dijous, 23 d’abril del 2009

La mirada de las otras.

Me ha gustado mucho este libro de María Antonia García de León (Rebeldes ilustradas. (La otra transición), Barcelona, Anthropos, 2008, 219) y me ha gustado no solamente por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta y ello sin perder de vista que esta proximidad entre el fondo y la forma es precisamente parte del programa de acción de la autora que la reivindica como algo propio de la perspectiva de género, esto es, la idea de que cabe hacer trabajo cientifico-social rompiendo con los moldes metodológicos, racionalistas, despersonalizados y pretendidamente objetivos de la tradición androcéntrica en este quehacer; que puede plantearse una perspectiva no menos rigurosa que parta de la idea de que "nada es objetivo" (especialmente en ciencias sociales) (p. 179), que lo "personal es político" y que, gracias a lo que llama la "fuerza de la escritura del yo" (p. 178) puede sostenerse que lo biográfico, esto es, la narración de lo vivido, es epistemológico, que la biografía es epistemología (p. 182). Por ello, en busca de su finalidad que es hacer una aportación a lo que llama la "herencia intelectual feminista" que permita rescatar históricamente a la mujer de su invisibilidad tradicional (p. 181) plantea su trabajo como una serie de cinco entrevistas en profundidad a otras tantas mujeres más o menos de la misma generación (nacidas entre 1943 y 1947) para hacerles hablar y reflexionar sobre sus vidas de forma que brote así ese elemento autobiográfico subjetivo que es el único que tiene dignidad en la posmodernidad. No cabe olvidar que, para la autora, las mujeres son posmodernas porque 1) han sido las afuereñas tradicionales del modelo escolástico, racionalista y positivista tradicional; 2) son las recién llegadas a la cultura científica; y 3) porque el molde académico androcéntrico suele ser ajeno a las necesidades femeninas (p. 183).

La verdad es que, como se ve por las páginas citadas, la autora incluye estas consideraciones al final del grueso del trabajo de campo, como una especie de reflexión consecuencial de lo que se acaba de leer y hace bien porque ayuda mucho al/a lector/a a hacerse una idea sobre la interpretación del aluvión de vivencias personales por el que acaba de pasar. Pero como una reseña no es el libro propiamente hablando, sino una interpretación de él, ésta las pone por delante a los efectos de dar cuenta más razonadamente del contenido de la obra.

Para las cinco entrevistas en profundidad, que trazan una especie de historias de vida sucintas, García de León ha buscado cinco mujeres profesionales de la Universidad con conciencia política y conciencia de los problemas de género. Lo que pretende transcribiendo esas cinco interesantes conversaciones es poner de manifiesto, como dice ella misma en una especie de prefacio, que, aunque el femenismo y la transición democrática debieran ser "conceptos complementarios", según razona la profesora Radcliff en un preprólogo, en la narrativa historiográfica de la transición española tanto el movimiento de las mujeres como el feminismo son marginales; no hubo un modelo femenino claro de la ciudadanía democrática en la transición entre otras cosas porque por entonces todavía la palabra "feminismo" tropezaba con muchos prejuicios, excepto entre las gentes más jóvenes (p. 24).

Las cinco mujeres escogidas para las entrevistas son: Celia Amorós, filósofa, la propia María Antonia García de León (que se autoentrevista), socióloga, Paloma Gascón, psicóloga e Isabel Morant y Pilar Pérez Fuentes, ambas historiadoras. Lo que persigue en todos los casos es explicitar esa idea de que lo personal es político y que las narraciones expongan no solamente la transición democrática que ellas vivieron como fenómenos social sino también la transición en que se encontraron vitalmente.

Las cinco historias son muy variadas, como era de esperar, y reproducirlas aquí, cosa que sólo podría hacerse esquemáticamente, resultaría injusto y empobrecedor. Animo al lector (si es lectora, también, pero por otros motivos), sobre todo si es de la generación de las que hablan, que es la mía asimismo, a recorrer estas narraciones pues lo hará con creciente asombro, regocijo y, por supuesto, gran provecho. Le ocurrirá lo que a mí: irá descubriendo sus propias experiencias matizadas con una sensibilidad distinta, por una mirada ajena, una mirada de alguien que estaba entonces, en aquellos años (de los que la autora habla repetidamente en términos ditirámbicos, extasiados (pp. 58 y 79), en los mismos afanes pero tenía puntos de vista divergentes de los de uno. A veces se reconocerá en los retratos que las entrevistadas trazan de sus compañeros, amigos, novios, maridos, a veces, a fuer de honrados, en los negativos y también, cómo no, en los positivos.

Las historias, insisto, son muy diferentes y se da amplia variedad de situaciones que encajan mejor o peor en el famoso modelo dicotómico de "herederas" y "heridas" que la autora desarrolló hace tiempo en otra obra, en función de cómo emprendieron el camino de su autorrealización por referencia a sus ejemplos familiares. Ciertamente, son muy distintas, pero todas tienen un elemento en común: para ninguna fue fácil. En uno u otro momento de los respectivos relatos se toca un punto en el que el/la lector/a tiene que ver que allí hubo una crisis, un desconcierto, una alteración, una dificultad más o menos prolongada en el tiempo: una ruptura difícil con el ambiente familiar, otra aun más difícil con un novio machista, una experiencia amarga con la militancia (siempre a causa de su condición femenina), un disgusto en la vida laboral, una frustración, maternidades a destiempo, elecciones angustiosas. Las mujeres lo han tenido más arduo. Mas arduo ¿el qué? El simple hecho de vivir la juventud en aquellos años sesenta y setenta en que todo era posible: el estudio, la amistad, la militancia, el amor, los descubrimientos de viajes externos e internos, la autorrealización y todo para acabar después sintetizando experiencias en puestos de "responsabilidad profesional". Ellas lo consiguieron también, pero se dejaron más pelos en la gatera.

He encontrado muy curiosa la gran variedad de actitudes respecto al sexo que es tan importante en esos años de la vida, desde la que se encama con el primer novio que tiene apenas llegada a la mayoría de edad, quizá antes, hasta la que accede virgen al matrimonio ya avanzada en la veintena. Entre los hombres ese aspecto es de mucho momento y tiende uno a pensar que quizá no lo fuera tanto entre las mujeres a las que supone, contra toda lógica, más atenidas a un patrón único. No hay tal ni de lejos y el sexual es un territorio tan importante para unos como para otras. Sobre todo por el hecho de que, en aquellos años, apareciera mezclado con convicciones y prácticas políticas que lo convertían en algo de difícil pero en modo alguno baladí experiencia, como en los casos de las ocasionales comunas.

Creo haber entendido en estas historias que esa impresión que yo tengo de aquellos años en el sentido de que constituyeron una liberación en muchos territorios, intelectual, familiar, estético, político, sexual, vital, lo fue asimismo para las mujeres pero, dado su punto de partida de subordinación, lo fue por partida doble.

Aspectos que me llaman la atención: la escasa importancia que en la narrativas parecen tener las drogas. Casi todas las entrevistadas minimizan sus experiencias con ellas hasta reducirlas a una nimiedad y eso en una época en que gran parte de las experiencias vitales, como los viajes, las relaciones colectivas y de parejas, y, desde luego, las lecturas, (Baudelaire, Artaud, Huxley, De Quincey, Castañeda, Cocteau... Borroughs, etc) estaban directa o indirectamente relacionadas con las drogas. En especial aquellas entrevistadas que pasaron por los Estados Unidos de Timothy Leary y Abbie Hoffman, parecen no haber tenido ni siquiera curiosidad alguna por el planeta psicodélico, lo que resulta extraño porque formaba parte de aventuras iniciáticas de cierto riesgo.

Otra carencia que quizá sea también significativa de dos formas distintas de entender la militancia, el compromiso, etc, es la de los debates sobre el posible uso de la violencia. Según parece ninguna en ningún momento se planteó, siquiera como remota posibilidad, acudir a la violencia, cosa que, sin embargo, que yo sepa, no era ajena a muchas de las discusiones de la extrema izquierda de entonces. La única que, por casualidad, parece haber ido a parar cerca de un acto (ajeno) de violencia es Paloma Gascón que cuenta cómo el día del asesinato de Carrero Blanco ella estaba allí cerca, en la calle de Serrano 100, muy próxima, en efecto, a la iglesia de los jesuitas en cuyo patio trasero cayó el coche del Almirante. Me ha hecho gracia porque esa era la casa de mis abuelos; bueno, la que había antes en ese solar donde hoy ha establecido sus reales un afamado peluquero.

Quizá en conexión con lo anterior observo que, aunque todas han militado en grupos y partidos de izquierda (MC, UCE, PCE, etc) y aun siendo todas universitarias, ninguna menciona alguna organización estudiantil como la FUDE y ninguna de ellas, al parecer, fue detenida ni pasó por la cárcel. Como hubo algunas mujeres que sí lo hicieron, pienso que el relato se expandería bastante si se entrevistara también a alguna que lo hubiera hecho. Porque fueron minoritarias, pero no sabemos casi nada de ellas. En cambio, los hombres de mi generación casi damos tanto la lata con nuestras historias de cárcel como con las de la mili, que los dioses confundan.

En fin, como lo personal es político, me permito decir que, de todas las historias y de las cinco mujeres que las cuentan, la que más me ha interesado, conmovido y gustado ha sido la de Pilar Pérez Fuentes y esa escena de bailar en el balcón de su casa con una pegatina del PCE en cada pezón es magnífica. Es ella también la que habla de aquella otra moda que se vivió como audaz liberación de prescindir del sujetador porque, añade con una pizca de orgullo, ella tenía el pecho bonito y grande. Ciertamente, la minifalda y el braless fueron dos hitos de la revolución.

El libro se complementa con una minientrevista al final a Anna Caballé que apunta a una razón muy curiosa para responder a la pregunta que le plantea García de León de por qué es tan poco frecuente el género biográfico y autobiográfico femenino en España, que Caballé achaca a la influencia de Trento y la contrarreforma. Probablemente muy cierto.

En el capítulo de resumen que la autora pone al final y yo he adelantado, añade una a" modo de conclusión" que recapitula en seis apartados lo que considera que es el resultado de las entrevistas: a) las jóvenes de su generación dieron un golpe de timón a sus vidas; b) tuvieron que inventárselo todo; c) entraron de pronto en contacto con "la otra"; d) atravesaron el rígido filtro histórico del patriarcado; e) sn más libres que los hombres, más condicionados por la ideología; f) la bografía es epistemología (pp. 185-187). Esta relación sí que está esquematizada. Conviene ir al libro en el que la autora matiza bastante.

Por último, se habrá observado que casi de lo que menos se ha hablado en el libro ha sido de la transición. Enmienda García de León esta carencia encomendando dos capítulos más tradicionales a sendas estudiosas: Breny Mendoza, la transición en América Latina y María Amalia Rubio, sobre la transición en España.

Mendoza se desempeña brillantemente con algunas observaciones muy originales sobre la América Latina "poscolonizada, calibanizada" en la que la clase media, dice, mestiza o descendiente de europeos no quiso reconocer la particularidad de lo indígena o lo africano en América Latina (p. 164). De lo africano no sé, pero en cuanto al indigenismo, no estoy cierto de que esto haga justicia al indigenismo izquierdista de los años treinta en el subcontinente, al estilo de José Carlos Mariátegui, aunque puede que aquello estuviera instrumentalizado por el comunismo de la IIIª Internacional. Me ha parecido brillante su análisis acerca de cómo, terminado el modelo de las dictaduras militares, se produce la transición a través de las democracias electorales bajo la hegemonía gringa con el catecismo neoliberal de la globalización, la modernización del Estado, la privatización, la desregulación, los tratados de libre comercio y la transversalización de género, lo cual conduce a menos soberanía, menos esfera pública, menos cultura pública y una hecatombe social (p. 167) El neoliberalismo de los años ochenta y noventa es un simulacro de democracia para América Latina cosa que la autora detecta, entre otras cosas, en la instrumentalización institucional del feminismo y su ONGización (curioso término) (p.173).

La transición española es la tarea encomendada a Amalia Rubio, reconocida especialista en el tema, que presenta un análisis académico sintético pero pertinente. Plantea la cuestión de la naturaleza de la dictadura del general Franco hasta su momento final (p. 197) y analiza y enumera luego las fuerzas políticas que hicieron posible la transición: los reformistas y "liberales" del franquismo en colaboración con toda la oposición democrática antifranquista (p. 200). El resultado ha sido un avance espectacular del país en todos los órdenes. Que no está mal para terminar con una pequeña nota de orgullo este libro rebosante de experiencias y vivencias apasionantes de una generación.