Exactamente ¿qué premia el Planeta? Sin duda novela, pero ¿qué tipo de novela? No la experimental, ni la de alta calidad o de amplios vuelos; no la de depurado estilo, trama original o muy creativa; no la de profundidad psicológica o filosófica ni la de carácter histórico o costumbrista; no la novela poética, la epistolar ni la memoria novelada; no la novela comprometida o de preocupación social. Parece que premia la novela escrita por alguien lo suficientemente conocido para asegurar ventas millonarias; lo importante es la firma, la novela puede estar escrita de cualquier modo. El premio Planeta, es bien sabido, es una operación de marketing editorial.
Todo eso se cumple en el caso del último premio a Fernando Savater. Si además se da la circunstancia de que la obra no está escrita de cualquier modo sino con esmero, miel sobre hojuelas. Pero eso no quiere decir que la novela sea una novela. El señor Savater escribe bien, con gracia, agilidad, riqueza léxica, abundancia de citas, elegancia y claridad. Pero no escribe literatura propiamente hablando sino otra cosa muy difícil de definir si es que se puede, parcialmente ensayo, parcialmente artículo o reportaje. Casi es más fácil entender el escrito por lo que no es; y no es una novela.
Es cierto que el autor ha escogido una fórmula de género (intriga) y un formato clásico, con planteamiento, desarrollo y desenlace en secuencia temporal lineal, que evita los tiempos superpuestos que a veces son enfadosos. El narrador es algo más complejo y rebuscado pues alterna uno omnisciente con dos primeras personas distintas de dos protagonistas. Pero todo esto entra en el terreno del utillaje narrativo ordinario. Algo más en profundidad, la trama es inverosímil y no está bien tratada. Se dirá que siendo literatura no tiene por qué ser verosímil, lo que es cierto pero, cuando menos, debiera ser creíble y no lo es ya que los episodios, los lugares, los percances resultan irreales y, al tiempo, tópicos. Algunos de estos son extravagante (como el atentado al Sultán), no tienen otra finalidad que el lucimiento del autor, desvían la atención de la trama principal si la hubiera y se disuelven en la nada de su misma concepción.
Los personajes carecen de consistencia entre otras cosas porque casi todos son el propio señor Savater, razonan y hablan como él y todos muy parecidamente entre sí aunque en las descripciones del omnisciente el autor se esfuerce en subrayar sus peculiaridades. La ambientación -el mundo de las carreras de caballos- no consigue interesar, en parte porque es algo muy alejado de la experiencia ordinaria del común de los mortales y en parte porque el propio autor no se esfuerza mucho en que interese o, si se esfuerza, no lo consigue. Es de agradecer que no haga una exhibición abusiva de su competencia específica en la materia, con esas interminables parrafadas técnicas que no hay Cristo que soporte al estilo, por ejemplo, de los términos médicos en Palinuro de México, de Fernando del Paso, pero tampoco consigue encuadrar la historia en el ambiente de las carreras de caballos, de forma que ambas instancias, la historia y el ambiente, marchan cada una por su lado.
Y una vez que uno se ha desecho de todo prejuicio e idea preconcebida, que uno admite que la literatura es una mar océana sin reglas ni cánones y que lo literario es una causa sui resulta que el relato tampoco engancha. El autor se esfuerza por sorprender y, sin embargo, el libro se lee muy rápidamente porque todo él es bastante previsible, no porque esté uno deseando llegar al desenlace y enterarse de qué sucede. Cosa, además inútil porque, como si fuera una especie de venganza del autor, el desenlace queda abierto.
Savater profesa una gran admiración por el personaje de Guillermo Brown, de Richmal Crompton, y da la impresión de que su novela tiene mucha influencia "guillermina". Algunos datos remiten directamente a ella, como, por ejemplo, el episodio del león que trae a la memoria el de Guillermo y los del camping y, por supuesto, el equipo de cuatro hombres que está encargado de resolver el misterio del jockey desaparecido es un trasunto de los "proscritos" de los relatos de Guillermo. El Guillermo de Savater (el llamado Príncipe) es pelirrojo, como el Pelirrojo de Guillermo. Y hay más: el propio planteamiento de la historia y su desarrollo tiene mucho de las historias de Crompton. Quizá sea eso el aspecto más literario de la novela. Con el alcance que tiene la literatura de Crompton.