El domingo se sublevó el cuarto departamento díscolo de Bolivia, que aprobó con un 80% del voto emitido válido (abstención, entre un 30% y un 60%) un estatuto de autonomía en la la línea de los de Santa Cruz, Beni y Pando, que dejan en manos de las autoridades departamentales la gestión de los recursos locales. Para el próximo otoño tiene referéndum previsto en el mismo sentido el departamento de Cochabamba con lo que el país se habrá dividido en dos: los departamentos ricos, los de la oligarquía y las grandes empresas, que quieren separarse del Gobierno central y los departamentos ordinarios, más pobres y de mayoría indígena que lo respaldan.
El gobierno del señor Evo Morales ha declarado ilegales los referéndums citados, pero no parece haber estado en situación de impedirlos. Es de esperar que el Gobierno español sea más eficaz a la hora de frenar la "consulta" (más eufemismos, quiérese decir "referéndum") del señor Ibarretxe que tiene muchos parecidos con las de los departamentos frondeurs de Bolivia: zona rica que quiere separarse de la chusma indígena si bien aquí coadyuva una izquierda local señoritinga. Con su proyecto de Constitución atascado (puede verse un análisis del proyecto en mi post Las dos Bolivias) y en una situación difícil, el señor Evo Morales ha convocado un referéndum sobre su continuidad en el cargo de Presidente de la República para el próximo 10 de agosto. Está seguro de ganarlo y así será pues sólo cabe la revocación si el "no" supera el 54% de la votación "sí" en la pasada elección presidencial. Los prefectos de los cuatro departamentos secesionistas ya han anunciado que ellos se descuelgan de la consulta que consideran tan ilegítima como el proyecto de Constitución indigenista.
Es posible que el presidente Morales tenga razón y que la gran mayoría respalde su gestión así como su revolución indigenista de izquierda. La idea que subyace a esta propuesta es la de la democracia como puro agregado de voluntades individuales. Sin embargo, guste o no, los sistemas democráticos son poliárquicos y en ellos, además de la voluntad del electorado (el juego de la mayoría y la minoría) opera la de otras instancias, empresas, corporaciones, asociaciones, iglesias, sindicatos, etc que interfieren en el funcionamiento de la democracia plebiscitaria y muchas veces de modo muy eficaz, por ejemplo, descapitalizando el país, como sucedió en Francia cuando Mr. Mitterrand ganó las elecciones (o, sea, obtuvo la mayoría) en 1981, aplicó una política económica keynesiana para salir de la crisis y el capital, asustado, emigró a otras latitudes más bonancibles.
Me da la impresión de que al señor Morales le falta respaldo y fuerza para llevar adelante su proyecto de una revolución dual, izquierdista a la par que indigenista, que no ha calibrado bien sus fuerzas frente a las de la oligarquía criolla y sus seguidores ni tampoco la presión que distintas instancias internacionales (desde los Estados Unidos a la Unión Europea) pueden ejercer sobre su empobrecido país. Tengo para mí que al final el señor Morales habrá de llegar a un consenso, a un acuerdo pactado con las oligarquías de los departamentos secesionistas. Dicho de otra forma, tendrá que arrumbar su programa máximo y sustituirlo por su programa mínimo, si lo tiene. Los programas máximos piden la unanimidad. Cuando sólo se tiene una mayoría del 54% hay que ir a las medias tintas.
(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).