El otro día fui al teatro Alfil, a ver la presentación del libro de Guillermo Toledo que he aquí. En el escenario, en torno a una especie de velador, el propio Toledo, Pascual Serrano, el editor y un cuarto interviniente a quien no llegué a identificar. La charla, muy distendida, que contaba con la complicidad del público, de antemano favorable, dio bastante cuenta del libro.
Porque no es un libro en el sentido ordinario del término, aunque la portada dé a entender que sí, que es un libro de Guillermo Toledo titulado Razones para la rebeldía, en el que aparece una misteriosa colaboración de Pascual Serrano. La "colaboración" consiste en que es él quien ha escrito el texto. Toledo, a quien no se le da esto de escribir, lo ha hablado durante dos o tres días, aislado en una casa en el campo en compañía de Serrano, que registraba lo que el otro decía o tomaba notas, o lo que fuera. Luego se sentó y compuso la obra. En realidad, la "colaboración" es la de Guillermo Toledo que, como actor que es, interpretó su papel de rebelde.
Sin duda, la obra tiene otro propósito, el de ser una especie de manifiesto, en la estela de los que publica ahora el personal, del tipo de ¡Indignaos!, el manifiesto de los economistas aterrados, etc. Es decir, va en serio. El estilo es un poco exagerado pero eso viene de que no es lo mismo hablar que escribir. Cuando el escribir es transcribir y el transcriptor, además, comulga con el fondo de lo que transcribe, sale una mezcla sorprendente.
El libro es un largo monólogo de Toledo que condensa sus opiniones sobre el mundo que le rodea y sobre él mismo. La parte autorreferencial es muy abundante y reiterada. La visión de Toledo de sí mismo es la del artista con fama pero políticamente comprometido con la izquierda radical, que no tiene pelos en la lengua y que por ello es ninguneado por el aparato mediático o su propia industria del espectáculo, cine y/o televisión. Valora mucho su intervención en reivindicaciones que, sin ella, serían menos visibles, como la de los saharauis, porque es muy consciente de su relieve público y de lo que este añade como superaditividad a las causas que invoca. Pero precisamente ésta se da porque, cada vez que Toledo hace algo, sale en la prensa. O sea, que no es ninguneado. Quizá sea cierto lo que afecta a las industrias; no puedo saberlo. En lo que hace a los medios, observo que todos ellos se han hecho eco del libro de Toledo y ha tenido multitud de actos y posibilidades de darlo a conocer. Eso no me parece ningunear a nadie. ¿O cree Toledo de verdad que una persona que se dedica a otra cosa publica un libro sobre un asunto que no es el suyo profesionamente hablando y todos los medios dan cuenta de él y le hacen entrevistas? Ya quisiera yo que me pasara eso con los míos. ¿Piensa Toledo que a cualquiera que se le ocurra airear sus opiniones políticas le escriben un libro?
Toledo habla siempre bien de sí mismo y mal de muchísima gente (aunque tiene sus amistades y lealtades) con lo que, según los lectores, unos celebrarán más unos párrafos y otros, otros. Por ejemplo me parece de perlas lo que dice del conglomerado de Prisa, periódico, radio, editorial, con su circuito especial de reconocimientos, premios y castigos, una especie de régimen clientelar de mediocridades. Pero es el de más prestigio que hay y ahí debe de doler. Probablemente la queja sobre los medios venga por el rechazo de El País que, se diga lo que se quiera, sigue siendo el periódico astro. Y conste que a mí también me parece que Rosa Montero y Elvira Lindo son dos columnistas detestables, sobre todo la segunda, que es de una pedantería insufrible. Lo que no entiendo es porqué se queda en ellas cuando hay otros aun peores, por ejemplo Juan Cruz, el contable del conglomerado. Claro que también los hay mucho mejores y algunos simplemente magníficos, al menos para mi gusto, como Juanjo Millás, Manuel Rivas, etc. La realidad es compleja.
En general, Toledo es categórico, casi apodíctico. Los que piensan de otra forma no solamente están errados sino que son unos cobardes o unos granujas. Tiene juicios tajantes, normalmente maniqueos, pero sin mucha justificación salvo la muy genérica de que se trata de la actitud de la "verdadera" izquierda. Tampoco es preciso señalar cuál sea el objetivo de esa verdadera izquierda, sobre todo porque ya queda abundantemente claro que el PSOE no es un partido de izquierda sino, siguiendo la doctrina de Anguita (quien, por cierto, prologa la obra con la habitual prosopopeya) , la otra pata del partido de la derecha en España. Incluso más, es un partido traidor (p. 101). Porque Toledo es un rebelde que no se atiene a doctrina pero, cuando ésta aparece, es siempre la comunista.
Desde luego, razones para la rebeldía hay muchas. Siempre las ha habido. El mundo no comenzó ayer. Pero lo menos que cabe pedir a quienes las esgrimen es que las fundamenten, que no las invoquen como dogmas o jaculatorias. Véase: "Del mismo modo que el capitalismo es incompatible con la democracia, la monarquía también es incompatible con la democracia." (p. 79). ¡Con la cantidad de gente que creemos lo contrario, que ambos son perfectamente compatibles con la democracia! Y somos multitudes. Pero, al parecer, multitudes equivocadas, manipuladas, engañadas. Personalmente soy republicano y el capitalismo no me gusta. Pero parece claro que la poca o mucha democracia que hay en el mundo es compatible con la monarquía y el capitalismo y no creo que nadie en su sano juicio sostenga que Inglaterra o Francia sean tiranías, aunque sus democracias, como todo en la vida, sean mejorables. Sí lo era, en cambio, la Unión Soviética, régimen porque el que parecería inclinarse Toledo.
Siendo este asunto tan complicado convendría saber por qué razón el capitalismo no es compatible con la democracia siendo así que las sociedades más avanzadas del planeta, las que tienen mayores índices de riqueza y satisfacción de sus habitantes, dicen ser capitalistas y democráticas, con el acuerdo de mayorías abrumadoras de sus poblaciones. ¿Todos están equivocados y sólo se encuentra en lo cierto Toledo que predica como Juan en el desierto? Convendría también que aclarara qué otro sistema político, en cambio, sí es compatible con la democracia. Porque, al parecer, el término de referencia, la democracia, es intangible con lo que tampoco sería inútil que Toledo explicara qué entiende por democracia en lugar de dar por supuesto que todo el mundo coincide con la idea que él tenga de ella y que, mientras no lo haga, será un misterio.
Hay cosas mejores y peores en el libro. Formulaciones más o menos felices, pero constituye una buena panorámica de cómo ve la izquierda radical el mundo contemporáneo. Es un libro crítico y no tiene nada propositivo. Quedamos en que el planeta está sometido al más injusto y explotador capitalismo pero no sabemos por qué otra cosa pueda sustituirse ni en qué medida se puede reformar. Supongo que es un libro para la ira, aunque a mí no me la haya despertado, pues el escepticismo no le deja echar raíces.