dimecres, 7 de setembre del 2011

La devota calumniadora.

Lo primero que hizo María Dolores Cospedal, recién ganadas las elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha, fue encasquetarse una peineta y una mantilla y salir el día del Corpus en procesión, muy castiza y contenta, símbolo de la España profunda, la de los lechuguinos y las señoras bien, a dar gracias a su dios por su triunfo. Exhibía así en público al mejor estilo fariseo su supuesta fe en la doctrina de Cristo, uno de cuyos mandamientos recogidos de la ley mosaica es "no calumniarás". Pero, hasta entonces, no había hecho otra cosa que calumniar porque, por encima de su creencia religiosa, está su ambición política, su afán por exterminar al adversario al coste que sea, incluido, por supuesto, el de la calumnia. Un estilo de hacer oposición que no es privativo de ella pues lo comparte con sus correligionarios, si bien deja chicos a muchos de ellos en punto a maldad, vileza e inmoralidad.

Quien osa decir que el gobierno socialista tiene montado un "Estado policial", pero después no ratifica sus acusaciones ante un juez, debidamente requerida para ello, da por buena la acusación de mentir, injuriar y calumniar. Quien reitera luego la infamia y la mentira y de nuevo, citada a un acto de conciliación judicial por acusar al gobierno de espiar a la oposición, vuelve a escabullir el bulto, adquiere ya condición de redomada calumniadora; que, por debajo de su beatífico gesto y su devota mantilla, es lo que es la citada señora, para quien hacer oposición consiste en insultar al gobierno y acusarlo sin pruebas.

Y como puede verse hoy día, es lo que sigue haciendo cuando está en el gobierno, esto es, oposición a la oposición con las mismas innobles artes de que se valía antes, con el agravante de que ahora, al estar en el poder, ya puede manipular y falsear los datos a su antojo y con igual irresponsabilidad. La misma persona que miente afirmando que el Gobierno del PSOE tiene diez veces más asesores de los que tiene y que recorta un veinte por ciento el presupuesto de su comunidad pero aumenta en 4.000 euros el sueldo de sus asesores, no ha aclarado aún si sigue o no cobrando los dos salarios con cargo a fondos públicos, inmoralidad que alcanza los más de doscientos mil euros al año.

Se trata de alguien que acusa, es de suponer que con las mismas pruebas con que contaba en las otras ocasiones, al anterior presidente de Castilla-La Mancha de haber ocultado el déficit y que en el colmo de la ruindad y la desfachatez lo ha denunciado también por haber borrado los archivos informáticos de su gobierno, ella, que pertenecía al gobierno de Aznar que, en marzo de 2004, al perder las elecciones, procedió a un borrado general de los ordenadores de La Moncloa del que se hizo eco la prensa internacional y del que lo único que se sabe es que costó 12.000 euros al erario público. Supongo que Barreda no habrá hecho lo que Cospedal sostiene y que se tratará de una de las habituales calumnias de ésta, en función del acrisolado principio de que cree el ladrón, etc., etc. Pero algo debiera quedar claro ya a estos infelices sociatas que jamás denunciaron el expolio del Gobierno de Aznar del que Cospedal formaba parte: la clase de pájaros con que tienen que vérselas, su falta de ética y de escrúpulos.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 6 de setembre del 2011

El miedo al miedo.

Hace meses que las noticias cotidianas parecen mensajes elaborados por gabinetes de intoxicación y desmoralización de un hipotético enemigo en contra de algunas economías capitalistas, singularmente Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia, pero también Francia, la zona euro y los Estados Unidos. Son discursos dirigidos a acogotar a las sociedades, imponerles condiciones tan drásticas para ayudarlas que esa ayuda es como un pesado yugo que, en lugar de aliviar su situación, la hace más y más penosa, hasta hundirlas en la miseria. Es una situación que recuerda las onerosas condiciones impuestas por los aliados a la Alemania vencida en la primera guerra mundial de las que ya Keynes advirtió que provocarían la segunda porque Alemania no podría cumplirlas. De modo análogo, las exigencias de los acreedores a los países abrumados por la deuda dan la impresión de tratar de arruinarlos del todo. El capitalismo pretende destruir la base misma de su funcionamiento.

Asustados, literalmente aterrorizados, los gobiernos ceden sin parar a unas condiciones cada vez más leoninas. Dentro de poco puede que haya que comprometer las reservas de oro o sacar a la venta partes del patrimonio histórico-artístico o trozos del territorio nacional. A lo mejor no es tan disparatado que los alemanes compren la catedral de León, por ejemplo, y la conviertan en una discoteca.

No sabemos si el capitalismo es un sistema viable a medio y largo plazo. En el corto, esta crisis parece comprometer su existencia y amenaza con hundirlo sin tener recambio alguno previsto pues el retorno a una economía de trueque no es pensable. Y tampoco puede serlo el discurso que tan alegre como estúpidamente repite la derecha de que "vivimos por encima de nuestras posibilidades" porque este es, precisamente, el mecanismo que ha permitido el enorme desarrollo capitalista de la segunda posguerra. El capitalismo amenaza con su autodestrucción por el mismo mecanismo imposible de detener por el que el parásito acaba destruyendo a su anfitrión.

Pero la izquierda, que se adjudicaba la función de su sepulturera, no está mejor. Ese enunciado de otro mundo es posible, que pretende tener un valor performativo y no solamente enunciativo, quiere ser como el faro que oriente su acción pero, de momento, arroja poca luz. Como decía Éluard, hay otros mundos, sí, pero están en éste. No hay que ir a buscarlos a otras partes sino que hay que actuar sobre éste. No hay secretos para "cambiar la vida", como reconocía la virgen loca de Rimbaud, sino que basta con ponerse a buscar. Es lo que hizo el Partido Socialista francés que convirtió el cambiar la vida en el tema de su himno en los años setenta del siglo XX... con los resultados que pueden verse en la actualidad.

Entiendo que la última propuesta para cambiar el mundo dentro de éste en la izquierda (la derecha no tiene ninguna sino más del mismo aceite de ricino) es la de imponer una política de decrecimiento. Teóricamente es impecable: puesto que el mundo vive "por encima de sus posibilidades" en la biosfera, al extremo de ver en un horizonte muy lejano el destino que Klaus Eder marcaba para las sociedades que llamaba sin salida, lo lógico es imponer una política de restricciones paulatinas al uso de fuentes energéticas no renovables y materias primas. Pero eso es lo lógico y el mercado libre no se mueve por la lógica racional cartesiana sino por el afán de lucro y su peculiar racionalidad.

Tomar la iniciativa en este campo es impensable sin una intervención creciente del Estado en su versión legislativa en el funcionamiento del libre mercado, algo que muy probablemente no se dará porque es una actitud dominada por el miedo al miedo, el temor a las consecuencias catastróficas del desarrollo capitalista, basado en el afán de lucro individual en el libre mercado, mecanismo que él es incapaz de impedir. El libre mercado puede poner en peligro la supervivencia de la especie, sin duda pero, hasta la fecha, es el que la ha garantizado. Una cosa puede ser ella misma y su contraria sin romper la lógica aristotélica siempre que no se quiera que lo sea simultáneamente sino consecutivamente.

(La imagen es una foto de celesteh, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 5 de setembre del 2011

Credos, creídos y creyentes.

¿Qué es un credo? Una profesión de fe en fenómenos que no pueden entenderse a la luz de la razón. Si se pudiera, no haría falta creerlos; se entenderían. El credo más famoso es el de Nicea-Constantinopla (siglo IV d. d. C.) que todavía está vigente en las iglesias de Oriente y Occidente y cuyo mejor resumen es esa expresión inexactamente atribuida a Tertuliano de creo porque es absurdo. Sin duda creer en algo porque es absurdo es el mayor triunfo imaginable de la fe en un mundo que, por eso mismo, estaría sumido en las tinieblas.

Para funcionar, los credos necesitan administradores, gentes autorizadas que zanjen las cuestiones siempre enfadosas de las interpretaciones, los matices, las dudas y que digan con autoridad qué se ajusta y qué no se ajusta al credo, y a los que llamaremos creídos en la deliciosa doble acepción que tiene el término en español de personas a las que hay que creer porque son los intérpretes autorizados de la doctrina (son creídos) y que, a su vez, por eso mismo, se lo tienen creído, (son unos creídos). El caso más claro, a tono con la superioridad del credo niceano, es el del Papa quien, por si hubiera alguna duda respecto a sus posibilidades acreditadoras de la recta doctrina, sostiene que en estos asuntos es infalible, o sea, como dios.

Frente a este exitazo del fideísmo, la izquierda que se llama a sí misma "transformadora", "revolucionaria", "radical", etc., que parte de un credo similar, ha resultado un lamentable fracaso por dos razones. La primera porque, en lugar de contar con una sola, breve y clara profesión como la nicena, tiene un batiburrillo de textos elementales, sí, pero dispersos (Manifiesto del Partido Comunista, ABC del comunismo, Cuestiones fundamentales del leninismo, los libros de Marta Harnecker, etc.) y que basan la fe no en el absurdo sino... en la ciencia. La segunda porque, desde la muerte del camarada Stalin, ya no hay monopolio de la verdad, ya no es posible excomulgar, excluir a los herejes de la doctrina, a los trostkistas, bujarinistas, titoístas, liquidadores o revisionistas en general como hizo y hace el Papa con los monofisitas, nestorianos, arrianos, pelagianos, luteranos, hugonotes, librepensadores, ateos, relativistas, etc., etc.

La doctrina del credo izquierdista "revolucionario" no está clara y sus innumerables creídos, cada uno de ellos seguido de un puñadico de creyentes, no se ponen de acuerdo en nada. Sólo parecen coincidir en la idea de que la socialdemocracia no es de izquierda. Ese es su único acto de fe y es de fe porque ni siquiera saben qué sea la izquierda en el mundo de hoy. Sólo saben que la socialdemocracia no es lo que ellos tampoco saben qué es. Cada creído esgrime una idea de izquierda que pretende imponer a los demás por un acto de fe, anatematizándolos al no conseguirlo con una fórmula que no sólo es absurda sino directamente necia como que la socialdemocracia del PSOE y la derecha el PP son la misma cosa, punto de vista, por cierto, que favorece mucho al PP.

El resultado de este fracaso entra en el campo del ridículo perfectamente retratado en La vida de Brian cuando se tiene que dar cuenta de cómo sea posible que los creyentes putativos del dogma de fe de los múltiples creídos izquierdistas no hagan caso de sus admoniciones y se obstinen en seguir libre, deliberada y racionalmente y por millones a quienes no quieren saber nada de las verdades de la fe izquierdista administrada por la tropa de creídos emberrenchinados. Un problema verdaderamente angustioso porque mientras que en el campo teológico la verdad de la fe depende de la palabra de dios en el político depende de la palabra del pueblo que se expresa mediante mayorías electorales. Y de éstas, los creídos de la fe "revolucionaria" no huelen ni una, pues todas van a la aleve socialdemocracia.

A titulo de explicación de este penoso cuanto sempiterno fiasco los creídos revolucionarios dicen que sus supuestos creyentes están engañados, abducidos, alienados, manipulados, que no se enteran; que son tontos, vamos. Con lo listos que son ellos.

(La imagen es una foto de x - ray delta one, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 4 de setembre del 2011

Lo bueno de ser de derecha.

Es de conocimiento general que los casos de travestismo político se dan prácticamente siempre de la izquierda a la derecha y casi nunca, por no decir nunca, al revés, de la derecha a la izquierda. En España está tan arraigada la costumbre que todo el mundo cita el caso de Jorge Verstrynge como el único que conoce del paso de la derecha a la izquierda mientras que a la inversa, hay tantos ejemplos que citarlos todos fuera imposible. La pregunta inmediata es ¿por qué no están equilibrados los trasvases? Y, como siempre, la respuesta no puede ser única, sino que hay que buscar un conjunto de ellas si se quiere encontrar una explicación satisfactoria.

En primer lugar, hay una razón de carácter casi filogenético: con el paso de los años, las gentes suelen hacerse más acomodaticias, menos impulsivas, más conservadoras; carne de derecha. Así es célebre el dicho de que "el hombre nace incendiario y muere bombero". O aquel otro de que el que a los veinte años no es revolucionario, carece de corazón y el que a los cuarenta no es conservador, carece de entendimiento. Ambas formas de la sabiduría convencional dan por supuesto que la juventud es radical y la madurez, moderada, conservadora, incluso reaccionaria.

Igualmente suele aducirse una explicación genérica de carácter sociológico: el origen de clase se nota. Los izquierdistas de familias pudientes, suelen hacerse radicales por generosidad, solidaridad y entrega, muchas veces en oposición a sus familias; pero éstas pesan, nunca se dan por vencidas, presionan sobre el hijo pródigo y, al final, en bastantes casos, consiguen que se identifique con sus orígenes, recobre la lealtad de clase y vuelva al rebaño.

En el terreno individual también hay poderosas razones: en la derecha se dan más posibilidades de medro personal o, en todo caso, se recompensa a los tránsfugas mejor que en la izquierda. En los gobiernos de Aznar y en el PP en la actualidad hubo y sigue habiendo muchos antiguos izquierdistas, especialmente comunistas, que de haberse quedado en su partido, no hubieran llegado a nada por obvias faltas de capacidad pero que en el PP alcanzaron cargos de ministros porque Roma no paga traidores en algunos casos pero, en otros, cuando le conviene, sí. Y los paga bien.

Así mismo, la derecha goza de una especie de exención de responsabilidad en todo cuanto dice y hace, impensable en el caso de la izquierda, a la que se le exigen las más estrictas cuentas en todos los ámbitos imaginables. Y lo curioso es que este evidente desequilibrio es compartido por la propia izquierda que aparece imbuida de la creencia de que, siendo la derecha la señora de la casa, no tiene por qué dar cuenta de su comportamiento y siendo ella misma, la izquierda, por así decirlo, una intrusa tiene que estar justificando siempre cuanto dice y hace.

Ejemplos hay en abundancia: Esperanza Aguirre dice cosas absurdas y peregrinas con tanta frecuencia que es casi un punto de surrealismo en la política madrileña. María Dolores Cospedal, discípula suya, miente, injuria y calumnia sin empacho y sin que ello le suponga coste alguno. Federico Trillo exige dimisiones en el ministerio del Interior y explicaciones de Rubalcaba por el archivo (aún no firme) de la causa contra Bárcenas siendo así que el país está todavía esperando las que él no ha dado sobre su infame comportamiento en el caso del Yak 42, en el que permitió que se condenara a unos militares en un asunto en el que el máximo responsable político era él.

Mariano Rajoy inicia el curso político en el castillo de Soutomaior (Pontevedra), pidiendo el "apoyo de todos" para su política; él, que jamás apoyó al gobierno socialista en nada sino que, al contrario, boicoteó todas sus iniciativas, aunque fueran en asuntos de interés de Estado. Lo curioso es que hace bien porque sabe que, a diferencia de él, la izquierda apoyará allí en donde crea que hacerlo favorece el bien común.

El caso más obvio de las ventajas que tiene ser de derecha es el de Manuel Fraga que anuncia su retirada de la política desde su puesto actual de senador después de haber sido ministro de Información y Turismo con Franco. Fraga es el ejemplo vivo de las peculiaridades de la transición española: que fuera miembro de la ponencia constitucional un representante de la dictadura criminal anterior en la que se suprimió todo vestigio de libertad, democracia y constitución lo dice todo sobre aquella. Y más dice aun esa resignada expresión con que durante todos estos años ha venido valorándose la persona de Fraga: que los demócratas debemos agradecerle que haya "civilizado a la derecha". Es una conclusión que sólo pone de manifiesto el miedo con que los demócratas en general y la izquierda en particular acometieron el proceso de transición: en primer lugar no es del todo cierto que haya "civilizado" a la derecha (basta con escuchar a los dirigentes ya mencionados o a Camps o a González Pons); en segundo lugar, la pregunta sería: ¿es que es pensable en democracia una derecha "no civilizada"? ¿Por qué hay que agradecer a alguien que cumpla con su deber y con las formas de educación más elementales?

Sencillo: porque es la derecha.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 3 de setembre del 2011

La reconquista de la España eterna.


Informe del Dpto. de Interior de la Real Casa a S.M. el Rey.

Señor: llegará un momento en que los bochornosos episodios de gobiernos socialmasónicos en España no sean sino un vago recuerdo de una época vergonzosa que habrá que excluir de los libros de texto de historia aprobados por su Su Santidad. En aquellos años aciagos y bajo el terror de la Antiespaña de siempre, el país perdía su virilidad tradicional, se desmembraba por las maniobras de los judíos separatistas, se llenaba de moros y otros indeseables; los sodomitas y demás degenerados campaban por el suelo patrio como si éste no estuviera consagrado a la Virgen del Pilar o el Corazón de Jesús; se obligaba a las mujeres a abandonar el cuidado del hogar y la crianza de los hijos bajo el señuelo de la igualdad y la emancipación pero con el fin último de prostituirlas; el consumo de drogas era superior al de vino; el ejército, columna vertebral de la Patria, abandonado y humillado, era sólo refugio de extranjeros, delincuentes e indeseables, no con el noble fin de redimirse, como en la Legión, sino con el de vivir en amancebamiento en los cuarteles; la Iglesia, perseguida por niños lascivos y provocadores, hijos del pecado, estaba a punto de la quiebra moral con sus sacerdotes falsamente acusados de pederastia; España, la España de Ceriñola, Garellano, San Quintín, Lepanto, Bailén y Brunete, yacía de hinojos ante la insolencia del francés y el totalitarismo alemán; los obreros, inficcionados por el virus marxista, acogotaban a los empresarios y patronos; los adolescentes, malcriados por unos padres permisivos no tenían respeto alguno por los profesores, y las ciudades habíanse llenado de piojosos, pulgosos y perroflautas en jeremiada contestaria continua.

Por fortuna, en las elecciones municipales de mayo pasado, el Partido Nacional, haciendo de tripas corazón y simulando respetar el fementido régimen democrático, obtuvo una aplastante victoria sobre las fuerzas ateas, marxistas y contrarias a la raza. Ello permite abrigar la esperanza de que en las elecciones generales del 20-N se repita este gozoso resultado para bien de la iglesia y consolidación de vuestro trono, Señor, que, como sabéis, es Vuestro sólo porque así tuvo a bien decidirlo quien lo había ganado con su invicta espada en el campo de batalla, pues vuestro abuelo lo había abandonado por falta de coraje para defenderlo.

Signos premonitorios de tan feliz conclusión vienen abservándose desde los dichos comicios: la dirigente castellano-manchega apareció el día del Corpus ataviada con peineta y mantilla en la mejor tradición de la recta devoción de la bravía mujer española. Y su ejemplo está cundiendo como el que daban los cristianos martirizados en el mundo romano. Resurge así la España eterna y el macizo de la raza. Un pueblo de Cuenca devuelve a José Antonio Primo de Rivera, jefe del fascismo español, la calle que le robara la vesania social-masónica y el pueblo de Méntrida (Toledo) sacará a la calle el próximo día siete sus imágenes de mayor devoción y ocupará los espacios públicos con banda militar incluida, en homenaje a la bandera española y a los caídos "por Dios y por España" (y por su revolución nacionalsindicalista), para desagraviarlos de las injurias que reciben a través de la acción de las asociaciones de la memoria histórica, empeñadas en desenterrar las hordas rojas ejemplarmente ejecutadas al borde de los caminos de la patria por muchos de estos caídos.

Una vez se haya conseguido la victoria electoral del próximo veinte de noviembre, de profunda memoria para nosotros, será el momento de volver a la "Monarquía social, católica y representativa" que el invicto caudillo forjó en su día. Es posible que los europeos, internamente minados por el veneno del laicismo, la tolerancia y el liberalismo, objeten a este criterio de autenticidad histórica. Pero eso no debe importarnos en absoluto. Es hora de que la Patria deshaga el entuerto del europeísmo falaz y protestante por la vuelta a la aventura hispanoamericana, verdera esencia y proyección de nuestra alma colectiva. Y si también hay que reconquistar América, se reconquista.

En esta actividad de recuperación del patrimonio territorial que la divinidad otorga a España hay dos factores de inestimable ayuda: de un lado, esa izquierda extraparlamentaria que, al decir que el PSOE y el PP son lo mismo, desmoviliza el apoyo social al PSOE que es el único obstáculo entre Vos y el disfrute de una España en paz, legado último del Caudillo. ¡Loor a estos izquierdistas que son verdaderos hijos don Pelayo! Os proponemos, Señor, la creación de un nuevo distintivo que podría llamarse "Orden del bolchevique hispánico," para premiar la intensa actividad de estos esforzados paladines de la cristiandad a la hora de impedir que la socialdemocracia española pueda ganar las elecciones.

Por otro lado, la existencia de un sistema mediático claramente hegemonizado por los hermosos ideales del trono y el altar. Los periódicos comerciales españoles, prácticamente todos, excepto El País, Público y El Periódico de Cataluña están al servicio de la derecha pero, de nuevo, los periodiquitos de la extrema izquierda, al amalgamar (como dicen que hacía Stalin) toda la prensa comercial en un sólo concepto de prensa falsaria y manipuladora, eliminan aquella diferencia fundamental, que da que la de izquierda sea de calidad y la de derecha, no; que unos sean prensa y otros tabloides y pasquines. De nuevo se recomienda aquí la creación de un premio que pudiera llamarse "Orden de la Pravda de verdad" que es algo así como llamarla "orden de la verdad verdadera", para premiar los pasquines revolucionarios dedicados a acabar con la socialdemocracia en nombre de la "verdadera" socialdemocracia.

divendres, 2 de setembre del 2011

Ante portas.

Ya van viniendo. Ya están aquí. Por fin hablan claramente. Dicen lo que piensan. Y lo hacen. Se consideran ganadores. Se ven gobernando. Llegan seguros de sí mismos. Están orgullosos de ser de derechas. Y más que de derechas. El alcalde del PP de Horcajo de Santiago, provincia de Cuenca, restituye su calle a José Antonio Primo de Rivera, el ausente, primer jefe del fascio español, que vuelve a estar presente, como en los mejores tiempos de Franco.

Cameron se les va a quedar pequeño. María Dolores de Cospedal recortará el veinte por ciento del presupuesto de su Comunidad. Dice que no tocará los servicios sociales básicos, pero los recortes afectan a la sanidad y la educación. A quienes no afectarán seguro será a los gobernantes populares pues ya se han subido los sueldos de los altos cargos de Castilla-La Mancha y han multiplicado el número de estos; ni a los ricos, cuyos impuestos no aumentarán. Para "explicar" las medidas la presidenta ha puesto la tele castellano-manchega en manos de uno de esos periodistas de agit-prop de la derecha sin la menor intención de privatizarla, como dijo. Sería locura, ¿en dónde encontrará mejor aparato de propaganda al servicio del PP, como lo está en Madrid y Valencia y pagado con el dinero de todos? Cospedal añade que el plan será el modelo para toda España y Rajoy avala la decisión. Así que los españoles no podrán llamarse a engaño pues ya conocen la forma de las cosas por venir.

En Madrid la castiza presidenta emplea un tono achulapado pero de postín: se acabó la broma de la Puerta del Sol y, como siempre, se pierde con sus pedanterías. Los manifestantes, dice, quieren transformar Sol en ¡la Bastilla! O sea que su gobierno es la monarquía absoluta del rey Sol y los manifestantes, la revolución francesa. Lo de su gobierno, ella sabrá. En cuanto a los indignados ¡qué más quisieran ellos y, de paso, Palinuro! Tampoco hay aquí trampa ni cartón. El próximo ministro del Interior, según Aguirre, que lo imagina del PP, "hará cumplir la ley", con lo que viene a decir que el actual no lo hace. Además, la presidenta pedirá una policía autonómica. Bien claro está. Se ahorra en educación y en sanidad, pero no en policía, lo que da una idea de cómo encara la derecha la forma de las cosas por venir.

El tono no sólo es duro sino demagógico e irritante. En el conflicto de la educación que se avecina, Aguirre no tiene reparo en asegurar que los profesores trabajan veinte horas por semana, computando como tales sólo las clases. Ignora u oculta que las clases hay que prepararlas... antes de las clases y luego hay que hacer el seguimiento de los trabajos que de ellas se plantean. Una jornada de mucho más de cuarenta horas y que no suele respetar los fines de semana. Es un discurso abusivo, reiterado luego por su aparato de propaganda equivalente al que hace unos años achacaba injuriosamente al doctor Montes la práctica de la eutanasia en un hospital público. Para cargar contra la sanidad y la educación públicas y justificar su estrangulamiento financiero en beneficio de las privadas nada mejor que insinuar que los funcionarios públicos de la sanidad son unos asesinos y los de la educación, unos holgazanes privilegiados. Pero es bueno que se aclare para que, al votar, la gente sepa la forma de las cosas por venir.

Con la derecha pronta al asalto final al último bastión socialdemócrata, la situación de la izquierda es de lamentable desconcierto. La izquierda extraparlamentaria, incluida IU que, a todo los efectos prácticos también lo es, está más dividida y enfrentada que nunca. El estado de salud del frente de unidad de la izquierda que propugna IU lo da la decisión de EQUO de rechazar la lista única para el 20-N. En lo único en que están de acuerdo casi todos los pequeños partidos de la izquierda es que a esa unidad que no van a conseguir no se invite al PSOE, que es un partido de derechas, más o menos igual que el PP. Que Santa Lucía les conserve la vista.

El PSOE está en muy mala situación. Su expectativa de voto es bajísima, ha cargado con el descontento y la hostilidad provocados por las medidas que su gobierno se ha visto obligado a tomar para contener la crisis, a veces al dictado de los mercados, a veces adelantándose a ellos, pero siempre en una dirección impopular. Abunda el resentimiento entre sus votantes y cunde el descontento entre muchos militantes que forman asociaciones y plataformas muy activas en la red. Rubalcaba posee larga experiencia, temple y recursos. Va a necesitarlo todo porque la tarea que tiene ante sí es tan descomunal que si sólo consigue que el PP no alcance la mayoría absoluta, tendrá que considerarlo como un triunfo. La ironía de esta situacion es que el único que puede impedir la mayoría absoluta de la derecha (incluso ganar a su vez, ¿por qué no?) es el PSOE. Ese PSOE contra el que cargan todos.

Por eso es tan curiosa esta inopinada visita a España del sumo pontífice de la indignación, Stéphane Hessel, que viene a meterse descaradamente en política, mucho más de lo que lo haya hecho el Papa, diciendo que no hay que votar al PP. No dice a quién haya que votar, pero sí que él vota al partido socialista francés y que tiene gran admiración por Zapatero y Rubalcaba. En la medida en que este hombre tenga ascendiente sobre el 15-M o los indignados en general, las declaraciones son una bomba. En el movimiento parecen darse dos opciones mayoritarias respecto a las elecciones: no votar y no votar al PP-PSOE. Hessel viene a decir que es recomendable no votar al PP y sí al PSOE. O sea, que no son lo mismo. A lo mejor, si lo dice un extranjero, los que creen lo contrario se convencen de lo contrario de lo que creen. Pero eso es improbable. Contra las creencias no hay razón que valga.

dijous, 1 de setembre del 2011

Ulises nunca llegó a Ítaca.

Aprovecho que inicio septiembre con una imagen que me ha cedido el gran Juan Kalvellido (¡gracias, Juan!) para salirme por la tangente que, a veces, es la forma más segura de llegar a alguna parte sobre todo porque esa parte no está fija en parte alguna. En la imagen, las gentes corremos hacia la utopía, que está en la izquierda, aunque no se sabe si por el interés de encontrarla o por el de huir del baño de sangre que está en la derecha (este Juan...) La utopía, lo que está en ninguna parte. Por eso hay que tomar la tangente.

El mejor símbolo de la utopía es Ítaca adonde hay que llegar, sí, pero lo más tarde que se pueda, según Cavafis ("Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca/debes rogar que el viaje sea largo,/lleno de peripecias, lleno de experiencias.") O sea, que lo mejor es no llegar, morir en el camino o en el intento y soñar, quizá, que se ha llegado. Porque llegar y tener que ponerse a matar pretendientes que casi son de la casa porque llevan veinte años haciendo el ganso, es desagradable. Así que sospecho que es lo que le sucedió a Ulises, el de las mil estratagemas, que pasó de largo y se perdió en el jardín de las Hespérides, en donde sigue acumulando sabiduría y experiencia con las que algún día retornará, como Arturo de Avalon, y salvará a la humanidad. ¿Por qué no? Si puede hacerlo un nazareno, también podrá un príncipe griego o un rey anglo.

Eso de los pretendientes es llamativo. En La hija de Homero Graves lo ve como un añadido de mano femenina en la Odisea; ese y la historia de Nausicaa. Tomó la idea de Samuel Butler quien, allá por 1892 dió en la de atribuir la Odisea a una mujer. Se lo sugirió la lectura del episodio de Circe que, según él, no podía haberlo escrito un hombre mayor sino una mujer joven y creía saber que fuera una princesa siciliana porque, de estar en algún sitio, Ítaca estaría en Sicilia. (Saco estos datos de una biografía de Butler escrita por Peter Raby y publicada en 1991 por The Hogarth Press).

La idea de que la historia de Ulises la cuenta una mujer es brillantísima. Las mujeres son determinantes en la Odisea. No sólo está Penélope, símbolo de la leal, casta y sumisa esposa, sino también Calipso, a la que Ulises no puede resistirse y lo tiene secuestrado siete años, liberándolo luego por intercesión de terceros; y Nausicaa, a la que Ulises cuenta su historia, su auditorio; y Circe, la bruja contra cuyos hechizos tiene Ulises un antídoto que le diera Hermes; la madre del héroe y las sirenas. El destino de Ulises, protegido de Palas, mujer, depende de las mujeres.

¡Ah, pero en la Odisea hay muchas más cosas! El viaje a Ítaca es el viaje de la memoria. Al contárselo en pasado a Nausicaa, Ulises recuerda y, dentro del recuerdo, aparecen otros recuerdos, como los de Troya, el caballo, sus relaciones con Aquiles. Esos recuerdos traen información sobre lo acaecido a otros, como cuando Tiresias en el infierno le cuenta el destino de Agammenon o Menelao. Y el reencuentro final se funde con la memoria del tiempo que fue, su mujer, su hijo, su casa. ¡Ítaca, la felicidad, la dicha! "Dichoso el que, como Ulises, hizo un bello viaje, y después regresó lleno de experiencia y sabiduría a vivir entre los suyos el resto de su edad!" decía Du Bellay, él mismo desterrado.

Dichoso o desgraciado, que regresa al desprecio, al sufrimiento. En El desprecio (1954), Alberto Moravia contrapone tres versiones de la Odisea sobre el trasfondo europeo de aquellos años: la de un complicado director de cine alemán, Rheingold; la de un productor italiano, Battista, que está allí por la pasta y la mujer del protagonista; y el intelectual, Ricardo, que es el guionista de una película sobre la Odisea que están rodando en algún lugar de la costa italiana. En 1963, Goddard pasó la novela al cine ¡y qué cine! Sustituyó al productor italiano por uno gringo (más apropiado) y le dio el papel a Jack Palance; para intelectual, puso a Michel Piccoli y de Rheingold, al mismísimo Fritz Lang; la chica, el objeto del deseo (Emilia/Camille), era Brigitte Bardot. Lo que no cambia son las tres interpretaciones del viaje a Ítaca. La del millonetis estadounidense es de aventuras. Quiere acción, mucha acción, peligro, emoción, persecuciones. Lo de Polifemo le encanta. Es la visión de la peli de Mario Camerini (1954), Ulises, con Kirk Douglas derrochando ingenio, audacia, desafiante de los dioses. El hombre que se hace a sí mismo.

El alemán tiene una visión retorcida, freudiana, del viaje. Ulises no quiere llegar a Ítaca y se entretiene por el camino porque sabe que Penélope lo desprecia por haberla dejado a merced de los pretendientes, por haberse entretenido olvidando sus obligaciones de esposo y padre. Es un viaje de culpa, sufrimiento y expiación; calvinista. No hay olvido posible del deber, salvo que se haya perdido la memoria en el país de los lotófagos, y no es el caso.

El intelectual franco-italiano (Ricardo/Paul) ve en la Odisea el canto al luminoso Mediterráneo, al sol en un cielo de inabarcable azul, la vida a borbotones; y se emborracha de su propia visión y pierde la de su miserable existencia; se ha olvidado de su presente, ha emprendido el viaje a Ítaca sin saber que lo que va buscando es lo que ha abandonado y que lo mejor será que no lo encuentre.

¿Hay algo más audaz y contrario a la idea general que embutir el largo, largo periplo de Cavafis en un día en la vida de Leopold Bloom, Stephen Dedalus y Molly Bloom en el Dublín de Joyce? Los episodios del viaje a Ítaca, tan refinadamente alegóricos en la narración original, estallan aquí en el chorro de la conciencia que va paralelo al chorro de la vida, sin parar, sin detenerse un segundo, mezclados ambos y separados en tiempo y lugar. De lo más insignificante crecen episodios complejos, fantasmagóricos y rutinarios que se suceden sin interrupción, hasta la llegada a Ítaca, en donde desaparecen hasta las interrupciones de puntuación. La vida es el viaje de regreso al punto de partida.

Ítaca la llevamos dentro. También lo llaman utopía. Ilumina nuestro camino, cosa necesaria porque a veces los nubarrones ocultan el cielo, los clamores en torno no nos permiten escucharnos, los vientos nos trastornan. Para entonces hay que recordar que nuestro norte es Ítaca, la que habita nuestro interior y que no podemos vender porque perderíamos la brújula, algo imprescindible para saber a dónde queremos llegar y a dónde no queremos llegar.

No sé si esto tiene mucho que ver con post de actualidad; temo que no. Aunque todo es cosa de ponerse a buscar. Me extraña que ningún comentarista haya dicho que el gobierno socialista se encuentra entre Escila y Caribdis.

(La primera imagen es un cuadro de Waterhouse titulado Circe envidiosa, de 1892. La segunda un vaso griego del siglo V a. C. que representa a Circe convirtiendo en animales a los compañeros de Ulises. La tercera, un cuadro de Böcklin titulado Ulises y Calipso (1882). La cuarta un cuadro de Turner titulado Ulises burla a Polifemo, de 1829).

dimecres, 31 d’agost del 2011

Del diario de un león de las Cortes.

En la base de los leones de las Cortes se lee: ""Fundidos con los cañones tomados al enemigo en la guerra de África de 1860".



Ayer hubo casi un anticlímax en el hemiciclo. Los dos partidos mayoritarios por una vez de acuerdo para reformar la Constitución, seguros de su victoria, no pactaron la reforma con nadie más y provocaron escenas de celos y resentimiento entre los pequeños, sobre todo los nacionalistas, acostumbrados a ser decisivos y reducidos ahora a la función de claque. Los grandes se ponen raramente de acuerdo pero, cuando lo hacen, la arman. Por su prepotencia han conseguido convertir una reforma que tiene más valor simbólico que real (pues se hace para reforzar el crédito de España) y hubiera sido relativamente sencilla, en una cuestión de Estado. De paso han sublevado un amplio sector de la opinión pública, el situado a la izquierda, presumible electorado del PSOE. Han proporcionado la imagen perfecta de la pinza y, más aun, de la coincidencia general de ambos partidos como las dos columnas sobre las que descansa el sistema político al que se acusa de parecerse al de la Restauración, con el turnismo entre los dos partidos dinásticos, leones de la guardia palatina.

También hubo momentos de humanidad y ternura que venían a demostrar que los diputados son como nosotros, los felinos de bronce, y que tienen sentimientos que ayer se mostraron con un gran aplauso cuando apareció Uxue Barcos, que llevaba seis meses ausente para tratarse un cáncer de mama. Fue un placer verla pasar tan resuelta como siempre y prácticamente recuperada. Nosotros también rugimos nuestras felicitaciones a la diputada con todo fervor.

La irritación de los pequeños adquirió a veces encendidos niveles retóricos. El grupo catalanista se abstuvo el entender que se había roto el "consenso constitucional". En todos los años que llevo en las Cortes no he visto a ese mozo llamado "consenso constitucional". No sé cómo va a romperse. Mi olfato leonino me dice que los catalanistas ven que el tope del déficit reza con ellos y que viene a recortarles competencias en concreto la de endeudarse. Pero los tonos más dramáticos proceden de la izquierda que toca a difunto por el Estado del bienestar y afea a los partidos mayoritarios que se allanen al dictado europeo, especialmente alemán y secuestren la voluntad popular. ¡Los herederos de los héroes de la guerra del África en 1860 humillados ante el espectro de los mercados! Porque ese es el espectro que verdaderamente recorre Europa y no el del comunismo.

Y los mercados dicen que si el Banco Central Europeo tiene que seguir comprando deuda española, España debe dar garantías constitucionales de controlar el déficit, esto es, reformar la Constitución, que es lo que ha hecho. Los partidarios de la reforma "express" dicen que así envían un mensaje claro y firme a los mercados de que el país es cumplidor de sus compromisos. Mi naturaleza de rey de la selva me hace desconfiar de estos procedimientos institucionales, artificiales, librescos. Las reformas de la Constitución, las leyes, esos "mensajes" que van y vienen de Trichtet al gobierno y del gobierno a Trichet son gestos vacíos en un mundo de títulos y números, a espaldas de la vida.

La vida es lo que tuve ayer ante mí y tengo hoy, fuera del hemiciclo, la acampada de indignados protestando por la reforma constitucional sin referéndum a la que se ha unido la de los abuelos de la guerra del sesenta y ocho. No hace falta ser león para entender que sus reivindicaciones no son atendibles por la forma ni (en muchos casos) por el contenido. Es más, au actitud se presta al juicio equívoco de que están coartando la acción de los representantes del pueblo soberano, presionando sobre el parlamento y alegando un seguimiento popular que no hay modo de calcular mientras los indignados no presenten sus opciones a votación popular.

Y sin embargo, por toda la experiencia que llevo acumulada en ciento cincuenta años de servicio ininterrumpido a la patria, creo poder decir que este movimiento de los indignados, DRY, 15-M, ahora los jubilados no es nada parecido a lo que se haya podido ver hasta hoy. Es verdad que muchas de las reivindicaciones de los indignados son desesperadamente imprecisas, genéricas y sin una idea aceptable acerca de cómo puedan conseguirse. Pero en otros aspectos organizativos, de permanencia, han resultado ser unos linces. El movimiento está consolidado horizontalmente no a la vieja usanza sino a través de la red, lo que le da una flexibilidad, rapidez de acción y adopción de decisiones que no se puede combatir con métodos pasados. Es un movimiento de nuevo tipo con el que las instituciones no tienen otro remedio que negociar porque, por su estricto pacifismo y su capacidad para hacerse eco de las preocupaciones de la gente goza de un amplio apoyo popular que las autoridades no pueden ignorar.

Dicen muchos indignados y desencantados del PSOE que, con esta última decisión de impedir el referéndum este partido ha acabado de cavar su propia fosa en las próximas elecciones generales del 20-N. Es posible, pero también lo es que los votos que el PSOE pierda por su izquierda (que tampoco son muchos porque esa izquierda ya vota otros partidos) los gane por la derecha al demostrar que es capaz de tomar medidas duras, impopulares en pro de la estabilidad del país; un voto de centro que sigue temiendo más los excesos del PP que los defectos del PSOE.

(La imagen es una foto de micora, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 30 d’agost del 2011

Nervios en el hemiciclo.

Hoy se toma en consideración en el pleno del Congreso el proyecto de reforma del artículo 135 de la Constitución Española (CE) que incluye un tope al déficit, en mitad de un intenso debate político y social sobre el que debe de estar todo dicho: que no tenemos que aceptar límite alguno; que ya lo aceptamos con Maastricht; que la reforma es el fin del Estado del bienestar; que no lo es si el límite es flexible y permite maniobrar en las coyunturas; que somos más papistas que el papa y los únicos en aceptar el Diktat del límite; que antes lo han hecho los alemanes; que no es preciso reformar la CE para eso; que sí porque una ley orgánica no es suficiente; que son los alemanes quienes nos lo han impuesto; que no, que es el canto del cisne de Zapatero en perfil de estadista sacrificado; que no hay derecho a hacer esta reforma con un Parlamento prácticamente en funciones; que es imposible esperar, dada la gravedad y urgencia de la situación; que, pues el asunto es tan grave, hay que someterlo a referéndum; que no es necesario porque la CE no lo hace obligatorio en este tipo de reforma.

Estos dilemas están todos más o menos cerrados excepto el último, que queda abierto: el referéndum será obligado si lo pide el diez por ciento de los diputados (35) o de los senadores (26). Aquí es donde en el día de hoy van a concentrarse todas las miradas, todos los gestos, todos los cañones dialécticos, las peticiones que relampaguean por la red y las manifas de indignados y otros extraparlamentarios. Se abre una etapa de nervios para sus señorías.

Desde el momento en que los socialistas catalanes hacen piña con el gobierno, la posibilidad de que en el Senado se alcancen los 26 senadores es remotísima. Aunque voten a favor los nacionalistas vascos junto a los catalanistas y el grupo mixto, la petición reuniría 19 votos a falta de siete y, dado que ningún senador del PSOE o del PP ha anunciado su voto por el referéndum, éste puede descartarse en el Senado.

La tensión está en el Congreso sobre todo porque los catalanistas de CiU han anunciado que votarán por el referéndum. Produce perplejidad ver a la derecha nacionalista catalana, que está aplicando recortes sociales en el Principado a hachazo limpioobstaculizando el límite al déficit. Salvo que se recuerde lo que decía Palinuro ayer de que, a veces, el voto estratégico consiste en votar a favor de algo sabiendo de antemano que no va a salir para quedar bien con la galería. Es más frecuente de lo que parece. Siempre se ha dicho que el referéndum de la OTAN en 1986 se hubiera ganado por unanimidad si la pregunta hubiera sido: ¿quiere usted que España se quede en la OTAN con su voto en contra?

Suponiendo que a los catalanistas de derechas se unan todos los demás grupos parlamentarios que no sean los dos mayoritarios (a reserva de lo que digan los de PNV, especialistas en tensar la cuerda a la búsqueda de alguna negociación bilateral), la cantidad de votos por el referéndum sería de 27 (21, si el PNV se desmarca). Como quiera que dos diputados socialistas han anunciado ya que romperán la disciplina de voto y pedirán el referéndum, la cantidad podría ascender a 29. Faltarían seis votos díscolos más, presumiblemente del PSOE. Situación muy tensa. Será de ver cómo zumbarán los oídos de algunos diputados de la izquierda del PSOE que tendrán que librar la vieja batalla del parlamentario entre seguir las directrices de su conciencia o las de su partido. Francamente, no es para arrendarles la ganancia. Pero ¿quién dijo que apretar un botón será siempre tarea grata?

Parte de la opinión pública está soliviantada: habrá peticiones firmadas por decenas de miles, declaraciones, manifas y acampadas, movilizaciones sindicales. La causa es clara: ¡que hable el pueblo! También ayer Palinuro decía que el pueblo es soberano. Pero tiene dos modos de ejercer esa soberanía que no conviene confundir. El modo primero, como una decisión excepcional, un acto primigenio, un ejercicio del poder constituyente para el que no necesita permiso, dado que se trata de la lógica revolucionaria. Pero no parece que sea esta la pretensión. Así que, a lo que se ve, se quiere el modo segundo que implica que el pueblo se pronuncie en el marco de las reglas establecidas para ello. Y da la casualidad de que las reglas establecidas para ello confieren la competencia para decidir al Parlamento con los requisitos numéricos más arriba considerados. Puede decirse que eso no es así y que, siendo el pueblo soberano, él mismo decide cómo se hace lo que quiere hacer y que, en este caso, el Parlamento debe obedecer el mandato de su soberano a favor del referéndum.

Decía un experimentado politólogo que a la hora de dejar que el pueblo decida, primero hay que decidir quién es el pueblo. Podemos entender que el pueblo sean dos mil, tres mil, diez mil, veinte mil manifestantes indignados y cien, doscientas mil firmas, así como numerosos publicistas de peso cualitativo pero no cuantitativo. Lo mismo habrá que decir de las cuatrocientas mil firmas que reunió Rajoy en cierta ocasión para fastidiar a los catalanistas o los centenares de miles de gente que los curas sacan a la calle en contra del aborto, del preservativo, de la educación para la ciudadanía, por no hablar de los publicistas de la otra orilla que incluyen obispos y cardenales. Me temo que esto no se puede sostener porque se arma un lío.

Según la teoría liberal de la representación los 350 diputados representan a la nación (o naciones, no vamos a pegarnos ahora por eso), al pueblo soberano en su conjunto. De hecho, los han votado casi veintiséis millones de personas, cantidad respetable, y deciden en nombre de aquel de forma que, mientras no haya otra cosa, cuando ellos deciden, decide el pueblo soberano. Dicen los indignados que que no, que no, que no nos representan pero me parece que sí, que sí, que sí nos representan mientras quienes lo nieguen se limiten a corearlo en las manifas. Si mi mandatario no me representa le revoco el mandato, pero eso es en derecho privado. En la política es más difícil de hacer, sobre todo si ni siquiera existe la figura de la revocación. ¿Se pueden encontrar formas de poner fin a una representación que no nos representa además de corearlo por las calles? A lo mejor. Pero hay que encontrarlas.

Resumiendo, nervios, con todas las miradas puestas en los posibles seis diputados de la izquierda socialista (con los que ya se habrán hecho cientos de quinielas) que pudieran romper la disciplina de voto e ir contra su partido. Y sabiendo que, si piden referéndum y lo hay, seguramente lo perderán.

dilluns, 29 d’agost del 2011

La reforma de la Constitución y el referéndum.

A semejanza de los viejos partidos socialdemócratas europeos, Palinuro tiene un programa máximo y un programa mínimo en lo referente a la reforma constitucional, lo que también afecta el uso del referéndum. El programa máximo consiste en reformar la Constitución Española (CE) en los asuntos que entiende tienen verdadera enjundia, a saber, la forma de Estado (Palinuro es republicano), el sistema electoral (Palinuro es partidario de un sistema verdaderamente proporcional) y la organización territorial del Estado (Palinuro es federalista y partidario del reconocimiento del derecho de autodeterminación), mudanzas todas ellas que requerirían, entre otras cosas, un referéndum de ratificación. Pero esta reforma de programa máximo no tiene prácticamente apoyos; al contrario, hay un consenso abrumadoramente mayoritario para dejar las cosas como están si bien la reforma del sistema electoral parece ir ganando adeptos en el PSOE, a juzgar por lo que dice Rubalcaba. De los otros dos puntos casi nadie quiere oir hablar salvo minorías puramente testimoniales.

En esas condiciones, funciona el programa mínimo y éste dice que, con todos sus defectos, esta es la mejor Constitución que hemos tenido los españoles (salva la Constitución de 1931) y, por tanto, es bueno no tocarla. Y, si hay que tocarla, que se haga rápida, legal y tranquilamente, sin provocar más tratorno que el imprescindible. El modelo de la mini-reforma de 1992 (derecho de sufragio pasivo de los extranjeros residentes en elecciones locales y bajo principio de reciprocidad) es el más adecuado. Cualquier otro puede dar lugar a consecuencias no deseadas, por ejemplo el de solicitar que haya un referéndum con el cual sus partidarios parecen creer que conseguirían impedir la reforma que prevé constitucionalizar el límite del déficit. Además, y ello es esencial, no tiene posibilidades reales de prosperar por más peticiones y manifestaciones que se hagan. No tiene posibilidades reales por dos tipos de razones: las de fondo y las de forma.

En cuanto a las de fondo, debe recordarse que el tope del déficit ya existe, se fijó en el Tratado del Maastricht en un tres por ciento del PIB y se mantuvo en el de Lisboa. Lo que se nos está pidiendo ahora es que lo constitucionalicemos para darle mayor eficacia ya que, con un déficit en torno al diez por ciento, es evidente que no hemos sido capaces de respetarlo. No es una petición disparatada sobre todo si se evitan los efectos desastrosos para el Estado del bienestar si el tope se cuantifica y se hace rígido. Pero una vez que se ha pactado un texto con un nuevo artículo 135 que recoge todas las peticiones de flexibilizar el tope, no fijar una cantidad y remitir a una posterior ley orgánica su regulación, no hay razones para oponerse.

Se dice que es una imposición de los alemanes. No sería de extrañar pero, antes de volverse germanófobo, conviene pensar en dos cosas: la primera es que están en su derecho de pedir garantías a los socios que recurrimos a ellos para que nos saquen del atolladero y que sean la locomotora económica de Europa. Eso tiene unos costes y no es legítimo pedir que los soporten sin poner nosotros garantías de nuestra parte. La segunda razón es que los alemanes predican con el ejemplo pues ellos ya reformaron su Constitución en el sentido de limitar el déficit. En realidad la reforma propuesta española se inspira mucho en la alemana que, siendo flexible, no ha afectado a su Estado del bienestar.

Por si estos asuntos no hicieran mella, hay que advertir que las razones de forma son contundentes. El referéndum sólo es posible si lo pide un diez por ciento de diputados (treinta y cinco) o de senadores (veintiséis). Para que esas cantidades se alcancen es imprescindible que algunos diputados o senadores del PSOE y/o del PP rompan la disciplina de voto. Una posibilidad no enteramente descabellada (pues varios diputados o senadores del PSOE muestran proclividades referendarias por distintas razones) pero sí muy improbable. Tanto que algún diputado catalanista juega con la idea de votar a favor del referéndum... en la seguridad de que no va a salir, lo que le permitirá sentar plaza de avanzado pero dejando las cosas como están. La política tiene estas triquiñuelas. Si no se rompe la disciplina de voto, no hay reférendum, aunque lluevan peticiones o se multipliquen las manifas.

Y no es solamente que la CE esté blindada por obra del acuerdo entre los dos grandes partidos sino que, además, las razones de los partidarios del referéndum no son convincentes en absoluto. Las razones referidas al contenido, esto es, la indeseabilidad del techo de déficit no se pueden invocar por lo que se ha dicho más arriba.

Hay otra razón que se esgrime mucho, sobre todo por los indignados y los jóvenes en general y es el hecho de que ellos no votaron la CE y que ahora quieren votar en un asunto tan importante porque mantienen la idea de que la Constitución que los vincule debe haber sido votada por ellos. Esta actitud revela un adanismo asombroso. Las constituciones, como todas las leyes, tienen voluntad de permanencia a lo largo del tiempo y no existe un derecho generacional (supuesto que quepa fijar las generaciones) a renovar su voto a la legislación como el que renueva un juramento. En otro caso, ¿por qué limitarse a la Constitución y no exigir votar asimismo la ley de aguas, la de sociedades mercantiles o las ordenanzas municipales? Ya sé que cuesta entender que la sociedad en la que nacemos no comienza con cada uno de nosotros, que somos lo más importante del mundo, sino que la heredamos bastante hecha. Cuesta, sí, pero conviene ir acostumbrándose a una realidad que hace posible la convivencia. La última generación que votó la Constitución de los Estados Unidos murió en el siglo XVIII y, desde entonces, con sus veintisiete enmiendas, a nadie se le ha ocurrido que haya que votarla de nuevo.

Estoy especialmente interesado en señalar que, con esto, no vengo a decir que el pueblo soberano no pueda cambiar de Constitución, derogar la anterior y darse una nueva o ninguna. Lo que estoy diciendo es que no se puede entender en términos de un derecho legal que nos asista y que los poderes sólo pueden ignorar prevaricando. Es, sí, un derecho, pero no es legal, no está reconocido, no se pide permiso para ejercerlo: se toma. Es un derecho a la revolución que, de ser algo, es moral o, si se quiere para quienes gusten de otra terminología, "natural." Pero, según parece, no se trata aquí de eso que en definitiva requiere pasar a los hechos, sino de pedir que se reconozca un derecho que no está previsto. Cierto que puede argumentarse que negarse a hacerlo implica un déficit de legitimidad democrática. Es posible, según de qué concepto de democracia se parta; si es del de la democracia directa, hay déficit; si es del de democracia representativa, no lo hay. Pero, además, es perfectamente legal y constitucional. Esta reforma no es un nuevo golpe de Estado financiero, como dice melodramáticamente Democracia Real Ya. Es competencia del Parlamento representativo (a través de ese diez por ciento de parlamentarios) decidir cuándo debe y cuándo no debe haber referéndum en la reforma digamos "liviana". De "golpe de Estado", nada de nada.

Entiendo, sin embargo, que la izquierda no socialista insista en pedir el referéndum. Prácticamente lo ha convertido en caballo de batalla porque piensa que el PSOE saldrá aun más debilitado para las ya muy cercanas elecciones generales. Dado que lo más probable es que no haya referéndum, IU tendrá cartel electoral presentando el acuerdo PP-PSOE como la verdadera pinza, por fin descubierta. Es de nuevo un cálculo similar al del diputado catalanista mencionado: propugnar algo a sabiendas de que no va a salir porque, si saliera, sería perjudicial para el que propugna que, de este modo, nada y guarda la ropa. En efecto si, por la razón que fuera, hubiese referéndum, lo más seguro es que ganara el "sí" por abrumadora mayoría e IU quedaría derrotada una vez más, lo que no ayudaría en absoluto a su reconstitución.

diumenge, 28 d’agost del 2011

La unidad dividida.

La propuesta de unidad de la izquierda de IU está dividida antes de forjarse. Ya decían los griegos que ni los dioses escapan a su destino. La propia IU quiere que esa unidad conste de ella misma (que es una coalición) con Izquierda Anticapitalista (que es una escisión de IU) y EQUO (un debutante) y lo que caiga del 15-M. Pero Llamazares, al frente de su flamante y nuevo partido, Ia (para distinguirlo de IA) quiere que la unidad se configure como un frente amplio que, además de los mencionados, incorpore el BNG y ERC y, los nacionalistas gallegos y los catalanes. Es decir, podemos hablar de dos propuestas, un frente amplio y un frente angosto.

En lo único en que las dos parecen estar de acuerdo (y digo parecen porque no acabo de creerlo) es en excluir tajantemente de la unión de la izquierda al PSOE por ser un "partido de derechas". Dentro de lo que cabe es bueno que, cuando menos, se entienda algo -aunque sea tan pintoresco- en el guirigay habitual que impera en IU y sectores afines. No se olvide que a la nube de siglas ya mencionadas (y otras que también opinan) han de añadirse diversas iniciativas sociales como mesas de convergencia, manifiestos de intelectuales y documentos de profesores, todos ellos abogando por la unidad y actuando cada cual por su cuenta. "Veo lo mejor y lo apruebo; pero hago lo peor", decía Virgilio. No es de extrañar que este galimatías sólo pueda coincidir en una reducción al absurdo: el PSOE es un partido de derechas; y cuando lo único en que uno coincide con otros es en un absurdo en realidad uno no coincide en nada.

Según este punto de vista en las pasadas elecciones de 2008 veintiún millones y medio de ciudadanos votaron a la derecha; el 66 % del cuerpo electoral y el 82 % de los votantes. Váyase tranquilo, Sumo Pontífice, que España es abrumadoramente de derechas. Esto es absurdo, ¿verdad? Confrontada con este absurdo, la Internacional Comunista en los años veinte y treinta del siglo XX (que este sambenito de la derecha ya viene de lejos) distinguía en la socialdemocracia unos jefes traidores y una militancia engañada. Admirable tacto con el que añadía la injuria al insulto y que hoy se repite con igual fortuna: los once millones de votantes del PSOE que creen votar a la izquierda son unos infelices que no saben lo que hacen. Los únicos que lo saben son las mónadas políticas del universo izquierdista.

Quienes obtuvieron en 2008 el 2,8 % del voto sobre cuerpo electoral y 3,77 % sobre votantes descalifican con tanto desparpajo a quienes multiplican por diez o por quince su apoyo que forzoso será que tengan razones muy convincentes. Desde 1982 hasta hoy ha habido en España numerosos avances de todo tipo de izquierda que no es preciso enumerar aquí porque son bien conocidos. Pudieron ser más y pudieron ser más profundos. Pero los que fueron y son se deben sólo al PSOE. Ninguno lleva la firma del PCE o de IU que, sin ironía, se llama a sí misma izquierda transformadora.

Algunos echan la culpa al sistema electoral injusto. Pero es un argumento inane. En su origen el sistema electoral lleva la bendición del PCE y supongo que Jordi Solé, miembro de la ponencia constitucional, Catedrático de la materia y militante del PCE, no hubiera dado su aprobación a un sistema que pudiera dañar injustamente a su partido. En cuanto a su funcionamiento, es verdad que es injusto; pero también lo sería con el PSOE si las respectivas proporciones de votos se invirtieran. De forma que el problema es que la gente no vota a IU.

¿Por qué? Podrían preguntárselo de una vez en lugar de dar por supuesto que ya tienen la respuesta y andar refundándose y peleándose entre sí por la posesión de la verdad absoluta acerca de qué sea la izquierda. Según IU (enunciado que vale para todas las demás formaciones) la izquierda es, por definición, ella misma y quienes se le sumen. Para evitar toda sospecha de pretensión hegemónica, Llamazares, supongo que de buena fe, propone que la abigarrada amalgama que surja se llame simplemente Izquierda. Aparte de la petulancia de arrogarse la representación exclusiva de un concepto que sólo es viable presuponiendo que once millones de votantes del PSOE no saben lo que hacen, cabe pensar que se trata de una precaución práctica. Hay que unir a mucha gente que se considera de izquierda, sí, pero de la suya específica: una es unida, otra anticapitalista, otra abierta, otra nacionalista, otra ecologista. ¿No suscita perplejidad que gentes que tanto tratan de diferenciarse busquen la unidad?

Para mí la respuesta a la paradoja es que, en el fondo, las cuestiones teóricas no son importantes. En realidad no hay debates sino intercambio de anatemas. El problema no es que el posible programa de un frente tenga que casar reivindicaciones algunas de las cuales son contradictorias (ya se sabe que la solución de contradicciones en el seno del pueblo es una especialidad de los marxistas), el problema es que no hay sitio para tantos jefes, secretarios generales, coordinadores, delegados, barandas en general. El hipotético león carece de espacio para tanta cabeza de ratón.

El último giro de la anhelada unión de la izquierda es el intento de absorción (o lo que se tercie) del 15-M. Es lógico. Yo también creía que el 15-M estaba en la izquierda del eje ideológico pero los abrazos de los indignados con los gratistotales de la JMJ me hacen dudar. En mi idea, la izquierda debe ser laica. Los ciudadanos creyentes en cualquier religión serán siempre bienvenidos. Pero el alma de la izquierda es laica. Respeta a todas las personas que profesen cualesquiera religiones pero no simpatiza con ninguna de ellas porque las religiones son supersticiones y, al carecer de razón e incluso ser contrarias a ella, no hay razón para preferir a unas sobre otras.

En el asunto concreto de la absorción del 15-M, o la fusión con él, o la impregnación de él no hay perspectivas halagüeñas. El 15-M no quiere nada con los partidos y, aunque ese frente (amplio o angosto) se presente como movimiento, disimulando su carácter orgánico, en realidad se trata de una alianza bastante circunstancial de partidos. De muchos partidos. La probabilidad de que se unan es similar a la de que los burros vuelen. Y la de que la unidad se haga sin el PSOE análoga a la de que, además de volar, hablen.

(La imagen es una foto de My Web Page, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 27 d’agost del 2011

El Islam y sus tiranos.

Lo que en su día se llamó "la primavera árabe", con esa capacidad de los medios de acuñar expresiones muy gráficas pero bastante confusas, ha avanzado hacia un verano en el que al fuego del sol se ha unido el de las ametralladoras y los cañones. La "primavera árabe" apuntaba al supuesto de un movimiento de rasgos muy parecidos, casi unitario. Al fin al cabo, más que árabe, la primavera era islámica y el Islam, ya se sabe, viene a ser una umma, una unidad religioso-civilizatoria. Es más que una koiné porque traspasa la comunidad de lengua y afecta a la religión, los usos jurídicos, políticos, etc. Sin embargo, en su desarrollo, la supuesta unidad primaveral se ha fracturado según en qué países ha prendido. El Estado (o lo que pasa por tal en el Islam) se ha impuesto a la umma; y lo que en unos países fue un movimiento popular civil que acabó con dictaduras disfrazadas de democracias, en otros se ha convertido en guerras civiles (Libia), encontronazos armados entre grupos rivales (el Yemen) o cruel y sanguinaria represión militar (Siria), dejando claro lo dicho: cada país tiene su circunstancia.

Sin duda hay parecidos. El movimiento tradujo en un principio un hartazgo de las poblaciones con las sempiternas tiranías locales. Pero, como las reacciones de éstas han sido variadas, los conflictos se han diversificado y analizarlos requiere clarificar estas cuestiones. Otra similitud sorprendente es la del comportamiento de algunos tiranos. Gadafi parece seguir el modelo Sadam Hussein o Ben Laden. Desafiantes en un principio, mantienen un discurso hecho de baladronadas hasta cuando la situación es deseperada. Luego se dan a la fuga y se esconden con mayor o menor fortuna. Hasta que los encuentran y los ejecutan también de forma más o menos legal. Después se descubre que su vida privada se repartía entre la megalomanía, el lujo más absurdo y desenfrenado y una crueldad sin límites.

Las peculiaridades del Islam son tales que la aplicación de categorías propias de los análisis occidentales, de carácter racional y no religioso, sólo añade a la confusión. Tiene gracia esa bronca entre dos tendencias de la izquierda, minoritarias al estilo de la vida de Bryan, acerca de la actitud correcta en el conflicto libio. Unos aplauden el derrocamiento del dictador Gadafi, asesino de su pueblo, y otros sostienen que quienes aplauden ese derrocamiento hacen el juego a la OTAN. Los primeros acusan a los segundos de apoyar una dictadura criminal y los segundos a los primeros de someterse a un imperialismo no menos criminal. Realmente no merece la pena seguir.

Los países musulmanes tienen todos fuertes tendencias autocráticas porque el orden social que su religión impregna más o menos profundamente también es autocrático, intolerante, paternalista, machista y homófobo. Esas sociedades no pasan con buena nota una "auditoria" de derechos humanos ni siquiera despojado de todo perverso "eurocentrismo". Tampoco van muy allá en la distinción entre el ámbito de lo público y el de lo privado, que es una viga maestra de cualquier sistema democrático-liberal. En muchos países islámicos el poder político es prácticamente patrimonio de una casta (militar o partidista) e, incluso, de una familia. En estas condiciones, los ánálisis occidentales resultan patéticamente rígidos y maniqueos. Todas las posiciones en los conflictos son complejas y contienen elementos contradictorios: hay tiranos que actúan como dirigentes "progresistas", partidarios de la modernización y democratización de sus estados, al menos nominalmente y sin dejar por ello de ser déspotas odiosos. Y hay movimientos de resistencia en los que se mezclan y confunden reivindicaciones de carácter laico y democrático con otras de fanático integrismo. Tomar partido aquí es acabar defendiendo lo indefendible.

Luego está la faceta exterior. Mucha gente señala que la intervención armada occidental en este abigarrado y conflictivo mundo (en el Afganistán, en el Irak, ahora en Libia y quién sabe si en Siria) es un acto de imperialismo. Los países capitalistas tratan de asegurar sus fuentes de energía. Los occidentales, a su vez, al menos sus ideólogos, aducen la novísima doctrina del derecho internacional humanitario, del derecho de injerencia en los asuntos internos de otros Estados cuando los gobernantes atentan contra los derechos humanos de su población. Los críticos dicen que eso es falso y una simple excusa para continuar con la explotación manu militari de estos pueblos. Es posible que sea así, pero no es obligatorio. En otros términos, ¿se acepta o no que hay un derecho de injerencia por razones humanitarias? Si no lo hay, toda intervención es criminal; pero si lo hay, hay que ejercerlo.

Por otro lado, la misma acusación al imperialismo debe matizarse. Desde un punto de vista de Realpolitik, los países occidentales tienen unas necesidades de defensa que deben satisfacer. La idea de que unos u otros regímenes puedan utilizar la energía o las materias primas como armas en combate evitando los choques armados pero atacando directamente a la población civil no es disparatada. Rusia lo hace de vez en cuando con Ucrania y el suministro de gas. Mal gobernante será aquel que no proteja a sus ciudadanos de las agresiones, se produzcan dónde y cómo se produzcan. Igual que lo será el que no se defienda frente a ataques terroristas devastadores procedentes del exterior. Las torres gemelas y el atentado de Atocha son dos ataques que hubieran sido seguidos de otros de no ser porque las sociedades amenazadas (Alemania e Inglaterra, por ejemplo) tomaron las medidas necesarias para prevenirlos. Y esas medidas pueden obligar -y así sucede por razones tácticas obvias- a interferir en asuntos internos de otros Estados.

Por supuesto que el capitalismo desemboca siempre que puede en imperialismo explotador y esquilmador, pero la lucha contra éste no puede llevarnos al extremo de hacer causa común con asesinos como Gadafi o autócratas de impronta religiosa como Ahmadinejad. Que es lo que le pasa a Chávez, sin ir más lejos.

(La imagen es una foto de Vectorportal, bajo licencia de Creative Commons).

Los agujeros del arte.

Quien ande por Madrid en estos días posteriores a los desposorios entre la divina gracia y el becerro de oro, y se aventure por ese maravilloso triángulo, al socaire de la Gran Vía, entre la calle del Pez, la de Hortaleza y la histórica plaza del Dos de Mayo (dosde para los que la queremos) tiene hasta el 31 de agosto creo para visitar la exposición a la que se refiere la imagen en la calle Loreto y Chicote. Como madrileño, encuentro maravillosos muchos otros barrios en mi ciudad; pero este es más cercano porque lo conozco de chaval así que, ya de entrada, me parece de perlas que Cecilia Bergamín exponga una retrospectiva de su obra en medio de tanto encanto. Corre el peligro de que la concurrencia se le entretenga por la Telefónica, la Red de San Luis, la portada del antiguo Hospicio o la calle de la Ballesta, lugar de perdición demoníaca desde los años más lúgubres de la dictadura. Mundo, demonio y carne; sobre todo carne era lo que allí imperaba.

Tapando agujeros titula Cecilia su exposición. No hay duda de que trasmite el espíritu de su abuelo, el fundador de Cruz y raya, con su paradójico ingenio. El gerundio es más al uso de los modernos, pero la idea de que lo que ella hace sirva para tapar agujeros peca de orgullosa modestia. Aunque es verdad que tapa agujeros, pero no los que haya en la pared sino los que tenemos nosotros en la cabeza. Eso es propiedad de los artistas. No sé si buena o mala porque, la verdad, muchos agujeros sin tapar son fascinantes. Un agujero es una apertura a lo desconocido y eso siempre atrae, aunque sólo sea porque permite a uno creer que ha encontrado una vía de escape.

La exposición consta de collages, montajes, dibujos, acrílicos, textos, secuenciales o no, aislados, distantes y parecidos; hasta se encuentra una versión de la Gioconda que, a estas alturas, es el emblema de la orden de la falta de respetos, alma de la expresión artística. Es decir, no hay pautas, unidad y, por ende, monotonía o lo que los espíritus caritativos llaman "estilo". Algunas de las obras dejan ver una Cecilia; otras, otra. Como sólo conozco una, supongo que las otras se llevarán bien con ella.

El local de la exposición merece visita por sí mismo y la terraza en la calle de la noche de agosto, patrimonio inmarcesible de los pueblos mediterráneos, esponja el ánimo. El nombre del lugar, Microteatro por dinero suena un poco crudo para las mentalidades puritanas que sacralizan el oro aunque lo llaman el vil metal. Pero es porque somos hipócritas ya hasta sin saberlo. Es tradición de la profesión goliarda conseguir que la gente pague porque se rían de ella en sus narices. Esa fue la inmensa grandeza del teatro de siempre que empezó a decaer, no cuando se inventó el cine como dice todo el mundo, sino cuando se generalizó el psicoanálisis. El microteatro se refiere aquí a que dos o tres actores escenifican una piececilla ante tres o cuatro espectadores en una habitación durante un cuarto de ahora; esas actuaciones se encadenan hasta seis veces, lo que da la hora y media de la función burguesa y el pago aproximado de un teatro comercial. Y la gente sale encantada porque, en la inmediatez del contacto personal, el teatro riñe aquí el terreno al psicoanálisis.

A la salida de esta especie de utopía urbana quien tenga ganas, pille la Corredera Baja y se acerque al dosde a ver la puerta del antiguo cuartel de artillería de Monteleón ante la que se exaltan mutuamente Daoíz y Velarde (al tercero, el teniente Ruiz, le han dejado una calle) figurados como dos heroicos oficiales en el más puro estilo napoleónico vía David. Esa es la paradoja bergaminesca de la guerra de la independencia en la que, según algunos, se forja la conciencia nacional española: los españoles luchan contra los franceses con las armas espirituales que los franceses les han traído.

divendres, 26 d’agost del 2011

El valor simbólico de la reforma de la Constitución.

La propuesta de reforma constitucional puede verse de muchas maneras. Una de ellas, distinguiendo entre su contenido material (qué se quiere reformar) y su valor simbólico, al que el presidente Zapatero parece haber prestado poca atención. Si añadimos que el contenido material ha provocado un estallido de indignación en la izquierda, es lógico que apenas se hable del segundo.

Y, sin embargo, puede ser más importante que el del contenido material. No todos los sistemas políticos son iguales, aunque se denominen "democracias parlamentarias". Tienen culturas políticas disímiles. Por ejemplo, en lo relativo a la función que cumple la Constitución. Hay países en donde ésta se reforma con cierta frecuencia; por ejemplo, Alemania, que tiene una constitución rígida pero flexible o, como dijo un estudioso con sentido del humor, "flexiblemente rígida o rígidamente flexible". En otros, en cambio, no se reforma nunca; por ejemplo, España, cuya Constitución es súper-rígida y sólo se ha reformado una vez en 1992 para un asunto menor del sufragio pasivo de extranjeros residentes en elecciones locales. Una vez por aunto menor en 33 años de vigencia .

España es un país con un sistema político cuestionado en cuanto a su legitimidad por la forma en que se hizo la transición y el modo en que se han articulado los nacionalismos. Sectores mayores o menores de la sociedad suelen pedir un referéndum sobre la Monarquía o la República o el reconocimiento del derecho de autodeterminación. Otros piden la reforma del sistema electoral. En todos estos casos las peticiones sólo pueden avanzar mediante reforma constitucional. Pero la mera mención de ésta pone en contra cerrada a los dos partidos mayoritarios, al menos hasta ahora, en que Rubalcaba admite que habría que cambiar el sistema electoral. Nadie quiere hablar de la reforma constitucional porque se considera terreno peligroso. La Constitución es intangible, sacrosanta.

Sin embargo, de la noche a la mañana, ambos partidos deciden revertir su oposición acotando la reforma al asunto del techo del déficit. Pueden hacerlo porque entre los dos cuentan con más del 92 por ciento de los escaños, aunque sólo con el 66,5 de los sufragios del total del electorado, que tampoco es baja cantidad puesto que equivale al 82 por ciento de los votantes. Ese aplastante predominio bipartidista explica que los dos partidos puedan bloquear toda reforma de la Constitución y puedan hacer lo contrario sin explicación alguna, imponiendo una reforma en los términos que quieran. Pueden, pero dejan una desagradable sensación de arbitrariedad. Van a aprobar una reforma constitucional con un apoyo electoral real inferior al que obtuvo el texto en referéndum (88 por ciento de votantes de síes) lo que es significativo. ¿Por qué hay que reformar la Constitución no solamente cuando el bloque mayoritario quiera sino en los términos que quiera?

Y hay una pregunta aun más peliaguda: ¿por qué ahora? Zapatero viene dando a entender desde mayo de 2010 que las medidas que toma son obligadas y no hay alternativa. Dicho en forma algo más rotunda, que no gobierna sino que lo gobiernan. ¿Quién? Hasta ahora se decía que "los mercados", pero la decisión de la reforma parece provenir del Banco Central Europeo (BCE) o la señora Merkel, lo que es igual porque el BCE es la señora Merkel. Para los alemanes, ya se ha visto, la reforma constitucional es cuestión menos trascendente que para los españoles y los españoles no han sabido explicar que en España el asunto no es lo mismo.

En cuanto al contenido, el techo del gasto, que ha incendiado a la izquierda, es más sencillo de tratar. Obviamnte, la protesta no está en el techo en sí (puesto que ya lo hay en el 3 por ciento del PIB, según el tratado de Maastricht) sino en su constitucionalización. Los dos argumentos que utiliza la izquierda para oponerse tienen fallos: de un lado se dice que el techo termina con el Estado del bienestar pero eso sólo será cierto si ese techo es rígido y, además, se abandona la política de ingresos por vía fiscal que es lo que se viene haciendo dsde los años 90.

El segundo argumento de la izquierda señala que la constitucionalización del techo de gasto no solamente maniata a los parlamentos sucesivos sino que supone una dejación lamentable de soberanía ya ahora mismo. Lo de los parlamentos posteriores es un futurible y tiene un valor relativo. Lo de la dejación es más interesante puesto que se esgrime en una situación en la que todo avance que se da en la Unión Europea sólo puede hacerse a costa de mermar soberanía de los Estados miembros. Otra cosa es que la merma de soberanía no la imponga la Unión sino los miembros más poderosos de ella. Eso obliga a una revisión del funcionamiento de la organización.

Por último la petición de referéndum no parece que vaya a cumplirse salvo que algunos diputados de los dos partidos mayoritarios, singularmente el PSOE, rompan la disciplia de voto y se sumen a los de la oposición minoritaria hsta llegar a los 35 necesarios en el Congreso y 26 en el Senado. Solicitar algo que seguramente no va a producirse y que, si se produce, probablemente se perderá no es táctica ganadora. Claro que puede ser que su finalidad no sea ganar un referéndum improbable sino debilitar al PSOE y fortalecer las opciones a su izquierda. Es el síndrome del referéndum de la OTAN en 1986. Es posible que, en efecto, el PSOE quede en mala situación. En realidad ya lo está. Pero no es exagerado decir que no sólo el PSOE sino toda la izquierda está en mala situación. La insistencia en la petición de referéndum la empeorará.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 25 d’agost del 2011

Resacas


I. Strauss-Kahn.

Strauss-Kahn es inocente y el juez le ha devuelto la libertad. ¿Toda? No, no toda. Hay parte de ella que el juez ni nadie en la tierra es capaz de devolverle. Hay opciones que antes tenía abiertas y ahora le están cerradas. No puede volver al FMI y quizá no pueda ser candidato a la presidencia de la República de su país. No es libre del todo. Un sistema judicial indebidamente sensible al peso social de los justiciables (en un sentido u otro), unos medios proclives al sensacionalismo y unos comentaristas que toman sus prejuicios por la medida racional de las cosas han destrozado la carrera de una persona sometiéndola a un linchamiento inicuo. La víctima tiene ahora que reorientar su vida y seguramente lo conseguirá pues medios no le faltan. Los arriba citados, en cambio, no tienen nada que perder; nadie va a meterse con ellos. Sólo tendrán que hacer frente a su propia conciencia, si la tienen y, si la tienen, ojalá la escuchen. A ver si la próxima vez pesa más en su ánimo el respeto a los derechos de otro que sus prejuicios y su egoísmo.


II. La basura de los gratistotales.


La foto sólo en parte refleja el increíble estado en que quedó el campo de Cuatro Vientos en el que un millón de gratistotales tuvieron su juerga mística. Una semana (algunos dicen un mes) tardarán los servicios municipales de limpieza y las contratas en retirar las toneladas de porquería a razón de cien camiones diarios. Ya pueden los gratistotales volver a sus países con el alma limpia porque la mierda nos la han dejado aquí, incapaces, al parecer de llevarse cada uno sus tetrabicks vacíos en sus mochilas milagrosas. Digno colofón a un acto que fue una vergüenza de claudicación de los poderes civiles ante una iglesia que actúa como si el país fuera suyo: al final, meados.

En los años cuarenta del siglo XX se inauguró una línea de autobuses Madrid-Valencia que pasaba por Cuenca en uno de cuyos pueblecitos cuyo nombre he olvidado hacía una parada frente al único bar del lugar. Los pasajeros bajaban, estiraban las piernas, meaban en el excusado y volvían a subir al autobús ante la flemática mirada del propietario que decía con la sabia retranca centenaria del pueblo: "algo siempre dejan".


III. Brutalidad policial.

Decenas de vídeos tomados con móviles, videocámaras, etc. muestran que la policía se comportó como una banda de matones y gamberros de extrema derecha en diversas ocasiones con motivo de las manifas de los laicos en días pasados. Los agentes actuaron con una saña y una brutalidad contra los laicos y sólo contra los laicos que sería difícil de creer de no existir las imágenes. Es, además, una brutalidad políticamente motivada. Agreden a ciudadanos pacíficos, no por lo que hacen, que no estaban haciendo nada, sino por lo que piensan. Y eso es muy grave. Que los gratistotales hostigaran a unos ciudadanos madrileños que les habían pagado generosa (aunque no voluntariamente) su estancia aquí era de esperar. Que la policía, después de incumplir su deber de proteger la manifa legal y autorizada de laicos, la emprendiera a palos con estos y siguiera haciéndolo en días posteriores con quienes protestaban por los apaleamientos ya habidos, también era de esperar (a qué engañarnos) pero, a diferencia de los gratistotales que ya se han ido en buena hora la policía se queda. Y tiene que responder ante los ciudadanos del uso del poder y la fuerza que estos le confían. Los contribuyentess no pagan sus impuestos para que los apaleen sino para que los protejan en el ejercicio de sus derechos. Todos los ciudadanos injustamente agredidos deben denunciar los hechos. Y quizá haya que nombrar una comisión parlamentaria que investigue cómo se recluta a los policías en España y qué se les dice respecto a la función de la policía en una sociedad democrática y abierta, que no es sustituir al Papa repartiendo hostias y, encima, equivocándose de parroquia.

(La primera imagen es una foto de Guy Masavi, bajo licencia de Creative Commons). La segunda procede del blog de Juan Francisco González Barón. La tercera es una captura de un vídeo en publicado en El País.