divendres, 5 de juliol del 2013

Su Majestad el Rey de España


"Al Rey la hacienda y la vida se han de dar; pero el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios", dice el bueno de Pedro Crespo, ese Pedro Crespo que habita en el corazón de todos los españoles. El honor. He ahí la piedra en la que tropieza la raza. Otras naciones, también defensoras de ese preciado bien, no han tenido inconveniente en renunciar a él, en ser alevosas, felonas, traidoras, por creer que les iba en ello la supervivencia. Pero no los españoles. ¿Felones? ¿Traidores y alevosos los españoles? Jamás. Pueden haber sido crueles, depredadores, genocidas, tiránicos. La furia española viene de antiguo. Pero lo han sido por razones nobles. Antes de nada, el honor.

La monarquía, otrora justificada en el poder de las armas directamente blandidas por los monarcas en los campos de batalla, descansa hoy exclusivamente sobre el respeto, sobre el honor. Al extremo de que este la define cuando se dice que es una magistratura honorífica, cosa que tampoco asusta mucho pues suele matizarse como meramente honorífica. En todo caso, honra, honor, ejemplo, virtud (incluso la "virtú" maquiavélica, que viene de la "areté" griega), elegancia y liberalidad. Eso es lo que la Monarquía exige de y para sí misma.
 
Pero no es lo que procura. La dinastía de los Borbones está tachonada de comportamientos vituperables, ya considerados como hereditarios. Algunos ejemplos sobresalen: Carlos IV y Fernando VI fueron, entre otras cosas, felones y traidores, entregando la corona a Napoleón. De la Reina Isabel solo se conocen desatinos, libertinajes y puro delirio. Alfonso XIII creía que la sociedad estaba compuesta por caballos y militares y el resto era carne de cañón.

El actual en el oficio nunca estuvo muy sólidamente anclado en el corazón de sus súbditos. Las derechas no eran monárquicas sino franquistas y las izquierdas, ya se sabe, de la casta de Caín republicano. La distinción que muchos hacían (al parecer por prudencia) al afirmar que no eran monárquicos, sino juancarlistas, pretendiendo ser pragmática, era una afrenta a la esencia misma de la Monarquía pues reducía la figura del Rey no a la del sucesor dinástico (que, de todos modos, tampoco lo es) de la Corona, sino a la de un vulgar caudillo de origen cuartelario. Un Rey nombrado por un militar.

Una pléyade de intelectuales y comunicadores ha elaborado una especie de leyenda, legitimando la figura del Rey -y, de paso, de la Monarquía- por su valor instrumental. La Monarquía ha sido el medio utilizado por los dioses para devolver la democracia y las libertades y derechos a los españoles. El Rey es la transición misma; la democracia; el Rey es el cambio. ¡Viva el Rey! Es posible pero, si lo ha sido, fue como heredero y albacea de Franco; no como su opositor y alternativa. Tanto es así que hay quien dice que fue Franco quien trajo la democracia a España pues él ya sabía que el Borbón sería felón, como un Juliano, y haría lo contrario de lo que había jurado hacer. Suena algo a fábula pero he leído y oído cosas peores. En todo caso, aquí se quede la cuestión de la legitimidad de origen de la monarquía juancarlista, terreno propicio y muy sugestivo para los debates de expertos en estas cosas de la realeza.

El caso es que la Monarquía, la Corona, el Rey, Juan Carlos y su familia, llevan unos años dando tumbos cuesta abajo a toda velocidad en la estima de los ciudadanos. Los datos que ofrecen los barómetros del CIS, mantenidos en el tiempo, con consideración negativa hacia la Casa Real deben de tener a esta en permanente estado de aflicción que se añadirá al martirio que sufre con el procesamiento del duque rampante. Ya el empleo del término denota que, a la vejez, el monarca borbonea. El sentido en que se emplea aquí "martirio", es el popular, el folklórico que tanto aman los Borbones, el que apunta al sufrimiento (generalmente de amores), al tormento. Pero martirio no es eso, sino que se refiere a una inmolación gozosa que de sí mismo hace el creyente a mayor gloria de Dios y recompensa suya. Y no veo a Juan Carlos con una palma; más bien con muletas, mudos testigos de sus desvaríos.

Y ahí es donde la dinastía se ha precipitado en el abismo del desprestigio y el deshonor. La opinión, supongo, estará dispuesta a pasar por alto algún que otro desliz. Al fin y al cabo, todos somos humanos y del Rey suelen decir los papanatas que es una persona normal, como tú y como yo. Pero hay fuerte sospecha de que no es un desliz sino un comportamiento general, continuado y normalmente criticable, cuando no reprochable. Es imposible que la opinión pública pase por alto tantos osos, elefantes, miles de millones de fortuna según Forbes, tratos poco claros con la Hacienda pública, amigas íntimas de próxima residencia, yernos presuntamente hampones, familiares con dimes y diretes, yates, intervenciones poco afortunadas o directas meteduras de pata diplomática y de las otras. La caída de la imagen del Rey -de quien todo el mundo se acuerda cuando algún mandatario dimite, incluso aunque sea Papa, para recomendarle lo mismo- ha arrastrado a la institución. El otro día, el público del Real silbó y abucheó a la Reina. No a la Reina con Wert, cosa comprensible, sino a la Reina sola. El espejo de la discreta y sufrida dama que lleva con dignidad tanto ultraje se ha quebrado. Ni la Reina suscita respeto. Aquí el honor cuenta poco.
 
Lo dijo Ortega, ¿no? Pues ya está. Y tal.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 4 de juliol del 2013

El lío de la izquierda.


Es casi una jaculatoria en los círculos de la izquierda: ¿cómo es posible que gobierne la derecha con mayoría absoluta siendo nosotros más? Algo de responsabilidad cabe aquí a la desunión, la fragmentación, tan típica de la izquierda como el polen de la primavera. Se oyen rumores unitarios. Esto no puede seguir así. Hay que formar frentes, alianzas, generar movimientos. Hay que ir a la unidad de la izquierda. Ya no como táctica para la victoria sino para la mera supervivencia.

Así que lo primero que se hace es montar un movimiento nuevo. Convocatoria Cívica se llama la plataforma impulsada por Garzón, Mayor Zaragoza y un buen puñado de intelectuales de izquierda. Nace con un manifiesto y se concibe como un movimiento, si bien no descarta presentarse a las elecciones, aunque el juez aclare que él no será candidato. Por supuesto, la llamada primera de la nueva organización es a unir, a aglutinar fuerzas, a hacer frente a la derecha. Si no recuerdo mal, Julio Anguita a su vez, anima algo parecido de similar denominación, Foro Cívico o Frente cívico, no estoy seguro. Por otro lado se oye hablar de un Frente amplio promovido por Llamazares que está en IU, pero con su partido propio, Izquierda Abierta. No sigo contando los otros grupos por no marear, pero hay algunos más. Todos predican la necesidad de unidad de la izquierda. Y ninguno la practica porque todos quieren que se produzca en torno al palo de su bandera. Bien es cierto que las últimas formaciones muestran un talante más abierto, no quieren poner a la gente a marcar el paso y se muestran favorables a formas mixtas, como relaciones de redes, dobles militancias y cosas así. Pero cada uno es cada uno y eso se nota en la común característica de tratarse de asociaciones con un fuerte liderazgo personal.

La izquierda tiene un problema agudo de narcisismo imposible de resolver. La idea de concurrir a las elecciones toda unida como una piña, cual hace la derecha, la asalta periódicamente, pero no lo consigue, en parte porque no quiere y en parte porque no puede. Que no puede está claro: es imposible agrupar en una sola organización racionalmente constituida a tanto líder carismático u hombre providencial como bulle en el espacio público y que cada uno brille con luz propia y tenga una presencia destacada. Esa fórmula todavía no se ha inventado. Así seguirá por tanto la feria de la unidad de la izquierda en la que cada cual monta su chiringuito.

Esta nueva Convocatoria parece loablemente volcada a las redes digitales. Sí, la ciberpolítica es muy prometedora. Pero también es muy dura. Si los dirigentes de la formación creen que, por abrir sus páginas a los debates van a movilizar una aspiración regeneracionista, como parecen pretender, no tardarán en moderar considerablemente sus expectativas.

Pero tampoco quiere. Esto es más difícil de ver. Pero es real. La quiebra principal afecta a las dos formaciones mayoritarias de la izquierda, IU y el PSOE. En la medida en que IU es una formación hegemonizada por el Partido Comunista, la situación no es absoluto distinta a la que se ha venido dando en Europa hace casi ya cien años: una izquierda comunista desgajada del gran tronco socialdemócrata  que sigue generalmente su trayectoria. Durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI se ha mantenido esa división de lo que antes se llamaba el "movimiento obrero" y es seguro que en el 90 % del tiempo ambas formaciones han estado enfrentadas y atacándose. Unirlas no es fácil.

Es hoy y, cuando alguien habla de unidad de la izquierda, seguro como la ley de la gravedad que algún otro negará al PSOE la condición de partido de izquierda.  Son los censores, generalmente del ámbito comunista, que no advierten el carácter plural y los contornos difusos de la izquierda pues únicamente se rigen por los dogmas que llevan en la cabeza. En su formulación más grosera, esta mentalidad remite a esa fórmula tan falsa como inepta de que el PP y el PSOE son lo mismo. Fue Rubalcaba quien por fin hubo de responder con contundencia a Coscubiela en el congreso diciéndole algo evidente para todo el mundo que no hable a base de prejuicios: que no, que el PP y el PSOE no son lo mismo, ni mucho menos.

Los socialistas están dispuestos, al parecer, a hablar con IU para llegar a acuerdos con el fin de frenar a la derecha. Parecería lo lógico (si se olvidan las muchas veces que han pactado con la derecha en contra de IU); pero no se ve a IU entusiasmada con la idea. Es comprensible. Los sondeos le auguran subidas de votos importantes (como a UPyD) y, en esa promesa, la formación vuelve a acariciar la idea aguitiana de los ochenta del sorpasso. Superar a los socialistas en votos es la última aspiración de esta izquierda y, obviamente, eso no sucedería si fueran unidos.

¿Y si, llegadas las elecciones, no hay sorpasso? Bueno, se dispondrá de cuatro años para fundar nuevos grupos unitarios. Y se hará y así se seguirá, con una izquierda mayoritaria a la que las minoritarias niegan la condición de tal y una miríada de "verdaderas" izquierdas, todas llamando a la unidad cada una desde su irreductible trinchera.

Esa patológica tendencia al fraccionamiento de la izquierda (mientras la derecha es unitaria) debe tener alguna explicación y, luego de darle algunas vueltas, he llegado a la conclusión de que quizá se deba a una circunstancia -entre otras- muy curiosa que normalmente no se subraya: la diferencia entre la derecha y la izquierda es que, mientras aquella defiende intereses, esta defiende ideales. Los intereses son pedestres, materiales, muchas veces inconfesables, pero sólidos y aglutinan mucho. La derecha sabe siempre lo que quiere, el poder y el dinero. Los ideales son etéreos, sublimes, muchas veces quiméricos, muy diversos y alimentan las fantasías de omnipotencia de unos dirigentes carismáticos que siempre prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. La izquierda no suele ponerse de acuerdo en lo que quiere porque carece de anclaje práctico.

Pero la república de los ratones no es una perspectiva verosímil. Ni siquiera deseable. 

dimecres, 3 de juliol del 2013

¡Váyase, señor Rajoy!


¿No ve que es usted una vergüenza nacional e internacional?
¿No ve que en el extranjero le tienen por un inútil (el "político más incompetente de Europa", ha dicho de usted un eurodiputado británico, Nigel Farage)?
¿No ve que los españoles no le respetan y hacen chistes sobre usted, su afición a los sobres, su cobardía, su silencio, sus mentiras, su falta de entereza y dignidad?
¿No lee usted los barómetros en los que sistemáticamente aparece usted el penúltimo, siendo el honor del último para Rubalcaba?
¿No ve que nadie le cree -ni siquiera le ríe ya- sus mentiras?
¿No ve que hasta sus cofrades de partido se avergüenzan de usted?

¿Quién se ha creído que es usted?
¿Cree de recibo que un presidente de un país europeo lleve seis meses ocultándose vergonzosamente, no compareciendo ante la prensa o haciéndolo en situaciones ridículas a través de una pantalla de plasma? ¿Que es admisible no permitir preguntas y negarse a contestarlas?
¿Cree que un presidente medianamente respetable puede responder a preguntas que ponen en duda su honorabilidad y su honradez con necedades idiomáticas como "¡Sí, hombre!", "todo es falso menos alguna cosa" o "ya tal"?
¿Cree que hay un solo líder democrático en Occidente que lleve seis meses sin dar cuenta de sus actos, en especial cuando estos están teñidos de fundadas sospechas de ser los de un personaje corrupto?
¿Cree admisible que no comparezca usted en el Parlamento y, cuando lo hace, no responda a las preguntas de la oposición?
¿Cree usted que se puede despreciar de tal modo a los diputados de la oposición y, a través de ellos, a los millones de españoles que representan?
¿En qué mundo piensa que vive usted?

¿Cuánto tiempo más piensa usted seguir mintiendo cada vez que habla?
¿Cuánto sosteniendo que no cumple con su palabra pero sí con su deber, como si esto fuera una nación de granujas que ignorara que el primer deber de un hombre digno es cumplir con su palabra y, si no, no haberla dado?
¿Cuánto negándose a pronunciar el nombre de Bárcenas, esto es, el de quien puede tener las pruebas de que lleva usted años cobrando dineros indebidos y recibiendo regalos y agasajos de delincuentes?
¿Cuánto sin hacer pública de verdad (no esa falsedad que le amañaron sus trujimanes) su declaración de la renta?
¿Cuánto sin confesar en sede parlamentaria el monto total de lo que en blanco, en negro o en colorado haya recibido al mes por todos los conceptos?
¿Cuánto negándose a contestar a las preguntas de la gente sencilla sobre los dineros que cobra?
¿Cuánto mintiendo como un redomado hipócrita al afirmar que tiene "los problemas de los ciudadanos", mientras trincaba usted a las escondidas al parecer más de 200.000 euros anuales?
¿Cuánto explotando su altanera afirmación de que "no está en política por dinero" cuando se presume que lleva años apañando un capital que solo en sobres bárcenigos se calcula en 1.500.000 euros?

¿Qué cree usted que es la vida política de un país democrático?
¿Un lugar en el que el tesorero de un partido está en la cárcel y el presidente que lo nombró no se da por aludido ni acepta responsabilidad política alguna siendo así que hasta es posible que las tenga penales?
¿Un lugar en que el presidente del gobierno mantiene en el cargo a ministros bajo sospecha vehemente de corrupción (Ana Mato: 800.000 euros gurtelianos; Gallardón: 140.000 euros a Urdangarín) y hace la vista gorda cuando se le exige que los destituya?
¿Un lugar en el que se descubre que el ex-secretario general del PP, señor Arenas, lleva años despilfarrando el dinero de todos los españoles en sobresueldos, noches de lujo en el Palace, comilonas de 1.000 euros la mesa y otras andanzas posibles -aquí ya nada es imposible- y fáciles de imaginar, pero el presidente de ese mismo partido no acepta responsabilidad alguna?
¿Un lugar plagado de sinvergüenzas, corruptos, malversadores, estafadores, todos ellos de su partido y en estrecha relación con usted sin que haya usted jamás instado la dimisión de ninguno de ellos?

Váyase, señor Rajoy; váyase y no vuelva. Ha tolerado usted que, bajo su mandato, el latrocinio y la ilegalidad se instalen en su partido, siendo usted, presuntamente, el primer beneficiario.
Ha convertido usted la política en una actividad de embusteros, cínicos, corruptos y ladrones.
Ha desprestigiado usted España en el exterior y la tiene indignada en el interior.
Váyase ya tras haber denigrado todo lo que de constructivo, solidario y humano tiene la vida pública, comprando para su inútil defensa una pandilla de granujas que se forran a su vez con dineros mayormente públicos a cambio de hacerle la pelota y cantar sus excelencias, y pasan por ser publicistas y comunicadores.
Váyase. Ya no queda nada por ensuciar, pervertir, prostituir. El país esta en mitad de una crisis económica y moral y esta útima se debe en exclusiva a usted.
Porque de la crisis económica es corresponsable su antecesor, Zapatero; pero de la moral solo lo es usted. Zapatero puede no ser extraordinario. Pero es un hombre honrado.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 2 de juliol del 2013

El muro y la náusea.

Tomo prestados dos títulos famosos del siempre interesante y polémico Jean-Paul Sartre para llevar el agua al molino de mi país, hoy sumido en un desconcierto mayúsculo al no saber ya cómo interpretrar la oleada de corrupción, envilecimiento, hipocresía, embustes y abusos. Y no es fácil poner algo de sentido en este frenesí en el ue los más destacados políticos del PP andan ya a la gresca sin contemplaciones.

La señora Aguirre se tiene por una "política honrada" y dice estar absolutamente abochornada por la corrupción en el PP, aunque luego, ya sentada en la reunión presidida por Rajoy, uno de los principales sospechosos de haberse beneficiado de esa corrupción, se quedó muda, tras haber dicho que el presidente también está abochornado. Bueno, cualquier lo estaría. Pero, sin duda, no ignoraba que su compañera de partido, la inefable Cospedal, acababa de decir que el PP "ha hecho un ejercicio de strip-tease sin igual". Al margen de lo pintoresco de la metáfora que suena a club de alterne, si lo que se quiere decir es que el PP es transparente, es tan inverosímil que hasta Aguirre la niega. Nada de transparencia; lo que hay es corrupción. ¡Si lo sabrá ella! Se considerará como una política cuan honrada se quiera y está en su derecho en tanto que los ciudadanos estamos en el nuestro de reservarnos el juicio hasta que se aclaren los episodios de FUNDESCAM, la supuesta financiación ilegal del partido, los cientos de contratos con la trama Gürtel y el caso de la Gestapillo.

Aguirre está abochornada y Aznar está que bufa. Nada nuevo, se dirá; pues no; solo que ahora está que bufa con los suyos. Se ha negado a hablar en su universidad de verano de la FAES y no ha dirigido la palabra a Cospedal. Caballero no ha sido nunca el mozo, sino más bien de meter bolígrafos por los escotes. Ante tamaña grosería, Cospedal, quien tampoco es un prodigio de delicadeza, salió como pudo del trance, pues ya empieza a tener experiencia de encontrarse en apuros. Se puso a teorizar sobre la dimensión ética de la política y otras excelsitudes, pero la pregunta que le cayó, de estos periodistas metomentodo que hay, fue si no tenía miedo de lo que Bárcenas pudiera decir; a lo que contestó, garrida e ingenua que no tenía miedo a lo que pudiera decir Bárcenas. Es lógico, con lo que ha dicho y hecho hasta la fecha el ex-tesorero, Cospedal debería haber dimitido irrevocablemente.

Pero ahí están todos, bajo sospechas y acusaciones de corrupcion, tirándose los trastos en un sálvese quien pueda que, de momento, se evita por la consigna de Rajoy de no hablar, no hacer declaraciones, callar, por ver si escampa. Este es el muro, este obstinado casi delirante silencio de Rajoy, quien sigue sin pronunciar el nombre de su némesis: Bárcenas. Él que se reía de que Zapatero no pronunciara la palabra crisis, lleva seis meses sin mencionar el nombre de quien quizá pueda acabar con su carrera política y quién sabe si algo peor. Así que el silencio de Rajoy es el silencio del acusado, un mecanismo algo neurótico de defensa.

Solo se rompe ese denso y asfixiante silencio para decir perogrulladas, del tipo de que no se comentan las decisiones de jueces (salvo cuando las comentan, claro) y el PP colaborará -como ha hecho siempre- con la justicia. Para probarlo de una vez por todas, ayer nos enteramos de que el PP ha destruido el registro de entradas de Génova 13 que había pedido el juez Ruz. ¿Lo ven? Eso es colaborar con la justicia.

Es un muro de indiferencia, insolencia y desprecio por la ciudadanía sin parangón. El desparpajo con que los gobernantes mienten, se burlan de la opinión, se niegan a dar cuenta de sus actos, no admiten la menor responsabilidad por sus presuntas fechorías es alucinante. El gobierno es un muro tras el que van a refugiarse todos los que, en los últimos años, parecen haber vivido como marajás de la política a costa del erario público y aumentado en muchos casos sus patrimonios por vías corruptas. Frente a ese muro surge la náusea. Y esta se refuerza día a día con el goteo de noticias que, agregadas, presentan un panorama como de fiesta del latrocinio, la verbena de la estafa, la feria de las vanidades y el derby de la corrupción. Cuatro nuevos casos para ir rellenando huecos de este mosaico de la corrupción estructural, que afecta al partido del gobierno, al gobierno y a buena parte de la administración pública:
  • El fiscal pide investigar el caso del espionaje a Alicia Sánchez Camacho otra que, al parecer cobraba jugosos sobresueldos, sin aceptar la trapacería de los 80.000 euros a cambio de que no se hiciera público el contenido de unas conversaciones que, por lo que se ha filtrado, muestran una política de comportamiento claramente mafioso.
  • Recién salen a la luz más pápeles barcénigos que, de ser ciertos, nos muestran a un Javier Arenas dándose un vidorro de lujo de sátrapa durante años. Según los documentos, el PP pagaba a este ejemplar político diversos sobresueldos, semanas enteras en el Palace y festines como los del Rey Baltasar, que no bajaban de 1.000 euros, una especie de boato y derroche propios de un Gran Gatsby mezclado de Beau Brummel y Babbitt. Un dandy de provincias, un burgués con fantasías de refinado aristócrata, viviendo a cuerpo de rey en Madrid con cargo al partido que, al estar financiado con dineros públicos, significa con cargo a todos nosotros. Con razón se niega Arenas a aclarar cuánto ingresaba en metálico y en especie. Le daba vergüenza. Sí, es de vergüenza. Pero no dimite y se esfuma. Al contrario, mañana o pasado nos endiñará un discursito sobre la ética en la política.
  • Resulta que, entre las numerosas actividades de Blesa al frente de Cajamadrid, que dejó en la quiebra, había, al parecer créditos de favor para que los yernos de Alvarez Cascos y Díaz Ferrán se dieran a su vez el vidorro comprando yates y coches de lujo. ¿Quién dijo que había problemas de crédito? No para los amigos, ni para los yernos de los amigos.
  • El juez abre la vista oral contra dos asesoras de Camps, una de ellas, expresidenta de las Cortes valencianas, por malversación, cohecho y prevaricación, la trinidad delictiva propia de los barandas del PP. Si contamos todos los políticos de este partido procesados, imputados o bajo fuerte sospecha de estarlo en breve, exactamente ¿a quién se refiere Aguirre cuando habla de "políticos honrados"?
No se negará que la situación es calamitosa.Un gobierno sin autoridad moral alguna, con un índice bajísimo de confianza ciudadana y que es objeto de todo tipo de chirigotas, no puede hacer nada como no sea dimitir cuanto antes. El problema es que no hay recambio. En su propio partido todo es más de lo mismo y de la oposición nada mejor puede decirse. Únicamente Cayo Lara ha pedido la dimisión de Rajoy, Montoro y Cospedal por considerarlos cómplices de Bárcenas. El PSOE no comparece y su oposición es prácticamente inexistente a la sombra de esos pactos que -ya se ha visto- han servido para que nadie se entere de qué haya pasado en Bruselas. Dice Rajoy que "hemos conseguido casi todos nuestros objetivos". Ese casi es, como el "salvo alguna cosa", una magnitud indefinible. Por lo demás oposición constructiva, que quiere decir, invisible. En un artículo de El País, Elena Valenciano despeja rumores y equívocos, se afianza en la misión encomendada al secretario general (y entendida a su modo) y lo fía todo a la profunda renovación teórica con que el PSOE emergerá en octubre de su estudioso cenobio y, como un Moisés descendiendo del Sinaí, mostrará las tablas de la ley al pueblo elegido, o sea, al pueblo elector, cuya confianza quiere Valenciano recuperar. Una sola observación marginal: el mejor medio de ganarse un fracaso es generar expectativas desmesuradas a plazo fijo.

 Mientras tanto, la fiesta sigue. Hoy, la política española se hace en los tribunales.

 (La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dilluns, 1 de juliol del 2013

Cuando la razón la tiene el otro.


Voy a hablar de un libro que no he leído porque acabo de enterarme de su existencia. Tengo al autor, Bartolomé Clavero, en la máxima consideración, como estudioso, profesor, historiador y hombre de los más elevados ideales, defendidos con fuerte base documental y científica. Su Manual de historia constitucional de España es tan acertado al tiempo que original que uno se siente tentado a situar al autor en la estela del afamado constitucionalista estadounidense, Charles A. Beard. Desde luego comparte con él una visión materialista de su objeto, como se prueba en el resto de la abundante obra de Clavero.

No sobre el libro, que leeré, probablemente devoraré, en cuanto pueda, versa este comentario, sino sobre su contenido, según la noticia que de él da la prensa Un hijo de la casta franquista: "Nos beneficiamos y no podemos estar exentos de responsabilidades". Ahí es nada. Confesión a pecho descubierto de lo que quedaba por decir en este horrible drama de la guerra civil y el franquismo. Hasta ahora, cuando de reconocer una equivocación o un error se trataba, habían hablado los franquistas, los padres: Tovar, Ridruejo, Laín... Es curioso que una de las expresiones empleadas por Clavero en su presentación haya sido "descargo de conciencia", justo el título del libro de Laín. Pero el descargo actual es el de los hijos de la casta y va más a lo profundo de esa herida siempre abierta de la guerra y la postguerra (sobre todo la postguerra) haciendo un reconocimiento del otro de la contienda y admitiendo que tiene razón al reclamar justicia (siempre denegada) y devolución de cuanto le fue robado contra todo derecho. Que yo sepa es el primer hijo de la casta que se expresa en esos términos. Y no dudo de que si la casta entera fuese de tal parecer, si los franquistas y herederos de los franquistas reconocieran que obraron mal, que corresponde restituir en sus derechos a todas las víctimas de aquellos años (y subsiguientes) de latrocinio, delincuencia, expolio y tiranía, quizá la herida comenzara a cicatrizar. Pero está muy lejos de hacerlo. Antes al contrario, se empeña en mantener la injusticia del franquismo a base de obstaculizar o impedir la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica que en sí misma bien poca cosa es.

Por eso tiene que ser tan extraordinario el libro de Clavero. Una pedrada en el estanque putrefacto del franquismo residual. Y, sobre todo, porque da al problema una dimensión filosófica. Clavero obliga a mirar al otro cara a cara, a los ojos, a darle la razón y pugnar porque se le resarza. El descubrimiento del otro, que es el hallazgo de la filosofía de Lévinas: el rostro del otro se me hace presente y me fuerza a salirme de mí mismo y a dejar de considerar que en el mundo solo cuento yo, que es lo que le pasa a la casta franquista. Encerrada en su silencio, enrocada en su propósito de no hacer justicia a las víctimas, para que no se toquen sus privilegios, producto de la rapiña, no reconoce otro alguno que la interpele. Para no oírlo, sopla las trompetas de la Nación-española-obligada-a-no-remover-el-pasado-y-mirar-hacia-el-futuro. Como si eso fuera posible cuando el pasado está presente por doquiera, no solamente en donde se ve (como rótulos de calles, inscripciones en las iglesias) sino también en donde no se ve, por ejemplo las cunetas y fosas comunes de todos los campos de España, en donde yacen decenas de miles de asesinados. Y, recuérdese, muchos de ellos lo fueron para poder robarles sus caudales y propiedades, de cuya injusta posesión se benefició la casta franquista, adquiriendo con ello una responsabilidad que Clavero es el primero en reconocer.

Es un hito.

Y, ya puestos en el otro, vámonos a otro caso de otridad muy presente: el catalán. El sábado, 90.000 personas, convocadas por Omnium Cultural y otras organizaciones independentistas, celebraron durante seis horas en el Camp Nou una fiesta a favor de la independencia de Cataluña. Es un paso más en esa efervescencia que vive el Principado entero. Y ya tienen previsto otro: formar una cadena humana por la independencia el próximo 11 de septiembre, una cadena humana de cientos de kilómetros. Quieren un referéndum de autodeterminación para 2014, tricentenario de la caída de Barcelona en manos del Borbón. Al acto del Camp Nou no acudieron Mas ni Durán. Es obvio, el independentismo que, con el nombre de soberanismo, puso aquel en marcha, se le ha ido de las manos, se ha escorado a la izquierda y él, más que dirigirlo, lo sigue. Qué suceda al final está por ver.

En los últimos tiempos, el rostro del otro catalán ha cambiado. Los españoles, en cambio, siguen mostrando el mismo: o bien no se dan por enterados del planteamiento catalanista (que ya casi cabe considerar catalán sin más), como si no fuera con ellos, o bien cambian a su vez y muestran el rostro más hostil y amenazador que pueden. Resulta pintoresco que ni Rajoy ni Rubalcaba hayan hecho comentario alguno sobre el Camp Nou. Para Rajoy, el otro, como Bárcenas, no existe. Para Rubalcaba existe pero es como si no existiera porque no está dispuesto a escucharlo. Los dos, por tanto, mudos, aunque estoy seguro de alguno de los dos, si no los dos, tendrá sentidas palabras para derrota de la Roja. Ven -o dicen ver- el fútbol con delectación para sentirse miembros del pueblo pero ni entienden su país ni sobre él se les ocurre nada que no sean vulgaridades manoseadas.

Según algunos, este crepitar independentista no es más que una triquiñuela para presionar a los españoles y sacarles tajada, en forma de concierto económico o de cualquier otra. Menudos son estos catalanes. Siempre hay que comprarlos para que se callen. Es una suposición basada en un prejuicio, en un topicazo y, vistas la historia y el momento actual, además, injusta y bastante lerda. Entre otras cosas porque eso es lo que hace todo el mundo: tratar de sacar el máximo beneficio de los propios actos. Y porque, además, ahora la reivindicación independentista no aceptará una componenda de pacto fiscal.

Lo más lamentable es ver a España luciendo su peor rostro frente al nuevo otro. Tenía que venir en el semblante siempre hosco y la actitud siempre amenazadora de Aznar, quien avisa hoy en ABC de que el desafío secesionista catalán es, desde el punto de vista de la legalidad y de la historia de la Nación española, absolutamente inaceptable. ¿Cuánto de inaceptable? Todo. De referéndum de autodeterminación ya ni empezamos a hablar y, de seguir las cosas por la senda separatista, se emplearán los medios que sean necesarios. Punto.

Pero no hay punto. Esta vez la historia sigue. No se puede bombardear Barcelona. Europa entera está atenta a lo que suceda en España y, de paso, no entiende por qué los escoceses pueden lo que no pueden los catalanes. Por eso, la verdad, Palinuro es muy crítico de la valía y la talla de los dos dirigentes de los partidos dinásticos para hacer frente a esta situación. Ya, ya sé que están esperando que los catalanes hagan algo contrario a la legalidad constitucional para ir corriendo al Tribunal Constitucional, cuyo prestigio para mediar en estos asuntos, ellos mismos se han encargado de destruir. ¿O no fue la famosa y malhadada sentencia del TC sobre el Estatut la que desencadenó la efervescencia independentista?

Pero, aparte de ir a chivarse al abuelo y dar por descontado un futuro de permanente conflicto judicial, institucional, de orden público, etc., en los próximos años, una relación de hostilidad y enfrentamiento permanentes, ¿no piensan los estrategas de los dos partidos dinásticos en la posibilidad de abordar el problema catalán en una mesa de negociación que bien podría ser una Convención en donde se plantearan las cuestiones vivas de la organización territorial española? ¿No piensan, en fin, hacer ninguna propuesta positiva, ofrecer diálogo constructivo? ¿Seguirán negando la existencia del otro catalán al igual que, al menos la parte conservadora, niega la existencia del otro republicano?

diumenge, 30 de juny del 2013

Dan asco.


Como si fuera una ilustración de la entrada de hoy de Palinuro sobre la codicia, encuentro esta imagen en Twitter que ya lo dice todo, aunque en ella faltan Aznar y Mato, quienes debieran estar.

No es Bárcenas. Bárcenas solo era un mandado que ejecutó un plan seguramente pensado por sus jefes, Aznar y Rajoy, para financiar ilegalmente el PP y conseguir que ganara las elecciones que no merecía ganar. De ese modo, todas las consultas electorales y sus resultados desde los años noventa pueden ser falsos, producto de la mentira, el abuso, la corrupción. Todos los gobiernos del PP salidos de esas elecciones amañadas son ilegales y sus decisiones debieran ser anuladas por los tribunales.

Además de financiar ilegalmente el PP, el plan parece haber incluido un proyecto para enriquecer a sus ideadores, llenar sus bolsillos con dinero de todos los colores, asignarse prebendas inmensas y beneficiarse de la generosidad de presuntos delincuentes como Bárcenas y Correa, sobre todo Correa, el dadivoso, a base de bodas de lujo de arribistas paletos, viajes de placer, regalos suntuarios, fiestas de familia y coches de alta gama dotados de últimas tecnologías, incluida la invisibilidad.

Lo que la contabilidad barcéniga muestra es un plan deliberado para captar donaciones ilegales de empresarios, trocearlas para burlar al Tribunal de Cuentas y repartírselas luego en forma de sobresueldos. A cambio, los empresarios recibían adjudicaciones millonarias de las administraciones públicas controladas por los cómplices, amigos y protectores de Bárcenas. Se cierra así el círculo podrido de la corrupción que es la esencia misma de los gobiernos del PP; y la víctima última del expolio, por supuesto, el erario público, esto es todos los españoles a los que estos presuntos sinvergüenzas llevan años robando y que ahora tienen que pagar con sus ahorros, sus magros sueldos, sus pensiones, sus casas, el latrocinio organizado de esta pandilla de chorizos

Además de la financiación ilegal y lo que estos pájaros trincaban para sus bolsillos, empezando por el presidente del gobierno (1.500.000 euros en sobres) quedaba dinero para untar periodistas, fundaciones, columnistas, intelectuales que pregonan el neoliberalismo, la honradez y transparencia del PP y la necesidad de acabar con los sindicatos, los derechos de los trabajadores y las políticas públicas que refrenan algo la agobiante codicia del capital y sus lacayos. Literalmente fondo de reptiles para pagar bufones en todos los medios privados y públicos que controlan, que son muchos. Los medios y los bufones, verdaderos esbirros sin un átomo de dignidad personal.

Esta es la cruda realidad que el país debe afrontar: no es que el asunto de Bárcenas sea vomitivo como con toda razón dice Arantza Quiroga. Es que es el PP en pleno el que es vomitivo. Es que todos sus gobiernos están plagados de corruptos, estafadores, pillasobres y mangantes.

Es intolerable que esta pandilla de presuntos chorizos siga gobernando el país (es decir, esquilmando el país) y que, además, se permita el lujo de hablar como si fueran políticos y no eso directamente: presuntos chorizos que debieran estar todos en la cárcel.

De la codicia.


De vez en cuando un cura prominente, un obispo, el mismo Papa, se descuelga atribuyendo la crisis actual al generalizado relativismo moral de una época que ha dado la espalda a Dios. Los medios se hacen eco de la noticia pero esta no suscita muchos comentarios de plumillas o solemnes tribunos por considerarse que, aunque el clero ejerza su cometido, lo hace con unos argumentos peculiares y muy alejados del normal raciocinio de las cosas. 

Todo el mundo achaca la crisis a factores estructurales, objetivos, independientes de la voluntad de las personas, tanto más de sus creencias religiosas y morales o de sus sentimientos. La burbuja inmobiliaria, los hedge funds, la falta de controles, las políticas de desregulación neoliberales (si hablan los socialdemócratas), las sistemáticas intervenciones del Estado socialdemócrata en el mercado (si hablan los neoliberales), la especulación financiera, son algunas de las causas invocadas. El olvido de Dios tiene aquí escaso cometido.

Y, sin embargo, los curas no andan esta vez tan descaminados. Ya sea la burbuja, los fondos, la desregulación o cualquier otra razón, en el fondo de la crisis aparece un elemento de motivación humana presente en todas las explicaciones: la codicia, el desmedido afán de riquezas, la acumulación de caudales. Es algo parecido a la explicación eclesiástica del olvido de Dios, pero no es lo mismo. Y no es lo mismo porque los curas son los primeros en sucumbir a esa oscura pasión de la codicia.

Es la codicia la causante de la crisis; el afán de lucro llevado al paroxismo en un terreno falto de normas o despojado de ellas. Los ejemplos los tenemos a diario: fortunas que se calculan en miles de millones de euros. ¿Para qué puede querer alguien miles de millones de euros? Es como esos magnates, gobernantes ladrones o delincuentes de éxito que poseen colecciones de cientos de coches de lujo. Nadie puede conducir de modo placentero cientos de coches en su vida. Esa es la cuestión, el problema de la codicia es su falta de límite. La clase ociosa, según Veblen se consagraba al consumo ostentoso. La acumulación de riquezas tenía una finalidad humana comprensible: hacer rabiar al vecino de envidia viendo cómo entras y sales de tu casa a través del helipuerto de tu terraza. Pero la actual epidemia de codicia ya no es como aquella. Hasta el consumo ostentoso ha desaparecido. De vez en cuando puede salir alguna noticia especialmente llamativa como que tal o cual gobernante tenga una especie de serrallo de menores en una villa del Mediterráneo, por ejemplo. Pero, justamente, cuando se conocen se entienden como delitos, no como ejemplos y los mismos protagonistas ocultan sus actividades en lugar de hacerlas ostentosas.

Hoy es tal la acumulación de riqueza que no hace falta manifestarla con verbenas. Al codicioso le basta con que se sepa. Tantos millones en cuentas en Suiza, tantos en paraísos fiscales. La lista de la codicia internacional la da todos los años el Forbes, los periódicos la reproducen y la gente se entretiene averiguando quién sea más rico, si Gates, Slim o Buffett. Para qué quieran estas gentes esas inmensas fortunas si ni siquiera pueden invertirlas, es un misterio. El misterio de la codicia.Vivir es acumular sin tasa y siempre quedará el consuelo de ser el muerto más rico del cementerio.

En un segundo escalón, los ejecutivos, aquellos famosos protagonistas de la revolución de los managers, de James Burnham, el antiguo trostkista, aparecen invadidos por el mismo virus de la codicia. Los gestores se ponen sueldos millonarios, se blindan frente al despido con cláusulas multimillonarias y se garantizan pluses y pensiones escandalosos. Seguramente hicieron la revolución, porque están quedándose con todo. Quieren escalar cuanto antes el paraíso de los ricos, subirse al carro. Los ejemplos de estos cuadros dirigentes en depredación directa de las entidades que gestionan los dan las cajas de ahorros. Un caso específico y pintoresco es el de Cebrián quien, al parecer, se autoasignó un sueldo de un millón de euros al mes en los años pasados, a cuenta de la menesterosa PRISA. Vuelve la pregunta ¿para qué quiere un mortal un millón de euros al mes? ¿Para sentirse Dios? Y ¿en qué cambia esta ingente acumulación el carácter y la imagen del personaje, cuyo valor tampoco coincide con su precio?

Los managers han probado asimismo que, además de las retribuciones estratosféricas que se autoasignan, pueden recurrir sin grandes miramientos a las vías ilegales para incrementar su peculio. A sus suculentas pagas como senador y tesorero, al parecer Bárcenas decidió añadir un buen bocado de comisiones ilegales y ahora se encuentra contando sus cuartos en una celda de Soto del Real. Hasta tres golosos sueldos llegó a acumular Cospedal y unos presuntos sobresueldos nada desdeñables. 1.500.000 euros puede haber recibido en sobres barcénigos el hoy presidente del gobierno. Hasta 700.000 el anterior presidente del PP, Aznar. Hasta 800.000 la ministra Mato y suma y sigue con lo más granado del PP que más parece la Cofradía del Santo Sobre.

La crisis ha ahondado la gran divisoria social, polarizando la sociedad en una ínfima minoría de acaudalados y una inmensa mayoría de desposeídos. Se esta esfumando el espejismo de las "clases medias", cuya misión era apaciguar los ánimos, moderar los gestos y buscar soluciones de compromiso. Los ricos son cada vez menos y cada vez más ricos y los pobres cada vez más y más pobres. O, lo que es lo mismo, una minoría detenta el capital y, con ello, todos los medios de producción y la inmensa mayoría no tiene nada y, ahora, con la riqueza concentrada como nunca lo ha estado, ni siquiera tiene trabajo. Y el futuro dirá porque esas ingentes cantidades de dinero, esas montañas de billetes en unas cuantas manos, producto de la especulación, el delito, la codicia y la explotación de los trabajadores son improductivas, no se invierten en nada últil que genere riqueza y trabajo, sino que solo se mueven en circuitos ficticios y solo sirven para generar más dinero, para hacer más ricos a los ricos, nominalmente porque ya no pueden serlo más. Pero siguen acaparando, acumulando, con el Estado a su servicio, dándoles beneficios fiscales, amnistías, facilidades para continuar hundiendo la economía productiva.

Es la codicia de la gente, una pasión irrefrenable e insaciable.

(La imagen es un grabado de Georg Grosz, titulada "La libertad del obrero".

dissabte, 29 de juny del 2013

Una agonía en diferido.


El comportamiento de Rajoy, el enroque numantino en el silencio, solo roto con expresiones desconcertantes, tiene al personal maravillado. Hasta en su partido se hacen cruces de hasta dónde quiere este hombre prolongar el trance inevitable de su dimisión. Es inaudito que se siga aceptando esta situación grotesca de que un presidente de gobierno se niegue a dar explicaciones de sus actos cuando se encuentran bajo vehemente sospecha de corrupción. De seguir así podemos encontrarnos con que Rajoy, hipotéticamente citado por el juez, declare que ya ha dicho todo lo que tiene que decir.

Exactamente lo que hizo ayer, cuando le preguntaron por el asunto de Bárcenas (primera pregunta). Afirmó: Sobre ese asunto ya he dicho cuanto tenía que decir. "Ese asunto" es Bárcenas, cuyo nombre sigue sin salir de la boca del presidente, al menos en público. Parece como si los papeles que lo señalan como receptor de un millón y medio de euros fueran propiedad de nadie. Pero no a la astuta forma de Ulises, sino de nadie en sentido estricto. Bárcenas no existe. Y lo que no existe, caramba, no tiene nombre. Eso es cierto pero, en su ingenuidad algo primitiva, él da la vuelta a la proposición: lo que no se nombra, no existe.

Pasemos por alto este recurso algo ridículo en atención a la guerra de nervios a que el presidente está sometido y vayamos al contenido de su declaración. Afirma que no va a seguir hablando del "asunto" porque ya lo ha dicho todo. Raro sería que fuera cierto, tratándose de alguien que no solo falta a la verdad sino que lo admite. Para comprobarlo, vamos a rastrear todo lo que ha dicho hasta ahora al respecto.

Su primera y más sonada afirmación fue en 2009, al sostener bien alto que nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes. Por aquel entonces, Bárcenas existía, tenía nombre y Rajoy lo pronunciaba, pues era su amigo y persona de confianza a quien él había designado. No padecía aún esa amnesia selectiva. Y no solo tenía nombre. Tenía su honradez archidemostrada, era Senador de la Nación y tesorero del PP. Lo importante, para trincar, claro, era lo segundo. Pero su garante era Rajoy.

¿En qué momento desapareció Bárcenas y perdió sus atributos, incluido el nombre? Sencillo, en cuanto se hizo público y fue oficial que en el PP llevaban años cobrando sobresueldos barcénigos en sobres, según los papeles en poder del juez. Allí fue donde, a la pregunta de un periodista, casi al vuelo "¿hubo sobresueldos en el PP?", Rajoy respondió, esquivo, sin detenerse, casi a la carrera: Sí, hombre. Una expresión que no quiere decir nada, puesto que no es un "no" claro, sencillo, rotundo.

El "no" vendría un mes después, pero transmitido a través de una pantalla de plasma, en forma de breve alocución leída en la que había una sola referencia al "asunto". Rajoy se ponía serio y afirmaba que Nunca he recibido ni he repartido dinero negro. Y, para demostrarlo, se declaraba dispuesto a mostrar su declaración de la renta. Dejando al margen el hecho de que nadie, ni Rajoy seguramente, declarará a Hacienda cualquier posible dinero negro, el hecho es que facilitó la de un año y no correspondiente a los ejercicios en los que se le achacaban los cobros. En todo caso, la cuestión de la "negrura" del dinero no puede decidirla el propio interesado sino que corresponde a los jueces en un sentido jurídico y a la ciudadanía en uno político. O sea, seguía sin decir nada ni probar nada.

Como el escándalo arreciase y Rajoy no pudiera refugiarse tras el plasma por verse obligado a mantener ruedas de prensa en el extranjero, a las insistentes preguntas de los periodistas decidió dar un mentís categórico a su modo y creyó zanjar la cuestión diciendo: Todo es falso, salvo alguna cosa. Estas sorprendentes tonterías acabarán formando una antología de necedades como las que a veces se hacen de los presidentes especialmente incompetentes, por ejemplo, Bush. Pero, a nuestro efectos, el buen hombre continuaba silente, sin explicarse. 

Y cargado de razón ayer, tras haber respondido que no tenía nada que decir a la primera pregunta de los periodistas, zanjó la segunda con un asombroso ya tal que provocó la hilaridad de los asistentes, a carcajada limpia.

Porque, ¿puede considerarse que los dislates y absurdos que el presidente ha ido hilando en los seis meses desde la revelación de los papeles bercénigos sean haber dicho algo? Hasta el momento no ha dicho nada, se ha callado, no se ha querellado con Bárcenas y ha ordenado a sus subordinados en el partido (y casi todos ellos figurantes en la contabilidad de los sobresueldos) que mantengan un silencio propio de omertà. Si ya ha dicho "todo lo que tenía que decir", todo lo que tenía que decir resulta ser nada. Rajoy no ha dicho nada en seis meses respecto a la cuestión esencial: ¿cobró usted o no 1.500.000 de euros, se subió el sueldo más de un 20 %, mientras pedía e imponía sacrificios y recortes a sus paísanos y encima los engañaba insinuando que tenía problemas a fin de mes? ¿Sí o no?

La situación es bastante mala porque, siendo evidente para todo el mundo que Rajoy debe dimitir, no hay nadie en su partido que pueda imponer esa dimisión y quienes en teoría podrían hacerlo, Aznar, Gallardón, Aguirre, aparecen también salpicados en el "asunto" tanto como Rajoy, tienen presuntos sobresueldos, malversaciones, corruptelas de todo tipo por las que pueden ser encausados en cualquier momento y, como aquel, carecen de crédito y autoridad moral para iniciar regeneración alguna. La corrupción en el partido es general.

Esa corrupción debilita al gobierno del Estado en un momento decisivo, cuando se intensifica la pretensión independentista catalana. Tengo para mí que los dos partidos dinásticos y nacional-españoles, el PP y el PSOE, no calibran bien el alcance y el respaldo de esa pretensión. Piensan con categorías del pasado que podrán frenar el independentismo valiéndose del Tribunal Constitucional y, en último término, de medidas coactivas de otro tipo. También abrigan la esperanza de desactivar el independentismo mediante concesiones de carácter económico; cediendo en la cuestión del cupo, por ejemplo. Piensan, sobre todo en el PP, que así se atraen a CiU a la causa española, al menos de momento. Lo suficiente para salvar los trastos. Quienes vengan detrás, que arreen. Es un error de visión de estos políticos de vuelo raso. Lo verán en los próximos meses. Y una cuestión importante en todo esto es cuál sea la autoridad del gobierno de Rajoy, que es un zombie, para hacer frente al mayor desafío hasta la fecha a la planta territorial española.

(La imagen es una caricatura mía sobre una foto de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 28 de juny del 2013

El innombrable entra en la cárcel.

El país entero celebró ayer la entrada en prisión de Bárcenas y el triunfo de la Roja. La noticia de que el juez enviaba al ex-tesorero al trullo conmocionó a todo el mundo y tuvo el poder de levantar del asiento en vilo a Cospedal, quien abandonó el pleno de su parlamento, diez minutos antes de que estallara la bomba mediática.

Ahora bien, lo importante de esta noticia no es ella misma pues prácticamente nadie entendía ya qué hacía el pájaro fuera de la jaula con todo lo que se sabía de él. Su encarcelamiento se daba por descontado. Lo importante, lo electrizante, es qué va a suceder ahora, cuáles serán las reacciones de todos los implicados, prácticamente la cúpula del PP, parte del gobierno con su presidente a la cabeza y el presidente de honor del partido. No debe olvidarse que el asunto comenzó con una querella de IU contra Bárcenas y Álvaro Lapuerta en la que estaban incluidos también Rato, Arenas, Trillo y algún otro. Sin duda, Bárcenas será juzgado por presuntos delitos contra la Hacienda, pero lo decisivo aquí es la interpretación política. Bárcenas era un mandado de Aznar y Rajoy. Este lo ascendió de gerente a tesorero, es decir, le dio las llaves de la caja. Es obvio que le incumbe aquí una responsabilidad política como una mole de granito.

Pero es que, además de los supuestos delitos contra la Hacienda, están los famosos papeles del tal Bárcenas que no es posible ignorar porque implican a Aznar, a Rajoy, Cospedal, Arenas, etc. A todo quisque, de esos que se pasaron los últimos años llenando las hemerotecas de declaraciones altisonantes sobre la acrisolada honradez del ex-tesorero, su indestructible inocencia, su buena fe y transparencia que, por supuesto, compartía con todo el partido, modelo de honradez cristalina. Es imposible acallar el escándalo de los sobresueldos barcénigos, por más que Rajoy haya impuesto un silencio casi trapense a su cofradía y él prefiera arrancarse la lengua de un mordisco antes que pronunciar el fementido nombre.

No, no es posible silenciar un asunto tan oprobioso. La cúpula del PP, según parece, lleva los últimos veinte años viviendo a lo grande a cuenta de los sobresueldos de Bárcenas y de los regalos de las más variadas formas de la Gürtel. Quienes suelen repetir que no están en política por la pasta estaban forrándose. Daban a esos cobros nombres fabulosos y ficticios, como gastos de representación o compensaciones por la penosa condición de diputado. Prueba de la mala conciencia con que se los embolsaban.

Esta ha sido patente desde el primer momento en el comportamiento de Rajoy: se ha negado a dar explicaciones, a hablar del asunto, a mencionar el nombre de Bárcenas. Ha afirmado su inocencia de forma dubitativa y balbuceante. Rehúye las ruedas de prensa. No admite preguntas. Habla a través del plasma. No da cuenta de sus ingresos. No se querella contra Bárcenas.

Y es inútil. En algún momento tendrá que aclarar Rajoy si cobró esas cantidades que figuran bajo su nombre en los papeles incriminatorios. Mientras no lo haga, estaremos autorizados a pensar que sí cobró tales cantidades. Durante años. Y ¿saben ustedes qué es lo más repugnante de esta repugnante historia? La desvergüenza, la hipocresía con que el personaje aseguraba que miraba su cuenta a fin de mes porque tenía los problemas de todos los ciudadanos. Por entonces, nuestro amigo, según parece, se embolsaba 200.000 euros anuales de sobresueldo. Si miraba la cuenta a fin de mes sería para que no se desbordara. Es decir, es  un embustero, un falso que, con tal de conseguir lo que quiere, no tiene inconveniente en engañar a la gente y hacerse pasar por lo que no es. 

No se entiende que una persona así sea presidente del gobierno. Y aun se entiende menos que siga siéndolo con lo que ya se sabe.

(La imagen es una caricatura mía sobre una foto de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 27 de juny del 2013

Ya era hora.




Por fin el juez ha hecho lo que casi todos los españoles (excepto sus cómplices en el PP) esperábamos: meter a Bárcenas en la cárcel antes de que siguiera amañándolo todo y eliminando pruebas. Meterlo en la cárcel por corrupto, ladrón y sinvergüenza. Todo ello presunto, por descontado.

Pero Bárcenas no debe responder solo de lo que haya robado directamente para su bolsillo. Era el tesorero del PP, hombre de confianza de Rajoy, quien lo ascendió al puesto desde el que más podía robar y también de Aznar. Parte del dinero que Bárcenas obtenía iba a engrosar los bolsillos de Aznar, de Rajoy y de una docena más de altos dirigentes del PP que cobraban suculentos sobresueldos por estar en el PP y andar por ahí mintiendo sobre que ellos no estaban en política por dinero o que tenían que mirar sus cuentas a fin de mes porque tenían "los problemas de todos", según repugnante expresión de Rajoy, un hombre cuya calaña moral a la vista está. Una pandilla de tipos para los que hacer política en el PP era un negocio redondo.

Incidentalmente, Palinuro lleva meses pidiendo que la oposición pregunte a Rajoy en el Parlamento cuánto cobra, cuánto ha venido cobrando en los últimos años, por creer que este -el de la rebatiña de los mangantes- es el punto débil del PP y de Rajoy en concreto: la avaricia, la codicia, la mentira, el mangue y el trinque. Es obvio que la oposición no lo ha hecho, ignoro por qué. Rubalcaba está más interesado en pactar grandes cuestiones de Estado con el pillasobres de La Moncloa, como si a este le importara algo lo que no sea la pastuqui. Pero no es el caso de Cayo Lara y tampoco puso nunca en apuros a Rajoy en el Congreso preguntándole cuánto se metía en el bolsillo.

Bueno, pues parece llegada la hora de que por fin Rajoy aclare ante la ciudadanía cuánta pasta ha cobrado en sobresueldos. ¿700.000 euros, como Aznar, 1.200.000 como Arenas, 800.000 como Mato? ¿Cuánto?

Es Bárcenas quien puede aclarar esta cuestión desde el talego y es de esperar que lo haga. Por mucho que haya robado, es evidente que era un segundón a las órdenes de Aznar y Rajoy y que estos no son solamente responsables políticos en última instancia del desaguisado, que lo son. También parecen haber sido directos beneficiarios de los latrocinios barcénigos.

¿Qué? ¿Cuando devuelven todos los ensobrados la pasta y enfilan el talego?

Luces y sombras.


El articulista diario -un bloguero que se precie viene a serlo- espera que las noticias del día le deparen una idea para desarrollarla y exponerla con galanura. Y así suele suceder. Lo de la idea; lo de la galanura ya es cosa distinta. Una idea. Pero, a veces, la realidad se hace más abigarrada y en vez de una surgen dos o más ideas. El articulista no sabe a cuál atender pues las dos, si dos son, resultan atractivas, estimulantes, merecedoras de elaboración. Generalmente se acaba sacrificando una para concentrarse en la otra pero, a veces, decide uno escribir sobre las dos por la razón que sea. En este caso, las dos noticias dignas de comentario son la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y la decisión de Griñán de no repetir como presidente de Andalucía. Luces y sombras. ¿Cómo dejaremos pasar sin más esa decisión judicial tan importante para el progreso de la humanidad? Y ¿cómo no comentaremos la situación del PSOE cuando de él depende en gran medida el destino de nuestro país? La primera noticia invita al optimismo; la segunda, al pesimismo. El optimismo como el pesimismo van siempre juntos, como el Yin y el Yang o las oscilaciones del péndulo.


La consagración del matrimonio homosexual en la sentencia del TS de los EEUU es la justa coronación de una larga lucha por hacer efectivos los principios de igualdad ante la ley y de no discriminación en este caso por razón de la opción sexual. La humanidad avanza. Hasta en España, aunque a trancas y barrancas. El Foro de la Familia presentó una iniciativa legislativa popular en 2007 contra la ley de estos matrimonios, de 2005, que el Congreso rechazó. Antes, 50 diputados del PP presentaron un recurso de inconstitucionalidad que el Tribunal Constitucional resolvió en contra, consagrando el matrimonio homosexual en 2012. En España, al menos en eso, íbamos por delante. Pero la aceptación del TS estadounidense es decisiva por la influencia que ejerce en el resto del mundo. Todavía hace poco que París ha vivido movilizaciones masivas de ciudadanos contrarios a la aprobación de la ley de matrimonios homosexuales en la Asamblea Nacional. Unas manifestaciones de mucho radicalismo y visceralidad, como las que se produjeron en España a raíz de la aprobación de la ley, en las que iban unos iracundos obispos en primera fila. El argumento era salir en defensa de la familia clásica, amenazada por esta nueva perversión.

La decisión del TS de los EEUU tiene importancia, sobre todo, porque es una decisión de un órgano judicial, no político. Y si los jueces no aprecian que la legalización de las familias homosexuales ponga en peligro la familia tradicional no se ve cómo el Foro de la Familia, la Iglesia católica o la misma Reina de España pueden justificar una posición contraria si no es debido a sus prejuicios.

El derecho de los homosexuales a contraer matrimonio es incontrovertible. La idea de que la familia tiene una función exclusivamente reproductiva es falsa por partida doble. En primer lugar porque no solo tiene una función reproductiva, sino otras varias de orden convivencial. En segundo lugar es también falsa si por reproductiva solo entendemos una forma de reproducción e ignoramos otras, por ejemplo, la adopción. Pongo un ejemplo moral: estoy seguro de que habrá familias argentinas (o españolas) que se hayan hecho con hijos por medios fraudulentos, por ejemplo comprándolos y que, al mismo tiempo, se opondrán al matrimonio homosexual con el argumento de que las familias se han hecho para reproducir la especie.

En el otro lado, el lado de la sombra o la situación del PSOE, de nuevo cuestionada por la despedida de Griñán. Rubalcaba ha corrido a afirmar que esa decisión no altera el calendario del PSOE, no vaya el personal a razonar por analogías. Pero es inútil querer evitar que los razonamientos de Griñán sobre la necesidad de dar paso a gente nueva se apliquen a la actual dirección de los socialistas, prácticamente de una veteranía casi venerable.

En la izquierda nos gusta pensar que la cosa no va de personas sino de ideas, de actitudes. Pero las personas cuentan mucho. Tanto que se imponen a las políticas de los partidos. El PSOE en este momento es una hechura de Rubalcaba quien aplica sin contemplaciones su política de hacer una oposición responsable que, hasta la fecha, se ha resumido en un pacto de Estado con el gobierno y algunas vagarosas afirmaciones de que el pacto no obstaculizará una política de oposición exigente. Pero esta no aparece por parte alguna. Hay una creciente falta de visibilidad del PSOE, al tiempo que el gobierno sigue maltratando a la población, privándola de sus derechos, esquilmándola, empobreciéndola, obligándola a emigrar. Además, quienes están aplicando este duro programa de expolio son unas gentes muchas de las cuales han estado cobrando sobresueldos de dudosa licitud, dando así un ejemplo de cinismo y corrupción difícil de igualar.

Si en esta situación de verdadera indignación social el PSOE no tiene una presencia permanente, al lado de la gente de la calle que está siendo exprimida; si no es capaz de explicar qué sucede, quiénes son los responsables, cómo y por qué, ni de proponer alternativas, en verdad no está haciendo oposición. No creo exagerado pensar que a esta ambigüedad e indefinición deben los socialistas su sistemáticamente baja intención de voto. Cada vez más baja.

dimecres, 26 de juny del 2013

Variaciones moscovitas.


La peripecia de Edward Snowden recuerda, con todas las variantes, la de Julian Asange. Ambos son muy distintos por carácter, dedicación y posición en la vida y, sobre todo, por el contenido concreto de los secretos que han revelado. Pero, al final, se encuentran en situación muy parecida: dos hombres jóvenes, prácticamente apátridas, perseguidos por la mayor potencia mundial. Cuando al final de su vida Herbert Spencer, en la cumbre de la gloria, escribió El hombre frente (o contra) el Estado, dejó el legado del que ha bebido todo el pensamiento liberal y neoliberal, desde Ludwig von Mises y Hayek hasta la señora Thatcher y su discípula, la señora Aguirre. Había que parar los pies al Estado y, a ser posible, disminuirlo hasta aniquilarlo en nombre de la libertad irrestricta del individuo. Esa propuesta en el terreno de las ideas tiene ahora su plasmación gráfica en la aventura de Asange y Snowden, dos hombres enfrentados cada uno de ellos por separado al Estado más poderoso del mundo y, en el caso de Snowden, el suyo propio. El primero es perseguido bajo la acusación de un delito de revelación de secretos; pero al segundo le alcanza ya un reproche más grave: traición a la Patria, que tiene registros muy profundos en la política.

No sé qué hubiera dicho Spencer de esta situación porque, aunque era muy conservador, era más liberal y consecuente (no como los neoliberales de hoy) y detestaba el patriotismo. Pero esto es indiferente ahora. Se trata de dos seres humanos en busca y captura por la primera potencia del mundo que ya va desarrollando experiencia en esta práctica piratesca de dar caza a personas consideradas delincuentes o peligrosas fuera de sus fronteras. Manda aquella fuerzas expedicionarias al extranjero a capturar su objetivo (por ejemplo, Noriega en Panamá) o a asesinarlo (por ejemplo, Bin Laden en algún lugar remoto del Afganistán). Pero estos dos, en lugar de esconderse, plantean la lucha contra el Estado yanqui en términos jurídicos abiertos que este se ve forzado a observar: el asilo político, la condición de extraterritorialidad, la soberanía de los Estados. Son principios que los EEUU tienen que respetar quieran o no. No se puede enviar una Task Force a Londres ni a Moscú.

De Asange y WikiLeaks se ha escrito mucho. Palinuro simpatizó con la acción desde el primer minuto, considerando que WikiLeaks es un paso decisivo en el empleo de internet en favor de la transparencia y publicidad de los gobiernos, como corresponde al espíritu democrático, según el cual gobernantes y gobernados son lo mismo y no puede haber secretos de unos hacia los otros. El secreto como razón de Estado, que viene de tiempo inmemorial pero se consagra con la paz de Westfalia, en donde nace el Estado moderno, ya no es admisible. WikiLeaks es una conquista en defensa de los derechos e intereses de los individuos frente a la expansión permanente del Estado en nuestras vidas, espiándonos y engañándonos al mismo tiempo.

Esa es la peculiaridad de la acción de Snowden, que ha revelado a la luz pública la existencia de un potente programa de espionaje universal de la CIA. Espionaje de correos, de perfiles, de conversaciones privadas, de claves, asuntos personales, de millones y millones de personas en todo el mundo, incluidos los países "amigos". Por supuesto, Snowden es un peligro para la "seguridad" de estas operaciones ilegales de los EEUU mucho mayor que Assange. Por eso, los gringos lo persiguen con más saña, llamándolo "traidor". Querrían verlo comparado con Alcibíades, el condestable de Borbón, Clausewitz, etc., ejemplos de militares traidores que se pasaron al enemigo para luchar contra su patria. Pero en este caso los modelos no son aplicables ya que aquí no hay "enemigo". El supuesto "traidor" no ha cambiado de bando sino que simplemente ha informado a la opinión mundial de los tejemanejes ilegales de su gobierno en materia de espionaje.

Si hay que buscar un ejemplo que ilustre la situación de estos dos prófugos de las iras de ese gigantesco aparato, ese monstruo que todo lo vigila y lo manipula, es preciso acudir a la figura de Prometeo, el que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, el padre de la civilización. A Assange le han cambiado la roca del Cáucaso por un par de habitaciones en la embajada del Ecuador en Londres. Quitando el águila y su molesta costumbre, no sé qué será peor.

A su vez, el destino de Snowden está por determinar. De momento Putin afirma que se encuentra en la sección de tránsito del aeropuerto internacional de Moscú. Pero nadie lo ha visto. Lo que los periodistas han tuiteado del vuelo regular Moscú-La Habana, en el que debería haber embarcado el ex-agente de la CIA, es un asiento vacío. Assange, que coordina en parte la operación, dice que Snowden está en "lugar seguro". ¿Es el tránsito de Sheremetyevo un "lugar seguro"? Depende, supongo, de cómo les dé a los rusos. El razonamiento de Putin es perfecto: Snowden está en tránsito, por lo tanto, no está en Rusia. La complejidad de la historia se sigue de ese contrainfinitivo de "no estar": no está en el asiento, no está en Rusia. ¿En dónde está? En un limbo legal, en una burbuja, término hoy frecuente. Los estadounidenses no parecen sensibles a los argumentos legales. Quieren a su hombre ya. Volvemos a la política del garrote. "Speak softly and carry a big stick"  ("habla suavemente y blande una gran estaca") decía Teddy Roosevelt. Pero no parece que la amenaza vaya a hacer mella en los rusos. Así que ¿qué puede suceder?

La imaginación es libre. Supongamos que se acumulan problemas legales, trabas administrativas y que la estancia de Snowden en la zona de tránsito se prolonga. Podría quedarse ahí una buena temporada. Sería como un cuento de Cortázar, cuya Rayuela anda de celebración. Pero el tránsito no es zona especialmente segura. Alguien desconocido podría secuestrar al ex-agente, quien desaparecería sin dejar rastro. Las sospechas recaerían sobre los rusos. Pero estos podrían decir que no saben nada y, si acaso, castigar a un policía de guardia por haberse dormido.

¿Y qué sucede si, por fin, Snowden embarca en un vuelo? Solo podría hacerlo en uno con destino a un país que no fuera a extraditarlo acto seguido a los EEUU. Y seguramente solo habrá dos o tres en el mundo. Los EEUU podrían vigilar ese vuelo y, ¿por qué no?, salirle al paso, interceptarlo y obligarlo a desviarse a Washington. Por supuesto, sería un acto de piratería aérea inaudito pero encontraría gran apoyo en la opinión estadounidense, para que se vea quién manda aquí. Cierto, es improbable. Pero no imposible ¿verdad? Supuesto el despegue, los cazas rusos podían escoltar el vuelo en el espacio aéreo ruso, pero ya no en el internacional. Y los aviones yanquis podrían dar caza a su presa sobre el Atlántico que esta no tiene más remedio que cruzar pues la ruta del polo la lleva directamente al espacio aéreo estadounidense.

En la nueva aventura de Prometeo nos jugamos mucho. El premio Nobel de la paz, Obama, ha resultado uno de los presidentes más agresivos y belicosos en tiempos de paz, no ha cerrado Guantánamo, ordena asesinatos extrajudiciales y espía a todo el mundo. ¿Por qué no se embarcaría en una locura de este tipo? Recuérdese: a big stick.

(La imagen es una foto de thierry Ehrman. Abode of Chaos, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 25 de juny del 2013

La justicia y la política.


La política y la justicia son dos actividades muy dignas en sí mismas. La política está mucho más desacreditada que la justicia, pero no es por la cosa en sí, sino por el uso que de ella hacen los que la practican, los políticos. La proporción de políticos corruptos es muy superior a la de jueces corruptos. Pero mucho. Tanto que, aunque la justicia también tiene sus defectos y vicios, acaba apareciendo como el único amparo de los ciudadanos frente a una bellaquería de los políticos, una voracidad y un despotismo a veces insoportables. No sería así si cualquier delincuente pudiera hacerse pasar por juez con la facilidad con que puede hacerse pasar por político. Estamos acostumbrados. ¿No crearon Jesús Gil y Ruiz-Mateos sendos partidos o agrupaciones de electores para sus fines particulares, incluido el de ponerse a salvo de la justicia? ¿No anda Mario Conde también tonteando en la política?

Cierto, estábamos acostumbrados. Y, no obstante, la tremenda peripecia de Berlusconi nos pone ante una evidencia preocupante: la fuerza de una política corrupta a la hora de tergiversar el curso de la justicia casi hasta ponerlo a su servicio. Al final del camino, la justicia ha decidido y ha condenado. Pero ha costado casi veinte años. Ha costado que Berlusconi instrumentalizara todos los mecanismos e instituciones de poder de su país y de hecho convirtiera el sistema político en una especie de juego mafioso al servicio de sus intereses. Ayudó y mucho que tuviera un cuasimonopolio televisivo y una influencia determinante en los medios impresos. Con los audiovisuales públicos en sus manos, Berlusconi tenía casi un poder absoluto del universo mediático italiano. Una prodigiosa manipulación nacional.

Y, no obstante, durante esos años, il cavaliere ha protagonizado numerosos escándalos con los más insospechados ingredientes, ha hecho declaraciones agresivas contra la judicatura, ha jugado de tal modo con la actividad legislativa y ha comprado voluntades de representantes tan a mansalva que ha dejado el prestigio del Parlamento por los suelos. El único sentido de la política en Italia era conseguir que a Berlusconi no lo pillaran los jueces, que pudiera burlar la ley.

Vale. Berlusconi parece haber sido gran amigo de Aznar, por sí mismo o a través de su yerno. Da igual. El caso es que el hombre acudió al inenarrable espectáculo de la boda del Escorial, en compañía de Correa, el Bigotes e tutti quanti de la corrupción española. No cayó allí por casualidad. 

En España no hay un Berlusconi que truene contra los jueces en la radio y la televisión llamándolos rojos, comunistas o resentidos. No, aquí hay muchos berlusconcitos, disparando contra la judicatura. Portavoces, voceros, personalidades relevantes, significativos dirigentes que, en lugar de colaborar dligentemente con la justicia, le ponen trabas y la acusan de parcial, sesgada, animada de inconfesables pasiones. Dice el señor Floriano, cuya capacidad para hacer el ridículo es directamente proporcional a la necedad de sus afirmaciones, que aquí no hay un proceso judicial, sino una causa general, se entiende, contra el PP y movida "por insidias". La soga en casa del ahorcado. Primeramente, no debiera hablar de "causa general" el portavoz de un partido fundado por un ministro de Franco quien, hasta la fecha, es el único que ha abierto una causa general en España. En segundo lugar, lo que de general tiene la causa no lo decide el juez sino los encausados que, por lo que va viéndose, son todos los peperos que pintan algo: Aznar, Rajoy, Cospedal, García Escudero, Arenas, Mato, Barberá, Camps, Crespo, Bárcenas, Sepúlveda, el albondiguilla, Álvarez Cascos etc, todos se forraban a sobresueldos o recibían regalos suntuosos de una trama de delincuentes. Hasta los militantes, al decir de Arantza Quiroga, están "asqueados" con estos mendas.

Los jueces necesitan todo el respaldo ciudadano para ayudarlos a superar esta inquina y sistemática difamación de los poderosos, interesados en que de ninguna manera se haga justicia.

Una política basada en la ausencia de justicia solo es tiranía.

(La imagen es una foto de Alessio85, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 24 de juny del 2013

Pasadena Baby.


Si a una insinuación de El País hace unos meses Aznar le envió los abogados con una querella, ahora que el diario publica copias de documentos fehacientes -resaltados además en amarillo chillón, color del Vaticano y el escándalo- tendrá que movilizar una legión abogacil. Se está descubriendo todo el pastel y hay que actuar para encubrir, protegerse. Hay que tocar a rebato. En realidad, Aznar lleva en espíritu legionario desde la aparición de la bomba en diferido de Bárcenas. Ese espiritu es el que lo movió en sus últimas apariciones públicas, enrabietado y pidiendo solidaridad a los suyos pues cree que lo han abandonado. Aplicaba el punto tercero del Credo de la Legión, redactado por la flamígera pluma de Millán Astray: A la voz de ¡ A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. ¿Está claro, zoquetes? con razón o sin ella.

Pasadena Viajes, la empresa de Correa con la que comenzó la mayor historia de corrupción moderna, la Gürtel, facturó cientos de viajes a La Moncloa, incluidos los privados de la familia Aznar, el hijo, el yerno, etc. Pasadena, o alguna de esas empresas de nombres ingleses, pagó por la iluminación de la tramoya matrimonial del Escorial, a la que fueron personalmente invitados por el novio los cabecillas de la trama, Correa, el Bigotes, etc. El argumento exculpatorio: por entonces no se sabía que pudieran ser unos sinvergüenzas y unos delincuentes. ¿Y qué? Que no se supiera -si no se sabía- no quiere decir que no lo fueran. Al contrario, los modales que los nuevos papeles documentan son los típicos de los sinvergüenzas: contratas a dedo; troceando importes, para burlar controles administrativos; facturas sin cobrar o por conceptos imaginarios; y, en general un do ut des por el cual la Gürtel pillaba todo tipo de chollos en adjudicaciones de la administración que, además, luego sufrían sobrecarga de costes.

Ahora se explica por qué Aznar ordenó un barrido general de los ordenadores de La Moncloa antes de abandonar el cargo en manos del radical Zapatero. No dejó ni un bit de información. Lo único, me parece, la factura del barrido, estratosférica por cierto. Ese barrido general incluye, claro es, los cientos de recibos de Pasadena, que ahora se presentan como pruebas de presuntos delitos. Obró prudentemente para sus intereses. Pero no ha podido evitar que las fementidas facturas salgan a la luz. Aznar nunca ha sido muy convincente en su imagen de hombre integérrimo, por más que lo repetía constantemente: "el PP es un partido incompatible con la corrupción". Pero, ahora, con los papeles de Bárcenas a la luz pública, no es ya que su imagen se haya venido abajo revelando una especie de mangante sin límites, un truhán,  sino que le sería conveniente reservarse algunos abogados para su posible defensa. Bajo su gobierno, la administración pública en todos los niveles era la casa de Tócame Roque de la corrupción, territorio exento en donde pululaban los gurtélidos regalando relojes, viajes, trajes a manos llenas, sobornando a tutiplén a cambio de la adjudicación de eventos públicos en donde la trama, al parecer, se levantaba una pastuqui con una pizca de la cual untaban a regidores, consejeros y otros espíritus débiles y almas pecadoras.

La administración pública en los tiempos del España va bien era un patio de Monipodio. Políticos corruptos, dirigentes pillasobres, funcionarios venales, empresarios sin escrúpulos, curas codiciosos, periodistas de trinchera, caciques de recia estirpe o advenedizos, nobles bozales, trepas, estafadores y arribistas de todo matiz y pelaje. Todos al alimón en una disparatada exaltación de la quimera, el milagro: dinero para todos (para unos más, es lógico) a través de un frenesí de pelotazos, recalificaciones, comisiones, mordidas, facturas falsas, prevaricaciones, especulación salvaje, saqueo de las arcas públicas, administración delirante de las entidades públicas de ahorro y crédito.

Todo por la pasta. Pasadena Viajes, Special Events, Orange Market (o algo así). Qué aficionados son estos pintas a los nombres en inglés. También los socialistas tenían una empresa destinada a similares fines llamada Time Export, que vaya usted a saber qué quiere decir. Lo que importa es darse a conocer en la lengua del imperio. Lo de Pasadena Viajes revela cierta clase y mundo. La ciudad está en el condado de Los Ángeles y era paso obligado del Santa Fe Trail, convertido luego en el mítico tren de Santa Fe, tierra de aventuras y pelotazos. Urdangarin tiene aun más clase y sus empresas instrumentales tienen raíces griegas: Noos y Airzoon.

Pero sean los nombres como sean, el hecho es que parece tratarse de empresas constituidas para delinquir y para hacerlo en connivencia con políticos corruptos y funcionarios venales en detrimento del interés general. Empresas que jamás concurrieron a licitación limpia alguna sino que lograban sus fines mediante el compadreo, el soborno, el cohecho, el amiguismo y el caciquismo. Es decir, empresas que vivían de parasitar la administración pública a través de una red de corrupción cuyo último responsable era Aznar. En la España de la Gürtel, del PP, de Pasadena Viajes, la administración pública se ha gestionado con criterios de pillaje hasta inutilizarla. Lo han hecho los mismos que cobran por decir que la administración pública no sirve a las necesidades ciudadanas y es preciso privatizar los servicios. O sea, quedárselos ellos o sus amigos y clientes. Aznar lo hacía a la brava; este otro, por medio de comisiones de "expertos" repletas de mercenarios dispuestos a decir lo que se les ordene.