dimecres, 2 de maig del 2007

Las edades de la vida (XVIII).

La importancia ejemplificadora y moralizante que tienen las representaciones de las edades de la vida, de las que ya llevo unas cuantas y voy a dejar en veinte, adquieren su forma más clara cuando se comparan con algún ideal, no porque con ello se vaya a tomar conciencia -por lo demás, ya archisabida- de la diferencia que se da siempre entre la realidad y la idea platónica, sino porque dentro de las formas de la realidad, de las edades de la vida, unas se aproximarán más que otras a esas ideas superiores, puras.

Para ilustrar este procedimiento recurro a un pintor al que ya comenté al comienzo de la serie y que hizo varias interpretaciones de las edades de la vida a lo largo de la suya. Se trata de Hans Baldung Grien, del que vimos "las edades de la mujer y la muerte" y de quien se podría sacar aún otra obra como "las siete edades de la mujer", en la que hace un minucioso estudio de la anatomía femenina en siete figuras de diferentes edades. Baldung pintó en 1539 estos dos paneles al óleo, titulados Las edades de la mujer y las tres gracias, que se encuentran en el Museo de El Prado, en Madrid.

La comparación que se nos invita a hacer aquí es entre el ideal de las tres gracias y la realidad de las edades de la vida de la mujer. Todo lo que en uno de los paneles es belleza, armonía y, eso, gracia, es fealdad y falta de armonía y gracia en el otro... con excepción de la figura de la joven, que es la única que puede equipararse a las tres gracias. Tampoco completamente, de eso ha tenido buen cuidado Baldung, al pintarle la piel no tan blanca como las de las semidiosas.

El contraste simbólico es intencionado, llamativo y trata de ser aleccionador. En el panel de las gracias, el paisaje es feraz, el cielo, azul, los árboles tienen hojas y las figuras pisan sobre un verde prado. En el panel de las mujeres, el paisaje es desértico, el cielo, cárdeno, los árboles no tienen hoja, el suelo es pedregoso y al fondo se divisa un molino en ruina. Las tres figuras mayores, la joven, la mujer adulta y la muerte están entrelazadas; sólo el niño en primer plano que aparece dormido está separado, como si el artista atribuyera al infante un mundo aparte.

Las tres gracias, Aglaia (Belleza), Eufrosine (Júbilo) y Talia (Fiestas) son hijas de Zeus y Eurinome, muy relacionadas con las musas. Al ir siempre desnudas, su representación permite al artista plasmar su ideal de belleza femenina. Puede que nos resulte chocante pero la verdad es que Baldung tenía una capacidad notable de representar el cuerpo femenino, al menos si lo comparamos con otros artistas flamencos de la época, Cranach, Memling o Holbein. En el panel de la derecha son evidentes los instrumentos musicales y la presencia de la música (un laúd, un violín, una partitura...), en el panel de la izquierda predominan los objetos que recuerdan el paso del tiempo y la llegada del fin, una clepsidra una guadaña partida en varios trozos y un buho, que es un animal que también simboliza a la muerte. Las tres edades de la vida se reducen a una al compararlas con el ideal, la de la juventud, que Baldung el humanista pintaba con nostalgia, teniendo él por entonces ya 55 años.