dilluns, 10 d’octubre del 2011

El precio del dinero.

Hay algo obsceno, inmoral, inhumano en el modo en que se reciben e interiorizan las noticias sobre el dinero que cada vez con más bestialidad, como si fueran los jinetes del Apocalipsis, van jalonando esta crisis que todos consideran financiera, es decir, del dinero. Algo que debiera considerarse antes de que la absurda conversión de un medio en un fin en sí mismo acabe llevando el mundo a una situación sin salida.

No se hablará aquí de lo que está pasando en Europa, en donde los poderes públicos corren prestos en auxilio de un banco que habrá cometido todo tipo de fechorías, mientras permiten que países enteros, como Grecia, se hundan en la ruina y su población en la miseria, con ser ello ya bastante repugnante. Tampoco se hablará de que, a su vez, estos mismos países, de nuevo Grecia, empobrezcan a sus habitantes mientras emplean el dinero que no tienen en comprar cuatrocientos carros de combate a los Estados Unidos con el único fin pensable de emplearlos contra sus propios ciudadanos si elevan el tono de sus protestas; cosa no menos repugnante que la anterior.

Este post se limitará a España, lugar en el que se dan máximos ejemplos de obscenidad en las injusticias del dinero sin que sea necesario ir a buscarlos fuera. En un país en el que el salario mínimo interprofesional es de 641,40 euros (y eso los que lo cobran) hay cajas de ahorros al borde del desastre, mal gestionadas, si no delictivamente, y cuyos directivos pueden llevarse, por ejemplo, cuatro millones de euros de indemnización por barba, es decir, más de seis mil veces el salario mínimo interprofesional. Como el dinero es un medio de cambio y el cambio se hace siempre cuantificando, resulta que cada uno de estos inútiles que han arruinado algunas cajas, vale por seis mil ciudadanos, muchos de los cuales, a su vez, si no todos, valen bastante más que él. Una catarata de dinero para premiar la incompetencia cuando no el fraude y la corrupción y que en realidad es una deslegitimación radical del sistema que lo tolera.

Porque es el sistema. Los beneficiados no hacen otra cosa que aprovecharse de las posibilidades que éste ofrece. Ninguna autoridad monetaria, financiera, económica del país ha salido al paso de semejante gatuperio. Estas autoridades, en el fondo, son cómplices. Hierve la sangre al escuchar al gobernador del Banco de España insistir en que hay que bajar los sueldos cuando el suyo el año pasado, después de una rebaja del quince por ciento "para dar ejemplo" era de 165.026 euros brutos, un 111 por ciento más que el del presidente del Gobierno. 165.000 euros brutos al año por no saber gestionar una crisis y permitir que las cajas parezcan cuevas de ladrones. Porque ¿qué hace falta para estar al frente de una de esas cuevas y forrarse el riñón para siempre? Enchufe y sólo enchufe, como siempre en el país.

Y del rey abajo, todos. No menos obscenos son los salarios, prebendas y bicocas de cientos, si no miles de consejeros, asesores, personas de confianza y altos cargos digitales. Camps, a punto de comparecer ante el juez acusado de un delito de cohecho, cobra un sueldo público de 57.586 euros anuales como miembro del Consell Consultiu y cuenta con coche oficial y secretaria. Los miembros del Consejo de Administración de RTVE, que hace una fechas pretendían imponer la censura en el medio cobran cantidades astronómicas y cuentan con numerosos privilegios a cambio de atentar contra el derecho a la información de los españoles. Un espectáculo bochornoso. Una caterva de asesores se forra literalmente a cambio de aconsejar a un político sin escrúpulos cómo burlar la ley en su gestión.

La clase política en su conjunto contribuye al espectáculo con fervor. Los diputados tienen un régimen de retribuciones, privilegios, pensiones y gajes varios al que debieran renunciar, ajustándolo a lo que moralmente puede defenderse en España hoy dadas las circunstancias. Esos alcaldes de poblaciones de veinte o treinta mil habitantes que se adjudican sueldos estratosféricos también superiores al del presidente del Gobierno son ejemplos de esta situación general de inmoralidad y abuso.

Después, los más demagogos entre ellos fingen asombrarse de la indignación que estas costumbres provocan cuando lo asombroso es que tal indignación no se haya transformado ya en un estallido social. Porque el asunto es muy sencillo. No es necesario poseer grandes conocimientos de la ciencia económica ni discutir sobre alambicadas fórmulas y políticas económicas de uno u otro tipo, que si la demanda, la oferta, el ahorro o el gasto. Basta con adoptar una regla muy simple que todo el mundo entiende y, generalmente, aprueba. Basta con que sólo cobren del erario público quienes realicen un trabajo real y útil y que lo hagan de acuerdo con su productividad, esto es, que se apliquen el criterio que pretenden imponer al sector privado. Y, ya en éste, que ese criterio se aplique no solamente a los salarios sino también a los beneficios.

(La imagen es una foto de ArchiM, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 9 d’octubre del 2011

Què volen aquesta gent?

No traen programa, no especifican las medidas que van a tomar, no dicen cuáles son sus intenciones, no adelantan sus propósitos, no dejan ver sus planes... pero quieren gobernar. Y quieren hacerlo con mayoría absoluta para tener las manos libres. Lo dijo Aznar en su intervención. No empleó el término "absoluta" porque los asesores le han dicho que suena mal y mete miedo pues tiene tufo a "totalitario". Pero pidió un "amplio respaldo", que viene a ser lo mismo. Teniendo en cuenta que el PP controla casi todas las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos, está claro que una mayoría absoluta tendría el valor de una mayoría absolutísima, asfixiante.

Y què volen aquesta gent?

Mejor o peor, Palinuro lo expuso en su entrada de ayer, a la que se remite. Aquí bastará con hacer una breve recapitulación.

Què volen aquesta gent?

Una involución. Por eso no exponen su programa

Quieren terminar de desmantelar el Estado del bienestar; privatizar los servicios públicos; descargar el peso de la crisis (más) sobre los desfavorecidos; reducir las competencias autonómicas y recentralizar el estado; eliminar derechos de las minorías; restringir el control de la natalidad; suprimir la independencia de los medios públicos de comunicación, convirtiéndolos en máquinas de propaganda; seguir desregulando y legislando a favor del capitalismo especulativo, de casino. Quieren más Gürteles; reimplantar el control previo de inconstitucionalidad para maniatar el Parlamento; endurecer el Código Penal y el régimen penitenciario. Quieren dar a la democracia española una impronta autoritaria.

El 20-N empezará el cambio hacia el pasado; cuanto más lejano, mejor.

Eso es lo que volen aquesta gent.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

El valor de la independencia.

Hace unos días, paseando por la red, fui a dar al magnífico blog de Manuel Saco Fuego amigo en el que varios sáquidas, en sus comentarios, debatían sobre un artículo de Palinuro de aquellos momentos. De pronto, un (o una) forero/a, de nick Carmen54 pensó zanjar el asunto del siguiente lapidario modo: Cotarelo es un intelectual muy bien situado en la onda PSOE, así es que lógicamente todo lo que escribe es para arrimar el ascua a su sardina y eso es lo que hace en este tema, igual que en otros. Con todo mi respeto por supuesto.

Es una muestra de manual del argumento ad hominem más ramplón. No sé quién será Carmen54 y, por ende, ignoro si, a su vez, me conoce o no para emitir ese juicio. Parece obvio que no, ya que si me conociera, sabría que no estoy instalado "en la onda" de partido alguno, cómoda ni incómodamente, que no milito ni he militado jamás en el PSOE y que éste nunca me ha distinguido con deferencia alguna del tipo que sea; y hace bien. Por supuesto, es el partido al que voto, en uso de mi derecho, porque suele ser el que más me convence. ¿Quiere decir Carmen54 que votar por un partido obnubila el juicio, lleva la supuesta sardina a la consabida ascua y, por tanto, como se desprende de su (con todo respeto) inepta observación invalida el razonamiento que se esté haciendo?

Estoy acostumbrado a este tipo de descalificaciones que, además, suelen provenir de gente que milita en partidos de izquierda o de derecha y a la que, en cambio, parece que su militancia no invalida su juicio. Pero no sé si será el caso de Carmen54 y además, es irrelevante.

Porque es increíble que pueda decirse algo así. Pero también lo entiendo. El personal normalmente partidista (y por lo general estridente) no soporta habérselas con gente a la que no puede encasillar, que tiene independencia de juicio. Sobre todo, no soporta que ese juicio no coincida con el suyo. Y, a falta de mejores argumentos, trata de deslegitimarlo proyectando sobre el otro la miseria de la propia sumisión.

Pues, no, Carmen54, no estoy cómodamente instalado en la onda de nadie, sino que mi juicio es mío, independiente, como se demuestra leyendo lo que escribe mi doble, Palinuro. La independencia es otro nombre de la libertad, muy querida para Palinuro, dispuesto a defenderla contra todas las Cármenes54 del mundo.

(La imagen es un cuadro de Franz Marc de 1910, titulado caballo en un paisaje).

dissabte, 8 d’octubre del 2011

El no programa de la no convención

Igual que la Alicia de Lewis Carroll descubre que está de no cumpleaños, el PP celebra su no convención porque una convención a escasas fechas de unas elecciones de la que no sale un programa electoral con una batería concreta de medidas propuestas a consideración de los ciudadanos es una no convención. La derecha sustituye el programa por un aluvión de encendidos discursos, muchos de ellos soflamas en contra del gobierno, del socialismo, de la izquierda y de los indignados, por ese orden. El jueves fue Aznar con su estilo agresivo, bronco, como de perdonavidas. Ayer, María Dolores Cospedal que también es brigada de choque. Estuvo ocurrente al llamar Vicezapatero a Rubalcaba y se puso flamígera al decir que la ley de la gravedad socialista (todo puede hundirse más) es una ley inmutable, perpetua, que carece límites en la naturaleza. Claro que alguien podría responderle que ella es una subrajoy y que esa ley inmutable, perpetua, sólo puede ser la ley divina, de la que ella sabe mucho.

Que el PP no exhiba el programa, sin embargo, no quiere decir que no lo tenga sino que no cree conveniente airearlo. Pero de lo que sus dirigentes dicen aquí y allí, Aznar, González Pons, Trillo, su fundación FAES, sus ideólogos, se puede deducir qué medidas tomará una vez en el poder, del que tiene un mono de casi ocho años. Esas medidas vienen en tres bloques:

A. Desmantelar el Estado del bienestar. Lo llaman "conservar el bienestar con sacrificios", el primero de los cuales es prescindir del bienestar a base de reducir el Estado y lo público, disminuir la función pública, reducir la parte que corresponde a los salarios en la renta nacional, bajar los impuestos a las empresas y los pudientes en general, subírselos a los demás vía impuestos indirectos, privatizar la sanidad, privatizar también la educación y todos los servicios públicos con los que pueda hacerse negocio, suprimir las prestaciones sociales por eso de que hemos vivido "por encima de nuestras posibilidades.

Brevísima digresión: ¿cómo estarán viviendo esos directivos de las cajas arruinadas para vivir "por encima de sus posibilidades" con pensiones de millones de euros? ¿Qué sistema es este, cuál es su racionalidad, que premia la incompetencia? ¿Cómo se puede decir a la gente, a los mileuristas, los precarios, los parados, los dependientes, los jubilados del montón que "vivimos por encima de nuestras posibilidades" cuando los apandadores esquilman a mansalva?

B. Libertades, derechos, democracia. La Ley electoral se queda como está o se hace más injusta a base, por ejemplo, de reducir el número de diputados, de los elegidos proporcionalmente. Quiere la derecha restablecer el recurso previo de inconstitucionalidad para dar a la minoría parlamentaria una especie de derecho de veto sobre las decisiones de la mayoría y dejar que decida el Tribunal Constitucional, que es un órgano no electo por elección directa sino por combinaciones parlamentarias en las que la minoría sigue teniendo derecho de veto. Quiere igualmente abolir la ley del aborto, la de los matrimonios homosexuales (ambas recurridas), restringir las posibilidades de control de la natalidad, favorecer en todos los terrenos la iglesia católica, supeditarle de hecho el Estado, paralizar la Ley de la Memoria Histórica, establecer la cadena perpetua, endurecer el código penal y convertir los medios de comunicación públicos en máquinas de agitación y propaganda. O sea, un Estado autoritario basado en la policía y las cárceles, legitimado por la propaganda y protegido por la censura.

C. La práctica. La política del PP en los últimos cuatro años ha consistido en minar la posición internacional de España, desacreditándola, dudando de su capacidad para cumplir sus compromisos y ridiculizando su gobierno. En el interior, atacando sistemáticamente la política antiterrorista oficial, escenificando una división de las fuerzas democráticas que sólo puede debilitar el gobierno. Por último la derecha rehuirá cuanto pueda los debates televisados entre candidatos, sobre todo los que enfrenten a los dos de los partidos mayoritarios.

Es complicado defender en público un no programa. Mucho más que celebrar un no cumpleaños.

divendres, 7 d’octubre del 2011

Convención del PP: Aznar.

Las diferencias entre el PSOE y el PP en el modo de encarar estas elecciones son abismales. El primero ha organizado su conferencia en Madrid, punto equidistante de las Españas y centro de ese país imaginario en el que gobierna puesto que la totalidad del territorio real está bajo administración ajena excepto Andalucía. Por eso puso a Griñán a presidir el acto. La convención del PP, en cambio, se abre en Andalucía, último bastión socialista que los conservadores se disponen a asaltar.

El PSOE elaboró un discurso positivo, con proyectos y propuestas para nutrir el programa electoral, casi sin referencias al PP. Éste en cambio, ha arrancado en negativo, con un ataque en toda la línea al PSOE y con muy escasas propuestas y éstas confusas e indeterminadas, como qué hacer con la ley del aborto que no se sabe si la derogarán o no. Por no hablar de la estructural indeterminación de Rajoy que anuncia por enésima vez que sabe cómo salir de la crisis, pero no lo especifica. Reconoce, sin embargo, que nadie tiene una varita mágica (portentoso concepto de la ciencia económica) lo que, en román paladino, quiere decir que no tiene ni idea. Por lo demás, como todo el mundo.

Hasta en las cuestiones de imagen hay diferencias llamativas. Los oradores del PSOE -Felipe, Zapatero, Rubalcaba, etc- iban lo que se llama de sport, sin corbata ni traje. Los del PP, rigurosamente trajeados y encorbatados todos ellos, a pesar del calor que hacía. Hata las mangas de camisa de Aznar recordaban que se había quitado la chaqueta para mejor fajarse con su adversario ausente. La derecha bien vestida frente a la izquierda de trapillo. Mensaje: nosotros vamos en serio, mientras que estos están de picnic.

Aznar no ha perdido nada de su agresividad; al contrario, la ha reforzado. Su ataque al gobierno ha sido más duro que de costumbre, encuadrado en una visión que ha formulado con un oxímoron: la revolución de la normalidad. Esto de la "normalidad" (que define por contrario al gobierno como "anormal") recuerda mucho la imagen que le acuñaron cuando era candidato a su vez a la presidencia en los noventa. Aznar era entonces el hombre normal frente a otro tipo de "anormalidad", el hiperliderazgo de Felipe. Luego se ha comprobado que Aznar es cualquier cosa menos "normal" en el sentido "normal" del término. Y es él quien define la "normalidad" llamándola revolución, cosa que tiene gracia pues prueba que este último concepto es un referente hasta para quien la detesta.

La definición aznarina de "normalidad" incluye lugares comunes que el PP no practica; por ejemplo "respetar las instituciones". Basta recordar el comportamiento de la derecha con la renovación del Tribunal Constitucional, sus reacciones ante las decisiones judiciales que no le agradan, el trabajo de los cuerpos se seguridad del Estado o el funcionamiento de las radiotelevisiones públicas. Incluye también ataques a leyes o proyectos legislativos en función de concepciones morales partidistas. Por ejemplo, sostiene el expresidente que lo normal es respetar la historia de tu país pero resulta que esa historia es la que quiere imponer el Diccionario Biográfico Nacional para el que Franco no era un dictador, sino un gobernante autoritario.

La negatividad del discurso de la derecha llega al paroxismo al acusar a gobierno de "suplicar" a ETA que se disuelva y de permitir que los terroristas estén sentados en las instituciones. Esta especie de abandono o cobardía se explica porque el gobierno es "frívolo" y "extremista". Algo de frívolo tiene, como todos los gobiernos, empezando por los del PP. ¿O es que la mantilla y la peineta de Cospedal en el corpus iban por la senda de las fundaciones teresianas? Pero llamar "extremista" al gobierno de Zapatero es muy preocupante porque este calificativo sí que dibuja claramente el alcance de la "normalidad" aznarina: la normalidad autoritaria.

Frente a este ataque del PP en todos los frentes, el PSOE -al que los periodistas creativos de la derecha pretenden enredar en una contragürtel- responde en ese tono moderado que sus mismos partidarios consideran apocado. Hablando de la lucha antiterrorista Hernando pide a Aznar que no crispe. Pedir a Aznar que no crispe sí que es pedir peras al olmo o cotufas en el golfo, como se decía antaño. No sabe hacer otra cosa.

(La imagen es una captura del vídeo de Público, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 6 d’octubre del 2011

La farsa del poder y el poder de la farsa.

Hace unos días se celebró en la capital del Reino uno de esos actos de boato y relumbrón que dan la medida de la altura intelectual y moral de nuestro tiempo y nuestro país. Se presentaba el último libro de Pedro J. Ramírez, una obra que, al parecer versa sobre los agitados y decisivos meses que van desde la ejecución de Luis XVI el 22 de enero de 1793 (el dos de pluvioso del año I de la Revolución francesa) hasta el reinado del terror del Comité de Salud Pública con la derrota de los girondinos a manos de los montagnards del 27 de mayo al 2 de junio de 1793 (8 al 14 de pradial del mismo año I). Según se dice es un ensayo de historia al tiempo que una especie de fábula sobre los peligros de la democracia a manos de las turbas radicalizadas, que dan un golpe de Estado e imponen un régimen tiránico. Una metáfora acerca de la amenaza que suponen los indignados (esa chusma de extrema izquierda, al decir de Aznar) para el funcionamiento de la democracia representativa española.

Pero lo importante del acto no reside en el contenido de la obra, que ya habrá tiempo de comentar, sino en la versallesca dinámica de grupo que se organizó en estos momentos de presumibles cambios en las relaciones de poder y la necesidad de la caterva de aduladores y tiralevitas de ocupar buenas posiciones de salida para la nueva época y los nuevos repartos de prebendas, cargos e influencias.

Que el libro no debe de tener mucho que ver con la historia lo atestigua la presencia en la mesa del Director de la real Academia de la materia, Gonzalo Anes, principal responsable de la edición de un Diccionario Biográfico Nacional a imitación del correspondiente de Oxford de 1885 (reeditado y actualizado en 2004) y en el que entre otras prestidigitaciones se oculta que Franco fue un dictador que es justamente lo único que fue.

Si la capacidad del historiador sobrevenido se acerca a la que muestra para manipular la realidad presente como adalid del periodismo amarillo, probablemente de la Revolución francesa quedará poco en el texto. Pero este asunto es aquí indiferente (hasta es posible que el libro esté bien) porque es esa posición de jefatura de la prensa amarilla la que, gracias al papanatismo y la ramplonería de nuestro país, sitúa al autor en una posición de poder que bastantes envidian, muchos temen y casi todos adulan con el espinazo doblado.

Al acto de glorificación del director de El Mundo acudió una nutrida representación del establecimiento político y económico, signo inequívoco del poder mundano. Pedro J. manda mucho y todos le rinden pleitesía. Es cierto que no asistieron historiadores de verdad ni intelectuales, salvo que se considere tales a los paniaguados que el presentado tiene a sueldo en su periódico, quienes se hicieron lenguas del escrito en un país en el que hablar bien de un libro de alguien que no esté muerto se entiende normalmente como un acto de adulación. Y normalmente lo es.

También asistieron Rajoy, Aguirre, Cospedal y la plana mayor del PP, así como Rodríguez Zapatero. Lo dijo emocionado José Bono, ese indescriptible político de la derecha socialista más beata en encendidos trémolos de admiración: que la presencia del jefe del gobierno ya en funciones y el jefe del gobierno in pectore demuestra el poder de Pedro J. Menudo ditirambo de cantamañanas. Sólo le faltó añadir -y no por falta de ganas, sino de imaginación- que el homenajeado había conseguido lo mismo que el Papa, esto es, que los dos políticos más importantes del país se prosternasen ante sus borceguíes rojos.

El poder, ese atributo ante el que se rinden los bonos del lugar. El poder desnudo, crudo, sin preguntar por su legitimidad y su autoridad moral, el poder sin más, la fuerza. Ese poder fáctico que emborracha de tal modo a quien lo ostenta que acaba creyendo que sus fantasías y deseos son realidades. Ramírez piensa que es a él, a su persona y sus méritos a quien rinden pleitesía embajadores, banqueros, ministros y cortesanos, sin percatarse de que se la rendirían por igual a otro Ramírez, Pérez o Fernández que tuviera la misma falta de escrúpulos de valerse de un medio de comunicación para ensalzar su figura, favorecer sus intereses y ajustar cuentas con sus enemigos. Es una confusión intencionada entre el temor que su carácter agresivo y rencoroso inspira y un reconocimiento intelectual inane porque quienes lo prestan tienen menos valía que el que los recibe. Cosa que saben todos, pues necios no son. Pero escenifican la farsa entre luces, flashes y sonrisas porque es la farsa del poder.

Que al acto acudieran Rajoy y los suyos es lógico dado que representan una opción política que necesita el apoyo de los medios que controla el autor de la obra. Que también lo hiciera Zapatero, supuesto representante de una mentalidad progresista (de la que suelen hacer irrisión todos los allí presentes, empezando por Ramírez), abierta, democrática y tolerante no lo es y sólo se entiende como muestra de desorientación moral quizá producida por el fin de su mandato. De probar lo absurdo de la presencia de Zapatero en esa cuchipanda de ruedo ibérico se encargó el propio Ramírez por partida doble, la teórica y la práctica. En lo teórico alabó la categoría de Zapatero que, a diferencia de quienes sólo acuden a sus propios actos sectarios, es capaz de acudir a los actos sectarios de los demás. En lo práctico, al entonar estas alabanzas el director de El Mundo ya sabía que su periódico estaba a punto de iniciar una de esas campañas amarillas contra el gobierno, en concreto el ministro de Fomento, Blanco, a base de las acostumbradas acusaciones sin pruebas procedentes en este caso de un empresario procesado por supuestos delitos y que, probablemente, las usa como estrategia de defensa. Es decir, el presidente queda cornudo y apaleado si bien con una sonrisa que deja a sus electores preguntándose en qué estarían pensando cuando votaron por alguien así.

La humillación ante el poder es un círculo que produce pingües frutos a quienes la practican. El propio Ramírez, husmeando la próxima victoria de Rajoy, de quien hacía chistes no ha mucho, había anunciado su disposición a acudir en socorro del seguro vencedor; él y la opinión pública, de la que se piensa señor merced al uso que hace de sus medios. Un bonito carrusel de recíprocas reverencias en el que el director tira de la levita al presidente in pectore y éste al director. Algo así como aquellos grupos de saintsimonianos que sólo podían abotonarse sus mandiles por detrás, para lo cual precisaban formar un círculo, con lo que ilustraban que todos necesitaban de todos. El periodista del político y el político del periodista.

Esta farsa del poder no se limita a El Mundo. Unos días antes, Cebrián, otro poderoso con su correspondiente claque de tiralevitas en El País, dispuestos a afirmar que el académico es un genio de las letras y un figura del pensamiento, había descubierto que Rajoy sí entiende bien el valor de Prisa, el mismo Rajoy que formaba parte del gobierno que en 1996 intentó meterlo en la cárcel junto al difunto Polanco. El poder rendido ante el poder es como las aguas del Leteo: hace olvidarlo todo en nombre de la conveniencia, incluida la dignidad, convertida en abyección ante los de arriba y soberbia con los de abajo. Democracia en estado puro.

(La imagen es una reproducción del cuadro del pintor "africanista" Lucien Jorez, titulado El discurso).

dimecres, 5 d’octubre del 2011

Lo que viene: xenofobia, racismo y machismo.

En épocas de crisis no solamente se hunden los valores bursátiles; también lo hacen los morales. Mientras que el primero es causa de ruina de muchos, de estrecheces y penuria, el segundo es aun más grave porque mina el fundamento de un orden civilizado de convivencia, propio de una sociedad abierta. Esta lo es porque tiene capacidad para integrar el pluralismo y la multiculturalidad, signos de nuestro tiempo. La crisis económica puede llevar a los sectores sociales que más la padecen a buscar un chivo expiatorio y suelen encontrarlo en otros grupos más débiles, más desprotegidos, los inmigrantes. Es el caldo de cultivo en que florecen los demagogos, que surgen normalmente en la derecha, aunque también se den a veces en la izquierda.

El ultrarreaccionario dirigente catalán, Josep Anglada, pronunció el otro día un discurso incendiario en plena plaza pública, definiendo su partido como la resistencia secular contra la invasión musulmana y llamando, de paso, ratas de cloaca a los indignados del 15-M. Es un lenguaje típicamente populista con dejes de fascismo que trata de dinamitar la convivencia entre comunidades, que genera violencia y por eso se pronuncia ante auditorios de matones cabezas rapadas que cualquier día de estos pueden cometer una barbaridad.

Arrinconarlo en la extrema derecha no mitiga el carácter corrosivo del discurso de Anglada que prende en lo que se presumía era la derecha civilizada. Ejemplo el oficialmente moderado Durán i Lleida que también se ha subido al carro de los prejuicios en contra de la inmigración de la que dice que hay más de la que debiera haber. Es un propósito profundamente injusto en un terreno filosófico pues presupone que las gentes somos dueñas de los territorios, como si fueran masías y que podemos negar el derecho de libre circulación de las personas. No es seguro, sin embargo, que Durán entienda esta objeción. Sí entenderá, es de suponer, otra de carácter religioso (ya que se trata de una político demócrata-cristiano) según la cual impedir la inmigración, incluso expulsar a los inmigrantes, son actos nada caritativos con el prójimo, concepto esencial en el evangelio que Durán dice profesar.

Más llamativa es la injusticia, para entendernos, económica. Los inmigrantes llegaron cuando el desarrollo del capitalismo español exigía mano de obra para los trabajos que los nativos no querían realizar. Por entonces había pocas proclamas xenófobas (siempre hay irreductibles) y se escuchaban pocos discursos en contra de la inmigración. Amaneció la crisis y quienes habían venido a ocupar los puestos de trabajo que nadie quería pasaron a ser los que venían a robarnos los puestos de trabajo. Es tan injusto que da vergüenza. Y que esa injusticia la abone un político cristiano demuestra que hay derechas e izquierdas hasta en la religión.

Todavía más injusto es que el rechazo a la inmigración se haga confundiendo alevosamente los efectos con las causas. Dice Durán que la presencia de los inmigrantes hace bajar el valor de los inmuebles de la zona y que la asistencia de sus hijos a las escuelas degrada la enseñanza. Ambas cosas son ciertas, como todo el mundo sabe. Pero la culpa no es de los inmigrantes sino de unas autoridades que no aplican políticas públicas de vivienda y educación dentro de las pautas morales de integración y convivencia de nuestra sociedad.

Y la injusticia se hace ya sangrante cuando se recuerda que Durán pertenece a un partido de gobierno de la Generalitat cuyos recortes en políticas sociales no sólo no resuelven aquel problema sino que lo agravan.

Junto a la xenofobia, el racismo. Según Artur Mas, hay sevillanos y gallegos a los que no se entiende cuando hablan castellano o español. Es una observación que podríamos llamar de racismo tónico. El concepto de raza, como casi todos los biológicos, se falsea al aplicarlo al campo social y, si se trata del que pudiera emplearse para distinguir a catalanes, gallegos y andaluces, como se ve, sólo puede justificarse en el acento con el que se habla una lengua común. Hablar de ininteligibilidad de unos u otros acentos es una forma de llamar bárbaros a quienes "no se entiende". No es que Mas no los entienda sino que no se les entiende; que no son inteligibles objetivamente hablando; es decir, como buenos bárbaros, son inferiores.

Avanza igualmente a todo trapo el machismo que, por cierto, también es una forma de racismo: hombre superior y mujer inferior. Como hay ley superior y ley inferior. Será por ese aspecto jurídico por lo que el juez Del Olmo, de la Audiencia de Murcia, acaba de exonerar prácticamente a un hombre acusado de decir a su hijo que verá a su madre en una caja de pino en el cementerio, tras recomendarla que camine "como las zorras", mirando hacia atrás y hacia delante. De inmediato la portavoz del Consejo General del Poder Judicial ha asegurado que comprende que se reaccione con estupor ante la sentencia y, desde luego, que se la critique.

Algo más que criticable; la sentencia es injusta porque implica que no se consideran delito las amenazas de muerte. El juez del Olmo acumula ya una larga historia de exculpaciones y revocaciones a hombres condenados por violencia de género por sostener que, para que la Ley que agrava las penas pueda aplicarse es necesario que se pruebe antes la voluntad de dominación machista. Basa ese criterio an la jurisprudencia del Tribunal Supremo que así lo exige. El problema es que esa voluntad ya está en las relaciones matrimoniales ordinarias que son machistas por tradición y, al pedir que se pruebe de forma especial, lo que se está diciendo es que, para castigar por injurias, violencia o amenazas de hombres contra sus parejas es necesario que haya reiteración. Y eso es precisamente machismo.

Xenofobia, racismo, machismo, tres delitos que, si nos descuidamos, pueden volver a ser virtudes.

(La imagen es una foto de josepaulinog, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 4 d’octubre del 2011

La iconografía de la derecha.

El otro día, el diario La Razón, publicaba esta interesante portada. Al estar ocupado con la Conferencia Política del PSOE, Palinuro no tuvo tiempo de comentarla como sin duda merece. Y lo merece porque es un compendio simbólico de las más puras esencias conservadoras que quedan retratadas en ella como en un test de psicología.

La Razón es un periódico reciamente de derechas, militante, combativo con la izquierda, sobre todo la que gobierna. Es también un medio vaticanista ya que distribuye todos los domingos el correspondiente ejemplar de L'Osservatore romano, el órgano de prensa del Vaticano. Siguiendo el ejemplo de su hermano el ABC, un caso único en la prensa europea por su formato, emplea las portadas como editoriales gráficos con una fuerte carga ideológica que transmiten mensajes manifiestos y también, por ser obras humanas -aunque lleven inspiración divina- mensajes latentes, muchas veces subconscientes que son tan significativos como los otros.

En este caso, tomando pie en un anuncio de Rajoy de que, si gana las elecciones, beneficiará con tres mil euros a los autónomos que contraten a su primer trabajador, La Razón lanzó los estandartes al viento y confeccionó esta imagen que quiere mostrar nada menos que el futuro de España de una sola ojeada. La foto está obviamente preparada quizá por el propio periódico o por el gabinete de comunicación del PP o por los dos y, desde luego, tiene las bendiciones de ambos.

El exterior es la terraza de un edificio (parece que la sede del PP en Génova) que es el modo más rápido de decirnos que con Rajoy llegaremos a lo más alto. No hay un solo árbol, ni una pizca de verde, no hay agua, ni nubes, ni niños, ni animales. Todo es artificial. El presidente del PP aparece especialmente bien trajeado en el centro de una composición de personas pero de talla superior a ellas a las que la perspectiva empequeñece. Este truco es elemental en la hagiografía del culto a la personalidad, pero siempre muy eficaz. Nuestro jefe, nuestro guía, es un hombre de talla superior, sobrehumana. Rajoy. El centro simbólico de la composición, justo al lado del punto de fuga. El líder no está haciendo nada, no lleva objeto alguno, no señala nada; no le hace falta. Le basta con ser y estar: cuando llegue Rajoy, su sola presencia organizará las fuerzas productivas en torno suyo. El futuro de España.

Esas fuerzas productivas son cuatro varones y una mujer, proporción que traduce la importancia real que la derecha concede a las mujeres y su ánimo por luchar en favor de la igualdad de sexos. De los cuatro varones, todos de traje pero no tan impecables como el jefe, tres portan objetos que apuntan a industrias punteras, avanzadas, del conocimiento, una bobina de datos, una maqueta de avión y una "tableta" de apple. El cuarto debe de ser un broker o un promotor inmobiliario. Los fajos de billetes no se le ven, pero se le adivinan.

Lo más característico, desde luego, la mujer. Su atuendo tiene un toque oriental pero es sumamente recatado, que no es cosa de incurrir en lascivia. Porta un bizcocho que remite de inmediato a la actividad culinaria o, todo lo más, hostelera. Ese es el lugar apropiado de las mujeres del futuro: la cocina. O quizá sea la famosa "niña" de Rajoy, que ha crecido. En todo caso, como intento de dar a la imagen una pincelada femenina (no feminista, por favor) es un fracaso. Todo el mundo sabe que, en cuanto verdadera industria, la hostelería está en manos de hombres. Los grandes cocineros, los chefs son todos varones. Así que la señora del bizcocho debe de ser una cocinera de algún local elegante y caro. Un local al que acuden los triunfadores, los hombres que son el futuro de España si los dirige Rajoy.

Esta imagen tiene la naturalidad, espontaneidad y frescura de un cartel electoral; es decir, da risa. Sólo le falta un pie en letras bien visibles que diga Vota PP. Vota Rajoy. Vota futuro. Y es la portada de un periódico. ¿Un periódico?

dilluns, 3 d’octubre del 2011

Crecidos en la adversidad.

La Conferencia Política del PSOE concluyó como estaba previsto, con la aprobación por asentimiento del nuevo programa electoral y la apoteosis del candidato Rubalcaba. Una buena escenificación que he tenido gran efecto mediático porque, en contra de lo que la prudencia y la astucia ordenaban, el PP no había contraprogramado nada, ignoro si por desidia o por un exceso de confianza en sus sonrosadas expectativas. El PSOE monopolizó el espacio público proyectando una imagen de unidad partidista y voluntad de triunfo.

El programa recoge en términos claros el propósito de giro a la izquierda socialdemócrata que es el personal empeño de Rubalcaba para subrayar su autonomía de criterio frente a sus dos antecesores, Felipe y Zapatero, que estuvieron allí para apoyarlo pero no para ensombrecerlo. En un valoración de conjunto enraiza en la tradición reformista, implica sin embargo cierta ruptura con las políticas de la última legislatura, recoge reivindicaciones de la calle, pero mantiene un tono de prudencia reformista. La idea es remediar lo que no se haya hecho bien, avanzar sobre lo conseguido, pero no dar saltos en el vacío. Es un programa pensado para atraer el voto desanimado de la izquierda y no asustar al centro, la única fórmula para conseguir un apoyo electoral que haga frente al previsto alud de la derecha.

La Conferencia ha lanzado varios proyectos claros que serán los que articulen la confrontación de ideas que Rubalcaba pretende conseguir con el adversario: prioridad absoluta al combate contra el desempleo, revisión de las políticas económicas para conseguir una mezcla de estabilización y keynesianismo, lucha contra el fraude fiscal, defensa del Estado del bienestar, solemne declaración de intangibilidad de la sanidad y la educación públicas (¿para qué andarse con medias tintas?), afirmación rotunda del feminismo como esencial al socialismo y cauta apertura del sistema electoral mediante las listas cerradas y no bloqueadas. Se puede y se debe discutir sobre el mayor o menor alcance de estas propuestas y sobre la presencia de unas y la ausencia de otras y así se hará en los próximos días; pero no hay duda de que se trata de una plataforma de izquierda reformista socialdemócrata en línea con la que viene resurgiendo en Europa.

La otra izquierda ha respondido ya que el giro a la izquierda del PSOE carece de credibilidad. No es una reacción muy inteligente porque reconoce que hay un giro y sólo discute el aspecto adjetivo de si es creíble o no. Y aquí su posición no es muy fuerte. A la hora de medir el crédito de alguien hay que considerar su pasado y, aunque el más reciente parece desmentir los propósitos anunciados, si se considera el conjunto de la labor de gobierno del PSOE en casi veintidós años de la nueva etapa democrática, es difícil no concedérselo para las medidas anunciadas. Otra cosa sería que se propusiera el asalto al Palacio de Invierno. La consolidación del Estado del bienestar en España, incluida una batería de políticas sociales avanzadas, es obra de los gobiernos del PSOE. Y en casi todos ellos ha estado Rubalcaba, de forma que experiencia no le falta. Él mismo lo dejó claro al decir que, cuando el PSOE llega al gobierno, llega la izquierda y, cuando se aleja, ésta se aleja. La otra izquierda se llama transformadora pero el que ha transformado en realidad el país ha sido el PSOE. Si de crédito se trata, la opción es clara.

Y junto al programa, el candidato. Este hombre menudo, algo enteco, con sus cuatro pelos y su breve barba entrecana tiene fuerza mediática precisamente porque no es común, no es vulgar, no está cortado por el canon telegénico. Da juego en los planos generales en el escenario en el que se mueve con seguridad desgarbada mientras que en los cortos muestra una mirada viva, con brillo de inteligencia y rapidez que hacen pensar en un adversario dialécticamente temible. Además domina la oratoria y comunica, tiene muchos registros y controla su discurso. Es decir, es convincente, no sólo por el recurso a la razón sino porque tiene aptitudes pedagógicas. Maneja bien los ejemplos que ilustran su mensaje. Quizá debiera recurrir menos a la repetición, que, a causa de su efecto enfático, puede cansar. Pero es una cuestión menor cuando, como se vio, puso en pie y a vibrar al auditorio de mil personas casi sin levantar la voz.

La Conferencia ha sido un éxito. El PSOE tiene un programa y un líder. Le faltan los votos. Ha de reñírselos a un PP que los tiene en abundancia, pero carece de programa y su lider está demediado.

diumenge, 2 d’octubre del 2011

Fuga de ETA.

La Conferencia Política del PSOE siguió ayer su curso con los trabajos de las comisiones. Trataban éstas de los puntos del programa: igualdad, democracia, economía, etc. Debates sobre textos y enmiendas que podían ser asumidas, transaccionadas, subsumidas y, obviamente, rechazadas. Eso de subsumir enmiendas tiene gracia. El interés estaba también en los pasillos por los que pululaban los barones, un par de ellos con imperio y todos los demás, almas en pena, sine imperio. En fin, mañana recuperará Palinuro las impresiones de la Conferencia cuando se sepan las conclusiones y haya hablado Rubalcaba como Moisés descendiendo del Sinaí con las tablas del programa electoral.


Fuga de ETA.

La obra está acabando. Se oye ya el tema final, ¡Oh, Señor, líbrame del Mal!. Es una polifonía abigarrada: de un lado se escuchan las voces de ETA (que se apaga), Bildu (que va in crescendo), EKIN (que se calla), Aralar (que apoya), la "izquierda abertzale" (primer coro) y los presos (segundo coro); de otro las de las Asociaciones de Víctimas, el gobierno central, el autonómico y (con matices) el PNV y, como tercera variante, la recientemente constituida Comisión Internacional de Verificación (CIV).

El problema es que el contrapunto no funciona. La parte independentista es un vivo batiburrillo en todas las tonalidades. La otra parte, que llamaremos "no independentista" (sin querer herir la sensibilidad del PNV), mantiene una sola tonalidad. La Comisión, por último, aún no ha sonado, aunque probablemente lo hará en armonía con la parte no independentista.

La polifonía independentista es sumamente variada: ETA está en tregua, dedicada al género espistolar, y se ha comprometido a colaborar con la CIV. Bildu construye patria y exige del gobierno español que "dé pasos" en respuesta a los pasos que dan los suyos. EKIN ha dado el último paso, tirándose por el abismo. Aralar anima a que se "avance" en el proceso, lo que es una variante de los "pasos". La izquierda abertzale formula la respuesta colectiva en forma de manifestación frente a cada alevosa medida del Estado español en contra de la gran patria vasca. Los presos, por último, son como las plañideras, como el amargo lamento de los que penan dentro cuando los de fuera ya ni pegan tiros.

El contrapunto a esta melopea es el empecinamiento de la parte no independentista en exigir como paso previo, antes de nada, antes de mover un dedo, la disolución explícita, real y verificable de la banda. Hasta la aparente variación de los diez puntos del Lehendakari López implica que el acercamiento de los presos etarras (que el otro bloque llama políticos) depende de que se dé el requisito de la disolución de ETA. El contrapunto no funciona. No hay melodía.

Y la cosa puede complicarse cuando hable la Comisión, con la que ETA dice que colaborará. Porque lo más probable es que la Comisión diga que el primer paso (a estas alturas el enésimo pero, en todo caso, imprescindible) es que ETA deponga las armas. A continuación se planteará el problema de si el Estado puede aceptar la interlocución con ETA y en calidad de qué. Pero ETA tiene un problema previo mucho más grave: ¿puede no deponer las armas si la CIV se lo exige? Poder, puede; pero, si lo hace, se pondrá ya decididamente enfrente de la izquierda abertzale, lo que sería su final. Así que lo más probable es que sea ella misma la que, como un gesto de buena voluntad para facilitar el proceso, se disuelva.

A lo mejor estaba pensado así desde el principio, como una salida honrosa para una voz que ya no armonizaba con nada, que se salía de la escala, que era un eco monstruoso de un acorde del pasado. Y ojalá así los demás en España podamos dedicarnos a pensar en otras cosas que no sean la unamuniana agonía de los vascos consigo mismos.

dissabte, 1 d’octubre del 2011

Impresiones de la Conferencia Política del PSOE.

Palinuro participa en la Conferencia Política del PSOE que se inauguró ayer con sendos alegatos de Martin Schultz, presidente del Partido Socialista Europeo, Felipe González y Rodríguez Zapatero. Schultz pareció marcar cierta pauta porque de lo que más se habló allí fue de Europa, si bien el acto fue muy español y la prueba es que comenzó con media hora de retraso.

Diz que la intervención de Felipe fue improvisada y por sorpresa. Lo sorprendente hubiera sido que no participara. Estuvo muy bien, salió combativo y no defraudó. Hizo un barrido por la situación de Europa, la crisis actual e insistió en que, igual que la Unión es en gran parte obra de la socialdemocracia, ésta es la que tiene la llave de salida de la crisis, consistente en garantizar las políticas de cohesión social asegurando el restablecimiento de la competitividad de la economía. Alabó y criticó a Alemania y luego se puso incondicionalmente a disposición de Rubalcaba. Aparte de un chiste de fumadores más viejo que Matusalén que podía haberse ahorrado, estuvo brillante, cercano y, como siempre, carismático. Es comprensible que los antifelipistas, que llevan casi treinta años tratando de enterrarlo en el descrédito, estén desesperados.

Zapatero lo tenía más difícil porque sigue siendo el presidente de un gobierno que ha llevado al PSOE a estar catorce puntos por detrás del PP en intención de voto. Sin embargo, defendió su gestión con vehemencia e hizo ver que las medidas que se tomaron desde el famoso nueve de mayo de 2010 lo fueron in articulo mortis para España, que es lo que Palinuro viene sosteniendo desde entonces como criterio para no tomarlas como un giro permanente del PSOE o una traición a los principios socialdemócratas. Cuando luego pidió solidaridad con Grecia, Irlanda y Portugal para no dejarlos caer le faltó decir que esa no es la situación de España precisamente gracias a aquellas medidas. Pero quizá no sea necesario pues se entiende bastante bien... salvo que no quiera entenderse. Después, igual que Felipe, Zapatero se volcó con Rubalcaba. Los dos lo han tenido de ministro y es de suponer que saben lo que dicen. La cancha es ahora toda del candidato que cuenta con el apoyo cerrado de su partido, una alta valoración personal en la sociedad y muy baja expectativa de voto. Que dé la vuelta a la última dependerá del programa que salga de esta conferencia y de cómo haga la campaña electoral.

Precisamente hubo dos aspectos en las intervenciones de ayer con segura incidencia en la voluntad del electorado que merecen consideración. La primera fue la explicación que dio Felipe de la derrota electoral de 1996, aprovechando que también entonces había catorce puntos de diferencia a favor del PP. Afirmó el expresidente que le faltó una semana más de campaña o un debate de TV. Lo mismo que dijo la noche en que perdió aquellas elecciones por unos 300.000 votos. Pero no es más cierto ahora que entonces. La causa de la derrota de 1996, a juicio de Palinuro, fue que el PSOE encaró las elecciones apocado, achicado, acomplejado, con moral de derrota. Eso es lo que el propio Felipe reconoció ayer implícitamente al pedir a su partido que no haga campaña a la defensiva, sino a la ofensiva, que encare el proceso con voluntad de ganar. Es el abc de toda estrategia en el terreno que sea. La moral es un aspecto esencial. Para ganar hay que querer ganar. Así quizá se gane o no, pero como se pierde casi seguro es si ya se ha interiorizado la derrota y, en el mejor de los casos, se trata de minimizar su impacto.

El segundo aspecto digno de consideración apenas se percibió -de hecho, no se ve rastro en los análisis que se han hecho hasta ahora- porque no estaba en lo que se dijo sino en lo que no se dijo. Ninguno de los dos principales oradores mencionó una sola vez a Rajoy o el PP. No hubo insultos, ni descalificaciones, ni siquiera críticas al adversario. Zapatero asumió plena responsabilidad por las medidas de ajuste y los recortes y recalcó los dos méritos principales de Rubalcaba en su gobierno, esto es, la reducción de la siniestralidad vial y el acogotamiento de ETA hasta ponerla contra las cuerdas. Fue, pues, un discurso positivo.

Las campañas electorales pueden orientarse positiva o negativamente. El negativo no es el estilo de Zapatero; habrá que ver si tampoco de Rubalcaba. La negatividad produce mal efecto, crispa los ánimos y alimenta políticas de confrontación pero tiene sus ventajas. Cuando se ataca al adversario -y el PP tiene muchos flancos que invitan a ello- se le marca el terreno de juego, se le obliga a justificarse, a contraatacar, en resumen, a discutir de lo que al atacante le interesa.

A su vez, las campañas en positivo dan buena impresión, sirven para la convivencia democrática, pero no suelen tener el mismo impacto que las negativas ya que, para bien o para mal, responden menos a las expectivas de la gente y presentan el riesgo de tener que responder a los ataques del adversario, jugando inevitablemente en su terreno.

No es fácil pronunciarse por una orientación positiva o negativa dado que no es posible prever los resultados. Así que quizá lo más inteligente que pueda hacer el PSOE sea combinar ambas, alternarlas. Tiene que explicar en positivo y defender sus medidas de gobierno, sobre todo para evitar que las referencias a la omnipresente crisis las ahoguen: la igualdad de género, la ley de la dependencia, la del aborto, la de matrimonios homosexuales, la demediadad ley de la Memoria Histórica, la reforma de RTVE y el mantenimiento de las políticas de cohesión social en lo más virulento de la crisis son logros de que debe presumir. Por otro lado tendrá que insistir en cómo la política de la oposición fue de tierra quemada desde el primer momento, basada en las delirantes fábulas sobre la autoría de los atentados del 11-M, en el desprecio e insulto permanente al presidente del Gobierno, en el boicoteo al funcionamiento de las instituciones, el ataque a las políticas económicas contra la crisis, con el consiguiente descrédito de España y el uso de la lucha antiterrorista con fines partidistas que culmina en ese intento ruin de acusar al ministro que prácticamente ha derrotado a ETA de colaborar con ella. Nada de eso puede ni debe olvidarse en la campaña electoral.

divendres, 30 de setembre del 2011

La doctrina del tiburón.

Hace un par de días Palinuro señalaba que el programa del PP para las próximas elecciones ya no está oculto pues distintos altos dirigentes, empezando por Rajoy, así como presidentes de Comunidades Autónomas lo han ido desgranando poco a poco en dichos y hechos. Por si eso no fuera suficiente, ayer en los desayunos de TVE Cristóbal Montoro formuló la teoría que justifica ese programa. Es una teoría clásica pero, al tiempo, contradictoria, confusa, porque en realidad no es una teoría, sino una fórmula depredadora de carácter ideológico que pretende acabar con el Estado del bienestar en beneficio del capital. Su núcleo es la afirmación de que no es el Estado el que garantiza el bienestar.

El Estado del bienestar se llama así porque se basa en la convicción de que la educación, la salud, la vivienda y las pensiones son derechos de los ciudadanos. Derechos, no mercedes. Como Montoro no puede ignorar que sólo el Estado garantiza derechos en nuestra sociedad, pues es su función, la única forma de entender su afirmación es que no considere que la educación, la sanidad, la vivienda y las pensiones sean derechos. En el fondo, en efecto, tal cosa es lo que los conservadores creen, que no son derechos, sino que dependen de la buena voluntad de los acaudalados, de su caridad, de lo que la portavoz socialista Elena Valenciano llama la beneficencia.

El ataque al Estado del bienestar es, en el fondo, el ataque a la misma condición de ciudadanía en cuanto titularidad de derechos, de acuerdo con la celebrada teoría de T. H. Marshall que consideraba alcanzada la ciudadanía plena cuando estuvieran garantizados los derechos civiles, políticos y sociales, siendo los últimos, por supuesto, los mencionados más arriba. Despojar a los ciudadanos de los derechos sociales equivale a despojarlos de su condición ciudadana, reconvertirlos en súbditos, incluso siervos, sin derechos, a merced de la la ley del más fuerte.

Dada la conciencia moral de la época, esto no se puede decir, por lo que Montoro se enreda en una explicación confusa, embrollada, que deja aun más patente que su doctrina es la del tiburón. Su visión del bienestar no se formula en términos de derechos (que son quiméricos) sino de rentabilidad y eficiencia económica, que quiere ser una mentalidad práctica, la tecnocrática de toda la vida: habrá bienestar si hay con qué pagarlo, esto es, el bienestar dependerá del empleo y de la renta. A primera vista, nada que objetar. Si no hay dinero, no habrá con qué atender a los gastos de los derechos sociales. Y ¿quién garantiza que haya empleo y renta? De eso es de lo que tiene que ocuparse el gobierno, dice Montoro; es decir, el Estado. Pero tal cosa es contradictoria con el pensamiento liberal que anima a Montoro y el conjunto del PP, según el cual, el empleo y la renta son cosas del mercado. Era Keynes quien decía que dependen de la acción del Estado y por eso tituló su obra fundamental Teoría general del empleo, el interés y el dinero. Punto básico de la doctrina del Estado del bienestar: es la intervención del Estado la que debe garantizar el pleno empleo.

¡Ah, pero el Estado del bienestar, en crisis desde 1981, dice Montoro, es una pesada maquinaria de despilfarro y mala gestión! El Estado del bienestar según la doctrina liberal es el principal responsable de su propia crisis. Para resolverla hay que conseguir que los servicios públicos se gestionen con eficiencia de empresa privada y, como esto es algo que el Estado no puede hacer (ya que no es una entidad con ánimo de lucro), lo mejor es privatizarlos y que el Estado se encargue de poner las condiciones para que, mediando el empleo y las rentas, las gentes tengan después con qué pagarse esos servicios. Dado que Montoro debe de ser buen cristiano, está dispuesto a hacer excepciones con algunos sectores especialmente vulnerables, como los ancianos o los jóvenes sin recursos. Los demás, a los tiburones del mercado.

En su contradicción, la teoría es depredadora: se despoja a los ciudadanos de los derechos sociales y, por lo tanto, se exime al Estado del deber de garantizarlos. El Estado se concentrará en asegurar el pleno empleo y la renta y de lo demás se encargará el mercado, en donde las necesidades educativas, sanitarias, de vivienda y pensiones de la población serán la base de pingües negocios de las empresas privadas que así garantizarán la vuelta a la sociedad de la abundancia. Si acaso el Estado habrá de subvencionar a esas empresas para que puedan atender con eficiencia privada aquellas necesidades. Es una especie de crudo neokeynesianismo que consiste en poner el Estado no al servicio de los ciudadanos sino de la valorización del capital. Y eso, obviamente, no será despilfarro.

El mucho sufrimiento que la doctrina del tiburón provoca no hace ésta menos inepta. Lo que está en crisis desde los años ochenta no es el Estado del bienestar sino las fórmulas neoliberales que vienen aplicándose desde entonces para desmantelarlo, y que han conducido a este desastre en el que nos encontramos.

(La imagen es una foto de hermanusbackpackers, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 29 de setembre del 2011

Radicalismo.

En una entrevista en Le Figaro Aznar ha dicho que el movimiento 15-M es "un movimiento radical, antisistema y muy ligado a la extrema izquierda". "Radical" es un término inocente que denota fuerte carga negativa en cierto contexto ideológico autoritario. Es un término que utilizan mucho ciertos radicales con un sobrentendido.

Ese radicalismo que ve Aznar no es el de los partidos radicales de fines del XIX y primeros del XX, cuyo objetivo era la separación de la Iglesia y el Estado y tampoco se referirá al radicalismo argentino que es un liberalismo con tintes socialdemócratas. Si las referencias históricas no son adecuadas, menos lo son las filosóficas. El utilitarismo británico se veía a sí mismo como radical y Marx, según es sabido, adjudicaba esta condición a la filosofía como tal diciendo aquello de que ser radical es "ir a la raíz de las cosas" que, al fin y al cabo, es lo que hace la filosofía. Aznar no se refiere a nada de esto.

Sin duda utiliza el término en el segundo sentido que le da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, esto es, aquel que tiene un modo extremado de tratar los asuntos que, la verdad, es una definición bastante incomprensible. Aclara mucho más la primera acepción del término, según la cual el radicalismo es el conjunto de ideas y doctrinas de quienes, en ciertos momentos de la vida social, pretenden reformar total o parcialmente el orden político, científico, moral y aun religioso. Tampoco es muy feliz porque llama radicales a quienes quieren reformar parcialmente el orden, etc, lo que es una exageración porque en tal caso todo el mundo sería radical y cuando todo el mundo es algo, ese algo es nada. Y eso sin ponerse quisquilloso y preguntar qué querrá decir orden científico.

Esa definición del DRAE parecería, en principio, adecuada para el 15-M siempre que se complemente sosteniendo que, dentro del orden político, habrá de comprenderse el social y el económico. Si es así, la definición se ajusta mejor al propio Aznar, que se pasa la vida (en la entrevista citada también) recomendando reformas "estructurales", "en profundidad", "valientes", etc., propugnando cambios de calado en la fiscalidad, las relaciones laborales, los servicios públicos, la estructura territorial del Estado. Esa expresión de los 17 miniestados lo retrata. El radical Aznar, que suele ser agresivo, intransigente, hosco y pendenciero en sus juicios, previene contra el supuesto radicalismo del 15-M. En cuanto a ver este movimiento ligado a la extrema izquierda sólo queda recomendarle un buen oftalmólogo porque buena parte de la extrema izquierda es hostil a los indignados. Eso sin contar con que, de ser verdad, ¿por qué es más aceptable la extrema derecha en el PP que la extrema izquierda en el 15-M?

El radicalismo del 15-M es reflejo. Es decir, el movimiento no es radical, pero provoca radicalismo en los que hablan de él. En una presentación de un libro de Pedro J. Ramírez sobre la Revolución francesa, al que acudieron políticos del máximo rango, Esperanza Aguirre se despachó con su habitual radicalismo lingüístico, sosteniendo que los indignados vienen a ser movimientos callejeros" que han impulsado los "golpes de Estado populistas" y José Bono, ese político marrullero, santurrón, dado a la declamación algo cursi y siempre conservadora, informa a la concurrencia, hablando del 15-M, de que él siempre preferirá unas elecciones que las turbas parisinas siendo así que, en buena medida, las elecciones las trajeron las turbas parisinas. Igual que el 15-M quiere reformar un sistema electoral injusto que Bono sostiene aun sabiendo que es injusto. Que esto lo diga para festejar a su amigo, el capo del periodismo amarillo del país, lo retrata como otro radical... prosistema.

(La imagen es una foto de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 28 de setembre del 2011

El programa oculto ya no está oculto.

A tenor de las últimas declaraciones de los dirigentes políticos populares y de las medidas adoptadas por los gobiernos autonómicos de la derecha en los cien primeros días de sus mandatos, algo más en el caso de CiU, ya va quedando claro el contenido del programa que tan celosamente guardaba Mariano Rajoy y por lo tanto lo que espera a los españoles si éste gana las elecciones, especialmente si lo hace por mayoría absoluta. A la vista de lo visto, escuchado y leído cabe suponer que el PP congelará o bajará las pensiones y congelará o bajará el sueldo de los funcionarios. Eso es lo que significa condicionar la medida a cómo sea la coyuntura económica cuenta habida de que el ser de la coyuntura económica es una materia altamente subjetiva y opinable.

Igualmente va a retirar el impuesto sobre el patrimonio, dejar intacta la progresividad del impuesto sobre la renta, reducir el de sociedades, dejar como están el fraude fiscal y la economía sumergida, y aumentar los demás impuestos, empezando por el IVA. Todo ello según la absurda e ilógica teoría de que cuanto más ricos sean los ricos, más ricos serán los pobres, cosa que ha resultado siempre falsa.

Insistirá en la liberalización del suelo para reproducir la burbuja inmobiliaria y así enriquecer más a los ricos a riesgo de otra crisis. No tiene la menor intención de erradicar la corrupción y los códigos éticos son papel mojado antes de ver la luz.

Va a acometer una reforma laboral más dura, empeorar las condiciones de jubilación y arremeter contra los sindicatos bajo la excusa de que estos ejercen un poder desorbitado y son nidos de corrupción a cuenta de los caudales públicos. Porque quiere introducir prácticas autoritarias en los centros de trabajo, en los educativos, en la administración en general contando con que la inseguridad de la población la amansará. El restablecimiento de la autoridad y el orden será un hecho y los indignados pueden ir preparándose, pues no podrán dar el golpe de Estado contra el que previene Aguirre.

Va a recortar y reducir la educación y la sanidad, como ya ha sucedido en Cataluña, Madrid, Castilla La Mancha y lleva años sucediendo en Valencia. Pretende introducir lo que llama el copago que no es otra cosa que obligar a los usuarios de los servicios públicos a pagar dos veces por ellos. Quizá así, piensa la derecha, se acostumbre la gente a ver que la privatización de esos servicios públicos, que también está en el retortero, es una ventaja y un ahorro.

Pretende derogar la ley de matrimonios homosexuales, la del aborto y dejar en nada (que tampoco es que ahora sea mucho) la Ley de la Memoria Histórica. Por supuesto, no se tocarán las trasferencias de recursos públicos a la iglesia católica ni se reformará la ley electoral. Se acabará la independencia de la Radio Televisión Española, que pasará a estar dirigida y colonizada por ideólogos y comunicadores del partido en el poder como ya lo están en Madrid o Valencia. Un régimen informativo sacado de la experiencia histórica de su inefable presidente de honor, don Manuel Fraga, exministro de Información y Turismo de Franco.

Lo interesante, lo digno de reseña, es cómo un partido que propone esta auténtica involución cuenta con una intención de voto tan abrumadora que le permite avistar la mayoría absoluta. En alguna parte dice Sófocles que hay muchas maravillas en el mundo pero de todas ellas la más portentosa es el hombre. Y eso que no pensaba en el votante.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 27 de setembre del 2011

Hipócritas y demagogos.

La hipocresía y la demagogia son primas hermanas. La primera consiste en decir que se hace lo contrario de lo que de verdad se hace y se piensa. La segunda en lo mismo pero con el fin de incitar a los demás a la acción en defensa de aquello que se dice pero no se piensa ni se hace. La hipocresía es a la demagogia lo que la vida contemplativa a la vida activa. El hipócrita es contemplativo, trata de justificarse ante los demás; el demagogo es activo, los llama a la lucha en defensa de lo que él mismo no hace ni piensa.

Esperanza Aguirre es un ejemplo claro de hipocresía; Mariano Rajoy de demagogia; María Dolores de Cospedal, alumna aventajada de ambos, de las dos. La presidenta de la Comunidad de Madrid dice predicar con el ejemplo a la hora de pedir al personal bajo su responsabilidad que acepte mermas en sus ingresos, condiciones más duras de trabajo, sacrificios y asegura que ella se ha bajado el sueldo un 15 por ciento, pero no dice que, además de su rebajado sueldo, percibe -al igual que los demás gobernantes de la Comunidad- un complemento que, sí, figura en los presupuestos, pero en otro lugar, sin que se especifique qué cantidad corresponde a qué cargo, aunque no debe de ser parva ya que el total anual asciende a casi 600.000 euros. En definitiva, El País acusa a Aguirre de "ocultar" parte de sus ingresos. La presidenta dice que no se oculta nada puesto que la partida figura en los Presupuestos y la Comunidad añade que se trata de una percepción legal. Estaría bueno que, además de añadir una cantidad apreciable al salario de la Presidenta, con lo que éste es mayor que el que figuraba como tal antes de la rebaja, fuera ilegal. El hecho crudo es que Aguirre percibe un salario superior al del presidente del Gobierno procedente de dos conceptos presupuestarios distintos el segundo de los cuales nunca aparece cuando su consejería de Hacienda da cuenta del salario de su jefa, lo que equivale a ocultarlo. Pedir a los demás que acepten mermas salariales cuando una misma está cobrando un sustancioso incremento desde 2008, ya en plena crisis y a la chita callando, como diría ella misma, es pura hipocresía. Es peor, entra en un terreno de abuso de la buena fe de la gente. Si se recuerda que es el mismo personaje que sostiene en una biografía suya que no llega a fin de mesa, el abuso se torna befa.

En el caso de Rajoy la hipocresía desemboca en una demagogia desenfrenada. Pide el voto de los ciudadanos y, entre otras cosas, anuncia una ley de transparencia que él mismo no cumple porque si la cumpliera, los ciudadanos sabríamos a cuánto en concreto ascienden sus ingresos, dado que los pagamos con nuestros impuestos. Pero eso no sucede. Sabemos lo que gana por parlamentario, pero no el sueldo que le paga su partido y que puede ser el doble o el triple de lo que le paga el parlamento. Y tampoco sabemos de cierto si son sus únicos ingresos. Pedir el voto porque uno va a promulgar una ley que no cumple ¿es otra cosa que demagogia? Y demagogia , en efecto, desenfrenada.

Lo mismo, pero al cuadrado, sucede con Cospedal. No paga a nadie, recorta sueldos y subvenciones a ancianos pero sube en un pico el salario de sus altos cargos y tampoco está claro, de momento, cuáles son sus ingresos personales, si son tres sueldos (senadora, secretaria general del PP y presidenta de la Comunidad Autónoma) o dos o uno. Sin contar con que sólo con uno vivirían cinco familias tan ricamente. En realidad, por todo lo que sabemos y mientras no esté clara la cantidad exacta que cada uno cobra, tenemos derecho a pensar que los tres sonrientes de la foto están costando al erario público un millón de euros al mes. ¿Por qué no van a sonreír si la vida les sonríe en forma de opíparos y opacos ingresos?

Llaman a esto transparencia. Forma parte del ritual demagógico de los códigos éticos en cuya redacción e inaplicación inmediata es especialista la derecha. El primero fue el de Aznar en 1993 que jamás se aplicó; el segundo y más reciente, el de Rajoy en 2009 que tampoco se ha aplicado ni se aplicará. Porque si se aplicara, Camps, quien no tiene nada que envidiar a Cospedal en hipocresía y demagogia, no hubiera podido ocultar a las Corts valencianas información sobre las contratas de su administración incluso en contravención de las órdenes de los tribunales y él mismo no hubiera aguantado en el cargo hasta que los jueces lo arrastraron literalmente al banquillo de los acusados. Y mucho menos podría decir ahora que el asunto de los trajes no puede ser delito porque se trata de fruslerías y bagatelas, muy por debajo de su habitual tren de vida . Además de hipócritas y demagogos, van de sobrados por la vida.

Porque esto es lo más asombroso de la historia: que a pesar de su hipocresía, de su opacidad, su negativa a informar y aclarar asuntos que son públicos por naturaleza, sus privilegios, sus episodios de corrupción, sus sermones de prensa sin aceptar preguntas y su desprecio por la opinión pública, la intención expresa de voto de los ciudadanos los lleva a esperar una mayoría absoluta.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 26 de setembre del 2011

Por qué Palinuro votará PSOE.

Corren malos tiempos para el PSOE. Conozco a más de un socialista de toda la vida que no se atreve a decir a los encuestadores que votará a su partido por si alguien lo oye y le da en la cabeza con algún argumento de Intereconomía. Puede estar operando la ley de la espiral del silencio. Hay tal desánimo entre los votantes socialistas que muchos no declaran su intención. Y, sin embargo, el voto al PSOE es tan legítimo (por supuesto) y tan racional como cualquier otro.

En primer lugar es el único partido que puede impedir un triunfo de la derecha o, por lo menos, uno por mayoría absoluta. En sí mismo este es un argumento negativo, aunque nada desdeñable. No porque no asista al PP un derecho a ganar y por mayoría absoluta sino porque no ha hecho nada por merecerlo. En esta legislatura el partido de la derecha no ha contribuido a la recta gobernación del Estado o a sacarlo de la crisis. Al contrario, se ha opuesto a todo y ha dificultado la solución de ésta cuanto ha podido. Es verdad que eso es lo que ha de hacer la oposición. Pero hasta un límite, el del funcionamiento de las instituciones y el interés colectivo. Límites que el PP ha roto en numerosas ocasiones, bloqueando aquel o utilizando la lucha antiterrorista con fines partidistas.

Al PSOE se le reprocha que en su segunda legislatura se haya plegado a los dictados neoliberales europeos y haya abandonado su programa socialdemócrata. No es fácil saber si cabía hacer otra cosa, pero sí es cierto que el desarbolado socialista de la segunda legislatura ha incluido el resto de sus políticas en los ámbitos asistenciales, de igualdad, religioso o de lucha contra la corrupción. Para algunos sectores el PSOE en realidad carece de política y se limita a sobrevivir. Eso probaría que es racional votar al PP sólo para impedir que continúe este desaguisado. Lo que sucede es que, presentándose el PP como se presenta, también es racional votar al PSOE para impedir su triunfo.

Aparte de esa racionalidad, el PSOE viene avalado por una tradición de izquierda democrática con experiencia de gobierno y experiencia que, salvas las excepcionales circunstancias del momento, es positiva. Entre la izquierda que no es el PSOE hay una verdadera competición por ver quién lo identifica más con el PP al grito de ¡PSOE y PP la misma mierda es! y le niega la condición de izquierda. Es una afirmación muy típica de estos grupos que suspiran por la unidad y son una exhibición de autoridades mayores y menores dedicadas a dogmatizar sobre qué es y qué no es de izquierda, careciendo por lo demás prácticamente de toda experiencia de gobierno. Y este es un asunto de importancia porque del PSOE pueden decirse muchas cosas, pero su ejecutoria de gobierno en las legislaturas de González y la primera de Zapatero es un buen aval de izquierda reformista, democrática, socialdemócrata.

La polémica es también un lamentable error, a juicio de Palinuro, quien sostiene que el concepto de izquierda es muy elástico y no corresponde a una fórmula única. La verdadera izquierda, en sus múltiples manifestaciones, está en su derecho de reprochar al PSOE haber dejado de ser de la familia, socialista y obrero. Lo que Palinuro se pregunta con cierta perplejidad es por qué las baterías dialécticas de esa izquierda parecen dirigidas únicamente contra el PSOE y no contra la derecha. Hay publicaciones y grupos cuyos ataques a aquel son tan constantes y exclusivos que parecen del PP. Consideran que el enemigo principal no es el más distante sino el más próximo porque es el que hay que eliminar para ponerse en su lugar y quedarse con sus votos. Una pretensión inútil porque los votos no se trasvasan como el vino y la experiencia demuestra que la base social de la izquierda democrática es muchísimo mayor que la de la izquierda autodesignada trasformadora.

Claro está que la baja intención de voto al PSOE en comparación con el PP indica una desafección mayoritaria de la ciudadanía hacia los socialistas. Dado que la desafección se ha producido en esta última legislatura parece lógico concluir que la responsable es la derechización del Gobierno con independencia, insisto, de que fuera o no inevitable. Así es de entender que la única posibilidad de recuperar el electorado desafecto es presentarse a las elecciones con un programa regeneracionista de izquierda: el PSOE debe salir garante del Estado del bienestar, postular políticas económicas socialdemócratas, democratizar el sistema político (desde la forma del Estado hasta el sistema electoral), imponer la aconfesionalidad del Estado y organizar la lucha contra la corrupción que abarca múltiples aspectos, desde evitar el fraude fiscal hasta terminar con los privilegios de la clase política de la que forma parte.

Es racional pensar que, dado su pasado y su propia conciencia como partido, el PSOE debe estar en situación de elaborar un programa electoral que contenga estas y otras medidas de similar jaez. Un programa reformista, social y democrático a tono con el giro que está ya produciéndose en Europa hacia la izquierda. El mayor inconveniente es el crédito de que goza el PSOE puesto que el voto es siempre una delegación de confianza. Y a estas alturas es bajísimo. Palinuro cree que sigue teniéndolo y por eso votará al PSOE, igual que los demás votarán a quien estimen conveniente o no votarán. El voto es libre.

La ilustración es un grabado de Georg Grosz de 1919 que se titula Dependencia de las clases dominantes.

diumenge, 25 de setembre del 2011

¿Qué les han hecho los homosexuales?

Otra vez machacando el hierro en frío. La derecha vuelve al ataque contra los matrimonios homosexuales. En los últimos días Rajoy por un lado y el Papa Benedicto XVI por otro han negado el derecho de los homosexuales masculinos o femeninos a formar familias mediante el matrimonio.

En el caso de Rajoy, como era de esperar, no se aducen cuestiones de fondo o doctrinales. Siendo la igualdad ante la ley un derecho que no admite excepciones negativas (excluyentes) aunque las tenga positivas (incluyentes) y que es reconocido, al menos formalmente, por la derecha, no cabe no respetarlo. La negativa de Rajoy se alimenta sólo de consideraciones electorales. El candidato cree que la mayoría de sus votantes se opone a los matrimonios homo y por eso se opone él. Pero, al no poder invocar razones de fondo, su oposición es confusa, incomprensible y cree rebajarla asegurando que es solo una cuestión de nombre. Es como si Rajoy fuera nominalista en la polémica de los universales: que los homosexuales no se asusten pues el nombre no tiene importancia. Sin embargo sí la tiene y es decisiva, como explica muy bien Beatriz Gimeno en un artículo en El Plural, titulado Rajoy es un antiguo. Y eso lo sabe Rajoy, como sabe que cambiar la ley de matrimonios homosexuales es actuar injustamente con un sector de la sociedad, privarle de un derecho, excluirlo por ley. En el fondo se trata del prejuicio de la derecha contra la homosexualidad que no se mueve en el terreno racional sino en otro pasional, sentimental, arbitrario. La homosexualidad cuestiona el fundamento de una cultura patriarcal y machista y eso no puede consentirse.

La cosa está más clara con el Papa que, como no tiene que ganar más elección que la del colegio cardenalicio y sólo una vez, se pronuncia con contundencia no contra el nombre sino contra la cosa en sí. Por eso, en su visita a Alemania ha recordado lo que sostiene es doctrina divina, esto es que la familia es la unión del hombre y la mujer. Nada de fórmulas híbridas o de terceros géneros. Hombre y mujer y sanseacabó. Es la homofobia cristiana en estado puro.

Esa homofobia viene de lejos, está en el Antiguo Testamento, en el Pentateuco, en la historia de Abraham, como testifican bien las cenizas de Sodoma y Gomorra. Eso explica la dureza con que los pueblos del Libro procedían y proceden contra los homosexuales. El más salvaje en la actualidad el de los islamistas en algunos de cuyos países se los ejecuta en público. En algunos cristianos hasta hace poco se los encarcelaba y, en general, en todos los pueblos de tradición judeo-cristiana la condición de homosexual está socialmente estigmatizada.

La cuestión fundamental es cómo se justifica tanta animadversión, tanta hostilidad y tan nulo espíritu de justicia e igualdad. No cabe aducir la universalidad de la prohibición (al margen de que aunque fuera universal no por ello sería justa) ya que hay culturas en las que la homosexualidad no está mal vista. Sin ir más lejos, la griega clásica, cuya valoración del amor incluía el homosexual aunque, por ser patriarcal, era mayoritariamente (pero no únicamente) masculino. Tampoco el supuesto carácter antinatural de la práctica pues la naturaleza da ejemplos para todo, incluido el hermafroditismo.

Así que la pregunta se mantiene: ¿qué razón hay para la homofobia? Ninguna. Son puros prejuicios, convenciones, topicazos, alimentados desde luego por una tupida red de referencias literarias, artísticas, filosóficas que han acuñado una mentalidad homófoba muy arraigada, como se hace patente en el uso cotidiano de la lengua.

No puede haber argumentos racionales en contra de la homosexualidad, como no puede haberlos en contra de una raza o de un sexo. Pero igual que, a pesar de todo, hay racistas y sexistas, hay homófobos, como Rajoy y el Papa. La mejor prueba de esta imposibilidad es que los homófobos más inteligentes aducen que su oposición a la homosexualidad no se fundamenta en consideraciones racionales sino médicas desde el momento en que la homosexualidad es una enfermedad. Es un caso de manual de la biopolítica de Foucault por cuanto muestra cómo el poder se vale de todo para reprimir y castigar, incluida la Medicina.

Lo malo de esta homofobia es que pretende convertir en ley, esto es, en norma racional y universal (entre otras cosas) un prejuicio que va contra los derechos y la dignidad de un elevado porcentaje de la sociedad y digo elevado porque, aparte de los homosexuales, muchos otros también nos sentimos injustamente tratados por tener que vivir en una sociedad en la que se niegan sus derechos a unos grupos de ciudadanos por razón de su orientación sexual.

(La imagen es una foto de Guillaume Paumier, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 24 de setembre del 2011

Vivir en otros tiempos.

La prensa viene exultante. Los presos etarras renuncian a la violencia y suscriben por abrumadora mayoría el Acuerdo de Gernika, de 25 de septiembre de 2010, que supone pronunciarse por el uso exclusivo de métodos pacíficos para alcanzar objetivos políticos. El tal acuerdo trata de conseguir un escenario democrático y pacífico, que permita resolver el llamado conflicto político.

Excepto los del PP, casi todos los políticos han celebrado el documento del colectivo de presos y presas de ETA como un gran paso, una buena medida, la dirección correcta, etc. Los del PP creen que el comunicado no significa nada y que ETA no se ha movido ni piensa moverse. Sin que sirva de precedente, Palinuro cree que ambas interpretaciones son correctas, que no se contradicen. Porque la declaración es un buen paso, desde luego, pero ETA no se ha movido. Es un buen paso porque los presos vivían en otro tiempo, en la creencia de que quedaban esperanzas para la lucha armada (vulgo terrorismo). Es un buen paso para los presos porque empiezan a ver la realidad como es y no como quisieran que fuera. Los demás ya estábamos en ello.

Pero ETA no se ha movido y aquí lo que importa para el resultado final no es lo que digan los presos sino lo que haga ETA. Aparte de que los presos no dicen nada que no diga la propia ETA. Para comprobarlo, léase atentamente el acuerdo de Gernika. En él no se pide a ETA que se disuelva o que deponga las armas. Se parte del supuesto de que el alto el fuego unilateral y permanente de ETA es todo lo que ésta tiene que hacer y, a continuación los gobiernos español y francés, sobre todo el primero, tienen que tomar una serie de medidas penitenciarias y políticas abriendo poco menos que un proceso constituyente en Euskadi sobre el "derecho a decidir".

Firmar esto no es firmar mucho. Después del atentado de la T4, probablemente ningún Gobierno español aceptará negociar nada que no implique como condición previa indispensable la disolución de ETA. No hay capitulaciones. Las posiciones son antagónicas porque ETA no solamente insiste en que ha de haber negociaciones sino que cree que puede dictar el protocolo. Ese es el sentido de la tregua permanente y unilateral.

La firma de los/as presos/as es un paso en la buena dirección en la medida en que aumenta la presión sobre ETA para que ésta deje las armas de una vez. Pero si ETA no deja las armas, si no se disuelve, aquí no hay nada que hacer. Los presos seguirán presos y la izquierda abertzale se mantendrá en esa situación de precariedad jurídico-política, ilegalizada en cuanto dé un paso en falso, y vuelta a empezar.

(La imagen es una foto de Libertinus, bajo licencia de Creative Commons).