dimarts, 8 de març del 2011

Gürtel, la memoria y Garzón.

En puertas de la intervención armada

(Entrada del 1º de marzo pasado)


La peripecia del juez Garzón clama al cielo. Lo tienen atrapado en una triple tela de araña con tres procesos vivos que, además, van a toda velocidad si los comparamos con la bizantina lentitud con que se mueve el de la Gürtel. En los tres se juega el juez su carrera pero en dos de ellos también se juegan cosas de mayor calado para la colectividad: en el primero se juega que el proceso por la trama Gürtel siga adelante o se le dé carpetazo, lo que ya sería verdaderamente sublime; en el segundo se juega que se pueda hacer justicia a las víctimas de la vesania genocida franquista o que esa injusticia siga impune.

Desde luego en este acoso judicial al juez Garzón concurren muchos elementos. El propio juez dio en parte pie a alguno de ellos con su errática trayectoria política en los años noventa, que lo ha hecho relativamente vulnerable al linchamiento a que lo ha sometido la derecha. Pero el juez no se enfrenta solamente a un tangible odio político (movido por sus investigaciones sobre la Gürtel y el genocidio franquista) sino también a un ataque corporativo que, sin merma del ataque político, discurre más por las sentinas de las envidias profesionales. Garzón tiene una merecida proyección nacional e internacional y eso, en este país, no se perdona.

Suele decirse que no es cierto que haya una persecución a la persona sino que lo que se va a juzgar objetivamente es la supuesta comisión de un delito de prevaricación. Al margen de que se trate de una figura delictiva con un amplísimo margen de interpretación y, por tanto, de discrecionalidad del juzgador, todo en los procesos ha sido atípico, empezando por la instrucción del juez Varela (en la causa por el franquismo) quien actuó objetivamente como asesor de la acusación al indicarle cómo debía formularla.

El pronóstico no puede ser más desalentador para este juez al que el país debe muchas cosas, entre ellas el desmantelamiento de la cobertura del terrorismo en el País Vasco y, en buena medida, del propio terrorismo. Pero, además de pintar negro para el juez, la cosa tampoco augura nada bueno para los intereses colectivos. Los abogados de los presuntos delincuentes de la Gürtel quieren que se condene a Garzón por prevaricación porque, de este modo, pretenden invalidar las pruebas de la escuchas y, con ello, pedir la anulación de lo actuado hasta la fecha en el proceso. Obviamente lo que quieren es anularlo en su conjunto por falta de pruebas legalmente obtenidas. Hay otras independientes y no es muy probable el archivo pero sí un considerable retraso, quizá de otro par de años en tanto se dilucida lo que vale y lo que no vale.

Y con la memoria y la reparación a las víctimas del franquismo puede pasar algo parecido. Si se condena a Garzón por prevaricación, hay que replantearlo todo desde el inicio, empezando por averiguar qué se quiere hacer y a quién corresponde la competencia.

Es decir la triple tela de araña en que está atrapado Garzón pretende arruinarle la carrera personal y, además, conseguir la impunidad para los presuntos de la Gürtel y el bloqueo a las políticas de la memoria con el resarcimiento a las víctimas. Y frente a eso no parece que haya una movilización digna de tal nombre.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Wikimedia Commons).