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dimarts, 15 d’octubre del 2013

El Estado dentro del Estado.


Aproximadamente cada cien años el Estado español firma un concordato con la Santa Sede, en 1753 con Fernando VI, en 1851 con Isabel II y en 1953 con el caudillo Francisco Franco que casi por ello consigue que lo hagan cardenal. Hubiera estado bien, ¿eh? Una dictadura regida con mano de hierro en lo secular y lo espiritual por el sublime ideal español del monje guerrero. El caso es que este año es el sexagésimo del Concordato de 1953, por el cual el Vaticano contribuyó, junto con los gringos a sacar a España del aislamiento internacional en que estaba por ser un Estado fascista según la ONU. A cambio, el Vaticano se quedó con el alma (y el dinero) de los españoles y los estadounidenses con pedazos de territorio en Torrejón, Rota, Morón, para sus bases. La cuestión es averiguar si ese Concordato de 1953 sigue o no en vigor, pues su artículo 1º reproduce, dulcificada, la vieja fórmula de la Constitución de 1812: "La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico". Aparentemente eso no está en vigor. Pero, si se leen los acuerdos de 1979 y el de 1976, la cosa no es tan clara.


Para aclararlo celebramos la mesa redonda del anuncio en la Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense, el próximo jueves, 17, a las 12:00. Participan François Coll, Juan José Tamayo, Beatriz Jimeno, Palmira Chavero, Jaime Ferri y un servidor. Entrada libre.

divendres, 20 de setembre del 2013

Siempre hay un elefante a tiro.


¿Recuerdan el famoso "elefante blanco" del Tejerazo de 1981? Sus señorías escucharon debajo de sus asientos que se esperaba la llegada de una autoridad, militar por supuesto, quien daría las órdenes oportunas. Esa autoridad pasó a ser el "elefante blanco", cuya identidad jamás se supo de seguro, oscilando las conjeturas entre el general Armada, Milans del Bosch o el propio Juan Carlos I. Nunca se sabría. Por cierto, curioso giro llamarlo "elefante blanco". El nombre parecería indicar algo muy preciado, casi dotado de poderes taumatúrgicos. Y no es exactamente así. El bicho es, sí, muy preciado a fuer de raro pero el nombre está ligado a la desagradable experiencia de poseer algo muy valioso que no sirve para nada y no se puede mantener ni desechar. Una ruina, vamos. Los reyes de Siam regalaban un elefante blanco a los cortesanos a quienes querían arruinar.

Es posible que la denominación, en definitiva, sea correcta y traduzca la idea popular sobre el valor de la Monarquía. No sirve para nada, es carísima y no hay modo de quitársela de encima. Un elefante blanco, desde luego. Y el Rey está familiarizado con los proboscidios de los colores más habituales, como es sabido por su afición a cazarlos, en ejercicio de su cargo de presidente honorífico del World Wild Life, cargo del que le han apeado a raíz de su último paquidermicidio.

Ahora ha irrumpido en la cuestión catalana, al modo del dicho también popular del elefante en la cacharrería. Se ha puesto a llamar a las personalidades catalanas de la empresa, la banca, los medios de comunicación para que se impliquen en la lucha contra el secesionismo. Al parecer ha abroncado al Conde de Godó, propietario de La Vanguardia, afeándole su apoyo al independentismo de CiU, él, que es Grande España, nada menos, nombrado precisamente por Juan Carlos I, el amigo de los elefantes. Hace un año, en la Diada de 2012, también abroncó en público a un dirigente de CiU, Salvador Esteve, por los mismos motivos y este, que le respondió con dignidad, confesó estar acollonat pues veía que el otro, muy irritado, se le venía encima. Pues eso, barritando irascible como un elefante viejo, que son los más peligrosos de todos.

Hace un tiempo, el lingüista cognitivo George Lakoff, gran teórico del framing publicó un librito que ha sido casi best seller titulado No pienses en un elefante, convertido en vademécum de los comunicólogos de medio mundo. Lakoff, de proclividad demócrata, trata de convencer a sus correligionarios de que si quieren enfrentarse con éxito a los republicanos (cuyo símbolo partidista es un elefante) tienen que sacarse de la cabeza la imagen del proboscidio pues, de otro modo, estarán debatiendo en el terreno elegido por el adversario. Parece un buen consejo, pero no sé si los aconsejados, los demócratas, sabrán seguirlo. Al fin y al cabo la imagen de su partido es un burro.

Sería un consejo beneficioso para los políticos españoles: dejen de pensar en el elefante real. Están nerviosos; no saben qué hacer. Quieren preservar la institución pero tienen miedo al titular, un convaleciente achacoso, cascarrabias, que parece ir por libre, al frente de una casa desmadejada con el crédito y la valoración popular bajísimos y que, cualquier día de estos, monta un lío. Con motivo de cierta celebración más o menos castrense estuvo a punto de darse una castaña y medir de nuevo el suelo con las costillas. Lo evitaron cuatro o seis generales y almirantes sujetándolo en vilo. Una imagen del elefante de la Monarquía española.
 
Hubo un tiempo en que el Rey, como el elefantito Babar, salió al extranjero, aprendió mucho y volvió a casa cargado de dones y ventajas de la civilización exterior. Y el pueblo ingenuo le tributó su aplauso. Pero eso fue hace mucho. Babar ha crecido, se ha convertido en una mole achacosa que solo sabe meter la pata, pues ya ni la trompa, y provoca problemas allí donde va.
 
Hace unos días, el señor Navarro, secretario general del PSC, pedía la mediación del Rey en un diálogo entre España y Cataluña. Y el elefante ya le ha contestado.



Por cierto, el otro elefante blanco, el Papa, sigue siendo blanco, pero se ha convertido en un mirlo. ¡Un Papa diciendo que jamás fue de derechas! Eso sí que no se lo esperaba nadie salvo los paldonfinis que se deslizan con frufrú de lujosos manteos y sotanas por las estancias del Vaticano. La iglesia, dice Francisco, debe dejar de dar la brasa con los gays y los matrimonios homosexuales. Pues es cierto. Ya está bien de aburrir a todo el mundo con esas pamplinas. Veremos luego qué sucede con el aborto. Señor, Señor. El obispo de Alcalá va a fliparlo en colores y monseñor Rouco quizá esté pensando levantar partida en nombre de Cristo Rey. Y no solo eso. Ha entrado Francisco en el huerto prohibido, el de las mujeres. Que hace falta en la iglesia, dice, el genio femenino. Nada más cierto. Atrévase a abrirle las puertas. Derogue el celibato obligatorio del clero, costumbre monstruosa, patógena, y permita la ordenación de mujeres. Esa sí sería una revolución de verdad en la iglesia al lado de la cual las demás son tortas y pan pintado.

(La imagen es una foto del Ministerio estonio de Asuntos Exteriores, bajo licencia Creative Commons).


dimarts, 16 d’abril del 2013

Las clavijas de Clavijo.


Ni en el Vaticano dejan los suyos tranquilo a Rajoy para que el hombre haga lo que mejor sabe hacer, esto es, nada. Hasta la Santa Sede ha llegado el piafar del caballo blanco de Santiago en Clavijo, montado por Rouco Varela esta vez para que los cristianos aniquilen a los infieles y prohíban el aborto y el matrimonio homosexual. Al propio tiempo, los cruzados de la causa de la Fundación FAES exigen al pusilánime presidente del gobierno que muestre garra y que no se deje ganar la calle. Lo segundo suena un poco a bronca de jayanes en mitad de la calle. Un estilo dialéctico propio de Aznar. Lo primero llega más a lo profundo. El aborto es un pecado nefando para la Iglesia católica que lleva aparejado la excomunión automática. La abortante y sus cómplices quedan excomulgados. ¿Puede considerarse cómplice a un presidente del gobierno que, estando en su mano acabar con los abortos, no lo hace? ¿No será, así, más cómplice que nadie, pues lo es de múltiples interrupciones criminales del embarazo?

Rajoy no es un monarca más o menos absoluto como Enrique II o Enrique VIII, pero tampoco parece que Rouco sea Thomas Beckett o Tomás Moro. Ya no llegan los conflictos tan a cosa de vida o muerte. Hay procedimientos administrativos. La Iglesia tiene numerosos intereses que cuidar para jugárselo todo a un conflicto institucional. Además, es mejor mantener la amenaza que ejecutarla. Los fieles se enardecen más. Habrá que escuchar al pío ministro del Interior cuando su jefe regrese a España. Para él, los deseos de Rouco son órdenes.

Por todas partes aprietan las clavijas a Rajoy. Lo quieren al frente de la revolución conservadora, repartiendo mandobles y aprovechando la situación en que la oposición mayoritaria anda perdida en un jardín interior del que solamente sale para demostrar que cada vez está más alejada de la realidad. Los escraches ponen dramáticamente de relieve que lo mejor, la crema de nuestra sociedad, la dirigencia, se ven amenazados y hostigados, como si fueran perroflautas identificados por los antidisturbios porra en mano. ¡Ah, no, eso no puede ser! Los escraches de los grupos provida ante las clínicas abortistas son la voluntad de Dios; los de los antidesahucios ante las puertas de los políticos opuestos a la ILP de dación en pago son tiranía de Satanás. ¿Para qué tenemos un gobierno, para qué una policía? Los escraches deben terminar. Los de Satanás.

¿Qué hace falta para que Rajoy actúe? ¿Fundamentación teórica? Lo que la FAES no da, Cospedal lo presta: los escraches son nazismo. Ahora ya puede Rajoy entrar en batalla. ¿No derrotamos en su día el comunismo? Y eso que las potencias occidentales, equivocándose de enemigo, se habían aliado con él en contra del nazismo. Claro, no podían tener la presciencia del Caudillo, centinela de Occidente. Ahora, ya derrotado el comunismo, vamos a derrotar también el nazismo, para que se vea nuestro católico sentido del justo medio. Además, a qué engañarnos, estos nazis y los comunistas de antaño son la misma chusma.

Santiago y cierra España.

(La imagen es una foto de mermadon 1967, bajo licencia Creative Commons).

divendres, 15 de març del 2013

El silencio.

El silencio goza de buena fama. Se lo asocia a la prudencia, la sensatez, el recogimiento, la reflexión. Siempre recuerdo la leyenda del famoso autorretrato de Salvator Rosa: Calla salvo si lo que tienes que decir es mejor que el silencio. Pues es de este silencio del que se trata aquí: la ausencia de palabra, no de ruido. Podemos no oír el ruido. Según los pitagóricos, llamamos silencio al sonido de las esferas celestes que todo lo invade. Es mucho más difícil no oír las palabras. Estas nos entran provistas de un salvoconducto poderosísimo, el significado. Oímos con el pensamiento, con la conciencia, con el juicio. Oímos y, a continuación, interpretamos, juzgamos. Así que el silencio está sobrevalorado. Hay silencios muy reprochables.

Del nuevo Papa se dice que colaboró con la dictadura de Videla. Pérez Esquivel ha salido en su defensa negando cualquier vínculo del Papa con la dictadura argentina y Pérez Esquivel sabe de lo que habla. Lo de si administró o no la eucaristía a Videla me parece asunto menor. Si acaso remite a la congruencia de la conciencia religiosa de cada cual. Está claro que Videla comulgaría de cualquier forma, le administrara el sacramento uno u otro cura. Administrar sacramentos, uno de los ritos ordinarios de la Iglesia, no parece razón suficiente para vincularla con las actividades políticas de los comulgantes.

Lo llamativo y lo problemático es el silencio del superior de los jesuitas, Bergoglio, ante los desmanes de la dictadura genocida. El hoy Papa declaró en su día que intercedió un par de veces ante Videla en favor de unos clérigos. Pero eso no es romper el silencio ante la injusticia. No puede equivaler a una declaración pública de la Iglesia argentina de repudio y condena de la dictadura militar. Y ahí el silencio fue espeso como el alquitrán. Al contrario, lo que parece haber sucedido es que Francisco propició el silencio de la Iglesia por temor a un triunfo del marxismo. De ser así, desde luego, el pntificado de Francisco arranca bajo la sombra de la sospecha.

Silencio es también lo que ha ordenado el presidente del gobierno con respecto al asunto Bárcenas. Silencio. Omertà. Todos callados. Ya escampará. Ni mencionar se puede el nombre del réprobo de forma que en lugar de Bárcenas se ha oido hablar de esa persona, ese individuo, el extesorero. Otro silencio culpable. Pero no acerca de asuntos de hace treinta o cuarenta años sino de realidades actuales, cotidianas. El gobierno no puede responder con el silencio al alud de acusaciones que se le ha venido encima como gobierno y como partido.  Según los papeles incriminatorios este lleva años financiándose de modo ilegal. Cabe pensar que esa ilegalidad reiterada es la que le ha dado las victorias electorales.

Silencio era la respuesta a la creciente demanda de acción respecto a los desahucios, hasta que se ha visto roto por dos vías. La primera, los 1.400.000 votos que Ada Colau puso sobre la mesa en el Congreso para forzar la consideración de una iniciativa legislativa popular sobre desahucios. La segunda, la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia declarando ilegal la legislación hipotecaria española.

Silencio y silencio moralmente reprobable es el que afecta a las decenas de miles de compatriotas que aún yacen en fosas comunes en las cunetas de España desde la insania del franquismo. Un silencio cada vez más insoportable porque está artificialmente mantenido por los herederos ideológicos de sus asesinos que siguen sin condenar los asesinatos.

El silencio no es admisible. Hay que romperlo. Hay que obligar a los poderes públicos a dar razón de sus actos. Mientras el gobierno se niegue a hablar, a rendir cuentas, carecerá de autoridad para ejercer su tarea.

(La imagen es una foto de presidencia.gov.ar, bajo licencia Creative Commons).

divendres, 9 de novembre del 2012

Los obispos contra tod@s.

Con la decisión del Tribunal Constitucional (TC) de declarar constitucional el matrimonio homosexual los curas han echado mano a la pluma. Cómo cambian los tiempos. Antes se la hubieran echado a la espada, al hacha o la hoguera. En menos de 48 horas la Conferencia Episcopal ha sacado una nota de prensa tocando a rebato contra el maligno. 48 horas para responder a una decisión que l@s sesud@s magistrad@s llevan siete años rumiando. Los curas lo tienen todo siempre mucho más claro porque aplican la palabra de Dios, que no es moco de pavo.
De todas formas, no sé qué pasa. Está perdiéndose el nervio de la fe. En otro tiempo, la conferencia episcopal, en lugar de emitir notitas de prensa, habría excomulgado a l@s magistrad@s que hayan firmado ese horrible atentado contra la familia. Algunos siglos antes, es@s desgraciad@s estarían ardiendo en la hoguera, que es una forma rápida y segura de eliminar los miasmas de la herejía. Algun@s dicen que esto demuestra que la especie avanza porque ya no se ejecuta a las gentes por sus creencias y tampoco se las excomulga. Basta con mostrarles una nota de prensa, como si fuera una tarjeta roja. Habrá quien diga que eso no es un avance sino un retroceso (los mismos obispos, probablemente), una grave dejación en la voluntad de combatir el mal. La nuestra es una sociedad plural y el personal cree lo que le viene en gana. Conozco una secta de judíos cristianos, y otra de negros estadounidenses que sostienen que los primeros habitantes de América fueron negros, exterminados por una conjura de blancos y cobrizos; o algo así. Las creencias son libres. Es algo que entiende todo el mundo.
Todo el mundo menos los obispos. Estos quieren obligar a que su creencia sobre el matrimonio sea la de todos los demás. Ellos, a su vez, fundamentan su creencia no en la experiencia directa, única madre de la ciencia, ya que la tienen vedada por decisión propia, sino en la palabra de Dios que, en efecto, no es moco de pavo... para quien crea en su dios. Va de suyo que creer en el dios de los obispos también es obligatorio, al menos en cuanto a sus efectos.
Es todo bastante rudimentario y tiene mucho de alucinante. ¿Qué pintan unos señores que no pueden contraer matrimonio diciendo a los demás cómo deben ser los suyos? Y no solamente a quienes siguen sus enseñanzas, que sería lógico, sino a todo el mundo. No pintan nada y ellos lo saben. Por eso la redacción de la nota es confusa, contradictoria, revela un estado de nervios de sus eminencias cercano al histerismo. Dicen los obispos: No es de nuestra competencia hacer juicios sobre la pertinencia jurídica de las sentencias de los tribunales. Pero eso es falso porque un par de párrafos antes han dejado dicho que alzamos nuestra voz en pro del verdadero matrimonio y de su reconocimiento jurídico. Pues claro que su interés -su interés principal- es configurar el orden jurídico de acuerdo con sus dogmas porque no se resignan a regular la vida de sus fieles sino la de tod@s. Lo de a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César les suena a mongol. Que se lo digan al Cardenal Richelieu, a Mazarino, al Cardenal Cisneros, a Tomás Moro, al Papa Pío IX (y demás ocupantes del solio de San Pedro antes y después), al Cardenal Herrera Oria, a Monseñor Escrivá de Balaguer, todos príncipes de la iglesia y todos políticos de intriga y compló.
Al parecer, la indignación dogmática de los obispos cristaliza en su amarga queja de que los matrimoniados pierdan su derecho a ser consignados en la correspondientes registros como "esposo" y "esposa" para ser anotados como "cónyuge A" y "cónyuge B" o "consorte A" y "consorte B". Terrible pérdida, sollozan los obispos, que incide además en la del derecho de l@s hij@s a ser educad@s como futur@s esposos y esposas. No sé lo que prevé la norma al respecto pero, si es cierto lo que dicen los obispos, me parece lamentable. Los registros deben dejar la máxima libertad complatible con la racionalidad burocrática weberiana y no veo en qué afecta a esta reconocer el derecho de cada cual a registrarse como le dé la gana, como esposo/esposa, cónyuge A/cónyuge B, esposo/esposo, esposa/esposa, consorte A/consorte B, como quieran. Pero no es bastante. Los obispos quieren suprimir el derecho de los demás a registrarse de formas que ellos no aprueban. 
Ese es el verdadero problema. No que haya matrimonios homosexuales sino que haya quien pretenda imponer a la comunidad su concepción de matrimonio como pretende imponer el resto de sus dogmas.

divendres, 24 d’agost del 2012

La involución.

Está feo hacer leña del árbol caído, pero dan ganas de recordar qué colosal metedura de pata fue aquella de que "PSOE y PP la misma mieda es", qué enorme error de consecuencias cada vez más visibles. ¿Alguien imagina que, con un gobierno socialista, un ministro de educación abogara por la enseñanza en colegios segregados por razón de sexo? Si el ministro fuera Bono, quizá, pero eso no es pensable.
Suele decirse que la equiparación entre PP y PSOE se refiere a la política económica y no a la legislación social. Lo malo es que es imposible aislarlas. A lo mejor las políticas económicas se aproximan o coinciden (transitoriamente, es de suponer, en tanto se resuelve la presente crisis) pero no así la política social y, en definitiva, la forma en que la gente organiza su vida. La derecha supone una verdadera involución, un retroceso notable en materia de derechos, un autoritarismo creciente y un retorno al patriarcado.
El autoritarismo es patente en una forma de gobierno a base de decretos y con ignorancia de  las Cortes y no solo cuando están de vacaciones, sino en todo el año. Aquí prácticamente no se legisla; se decreta. Es un comportamiento autoritario y hasta despótico pues la relación del gobierno con la ley es la de modificarla cuando le incomoda también por decreto. Así ha sucedido con la Ley de RTVE , cambiada para nombrar un presidente de estricta obediencia partidista y así sucederá con la Ley Orgánica de Educacióln del PSOE que el ministro Wert quiere cambiar para que él pueda seguir subvencionando (que es de lo que se trata) los centros concertados que practican la segregación por sexo y casi todos ellos del Opus, una secta religiosa, infiltrada en todos centros de poder económico, político, judicial, etc y cuyo objetivo es la restauración del nacionalcatolicismo.
Autoritaria, muy autoritaria, es la política de orden público. El ministro Fernández Díaz está cocinando una reforma del Código Penal que tipifique como delitos comportamientos que hasta ahora no lo eran y que, en general, endurezca la represión en el ejercicio de derechos fundamentales como la libertad de expresión y de manifestación. Con su política de recortes el gobierno solivianta a la gente pero ya tiene preparados los antidisturbios. Porque, siendo de ideología conservadora, los gobernantes se inclinan siempre por la represión y el endurecimiento de penas. Es tal su fe en la política del palo que algunos pierden literalmente el juicio. Así, Cospedal, la presidenta de Castilla La mancha sostiene que, para acabar con los incendios en los montes, lo mejor es despedir a los bomberos y pedir que se endurezcan las penas a los incendiarios. Es pasmoso.
La represión de derechos fundamentales es capítulo aparte. En especial la libertad de expresión e información. La supeditación de la RTVE al partido del gobierno es total, sin fisuras. La TV está para ensalzar el poder y atacar a la oposición. Quizá sea este el punto en el que el déficit democrático del gobierno sea mayor. En la era de internet, además, tener los medios públicos como maquinaria de propaganda produce un efecto limitado. Las redes sociales son instrumentos de información y movilización muy poderosos.  
El retorno al patriarcado se acelera por varias vías. Los recortes dañan especialmente aquellas estructuras (como las ayudas a los dependientes) que contribuían a la emancipación de las mujeres y a su incorporación al mercado de trabajo. Por otro lado, las aviesas intenciones del ministro de Justicia de restringir el aborto al máximo, prácticamente hasta impedirlo, cercena los derechos de las mujeres y, por decirlo gráficamente, pone sus ovarios en manos de Estado, es decir, de los curas, que son quienes dictan la acción del Estado, a través de este gobierno de verdaderos monaguillos del nacionalcatolicismo.
La educación vuelve a ser clasista, se cuestiona su universalidad, se elimina la gratuidad y se  pone todo tipo de impedimentos para que los sectores populares puedan acceder a ella. La segregación por sexos es la guinda del pastel involucionista. No solamente se mantiene el abuso de que haya enseñada concertada (es decir, privada, ideológica, religiosa pero financiada por todos) sino que se extiende incluso a los colegios religiosos que no cumplen los requisitos de la ley, como muestra las recientes sentencias del supremo. Si es necesario, se cambiará la ley para ir a ese modelo de enseñanza ideal, segregada por sexos (ya lo está por clases también) en la que las niñas aprenderán por fin las habilidades propias de su sexo.
¿Tiene alguien duda acerca del tufo franquista que emite la acción del gobierno? Aquí están de nuevo las corridas de toros, declaradas patrimonio cultural de España, debidamente sunbvencionadas y ya con acceso a la televisión.
Sugiero que la ministra Báñez, la vidente del gobierno, pregunte en la corte celestial  qué tal se vería allí sustituir el impío 1º de mayo por la festividad de San José Obrero, como hacía el Caudillo Franco, que presumía de haberlo dejado todo "atado y bien atado". Y tenía razón.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 23 d’agost del 2012

Estampas del verano. Wert podría llamarse Unwert.

Más o menos como el protagonista de El Ángel azul se llamaba profesor Unrath o profesor basura. De igual modo el supuesto "valor" del apellido del ministro español es, en realidad, un desvalor y, desde luego, para todos sus administrados, una desgracia. Una desgracia que, gracias al espíritu sectario, prepotente y cerril de este hombre, esté volviendo lo más reaccionario y siniestro del nacionalcatolicismo a España.
La iglesia no descansa, no da jamás una posición por perdida, siempre está al acecho para recuperar lo que las luces y la razón le hayan arrebatado, no perdona nunca deuda alguna y recurre a los más insólitos medios para imponer su dominación, por ejemplo, halagar la infantil vanidad de este petulante al que hace creer que es el salvador de las esencias religiosas del buen pueblo español, a punto de echarse a perder merced al relativismo izquierdista, que todo lo emponzoña.
Wert es el correveidile de la iglesia y el opus en el intento de restaurar la sombría influencia de la iglesia en todos los aspectos de la vida social y, por supuesto, la garantía de que la iglesia seguirá acaparando dinero de la colectividad por los más diversos conceptos porque, en el fondo, de lo que se trata siempre es de eso, del dinero, lo único que verdaderamente interesa a los curas.
Gracias a Unwert, un gobierno ultraliberal, capaz de retirar la magra subvención a decenas de miles de parados, mantendrá los dineros destinados a las corridas de toros, espectáculo de crueldad degradante que este desalmado considera un "patrimonio cultural de España". Gracias también a él, la iglesia conservará todos sus privilegios en la educación y podrá adoctrinar a sus futuros monaguillos con cargo al erario público en la esperanza de que le salgan tan meapilas como el propio ministro.
Ahora pretende este mantener las subvenciones públicas a los centros religiosos privados concertados incluso cuando sean escuelas segregadas que discriminan por razón de sexo y a pesar de la oposición del Tribunal Supremo. En efecto, cuando está en juego la pasta, la iglesia no para en barras y, si hay que desautorizar al Tribunal Supremo, se le desautoriza. Todo antes que perder el cepillo.
Ya la misma enseñanza privada concertada es un abuso y un atropello mediante la cual los curas consiguen que la colectividad financie sus centros de adoctrinamiento. Debieran estar prohibidos por mor de la igualdad, pero eso es una utopía en un país en el que hasta la socialdemocracia acepta la tiranía y el expolio eclesiásticos. Pero que se trate igual también a los centros privados del Opus que practican la segregación raya en la burla intolerable.
Sin embargo será posible gracias a los inapreciables servicios de este amanuense del clero. Cuando el Supremo falló que los colegios del Opus que segregan no debían recibir fondos públicos (corre peligro la pasta) salió de inmediato el esforzado paladín de los curas recurriendo a su habitual panoplia de falsedades para zafarse de cumplir la sentencia del alto tribunal. Sostenía Unwert que la Convención de la UNESCO de 1961 sobre la lucha contra la discriminación en la enseñanza advierte que la segregada por razón de sexo no tiene por qué ser discriminatoria y que España era firmante de dicha Convención. Se callaba ladinamente que el texto literal de la citada Convención, en su artículo 2 expresamente dice que, para que ese supuesto se dé, es preciso que "el Estado las admita" (esto, es, las enseñanzas segregadas), lo que no es el caso en España. Alguien ha debido advertir al ministro de que se posición será muy beata y bienquista por los curas, pero es insostenible con la misma Convención en la mano que él cita para justificar lo injustificable.
Como el primer intento de falsear los datos no ha cuajado, la sentencia del Supremo es muy ajustada a derecho y, por lo tanto, los del Opus pueden quedarse sin los dineros públicos que el ministro está deseando entregarles, lo que propone ahora es cambiar la ley en la que toma pie el supremo para negar subvnciones a los centros que segregan. De esa forma se elimina el obstáculo que impone la citada Convención, las sentencias del Tribunal Supremo serán papel mojado y los setenta centros discriminadores que hay en España, podrán seguir discriminando y cobrando de fondos públicos. ¡Todo sea por la pasta!
Se trata de un ejemplo de manual de la ley del embudo que emplea esta derecha neofranquista para imponer sus principios oscurantistas y expoliadores: todos deben respetar la ley a toda costa excepto la propia derecha que, cuando aquella le molesta, como sucedía con la Ley de RTVE o, ahora, la Ley Orgánica de Educación (LOE), simplemente, la cambia.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

diumenge, 19 d’agost del 2012

Lo material y lo espiritual.

Si no ando equivocado, en el último mes los viajes de Rajoy lo han llevado a Santiago de Compostela, Kiev, Milán, Bruselas, Chicago, Mallorca, Sanxenxo y Almonte y seguro que me dejo un par de destinos. No ha tenido tiempo de acudir a las zonas de los incendios. En esos lugares no hay más que rabia, tristeza y sufrimiento y, para sufrir, piensa Rajoy, que tiene algo de pantouflard, ya está la vida. Más o menos como mi abuela quien justificaba así su decisión de no ver películas dramáticas. Lo que le gustaba era Sissi emperatriz o La familia Trapp. Más o menos, supongo, como a Rajoy.
De esos viajes hay dos caracterizados por su contenido católico. Si el anterior gobierno no entendía bien la separación de la iglesia y el Estado a este esa separación le parece un crimen. En cuanto puede, Rajoy hace ostentación pública de su devoción. Se fue a Santiago a devolver el Códice Calixtino como Galahad, caballero puro, traía el Santo Grial. En este caso, el valor religioso se funde con el material pues se trata de un texto del siglo XII, el primer Baedeker de la historia. El segundo viaje-peregrinación ha sido a Almonte, provincia de Huelva, aprovechando sus vacaciones en el coto de Doñana y ahora la devoción ha sido doble, la practica Mariano Rajoy y con motivo del año jubilar mariano. Dos marianos en uno; confluencia probablemente portentosa y cargada de simbolismo. Acompañado por la ministra Báñez, una especie de monja seglar devota de la Virgen del Rocío, Rajoy se ha sumergido en un espectáculo religioso: el Rocío Chico, que se celebra cada siete años como siete fueron los Niños de Écija, en feliz coincidencia con la llegada de la Virgen de ese meteoro solemnemente traída en andas desde no sé dónde, y el año jubilar mariano. Uno tiene que pellizcarse por ver si lo que lee no es una alucinación colectiva, una recreación de aquellos espectáculos político-religiosos de Franco. Pero no, es la realidad de un país europeo del siglo XXI. Vírgenes, curas, inciensos, procesiones, iglesias, confesiones. Se necesita un Valle Inclán para esta nueva España borbónica de la segunda restauración.
O quizá no sea necesario en esta época de información continua, universal, permanente. Véase como el momento trascendente vivido por Rajoy en tan mariano lugar lo ha empujado a creerse un clérigo más y se ha arrancado por homilías. No es su estilo pero ha hecho lo que ha podido. Ha lamentado que estemos siempre pensando en lo material, lo mismo que viene diciendo Rouco Varela, para quien se sale de la crisis rezando. He aquí a Fray Mariano impartiendo doctrina franciscana: dejemos de lado los afanes materiales y vivamos una vida de pobreza, castidad y obediencia. A esto debe de referirse Carlos Floriano cuando dice que proyecta convencer a los afectados por los recortes de la conveniencia de hacerlos y sufrirlos con alegría. La pobreza está garantizada con los dichos recortes; la castidad como único medio admisible de control de natalidad y de la obediencia se encargan los antidisturbios.
Inflamado con la sublime experiencia mística, Rajoy descubre la profundidad de su pensamiento y declara que al final los seres humanos somos sobre todo personas, con alma y con sentimientos, y esto es muy bonito y me reconforta mucho. Ese término "bonito", tan fuera de lugar, suena a Camps. Solo le faltó a Rajoy decir que quiere un huevo a la Virgen del Rocío, reina del ánimo de la ministra Báñez a la que, al parecer, aconseja que filtre EREs comprometidos del adversario político para enseñarle las vías del Señor.
Pero no pienses, espantado lector, que la cosa termina aquí y que se trata un gobierno extrañamente anticuado para una sociedad civil dinámica y moderna. Nada de eso. La sociedad tiene el mismo grado de enajenación religiosa que el gobierno, o superior. Antes de saberse de sus findes caribeños, Carlos Dívar hacía pública ostentación de su profunda fe y declaraba que la única justicia perfecta era la divina.
Se dirá que el presidente del Tribunal Supremo no es reprsentativo de la sociedad civil. ¿Y Amparo Cuevas, la vidente del Escorial a la que se apareció la Virgen hace treinta años? Su asociación, reunión, capítulo, secta o como se llame la organización que Cuevas puso en marcha tiene más de 100.000 afliados o seguidores y sin duda contribuyentes a la causa en El Escorial. Ha sido sin duda designio del Señor llevarse con él a su sierva Amparo justo en el momento en que se anunciaba la llegada de la Virgen del Rocío a Almonte.
Y uno se queda pensando: ¿se habrá aparecido la Virgen del Rocío a Fátima Báñez?
¿Cómo no va a ser devoto el gobierno de un pueblo con tantos crédulos?
(La imagen es una foto de Iker Parriza, bajo licencia GNU documentación libre).

dilluns, 2 de juliol del 2012

La censura y la agresión católicas al programa La sexta columna.

Hay que tomarse muy en serio el boicoteo que la organización ultrarreaccionaria y carcunda Hazte oír está haciendo a la 6ª de TV y, en concreto, el programa La sexta columna so pretexto de que vilipendia a la iglesia y hiere a los católicos. Para ello desde su página anima a sus seguidores (fáciles de imaginar) a que bombardeen con cartas, mails, llamadas telefónicas a las empresas que patrocinan el programa para que dejen de hacerlo. Es la clásica táctica de estrangular económicamente la disidencia. Si estos meapilas y sus secuaces se salen con la suya, los españoles perderemos una posibilidad de escuchar algo distinto a las monsergas de Rouco y adláteres; es decir, seremos menos libres. Al presionar a las empresas para que retiren la publicidad, lo que Hazte oír está atacando es la libertad de expresión y de información.
Y lo conseguirá si no actuamos. Los empresarios, es de suponer, se resistirán a tomar decisiones empresariales por razones ideológicas; pero, si ven que la resistencia les sale demasiado cara y que nadie los apoya, acabarán cediendo para no perder clientela. De hecho, ya varias empresas, como Ariel, Braun, Cervezas San Miguel (toma nota, lector, de los nombres y no compres sus productos) han retirado la publicidad y la campaña amenaza con seguir.Nuestra única posibilidad consiste en hacer ver a los empresarios que ceder al fascismo catolicarra es más caro que no hacerlo. Es decir, si ellos retiran la publicidad, los consumidores no compramos sus productos. Verás qué rápido vuelven a insertarla.
Se dirá que los empresarios hacen con su dinero lo que quieren y pueden no destinarlo a patrocinar causas con las que no comulguen. Pero eso no es cierto. No es su dinero, sino que es el de los consumidores el que están empleando para sus sórdidos fines, arrogándose una facultad de decisión moral en campos absolutamente ajenos que no es de recibo. Algo muy típico de la hipocresía católica. Si los empresarios pueden ahogar económicamente un programa libre de TV crítica por razones nacionalcatólicas o sea, en el fondo, fascistas, los consumidores tenemos la obligación de organizarnos para defender nuestros derechos y arruinar a los empresarios que secunden el atropello.
Ese es el punto central: organización. Espero que algún partido de izquierda alce la bandera, publicite los nombres de los empresarios censores y organice la campaña de boicoteo a sus productos. Si lo hace, ganamos.
(La imagen es una foto de IsaacMao, bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 27 de maig del 2012

La familia, el sexo y los curas.

Este finde, mientras se descubría que los Robber Barons de la Península, todos ellos gentes de orden y convicciones católicas, se han levantado el capital de las otrora prósperas cajas de ahorros, se está celebrando en Madrid un aquelarre de la reacción más carcunda, llamado Congreso Mundial de Familias en el que se ha atacado en toda la línea la homosexualidad, el feminismo, la revolución sexual, la promiscuidad, el relativismo, el divorcio, el "extremismo sexual" (sic) etc., enfin la panoplia entera de las obsesiones sexuales de los curas y demás reprimidos de la parroquia, que son un puñado. Lo organiza Hazte Oír, una asociación integrista y colaboran los medios más católicos, como Intereconomía, ABC y la Razón. Participación entusiasta de miembros del clero, entre ellos el inefable obispo de Alcalá, Reig Pla, y de muy representativos militantes del PP, de su sector de sacristía y adoración nocturna, estilo Mayor Oreja.
Si estas organizaciones, gentes, asociaciones se reunieran a hablar de sus cosas, contarse su historias y hacer sus ritos, no habría nada que objetar. El problema es, sin embargo, que estos fanáticos de las convicciones religiosas y morales más ultramontanas pretenden imponer sus alucinaciones como criterio normal en la sociedad, incluso a quienes no son creyentes en sus dogmas. Y frente a eso ya hay que defenderse puesto que en el tal congreso había nutrida representación del PP, tanto mediático como político, dispuesta a poner en práctica y convertir en regla obligada sus supersticiones y mitos, gusten o no gusten a los demás. Porque ellos representan la palabra de Dios.
Hay que fastidiarse. El obispo Reig ha soltado otra soflama en contra de los derechos de quienes no piensan como él a los que tilda de enfermos, desviados, desordenados y en un tris que delincuentes. Pero sigue sin saber de lo que habla. Como todos los reaccionarios (por ejemplo, Aguirre) la tiene tomada con el mayo del 68 e hilvana disparates como este: convergencia de “ideología marxista, freudiana y liberal” que emergió en torno al Mayo del 68 francés. Ha oído campanas, no sabe dónde, pero lo junta todo. La revolución sexual, el psicoanálisis y el marxismo, el llamado freudomarxismo es de los años veinte y primeros treinta. Y el liberalismo no pinta nada en ninguna de las dos fiestas; es en realidad una reminiscencia del Syllabus de Pío Nono, cuando se condenaba el liberalismo, el racionalismo (¡incluso el moderado!) en el siglo XIX, siglo en el que Reig Pla estaría más a sus anchas. En mayo del 68 hay muchas otras cosas que el obispo ni huele; hay anarquismo, comunismo prochino, surrealismo, dadaísmo, situacionismo...En fin, es asunto complejo. Por eso quiere Aguirre destruir su recuerdo; no le gusta la complejidad. Prefiere la simplicidad. Se nota.
La idea de la sexualidad (la "sana", claro está, aunque lo que interesa a estos voyeurs enfermos es la "insana") del Congreso no puede ser más absurda, con todos los respetos, más ajena al sentido común. La sexualidad se sublima, idealiza y se presenta como algo precioso, nada menos que un regalo de Cristo a los seres humanos. Siendo esto así ¿por qué renuncian a ella los curas? Rechazar un regalo de Dios, ¿no tiene su punto de soberbia? Allá resuelvan ellos este misterio de que la gente dé crédito a lo que dicen unos que no hacen lo que dicen. Porque este es ya el núcleo del absurdo casi surrealista, como lo del 68, y es que aquellos que renuncian a la sexualidad son quienes orientan en la suya a los que no renuncian. La sexualidad es un mundo intrincado y, si no se practica (solo, acompañado, en grupo, al alimón, como sea) no se puede conocer y de lo que no se conoce no debiera hablarse. Sin embargo no paran de hacerlo, metiéndose en donde no les llaman, en todas las casas y todas la camas, con la pretensión de obligar a la gente a adaptar su comportamiento íntimo a las estrechas reglas fabuladas por una tradición de neuróticos.
Porque el Congreso se llama de familias, pero el plural sobra ya que el supuesto fundamental no es que la familia deba protegerse sino solo la familia católica. Las demás no tienen ni derecho a llamarse familias. ¿Por qué? Porque la familia es lo que la iglesia católica diga que es y eso pretenden acorazarlo en la legislación civil, que obliga a todos, católicos y no católicos. Esa idea de la familia presupone un matrimonio entre hombre y mujer, no con fines concupiscentes, sino de reproducción de la especie, siendo obligatorio acoger cuantos hijos quiera Dios mandarnos, sin medios contraceptivos. Unión de por vida, hasta que la muerte separe lo que quizá unió erróneamente la vida. Una concepción antediluviana de la familia que no conseguirán imponer ni a los católicos. Y una que descansa sobre la recuperación de la autoridad marital en el seno del matrimonio. El Congreso de Familias vería con buenos ojos -si los congresos tuvieran ojos- que las mujeres, tocadas por el Señor en sus almas femeninas, vieran de nuevo la luz, abandonaran esa locura de la igualdad, y sumisa y mansamente volvieran al hogar y al fogón y a experimentar las delicias de la esclavitud. Año del Señor 2012.
Monseñor Reig Pla truena contra el feminismo y, ¡oh, sorpresa!, la ideología de género. No está muy claro qué enciende la santa ira del prelado el feminismo y la ideología de género aunque sea de suponer que la obscena y diabólica pretensión de alcanzar la igualdad de ambos sexos en todos los aspectos de la vida. No lo dice porque no se atreve, pero lo piensa. Pues, ¡qué! ¿no fue hecha Eva de una costilla de Adán? ¿Cómo va a ser igual a Adán? ¿Cómo va a ser la parte igual al todo? Mujeres: desfilando hacia la cocina. Dejad el mundo a los hombres pues ya veis lo bien que lo hacen. Y hasta es posible que, habiendo estos recuperado su autoestima, os maten menos. Desde luego, garantizado, se sabrá menos y ya se sabe que ojos que no ven...
Los homosexuales tienen rancho aparte y en este Congreso los han puesto de chupa de dómine. Uno incluso ha dicho que los homosexuales buscan el fin de la especie, majadería típica de recurso al "enemigo exterior", el otro, para crear un "nosotros" ficticio con el que machacar a los demás, agarrotamiento moral que solo se alivia en matanzas, pogroms, persecuciones. Es llamativa esa inquina, ese odio inacabable de los católicos, sobre todo de su clero y, desde luego, de Reig Pla a los homosexuales. Aunque lo disfrazan de caridad y no es otra cosa que hipocresía y desprecio, es una obsesión que debe de tener algún motivo. Porque, aunque se admitiera que la homosexualidad fuera un pecado, hay otros capitales mucho más extendidos y peligrosos, como la avaricia, la envidia y no digamos la gula. Basta con ver a los obispos. Esta obsesión particular es por la enfermiza relación que los curas establecen entre la homosexualidad y la lujuria porque es lo que tienen más cerca. Así como la pederastia, también muy frecuente entre el clero y que es el mayor de los ataques a la familia puesto que consiste en dañar el fruto del santo matrimonio.
Carece de toda validez lo que diga una congregación de gente entre la que se da tanta pederastia sin que, por otro lado, haya una actitud decidida de condenarla, perseguirla y castigarla sino al contrario, de encubrirla y excusarla con razones taimadas, ambiguas y falaces.
Así que ya puede la carcunda, tan del gusto del gobierno de hoy, vociferar lo que quiera. La humanidad seguirá su camino hacia una sexualidad libre, digan lo que digan estos cuervos de torcidas doctrinas y almas amputadas.

dilluns, 21 de maig del 2012

¿Quién persigue a quién?

Según el Cardenal Rouco en Alcalá de Henares se está persiguiendo inicuamente al obispo Reig Pla a causa de sus declaraciones sobre los homosexuales. Rouco las atribuye al amor cristiano de Reig por la especie y por sus ovejas descarriadas y/o enfermas. La mayoría municipal, en cambio, las considera inadmisibles por homófobas y merecedoras de algún tipo de ostracismo o expulsión a las tinieblas exteriores a Alcalá.
¿Y qué dijo exactamente el obispo para encrespar así la opinión pública? Vino a decir que la homosexualidad es una enfermedad que “se cura” con una terapia adecuada. Un disparate muy extendido entre mucha gente conservadora y tradicional bastante de la cual va más lejos y la considera un delito. En varios países acarrea la pena de muerte. O sea, no es asunto para andarse con frivolidades, aunque sean mitradas, pues fácilmente pueden convertirse en tragedias. Se empieza hablando de enfermedad y se termina haciéndolo de delito. Más claramente: esas declaraciones estigmatizan a los homosexuales y, por tanto, los persiguen.
En verdad, el obispo supuestamente perseguido, según Rouco Varela, es el que persigue a una colectividad que no es de su agrado, la de los homosexuales y lo hace, además, con desprecio no ya de las virtudes cristianas sino del mero sentido común. La Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad en 1990. Carece de sentido que un obispo enmiende la plana en asuntos médicos a la OMS. Por eso los homófobos católicos recurren al término “desorden”, en un intento de ocultar sus intenciones, siendo así que “desorden” quiere decir enfermedad. Un obispo no es quién para determinar qué sea o no enfermedad y, si lo hace, está usurpando ilegalmente unas competencias profesionales.
Suele aducirse, llegada aquí la discusión, que, al fin y al cabo, la iglesia es una asociación privada voluntaria y habla para sus miembros y no para el conjunto de la sociedad y, en consecuencia, puede decir lo que le parezca y convenga a los intereses de la asociación. Nadie tiene derecho a perseguir a un obispo cuando habla a su grey, diga lo que diga. La validez de este argumento, obviamente, depende de que sea cierto que el obispo habla a su grey. Y no lo es.
En primer lugar, aunque las declaraciones se produjeron en el curso de un acto litúrgico, se transmitieron a través de la televisión pública, TVE2, en tiempo real. Esto de retransmitir las misas católicas mediante una radiotelevisión pública implica meter el culto religioso en todos los hogares, sean o no creyentes. Por supuesto, el creyente en otra religión o el ateo el domingo a las 12 del mediodía no tenían opción: o veían la misa del señor Reig y escuchaban sus disparates homófobos o se iban a alimentar los patos en el Retiro.
En segundo lugar, y ello es más grave, el obispo Reig no habló de y para el círculo de sus seguidores sino para el conjunto de la colectividad, no por lo que se refiere al auditorio sino por lo que hace al objeto del disparate, los homosexuales. El obispo Reig calificaba de “curables” a todos los homosexuales y no solamente a los homosexuales católicos. Imaginar esta segunda hipótesis sería completamente absurdo. Pero eso no puede ser óbice para una creencia religiosa que tiene a gala dar por ciertas cosas no ya absurdas sino directamente delirantes. Si, a pesar de todo, el obispo no restringe su “diagnóstico” a los homosexuales católicos sino que, al contrario, dice reafirmarse en su criterio da la impresión de que, en efecto, quien se dice víctima de una persecución es el que persigue a los demás. Y que haya montado un circo, obligando a todos los curas de su diócesis a predicar en misa en contra de algunos de sus semejantes por razón de su orientación sexual, no lo hace menos sino más perseguidor de su prójimo al que, según su religión debiera amar.

(La imagen es una foto de Mukarra, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 19 de maig del 2012

La iglesia militante.

Diez de la mañana de un soleado día de mayo. Monseñor Pouco da una rueda de prensa para explicar la alegría de la iglesia como cuerpo místico ante los nuevos contenidos de esa materia semidemoniaca de Ciudadanía.
- El cuerpo místico de Cristo no descansa. Está siempre en acción, luchando contra el maligno, el mundo, sus pompas y sus obras. Siempre blandiendo la espada de la fe para que no eche raíces la herejía, el cisma, la blasfemia o los pecados contra natura. Fue así como convencimos al ministro, que es hombre devoto, de que omitiera toda referencia a la "homofobia", concepto incomprensible para los escolares.
- Pero, monseñor,-señala un joven reportero, recién salido del nido- la homofobia es un delito.
- Precisamente por eso, hijo mío. No vamos a convertir la Ciudadanía en una apología de los delitos.
- No -porfía el importuno-, si es al revés.
- El mal no tiene derecho ni revés, mi joven amigo. Cualquier intento de exponer las almas cándidas de los escolares al contagio con el mal y el pecado debe ser combatido. Combatido con la decisión de la iglesia, que no deja pasar una.
Once y media de la mañana del mismo día. El Cardenal Pouco  interviene en un magazin radiofónico de "Radio Calvario" en un programa llamado"El alma de España":
- Sí, fuimos nosotros quienes insistimos para que Ciudadanía condenara el "nacionalismo excluyente". Contaré una anécdota: la autoridad civil quería que se condenara todo nacionalismo sin más. Nos pareció poco prudente, porque puede haber un nacionalismo bueno, saludable, cristiano. Lo que condenamos es la exclusión porque no hay nada más anticristiano. La iglesia católica es inclusiva, quiere proteger bajo sus alas a toda la humanidad, por eso es católica. Algunos dicen que tenemos un espíritu belicoso e imponemos nuestras creencias a sangre y fuego cuando podemos. Pero yo os digo que eso es falso. Nuestras creencias, que son las verdaderas, se imponen por el amor y la caridad. Lo de la sangre y el fuego es de épocas pasadas cuando, si la iglesia pecó, así fue por la voluntad de Dios para su mayor gloria.
Dos en punto de la tarde. El día está denso por una nube de aire africano. El Príncipe de la iglesia asiste a un almuerzo en la sede del Arzobispado en honor de la alcaldesa de la capital del Reino, quien acaba de declarar que jamás cobrará el IBI a la iglesia.
- Monseñor puede estar seguro -afirma la alcaldesa mientras prueba una endibia a la salsa roquefort- de que para cobrar ese tributo habrá que pasar por encima de mi cadáver.
- Dios no lo quiera, hija. No lo digo por la exacción sino por tu cadáver. Estamos realmente reconocidos a la corporación municipal, de cuya devoción y piedad no teníamos dudas ya desde los tiempos del alcalde anterior a quien el Señor ilumine en su misión de ser el nuevo San Miguel que dirija las legiones celestiales en lucha contra las potencias infernales del aborto y la sodomía.
- San Miguel, Monseñor, y San Gabriel, que anuncia la buena nueva a la doncella.
- Todos los arcángeles, hija -sentencia Monseñor, mientras unta una rebanada de pan de mousse de cabracho, al que es muy aficionado-. Todos los arcágeles y algunos santos, como San Jorge, que derrotó al monstruo de tres cabezas: 1ª) la de la promiscuidad; 2ª) la del control de la natalidad; 3ª) la de los matrimonios gays.
- Me gustaría mucho escuchar sus razones en contra de esa monstruosidad para fortalecer mi fe.
- Pues ven esta tarde a una reunión que tengo con curas párrocos en Alcalá y las oirás. A propósito, dados los tiempos que corren nos hemos permitido pedir al catering que facturen este almuerzo al Ayuntamiento así como un pequeño óbolo para ayudar a reparar el tejado que tiene goteras.
Cinco de la tarde del caluroso día. Sigue el aire esfixiante del África. Monseñor preside un sínodo diocesano en la iglesia de San Alejandro Parvo, de céntrica ubicación. El ambiente del concilio está tenso y cargado no solo debido al aire africano sino por la decisión municipal de pedir al obispo Puig Serrat que ahueque el ala a causa de sus declaraciones homófobas. Monseñor Pouco toma la palabra:
- Parece mentira. Vengo ahora de estar con la alcaldesa de Madrid, fiel hija de la iglesia y me encuentro esta sublevación municipal, casi masona y republicana. En efecto, en efecto, basta con salir a la calle para darse cuenta de que el África empieza en los Pirineos. Un país de salvajes, hombre, gobernados por acémilas. Porque, en definitiva, ¿que ha dicho el obispo? Que los homosexuales son unos enfermos. Lo mismo que decía la OMS cuando era una verdadera organización cristiana y no como ahora, una especie de soviet internacional de la homosexualidad. Lo diré con más claridad: la internacional rosa, la que está detrás de esa odiosa campaña de acoso y derribo de este santo varón. Preciso es protegerlo y no permitir que lo linchen unas hordas incapaces de comprender que lo que Monseñor Puich pretende es devolver al redil a las ovejas descarriadas.
Nueve de la noche del día caluroso. Después de los rezos de completas y antes de retirarse a sus aposentos, el purpurado hace repaso del día, uno más que ofrece al Señor en su lucha en favor de la reevangelización de España que el Santo Padre le ha encomendado. ¿Por qué no ha de estarle resrvado por la gracia divina el destino de un nuevo Santiago y cierra España?
(La imagen es un cuadro de Champaigne con un triple retrato del Cardenal Richelieu (hacia 1640)).

diumenge, 8 d’abril del 2012

El odio a los homosexuales.

Viendo el odio que destilaban ayer las palabras del obispo de Alcalá, ese franquista que celebra misas en honra de un genocida, se queda uno sorprendido. ¿Qué habrán hecho los homosexuales a este hombre? Porque está tan furioso contra ellos que los envía al infierno sin remisión, a ese infierno del que creo haber leído que dudan hasta los papas. Para la iglesia católica la homosexualidad es un horrible pecado y parece que también para otras religiones del Libro. En muchos países, además de pecado, es un delito. También lo era hasta hace poco en España y en otros países de Europa. Y en algunos donde es delito, lleva aparejada la pena de muerte. Está clarísimo en el mapa adjunto.

Afortunadamente, en los países más avanzados de la tierra la homosexualidad no solo es legal sino que en algunos -entre ellos el nuestro, al menos hasta ahora- se han protegido sus derechos especialmente. Sin embargo, también en estos países más avanzados sigue habiendo sectores de opinión muy contrarios, furiosamente contrarios, a los homosexuales a los que no es extraño que a veces se les haga objetos de violencia en público cuando muestran su condición.

La pregunta es: ¿de dónde viene este odio a la homosexualidad? En Occidente al menos todo el mundo sabe que en Grecia y en Roma no había homofobia y que las relaciones entre varones no eran infrecuentes. Las tres religiones del libro apuntan a la condena a la homosexualidad que en él se contiene. Recuérdese, de paso, que en Israel la homosexualidad es legal. Pero la verdad es que el Antiguo Testamento no trae mucha condena explícita de la homosexualidad; algunos dicen que, en realidad, ninguna porque los dos textos básicos, esto es, la historia de Lot y Sodoma y Gomorra (Génesis, 19) y los dos pasajes del Levítico, 18: 22 y 20:13 son interpretables en varios sentidos. Personalmente creo que el Levítico condena la homosexualidad masculina, pero en una sola ocasión, sin reiterarla como hace con otras amonestaciones. El Nuevo Testamento es también preciso en algunas cartas de Pablo pero, en cambio, los Evangelios, que son lo importante, no dicen nada.

¿De dónde, pues, viene este odio a los homosexuales que no deja vivir a los homófobos? Y no es broma; en el caso del obispo citado es una manía, una obsesión que lo tiene de cruzado de la homofobia por el mundo, diciendo verdaderos disparates.

En mi opinión, parte de este odio es, en realidad, un reflejo de otro, aun más profundo, que es el odio a las mujeres, la misoginia. Por regla general, el homófobo es también misógino, aunque quienes practican lo primero suelen gloriarse de ser irresistibles para las mujeres. Eso no quiere decir nada. Don Juan es un misógino. En una actitud superficial, casi instintiva, los heterosexuales proyectan sobre los homosexuales la figura de las mujeres porque ellos se ven como hombres solo. Y en un mundo patriarcal como el nuestro (aunque hay diferencias entre nuestra parte y la de los musulmanes, por ejemplo) las mujeres son seres de segunda.

La identificación del homosexual con la mujer es propia de gente poco avisada; sobre todo en el caso de los curas quienes, por tener prohibida la sexualidad, ni saben de lo que hablan. Es el núcleo de lo que se discute en los pasajes del Levítico pues habla de realizar el coito entre varones al modo femenino. De ahí viene también la costumbre, que ya está perdiéndose, de llamar afeminados a los homosexuales. A estos se los condena con tanta más saña cuanto se comprueba que la condición anatómica de hombre no garantiza lo que se considera el adecuado comportamiento sexual. Es decir, así como las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son insalvables, entre los hombres son inexistentes. No se puede distinguir un homosexual de un heterosexual si no es por sus actos, lo que echa sobre las espaldas del segundo el estigma de la ocultación y el engaño, o sea, los homosexuales son pérfidos; justo como las mujeres. Así se produce ese fenómeno que se ha dado en llamar la homosexualidad en el armario.

Ese es, sucintamente reconstruido, el discurso del odio. No es el mismo que el racista o el xenofóbico ya que, en estos casos, suele haber diferencias anatómicas, en el color de la piel sobre todo. Es un odio más profundo, que está mezclado con el miedo. Pero eso ya nos llevaría muy lejos a ver cómo el odio es la proyección exterior de un sentimiento que se ha adueñado del odiador. Encontrar un alter ego que cargue con nuestros miedos y tratar de exterminarlo. Literalmente. En el Irán ahorcan públicamente a los homosexuales.

Del concepto en que la sociedad convencional bien pensante tiene a la homosexualidad femenina mejor es no hablar. El odio se exacerba a extremos criminales. Y es que hasta en la represión que sufren ciertas gentes por su opción sexual, las mujeres llevan la peor parte. Como siempre.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons,que está en el dominio público.).

dissabte, 7 d’abril del 2012

La dictadura católica

Personalmente me trae al fresco si unas gentes sostienen que la homosexualidad es un vicio, un pecado, una enfermedad, un delito o cualquier otro mal que sus obsesivas mentes quieran atribuirle. También me es indiferente si esas mismas gentes (u otras) sostienen que el derecho de las mujeres al aborto es en realidad un horrendo crimen. Están en su derecho de pensar así y no hay razón alguna para impedirlo. Muy probablemente, las personas (por ejemplo, los curas, los obispos) que están todo el día dando vueltas a tales asuntos en el fondo tienen un problema de neurosis de raíz sexual (cosa que se evidencia en los numerosos casos de pederastia eclesiástica), pero ese es un asunto de su estricta competencia, excepto, por supuesto, cuando se convierte en delito, como suele suceder.

Igualmente parece claro que estas ideas y oposiciones son producto de mentes atrasadas, acomplejadas, asustadas, supersticiosas, ruines y carentes de todo interés. Tampoco nada que objetar mientras sus manifestaciones se hagan en el contexto de quienes las comparten de forma que se alimenten unos a otros con ideas y creencias que, al menos a Palinuro, resultan estúpidas. L@s pobres de espíritu necesitan apoyos externos, "guías espirituales" que les "expliquen" las reglas morales, símbolos, promesas, castigos y recompensas; como los niños. Si esas "guías" resultan luego ser verdaderos sinvergüenzas que hacen lo contrario de lo que predican y tienen montado un lucrativo negocio a cuenta de la credulidad ajena es algo que los creyentes deberán ventilar por su cuenta, si quieren.

Lo inaceptable es que quienes profesan estas necedades impongan su discurso sectario, que normalmente alimenta el odio e incita a la violencia contra los diferentes, a través de los canales públicos de comunicación que pagamos todos los contribuyentes, nos toquen o no sus delirios. Palinuro, como ya ha dicho en otras ocasiones, no mira la TV. Nada. Pero la paga y, por lo tanto, tiene derecho a opinar sobre lo que por ella se emite. Y su primera opinión es preguntarse por qué tienen los gays y l@s abortistas del país que sufragar las injurias y los insultos proferidos por cualquier majadero tocado con una tiara?

Si los curas y obispos quieren seguir emponzoñando la convivencia y sembrando su mensaje de odio (curiosamente, en nombre de un Cristo de amor) que lo hagan en buena hora en sus locales privados y por medio de sus canales privados de comunicación. Y digo bien: sus locales privados; no las iglesias que también pagamos todos, salvo si pasan a costearlas los curas de su peculio particular. Y, desde luego, sus canales de comunicación privados. TVE-2 es un canal público y la instrumentalización de un bien público con fines sectarios es una prueba de tiranía y dictadura.

(La imagen es un instante de la homilia del Santo Oficio del Viernes Santo desde la Catedral Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, oficiado por el Obispo Monseñor Juan Antonio Reig Pla. Captura de la página web de RTVE).

dijous, 22 de març del 2012

Señor obispo

Todos sabemos, señor obispo, que a usted y a quienes son como usted, les gusta hablar sin ser contradichos, ni siquiera contestados; les gusta monopolizar el discurso. Por eso están ustedes siempre del lado de los gobiernos autoritarios, dictatoriales y colaboran con ellos en contra de la libertad de expresión, a favor de la censura, la tiranía y el abuso. Pero no se preocupe, aunque los tiempos ya no son los buenos de Franco que ustedes añoran, los demócratas dejamos hablar a todo el mundo, incluso a los antidemócratas como usted, a los dogmáticos y auxiliares con la tiranía y el silencio, siempre como usted y quienes son como usted. Incluso sobre temas acerca de los cuales no tienen ustedes ni idea y que les son completamente ajenos, como el aborto. Lo que ya no podemos garantizar es que no hagan ustedes el ridículo.

Pero que la democracia los deje a ustedes hablar no quiere decir que se les escuche y mucho menos que no se les conteste. Por supuesto, señor obispo, como ciudadano tiene usted derecho a expresarse en público sobre lo que quiera siempre que respete los derechos de los demás (cosa que no siempre hace) y aunque, como es su caso concreto, carezca usted de toda competencia intelectual. Pero eso no quiere decir que los demás renunciemos a nuestro derecho a responderle. Usted, señor obispo, puede hablar, aunque no sepa lo que dice, pero nosotros también.

Señor obispo, al comparar los abortos con los muertos en las guerras muestra usted una inmoralidad perversa; muestra usted lo que es: un ser odioso y dañino. ¿No apoyó su iglesia la sublevación de militares delincuentes del 18 de julio de 1936, siguió apoyando la guerra que desencadenaron a la que llamaron cruzada y que causó un millón de muertos? No ha apoyado la iglesia todas, absolutamente todas las guerras de Occidente y a veces, muestra de su amoralidad profunda, respaldando a los dos bandos? ¿No son ustedes, pues, responsables de millones y millones de muertos, sin contar los que ustedes mismos han torturado, mutilado, quemado vivos y ejecutado por herejes? ¿Qué pretende usted con su necio discurso en contra del derecho del aborto? ¿Reclaman ustedes el privilegio del monopolio de matar? Su aparente defensa del derecho a la vida cuando forma usted parte de una organización que ha exterminado pueblos enteros es una canallada, señor obispo.

Su oposición a la contracepción, encabezada por su jerarca máximo cuando niega el uso del condón en el África, equivale a condenar a la enfermedad, a una vida de desgracia y a una muerte prematura a millones de personas y prueba que su actitud solo está movida por el deseo de extender el sufrimiento y la muerte entre los miserables del mundo que es para lo único para lo que han servido ustedes.

Y dentro de esta saña de la iglesia por hacer la vida imposible a los más desfavorecidos, señor obispo, destacan especialmente las mujeres, a las que ustedes odian sin piedad alguna, a las que quieren humillar, anular, deshumanizar y tratar como bestias. Por eso propugna usted que las mujeres acepten los embarazos no deseados, por ejemplo los producidos por las violaciones, entre ellas las de los curas. Una actitud tan repugnante e inmoral que solo cabe responder deseando a usted que le pasara lo mismo, que se quedara embarazado después de una violación. A ver qué decía.

Señor obispo.

dilluns, 19 de març del 2012

La teocracia liberal

Se cumplen 200 años de la Constitución de 1812, popularmente conocida como La Pepa, y Cádiz, ciudad en la que esta Constitución se proclamó, anda en fiestas. La Pepa estuvo en vigor en tres breves periodos de la historia patria, en 1812/1814, 1820/1823 y 1836/1837. Pero lo que no alcanzó en términos de norma positiva lo logró en cambio en el orden simbólico. Ha servido siempre -y sigue haciéndolo- como emblema del liberalismo español, como prueba de que la raza no está condenada a sufrir sempiterna tiranía sino que, cuando el pueblo quiere, es capaz de dotarse de instrumentos esclarecidos de gobierno. La Constitución de 1812 influyó mucho en el constitucionalismo europeo del XIX y de hecho estuvo en vigor y más tiempo que en España en el Reino de las dos Sicilias.

¡Loor, pues, al símbolo del liberalismo hispano! El documento que anuncia al mundo la llegada de la nación española. Porque esa es la gran virtud del texto, el ser el acta del nacimiento nacional. ¿Acaso no estaba entonces en ilegítimo vigor la Constitución de Bayona de 1808, la Constitución de José I? En modo alguno, sostenían los patriotas gaditanos: la nación española habla en el texto de 1812, afrancesado por la forma (ya que, al fin y al cabo, es una Constitución) pero reciamente hispánico, castizo, en su contenido.

Resulta así que, efectivamente, por obra de esta interpretación del origen de la nación española, La Pepa es el crisol en el que se se forja y aparece identificada desde el principio con los valores del liberalismo. Será la Constitución de la libertad frente a la tiranía. Así es como surgen también los mitos y las leyendas, sobre todo cuando nadie se preocupa por indagar en la naturaleza exacta del símbolo mismo. Prácticamente ninguno de los que estos días celebran la Constitución de 1812, hablan de ella y la presentan como el ideal al que los liberales y demócratas españoles han dirigido la mirada, la han leído y, por tanto, no saben lo que dice en realidad. El origen de todo suele ser oscuro, pero no sé si tanto que acabe siendo lo que no es.

Personalmente siempre me ha llamado mucho la atención que el liberalismo español sea cosa del clero y que, en el fondo, la Pepa sea una constitución de curas que, en definitiva, establece una teocracia disimulada y no tan disimulada, al extremo de que vincula la condición nacional española con el catolicismo. El artículo 12 retrata el empeño: La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra. Por cierto, gustará más o menos a los patriotas pero la odiada Constitución de Bayona (que conocía muy bien al pueblo español) decía ya en su artículo 1ºLa religión Católica, Apostólica y Romana, en España y en todas las posesiones españolas, será la religión del Rey y de la Nación, y no se permitirá ninguna otra lo que, entre otras cosas, demuestra la tradicional y anfibia habilidad de la iglesia, que apostaba a las dos barajas, la española y la francesa.

Los curas están presentes en la gobernación del país pues cuatro de ellos (dos necesariamente obispos) forman parte del Consejo de Estado (cuarenta personas, art. 232), del que se asesora el Rey para gobernar. Y no solamente gobierna, sino que se reproduce en el sistema educativo en términos que la jerarquía siempre ha visto con buenos ojos, pues es negocio de almas y de dineros, idénticos para la iglesia. Según el artículo 366: En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles. Es decir, en la Pepa la educación para la ciudadanía competía a los curas. A esto llaman las buenas gentes de hoy liberalismo; y lo será, pero en los términos de Esperanza Aguirre.

También los otros motivos de enternecedora simpatía de la Pepa tienen sus más y sus menos. Es cierto que reputa españoles a todos los hombres libres nacidos en los dominios de la Españas de ambos hemisferios. Pero ello mismo lo dice, hombre libres. Los esclavos no son españoles. El espíritu doceañero acepta la esclavitud. Es también una determinación racista, aunque esta no se explicite: los españoles nacidos en el África no son ciudadanos salvo que se lo ganen "por la virtud y el merecimiento" (art. 22).

Entre los habituales temas hagiográficos que señalan la bendita ingenuidad de los constituyentes suele señalarse que se ordena a los españoles que sean "justos y benéficos" (art. 6) y que se considere que el fin del gobierno sea la felicidad de la nación. Menos se conoce que da como forma de gobierno una fórmula ideológica que también huele a eclesiástica, una Monarquía moderada hereditaria (art.14) en la persona de un Rey que es sagrada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad (art. 168), condición que prácticamente reproduce la Constitución vigente de 1978 al decir que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad (art. 56, 3).

Pero lo mejor de todo y lo que definitivamente sitúa a los constituyentes de 1812 no ya solo en la ingenuidad sino directamente en Babia es el hecho de proclamar que el Rey de las Españas es el Señor Don Fernando VII de Borbón, que actualmente reina. Esto es, si el liberalismo de la Pepa tiene un tufo eclesiástico evidente, la capacidad de los constituyentes para entender el momento en que vivían y las gentes que lo hacían era tan inexistente como la de prever el futuro más inmediato.

No está mal celebrar un hecho histórico, pero conviene saber qué se celebra en concreto y no darle más alcance del que tenía en realidad. La Pepa no es otra cosa que el primer hito del nacional-catolicismo e inaugura una idea de nación con la que Palinuro no está ni estará jamás de acuerdo.


Actualización a las 12:00.

Las prisas de esta desenfrenada época de torbellino tecnológico me hicieron olvidarme de la Inquisición, que los doceañistas mantuvieron incólume -prueba de su intenso espíritu liberal- hasta 1821. Me la ha recordado Juan Domingo Sánchez Estop, con quien tengo abundantes afinidades electivas. Gracias, Juan.


(La imagen es una foto de zugaldia, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 10 de febrer del 2012

Dicen los obispos.

Algunas de estas declaraciones vergonzosas ¿no son constitutivas de delito? ¿Negar el Holocausto no es delito? Si no son ilegales son profundamente inmorales. Está claro que estos pastores del pueblo de Dios han olvidado lo que dice Cristo en Mateo 18, 6: "más valiera a quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al fondo del mar".

Culpan a los niños de los abusos que sufren. Creyéndose Cristos, piden perdonar a los curas pederastas porque "no sabían lo que hacían". Justifican el abuso y violación de las mujeres que aborten. La tienen tomada con los homosexuales y vienen a decir que la condena a los abusos de los niños es una novedad frente a prácticas anteriores, se entiende, "legales" y "normales".

Teniendo en cuenta que la pederastia es una aberración predominantemente masculina, ¿no son repulsivas estas declaraciones de hombres, so pretexto de que no lo son?

(La imagen es una foto extraida de la página web de FB de Leontopodium Alpinum, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 23 d’octubre del 2011

El reino de este mundo.

Cristo dijo que su reino no era de este mundo. Estaba equivocado. Es posible que lo sea del otro pero, desde luego, también lo es de éste. ¡Y cómo! Los obispos, que no están para metafísicas, lo corrigen y explican a sus fieles por quién hay que votar en las próximas elecciones y por quién no hacerlo. Hay que votar a partidos que rechacen el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay y el nacionalismo. Más o menos, el PP. Y, lógicamente, no hay que votar a partidos que apoyen tales prácticas demoníacas. Más o menos, el PSOE y todo lo que haya a su izquierda.

Siempre que los obispos hablan del reino de este mundo, se levanta una polémica con unos diciendo que no tienen derecho a inmiscuirse y otros diciendo que tienen el de todo hijo de vecino. Claro que tienen derecho; se lo concede el César, a quien dan lo suyo y más que lo suyo, pues lo apoyan cuando les interesa y colaboran con él. La vocación de la iglesia católica es siempre el poder político. Sobre todo en España en donde sigue habiendo mucho nacionalcatolicismo. Esto de nacional levanta alguna roncha entre los mismos fieles. Por ejemplo, el católico Durán i Lleida clama contra los prelados por pedir que no se voten opciones nacionalistas. Parece haber olvidado que el nacionalcatolicismo es español. Y no español de la Oda a España sino español del caballero de la mano al pecho.

En fin, lo que maravilla es cómo sea posible que en un país católico en el que la iglesia es antisocialista, en el que los empresarios son de la derecha, donde los múltiples nacionalismos desconfían del socialismo y la izquierda llamada transformadora considera al PSOE un lacayo del capital, el PSOE haya venido ganando elecciones. Es que la gente es muy suya.

(La imagen es una foto de Iglesia en Valladolid, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 20 de setembre del 2011

Por qué la izquierda.

En la historia de Occidente ha habido tres momentos de especial importancia en los que se han opuesto dos concepciones del mundo, la de la ciencia y la de la religión, la que va en busca de la verdad, avanza en el conocimiento de la naturaleza y contribuye a la emancipación de los seres humanos y la que se atiene al dogma, obstaculiza el avance del conocimiento y no quiere la emancipación sino la sumisión de los seres humanos. Es la lucha sempiterna entre la razón y la fe que el Papa Benedicto quiere resolver dando primacía a la segunda sobre la primera y la izquierda, como la ve Palinuro, procediendo al revés, dando primacía a la razón sobre la fe.

Los tres momentos citados son el redescubrimiento del cuerpo filosófico aristotélico en el siglo XII; el giro copernicano del triunfo del heliocentrismo sobre el geocentrismo en los siglos XVI y XVII; y la formulación de la teoría darwinista de la evolución de las especies en el siglo XIX. En las tres ocasiones la Iglesia se opuso al descubrimiento, a la novedad, a las teorías científicas. En el caso del aristotelismo, un sistema filosófico completo que ignoraba la idea de Dios, lo que hizo la Iglesia fue casarlo con ese mismo Dios a través de la obra de Santo Tomás, gracias a la cual Aristóteles pasó a ser objeto él mismo de dogma, algo que no casa nada con el estagirita, pero permitió perseguir las discrepancias filosóficas como herejías y actuar en contundente consecuencia. El tomismo sigue siendo la filosofía oficial de la Iglesia, sea en vertientes "progresivas" o "tradicionales".

Frente a la teoría copernicana, la Iglesia reaccionó con mayor virulencia, si cabe, y menos contemplaciones. Censuró, persiguió, encarceló, torturó y asesinó gente por sostener ideas que hoy nadie cuestiona, ni los curas. Porque respecto a la metafísica aristotélica se puede debatir, pero no del hecho de que la tierra sea redonda y gire en torno al sol. La Iglesia ha pedido perdón por algunas de las barbaridades más escandalosa, como los asesinatos de Savonarola y Bruno. Pero la cuestión no es pedir perdón por los excesos sino reconocer que estos son producto de una teoría perversa que consiste en arrogarse el derecho a decidir lo que los demás pueden pensar. Una monstruosidad.

La polémica del darwinismo llega a nuestros días pues la Iglesia no acepta la teoría del origen de las especies por evolución y sigue aferrada a la concepción creacionista, entendiendo la fábula bíblica en sentido metafórico pero como esencialmente cierta. Hoy el creacionismo renace y cobra fuerza en las llamadas teorías del diseño inteligente, ampliamente favorecidas por la derecha y la extrema derecha de carácter confesional sobre todo en los Estados Unidos y cada vez en más países en los que se intenta sustituir en la enseñanza la concepción darwinista por la creacionista.

Este último es un dato esencial porque apunta al hecho de la alianza permanente de la Iglesia (sobre todo la católica) con la derecha y con sus regímenes políticos, incluso cuando son dictaduras. No hace falta recordar aquí que se habla de la Iglesia, no de los cristianos. Nadie ignora que hay muchos cristianos que se oponen a la Iglesia por una serie variada de razones. Es la Iglesia la que normalmente forma alianza con la derecha y sus formas políticas. Lo cual explica por qué la izquierda tiene que estar enfrentada a ella, no a los cristianos.

El maridaje Iglesia-poder político favorece un discurso basado en la idea de la división de los seres humanos que tiene diversas formas a lo largo de la historia pero siempre acaban en lo mismo: los que mandan y los que obedecen. La idea de que todos los seres humanos tenemos el mismo valor y, por lo tanto, somos iguales y merecemos vivir en libertad es la izquierda. La igualdad en libertad, sin que sea prudente favorecer a la una sobre la otra.

Aparentemente todo el mundo está de acuerdo en la propuesta. Es más, basta con mirar en torno nuestro: vivimos en sociedades básicamente libres y tratamos de que sean igualitarias. Para la izquierda, sin embargo, la libertad e igualdad existentes dejan mucho que desear. No hay libertad si no hay igualdad. Y no hay igualdad si ésta se limita a ser igualdad ante la ley, condición necesaria, pero no suficiente, entre otras cosas porque las leyes se cambian ya que son producto de la razón.

Es verdad que la desigualdad presente parece no ser tal pues encaja en la igualdad ante la ley y ya no hay privilegios nobiliarios o de otros tipos. Nadie habla de señores y siervos, nobles y villanos, ni siquiera burgueses y proletarios. Pero eso no quiere decir que no siga habiendo la dicotomía entre los que mandan y los que obedecen, los de arriba y los de abajo. Lo que sucede es que, en la sociedad neoliberal, que marcha a toda máquina al restablecimiento de condiciones materiales del capitalismo primitivo y la moral victoriana con toques calvinistas, la división es entre los justos, que son los triunfadores, y los injustos, que son los fracasdos. Y mientras eso siga siendo así, la izquierda será necesaria.

(La imagen es una reproducción de un cuadro de Jacques Réattu, titulado El triunfo de la libertad (1794/95) que está en el dominio público).