dijous, 5 de juny del 2008

La perfectibilidad de la democracia I.

La revista Sistema (tiene también una versión digital, llamada Sistema digital) acaba de sacar un número monográfico dedicado a la democracia de notable interés (Nuevos desarrollos de la democracia, Sistema, Madrid, nos. 203/204, mayo de 2008, 207 págs.), con artículos de especialistas nacionales y extranjeros y lo último en algunos de los debates sobre tan complejo asunto.


Antes de hacer una necesariamente breve referencia a los ensayos aquí reunidos, permítaseme una valoración de conjunto del número. El enfoque que se adopta es abrumadoramente teórico, normativo, cuando no directamente prescriptivo, sin trabajos de índole empírica que tanto abundan hoy en el campo politológico y sociológico. Algunos ensayos tienen cierto respaldo estadístico de carácter secundario, pero ninguno es propiamente empírico. Eso tiene sus ventajas e inconvenientes. En el terreno teórico-normativo el número se centra en tres o cuatro temáticas conceptuales que reflejan los estilos actuales de la investigación, como rendición de cuentas, calidad de la democracia, gobernanza y multiculturalismo y una territorial (América Latina), sin abordar otros aspectos de carácter más filosófico, ético, también de notable interés hoy día; es decir, se mantiene en un terreno intermedio entre lo empírico y lo abstracto, concentrándose en el orden de las "teorías de rango medio" mertonianas. Por último prácticamente todos los ensayos pivotan en torno a la obra de Robert A. Dahl o arrancan de ella, de forma que, avanzada la lectura del número, el lector no puede evitar la idea de que casi parece un libro homenaje al politólogo estadounidense de ascendencia noruega.


En cuanto a los ensayos en concreto, haré una breve presentación de su contenido y, expondré mis puntos de discrepancia, si los hay. Como el asunto será prolongado, lo dividiré en dos entregas, una hoy y otra mañana. El número se abre con un trabajo introductorio de José Félix Tezanos, Nuevos retos y desarrollos de la democracia en el siglo XXI, orientado a dar cuenta del llamativo fenómeno de la alienación política en nuestras sociedades en las que cada vez se participa más pero la gente tiene conciencia de que con menos trascendencia. Postula Tezanos una evolución histórica de la democracia que si es habitual en su configuración trinitaria, es heterodoxa en su determinación pues la articula en los momentos de a) paso de la sociedad tradicional a la industrial; b) sociedades de la segunda postguerra mundial; y c) época actual de mundialización. No estoy seguro de esta periodización vaya a prevalecer sobre la de Dahl o, incluso, Huntington. Tezanos encuentra que los límites de la democracia actual son de funcionamiento (de carácter institucional) y sociológicos (especialmente, las desigualdades), ambos muy ciertos pero que palidecen ante los problemas planteados por la mundialización.


Un ensayo del politólogo italiano Leonardo Morlino, Democracia, calidad, seguridad: presupuestos y problemas, es una elaboración de una ponencia en un seminario para la policía de Roma. Es muy claro y didáctico. Morlino explica a los policías en perfecto inglés que los cuatro apartados de la calidad de la democracia son: auditing, governance, performance y best institutional design (p. 23), con lo que resume el número monográfico y muestra que el más potente venero de teoría democrática es hoy día anglosajón. Recoge las archiconocidas condiciones de la democracia de Dahl (sufragio universal; elecciones libres, competitivas, periódicas y limpias; pluripartidismo; y fuentes alternativas de información) (p. 25) y les añade tres de su cosecha, a saber: rule of law, sociedad civil estructurada y contexto internacional (p. 26), de todo lo cual hablarán también los otros autores del monográfico. No sé si los policías se enteraron bien del nexo entre democracia y seguridad, pero Morlino les dio una lección magistral.


Benjamin R. Barber, La democracia en un mundo interdependiente soberano, aborda la cuestión de la democracia y la mundialización de modo poco frecuente, esto es, señalando que también se mundializa el crimen, el terrorismo, la inseguridad y concluyendo que, a menos que globalicemos la democracia o democraticemos la globalización, no habrá respuesta a la injusticia, también global, especialmente las desigualdades económicas. Hay en esta advertencia un eco de la venerable cuestión ya planteada en su día por Seymour Martin Lipset sobre la relación entre democracia y desarrollo económico. Barber aporta cuatro ideas innovadoras a un enfoque resolutivo de la cuestión de la mundialización bastante interesantes: a) las artes como expresión "natural" de la cooperación transnacional; b) la sociedad civil y la ciudadanía global como camino hacia la gobernanza global; c) enfoques empresariales transnacionales que permitan acercar la periferia al centro; d) arquitectura cívica y pública basada en las artes y el diseño como vía hacia la comunidad transnacional (pp. 42/44).


Philippe C. Schmitter, El diagnóstico y el diseño de la democracia, parte también de las famosas tres revoluciones de la democracia en Dahl, esto es, el tamaño, el ámbito y la escala, para añadir otras dos: el desplazamiento de las personas por las organizaciones como ciudadanos efectivos de la democracia (o sea, la perspectiva corporativa schmitteriana) y la profesionalización de la función del político (p.47). No sé hasta qué punto estas dos añaden algo a las tres de Dahl. Las conclusiones de Schmitter sobre las crecientes dificultades de legitimación de las democracias europeas occidentales y meridionales, así como las de Europa central son claras. La idea de que las democracias ya sólo serán capaces de rediseñar y mejorar la calidad de sus instituciones y prácticas democráticas mediante reformas parciales y graduales, es en el fondo una reelaboración de las tácticas fabianas y, más claramente, de la idea popperiana de la peacemeal social engineering. Más interesante me parece la definición normativa de democracia de Schmitter y Terry Karl: "la democracia política moderna es un régimen o un sistema de gobernanza en el que los gobernantes son responsables de sus acciones en la esfera pública ante los ciudadanos, y actúan indirectamente a través de la competición y de la cooperación con sus representantes." (p. 51) Hay ahí suficiente materia para discutir hasta el amanecer con el ilustre politólogo.

El trabajo de Blanca Olías y Esther del Campo, Buen gobierno, rendimiento institucional y participación en las democracias contemporáneas, indaga en las nuevas formas de gobernanza como medios de legitimación (en la estela de Beetham) después de lo que consideran es la crisis del Estado del bienestar y como un proceso de modernización. No me gusta nada el término escogido de modernización cuya carga ideológica ya quedó de manifiesto en los años ochenta del siglo pasado. Entienden las autoras que hay un proceso de evolución democrática desde la representación a la participación en cuyo curso se abre camino una mayor calidad de la democracia que va pari passu con el escalonamiento de los ciudadanos en tres tipos: a) free riders; b) watchdogs y c) activistas (p. 66). Es encomiable el esfuerzo clasificador, siempre científico, pero estos tres tipos piden mayor especificación de alcance semántico ya que están tomados de otros contextos (la economía, la comunicación) y se prestan a mucha confusión cuando se los entiende en su relación específica con los servicios públicos.


Juan Martín Sánchez, Entre la democracia post-liberal y el liberalismo post-democrático: la opción de las sociedades civiles, toma pie en una ponencia de Göran Therborn en el XI encuentro sobre El futuro del socialismo en 1995. Asimismo arranca de la posición de Dahl como contrapuesta hasta cierto punto a la de Schumpeter (más contrapuesta me parece a mí a la de Wright Mills, con quien Dahl polemizó directamente) al hablar de la pluralidad de asociaciones y la de Schmitter, que trae de la mano las corporaciones (p. 76) para postular la importancia actual de las asociaciones civiles que, consideradas (Hannah Pitkin mediante) en sus tres facetas como representantes, representadas y audiencias, le permiten una conclusión post-pesimista que recoge el reto lanzado por Therborn en la ocasión que menciona (p. 94).


El trabajo de Hans Harms, La necesidad de repensar la democracia II es una especie de pendant de otro publicado en su día en esta misma revista. Con el actual pretende desarrollar la propuesta del fallecido politólogo Peter Dienel sobre los "Núcleos de Intervención Participativa (NIP)", una idea práctica para conseguir aumentar los niveles de participación en nuestras sociedades, ya que Harms tiene la convicción de que la participación legitima la democracia. Al amparo de esto, el autor reflexiona sobre ciertos aspectos de los NIPs, algunos de los cuales son nuevos y otros tan antiguos como la idea misma de democracia, por ejemplo: la elección de los miembros de los NIPs por sorteo, la condición de los "expertos" que han de asesorar (interesante problema que el autor despacha de un plumazo y tiene un hondo calado) , la cuestión de la remuneración, el tipo de información que se maneje, la duración de las sesiones, la forma de las deliberaciones y los temas que cabe abordar. Un buen programa de carácter genérico, casi se diría un "tipo ideal". Los problemas empezarán cuando haya que poner carne en el esqueleto ideal; como se verá precisamente en los trabajos siguientes. Pero eso ya, mañana.

(La segunda imagen, que representa el monumento a la democracia que se encuentra en Bangkok, Tailandia, es una foto de keng, bajo licencia de Creative Commons).