diumenge, 9 de setembre del 2018

El futuro del pasado

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En la colección de utopías que dirijo en Akal acabamos de publicar esta curiosa novela de anticipación de Julio Verne, prácticamente desconocida.  Hay un par de ediciones en papel (Planeta, RBA) y hasta una edición digital en Geocities. No obstante, no ha alcanzado ni con mucho la difusión de sus otras obras en su tiempo. Precisamente porque este ya no es su tiempo. Y, sin embargo, es una obra muy interesante, como trato de probar en el estudio introductorio que he tenido la desfachatez de escribir, amparado en mi condición de voraz lector de Verne en tiempos ya remotos.

La novela es muy interesante por tratarse de una ucronía (se escribió cien años antes de los acontecimientos que relata) al tiempo que una distopía, es decir, una utopía negativa, como fueron las grandes utopías escritas en el siglo XX. Solo que esta lo fue en el XIX y, por tanto, se adelanta a todas. Y lo es también por la propia aventura del manuscrito, que casi parece otra novela de nuestro autor. Ambas razones, su estructura y contenido y su peripecia "biográfica" la han convertido en un gran gran hallazgo para los círculos vernianos, muy abundantes y activos. 

A raíz de su primer gran éxito, allá a los comienzos de los 1860, Cinco semanas en globo, el joven Verne se presentó a su editor, Hetzel, con el manuscrito de París en el siglo XX. El editor, quien llegaría a ser como un padre para él, rechazó la obra y justificó su rechazo en una carta demoledora, en la que le requería quitarse de la cabeza este tipo de obras. Verne obedeció y el manuscrito desapareció físicamente y no apareció ni a la muerte del autor, al hacerse inventario de los inéditos. Reapareció casi milagrosamente en 1994, gracias a los trabajos del mayor experto en Verne, Piero Gondolo della Riva. 

Al margen de sus mayores o menores méritos como novela romántica, el escrito abre dos vías de curiosidad. La primera es la habitual: siempre que una utopía o ucronía está datada y el tiempo ha vencido es entretenido contrastar las predicciones con las realidades posteriores. ¿En qué se parecía el París de 1960 al que se predice en 1860? Y digo "se parecía" porque, a su vez, también 1960 resulta casi brumoso pasado. 

La segunda vía de curiosidad consiste en comparar el espíritu de París en el siglo XX con el resto de la obra de Verne. Nada que ver. Si el autor de Veinte mil leguas de viaje submarino dudó alguna vez de los beneficios de la ciencia o puso en cuestión sus principios positivistas, lo ocultó muy bien. Tan bien que hizo desaparecer la prueba manuscrita hasta muchos años después de su muerte. Pero la prueba reemergió de entre los muertos. En París en el siglo XX aparece un Julio Verne convencido de que los avances científicos estupidizan a la gente, la deshumanizan y crean órdenes sociales absurdos, crueles, ridículos. Es un discurso romántico y ferozmente antipositivista.

Los lectores de Verne recordarán que en algunas de sus últimas obras, ya independizado de la tutela de Hetzel y más seguro de su posición, aventura juicios e ironías que ponían en cuestión la versión conservadora del orden social. Pero París en el siglo XX supera todos los límites e inaugura el género distópico que, en efecto, caracteriza buena parte del siglo XX.