dilluns, 5 de setembre del 2016
El burkini y los valores
dissabte, 30 de juliol del 2016
El primer panopticón: Ramon Llull
dimecres, 15 de juny del 2016
Más sobre el debate del lunes
divendres, 30 de gener del 2015
¿Memoria o raíces?
Hay algunas referencias más al legado monumental de la dictadura hasta recaer en el Pazo de Meirás, que tiene especial significación porque pocos puntos concentran con tanta claridad el significado de aquel gobierno basado en la guerra, la victoria, la rapiña, la brutalidad, la arbitrariedad y el despotismo. Especialmente porque sigue siéndolo. El palacio de Meirás, antigua propiedad de Pardo Bazán, pasó a propiedad de Franco. El gobernador de A Coruña y un próspero industrial, Pedro Barrié de la Maza, se lo regalaron al dictador adquiriéndolo mediante una colecta en la que se tomaba buena nota de cuánto tenían que aportar "voluntariamente" los contribuyentes y que el régimen presentó como una suscripción popular. Barrié de la Maza montó luego un emporio energético gracias a los tratos de favor del Estado (Fuerzas Electricas del Norte de España, FENOSA) y el dictador, que no tenía el menor sentido del ridículo, lo nombró Conde de FENOSA.
dimecres, 1 d’octubre del 2014
El mandarín silencioso.
En momentos como estos, en que se da una fractura profunda en España con formas disonantes de entender la convivencia en el viejo solar hispano, conviene hacer acopio de opiniones y pareceres. Cuando se enfrentan concepciones distintas y opuestas del Estado y de la nación, suele recabarse el consejo de colectividades que, por su dedicación profesional, parecen adecuadas para pronunciarse en asuntos complejos que superan al común de los mortales. Una costumbre tan arraigada que, a veces, algunas de ellas, lo hacían por iniciativa propia. Los militares han solido pronunciarse sobre los más diversos problemas en la historia de España. Y los curas se han inmiscuido tradicionalmente en lo que les competía y lo que no. Y, por supuesto, los intelectuales que en toda Europa han venido ejerciendo de gurús de la conciencia colectiva desde los inicios de la dominación burguesa. El famoso Yo acuso de Zola no hizo más que unir el nombre preexistente a una nueva forma de pronunciamiento a través de los medios de comunicación. Es lo que en el siglo XX se llamó el compromiso de los intelectuales, una especie de fielato moral por el que estos publicaban en medios de gran tirada e, incluso, convertían sus creaciones en cauces de difusión de sus opiniones acerca de las cuestiones sociales, políticas, nacionales, internacionales, de su época. Eran influyentes. ¿Como es posible que los intelectuales parezcan ausentes en la recrudescencia de un conflicto nacional en España que esta lleva siglos arrastrando?
dijous, 28 de novembre del 2013
Curso de anticomunicación política.
dimecres, 13 de febrer del 2013
Una victoria en toda regla.
dimarts, 21 d’agost del 2012
El odio a las mujeres.
dimecres, 23 de maig del 2012
El peor ministro de Educación de la historia.
dimecres, 29 de febrer del 2012
El ministro gárrulo.
Empieza a convertirse ya en aburrida costumbre. Al comenzar el día de los sufridos ciudadanos del país, lo primero que encuentran es alguna de esas declaraciones del ministro de Cultura en las que, con la petulancia, suficiencia e impudicia que lo caracterizan, lanza algún disparate con el obvio deseo de llamar la atención y hacer titulares. La garrulería de este hombre empieza a ser insoportable. Ayer sobre el sistema educativo en su conjunto, con las habituales soflamas reaccionarias de la derecha; antes de ayer sobre los toros.
Justamente ayer también me hizo llegar mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, colega en el extinto Consejo Editorial de Público el ultimo artículo que ha escrito y no sabe si se publicará o no en Público.es. Es estupendo, ágil e inteligente y, como me gustó mucho, le pedí permiso para publicarlo en Palinuro cosa que hago raramente. Me lo dio de inmediato y he aquí la brillante pieza que Palinuro suscribe de la cruz a la fecha:
No conozco ningún ministro de ningún gobierno de España, desde la instauración de la democracia, que haya conseguido, en tan poco tiempo, hacer tantas declaraciones desafortunadas como las que ha hecho el ministro de educación del actual gobierno de Rajoy.
Recién estrenado, ya anunció que desaparecía la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que sería sustituida por otra de Educación Cívica. ¿Puro virtuosismo léxico? No, una simple provocación, que torpemente pretendió justificar con engañifas.
También se ha apresurado a suspender los temarios que están estudiando miles de opositores a plazas de profesor en la escuela pública. No le gustaban al señor ministro los temas recientemente introducidos y decidió acabar con tanta modernidad: volvamos a los temarios de hace veinte años. Mucho mejor. ¿Un error, una imprudencia, una improvisación? No, una simple provocación.
Pero no es bastante. El ministro también ha decidido en estos días que el sistema de becas para estudiantes debe ser revisado profundamente: menos becas a los pobres y más a los listos. ¿Nadie le ha explicado que sin un sistema público de ayudas para compensar las desigualdades sociales, no puede prosperar una sociedad moderna? ¿Otra ligereza de alguien acostumbrado a la banalidad de una tertulia? No, otra provocación.
Igual que la de negar la financiación de los campus de excelencia de las universidades. Sólo eran préstamos blandos, pero de ellos dependían importantes proyectos de mejora del sistema universitario público. Lo que pasa es que seguramente el señor ministro no lo sabe y, si lo sabe, le da igual.
Y la guinda, el otro día en el Parlamento. Contestando a una pregunta de la oposición, al señor ministro debió entrarle un calentón y acusó a los socialistas de ponerse del lado, no de los estudiantes que protestaban en Valencia contra los recortes en educación, sino del de los agitadores violentos. Y se quedó tan pancho. Hay quien pretende que pida disculpas por lo que ha dicho e incluso que tal ofensa a una fuerza política democrática se borre de las actas del Congreso. No estoy de acuerdo. Es mejor que quede constancia para la historia. De lo contrario dentro de unos años nadie creerá que hubo una vez en nuestro país un ministro como este, del que lo único que se puede esperar ya es que le cesen pronto.
(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.Commons).dimecres, 15 de febrer del 2012
La mirada de fuera.
En los años setenta del siglo pasado el Nepal y su capital, Katmandú, eran lugares de peregrinación preferida de la tribu psicodélica. Los jóvenes occidentales de clase media, atiborrados de contracultura y misticismo, tenían que llegar como fuera a aquel remoto y atrasado reino del Himalaya entre la China y la India, pasar allí una temporada, tener algún tipo de revelación interior y retornar a casa vestidos como hare krishnas, con los atuendos védicos de la "kurta" y el "dhoti" y un zurrón de vasta tela con algún abalorio y unos rábanos frescos. Lo importante era la purificación. Los peregrinos vivían de lo que podían, aprendían habilidades manuales, se buscaban a sí mismos, rompían el velo Maya, despertaban del sueño platónico o eso creían. Pero no veían nada del país que habitaban, no veían que aquel silencioso aislamiento, presidido por la serenidad de las montañas, ocultaba el atraso y la miseria de un pueblo sometido a un régimen feudal y de castas.
Las cosas han cambiado. En la peli recién estrenada de Iciar Bollaín (que, al parecer relata un hecho real aunque libérrimamente interpretado, según reconoce la directora), la mirada de fuera está representada por una joven voluntaria y voluntariosa maestra catalana, imbuida del espíritu de solidaridad, sacrificio y entrega a los demás que trata de sacar adelante una escuela en un zona de chabolas en Katmandú y entre intocables. También será una experiencia de introspección (incluso hay un personaje que actúa como un gurú) pero no a través del aislamiento, como los hippies de los setenta, sino de la implicación directa y personal. A través de esta la protagonista, Laia, descubre los recovecos de la sociedad nepalí, toma conciencia del abismo cultural que hay entre una occidental emancipada y una gentes sujetas a costumbres y prejuicios tradicionales que las mantienen en la misería, el analfabetismo y la discriminación por razón de casta o sexo. Por cierto, por el tiempo de rodaje de la película, este debio de coincidir con el mandato del primer ministro Madhav Kumar Nepal, que había sido Secretario General del Partido Comunista nepalí (marxista-leninista, es decir, maoísta) luego de la conversión de Nepal en una República. Pero, extrañamente, no se habla de política en la peli. Si de la corrupción, la venalidad de los cargos públicos, la burocracia y la arbitrariedad, pero nada más.
Si esta historia se hubiera quedado aquí, habría sido una peli simpática, un poco como un documental con espíritu de ONG y de las dificultades de llevar el desarrollo, los derechos humanos, a las zonas más atrasadas del mundo, aunque estén gobernadas por comunistas o quizá por eso mismo. Pero no se queda ahí. Al fin y al cabo, es Katmandú y la leyenda de lo trascendental. Así que también se pretende ir más al fondo de las cosas y exponer el choque de dos culturas, de dos sistemas de creencias, de dos morales, una que se piensa más avanzada y que trata de ayudar a la atrasada, al tiempo que la comprende.
Esto de los encuentros de culturas los ingleses lo bordan. Llevan decenios haciéndolo. Un pasaje a la India, de E. M. Forster, es la obra más lograda a mi juicio, pero ha habido muchísimas otras, desde las bohemias de Orwell hasta las jingoístas de Kipling. Y lo han hecho con muchas culturas; con la española también. Basta recordar al Borrow de La Biblia en España en el siglo XIX o al Brenan de Al Sur de Granada en el xx, libros que los españoles jamás podrán escribir de Gran Bretaña.
A partir del momento en que la peli toma este derrotero se hace falsa y acartonada. No hay en verdad un encuentro de dos culturas sino de tres ya que la acción de Laia se hace en inglés, una tercera cultura que tiene relaciones propias con las otras dos. Esa perplejidad que a veces muestra la protagonista frente a la irracionalidad de los usos y costumbres nepalíes (sin ir más lejos, la discriminación femenina) resulta algo impostada cuenta habida de su origen. Y eso que Laia es catalana, si llega a proceder de otra zona más atrasada de la Península resultaría hasta cómico. Ese intento de crear una especie de clase "universal" occidental, haciendo caso omiso del hecho de que, en muchas cosas, la distancia cultural entre la española y los nepalíes puede ser menor que entre ella misma y la cultura inglesa en cuya lengua se ve obligada a expresarse convierte la película en una imitación de un género en el que los españoles no pueden sobresalir por razones obvias.
dissabte, 23 d’abril del 2011
Al paso de la vida.
Es frecuente que los escritores, los filósofos, los ensayistas, hasta los literatos y los mismísimos poetas, publiquen recopilaciones de artículos, prólogos, críticas, piezas menores que han ido dejando a su paso por la vida y que, de interesarse alguien por ellas, tendría difícil encontrarlas. Los académicos suelen justificarlas sosteniendo que, aunque sean aportaciones independientes, las recorre un hilo común que a veces no es un hilo sino toda la estameña porque los trabajos se repiten y la obra acaba pareciendo un vademécum. Los literatos, en cambio, son más libertarios, no se sienten obligados a dar justificación alguna y el resultado se parece más a los jardines floridos del Siglo de Oro.
José Antonio González Alcantud (Deber de lucidez. Fragmentos de radicalidad democrática en la edad del imperio, Barcelona, Anthropos, 2011, 172 págs.) se encuentra en un punto intermedio entre las dos opciones. Su dedicación a la antropología cultural y otra más de creación literaria. Hay cierto prurito académico pero el jardín es muy variado pues recoge artículos (algunos en Ajoblanco, lo que es un puntazo; otros prensa granadina), catálogos, inéditos y hasta una especie de ajuste de cuentas de uno de esos líos de envidias y rencillas burocráticas en el desempeño de cargos oficiales. No hay hilo conductor si no es la cultura y la inteligencia que derrocha Alcantud y hace que la obra se lea con delectación.
Por lo demás, si hubiera duda alguna, el subtítulo ilustra mucho sobre el juicio que merece al autor: son fragmentos, cosa que, además de empíricamente cierta, encaja con el espíritu postmoderno que se quiere fragmentario. Lo de que también sean radicales y democráticos, al carecer de base empírica, es más opinable. Y, desde luego, el premio se lo lleva lo de la edad del imperio. Tan cierto es que, si no me equivoco, no se habla de ello ni una vez en el libro. Porque se da por supuesta. El autor habla de Nueva York como lo hacemos todos, como asombrados habitantes de la periférica Hispania (¿no nos sentimos incluidos cuando los gringos se refieren a los hispanics?) después de una visita a Roma. Tiene gracia el artículo inédito sobre el famoso apagón de Nueva York en el verano de 2003. Alcantud se arranca hablando de "signos apocalípticos" (p. 66). Yo también estaba allí. El apagón se produjo sobre las dos de la tarde de un día de muchísimo calor. Como tenía varias horas de luz bajé andando por la Vª Avenida desde la calle 42 hasta hasta pasado el Soho. En Canal Str. los chinos estaban haciendo negocio vendiendo velas, pilas y todo tipo de baterías. A mi regreso vi que el alcalde había armado a los cops con subfusiles ametralladores y estaba muy visibles. No hubo incidentes. Y sí, la avería se había producido en algún generador en la frontera con el Canadá, cerca del Niagara, cuya contemplación despierta hondas emociones en Alcantud, de las que forma parte el recuerdo de la peli con Marilyn Monroe tratando de asesinar a su marido. Desde esa visión de Nueva York, entiendo, cuestiona el autor la de Lorca en Poeta en Nueva York (p. 76). Hace bien aunque lo que me llama la atención es que haga extensivo el juicio crítico negativo a toda la obra de García Lorca que, dice, le interesaba menos de joven que la de los simbolistas franceses. No por ser granadino tiene uno que ser lorquiano, supongo.
Hay muchos momentos estupendos en el libro que es un ejercicio, en efecto, de lucidez con una notable variedad de objetos y circunstancias. Los autores más mencionados son Gaston Bachelard y Georg Simmel. Como traductor que soy del filósofo alemán, lo entiendo muy bien y he de decir que Alcantud alcanza niveles simmelianos en su capacidad para presentar los asuntos cotidianos bajo perspectivas nuevas y seductoras. Merece la pena leer lo que dice sobre el metro, Ganivet (al fin y al cabo, Granada), el cine, el flamenco, el Sacromonte, las cartujas (por cierto, en la de Granada hay un puñado de cuadros de Sánchez Cotán bien curiosos) o la crítica a lo que llama con intención previsible, la tierra de los fabores. Es excelente la anécdota de Lévy-Strauss (p. 79) quien, a una pregunta de por qué no lo llamaban a la televisión, respondió que porque la televisión es un "medio muy primitivo". Y tanto. Es como las sombras chinescas.
La última parte del libro trata de escritores y libros en relación con Granada. Las observaciones sobre Pierre Loti (p. 138) están bien y la foto del autor de Aziyadé en el patio de los leones, ahora que en la Alhambra suele haber más gente que en el McDonalds, vale un potosí. El capítulo sobre los hermanos Tharaud (143-146) cuya relación con España fue realmente reticente se justifica por el análisis que hace del tipo de creación literaria de estos tomando como ejemplo Quand Israël est roi que me ha resultado muy interesante porque no lo conocía.
En el capítulo sobre Gitanismo y antigitanismo en el mundo lorquiano (151-154) emergen las reservas de Alcantud frente a Lorca, reservas en cuanto a la sinceridad, el conocimiento o experiencia directa del poeta. Da la impresión de que quien aquí habla es el antropólogo profesional que no admite que haya conocimiento de un otro colectivo si no es directo y de primera mano. Conviene, sin embargo, recordar que el conocimiento poético se nutre de otros veneros y lo que propone no es una explicación científica de un fenómeno étnico o cultural sino una visión artística, para lo cual la experiencia directa puede no ser necesaria. Al escribir el ciclo de novelas sobre el Oeste norteamericano que tanto éxito tuvieron, Karl May no había pisado América.
El último capítulo, La historia y el drama local en Andalucía cuenta retazos muy interesantes de ese expatriado inglés que residió toda su vida en la Alpujarra y al que los lugareños llamaban "don Gerardo", el autor de El laberinto español, una interpretación del "ser de España" con ojos de británico, pero también de South from Granada y alguna otra obra. La verdad es que estas simbiosis son muy curiosas. Y los ingleses las bordan desde George Borrow a George Apperley, otro expatriado.
El final del libro está consagrado a Julian Pitt-Rivers, deber de lealtad, padre de la antropología moderna, discípulo del gran Evans-Pritchard y autor de People of the Sierra, el libro canónico de la disciplina sobre Grazalema, sierra de Cádiz.
Alcantud cumple su deber sobradamente.
dijous, 14 d’octubre del 2010
A la cultura le ponen los cuernos.
El mundo entero ha contemplado en suspenso esa proeza de Chile de arrancar a una muerte segura a treinta y tres hombres (cosa que muchos seguimos al minuto) en una operación que ha sido un verdadero canto a la vida. En ese mismo momento el ministerio español del Interior anuncia que transfiere las competencias en materia de corridas de toros, ese canto a la muerte (muerte segura del toro y posible del torero), al ministerio de Cultura. De este modo, se dice, se devuelve a las corridas (ellos las llaman "Fiesta Nacional", igual que el doce de octubre, ahí es nada), el trato noble que merecen: son cultura. Nada de cuestión de Interior o de Gobernación al recio estilo de Franco, sino de creatividad, que no es lo mismo.
No sé si la ministra de Cultura está al tanto de lo que se le viene encima y lo defiende por estar convencida de que, en efecto, las corridas son cultura o va de florero y nadie la consulta sobre decisiones que la conciernen, que la empitonan, por ponernos taurinos. Lo que está claro es que el ministro Rubalcaba se ha quitado de encima lo que se llama una "patata caliente", un ascua en realidad, evitándose lidiar (ya que estamos en ello) a un movimiento animalista cada vez más extendido y con mayor resonancia mediática, y que tiene mucho apoyo en su propio partido.
La decisión puede entenderse también como una especie de puñalada trapera al tripartito catalán y hasta a Cataluña en su conjunto al facilitar el camino para que el PP interponga recurso de inconstitucionalidad por la prohibición de las corridas en Cataluña decidida por el Parlament. El Parlament se ha extralimitado, se escandaliza la derecha; ha ido más allá de sus competencias. No sé cómo pueda decirse que se haya extralimitado cuando la cultura es competencia autonómica; pero por decir que no quede. Por lo demás, los catalanes, que tienen sus debilidades, podrían argumentar que, puestos a defender la cultura, ellos más que nadie: expulsan las corridas por oscurantistas pero blindan a los correbous que, como puede verse, consisten en hacer al toro portador del símbolo mismo de la cultura, la civilización y hasta la libertad: la luz. Que no sea luz sino fuego es cuestion de escasa relevancia. Lo importante es que aquí está el feliz astado catalán convertido en soporte de la luz del espíritu frente a las escabechinas de los españoles.
Cultura es la palabra. Si las corridas lo son o no. Si por "cultura" se entiende, como quieren los arqueólogos y los antropólogos, todo aquello que hace el ser humano, no hay duda de que los toros son cultura con el mismo derecho que las palanganas, los chupa-chups y las Matrioschkas. Pero nadie subvenciona las palanganas, los chupa chups o las Matrioschkas. Claro, no es ésta la cultura de que hablan los corridófilos. Es de la otra, de la cultura en sentido filosófico, del arte. La tauromaquia es un arte.
Pero esto no es verdad. Las corridas pueden ser objeto de obras de arte, pero no son arte en sí mismas, si es que esto quiere decir algo. Todas las epopeyas cantan la batalla, la guerra, pero la guerra en sí misma no es arte (el concepto de "arte de la guerra" se refiere más a la "técnica") ni cultura, sino barbarie. Aunque el arte, soberana como es, puede hacer algo sublime de lo más odioso y detestable, ese es el camino que empezó a andar el Marqués de Sade, en el que tampoco llegó muy lejos en comparación con el siglo XX. El arte contemporánea ha sacado mucho partido al Holocausto; el arte, la poesía, el pensamiento filosófico. Considérese tan sólo la kilométrica Shoah, de Claude Lanzman:
Bellísimo, sin duda. Pero el Holocausto no es cultura y, digo yo, estaremos todos de acuerdo en que hubiera sido mejor que no se hubiera producido, aunque nos perdiéramos quintales de obras de arte. Así que dejen en paz a Goya, Picasso y tutti quanti. Por lo demás, si arte ha de ser, necesita una musa y, como no la hay, no se me ocurre nada mejor que adjudicarle a Pasifae, cuya leyenda es la que origina el Minotauro. Bingo.
Todas las manifestaciones artísticas son valiosas en principio, pero ese valor es un activo que se adquiere en función de lo que se aporta a la mejora de la especie, no sólo a la material, que es la más evidente, sino a la espiritual y/o moral. Y bajo ningún punto de vista civilizado es una mejora complacerse en la contemplación del sufrimiento y la muerte de ningún ser vivo, la contemplación de ese misterio que es la esencia de la naturaleza humana. La muerte. Según nos desbastamos vamos siendo más y más pudorosos con la muerte. Ya no exhibimos los cadáveres de nuestros enemigos ni hacemos ejecuciones públicas, salvo las excepciones de todos conocidas y por todos condenadas en países considerados "atrasados" y algunas también en los países considerados "avanzados". Pero la tendencia es clara: hurtamos la presencia de la muerte de la vida cotidiana: ya casi no hay sepelios y los coches fúnebres parecen limousines para clases medias-bajas. Lo primero que se hace con un cadáver es cubrirle el rostro. La humanidad busca la negación de la muerte y todas sus religiones y filosofías llevan a ese punto, incluso aquellas que, como el cristianismo, nacen del culto a la muerte pues solo la muerte de Dios en la cruz es el vínculo que lo liga con los creyentes. No siendo eso, la tendencia general es a ocultar la muerte. El arte, sobre todo el cine, la representa con harta frecuencia; pero eso es lo que hace, representarla, simularla, fingirla. En el ruedo no está representada; está presente. No siempre la relación entre poesía/ficción y verdad es tan alegre y optimista como en la autobiografía de Goethe.
¿Qué tiene de cultura una ceremonia pública cuya esencia es contradecir el sentido de la evolución moral de la humanidad, convertir la muerte en espectáculo invocando para ello la fuerza de la tradición, cómo no, y la creatividad del arte de Cúchares?
(La primera imagen es una foto de C Manuel; la segunda, de mikedangeR; la tercera, de alexisbellido, todas bajo licencia de Creative Commons).
dimecres, 15 d’abril del 2009
Balance y perspectivas.
El señor Rodríguez Zapatero hizo ayer balance de su primer año de gobierno en su segunda legislatura ante los suyos y aprovechó también para desgranar sus intenciones inmediatas. Era un público entregado y todos, el presentador y el auditorio, acabaron encantados de sí mismos y optimistas frente al futuro. Estaría bueno.
A mi entender, el Gobierno perdió mucho tiempo negando la crisis y si bien es cierto que, cuando la admitió, reaccionó con relativa contundencia y rapidez, no está bien pasar por alto que aquellos meses de abril a octubre (más o menos) que se perdieron por la inepta obcecación en negar lo evidente no dan para muchos alardes. Igualmente es cierto que, una vez caídos del guindo, los gobernantes actuaron con rapidez y eficacia; pero también lo es que lo hacían sobre un terreno menos minado que en los demás países porque aquí la crisis no ha sido tanto financiera como industrial y laboral. Hasta la fecha no ha hecho falta intervenir más que una entidad de crédito relativamente modesta (y, probablemente, por razones que no tengan nada que ver con la crisis) y ningún banco ha sufrido los problemas que se han dado en otros lugares. En cambio, la destrucción de empresas y puestos de trabajo no admite parangón y, aunque las medidas del Gobierno han sido céleres, en particular ese Plan de Estímulo a la Economía y el Empleo dotado con 40.000 millones de euros, todavía no han dado resultados tangibles. Es de esperar que las nuevas ministras encargadas de la tarea tengan mayor éxito.
En el campo exterior, me parece, los gobernantes han cosechado merecidos éxitos por su tenacidad. La presencia del señor Rodríguez Zapatero en las tres cumbres de hace unos días y no como mera comparsa sino con peso en las decisiones ha significado mucho para el prestigio de España, en especial la recomposición de las relaciones con los EEUU al más alto nivel con el señor Obama quien, afortunadamente para el mundo, no tiene nada que ver con el sujeto sin categoría alguna que lo precedió en el mando.
Por último, el Gobierno se apunta como éxito el "mantenimiento y mejora de las políticas sociales". Mantenimiento es cierto y no es nada desdeñable con lo que está cayendo, pero lo de "mejora" no me lo parece tanto. A las pruebas me remito: la aplicación de la emblemática Ley de Dependencia ya ha pasado por tres departamentos ministeriales distintos y su grado de aplicación deja tanto que desear que muchos creen que sólo se aprobó cara a la galería pero que no se aplica y lo mismo sucede con otras políticas sociales.
En fin, si uno tiene que hacer un balance del balance del Gobierno uno lo califica de razonable y porque tiene uno cierta parcialidad que no va a ocultar a estas alturas. Por supuesto, la oposición dice que el balance es un desastre y de eso sabe mucho porque ella, la oposición, lleva cinco años instalada en otro mucho mayor al que ahora ha venido a añadirse una fabulosa saga de corrupción y mangancia que afecta ya a una retahíla de políticos del PP y parece que afectará a bastantes más sin que, de momento, se sepa a qué niveles y jerarquías llegará la riada del escándalo.
El señor Rodríguez Zapatero hizo resumen de perspectivas y sonó bastante bien. Claro que en esos trinos al futuro hace falta ser merluzo para deslizar una nota falsa, de forma que, en cosa de semanas, tendremos financiación autonómica, el plan de choque de infraestructuras en marcha, la TVE en regla y sin publicidad y una batería de leyes muy necesarias en el Congreso para que el señor Rajoy pueda decir eso tan ingenioso de que el Gobierno oculta su inacción en asuntos graves ocupándose de otros que "no interesan a nadie", como el aborto, la violencia de género, etc. Bueno, ya veremos cómo pinta todo a la vuelta del verano.
De momento este comentarista sólo quisiera señalar las anomalías de la ministra de Cultura, señora González Sinde, que no parece estar encontrando el tono adecuado a su alta responsabilidad. Fastidiado ministerio ese de Cultura que mucha gente no enteramente desinformada cree que debiera desaparecer; fastidiado porque tiene que tratar con personal de colmillo muy retorcido. Y no da la impresión de que esta señora sepa en dónde se ha metido. Imagino que medio país encontrará muy simpático que la ministra haya hecho hace poco o ahora o no sé cuando, pública profesión de su pasión por las corridas de toros. Para otro medio país, en el que Palinuro se encuentra tan a gusto, eso la descalifica como ministra y precisamente de cultura, igual que su afición a la caza, a mi entender, descalificaba al señor Bermejo como ministro... de Justicia. En un caso y en el otro no entiendo cómo se puede ser de izquierda y entretenerse en matar o ver cómo matan a animales indefensos y en el caso de los toros con tortura incluida para regodeo de muchedumbres cuyo silencio en expectación de alguna barbaridad a esta señora parece antojársele tan sublime como el cielo estrellado a Kant.
Pero hay más en el caso de la señora González Sinde: su respuesta a la oposición radical de los internautas ha sido bochornosa porque les ha perdonado la vida diciendo que no se preocupen, que internet seguirá siendo el medio principal de difusión de la cultura. ¡Cáspita! ¿Cree esta señora que podría impedirlo? Exactamente ¿quién cree que es? En fin, no hay que calentarse; tenga la señora cien días para mostrar de lo que es capaz pero, por favor, que mida sus palabras o se asesore de alguien que sepa de qué va esto.
(La imagen es una foto de El Enigma, bajo licencia de Creative Commons).