza neoneo (neoliberales-neoconservadores) , ocupa el proscenio con un discurso radical y estridente, repleto de milagrosas recetas que han fracasado ya en todas partes, empezando por su propio país. Se multiplica en todo tipo de acontecimientos oscureciendo la figura del candidato de su partido con manifestaciones hoscas, hostiles, cuando no agresivas o de ataque, con un retorno a su vieja táctica del "¡váyase señor González!". Este correoso ex falangista piensa que respetar el mandato otorgado por la mayoría democrática y esperar su turno cuando no es él quien gobierna es una pérdida de tiempo y un atentado a los intereses de España. ¡Qué gloriosos días aquellos en que podía pasarse por encima de las urnas cuando se trataba de salvar a la patria! Ahora hay que pedir al gobernante legítimo que se vaya. Pero ¿es necesario hacerlo varias veces al día todos los días desde que se perdieron las últimas elecciones?

    (La imagen es reproducción del cuadro del alicantino Antonio Gisbert, El fusilamiento de Torrijos, pintado en 1888 que se conserva en el Museo del Prado). Dominio público.

    dimecres, 13 d’octubre del 2010

    Los abucheos.

    Andan todos muy consternados por los abucheos que la manga de fascistas en agraz y los revenidos han dedicado este año, como todos los anteriores, al presidente del Gobierno durante el desfile del día de la Hispanidad. Todos, no; la señora Aguirre defiende a los abucheadores en nombre de la libertad de expresión porque, al ser estos de las Nuevas Generaciones del PP, según se prueba en el diario Público y en el blog de Netoratón (véase la prueba en Twitter), probablemente entre los berreones y rebuznantes habrá muchos conocidos y allegados suyos: niñatos de Serrano y sus señoras mamás, Marujas y Maripuris del barrio de Salamanca, así como sus papás, próceres liberales de misa diaria y manceba, con asiento en la subvencionada CEOE. La fuerza viva de la sociedad. Ya el mero hecho de invocar la libertad de expresión supone mala conciencia porque, ¿alguien la ha atacado? Casi todos los asistentes se han limitado a decir que los abucheos son desagradables y algunos añadimos que típico trance fascista: la algarada, el tumulto, lo que organizan sus señorías de la derecha (lo de extrema sobra) en el Parlamento siempre que tienen ocasión. Decir eso no es atacar la libertad de expresión; es ejercerla, con permiso de la señora Aguirre que, si no abucheaba, no sería por falta de ganas, pues a fuer de Grande de España es muy campechana, por más que a algunos les parezca una verdulera.

    El Rey y el Príncipe de Asturias han "lamentado" los abucheos aunque quizá con cierto alivio de no ser ellos por una vez los objetos de la pitada. Pero si creen que su pronunciamiento ejercerá algún tipo de influencia sobre el comportamiento del facherío de la zona nacional en virtud de su carácter de Rey y heredero es que viven en la inopia. La derecha no conoce lealtad alguna más que a sus privilegios y, si el Rey se pone en su camino, como decía un famoso diputado de la derecha durante la República cuando se invocaba el Evangelio para hacer la reforma agraria: "¡nos haremos cismáticos griegos!" Estos se harán republicanos antes que dejar de bramar contra un presidente socialista.

    Por lo demás, el Gobierno, su presidente, los ministros, el PSOE, se lo tienen ganado. Según Rodríguez Zapatero, los abucheos forman "parte del guión de la Fiesta Nacional", falsedad lamentable. Si en lugar de ser él el presidente del Gobierno lo fuera uno del PP, no habría abucheos. Así que de "guión de la Fiesta Nacional", nada. Como todos sus juicios sean así de acertados lo llevamos claro. Los abucheos son parte del guión de la derecha de atacar a la izquierda siempre que se pueda, al coste que sea, en fiesta o en sepelio, sin reparar en medios, día y noche, por tierra, mar y aire.

    Dice Rubalcaba a su vez que "es una pena que la extrema derecha se apropie de la Fiesta Nacional". Primero lo de la "extrema derecha" es lamentable prueba de cobardía léxica. Nuevas Generaciones son la derecha; no la extrema derecha. En segundo lugar, ¿qué quiere? ¿Convencernos a todos de que aceptemos como "Fiesta Nacional" el desfile franquista de la Victoria, al que han vestido de seda como a la mona? Están locos estos socialistas: se meten en los nidos de víboras y se quejan de que los muerdan.

    La derecha no se "apropia" de la Fiesta Nacional porque la ha hecho ella. A los demócratas nos corresponde hacer otra cosa, no contemporizar con la moral de los abucheadores. "Otra cosa" significa celebrar el 12 de octubre, día de la Hispanidad como fiesta de fraternidad entre los pueblos, sin militares, sin armas, sin amenazas. Suprimir el desfile, las banderas, las oriflamas, las fanfarrias. Mientras los sociatas sean tan cobardes que no se atrevan a devolver a la gente su fiesta, secuestrada por los militares, se merecerán los abucheos de estos impresentables en ejercicio de la libertad de expresión de la señora Aguirre.

    dimecres, 22 de juliol del 2009

    Patriotismo de trapo.

    Desde el reverendo Samuel Johnson sabemos que el patriotismo es el último refugio de una canalla. El último, no: el primero, perfeccionaría luego el concepto Ambrose Bierce. Es decir, el primero y el último. Siempre.

    Por puro patriotismo se puso ayer grandielocuente el PP a causa de la visita del señor Moratinos al Peñón; sus alcaldes de la zona manifestearon en ocasiones y una veintena o así sacó pancartas sobre la dignidad nacional y se fue a mostrárselas a su paso camino de la verja. España no se vende ni apea su gloriosa dignidad de rechazo al Tratado de Utrecht. En fin, España, España, España...

    Por otra parte, como se sabe, esos mismos alabarderos de las glorias imperiales, penacho al viento son quienes están detrás de una campaña en los Estados Unidos en contra de la imagen de España como país leader en energías alternativas y renovables, del que se puede aprovechar mucho. Según la campaña, movida por el Instituto Juan de Mariana, think tank de la extrema derecha adherido a la Universidad Rey Juan Carlos, en general también considerada como una Universidad militante, ese sector en España es una burbuja sin contenido real. Todo lo cual ha hecho mucho daño a los intereses de España en el mercado estadounidense. Las autoridades han lanzado una campaña para recuperar el terreno perdido pero hay mucho estropicio mucho tiempo para que haya rápida recuperación. Pero se sigue en ello.

    ¿Se puede dar gritos a favor del Gibraltar español y boicotear al mismo tiempo la imagen de España en los Estados Unidos? Ya lo creo que se puede: lo hace el PP a través de la FAES que es la que difunde el estudio del Instituto Juan de Mariana por el mundo.

    Por eso se hablaba del patriotismo al comienzo de la entrada.

    (La imagen es una foto de My Web Page, bajo licencia de Creative Commons).

    diumenge, 12 d’octubre del 2008

    Sólo aciertan cuando se equivocan.

    Sí, señor Rajoy, tiene Vd. razón, el desfile del Día Nacional de España es un coñazo, aunque quizá no sea Vd. la persona más adecuada para decirlo después del que dio Vd. el año pasado con eso del "orgullo de ser español" y semejantes sinsorgadas. Sinsorgadas que, dichas con su acento gallego, suenan no a coñazo sino a pura coña. Porque, como sabe Vd. , eso del "orgullo de ser español", como el de ser finlandés, congoleño, judío o mellizo es una bobada porque nadie puede estar orgulloso de lo que no depende de uno. Uno podrá estar orgulloso de ser un buen pintor, un buen cirujano, un buen albañil, condiciones en fin que se deben al tesón y al propio esfuerzo. Pero estar orgulloso de haber nacido aquí o acullá cuando uno no nace sino que "lo nacen" es una muestra de lamentable cortedad mental. Y no quiero señalar. La condición de español en sí misma no es mejor ni peor que la de filipino, estadounidense o miskito. Otra cosa es el "kit" que acompaña a cada una de ellas; el de estadounidense, un momio; el de miskito, pues en fin... ¿Ser europeo? Una suerte. ¿Ser somalí? Una desgracia. Pero deje Vd. el orgullo aparte, buen hombre, que no tiene nada que ver con esto.

    Y hay más. Ese "Día Nacional de España", doce de octubre, acumula tanta hojarasca patriótico-simbólica que el "coñazo" suyo, señor Rajoy alcanza el orden del "cojonazo", aunque no estoy seguro de que conceda Vd. a mi hallazgo lingüístico la equivalencia con el primero. El Doce de octubre era en tiempos pasados, los de Franco por ejemplo, también el día de la Raza, asunto del que el general ferrolano creía saber un montón que para eso escribió una inenarrable novela con ese título que luego fue también film no menos inenarrable. Raza. Orgullo de raza, supongo, que pretende ser la vertiente "científica" del concepto más altanero y moral de "casta", pocedente del latín castus y del que a su vez se deriva "castizo" que es muy simpático. Porque eso de "raza", además, en el caso del pueblo español, mezcla y mestizaje de todo lo que ha pasado por aquí, celtas, iberos, griegos, fenicios, romanos, cartagineses, judíos, godos, suena aun más a coña que lo del orgullo.

    También se celebra este día el de la "Hispanidad", término acuñado por el cura Zacarías de Vizcarra como pendant del de "cristiandad" y popularizado por Ramiro de Maeztu para celebrar el espíritu del imperio pero al que, debidamente despojado de su retórica de dominación y destino, se puede utilizar razonablemente como un ámbito cultural caracterizado por aquel en el que se hablan las dos lenguas ibéricas mayoritarias, español y portugués. Por supuesto, sin olvidar las otras minoritarias. Porque eso es lo que da la verdadera proyección intercontinental a lo hispánico ya que el español es una lengua casi exclusivamente iberoamericana, mientras que el portugués tiene una presencia poderosa en África y más importante que el español en Asia.

    Pero le confieso que lo que más coñazo/cojonazo encuentro en la festividad (al parecer como Vd.) es el desfile militar que sólo puedo entender como una concesión más de los "padres transicionantes", tan acojonados con los militares que respetaron el "Día de las Fuerzas Armadas" cuyo punto culminante era el Defile de la Victoria. Subrayado: de la Victoria. De la victoria de unos españoles sobre otros y que se estuvo celebrando hasta el último año de la vida del dictador. Ya no se llama "de la Victoria", pero sigue siendo un desfile, esto es, una exaltación del poder de matar de un Estado, una escenificación de la neurosis falócrata de nuestra sociedad con tanto cañón, tanto reactor, tanto paso firme, virilidad, corneta y decisión de matar. En nada afecta a esto el hecho de que los ejércitos dernier cri estén todos en "misiones de paz" por el mundo, impidiendo que los "salvajes" o "autóctonos" se entrematen y repartiendo leche en polvo. Si toca desfilar, desfilan siempre los mismos en un alarde de glorificación del ser humano-autómata, de la obediencia ciega, de la igualación, la uniformación y la desindividualización. Eso sí que atenta contra la dignidad humana. Lo dicho, señor Rajoy, un coñazo y un cojonazo.

    Si por algo me merece respeto el doce de octubre es porque también es el día de la Virgen del Pilar, que era el nombre de mi madre.

    Todo lo demás, señor Rajoy, tiene Vd. razón, un coñazo y un cojonazo. Y no le dé vergüenza decirlo, no espere a que lo traicione un micrófono.


    (La imagen es una foto de Inmigrante a media jornada, bajo licencia de Creative Commons).