diumenge, 25 de març del 2012

El ojo que todo lo vio.

En los salones de Azca, Mapfre tiene una extraordinaria exposición de fotografías del casi desconocido Emil Otto Hoppé (1878-1972) que contribuirá a popularizar de nuevo el nombre de este alemán, educado en Viena y París y radicado finalmente en Inglaterra en donde triunfó siendo considerado el fotógrafo más importante en la primera mitad del siglo XX, al extremo de que no había personalidad de la política, la cultura, la vida social que no quisiera un retrato, o más, de Hoppé. Y, sin embargo, un desconocido.

¿Cómo se pasa de la gloria a la oscuridad de golpe? Por una decisión errónea. Parece que a mediados de los cincuenta Hoppé, que tenía ya 76 años, vendió su enorme colección de fotos a una empresa comercial que las clasificó por temas, no por autor. Y así desapareció su nombre hasta que se recuperó trabajosamente su obra y empezó a exhibirse a partir de 2006, siendo esta la primera vez que llega a España una muestra. En efecto, un desconocido.

Pero un desconocido que ha dejado una obra portentosa en todos los campos de la fotografía y todos los estilos. Un adelantado del pictorialismo al nivel de los grandes gringos como Strand, Stieglitz o Evans quienes, bastante celosos, no le dieron bola cuando intentó instalarse en Nueva York y prácticamente lo echaron. Competencia peligrosa.

Hoppé se hizo famoso como retratista. No me paso de hiperbólico si digo que el pictorialismo vincula sus retratos con la retratística inglesa del XVIII, los Reynolds o Gainsboroughs. Se dan un aire. Pero es que además retrató el who's who del mundo en la primera mitad del siglo XX. El visitante encontrará en la exposición abundancia de retratos de gente que pesa o ha pesado en la vida de cada cual por distintos motivos: retratos de Paul Robeson, Albert Einstein, Ezra Pound, Benito Mussolini, Ruyard Kipling, Bernard-Shaw, Jorge V, la Reina Madre, Aldous Huxley, etc. La serie es interminable. Cada cual mira lo que le interesa: me encantó poner rostro a Vita Sackville-West, a la que no había visto nunca, la amiga y quizá amante de Virginia Wolff que esta retrató en Orlando. Igual que a Somerset Maugham. La figura de Ezra Pound es impresionante y la de Henry James extrañamente familiar. Mussolini, le hizo ir a retratarlo a Italia y lo recibió practicando inglés de esta guisa: "Hello, Mr. Hoppé. How are you? It's a long way to Tipperary". Al menos es lo que dice la nota explicativa y si non è vero è ben trovato. El retrato de Marinetti es todo un hallazgo porque es fotomontaje y composición y le sale algo perfectamente futurista.

Pero no solo retratos en el estudio; Hoppé lo fotografió todo, hizo series, por ejemplo, una de desnudos femeninos que publicó en forma de libro The Book of Fair Women, que está muy bien pues no se resienten del paso del tiempo, cosa que suele pasar en la fotografía de desnudos, ya que son cuerpos de una belleza clásica. Otra serie con tipos de la calle, los comercios, los oficios. Utilizó cámara oculta para obtener instantáneas espontáneas. Fotografió de todas las formas posibles la ciudad de Londres, paisajes. Viajó mucho al extranjero, a París, a Viena, al Asia, a las Américas, de donde trajo cientos de fotos de todo tipo y de todas las culturas. Su obra, de una sobriedad casi ascética, es una visión riquísima de la primera mitad del siglo XX. Es un mundo de jadis extraordinariamente cercano y nuevo.

Una visión que llega a los rincones más oscuros. Hay una foto en la exposición literalmente asombrosa que no puedo poner aquí porque tiene derechos protegidos y que merece la pena. Es un armario con varios esqueletos reales colgados, muy limpios, en una tienda que los vendía en Londres. Al parecer, se compraban en el extranjero (habría que saber cómo y en qué extranjero) y se importaban porque tenían buena venta con fines docentes y, supongo, ornamentales tipo gótico. Imagino que algo así será hoy imposible, dado que nuestra actitud acerca del valor y la dignidad de la persona seguramente no lo permitirán. Hoppé ha retratado algo tan difícil como un cambio en las concepciones morales del hombre frente a sí mismo.