Habiendo leído el resumen del programa electoral del PSOE que publica hoy la prensa, Palinuro se felicita de que sea un programa claramente socialdemócrata. Recuerda su post de hace dos días, titulado Si Rubalcaba quiere ganar... en el que se enumeraban medidas socialdemócratas, o sea, de izquierda, casi todas las cuales están en el programa. Especial alegría produce ver que el PSOE impondrá la dación en pago. Sí, señor; la socialdemocracia es una doctrina de justicia social, de igualdad y solidaridad; es una doctrina moral y, francamente, es inmoral que en un país cuya Constitución reconoce el derecho a la vivienda (aunque sea atenuado) se esté privando a miles de familias de la suya pero no de la hipoteca. Más francamente aun, es repulsiva la codicia de los banqueros. Tenga la seguridad Rubalcaba de que lo respaldan no solo los miles de ciudadanos amenazados sino decenas de miles que se solidarizan con ellos. Lo que sí conviene es que quede meridianamente claro: dación en pago.
Digo esto porque el programa tiende a lo nebuloso. Tratando de explicar las cosas, por lo general, las oscurece y si, por lo menos, estuvieran oscurecidas por su profundidad, pasaría. Pero es que lo están por la jerga burocrático-propagandista. Conviene que alguien que acostumbre a escribir en el romance del común dé una revisión definitiva al texto, elimine pedanterías y circunloquios, corrija el estilo y enmiende solecismos y faltas y errores gramaticales. Esto es más importante de lo que parece. Los expertos suelen hablar -y escribir- una jerigonza que echa para atrás.
Depurado de estilo, el programa debe llamar a las cosas por su nombre y ser específico en los asuntos que interesan a la gente: garantía del Estado del bienestar, protección de derechos e igualdad. Aquí, la tradición socialdemócrata, la de Bebel y Clara Zetkin, manda no arrugarse e insistir en que queda mucho por hacer en cuanto a la emancipación real de las mujeres, como se ve por lo trágico de la sostenida violencia machista y por lo miserable en la menor representación de mujeres en las listas electorales del PSOE. Eso no puede volver a pasar.
Lo de los impuestos, donde más duele en general, alto y claro: se incrementará la progresividad fiscal (es decir, se aumentarán impuestos) en función del criterio de que pague más quien más tiene, especialmente en un país en el que los que más tienen pagan menos... cuando pagan. También debe insistirse en que se perseguirá el fraude fiscal. Está bien crear una oficina de lucha contra el fraude pero hay que ir a buscar la fiera en su madriguera; hay que ir por los paraísos fiscales. Vaya nombre con resonancias bíblicas. Debe instarse una resolución de la ONU que los prohíba taxativamente e instrumente los medios para impedirlos.
Da por supuesto el programa que se mejorará la calidad de la sanidad y la educación públicas y está bien pero tiene que empezar por dejar claro que seguirán siendo públicas. Pues hay que decirlo porque los pacientes, los médicos, enfermeros, educandos, educadores, padres quieren saber a qué atenerse.
Hay un par de marrullerías en el programa que suenan fatal: el Senado y la Iglesia. Por partes: hay que suprimir el Senado actual y convertirlo en una cámara de representación territorial copiada del Bundesrat alemán. Requiere reforma de la Constitución pero la derecha no se opondrá a ella porque es de sentido común al dar a todas las Comunidades Autónomas la misma posibilidad de influir en el gobierno del Estado. Lo de la Iglesia es más chungo. La medida que se anuncia es de pura justicia ya que se trata de evitar esta reamortización semifraudulenta del país. Pero es poco. Hay que sacar del cajón la Ley de Libertad Religiosa y separar de una vez la Iglesia del Estado, que parece mentira.
Echo de menos en el programa (aunque es posible que se me haya pasado) más hincapié en la reforma del sistema electoral. No basta con desbloquear las listas. Hay que reducir el efecto mayoritario suprimiendo uno de los dos diputados "territoriales" por provincia. Eso como programa mínimo. Como máximo, una reforma en profundidad del conjunto del sistema copiando, otra vez, el alemán. Aunque ahí sí es posible que no se consiga la mayoría necesaria porque el PP estará en contra.
Tampoco figura con el debido relieve la lucha contra los privilegios de los políticos. Lo de un político, un cargo (o sea, un salario, hablemos con claridad) está bien pero da un poco de apuro tener que anunciarlo en un país que tiene en vigor una Ley de Incompatibilidades de 1984 que, como se ve, unos listos han sido capaces de sortear con mayor o menor galanura y esos listos resultan ser los políticos que la aprobaron en su día. No, la lucha contra los privilegios no es sólo eso de "un político, un cargo", que es frase feliz pero inane; la lucha contra los privilegios es: "un político, un salario decente pero no desorbitado; un político, un pool de asesores compartidos con los otros y no dos o tres o "n" asesores personales; un político, régimen general de la seguridad social y las pensiones; un político, acceso a un pool de autos compartidos y no con un vehículo particular como si fuera la carroza del duque.
Por último, auditar la gestión de las entidades financieras durante la crisis, llegando hasta donde sea preciso, como está pasando con algunas cajas, es un petición muy generalizada en una población que lleva tres años pagando los desmanes de algunos.
Es un programa socialdemócrata y de centro-izquierda. Habrá parte de la izquierda que diga que en realidad es sólo de centro. Y otra parte dirá que sí, que es de izquierda, pero no resulta verosímil porque está formulado por un partido que no lo puso en práctica en el gobierno. Son los dos discursos electorales críticos que el PSOE encontrará por la izquierda. Al final, claro, decidirá la gente. Pero es razonable que decida con conocimiento de causa y la existencia de este programa permite actuar en consecuencia pues trata al electorado como una colectividad de mayores de edad en uso de razón.
Es lo bueno de tener un programa. La más patente carencia de éste es el gran agujero negro de la derecha. Esa inexistencia -u ocultación- del programa tiene dos consecuencias negativas: la primera es que deja a los conservadores sin discurso alternativo a las propuestas socialistas, salvo que se crea que el "no" sistemático sea un programa; la segunda es que se levanta la sospecha de que se quiere a la gente entregada sin condiciones en manos de un grupo o partido que promete la salvación pero no dice cómo, igual que los vendedores de elixires dicen que sus fórmulas son secretas. La diferencia es que los vendedores de elixires no pueden publicar sus pretensiones en el Boletín Oficial del Estado.
(La imagen es una foto de psoe extremadura, bajo licencia de Creative Commons).