Señor: llegará un momento en que los bochornosos episodios de gobiernos socialmasónicos en España no sean sino un vago recuerdo de una época vergonzosa que habrá que excluir de los libros de texto de historia aprobados por su Su Santidad. En aquellos años aciagos y bajo el terror de la Antiespaña de siempre, el país perdía su virilidad tradicional, se desmembraba por las maniobras de los judíos separatistas, se llenaba de moros y otros indeseables; los sodomitas y demás degenerados campaban por el suelo patrio como si éste no estuviera consagrado a la Virgen del Pilar o el Corazón de Jesús; se obligaba a las mujeres a abandonar el cuidado del hogar y la crianza de los hijos bajo el señuelo de la igualdad y la emancipación pero con el fin último de prostituirlas; el consumo de drogas era superior al de vino; el ejército, columna vertebral de la Patria, abandonado y humillado, era sólo refugio de extranjeros, delincuentes e indeseables, no con el noble fin de redimirse, como en la Legión, sino con el de vivir en amancebamiento en los cuarteles; la Iglesia, perseguida por niños lascivos y provocadores, hijos del pecado, estaba a punto de la quiebra moral con sus sacerdotes falsamente acusados de pederastia; España, la España de Ceriñola, Garellano, San Quintín, Lepanto, Bailén y Brunete, yacía de hinojos ante la insolencia del francés y el totalitarismo alemán; los obreros, inficcionados por el virus marxista, acogotaban a los empresarios y patronos; los adolescentes, malcriados por unos padres permisivos no tenían respeto alguno por los profesores, y las ciudades habíanse llenado de piojosos, pulgosos y perroflautas en jeremiada contestaria continua.
Por fortuna, en las elecciones municipales de mayo pasado, el Partido Nacional, haciendo de tripas corazón y simulando respetar el fementido régimen democrático, obtuvo una aplastante victoria sobre las fuerzas ateas, marxistas y contrarias a la raza. Ello permite abrigar la esperanza de que en las elecciones generales del 20-N se repita este gozoso resultado para bien de la iglesia y consolidación de vuestro trono, Señor, que, como sabéis, es Vuestro sólo porque así tuvo a bien decidirlo quien lo había ganado con su invicta espada en el campo de batalla, pues vuestro abuelo lo había abandonado por falta de coraje para defenderlo.
Signos premonitorios de tan feliz conclusión vienen abservándose desde los dichos comicios: la dirigente castellano-manchega apareció el día del Corpus ataviada con peineta y mantilla en la mejor tradición de la recta devoción de la bravía mujer española. Y su ejemplo está cundiendo como el que daban los cristianos martirizados en el mundo romano. Resurge así la España eterna y el macizo de la raza. Un pueblo de Cuenca devuelve a José Antonio Primo de Rivera, jefe del fascismo español, la calle que le robara la vesania social-masónica y el pueblo de Méntrida (Toledo) sacará a la calle el próximo día siete sus imágenes de mayor devoción y ocupará los espacios públicos con banda militar incluida, en homenaje a la bandera española y a los caídos "por Dios y por España" (y por su revolución nacionalsindicalista), para desagraviarlos de las injurias que reciben a través de la acción de las asociaciones de la memoria histórica, empeñadas en desenterrar las hordas rojas ejemplarmente ejecutadas al borde de los caminos de la patria por muchos de estos caídos.
Una vez se haya conseguido la victoria electoral del próximo veinte de noviembre, de profunda memoria para nosotros, será el momento de volver a la "Monarquía social, católica y representativa" que el invicto caudillo forjó en su día. Es posible que los europeos, internamente minados por el veneno del laicismo, la tolerancia y el liberalismo, objeten a este criterio de autenticidad histórica. Pero eso no debe importarnos en absoluto. Es hora de que la Patria deshaga el entuerto del europeísmo falaz y protestante por la vuelta a la aventura hispanoamericana, verdera esencia y proyección de nuestra alma colectiva. Y si también hay que reconquistar América, se reconquista.
En esta actividad de recuperación del patrimonio territorial que la divinidad otorga a España hay dos factores de inestimable ayuda: de un lado, esa izquierda extraparlamentaria que, al decir que el PSOE y el PP son lo mismo, desmoviliza el apoyo social al PSOE que es el único obstáculo entre Vos y el disfrute de una España en paz, legado último del Caudillo. ¡Loor a estos izquierdistas que son verdaderos hijos don Pelayo! Os proponemos, Señor, la creación de un nuevo distintivo que podría llamarse "Orden del bolchevique hispánico," para premiar la intensa actividad de estos esforzados paladines de la cristiandad a la hora de impedir que la socialdemocracia española pueda ganar las elecciones.
Por otro lado, la existencia de un sistema mediático claramente hegemonizado por los hermosos ideales del trono y el altar. Los periódicos comerciales españoles, prácticamente todos, excepto El País, Público y El Periódico de Cataluña están al servicio de la derecha pero, de nuevo, los periodiquitos de la extrema izquierda, al amalgamar (como dicen que hacía Stalin) toda la prensa comercial en un sólo concepto de prensa falsaria y manipuladora, eliminan aquella diferencia fundamental, que da que la de izquierda sea de calidad y la de derecha, no; que unos sean prensa y otros tabloides y pasquines. De nuevo se recomienda aquí la creación de un premio que pudiera llamarse "Orden de la Pravda de verdad" que es algo así como llamarla "orden de la verdad verdadera", para premiar los pasquines revolucionarios dedicados a acabar con la socialdemocracia en nombre de la "verdadera" socialdemocracia.