Leo en Público que los históricos del PSOE se dan cita para reflexionar sobre el futuro de su partido. Ciertamente, después de los batacazos electorales de mayo y noviembre es llegado el momento de recapacitar, de reflexionar, de ver qué se haya hecho mal y tratar de enderezarlo. En la hora de la reflexión no sobra nadie y menos que nadie los dirigentes históricos que aportan mucha experiencia y están tan interesados como los demás en mejorar las fortunas de su partido. Pero tampoco cabe olvidar que la experiencia suele pagarse al precio de un mayor conservadurismo. Algunos de estos históricos ya eran conservadores antes de adquirir la experiencia por lo que es de suponer que ahora lo serán doblemente.
Sin duda las aportaciones de los históricos son necesarias, pero la reflexión sólo será útil si genera renovación y la renovación no puede ser conservadora. Tiene que ser avanzada, progresista y estos rasgos, casi por definición, son patrimonio de los jóvenes, las nuevas figuras sin ruptura con las anteriores que, me parece, fue el gran error de la renovación encabezada por Rodríguez Zapatero.
No habrá renovación sin un diagnóstico claro de las causas de los fracasos electorales. La primera y general ha sido la crisis que ha tumbado casi todos los gobiernos europeos del signo que fueran. La segunda y específica de España ha sido que el gobierno la abordara con políticas neoliberales, de la derecha. Que fueran o no inevitables no es ya asunto primordial. Ahora corresponde formular las políticas socialdemócratas, las propias del socialismo democrático, de la izquierda que es el terreno en el que el PSOE ha perdido claramente las elecciones. Para recuperar la izquierda hay que presentar un programa de izquierda.
La nueva fórmula debe articularse en cuatro ámbitos claramente diferenciados: el mundial, el europeo, el nacional y el autonómico. Claramente diferenciados porque, si bien el programa socialdemócrata debe estar presidido por una única línea general, que es la defensa y ampliación del Estado keynesiano del bienestar, la economía social de mercado adaptada a las nuevas condiciones medioambientales (en lo político y en lo ecológico) cada uno de ellos tiene particularidades propias para las que hay que proponer políticas específicas.
En el ámbito mundial hay que proponer reformas institucionales en favor de órganos internacionales de adopción de decisiones más incluyentes, democráticos y eficaces que el actual y anquilosado sistema de las Naciones Unidas. La perspectiva de un nuevo orden económico mundial bajo el criterio de la economía social de mercado viene favorecida por el hecho de que los países emergentes cuya competencia, en buena medida, prolonga la crisis, al mismo tiempo suponen enormes mercados emergentes que tirarán de las economías en dificultades si éstas saben cómo satisfacer la creciente demanda de aquellos. Y juntos, emergentes y consolidados, deben aplicar políticas de estímulo real a las zonas más atrasadas de América Latina y el África.
En el ámbito europeo la reconstrucción de la socialdemocracia es tarea perentoria. La derecha carece de afán europeísta genuino. Su interés es la prosperidad de sus respectivos países en el marco de una UE debilitada o, si tiene que reforzar ésta, cual es la necesidad actualmente, hacerlo en condiciones de desigualdad entre los países en que unos controlan a otros. La socialdemocrcia tiene que defender una idea de Europa con mayor integración, con economía social de mercado en la que reine la igualdad y la solidaridad. Si se lee la intervención del sábado del ex-canciller Helmut Schmidt en el congreso del SPD, se verá que ese es el ánimo de la socialdemocracia alemana, como siempre una referencia del socialismo europeo. Al serlo también del socialismo francés y otros países, parece absurdo no postular unas líneas comunes de acción.
En el ámbito nacional, la renovación del PSOE es relativamente sencilla si ha de hacerse en el terreno de la izquierda. Consiste en defender el Estado del bienestar, ahora atacado por la derecha; en ampliar y profundizar las políticas sociales de protección de derechos cívicos, igualdad, dependenci, memoria histórica; en presentar un compromiso y un plan claro de separación de la iglesia y el Estado; en fortalecer la democracia mediante reformas del sistema electoral, del poder judicial, del bicameralismo; en abrir el partido a la sociedad mediante el empleo prioritario de la política 2.0; en postular un referéndum para que los españoles pueden decidir por fin entre monarquía o república. Ya imagino que esta última propuesta no tendrá mucho apoyo, pero algún día habrá que hacerla.
El ámbito de las Comunidades Autónomas debe ser objeto de consideración especial por el conjunto del partido, cosa que nunca sucede porque rige el prejuicio de que los socialistas de cada una de ellas deben ser autónomos. Sólo hasta cierto punto. La crisis está en el origen de la derrota electoral del PSOE pero la verdad es que éste lleva perdiendo elecciones desde mucho antes an algunas Comunidades Autónomas, como Valencia y Madrid. No es razonable que el partido en su conjunto no considere las causas por las que los socialistas valencianos y madrileños hace veinte años que no consiguen ganar elecciones y no les ponga remedio, como si no fueran con él, como si lo que sucede en estas comunidades sólo fuera competencia de ellas. Esa es la fórmula para perpetuar el fracaso. La política del PSOE en cada comunidad autónoma debe ser específica de ella pero propia de todo el partido que es el único que puede poner fin a un marasmo producido por unas organizaciones autonómicas viciadas por las oligarquías y el clientelismo.