El articulista diario -un bloguero que se precie viene a serlo- espera que las noticias del día le deparen una idea para desarrollarla y exponerla con galanura. Y así suele suceder. Lo de la idea; lo de la galanura ya es cosa distinta. Una idea. Pero, a veces, la realidad se hace más abigarrada y en vez de una surgen dos o más ideas. El articulista no sabe a cuál atender pues las dos, si dos son, resultan atractivas, estimulantes, merecedoras de elaboración. Generalmente se acaba sacrificando una para concentrarse en la otra pero, a veces, decide uno escribir sobre las dos por la razón que sea. En este caso, las dos noticias dignas de comentario son la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y la decisión de Griñán de no repetir como presidente de Andalucía. Luces y sombras. ¿Cómo dejaremos pasar sin más esa decisión judicial tan importante para el progreso de la humanidad? Y ¿cómo no comentaremos la situación del PSOE cuando de él depende en gran medida el destino de nuestro país? La primera noticia invita al optimismo; la segunda, al pesimismo. El optimismo como el pesimismo van siempre juntos, como el Yin y el Yang o las oscilaciones del péndulo.
La consagración del matrimonio homosexual en la sentencia del TS de los EEUU es la justa coronación de una larga lucha por hacer efectivos los principios de igualdad ante la ley y de no discriminación en este caso por razón de la opción sexual. La humanidad avanza. Hasta en España, aunque a trancas y barrancas. El Foro de la Familia presentó una iniciativa legislativa popular en 2007 contra la ley de estos matrimonios, de 2005, que el Congreso rechazó. Antes, 50 diputados del PP presentaron un recurso de inconstitucionalidad que el Tribunal Constitucional resolvió en contra, consagrando el matrimonio homosexual en 2012. En España, al menos en eso, íbamos por delante. Pero la aceptación del TS estadounidense es decisiva por la influencia que ejerce en el resto del mundo. Todavía hace poco que París ha vivido movilizaciones masivas de ciudadanos contrarios a la aprobación de la ley de matrimonios homosexuales en la Asamblea Nacional. Unas manifestaciones de mucho radicalismo y visceralidad, como las que se produjeron en España a raíz de la aprobación de la ley, en las que iban unos iracundos obispos en primera fila. El argumento era salir en defensa de la familia clásica, amenazada por esta nueva perversión.
La decisión del TS de los EEUU tiene importancia, sobre todo, porque es una decisión de un órgano judicial, no político. Y si los jueces no aprecian que la legalización de las familias homosexuales ponga en peligro la familia tradicional no se ve cómo el Foro de la Familia, la Iglesia católica o la misma Reina de España pueden justificar una posición contraria si no es debido a sus prejuicios.
El derecho de los homosexuales a contraer matrimonio es incontrovertible. La idea de que la familia tiene una función exclusivamente reproductiva es falsa por partida doble. En primer lugar porque no solo tiene una función reproductiva, sino otras varias de orden convivencial. En segundo lugar es también falsa si por reproductiva solo entendemos una forma de reproducción e ignoramos otras, por ejemplo, la adopción. Pongo un ejemplo moral: estoy seguro de que habrá familias argentinas (o españolas) que se hayan hecho con hijos por medios fraudulentos, por ejemplo comprándolos y que, al mismo tiempo, se opondrán al matrimonio homosexual con el argumento de que las familias se han hecho para reproducir la especie.
En el otro lado, el lado de la sombra o la situación del PSOE, de nuevo cuestionada por la despedida de Griñán. Rubalcaba ha corrido a afirmar que esa decisión no altera el calendario del PSOE, no vaya el personal a razonar por analogías. Pero es inútil querer evitar que los razonamientos de Griñán sobre la necesidad de dar paso a gente nueva se apliquen a la actual dirección de los socialistas, prácticamente de una veteranía casi venerable.
En la izquierda nos gusta pensar que la cosa no va de personas sino de ideas, de actitudes. Pero las personas cuentan mucho. Tanto que se imponen a las políticas de los partidos. El PSOE en este momento es una hechura de Rubalcaba quien aplica sin contemplaciones su política de hacer una oposición responsable que, hasta la fecha, se ha resumido en un pacto de Estado con el gobierno y algunas vagarosas afirmaciones de que el pacto no obstaculizará una política de oposición exigente. Pero esta no aparece por parte alguna. Hay una creciente falta de visibilidad del PSOE, al tiempo que el gobierno sigue maltratando a la población, privándola de sus derechos, esquilmándola, empobreciéndola, obligándola a emigrar. Además, quienes están aplicando este duro programa de expolio son unas gentes muchas de las cuales han estado cobrando sobresueldos de dudosa licitud, dando así un ejemplo de cinismo y corrupción difícil de igualar.
Si en esta situación de verdadera indignación social el PSOE no tiene una presencia permanente, al lado de la gente de la calle que está siendo exprimida; si no es capaz de explicar qué sucede, quiénes son los responsables, cómo y por qué, ni de proponer alternativas, en verdad no está haciendo oposición. No creo exagerado pensar que a esta ambigüedad e indefinición deben los socialistas su sistemáticamente baja intención de voto. Cada vez más baja.