dissabte, 1 d’octubre del 2011

Impresiones de la Conferencia Política del PSOE.

Palinuro participa en la Conferencia Política del PSOE que se inauguró ayer con sendos alegatos de Martin Schultz, presidente del Partido Socialista Europeo, Felipe González y Rodríguez Zapatero. Schultz pareció marcar cierta pauta porque de lo que más se habló allí fue de Europa, si bien el acto fue muy español y la prueba es que comenzó con media hora de retraso.

Diz que la intervención de Felipe fue improvisada y por sorpresa. Lo sorprendente hubiera sido que no participara. Estuvo muy bien, salió combativo y no defraudó. Hizo un barrido por la situación de Europa, la crisis actual e insistió en que, igual que la Unión es en gran parte obra de la socialdemocracia, ésta es la que tiene la llave de salida de la crisis, consistente en garantizar las políticas de cohesión social asegurando el restablecimiento de la competitividad de la economía. Alabó y criticó a Alemania y luego se puso incondicionalmente a disposición de Rubalcaba. Aparte de un chiste de fumadores más viejo que Matusalén que podía haberse ahorrado, estuvo brillante, cercano y, como siempre, carismático. Es comprensible que los antifelipistas, que llevan casi treinta años tratando de enterrarlo en el descrédito, estén desesperados.

Zapatero lo tenía más difícil porque sigue siendo el presidente de un gobierno que ha llevado al PSOE a estar catorce puntos por detrás del PP en intención de voto. Sin embargo, defendió su gestión con vehemencia e hizo ver que las medidas que se tomaron desde el famoso nueve de mayo de 2010 lo fueron in articulo mortis para España, que es lo que Palinuro viene sosteniendo desde entonces como criterio para no tomarlas como un giro permanente del PSOE o una traición a los principios socialdemócratas. Cuando luego pidió solidaridad con Grecia, Irlanda y Portugal para no dejarlos caer le faltó decir que esa no es la situación de España precisamente gracias a aquellas medidas. Pero quizá no sea necesario pues se entiende bastante bien... salvo que no quiera entenderse. Después, igual que Felipe, Zapatero se volcó con Rubalcaba. Los dos lo han tenido de ministro y es de suponer que saben lo que dicen. La cancha es ahora toda del candidato que cuenta con el apoyo cerrado de su partido, una alta valoración personal en la sociedad y muy baja expectativa de voto. Que dé la vuelta a la última dependerá del programa que salga de esta conferencia y de cómo haga la campaña electoral.

Precisamente hubo dos aspectos en las intervenciones de ayer con segura incidencia en la voluntad del electorado que merecen consideración. La primera fue la explicación que dio Felipe de la derrota electoral de 1996, aprovechando que también entonces había catorce puntos de diferencia a favor del PP. Afirmó el expresidente que le faltó una semana más de campaña o un debate de TV. Lo mismo que dijo la noche en que perdió aquellas elecciones por unos 300.000 votos. Pero no es más cierto ahora que entonces. La causa de la derrota de 1996, a juicio de Palinuro, fue que el PSOE encaró las elecciones apocado, achicado, acomplejado, con moral de derrota. Eso es lo que el propio Felipe reconoció ayer implícitamente al pedir a su partido que no haga campaña a la defensiva, sino a la ofensiva, que encare el proceso con voluntad de ganar. Es el abc de toda estrategia en el terreno que sea. La moral es un aspecto esencial. Para ganar hay que querer ganar. Así quizá se gane o no, pero como se pierde casi seguro es si ya se ha interiorizado la derrota y, en el mejor de los casos, se trata de minimizar su impacto.

El segundo aspecto digno de consideración apenas se percibió -de hecho, no se ve rastro en los análisis que se han hecho hasta ahora- porque no estaba en lo que se dijo sino en lo que no se dijo. Ninguno de los dos principales oradores mencionó una sola vez a Rajoy o el PP. No hubo insultos, ni descalificaciones, ni siquiera críticas al adversario. Zapatero asumió plena responsabilidad por las medidas de ajuste y los recortes y recalcó los dos méritos principales de Rubalcaba en su gobierno, esto es, la reducción de la siniestralidad vial y el acogotamiento de ETA hasta ponerla contra las cuerdas. Fue, pues, un discurso positivo.

Las campañas electorales pueden orientarse positiva o negativamente. El negativo no es el estilo de Zapatero; habrá que ver si tampoco de Rubalcaba. La negatividad produce mal efecto, crispa los ánimos y alimenta políticas de confrontación pero tiene sus ventajas. Cuando se ataca al adversario -y el PP tiene muchos flancos que invitan a ello- se le marca el terreno de juego, se le obliga a justificarse, a contraatacar, en resumen, a discutir de lo que al atacante le interesa.

A su vez, las campañas en positivo dan buena impresión, sirven para la convivencia democrática, pero no suelen tener el mismo impacto que las negativas ya que, para bien o para mal, responden menos a las expectivas de la gente y presentan el riesgo de tener que responder a los ataques del adversario, jugando inevitablemente en su terreno.

No es fácil pronunciarse por una orientación positiva o negativa dado que no es posible prever los resultados. Así que quizá lo más inteligente que pueda hacer el PSOE sea combinar ambas, alternarlas. Tiene que explicar en positivo y defender sus medidas de gobierno, sobre todo para evitar que las referencias a la omnipresente crisis las ahoguen: la igualdad de género, la ley de la dependencia, la del aborto, la de matrimonios homosexuales, la demediadad ley de la Memoria Histórica, la reforma de RTVE y el mantenimiento de las políticas de cohesión social en lo más virulento de la crisis son logros de que debe presumir. Por otro lado tendrá que insistir en cómo la política de la oposición fue de tierra quemada desde el primer momento, basada en las delirantes fábulas sobre la autoría de los atentados del 11-M, en el desprecio e insulto permanente al presidente del Gobierno, en el boicoteo al funcionamiento de las instituciones, el ataque a las políticas económicas contra la crisis, con el consiguiente descrédito de España y el uso de la lucha antiterrorista con fines partidistas que culmina en ese intento ruin de acusar al ministro que prácticamente ha derrotado a ETA de colaborar con ella. Nada de eso puede ni debe olvidarse en la campaña electoral.