Un vistazo al gráfico de ayer en El País tiene que poner los pelos de punta a todos los socialistas, incluido Rubalcaba, por inverosímil que parezca.
¡Casi 16 puntos de diferencia! Un abismo. Los números son apabullantes. Según el gráfico, las próximas elecciones podrían ser "cataclismáticas" y cambiar el sistema español de partidos así como su representación parlamentaria. Pero cataclismática es también la realidad. Y no solamente por razón de una crisis que pone en cuestión el sistema mismo. Piénsese en qué sucederá si mañana o pasado ETA anuncia que depone las armas y se disuelve. A ver cómo explica el PP al electorado que estuvo ausente en el momento de la rendición del enemigo. Porque ponerse a decir que la deposición de las armas y la disolución se deben a que el gobierno traidor negocia con ETA a las escondidas no lleva muy lejos. Si se da este supuesto seguramente cambiará el trazo de los gráficos de Metroscopia. Pero de momento lo que auguran es un batacazo del PSOE. ¿Podrá evitarlo Rubalcaba?
No lo sabe nadie. Ni él que, para más prueba, ha tenido que encajar un descenso muy significativo en la valoración popular, quedando por debajo de Rajoy. Pero está obligado a hacer de tripas corazón, a tratar de evitarlo; incluso a ganar. Es de suponer que a estas horas el candidato tiene a sus asesores echando humo en busca de tácticas vencedoras. Que no propongan muchas ni muy alambicadas, cosas a las que tienden los asesores. Basta con pocas, poquísimas; y muy sencillas, sencillísimas.
Empiece por ver el terreno del debate, que es el que él pisa. No tiene enemigo. Enfrente no hay nadie, no hay propuestas concretas, ni programa. Sólo hay un "quítate para que me ponga yo". En términos numéricos, Rubalcaba está ante el cero. Al otro lado del cero se encuentra el infinito. Que resista la tentación de irse al infinito en la falsa creencia de que cuanto más explicativo, detallado y minucioso, más de relieve quedará la nada del cero. No es el infinito el que pone de relieve el cero porque es más incomprensible que él. Lo que pone de relieve la vaciedad del cero es el uno, el dos, el tres, los números inmediatos, más cercanos.
Que el candidato no desgrane la totalidad del programa punto por punto ni aburra a la audiencia con prolijas explicaciones: cinco medidas y un enunciado general bastan y todas ellas dichas en fórmulas claras y breves que todo el mundo entiende: 1ª) dación en pago; 2ª) garantía de la sanidad, la educación y los demás servicios públicos que son derechos de los ciudadanos; 3ª) progresividad fiscal para que pague más quien más tiene; 4ª) lucha contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales; 5ª) lucha contra la corrupción y eliminación de los privilegios de los políticos y cargos públicos. El enunciado general: profundización de la democracia y defensa de los derechos individuales. Son fórmulas sencillas sobre las que se puede debatir cuanto se quiera pero que conviene repetir y machacar; y recordar que al otro lado del cuadrilátero no hay nada, no hay propuestas, sólo silencio.
El candidato Rubalcaba se la juega en el debate de televisión, desde luego; pero también el candidato Rajoy. No me explico qué ha pasado con las otras propuestas, empezando por la del ciberdebate, lanzada por 20 Minutos y de la que nunca más se supo. En el PP tienen un miedo cerval a estos encuentros sin darse cuenta de que, al reducirlos a uno, concentran todos los focos en él y ponen a su candidato al nivel de Rubalcaba porque si éste no tiene más remedio que jugárselo todo a una carta, ese no es el caso de Rajoy. Pero sí lo es por falta de juicio. ¿Qué tiene que perder Rajoy en un debate de todos contra todos? En cualquier caso, un solo debate, una sola oportunidad, un solo tiro. Y con el país entero mirándolos: dos políticos hasta ahora segundones, con larga experiencia. Rajoy es más nacional; Rubalcaba, más ladino.
En la tele es esencial lo que se oye y lo que se ve. En lo que se oye, no hay duda: nada de embarullar, nada de circunloquios. Las ideas claras y claramente expuestas y, si hay que explicar algo, que sea de forma breve. Hay que repetir sin que parezca que se repite, esto es, iluminando aspectos nuevos de la misma idea, aclarándola más.
Lo que se ve es esencial. En esto los candidatos van igualados en cuanto a la cuestión de la imagen. En ambos casos es borrosa. Rajoy tiene a su favor su mayor corpulencia y, como ocupa toda la pantalla, le interesa compartir campo con su adversario para que se note la diferencia. A Rubalcaba, más menudo, en cambio le interesa estar solo en campo para evitar la referencia visual.
Lo que no puede evitar Rubalcaba por razón de la talla puede enmendarlo manejando mejor el lenguaje no verbal, el gesticular. Tiene que resaltar más, escurrirse menos y adquirir mayor prestancia. Saque más pecho, más voz y no se encoja. Rajoy tiende a lo ampuloso, a lo que ayuda su aspecto de tribuno en perpetuo y vacío alegato. Rubalcaba es más cercano, más familiar, más unassuming que dicen los ingleses, sin pretensiones. Eso comunica bien, pero tiene que ser más afirmativo, más contundente. No basta con estar en familia cuando se quiere ser presidente del gobierno, es decir, pater familias. Hay que estar también en el foro.