dimarts, 8 de març del 2011

Gürtel, la memoria y Garzón.

En puertas de la intervención armada

(Entrada del 1º de marzo pasado)


La peripecia del juez Garzón clama al cielo. Lo tienen atrapado en una triple tela de araña con tres procesos vivos que, además, van a toda velocidad si los comparamos con la bizantina lentitud con que se mueve el de la Gürtel. En los tres se juega el juez su carrera pero en dos de ellos también se juegan cosas de mayor calado para la colectividad: en el primero se juega que el proceso por la trama Gürtel siga adelante o se le dé carpetazo, lo que ya sería verdaderamente sublime; en el segundo se juega que se pueda hacer justicia a las víctimas de la vesania genocida franquista o que esa injusticia siga impune.

Desde luego en este acoso judicial al juez Garzón concurren muchos elementos. El propio juez dio en parte pie a alguno de ellos con su errática trayectoria política en los años noventa, que lo ha hecho relativamente vulnerable al linchamiento a que lo ha sometido la derecha. Pero el juez no se enfrenta solamente a un tangible odio político (movido por sus investigaciones sobre la Gürtel y el genocidio franquista) sino también a un ataque corporativo que, sin merma del ataque político, discurre más por las sentinas de las envidias profesionales. Garzón tiene una merecida proyección nacional e internacional y eso, en este país, no se perdona.

Suele decirse que no es cierto que haya una persecución a la persona sino que lo que se va a juzgar objetivamente es la supuesta comisión de un delito de prevaricación. Al margen de que se trate de una figura delictiva con un amplísimo margen de interpretación y, por tanto, de discrecionalidad del juzgador, todo en los procesos ha sido atípico, empezando por la instrucción del juez Varela (en la causa por el franquismo) quien actuó objetivamente como asesor de la acusación al indicarle cómo debía formularla.

El pronóstico no puede ser más desalentador para este juez al que el país debe muchas cosas, entre ellas el desmantelamiento de la cobertura del terrorismo en el País Vasco y, en buena medida, del propio terrorismo. Pero, además de pintar negro para el juez, la cosa tampoco augura nada bueno para los intereses colectivos. Los abogados de los presuntos delincuentes de la Gürtel quieren que se condene a Garzón por prevaricación porque, de este modo, pretenden invalidar las pruebas de la escuchas y, con ello, pedir la anulación de lo actuado hasta la fecha en el proceso. Obviamente lo que quieren es anularlo en su conjunto por falta de pruebas legalmente obtenidas. Hay otras independientes y no es muy probable el archivo pero sí un considerable retraso, quizá de otro par de años en tanto se dilucida lo que vale y lo que no vale.

Y con la memoria y la reparación a las víctimas del franquismo puede pasar algo parecido. Si se condena a Garzón por prevaricación, hay que replantearlo todo desde el inicio, empezando por averiguar qué se quiere hacer y a quién corresponde la competencia.

Es decir la triple tela de araña en que está atrapado Garzón pretende arruinarle la carrera personal y, además, conseguir la impunidad para los presuntos de la Gürtel y el bloqueo a las políticas de la memoria con el resarcimiento a las víctimas. Y frente a eso no parece que haya una movilización digna de tal nombre.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Wikimedia Commons).

dilluns, 7 de març del 2011

¿Qué guerra es esta?

Esta guerra que los europeos nos hemos encontrado a las puertas de casa en un país esencial para el abastecimiento de petróleo y dentro de una región en la que los Estados parecen ristras de petardos que estallan uno después de otro. Una guerra que ha brotado casi por generación espontánea cuando el coronel Gadafi decidió no renunciar al poder como los dos gobernantes anteriores en Túnez y Egipto y se engalló con la oposición. Cerró el ciberespacio, bloqueó internet, clausuró Facebook, silenció twitter y otros inventos de los perros infieles y empezó a bombardear a sus queridos súbditos, esos que lo aman tanto que están dispuestos a dar su vida por él, como él mismo está demostrando a bombazo limpio.

Ojo porque además la guerra es muy contagiosa; es quizá la acción humana más contagiosa; cruza las fronteras como si fuera la peste. Si se contagia al vecino Egipto (en donde se han reiniciado los choques violentos) puede armarse la marimorena, dicho en términos castizos. Si alguien vuela los pozos petrolíferos o hace un estropicio en el Canal de Suez, la crisis puede recrudecerse.

Y ¿de dónde salen estos opositores capaces de hacer frente a la aviación, las unidades de élite y la guardia pretoriana de mercenarios del líder de la Revolución? Porque a Libia le ha pasado lo que al régimen de Franco, que se le estancó la "revolución" y, hoy, 42 años después, sigue pendiente, como decían los falangistas que estaba la revolución nacional-sindicalista: pendiente. De un hilo, supongo. Esos rebeldes parecen tener una base territorial en el Este del país y conforman un grupo vagarosamente étnico, con la miriada de tribus o cábilas de esa zona. Un país que, por lo demás, está desierto excepto en estos dos extremos oriental y occidental, los más poblados, en donde se concentra la extracción de petrólo y gas (sobre todo en el Este) y entre los que se ha declarado una guerra civil, por cuanto los rebeldes han constituido ya un Consejo Nacional que actúa como Gobierno y controlan un territorio apreciable. Lo digo porque en poco tiempo el problema de los europeos y los gringos no va a ser el moral de si y cómo impedir que Gadafi siga asesinando a sus compatriotas sino el muy práctico de si se reconoce a los rebeldes el estatuto de beligerantes.

Aquí la cuestión es si los europeos saben hasta dónde puedan llegar el dictador y sus hijos, especialmente el filósofo que debe de creerse el Marco Aurelio del Islam. Y debieran porque, tras tenerlo bastantes años en cuarentena como un apestado, redescubrieron su civilizado talante y se abrazaron a él, riéndole las gracias de la jaima en la Via Veneto. Y si no lo saben es que los servicios de inteligencia están sobrados de todo excepto de aquello con lo que trabajan. Porque la cuestión es sencilla, aunque aterradoramente repetitiva: ¿tiene Gadafi armas químicas, armas de destrucción masiva? Las del Irak las inventó el terceto de las Azores. Pero ¿y en Libia? A lo mejor hay que preguntar a los israelíes que de estas cosas son los que más saben por la cuenta que les trae.

Curioso resulta también que los rebeldes no invoquen motivaciones religiosas. El integrismo musulmán está aquí clamorosamente silencioso. El único que lo esgrime es el propio Gadafi que sostiene ser el último baluarte que contiene la previsible invasión de europa por las hordas fanáticas. Un discurso que tiene un eco fuerte al otro lado del Mediterráneo en donde contemplan con temor cómo la multitud parece desbordarse y tomar por asalto los puestos avanzados como Malta o Lampedusa.

Ese eco es el que ha llevado a los franceses a declarar una mayor intención de voto a favor de Le Pen y el Frente Nacional que de Sarkozy. Todo el mundo se prepara para lo peor poniéndose ya en lo peor. Esta amenaza del fascismo en Europa es muy distinta en la forma pero no en el fondo de la del militarismo en Asia. La decisión de los chinos de incrementar su potencia militar puede desencadenar una escalada de armamentos en el continente si los rusos, los japoneses y los indios se sienten amenazados. Los japoneses lo tienen más difícil pero no imposible si negocian con los EEUU la plena recuperación de su capacidad militar. La revolución árabe es ya una pradera en llamas y, al tiempo, la chispa que puede incendiar una pradera mucho mayor. Y si el conflicto libio se enquista y el Estado deja de garantizar el orden y la seguridad públicos, retornándose a una forma de estado de naturaleza prehobbesiano pero con alta tecnología, no sería de extrañar que una revuelta de palacio acabe con Gadafi antes de que este acabe con el país.

Lo que está claro es que el famoso dividendo de la paz ha sido una ruina y la llamada Pax americana lo más parecido a una situación de guerra permanente que se conoce.

diumenge, 6 de març del 2011

La foto del día.

El candidato imputado en un asunto de corrupción en los tribunales firma un manifiesto en contra de la corrupción. No es ya solamente que el caso Gürtel esté enseñoreándose de la campaña; es que, como esto siga así:

primero: Vergara, Fontdevila y demás dibujantes de humor van a quedarse sin trabajo. Porque esa foto es un chiste. ¿Existe un Pulitzer para los cartoons? Alguno dirá que maldita la gracia que tiene el chiste. Pero no se le haga caso; siempre hay un Quintín el amargao empeñado en ignorar el venero mismo de la raza, el absurdo. Y la plana mayor del PP aplaude el gesto sabiendo, supongo, que si Camps resulta juzgado y condenado, esa firma hará arder el documento. Porque las firmas tienen un valor simbólico altísimo. Recuérdense aquellos billetes de banco, moneda patria de curso legal, firmados por un Gobernador del Banco de España condenado en firme a pena de prisión por manejos ilícitos con la pasta.

Segundo: no sé cómo va a llegar el PP a la campaña electoral. Habrá que estar atentos a los sondeos de intención de voto porque esta campaña tiene que estar incidiendo en la gente en una dirección my peligrosa: la de tomarse a guasa tanto a Camps como a quienes lo respaldan.

Tener redaños.

En realidad yo quería hablar de cine, pero la foto de marras... En fin que aproveché un hueco y me acerqué a ver Valor de ley, de los hermanos Coen. Y, como esto es España, el cartel tiene un título (Valor de ley), un subtítulo (True Grit), que es el título en inglés y un supratítulo en el más recio estilo de la moral amenazante del siglo de oro: El castigo siempre llega. Ya solo esta insólita afirmación invita a no entrar; pero como se trata de los hermanos Coen y no hay progre que se prive de unos buenos Coen, allí nos fuimos.

Los hermanos están fabulosos, hay mucho tiro, mucho degüello, ojos comidos por los buitres, cadáveres rellenos de serpientes de cascabel y caballos reventados en medio de una noche salvaje. Los intérpretes, extraordinarios. La niña, Hailee Steinfeld, genial y Jeff Bridges hace un Reuben Rooster Cogburn fantástico que echa fuego con ese solo ojo ciclópeo. Matt Damon sale bien parado del papel de LaBoeuf que es muy difícil por lo relamido y marginal. Porque el busilis del asunto no es la persecución del asesino por los agentes de la ley sino el duelo que se entabla entre Mattie Ross y Rooster Cogburn, quedando la pregunta en el aire: ¿quién tiene True Grit?

De todas formas ya pueden decir los Coen lo que quieran de que su True Grit no es una remake de la de Henry Hathaway con John Wayne, en 1969. Es inevitable, es una remake. Eso no quiere decir que haya de ser peor que la otra. Habrá mucha gente que la considere superior y tendrá buenas razones. A los waynófilos no van a convencernos. No era necesario que se esforzaran tanto en marcar las diferencias, alterar el comienzo y el final. Tampoco que Bridges se cambiara el parche de ojo. Las coincidencias, lo jugoso, está en el centro, en los grit y ahí la diferencia también es notable en el estilo narrativo. Hathaway era de la vieja escuela del Western en la que la gente se moría cerrando los ojos y no saliéndosele las tripas por la boca.

Todo eso da igual porque la gran diferencia la marca John Wayne, el Duke, como siempre. Fue, creo, su última peli y su testamento, seguramente por eso, porque se iba, le dieron su único Óscar. Había algo de nostálgico en aquel pistolero siempre al servicio del bien (El hombre que mató a Liberty Valance es una clase teórica en imágenes sobre el origen del Estado de derecho), que no encontró ningún "americano" con True Grit. Ni siquiera su hijo, que no pasó de secundario y a su órdenes. Ese matasiete al final cede la antorcha a una chiquilla de catorce años en la que parece encarnar el espíritu de las Hijas de la revolución americana, que es una organización muy curiosa sobre la que hablaremos algún día.

Resumiendo, si me apuran, la diferencia es palpable en la escena del enfrentamiento en un calvero: a un lado, Cogburn a caballo, al otro, cuatro forajidos; el breve diálogo a gritos y la carga mutua en el mejor estilo de un duelo medieval visto con los ojos de Un yankee de Connecticut en la corte del Rey Arturo. Pero lo mejor es verlo y oírlo.



The Duke.


dissabte, 5 de març del 2011

El candidato Gürtel lo abrasa todo.

Toda la fanfarria de la convención del PP en Palma de Mallorca quedó reducida a la pedorreta de la aparición de Francisco Camps, cuyo impacto mediático es directamente proporcional al absurdo de tenerlo como candidato a nada. Y no será porque no se haya advertido a la dirección del PP del efecto contraproducente de nombrarlo. Con una falta de sentido común rayana en la demencia el presidente del partido de la derecha razonó que el hecho de la imputación no presuponía condena y no era justo privar a Camps de su nombramiento por tan poca cosa como un presunto cohecho de unos trajes y corbatas, confundiendo como se ve una vez más la responsabilidad política con la penal.

Porque el problema no es que Camps sea un candidato imputado judicialmente, que ya es fuerte y debió evitarse a toda costa. El problema es que, además de imputado, Camps se ha convertido en una especie de atracción de feria como la mujer barbuda, con sus mentiras, sus dislates, su oratoria que oscila entre conjuros del Sacromonte y la verborrea de un vendedor de elixires, sus desplantes a la prensa y su exhibición de poder caciquil. Ha acabdo siendo una caricatura, un epítome del (presunto) político corrupto que trata de mantenerse a flote recurriendo a medidas tan estrafalarias como Ruiz Mateos cuando se disfrazaba de Supermán. Es imposible que los focos mediáticos no se centren sobre él, dejando todo lo demás en la penumbra, incluso la aparición de un líder tan poco carismático de suyo como Rajoy por la misma razón por la que, si en un acto público coincidieran Cristo redivivo y una vaca de dos cabezas, la foto sería la de la vaca.

Era perfectamente previsible que el nombramiento del imputado en la Gürtel sería un pesado lastre para el periodo electoral. Tanto que el hacerlo casi suena a provocación; una que puede causar un estropicio poniendo en peligro la victoria en una votación que se daba por descontada y que, según sean las vicisitudes procesales del peculiar personaje también podría hacer que se pierdan las elecciones de 2012 para las que el PP parte con una holgada mayoría en intención de voto. Pero todo se tambalea ahora por la insólita capacidad de presión de Camps que muchos atribuyen a una especie de extorsión que ejerce sobre Rajoy. El hecho es que Camps prevaleció y ahora su presencia llena ya todo el escenario igual que el cadáver de la obra de Ionesco Amadeo o cómo salir del paso, haciendo inútil todo intento del PP de centrar el interés mediático en algún tipo de propuesta que no sea la foto que indague en los gestos, las miradas, los recelos frente al amiguito del alma del bigotes; una foto que delate, como hace la de El País, ese gesto de Mariano Rajoy, mezcla de desprecio, irritación y asco al mirar al candidato Gürtel y comprender que no debió nombrarlo.

Presentar un programa de regeneración democrática llevando a Camps de macero en la procesión es tan ilógico que puede acabar enojando al propio electorado del PP, la mitad del cual cree que hay que votar a Camps haya hecho lo que haya hecho mientras que la otra mitad piensa que, si hay que elegir a Camps, más vale que no se incurra en el ridículo de presentarlo como una medida regeneracionista. Incluso estando dispuestos a todo, los votantes del PP tienen un resto de sentido del ridículo.

Tomo un solo ejemplo: la propuesta de regeneración democrática sostiene que la legitimidad del sistema democrático no debe quedar nunca en entredicho por actitudes permisivas, indolentes o exculpatorias ante la gravedad de determinados comportamientos. De un solo plumazo, con el relámpago de un flash fotográfico, este párrafo ha nacido muerto. Toda la campaña del PP girará en torno al Gürtel y tiempo habrá de calibrar los resultados de recurrir de modo tan descarado al viejo truco de la derecha de decir una cosa y hacer la contraria.

(La imagen es una foto de Mercedes Alonso, vía Creative Commons).

divendres, 4 de març del 2011

Corruptos son los otros.

¿Tiene Vd. problemas con la justicia? Afíliese al PP que se hará cargo de sus asuntos y con toda diligencia verá de sacarlo a Vd. de apuros. Gramsci decía que los partidos son los intelectuales orgánicos y en el caso del PP se trata de un abogado orgánico que, debidamente orientado por Trillo, conseguirá que quede Vd. exonerado bien mediante absolución, bien mediante prescripción del delito o bien mediante anulación por algún defecto de forma. Que tampoco hay que ser tan exigentes a la hora de pisar de nuevo la calle como un ciudadano libre, aunque no exento de sospecha.

¿Que le imputan a Vd. media docena de delitos? Rajoy lo pondrá a Vd. de ciudadano ejemplar, proclamará su inocencia digan lo que digan los jueces que, al fin y al cabo, son unos mandados y lo propondrá como candidato del partido en las elecciones de que se trate. Y eso que "candidato" viene del hecho de que los aspirantes a elección en Roma vestían la túnica cándida, es decir, blanca, símbolo de pureza y falta de malos usos.

¿Que lo detienen a Vd. en flagrante delito y lo llevan a Vd. a declarar al juez entre nubes de periodistas? González Pons pone el grito en el cielo por el clima de histeria mediática y tendencia al linchamiento instigado por el Gobierno a quien acusa de controlar los medios como la hacía su partido cuando estaba en el poder y sigue haciéndolo allí en donde gobierna.

¿Que está Vd. sometido a investigación policial y hasta se le instruye una causa con petición fiscal por presunto delito? María Dolores de Cospedal se escandaliza por el régimen de terror que impera en España, típico Estado policía en el que las fuerzas de seguridad, los fiscales, los jueces, están todos a las órdenes de los comisarios políticos del régimen.

¿Que las pruebas contra Vd. son apabullantes? Álvarez Cascos o cualquier otro varón de similar aplomo sostendrá que son falsedades e invenciones de camarillas de policías al servicio de los intereses políticos del gobierno.

¿Que el Ministerio fiscal acusa y los jueces abren una causa? Eso sólo demostrará que se pliegan a las presiones del Gobierno y probablemente prevariquen. Habrá que estar atentos e interponer una batería de querellas contra los jueces que entiendan del caso hasta apartarlos a todos y, a ser posible, que se vayan a Amsterdam, en donde la leyenda negra.

¿Que lo procesan a Vd. por chorizo, ladrón, corrupto o filibustero? El PP se personará en la causa oficialmente como parte de la acusación pero, en realidad para actuar en su defensa no demostrando su inocencia (que no es posible porque, en efecto, es Vd. un chorizo y un corrupto) sino tratando de conseguir la nulidad de las actuaciones por defecto de forma o, incluso, la prescripción de esos delitos, para, caso de conseguirlo, proclamar a continuación que era Vd. más inocente que los gorriones.

El mismo partido que trata al Gobierno como si estuviera en manos de delicuentes trata a los supuestos delincuentes como gobernantes in pectore, sosteniendo que son inocentes y dudando incluso de los pronunciamientos de la justicia, como todavía duda (o siembra dudas) de la sentencia del 11-M. El mismo partido que exige que los demás dimitan ante la sombra de una sospecha en su rectitud es el que conserva en sus puestos y protege a los imputados... siempre sean de los suyos. La pertenencia al PP, por tanto, es un poderoso mecanismo de defensa procesal que se basa en el principio no de que se haga justicia sino de que los nuestros nunca delinquen porque, por definición, el PP "es incompatible con la corrupción" de modo que los presuntos corruptos son, en realidad, inocentes víctimas de persecuciones político-mediáticas y el partido se vuelca en su defensa, brindándoles su cerrado apoyo financiado, además, con el dinero de todos los españoles.

Lo curioso del caso es que este es el partido al que, según los sondeos hasta la fecha, se apresta a votar la mayoría de esos mismos esquilmados españoles.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Cataluña, vía Creative Commons).

dijous, 3 de març del 2011

Enrique Curiel.

Como el ladrón en la noche, la muerte se ha llevado de golpe y con antelación a un hombre que todavía hubiera aportado mucho al acervo común por lo mucho que sabía y lo mucho que vivió. Ha truncado una existencia que, habiendo dejado atrás el arrebato y la premura de los tiempos mozos, así como los compromisos y cargas de la edad madura, se adentraba ahora en ese periodo de reflexión y meditación distanciada que es el lago interior en que navega la sabiduría.

Era mucho lo que Curiel hubiera podido trasmitir y ahora nos quedaremos sin saber. En compañía de su amiga, Pilar Brabo, cuya aventura compartió en todo, incluso en lo prematuro de su desaparición, Curiel personificó el empeño más ambicioso y quimérico del comunismo por adaptarse en forma y fondo a las exigencias políticas y morales de una sociedad democrática con aquella fórmula que se llamó Eurocomunismo y que a la larga no pudo ser. El fracaso de ambos fue su triunfo. Igual que el triunfo de la muerte es su fracaso ante nuestro recuerdo.

Que la tierra te sea leve, Enrique.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Qué es la violencia y cómo se la condena.

Siempre que ETA y su entorno dan que hablar el discurso de la izquierda abertzale viene a ser opuesto al del resto de las fuerzas políticas en España. Con motivo de la detención en enero de diez miembros de Egin y Askatasuna, igual que con la de los cuatro presuntos etarras en Bilbao, al parecer con las manos en la masa de doscientos kilos de explosivos, la izquierda abertzale critica que el Gobierno no esté a la altura de las circunstancias y no ceje en su actividad represiva, desperdiciando la ocasión del alto el fuego de ETA. Es verdad que ETA está en alto el fuego porque, si no, ya habría hecho un estropicio con tal cantidad de explosivo almacenada en una ciudad tan densamente habitada como Bilbao.

Pero del lado del Gobierno, y de todos los que leen los periódicos, se dice que el alto el fuego de ETA es unilateral, que el ministerio del Interior no está en alto el fuego y que lo que los terroristas tienen que hacer es deponer las armas y entregarse. Entre tanto, la policía sigue cumpliendo su misión de perseguir el crimen y prevenirlo siempre que sea posible. Porque así como el deseable fin de la violencia en el País Vasco no acarreará contraprestación política alguna, las treguas mucho menos.

Es de esperar que Mayor Oreja no aproveche el momento para decir que estas detenciones son detenciones trampa, cortinas de humo para ocultar las negociaciones de este pérfido gobierno con ETA. Es de esperar, pero quizá sea demasiado esperar. Dadas las circunstancias y las gentes que las viven todo lo que, por desgracia, acabará produciéndose quizá no sea más que un incómodo silencio en donde debería haber un cerrado aplauso a la tarea que llevan a cabo las fuerzas de seguridad.

Las detenciones se cruzan con el procedimiento abierto para ver si se permite o no que Sortu sea legalizado como partido. Y no ayudan a la legalización, es evidente. Ni tienen por qué. Sortu ha perdido una ocasión única de dar peso a su solicitud condenando la tenencia de explosivos. Pero los abertzales contestan que: a) ya dijeron que condenaban sin ambages la violencia de ETA; b) de hecho, aquí, no se ha producido violencia.

Está claro que el problema reside en qué se entienda por violencia. En principio es sencillo: violencia es toda fuerza hecha sobre terceros en contra de su voluntad. La violencia puede vivirse consciente o inconscientemente. Si me disparan de frente, es violencia y si por la espalda, también es violencia. La violencia pueder ser en acto o en potencia, como distinguían los escolásticos. La explosión de doscientos kilos de explosivos de golpe o en porciones es violencia como también lo es la tenencia de esos doscientos kilos siempre que exista una probabilidad superior a cero de que vayan a emplearse. Y existe. Y es bastante alta.

Hay un acuerdo generalizado en que, excepción hecha de la legítima defensa, toda violencia es condenable. La violencia de los aparatos del Estado se entiende siempre en legítima defensa de la colectividad. La condena, a su vez, puede ser de carácter abstracto o dirigirse a un caso concreto. Pero la una llama a la otra. La condena de la violencia en abstracto, como una lacra de la condición humana desde el principio de los tiempos, tiene su complemento en la condena de esta violencia concreta, aquí y ahora, la de los doscientos kilos de explosivos. Lo universal comprende lo particular, argumenta la izquierda abertzale. Cierto. Y lo particular comprende igualmente lo universal. Condenar el universal sin condenar su manifestación concreta equivale a no condenar.

Ignoro en qué medida basará el Tribunal Supremo su decisión en estas cuestiones de la condena de la violencia pero, en la medida en que lo haga, Sortu no está actuando de forma que favorezca su petición de legalización. Ellos sabrán lo que hacen pero no es lógico poner en peligro el logro del objetivo en el último tramo por una cuestión de empecinamiento. Lo que el Supremo tiene que decidir es si y en qué medida la continuidad de las personas entre Batasuna y Sortu revela continuidad de los propósitos y tal parece que la haya desde el momento en que quienes callaban antaño frente a la violencia y, por lo tanto, otorgaban, siguen haciéndolo hoy.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 2 de març del 2011

El Estado del bienestar y sus amigos.

En estos momentos de crisis aguda del capitalismo parecida a la de 1929, que tanto hizo porque naciera el Estado del bienestar, a éste le han salido amigos y defensores como si de una noble causa perdida se tratara. En el momento en que muchos entonan el requiescat por esta forma de Estado (y, de paso, acusan con fruición a los socialistas de enterrarla) la derecha y la izquierda radical o transformadora como gusta llamarse, aúnan fuerzas, cosa tampoco tan rara, en brava defensa de un Estado del bienestar a punto de zozobrar sometido a los cuatro vientos.

Estamos en período preelectoral (o sea, electoral) y Rajoy ha prometido ante un auditorio de la tercera edad en Castilla-La Mancha que él jamás congelará la pensiones. A su lado María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, partido que defiende a los trabajadores como todo el mundo sabe, no podía sino asentir, arrobada. Para que ningún mal pensado fuera a suponer que tan noble propósito, el de las pensiones era emanación de la fiebre electoral, Rajoy sostuvo ante sus oyentes que es hora de mostrar la casta del galgo y desmitificar el origen del Estado del bienestar que en absoluto se debe a la izquierda sino a los conservadores y los demócratas cristianos. Cierto que los demócratas cristianos, que en España no existen como partido parlamentario de ámbito estatal, se adaptaron muy bien a los Estados del bienestar, echando mano para ello de la doctrina social de León XIII en la Rerum Novarum, de 1892. Pero no fueron sus creadores.

Esta idea de Rajoy es falsa. No con falsedad de juzgado de guardia, como las que suelta Cospedal, pero sí manifiestamente descarada. En prácticamente todas partes el Estado del bienestar ha sido producto de la acción de la izquierda socialdemócrata con la oposición más o menos furibunda de la derecha y de la izquierda transformadora con las consiguientes excepciones. En Suecia surge en 1932,en los Acuerdos de Saltsjobaden, bajo un gobierno socialdemócrata; en los EEUU comienza en la política del New Deal en los años treinta con Franklin D. Roosevelt, un demócrata, que es el equivalente estadounidense a los socialdemócratas europeos y eso mientras los republicanos lo llamaban "comunista"; en Inglaterra se articula en el Informe Beveridge, de 1942, siendo Beveridge un socialista fabiano asesor del ministro de Trabajo, Ernest Bevin, un laborista en el Gobierno de Unión Nacional de Churchill; en Francia lo legisla el Frente Popular francés en 1936/1937 bajo un gobierno socialista con otros partidos de izquierda y el apoyo exterior del Partido Comunista; en Alemania se origina en los años 80 y 90 del siglo XIX con Bismarck, quien aplica las políticas que le recomienda el grupo de economistas alemanes de la Asociación de Política Social, Gustav Schmoller, Adolf Wagner, etc, también llamados Socialistas de cátedra.

Así que de producto de la derecha, el Estado del bienestar tiene poco o nada. Salvo que se quieran computar como Estado del bienestar los Estados paternalistas y "de obras" (públicas) del nazismo alemán y los fascismos italiano y español (al fin y al cabo el SOE y el INI son creaciones de Franco, como el Auxilio Social), pero estas son herencias que tiznan, porque les falta un elemento esencial de la doctrina del Estado del bienestar, el carácter democrático. La derecha jamás ha simpatizado con esta forma de Estado y sigue sin hacerlo. Al contrario, los ataques más temibles vienen de ella, de políticos como Reagan o Thatcher, admiradora de von Hayek, a su vez discípulo de Ludwig von Mises, abuelo del neoliberalismo actual.

El ataque al Estado del bienestar desde la derecha se ha complementado hasta hace bien poco con el procedente de la izquierda. En los años treinta, en la postguerra, en los años cincuenta y sesenta, los comunistas sostenían que los Estados del bienestar eran añagazas de la burguesía aliada a sus lacayos socialistas para emascular el movimiento obrero revolucionario; trampas y mentiras como también lo era la democracia, rechazada bajo el epíteto de burguesa. Algunos autores eran ingeniosos. Paul Sweezy, economista gringo de la Nueva Izquierda sostenía que el Welfare State era un Warfare State o Estado para la guerra. En La crisis fiscal del Estado el marxista O'Connor coincidía con los vaticinios neoliberales sobre la bancarrota del Estado. Ha sido sin embargo el Estado en todas partes quien ha evitado la bancarrota del mercado.

En la actualidad la izquierda transformadora mantiene un discurso confuso en lo referente a la democracia pero con respecto al Estado del bienestar es meridiano: el Estado del bienestar incorpora las conquistas históricas del movimiento obrero y ella se postula como su verdadera defensora frente a la claudicación y la traición de los socialistas que, como siempre, bailan el agua al capital. Así que ahora la derecha de toda la vida y la izquierda transformadora coinciden en defender un Estado del que antes abominaban.

Como diría Charlie Brown, "es bueno tener amigos".

(La primera imagen es una foto de Partido Popular de Cataluña (Jornadas 'Para Mejorar tu Vida') vía Creative Commons. La segunda, una de Victor O', bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 1 de març del 2011

En puertas de la intervención armada.

El 18 de marzo próximo se cumplirán ciento cuarenta años de la proclamación de la Comuna de París, el primer gobierno obrero del mundo, el único que reconocen en común marxistas y anarquistas. Por eso la ilustración de cabecera del mes está dedicada a la memoria de los 30.000 communards asesinados por los versalleses, que era como se llamaban entonces los nacionales. Es un cuadro de Maximilien Luce titulado "calle de París, mayo de 1871" y pintado hacia 1902-1903.

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La sibila líbica, cuya misión era revelar todo lo que estaba oculto, vive entre congojas. Libia, la tierra que le dio el nombre, está a punto de estallar. El gigante El Gadafi tenía los pies de barro y el Estado se le desmorona, los ministros le dimiten, los embajadores arrían la bandera de la representación, los policías no le obedecen y el ejército se le ha sublevado. Se apresta a librar la última batalla parapetado en Trípoli y defendido, al parecer, por tropas mercenarias. Es un mal endémico en la zona. Ya pasaba con los cartagineses en las guerras púnicas, que sus ejércitos eran extranjeros mercenarios. Aníbal, por ejemplo, llevaba, entre otros, honderos baleares y todo tipo de celtíberos.

Da la impresión de que esa figura del coronel mirando al cielo (que es por donde le vendrá el ataque) quiere recordar la de Allende en La Moneda, con su casco, su traje de civil y su fusil ametrallador. Pero no hay color; este cuate no representa nada ni a nadie, salvo a su mafia o clan familiar. Y es el momento en que dice que hay mucha gente que le ama tanto que está dispuesta a morir por él. Debe de querer decir que él está dispuesto a matarla, para que aprenda lo que es el amor, aunque más parece que el amor de los mercenarios sea el dinero

La revolución árabe, a todo esto, continúa. Pero la amenaza de fuego en la santabárbara libia hace que no se preste atención a lo que sigue sucediendo en otros países: Jordania, Bahrein, Túnez, Egipto, Argelia, Marruecos y ahora el Sáhara. La acción, no obstante, está concentrada en Libia, porque, aunque la revolución es de toda la arabia, encarna en cada momento en un país distinto y toma formas peculiares. En éste puede pasar cualquier cosa, desde el asesinato del sacrosanto líder hasta el empleo de armas químicas.

Los medios han estado tan ocupados descubriendo las vergüenzas de las componendas occidentales con el rufián de los creyentes y criticando la pasividad de las democracias y su falta de iniciativa, que no han advertido la eficacia silenciosa con la que se ha puesto en marcha la maquinaria de intervención de eso que se llama la comunidad internacional. Han sido pasos modestos, paulatinos, graduales que han preparado el terreno: se han congelado los activos extranjeros del dictador en Suiza, Reino Unido, EEUU, etc; la ONU ha iniciado la vía penal en la Corte Penal Internacional; también ha impuesto una batería de sanciones contra el tambaleante régimen; los mandatarios lo han dejado caer, hasta su amigo de Bunga Bunga, Berlusconi; los EEUU están moviendo la flota del Meiterráneo y pidiendo medidas militares, como el bloqueo del espacio aéreo libio.

El paso siguiente es un ultimátun y la intervención militar. Se requiere la motivación adecuada, la excusa, según quién opine y la ha brindado la señora Clinton ayer en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al decir que el apoyo a la transición en Libia no es solo una cuestión de ideales sino un imperativo estratégico. Eso suena a intervención que será inevitable porque con Gadafi se ha cometido un error que ya detectó Sun Tzu en 500 a. d. C., al decir que siempre conviene dejar una salida al enemigo. Gadafi sabe que, si no muere en Trípoli, no habrá para él refugio en la tierra porque hasta la China lo quiere ante la Corte Penal Internacional.