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dimarts, 31 de maig del 2016

Delirios patriarcales

Todo lo que sobra al cardenal Cañizares en la cola de su capa cardenalicia le falta en raciocinio. Desde lo alto del púlpito, su eminencia ha arremetido contra el "imperio gay" en defensa de la familia y en contra de las leyes basadas en la "insidiosa ideología de género". En defensa del Patriarcado (aunque él no lo llamará así sino que recurrirá a fórmulas como "esencia del ser humano", su "condición natural" o su "vocación divina") llama a la desobediencia a las leyes basadas en esas monstruosas ideas de considerar a los gays como personas con dignidad y derechos o a las mujeres iguales a los hombres.

Por favor, ¡las mujeres iguales al cardenal Cañizares! No sé quién debiera enfadarse más.

Desobedecer la ley. Si lo anuncian los independentistas catalanes se les dice que se les caerá el pelo. Lo propugna Cañizares y nadie se da por aludido. Porque la Iglesia en España es un Estado dentro del Estado. Un prelado pidiendo al personal que quebrante la ley. Desobediencia civil. Es muy fuerte, en principio, pero no tanto cuando se recuerda que hablamos del casuismo católico. Los católicos se oponen a la desobediencia civil, según y cómo. Aún está reciente una sentencia avalada por el Supremo que reconoce la objeción de conciencia a un farmacéutico que se negó a despachar a una cliente la píldora " del día después. O sea, la desobediencia en sí es inadmisible por ser mala, pero la Iglesia la admite cuando puede ocasionar un mal peor.  

Se dirá, siempre se dice, que la Iglesia tiene derecho a hablar a los suyos. Con nosotros no va y, si escuchamos, es porque somos unos cotillas. Piano, piano. Esa Iglesia desobediente se financia con el dinero de todos, creyentes y no creyentes, por tanto, está obligada a respetar a los no creyentes... o prescindir de su financiación. Ánimo, que pruebas más difíciles se han dado. Si los curas encuentran imposible dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César porque también quieren quedarse con esta parte, la del Cesar, tendrán que aguantar que los ciudadanos normales digamos lo que pensamos sobre la Iglesia cuando esta se expresa en lo que nos afecta, hágalo en un templo o en un partido de fútbol.

Esto sin contar con que los curas se afanan en difundir sus prédicas y doctrinas a los cuatro vientos, por encima de sus rebaños, a través de sus propios medios de comunicación. Esos medios hablan a todo el mundo, no solo a los miembros de la secta católica. Y lo hacen con el dinero de todos, tanto si no rellenan la casilla de la Iglesia en la declarción del IRPF como si lo hacen, cual es el caso, parece ser, de Pablo Iglesias, quien rellena la casilla de la Iglesia.

Por tanto, todos tenemos derecho a opinar sobre Cañizares ya que Cañizares se lo arroga para hablar de los deberes ciudadanos. Imáginese: lo que dice sería lo que dijera un conciliar de Trento de habérsele pasado por la cabeza que pudiera haber gays y en igualdad de derechos y no quemados vivos o que las mujeres reclamaran igualdad con los varones sin acabar de inmediato también quemadas vivas por brujas. 

Cañizares va contra el avance de las costumbres, las libres relaciones entre las personas, la emancipación social. Va contra la evolución de la sociedad a los efectos de que todo el mundo pueda realizar sus proyectos vitales y vivir una vida plena. Esta vida plena exige autonomía del individuo, libertad de elección y responsabilidad por sus actos. Nada que ver con las imposiciones fanáticas e intolerantes de un clérigo que, en realidad, no sabe de lo que habla.

diumenge, 12 d’abril del 2015

El aborto como pretexto.


El aborto ha sido un Leitmotiv de esta zarzuela de la Xª legislatura, su tema central, la obsesión de un gobierno a las órdenes de la Iglesia católica. Esta creyó llegado el momento de hacer realidad su sueño: meterse en los asuntos íntimos de los demás, especialmente de las mujeres, con las que mantiene una secular y enfermiza relación de odio y lascivia, propia de almas enfermas.
 
Prácticamente toda la legislatura  transcurrió en una denodada batalla del ministro de Justicia por despojar a las mujeres del derecho al aborto y  retrotraerlas al siglo XIX. No bastándole con su mayoría absoluta el hombre se cubrió de ridículo en sede parlamentaria, tratando de argumentar que el engendro represivo que estaba cocinando por orden de los curas era la última prueba del feminismo militante y la emancipación de la mujer. Debía de pensar que los demás diputados y el resto del país son tan cerriles y estúpidos como él. Claro que ese ridículo era nada comparado con el que hacían las diputadas de la derecha puestas de pie, aplaudiendo que un integrista católico les dejara sin derechos y las tratara como menores de edad.
 
En su ceguera nacionalcatólica el ministro ni se había leído el programa de su partido en el que se pasaba por el asunto del aborto como sobre ascuas y en absoluto se decía que la intención fuera suprimirlo. O lo había leído y no lo había entendido, cosa bastante probable. O, vista su simpleza mental, sus jefes lo habían engañado, cosa todavía más probable. Durante su etapa de oposición, el PP había utilizado el aborto como arma contra el gobierno, como había utilizado a las víctimas del terrorismo, sin escrúpulos. Apoyó las manifas de los curas en contra de la legislación abortista y la recurrió ente el Tribunal Constitucional. Mucho gesto. Lo suficiente para engañar a un bobo como Ruiz-Gallardón. Pero, en el fondo, solo gesto. Ninguna intención de suprimir el derecho del aborto porque se trata de una reclamación generalizada en la sociedad. Ponerse en contra haría perder votos y en el PP tienen muy claro que primero son lo votos y luego los principios y si, para ganar elecciones hace falta declarar obligatoria la interrupción voluntaria del embarazo, se hace. Lo primero es llegar al poder para robar; lo de los principios es secundario.
 
Así que, cuando ya no fue posible calmar el furor ultracatólico del ministro, Rajoy lo dejó caer y estrellarse contra la realidad de un país en el que la mayoría, incluida la mayoría de católicos, quiere el aborto. La Iglesia, como siempre, se adaptó sabiamente a la situación, no intentó siquiera defender a su monaguillo, y se conformó con una reforma casi simbólica de la ley del aborto socialista (cuestión del permiso paterno), a cambio, claro, de una sustancial mejora de sus privilegios económicos porque si el PP sabe que primero son los votos y luego la moral, la iglesia sabe que primero son los cuartos y luego la fe.
 
Esta "traición" ha soliviantado a los sectores ultras del partido, dispuestos a dar la batalla contra este horrible asesinato de no nacidos, cuyos "derechos" quería proteger aquel ministro tan engolado como majadero. Los furibundos antiabortistas arman mucho más ruido del que les corresponde por su importancia cuantitativa y cualitativa y amenazan con votar en contra el proyecto de ley de reforma de la del aborto. Cuando calculen el importe de las multas que les impondrán aun serán menos. Como siempre, los principios supeditados al bolsillo. En realidad, la única persona de relevancia que agita el fantasma del aborto en la derecha es Aguirre. Y también en este caso es un puro pretexto. Al ser la candidata a la Alcaldía de Madrid que más tiene que ver con la corrupción del PP en la Comunidad, toda ella responsabilidad suya, está claro que no le interesa que se hable de la corrupción. Al contrario, cuanto más se hable del aborto (que le importa una higa), mejor.
 
Amenazan los del PP con incluir un artículo en la ley negando explícitamente que el aborto sea un derecho. Lo dice el ministro Alonso y lo reitera el ministro de Justicia, Catalá, quien, además, aporta una prueba contundente al decir que en la vigente Ley del aborto socialista ( Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo) no se dice que el aborto sea un derecho. Otro que tampoco ha leído aquello de que habla. La ley no dice, obviamente, que el aborto sea un derecho, porque lo da por supuesto tanto en el Preámbulo como en el artículado. La Ley es una ley de derechos reproductivos. Ignoro qué entenderá este ministro tan pizpireto por "derechos reproductivos" pero, por si no lo sabe, incluyen el derecho a no reproducirse.
 
Pero da igual. Como da igual esa idea tan absurda de que una ley proclame que aquello que regula no sea un derecho. En el fondo son puros pretextos para no perder votos, que es lo único que importa a esta gente. Considérese la no-respuesta de Sáenz de Santamaría, mujer, a la pregunta explícita de si cree que el aborto sea un derecho de las mujeres. No responde. No es algo tan vergonzoso como esas lacayas compañeras suyas de partido que aplauden el machismo que las deja sin derechos pero es mucho más lamentable porque, si su partido afirma que el aborto no es derecho, al negar la respuesta, lo que la vicepresidenta está diciendo es que ella cree que sí es un derecho, pero no se atreve a reconocerlo. Es hipócrita, cobarde y miserable.
 
Es típico de la derecha, acostumbrada a comerciar con los principios como con las acciones en bolsa. La interrupción voluntaria del embarazo es un crimen, salvo que, si luchamos contra él, perdamos las elecciones. En ese caso, entérese, señor Ruiz-Gallardón, que es usted un poco adoquín, en ese caso, no es un crimen sino que está protegido por la ley aunque, para disimular, se diga que no es un derecho.

divendres, 3 d’abril del 2015

Otra mujer asesinada.

Con otra mujer sobre la mesa de autopsias, víctima de "unos cuantos piquetitos", por citar el título del célebre cuadro de Frida Kahlo, los medios y el foro público se llenan de sesudas y horrorizadas reflexiones sobre lo insondable del alma humana, lo incomprensible de la violencia, lo enigmático de las relaciones de pareja, las contradicciones del amor, etc. En su post de ayer, El Patriarcado, bien, gracias, Palinuro ya largaba su parte de doctrina, insistiendo en la necesidad de tomarse en serio el asunto, no rutinizarlo, no trivilializarlo así como en que por "el asunto" no hay que entender solo los asesinatos, sino muchos otros aspectos y circunstancias sociales concomitantes, a veces aparentemente tan alejadas del crimen que, se dice, no son relevantes. Para eso, además, ya están las medidas legislativas y administrativas que se toman en todos los órdenes, los campos, los ámbitos. Si y no, porque faltan muchas cosas. Hay preocupación por proteger a las mujeres en todos los órdenes porque está claro que son más vulnerables. Pero ni esto es cierto. Es poco lo que cabe esperar en este terreno de una organización como el PP, cuya secretaria general dice muy ufana que las mujeres de su partido no precisan cuotas. Bueno, cierto, la afirmación es una tontería propia de quien la dice, pero también es cierto que esto de las cuotas queda lejos de la violencia de género y de lo que se llama feminicidio.

Sí, esta es la batalla más reciente. El término "feminicidio" no quiere decir nada y, además, no existe. Si no existe, se crea. Y sobre si quiere decir o no, júzguese: es feminicidio el asesinato de mujeres por ser mujeres. Es decir, es una forma de genocidio porque es un asesinato de una colectividad por un motivo específico. Se diferencia del genocidio en que se da en todos los continentes, países, razas, culturas y religiones y que no se sabe cuándo empezó y tampoco se sabe cuándo acabará, pues el exterminio del género, la solución final, tampoco será posible esta vez. El feminicidio es un genocidio permanente, desparramado, oculto, negado a la par que fomentado y combatido al unísono.

Su origen está en la educación, seguro. Pero no solo. Una educación no patriarcal no sirve de mucho en una sociedad patriarcal. Y, aunque fuera posible una educación no patriarcal en un mundo en el que, ya lo dijimos ayer, todas las religiones, las historias, las filosofías, las artes, las letras, son patriarcales, luego queda el ejemplo de los adultos. Una sociedad en la que una enorme cantidad de mujeres tienen asumidos los roles del patriarcado (basta con recordar a las cipayas del PP aplaudiendo a rabiar al ministro que proponía cercenar sus derechos) y los hombres, prácticamente todos, la tarea es ingente. Empieza por verse en la comprensión correcta del concepto de feminicidio.
 
Un cuerpo en una mesa de autopsias no es el comienzo de una historia de feminicidio sino, al contrario, su final. El final de una historia que quizá empezara en los años escolares de los protagonistas. Es muy duro, pero es así. El problema no es solo un tipo de educación u otro. El problema es comprender que el feminicidio empieza precisamente en donde debiera cortarse, en la educación y sigue a lo largo de la vida en los aspectos aparentemente más inocuos y distantes, costumbres populares, refranes, comentarios, usos matrimoniales, (no es preciso mencionar los países en los que la edad núbil de las mujeres está en la infancia), leyes, cuotas, vida profesional, trabajo, competitividad, abortos, divorcios, juzgados, presión social, opinión pública. Hasta que un cuchillo que a lo mejor viene dirigido desde una acampada en la adolescencia, encuentra el camino hacia el corazón de la víctima.

dimecres, 17 d’abril del 2013

La ofensiva contra las mujeres.


Arrecia el patriarcado con fuego de todas las baterías. Desde el fondo del templo de Dios, Rouco reclama la derogación de las leyes del aborto y del matrimonio homosexual. La primera petición apunta directamente a la mujeres, para privarlas de un derecho esencial como es el de disponer de la propia vida. La segunda va contra todos los homosexuales, femeninas y masculinos. Nueva restricción de derechos para convertir a las mujeres (y, de paso, a los gais) en ciudadan@s de segunda. Rouco es el Bautista clamando a los pies del palacio de Herodes, hoy accidentalmente el Vaticano. Pero su destino es muy otro. No será su cabeza la que vaya en bandeja sino la de Eva o, mejor, Lilith, la personificación femenina del mal. 

Gallardón está ya estudiando, con su habitual capacidad para el sofisma, la forma de vaciar de contenido la ley de la interrupción voluntaria del embarazo sin que parezca que está haciéndolo. Es ese fabuloso espíritu de mixtificación que se encierra en la propuesta de que el ministerio de Justicia sube las tasas judiciales para garantizar la gratuidad de la Justicia. El hecho es que, si Gallardón cede ante las imposiciones clericales, serán los curas quienes gobiernen. Lo mismo que ha sucedido con el ministerio de Educación cuyo ministro se ha apresurado a cumplir las órdenes del episcopado en materia de enseñanza privada, supresión de educación para la ciudadanía e implantación de la doctrina religiosa. Y, en la medida de lo posible, la educación, segregada por sexos pues, según el ministro, esta segregación no discrimina, como se demuestra por el hecho de que también la hayan implantado los integristas de Hamas en Gaza.

Está claro: en donde los curas mandan, las mujeres llevan la peor parte. Siempre. Y a esa misoginia acendrada de la Iglesia se une la de una sociedad civil educada en los más preclaros principios del machismo andante. Ese alcalde que dice que las feministas lo son hasta que se casan, igual que los comunistas hasta que se hacen ricos y los ateos hasta que se estrella su avión, muestra la esencia misma del machismo. La equiparación de las tres circunstancias es tramposa. Lo del comunista y el ateo los involucra a ellos solos confrontados con circunstancias genéricas fuera de su control. Allá ellos con sus conciencias. Lo de la feminista es el resultado de una interacción entre dos seres humanos, un dominador y una dominada. Es una relación de violencia. Esa presumida renuncia al feminismo por razón de matrimonio es la formulación vulgar de la leyenda de la doma de la bravía, aunque no tan vulgar como su manifestación de sobremesa cuando los hombres explican el comportamiento de una mujer porque es una malfollá que lo que está pidiendo es un macho.

El cargo del PP que hace unas fechas dijo que las leyes, como las mujeres, estaban para violarlas, dimitió acto seguido. Era una brutalidad demasiado pétrea para edulcorarla de algún modo haciéndola pasar por una de esas estúpidas incorrecciones políticas que invocan quienes no tienen ni idea de lo que es la corrección política. El alcalde en cuestión, sin embargo, para no dimitir ha acabado diciendo lo contrario de lo que afirmaba, admitiendo que no se puede generalizar, que algunas feministas lo hacen y que él lo encuentra lamentable. ¡Lamentable! Si son esas las que prueban la veracidad del supuesto de que, en el fondo, las feministas lo que quieren, como todas, es casarse con un hombre que las mantenga. Lamentablemente, claro.

La defensa de los derechos de las mujeres es la primera línea de la defensa de los derechos fundamentales.

dimarts, 13 de març del 2012

Violación.

¡Cómo avanza la civilización! En la Argentina ya se permite que las mujeres violadas aborten. ¡Vaya por dios! Hasta ahora estaba prohibido, como en todos los demás lugares en que rige la moral (y la ley) patriarcal/machista que privilegia al hombre e ignora a la mujer, la trata casi como un semoviente y no tiene una pizca de compasión por las manifestaciones concretas de un sufrimiento y una humillación que duran siglos. Es necesario ser realmente un granuja, un ruin granuja, para no entender la tortura que acarrea el gestar un ser producto de la brutalidad de una violación pues la elección es siempre agónica: o se aborta (y, encima, con la penalización de una ley injusta) o se tiene el hijo del enemigo y, haciendo de tripas corazón, se es una madre para él, en bastantes ocasiones, además, arrostrando la hostilidad de los allegados.

Porque muchas veces la violación es un crimen aislado, esporádico, individualizado; pero muchas otras es una política deliberada del mando que ordena a las tropas vencedoras en una guerra que, tras exterminar a los vencidos, violen en masa a sus mujeres para implantar en sus senos la semilla de la etnia, la raza, el color de los violadores. Política deliberada de destrozo desde tiempos inmemoriales y que recientemente se ha visto aplicar en el Congo o en la antigua Yugoslavia.

Si este aborto por violación está aun prohibido en muchos sitios es porque sigue pesando el repugnante parecer de esos curas de tres papadas, orondos eunucos sobaniños que predican cómo la mujer violada, es decir, la mujer atropellada en lo más íntimo de su ser, debe sobrellevar su infortunio con resignación y parir y criar al inocente fruto de su vida destrozada. Y estos son los caritativos curas occidentales o sus devotos doctrinos al estilo de Gallardón. En el mundo musulmán, en donde los curas son todavía más brutales e imbéciles que los cristianos, la violación se echa en cargo de la víctima y esta no solo queda deshonrada sino en peligro de perder la vida.

Quizá haya cosas tan odiosas, crueles e inhumanas como una violación pero, desde luego, no más. El forzamiento deja siempre secuelas terribles en quien lo sufre, físicas y psíquicas. Y solamente desalmados y descerebrados, como esos policías que -ya no tanto, afortunadamente- solían reírse de las mujeres que se atrevían a denunciar una violación diciéndoles que eso sería lo que ellas quisieran. ¡Cuánto canalla ha vestido y sigue vistiendo uniforme de policía, bata de médico, toga de juez! La solidaridad machista presenta siempre un frente cerrado para obligar a las mujeres a hincar la cerviz y aguantar los atropellos, desde el chulo de discoteca hasta el intelectual semiculto y pedante, de vuelta de todo, que describe en su columna periodística cuán harto está ya de la tiranía feminista, de la queja continua de las mujeres, de la sobreprotección de que gozan, de la falsa igualdad de que se aprovechan, frente al sufrido varón al que, a priori, se hace culpable de todo. Luminarias de la estupidez que confunden el ruido de sus tripas con el sonido del ingenio.

La falta de sensibilidad del machismo dominante en nuestra sociedad es abrumador y, en buena medida está sostenido por mujeres, enajenadas por los curas y sus propias frustraciones que defienden la causa que las oprime. Por ejemplo, esa inefable alcaldesa de Madrid que prefiere que la igualdad tarde más a que haya "atajos" porque no se atreve a decir que no quiere que haya igualdad en absoluto ya que, si la hubiera, ella no habría llegado a donde ha llegado pues lo ha hecho gracias a su marido y no a los méritos personales que sin embargo pide a las demás.

Realmente, la hipocresía social que rodea al patriarcado es repugnante y para removerla no basta ese terrible caso de la adolescente marroquí que se ha suicidado porque los criminales que la rodeaban bajo el nombre de familia (sacrosanta, desde luego) la obligaron a casarse con el otro criminal que la había violado, una niña en la flor de la vida a la que el machismo brutal sobre el que se permiten hacer bromas los señoritos de la derecha (y muchos de la izquierda), prefiere ignorar pues no puede ridiculizar directamente a la víctima que es lo que les pide el cuerpo castrado con la "contracorrección política" que les imbuyeron de niños. Esa noticia que subleva el ánimo, enciende la sangre y clama al cielo debiera ser primera en todos los periódicos y telediarios. Pero no, ni siquiera aparecerá. Al fin y al cabo, una injusticia cometida con una menor, marroquí, africana, mujer..., nada. Lo importante es lo que dice esa enchufada, engreída e hipócrita, Ana Botella.

(La imagen es un grabado de Castelao de 1937, titulado Atila en Galicia y refleja uno de los muchos crímenes que los fascistas cometieron con la población civil y que sus herederos ideológicos no quieren que se investiguen. La base del terror franquista, que llega hasta hoy).

dimecres, 9 de març del 2011

El antiguo segundo sexo.

Con motivo del ocho de marzo, día de la mujer trabajadora, El País traía una entrevista con Nawal el Saadawi, una resplandeciente mujer egipcia de 79 años, psiquiatra, escritora, activista y, dice el periódico, "feminista". Claro ¿qué otra cosa puede ser una mujer inteligente? Y el Saadawi lo es en profundidad. Lo de que "La mujer no puede liberarse bajo ninguna religión" es una de esas verdades apodícticas, axiomáticas, evidentes en sí mismas. Le ha faltado decir que el hombre tampoco. Pero se sigue de su interesante discurso cuando señala que la liberación de la mujer necesita la del hombre y viceversa. Nadie puede liberarse con religión alguna. Las religiones se han hecho para atar, para sujetar, para religar.

Lo que esta egipcia está viviendo y lo que cuenta de lo que está viviendo es impresionante. Las mujeres levantan la cabeza en el Islam arábigo, una koiné estrictamente masculina en la que aquellas están ocultas. No digo ya que no lleguen a la dignidad de madres de dioses, como María de Nazaret o a heroínas liberadoras del pueblo elegido, como Judit o Esther; es que no aparecen, no tienen nombre, ni rostro. Solo existen para el placer de los hombres. Y ni siquiera mutuo porque para eso se practica la castración femenina. Esas costumbres son aberraciones, atentados incalificables contra la dignidad de las personas. Privarlas de rostro, que es el espejo del alma, es privarlas de alma puesto que esta sólo florece en contacto con los demás. Esa mujer uzbieca pintada por el gran Vasily Vereschagin en Tashkent en 1873 equivale a un tratado de antropología filosófica. ¿Ha mejorado la condición femenina en estos lugares? Escuchando a Nawal el Saadawi, algo sí, desde luego, pero prácticamente nada, visto el lugar que el Código Civil egipcio, que no puede contradecir a la Sharia, reserva a las mujeres.

Las revoluciones árabes están haciendo visibles a las mujeres y, cuando todo pase, seguramente será imposible obligarlas a volver a casa. Igual que, después de la primera guerra mundial fue imposible desalojarlas de la primera línea de producción y hasta hubo que reconocerles el derecho de sufragio. Y en ese aspecto de género o sexo las redes están ayudando mucho. La blogosfera tiene una intensa presencia femenina. Son tiempos extraordinarios.

Tanto que la Unión Europea, que es de género femenino y esencia masculina, indignada consigo misma al ver la desmayada situación de las políticas de igualdad, amenaza con obligar por ley a incorporar mujeres a los consejos de administración de las empresas. Esto es, el aterrizaje de estas en el poder económico y financiero que es el verdadero poder, el que está en la sombra, el que maneja a los otros dos, el político y el militar, a su antojo. Otro reducto masculino.

Porque la condición de las mujeres en las sociedades occidentales es mejor que en el Islam pero aún deja mucho que desear. Está además enredada en algunas discusiones ridículas en las que muchos intervienen con la aseveración de "yo soy feminista, pero...", que recuerda el "yo no soy racista, pero...". Los dos peros más frecuentes al feminismo son el de la lengua y el del Estado de derecho. Según el primero, las/los feministas se pasan cuando chocan con el espíritu, la estructura, el genio, el yo qué sé sacrosanto de la lengua, herencia de nuestros antepasados que prohíbe decir "miembra" so pena, entre otros horrores, de que algún necio diga que hay que decir también "fantasmo". Como si la lengua fuera una armadura rígida, inquebrantable, venida de fuera, impuesta y no la pasta moldeable con la que las generaciones han ido entendiéndose, a base de innovar, romper esquemas y crear otros. En español (probablemente en todas las lenguas porque el patriarcado ha sido universal) el género masculino comprende a los dos pero el femenino no. Eso tiene que acabarse y tiene que acabarse también en la lengua, que es un medio y no un fin en sí mismo; un medio al servicio de la superación del ser humano; de todas.

El otro pero es el del Estado de derecho, al que han salido defensores acérrimos desde que el feminismo se abre paso normativamente por medio de la discriminación positiva. Somos feministas, sí, pero toda discriminación, sea positiva o negativa atenta contra el principio fundamental del Estado de derecho que es la igualdad ante la ley. Tiene gracia. Cuando las mujeres no votaban, al parecer el principio de igualdad ante la ley no estaba afectado porque Estados de derecho eran Inglaterra, Francia, los Estados Unidos (en donde los negros tampoco votaban). El Estado de derecho puede, pues, admitir considerables excepciones a sus principios sin merma de su perfección. Y la discriminación positiva no parece muy dañino. Y eso si no se quiere justificar la discriminación positiva con razones morales, que las hay.

En el fondo los dos peros coinciden en uno general: la incapacidad para admitir que el lenguaje, las instituciones, las costumbres y tradiciones, son construcciones humanas, sociales, convenciones a nuestra mayor conveniencia, sempiternas en comparación con la vida de cada uno de nosotras pero efímeras en comparación con la especie. El espíritu que ha animado esta construcción en todo el mundo hasta ahora es el del patriarcado. Se trata de que admita otro. El del matriarcado. Aunque cada vez que aparece el poder, el mando, el arché el asunto se complica.

(La imagen es una foto de Duke Human Rights Center, bajo licencia de Creative Commons).