dilluns, 24 de juny del 2013

Pasadena Baby.


Si a una insinuación de El País hace unos meses Aznar le envió los abogados con una querella, ahora que el diario publica copias de documentos fehacientes -resaltados además en amarillo chillón, color del Vaticano y el escándalo- tendrá que movilizar una legión abogacil. Se está descubriendo todo el pastel y hay que actuar para encubrir, protegerse. Hay que tocar a rebato. En realidad, Aznar lleva en espíritu legionario desde la aparición de la bomba en diferido de Bárcenas. Ese espiritu es el que lo movió en sus últimas apariciones públicas, enrabietado y pidiendo solidaridad a los suyos pues cree que lo han abandonado. Aplicaba el punto tercero del Credo de la Legión, redactado por la flamígera pluma de Millán Astray: A la voz de ¡ A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. ¿Está claro, zoquetes? con razón o sin ella.

Pasadena Viajes, la empresa de Correa con la que comenzó la mayor historia de corrupción moderna, la Gürtel, facturó cientos de viajes a La Moncloa, incluidos los privados de la familia Aznar, el hijo, el yerno, etc. Pasadena, o alguna de esas empresas de nombres ingleses, pagó por la iluminación de la tramoya matrimonial del Escorial, a la que fueron personalmente invitados por el novio los cabecillas de la trama, Correa, el Bigotes, etc. El argumento exculpatorio: por entonces no se sabía que pudieran ser unos sinvergüenzas y unos delincuentes. ¿Y qué? Que no se supiera -si no se sabía- no quiere decir que no lo fueran. Al contrario, los modales que los nuevos papeles documentan son los típicos de los sinvergüenzas: contratas a dedo; troceando importes, para burlar controles administrativos; facturas sin cobrar o por conceptos imaginarios; y, en general un do ut des por el cual la Gürtel pillaba todo tipo de chollos en adjudicaciones de la administración que, además, luego sufrían sobrecarga de costes.

Ahora se explica por qué Aznar ordenó un barrido general de los ordenadores de La Moncloa antes de abandonar el cargo en manos del radical Zapatero. No dejó ni un bit de información. Lo único, me parece, la factura del barrido, estratosférica por cierto. Ese barrido general incluye, claro es, los cientos de recibos de Pasadena, que ahora se presentan como pruebas de presuntos delitos. Obró prudentemente para sus intereses. Pero no ha podido evitar que las fementidas facturas salgan a la luz. Aznar nunca ha sido muy convincente en su imagen de hombre integérrimo, por más que lo repetía constantemente: "el PP es un partido incompatible con la corrupción". Pero, ahora, con los papeles de Bárcenas a la luz pública, no es ya que su imagen se haya venido abajo revelando una especie de mangante sin límites, un truhán,  sino que le sería conveniente reservarse algunos abogados para su posible defensa. Bajo su gobierno, la administración pública en todos los niveles era la casa de Tócame Roque de la corrupción, territorio exento en donde pululaban los gurtélidos regalando relojes, viajes, trajes a manos llenas, sobornando a tutiplén a cambio de la adjudicación de eventos públicos en donde la trama, al parecer, se levantaba una pastuqui con una pizca de la cual untaban a regidores, consejeros y otros espíritus débiles y almas pecadoras.

La administración pública en los tiempos del España va bien era un patio de Monipodio. Políticos corruptos, dirigentes pillasobres, funcionarios venales, empresarios sin escrúpulos, curas codiciosos, periodistas de trinchera, caciques de recia estirpe o advenedizos, nobles bozales, trepas, estafadores y arribistas de todo matiz y pelaje. Todos al alimón en una disparatada exaltación de la quimera, el milagro: dinero para todos (para unos más, es lógico) a través de un frenesí de pelotazos, recalificaciones, comisiones, mordidas, facturas falsas, prevaricaciones, especulación salvaje, saqueo de las arcas públicas, administración delirante de las entidades públicas de ahorro y crédito.

Todo por la pasta. Pasadena Viajes, Special Events, Orange Market (o algo así). Qué aficionados son estos pintas a los nombres en inglés. También los socialistas tenían una empresa destinada a similares fines llamada Time Export, que vaya usted a saber qué quiere decir. Lo que importa es darse a conocer en la lengua del imperio. Lo de Pasadena Viajes revela cierta clase y mundo. La ciudad está en el condado de Los Ángeles y era paso obligado del Santa Fe Trail, convertido luego en el mítico tren de Santa Fe, tierra de aventuras y pelotazos. Urdangarin tiene aun más clase y sus empresas instrumentales tienen raíces griegas: Noos y Airzoon.

Pero sean los nombres como sean, el hecho es que parece tratarse de empresas constituidas para delinquir y para hacerlo en connivencia con políticos corruptos y funcionarios venales en detrimento del interés general. Empresas que jamás concurrieron a licitación limpia alguna sino que lograban sus fines mediante el compadreo, el soborno, el cohecho, el amiguismo y el caciquismo. Es decir, empresas que vivían de parasitar la administración pública a través de una red de corrupción cuyo último responsable era Aznar. En la España de la Gürtel, del PP, de Pasadena Viajes, la administración pública se ha gestionado con criterios de pillaje hasta inutilizarla. Lo han hecho los mismos que cobran por decir que la administración pública no sirve a las necesidades ciudadanas y es preciso privatizar los servicios. O sea, quedárselos ellos o sus amigos y clientes. Aznar lo hacía a la brava; este otro, por medio de comisiones de "expertos" repletas de mercenarios dispuestos a decir lo que se les ordene.