El presidente hoy en funciones se pasó los cuatro años de su largo, larguísimo, mandato atribuyendo a la herencia de Rodríguez Zapatero todas sus desgracias y meteduras de pata. Justo es que ahora se haga balance de cómo deja las cosas este hombre que ganó las elecciones de 2011 a base de mentir como él mismo reconoció. En el fondo, es tal su falta de principios y de moral, tal su indecencia, que le da igual el concepto en que lo tengan mientras pueda seguir esquilmando el país.
Su legado más atroz se concentra en lo económico y social. Habiendo expoliado hasta el 50% la caja de las pensiones, ahora dice que le preocupa su futuro. A todos, en realidad, si él y los suyos siguen metiendo la mano en la hucha colectiva. Del paro no hace falta hablar; lo deja en donde estaba (un poco por encima) pero con condiciones laborales para los que trabajan mucho más injustas y leoninas. Recuérdese aquella foto demagógica junto a una cola del paro y la leyenda Cuando yo gobierne, bajará el paro. Ha gobernado (mejor dicho, ha desgobernado) pero el paro no ha bajado. El déficit de 2015 está en 5,08% del PIB, más de dos puntos por encima de lo tolerado por la UE que va a multar a España (o sea, a todos los españoles) por el exceso pero, para hacerle un favor, la multa se sabrá después de las elecciones. La deuda pública está por encima de 100% del PIB, cosa que no pasaba desde 1909. El país, con este inepto, corre hacia la quiebra, el default, la bancarrota. No hay dinero para los dependientes, pero para su padre, dependiente en La Moncloaca, si lo hay. Esta quizá sea la mayor muestra de la inmoralidad del personaje: hay para su padre lo que no hay para los demás y a cuenta de estos demás. Nos esperan otros 8.000 millones de € de recortes que, como siempre, saldrán de los bolsillos de los que menos tienen.
Deja la educación reventada por la ley del ministro más inepto de la democracia y al que, para premiarlo, ha enviado de embajador ante la OCDE en París, a darse el vidorro a costa de los contribuyentes. Las Universidades, descapitalizadas y bajo mínimos. La investigación, base y motor del progreso de un país, destrozada y con los mejores investigadores de diáspora por el mundo para poder comer.
Lo que deja no es un gobierno, sino un desgobierno autoritario y despótico. Ha gobernado mediante decretos-leyes, es decir, sin discusión ni consenso y ninguneando al Parlamento ante el que ha comparecido cuando le ha dado la gana que ha sido casi nunca y es incapaz de controlarlo y no digamos ya de interponer una moción de censura. Si al autoritarismo del gobierno añadimos la cobardía de la oposición, incapaz de oponerse a nada, tenemos la fórmula perfecta de la tiranía. La justicia, permanentemente intervenida por un gobierno de amiguetes y amigotes que trata de manipular los procedimientos y procesos para que sus presuntos delitos y los de su partido queden ocultos. El Tribunal Constitucional, manipulado desde el gobierno que ha nombrado presidente a un catalanófobo, exmilitante de su partido, al que no respeta nadie porque su función es agradecer al poder político sus favores.
Respecto a la organización territorial del Estado, el desastre es mayúsculo. El Sobresueldos está viviendo el más acelerado proceso de desintegración de España hasta la fecha y en muy buena medida gracias a él que entiende tanto el país en el que vive como una lagartija. Y ahora también Euskadi. Nadie quiere quedarse en este lamentable lugar en donde no hay futuro y el futuro es pepero.
Capítulo aparte es la corrupción. Esta ya no es un comportamiento individual más o menos frecuente (él dice siempre que se trata de casos aislados) sino una industria del expolio organizado. Empezando por el máximo dirigente que, cuando llegó al poder, ya llevaba veinte años cobrando cuantiosos sobresueldos procedentes de fondos oscuros de origen dudoso. En realidad, el PP no es un verdadero partido sino, como dicen los jueces, una asociación para delinquir. Y eso es lo que los peperos han hecho en estos cuatro años, en lugar de gobernar, robar.
Capítulo aparte es la corrupción. Esta ya no es un comportamiento individual más o menos frecuente (él dice siempre que se trata de casos aislados) sino una industria del expolio organizado. Empezando por el máximo dirigente que, cuando llegó al poder, ya llevaba veinte años cobrando cuantiosos sobresueldos procedentes de fondos oscuros de origen dudoso. En realidad, el PP no es un verdadero partido sino, como dicen los jueces, una asociación para delinquir. Y eso es lo que los peperos han hecho en estos cuatro años, en lugar de gobernar, robar.
Este es el pájaro por el que, según dicen los distintos digitales, van a votar varios millones de ciudadanos.