dimecres, 27 d’agost del 2008

Don Mariano Rajoy no lee Palinuro.

No, no lo lee. Y es una lástima porque si lo leyera evitaría dar espectáculos bochornosos como el que ofreció ayer en Vigo ante sus incondicionales, una mezcla de ruindad, insensibilidad y soberbia como he visto pocas veces. Este hombre no solamente no sirve como presidente del Gobierno de España sino que ya es inexplicable que consiguiera ser presidente de la Diputación de Pontevedra.

Decía Palinuro en el post de hace dos días, titulado Vuelo JK 5022. Identificación de las víctimas: "Espero que el principal partido de la oposición no caiga a su vez en el (error) de seguir el ejemplo de estos azuzadores y no plantee urgencias impertinentes al Gobierno. Más que nada para que no quepa decirle que para hacer las cosas mal, con inmoral falta de respeto a las víctimas y atribuir a éstas identidades falsas, meterlas de cualquier forma en sendas cajas y repartirlas a voleo entre los familiares ya estuvo él en el desgraciado caso del Yakovlev -42 y de lo que se trata es de que no se repita semejante canallada."

Pues tal cual; es lo que hizo el señor Rajoy: empezó exigiendo celeridad al Gobierno del PSOE en la identificación de las víctimas, esto es, a un Gobierno que está yendo a la máxima velocidad posible compatible con la certidumbre en las identificaciones y lo hace él que vicepresidía un Gobierno que identificó mal por incuria, incompetencia y puro desprecio a otras víctimas de otro accidente aéreo, algunas de las cuales siguen sin estar identificadas cinco años después y no lo estarán jamás puesto que fueron entregadas a los familiares bajo identidades erróneas y ya han sido incineradas.

De igual modo el señor Rajoy tuvo la desfachatez de relacionar este accidente del vuelo JK 5022 con el del avión Yakovlev 42 siendo así que, mientras el vuelo de Spanair no tiene nada que ver con el Gobierno porque estaba dentro del normal funcionamiento de una línea aérea privada, el Yakovlev 42 que se estrelló estaba bajo directa responsabilidad del que era vicepresidente el señor Rajoy dentro del cual alguna gente sin escrúpulos cuya identidad desvelarán las investigaciones judiciales en curso, contrató, subcontrató y requetesubcontrató aquella defectuosa máquina quizás por afán de lucro personal ocasionando la muerte de sesenta y dos militares.

Cuando el señor Rajoy dice que no va "a pagar al PSOE con la misma moneda" haciéndolo precisamente en el mismo acto de decirlo, típica muestra de hipocresía, prueba igualmente su incapacidad para entender la sabiduría del refrán de no mentar la soga en casa del ahorcado.

Porque esto que digo yo no lo digo solo yo sino que lo dice la Asociación de Familiares de Víctimas del Accidente del Yak-42 que, según parte de Europa Press en un comunicado hecho público ayer, dice: ""Señor Rajoy, ni usted ni ningún miembro de su ejecutiva tiene autoridad hoy para mendigar votos a cuenta de un accidente tan atroz como el de Barajas. Ellos tendrán a sus muertos. Seguro. Y las familias están siendo atendidas, como pudimos ver el día que fuimos a darles nuestro más sincero pésame. ¡Qué cruel diferencia en el trato a las familias de los militares muertos!" Y añade: "Queremos recordar a Rajoy que en el momento del accidente del Yak él era vicepresidente y que nunca pidió que se investigara la identificación de 32 cadáveres en 24 horas. ¿Aún siguen pensando que se pueden identificar víctimas en 24 horas?. Tampoco dijo nada cuando, tras 613 días de larga espera pudimos exhumar y conseguir que cada familia tuviera su muerto... Le recordamos que aún hoy once familias no han podido recuperar a su fallecido porque éste había sido incinerado por otra familia".

Es fuerte, ¿verdad? El contraste entre la dignidad de los familiares de las víctimas y la granujería de quienes los atropellaron y escarnecieron es tan enorme que las declaraciones del señor Rajoy sólo pueden entenderse como una explosiva mezcla de incompetencia y soberbia que, efectivamente, suelen ir juntas.

La próxima vez señor Rajoy lea Vd. Palinuro antes de retratarse en público.

(La imagen es una foto de Contando estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

Hijo de puta.

Eso es lo que, al parecer, llamó el presidente de la Diputación de Castellón, señor Carlos Fabra, al portavoz de la oposición socialista, señor Francesc Colomer, que estaba preguntando por los procedimientos judiciales penales en los que aparece el señor Fabra como imputado. Aquí está el vídeo del plenario de la Diputación en el que puede oírse con claridad el insulto al final de la cinta.

En 1986 el presidente de la Junta de Castilla y León, el socialista Demetrio Madrid ,fue procesado por un delito presuntamente cometido en una empresa que había sido de su propiedad años antes y ya no lo era y nada tenía que ver con su cargo político. El entonces jefe de la oposición, un tal señor Aznar, pidió su dimisión en veinticuatro horas; Demetrio Madrid dimitió y eso permitió al citado señor Aznar calzarse la presidencia de la Junta. Tres años después, en 1989, la justicia absolvía al señor Madrid. Por supuesto ni entonces ni después reconoció el señor Aznar haberse alzado con el cargo castellano-leonés por medios torticeros ni pidió disculpas. Al contrario, siguió en sus trece con su famoso "¡váyase señor González!" porque es su estilo de hacer política.

En la época del llamado "felipismo" era teoría de la derecha que cuando un cargo público era procesado debía dimitir porque, decía aquella, una cosa es la responsabilidad política y otra la penal. Justo lo contrario de lo que sostiene ahora por boca del señor Fabra, parte interesada como imputado en estos procedimientos judiciales.

Todo eso es más o menos admisible pues forma parte de la brega política el contradecirse cuando conviene como la forma el subrayar esas contradicciones para tratar que quienes incurren en ellas pierdan las elecciones. Lo que no es admisible es la agresión verbal, el insulto grosero, la vejación personal. Ya sólo por eso el señor Fabra, si es él quien ha proferido el insulto, debiera dimitir y matricularse en una academia de buenas maneras.

Cumple de Ramón.

Ayer cumplió tres años mi hijo Ramón, a quien vemos a la izquierda muy satisfecho de haber apagado sus tres velas, en compañía de su madre y de su hermano Andrés. La fiesta estuvo muy bien y a Ramón la cayó tal cantidad de regalos y juguetes que estaba abrumado y no sabía por dónde empezar. A juzgar por lo que sus parientes, madrinas (pues tiene dos) y amigos en general le trajeron le queda trabajo para los próximos tiempos pues habrá de aprender a montar en bicicleta, armar y desarmar tiendas de campaña, pintar, dibujar, dirigir coches a distancia y organizar complicados rompecabezas. Muchas exigencias para tan corta edad. Supongo que con los tiempos de incertidumbre y mayor competitividad que se avecinan es conveniente que vaya acostumbrándose desde muy chico y eso a lo mejor lo afirma también en su autoestima y personalidad. La verdad es que no lo sé. Cuanto más observo crecer a mis hijos ahora me sucede lo que ya me sucedió con los anteriores, que hoy están enfocando la treintena, que no entiendo cómo evolucionan. Ya solamente observar cómo van ampliando su competencia lingüística me llena de admiración.

Tampoco debe ignorarse que la mezcla de adultos y niños con juguetes que es necesario entender, armar, poner en funcionamiento da como resultado que sean los adultos quienes acaben disfrutando de los juguetes, muy curiosos y refinados. Como ya lo hicieron el día anterior, preparando la escenografía, colgando globos de colorines y adecentando el jardín. Cuando buceo en mi memoria recordando los que me regalaban a mí de pequeño en aquellos años de miseria general en el país tengo una sensación agridulce de ternura y desconsuelo. En fin, que todos lo pasamos muy bien, especialmente los pequeños. O sea, todos.

dimarts, 26 d’agost del 2008

¡Que vienen los rusos!

El lío del Cáucaso es un caso de esos supuestos de gestión de conflictos. A ver cómo se resuelve. "Occidente", o sea la Unión Europea (UE) y la organización militar a la que pertenece, la OTAN, está escandalizado de que Rusia incumpla tan flagrantemente los acuerdos internacionales que firma no retirándose ipso facto de Georgia. ¡Por Dios! Y eso de que quieran reconocer la independencia de Abjasia y Osetia del Sur va en contra de los tratados internacionales, gimotea Frau Merkel. Ya puestos, los gringos hablan como los duros del Far West: la independencia de Abjasia y Osetia del Sur es "inaceptable", dice Mr. Bush desde su rancho. ¿Qué quiere decir "inaceptable"? ¿Van a bombardear estas repúblicas si se declaran independientes? Bueno, los EEUU bombardean países enteros por menos de eso. Pero ¿lo harían aquí? Soplan vientos de guerra fría y conviene que en la Casa Blanca no haya un necio que dice que Dios le dice cosas.

Ya permitir (si no alentar) que los georgianos lanzaran el ataque sobre Tshinkvali el día de la tregua olímpica fue suficientemente estúpido. Como se ha visto era la excusa que los rusos querían para invadir Georgia y plantear la separación de las dos regiones autónomas. Rusia regresa al estatus de gran potencia, lo que plantea una crisis. Los europeos y los gringos creen pueden forzarle la mano en política internacional como cuando estaba en situación de debilidad a comienzos de los noventa, tras la caída del comunismo. Pero eso ya no es así. Rusia se ha estabilizado políticamente con una forma de régimen que habrá que definir porque basándose en el sufragio universal (más o menos bien llevado), su estructura institucional es original y puede llamarse presidencialismo parlamentario que significa que tan pronto el poder reside en el presidente de la República como en el primer ministro, según quiera el señor Putin, que es el que manda. Hay incluso quien dice que es comunista.

También se ha recuperado económicamente. Hoy es Europa la que depende del suministro de gas ruso y Rusia quiere hacer valer esa recuperación volviendo a su papel de gran potencia, como heredera universal de la Unión Soviética. ¿Y cuál es el rasgo esencial de la gran potencia? Que puede hacer lo que le dé la real gana y nadie le pedirá cuentas mientras que todos están obligados a rendírselas a ella. Rusia vuelve y quiere hacerlo como gran potencia. Nadie dice a una gran potencia lo que puede o no hacer. La cuestión es si eso se puede impedir. Y la siguiente cuestión habría de ser "impedir" ¿por qué?

En todo caso hay aquí una confrontación clara y que todos creen que es muy peligrosa: los EEUU no reconocen a los rusos los derechos que ellos se arrogan y pretenden dictarles su política exterior, haciéndolo por la brava, al estilo cow boy: el matón que entra en el saloon pegando tiros al aire. Pero las cosas no son tan sencillas; hay que razonar y argumentar antes de ponerse a dar gritos y mucho menos, tiros.

El problema es que en este campo las razones suelen tener un valor relativo en función de ls intereses de cada cual. Por ejemplo, para fundamentar esta actitud negativa hay que aportar argumentos. Estos pueden provenir de la historia o del humilde sentido común. Los que vienen de la historia no sirven para nada porque la historia demuestra una cosa y la contraria incluso actualmente. Remontarse al pasado es perderse en la noche de los tiempos para no encontrarse más. Habrá quien recuerde que Georgia se independizó de la URSS en 1991, aunque, como su presidente fue el tovarich Shevernadze, ministro de Asuntos Exteriores de la extinta URSS, no pasaba gran cosa.

Pero vendrán otros y recordarán que los rusos invadieron Georgia manu militari en 1924 y se la anexionaron. Y saldrá alguien diciendo que, antes, los georgianos se habían declarado independientes en 1918 a raíz de la revolución bolchevique de 1917. Y habrá quien diga que las regiones que hoy aspiran a la independencia son las que se quedaron al margen de la dominación mongola allá por el siglo XIV. En fin, la historia muestra Georgias independientes y Georgias dependientes, lo cual no nos sirve para nada salvo que alguien demuestre que ser independiente es mejor que ser dependiente y, caso de que algo así sucediera, lógicamente Georgia tendría que aplicar a Osetia del Sur y Abjasia el mismo derecho que ella reclama frente a Rusia.

Si la historia no sirve, ¿sirve el sentido común? Pues tampoco. El sentido común dice que lo que los occidentales (europeos incluidos) invocan en Kosovo debe ser lo que invoquen en Abjasia y Osetia del Sur. Otra cosa distinta sería, por lo menos, hipocresía. Porque los rusos dicen que ellos hacen lo mismo en Abjasia y Osetia del sur que en el Transdniester, entre Ucrania y la República Moldova. Lo de los occidentales es típico "doble lenguaje". Pero es costumbre en la corrala. Un ejemplo: cuando se trata de la devolución de Gibraltar a España, los ingleses invocan siempre el derecho de autodeterminación de los gibraltareños que ya han hecho saber en popular referéndum que no quieren ser españoles ni por el forro. ¡Sacrosanto principio! Sacrosanto principio que no invocaron los mismos ingleses cuando firmaron el tratado de retrocesión de Hong Kong a la República Popular China en 1997 en contra de la voluntad de casi todos los honkongueños. Y de Portugal y Macao no hablo por sentido del ridículo. Así que en Europa, en Occidente, el doble lenguaje es cosa corriente.

La cuestión es si puede imponerlo porque una cosa es hablar y otra llevar las palabras a hechos. ¿Qué quiere decir Mr. Bush con "inaceptable"? Por ahora que quiere excluir a Rusia del G-8, de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de alguna otra organización igualmente irrelevante para Rusia. Porque ¿puede preocupar al segundo productor de petróleo del mundo no estar en la OMC? ¿O está dispuesto Mr. Bush a defender la integridad territorial de Georgia (que le importa un bledo) con la bomba atómica? Hay quien dice que esta crisis es tan grave como la de los cohetes de Cuba en 1962. Ya le vale...

¿Por qué no confesamos que no estamos en condiciones de dictar términos a los rusos y que, de ahora en adelante, el mundo vuelve a ser por lo menos bipolar? Si hay algún responsable de esto es ese majadero que cree que hostigando a Rusia, metiéndole los misiles bajo las narices, rodeándola de amenazas, aumentando su sensación de peligro, se gana algo distinto de que Rusia entienda que la mejor defensa es un buen ataque. Es decir el señor Bush no solamente deja una herencia espantosa a su sucesor en el Irak sino que pretende también dejarle otro lío con Rusia.

¿Y qué me dicen de nuestros neocons que ya están viendo que, ¡por fin! llegamos a las manos con los rusos. Hay que quitarse de encima la derrota de la División Azul.

N.B.Por supuesto que hay aquí intereses geopolíticos en juego, oleoductos, gasoductos, etc. Pero eso es obvio.

(El mapa procede de la United Nations Cartographic Section y está en el dominio público).

TINSTAAFL.

Parece que la Dama de hierro sufre demencia senil según informa su hija. Es lamentable. Con ella se apaga una época que dejó leyenda y doctrina, el "thatcherismo", más fuerte que la influencia de su coetáneo y conmilitón ideológico, Mr. Reagan. Porque hubo "reaganomics", pero no "reaganismo". La dama era la que llevaba la antorcha de la lucha contra el comunismo, a través de las privatizaciones. Eso fue lo simbólico. y lo que hizo que por primera vez en mucho tiempo una primera ministra inglesa eclipsara a un presidente de los EEUU. Claro Mr. Reagan no privatizó nada porque en su país prácticamente todo es privado.

Quedan flecos y hay quien quiere acabar con ellos. La idea de privatizar la administración de justicia no es nueva; como tampoco lo es suprimir la Hacienda Fiscal y substituirla por una financiación pública a base de loterías; ni la de suprimir la moneda única y privatizarla de forma que cada cual (bancos, mayormente) saque su papel con el valor que tenga en el mercado. Son los libertarios, esos que adoptaron una fórmula que se encuentra en una novela de ciencia ficción de Robert Heinlein, There Is Not Such A Thing As A Free Lunch (TINSTAAFL), fundamento mismo del orden económico e incluso moral según el cual No Existen Almuerzos Gratis (NEAG en castellano). Algo en lo que la señora Thatcher, que era química, creía más a pie juntillas que en la tabla de elementos periódicos. Hacia 1987 concedió una entrevista a la revista Women's Own en la que, entre otras cosas dijo:

"Creo que hemos pasado ena época en que se ha hecho creer a demasiada gente que si tiene un problema, el Estado tiene el deber de resolvérselo. 'Tengo un problema; que me den una subvención'. 'Soy un sin techo; el gobierno tiene que conseguirme una vivienda'. Eso es cargar a la sociedad con su problema. Pero, ya ve Vd., No existe la sociedad (NELS) (negritas, mías). Existen hombres y mujeres individuales y familias. Ningún gobierno puede hacer nada sino es a través de la gente. Pero la gente tiene que cuidar de sí misma en primer lugar. Nuestro deber es cuidar de nosotros mismos y, luego cuidarnos de los demás. La gente piensa demasiado en los derechos sin pensar en los deberes. No existen derechos si antes no se ha cumplido con el deber."

Este razonamiento, el puro sentido común del ama de casa, que decían muy irritados los elitistas (y machistas) diputados laboristas, triunfó en Inglaterra elección tras elección, haciendo de Mrs. Thatcher la primera ministra que más tiempo ha estado en el poder (1979 a 1990). Y si no es porque metió la pata en el intento de privatización del Servicio Nacional de Salud y la creación de un impuesto de capitación, lo que propició una sublevación en su propio partido, hubiera seguido ganando a los desconcertados laboristas.

Una señora tremenda esta Iron Lady: descuajaringó a los sindicatos ingleses; privatizó el entero sector público de la economía, British Telecom, British Rail, minas, puertos, aeropuertos... todo; derrotó a los payasos de la junta militar argentina e causa de las Malvinas; instaló armas atómicas estadounidenses en Graham Common, propiciando un movimiento pacifista que le importó una higa; estuvo tiesa con el independentismo irlandés (desde no ceder en una huelga de hambre de los presos en la que murieron once (creo) hasta dejar que los mataran a balazos en mitad de la calle en Gibraltar); renegoció la aportación de Inglaterra a la Comunidad Europea; y se las tuvo tiesas a los soviéticos hasta que tropezó con el tovarich Gorbachov, de quien dijo de inmediato que era un hombre "con el que cabía hacer negocios".

Un torbellino en la política práctica y en la teórica. Creyente firmísima en la necesidad de desmantelar el Estado del Bienestar, por eso dice que "no existe la sociedad"; sólo lo hacen los individuos. Principio básico de la corriente metodológica dominante desde hace decenios en las ciencias sociales, llamada el individualismo metodológico, que comparte con los libertarios del TINSTAAFL. Su intervención fue decisiva para que los ingleses dejaran escapar al genocida Pinochet, salvándolo de las garras justicieras del juez Garzón y demostrando así una vez más que la razón de Estado prevalece sobre las consideraciones ético-jurídicas que luego se pregonan a los cuatro vientos cuando se trata de hacérselas tragar a un tercero.

¿Qué quieren que les diga? La señora me gustaba porque era valiente, clara e inteligente y uno prefiere que los adversarios tengan estas cualidades y no que sean cobardes, confusos y estúpidos. Tenía un espíritu de afirmación y orgullo muy inglés, muy de clase media conservadora, imbuida de la doctrina del libre mercado que, como se sabe, se aplica cuando conviene; nada más. La foto que ilustra el post no tiene desperdicio. Obsérvense la escenografía, el atuendo de las señoras, el gesto de los caballeros y la actitud de los cadetes. Es como el símbolo de la "relación especial" anglosajona que repateaba al general De Gaulle, el que consagra la superioridad de lo que Churchill llamaba the English speaking peoples, los pueblos de habla inglesa, la "anglicidad", que diría Ramiro de Maeztu.

La hija dice que la demencia senil de su madre efecta ante todo a los recuerdos recientes; los del pasado sigue teniéndolos íntegros. Encuentro que es un apagarse poético el de la señora que no se molesta en registrar el corto plazo, lo que sucede a su alrededor. ¿Para qué? Ella ya es una figura en la historia.

La imagen es una foto de los Reagan y los Thatcher en una cena en la Casa Blanca el dieciséis de noviembre de 1988 que se encuentra en el cominio público por gentileza de la Ronald Reagan Presidential Library

dilluns, 25 d’agost del 2008

Vuelo JK 5022. Identificación de las víctimas.

La lenta identificación de las víctimas deja en evidencia las previsiones de Rubalcaba

Indignación por el retraso en la identificación de las víctimas

Estos son dos titulares de periódicos digitales de ayer. No hace falta decir que de los más derechistas. Tratan de culpar al Gobierno del retraso en la identificación de los cadáveres. Uno de ellos habla de "indignación" así, en abstracto, sin atreverse a decir en dónde porque no la hay en ninguna parte salvo en las ganas que él muestra de que tal cosa suceda.

No son los parientes y allegados de las víctimas, que tienen todo el derecho a protestar o a plantarse si quieren. No son los partidos políticos, en principio, no. Son los periódicos, este tipo de periódicos, los que tratan de encizañar, malmeter, enturbiar la convivencia, ver si pueden provocar un problema en donde no lo hay para cargar contra el gobierno incluso al precio de la paz civil si es necesario. Cierto los gobernantes se precipitaron al señalar una fecha de término de las identificaciones probablemente por su deseo de aliviar el dolor de los familiares. Pero los especialistas que están trabajando contrarreloj en un esfuerzo que debería contar con mayor reconocimiento y menos inquina y mezquindad no se dejan empujar y aquellos ya han reconocido su error y están siendo más realistas dado que lo que importa no es quedar bien y liquidar el trámite sino hacer las cosas de forma correcta e irreprochable.

Espero que el principal partido de la oposición no caiga a su vez en el de seguir el ejemplo de estos azuzadores y no plantee urgencias impertinentes al Gobierno. Más que nada para que no quepa decirle que para hacer las cosas mal, con inmoral falta de respeto a las víctimas y atribuir a éstas identidades falsas, meterlas de cualquier forma en sendas cajas y repartirlas a voleo entre los familiares ya estuvo él en el desgraciado caso del Yakovlev y de lo que se trata es de que no se repita semejante canallada.

(La imagen es una foto de Rickydavid, bajo licencia de Creative Commons).

Cultura de guerra.

El último número de la revista Historia social vol II, nº 61, 2008, FIHS, UNED de Alzira-Valencia, 174 págs.) es semimonográfico dedicado a la cuestión de la cultura de guerra, un territorio relativamente nuevo de la historiografía consagrado al estudio de las pautas culturales en tiempo de guerra o, por decirlo con términos más definitorios de Annete Becker y Stéphane Audoin-Rouzeau, citados por Eduardo González Calleja en su trabajo introductorio, La cultura de guerra como propuesta historiográfica: una reflexión general desde el contemporaneísmo español, "el modo en que los contemporáneos del conflicto han representado y se han representado la guerra, como conjunto de prácticas, actitudes, expectativas, creaciones artísticas y literarias" (p. 71). Está claro, la forma en que la gente habla y se habla de la guerra; o sea el viejo concepto de cultura en sentido antropológico aplicado a los conflictos armados. Para el caso de los países europeos el asunto es extraordinariamente relevante en las dos guerras de 1914/1918 y 1939/1945. Basta con recordar su impacto en la producción literaria, artística, cinematográfica. Es abrumador. El caso de España, sin embargo, por su neutralidad en ambas (más clara en la primera, menos en la segunda) presenta perfiles propios. No obstante, González Calleja echa mano de la propuesta de José Álvarez Junco para señalar la importancia de cuatro períodos bélicos en la historia de España para ver nada menos que el proceso de construcción de la identidad española: la guerra de la independencia, el expansionismo militar de la Unión LIberal a mediados del XIX, la derrota de 1898 y la guerra civil de 1936/39 (p. 75), aunque no sé yo si tomada así, en un arco de ciento cincuenta años, no se desdibuja la propuesta del impacto de la "cultura de guerra" para pasar a hablar simplemente de la "historia de España" que, como la de todos los países, tiene sus guerras y sus paces. Me parece más interesante -y es lo que hace el número de la revista- centrarse en la cultura de la guerra civil del 36/39, a la que González Calleja propone aplicar el concepto de brutalización, prestado de la obra del alemám George Mosse acerca de las dos guerras europeas y que da cuenta de los fenómenos de diabolización y deshumanización del enemigo y de agresión sin límites a la población civil (p. 81), todo para dar cuenta de la extraordinaria crueldad de la contienda que Sebastian Balfour, por su lado, atribuye a la herencia de la tradición de las guerras coloniales de Marruecos (p. 83).

A este terreno concreto se orienta el muy interesante trabajo de Maud Joly Las violencias sexuadas de la guerra civil española: paradigma para una lectura cultural del conflicto, en el que se aborda un asunto que apenas está empezando a despuntar incluso en la crónica de los conflictos armados de ahora mismo: el empleo del cuerpo de la mujer como territorio de combate para humillar y doblegar al adversario mediante la mutilación, la violación y el escarnio. La práctica del rapado de mujeres (que luego reaparecería después de la liberación en Francia con las acusadas de colaboracionistas), la administración de aceite de ricino, la exposición pública, el desnudo, la marcación de los cuerpos (también practicada en ambos sexos en los campos nazis) y las violaciones, todo lo considerado como "arma falangista" (p. 95) fue moneda corriente durante la guerra y en la inmediata posguerra. Cierto que hubo casos de brutalización de mujeres en la zona republicana pero en la facciosa este recurso tuvo (como lo tiene hoy en muchos conflictos en los Balcanes, en África, etc) carácter de táctica deliberada de combate. Tiene su importacia que Joly mencione, aunque no se extienda sobre ello, cosa que podemos hacer los lectores, el hecho de que la práctica del rapado de las mujeres reapareciera en los primeros años sesenta en tiempos de las huelgas de mineros asturianos como represalia contra estos.

De mucho interés también el estudio de Mercedes Yusta Rodrigo, Una guerra que no dice su nombre: los usos de la violencia en el contexto de la guerrilla antifranquista (1939-1953), un enfoque novedoso en la aproximación al fenómeno guerrillero en el que se hace hincapié en la heterogeneidad de las guerrillas, su mezcla de combatientes venidos del extranjero y "huidos" de la represión en España, las complejas relaciones con la población civil que las apoyaba y la espiral de represión-respuesta guerrillera-represión incrementada. Revelador el último párrafo de Yuste: la guerrilla antifranquista "es un fenómeno violento surgido de una sociedad "brutalizada" desde la guerra civil, inmersa en una guerra de las fuerzas represivas contra un sector importante de la población civil, víctima de una cultura de la represión que impregnaba insidiosamente todos los aspectos de la vida cotidiana" (p. 126). Lo suscribo en principio porque refleja lo que para mí ha sido siempre el aspecto más imperdonable del régimen franquista en toda su existencia, esto es, el hecho de que tratara al país entero como territorio ocupado y no mostrara jamás no ya clemencia hacia los vencidos, a los que tuvo siempre a su (falta de) merced, sino el menor atisbo de reconciliación. Mi única salvedad a la cita de Yuste es que no se trataba de "un sector importante de la población civil" sino de toda ella; de toda. Incluso la que apoyó siempre al franquismo porque, si no lo hizo por miedo, fue cómplice del crimen general, permanente y obvio del genocidio y la represión; es decir, se encenagó en la miseria moral en la que sigue. Porque si malo es asesinar y torturar, no menos lo es beneficiarse de ello, aplaudirlo o condonarlo. Y eso es lo que explica que en buena medida la derecha española actual no pueda saldar su responsabilidad con ese infame pasado.

El último trabajo del semimonográfico es el de Francisco Sevilla Calero, Cultura de guerra y políticas conmemorativas en España del Franquismo a la transición, en el que hace un buen análisis de la administración política del calendario y las festividades, mostrando cómo el franquismo barrió el republicano e impuso sus festividades, las religiosas, las propias suyas y las mezclas: el "año triunfal", la "Fiesta nacional del Caudillo" el primero de octubre, el "Día de la Raza", (que ya venía de antes) el doce del mismo mes, el día de Santiago como día de la "santa cruzada" (una cruzada, por cierto, en la que los moros luchaban con los cristianos contra otros cristianos) el veinticinco de julio, el día del "Alzamiento Nacional", el dieciocho de julio, el "día de la unificación" (de FET y de las JONS) el diecinueve de abril, entre los más señalados. Frente a esta política de festividades y recuerdos avasalladora Sevilla sostiene que la transición y subsiguiente democracia ha sido olvidadiza y poco contundente. Bueno, se ha restaurado el primero de mayo, se ha suprimido el dieciocho de julio, el veinticinco de ese mes tiene un estatuto algo vergonzante, se mantiene el 12 de octubre como "Fiesta Nacional de España" por aquello de América, se conserva casi todo el calendario religioso y se ha añadido un día de la Constitución. No está del todo mal. Yo restauraría la fiesta del dos de mayo, después de que tanto se habla de la nación española vinculándola a esta insurrección, pero sólo por razones biográficas personales: de mozo viví enfrente de la calle de Daoíz, cabe la plaza del Dos de mayo y lo pasaba muy bien en las festividades.

Los otros artículos de este número de Historia social son más desparejos, pero tienen mucho interés. Especialmente el primero de Antonio Gil Ambrona, La violencia contra las mujeres: discursos normativos y realidad, que centra su investigación en los procesos de divorcio entablados ante los tribunales eclesiásticos en algunas partes de España (como Barcelona) en los siglos XVI y XVII. No es que fueran muy copiosos (entre 1565 y 1654 el tribunal diocesano de Barcelona entendió de 191 procesos de este tipo, 177 entablados por mujeres y 14 por hombres) (p. 11), pero sí muy interesantes porque se prueba que las mujeres acudían a los tribunales en busca de protección acusando a los maridos de malos tratos y aquella se dispensaba en dos momentos: en el primero procediendo al "secuestro" de la esposa en casa de algún familiar o en un convento (lo que equivalía a una separación de facto o alejamiento) y en segundo lugar pero en contadas ocasiones anulando el contrato y concediendo el divorcio. Para examinar estas circunstancias, el autor se basa en los trabajos del jurista de la época Tomás Sánchez y contrapone estos hechos a la doctrina acrisolada entonces acerca del ideal de la mujer casada y cómo ésta debía sobrellevar los malos tratos maritales que se encuentra entre otras en la obra de Luis Vives De institutione feminae christianae. No me parece que haya extraído todas las consecuencias posibles de esta contraposición pero ello no empece el gran interés que tiene el trabajo en cuanto documentación acerca de la longevidad de una detestable práctica que muchos creen sea reciente. De hecho, ¿acaso no es violencia doméstica, de sexo, de género, machista o como quiera llamársela la que se glorifica en un subgénero de literatura occidental habitualmente muy celebrado hasta el día de hoy con nombres como La doma de la bravía o La fierecilla domada?

Miguel Cabo Villaverde publica un interesante trabajo Leyendo entre líneas las elecciones de la restauración: la aplicación de la la ley electoral de 1907 en Galicia, en el que sostiene la muy innovadora tesis de que el famoso artículo veintinueve de esta ley, generalmente considerado como el epítome de las prácticas electorales corruptas, caciquiles y de consagración del dominio de los dos partidos dinásticos también tuvo la funcionalidad contraria: "...si bien en la mayor parte de los casos el 29 venía a sellar efectivamente un dominio claro sobre el distrito o un pacto entre notables dinásticos, en un porcentaje difícil de precisar pero en todo caso significativo representa exactamente lo contrario de lo que se asume automáticamente, es decir, la debilidad del grupo de poder dominante hasta el punto de reconocer a los opositores (en el caso gallego siempre de matiz agrarista) como interlocutores legítimos y firmar un acuerdo sobre la base del reparto de esferas de influencia." (p. 41) En su justa medida. No se sabe cuánto de significativo fue pero no conviene olvidar que no hay regla sin excepción.

Carlos Arenas Posadas publica un estudio sobre Concepto y teoría del capital social: una aplicación a la sociedad sevillana del primer tercio del siglo XX. El "capital social" es, efectivamente, un concepto muy útil y prometedor de las ciencias sociales, aunque de compleja cuantificación y el autor hace una presentación satisfactoria de él en su escisión entre una perspectiva "micro" (las relaciones sociales, las influencias que tienen los agentes sociales individualmente considerados) y la "macro" (la densidad del asociacionismo, las redes existentes en una sociedad y su funcionamiento) que, a su vez, son complementarias. La aplica después en concreto al caso de Sevilla en los treinta primeros años del siglo y aceptando la idea de que el capital social es el "eslabón perdido" en la teoría del desarrollo, especialmente el económico, diagnostica que la pérdida de posiciones de Sevilla en la ordenación de riqueza de las ciudades españolas se debe a la endeblez de su capital social y al hecho de que éste estuviera monopolizado por la oligarquía terrateniente que no permitía que se abriera a sectores sociales más dinámicos y emprendedores.

Finalmente el número de la revista trae un último trabajo de Roberto Ceamanos, De la ruptura a la convergencia. La historiografía social obrera española y francesa (1939-1982) que es como una especie de estado comparativo de la cuestión. Útil para quienes pretendemos orientarnos en un campo que no es estrictamente el nuestro. Ceamano divide el periodo en dos subperiodos: en el primero, después del erial en que quedó la investigación historiográfica española tras el triunfo de los sublevados en 1939, el intento de recuperación en los años sesenta y setenta del terreno perdido frente a los avances muy notorios de la historiografía francesa que, a su vez se había renovado notablemente. Es decir, una especie de reelaboración del sempiterno atraso español, pieza fundamental de nuestro "excepcionalismo"; el segundo cuando, una vez, por así decirlo, homologados nuestros estudios, nos encontramos con que vuelve a haber un décalage (la expresión es suya) con la producción foránea, que ha vuelto a pegar un salto incorporando nuevos enfoques y una perspectiva multidisciplinar que obligan a la historiografia patria a seguir tratando de recuperar el terreno perdido. Mientras no se trate de un ejemplo de la aporía de Aquiles y la tortuga...

Las imágenes son: la primera de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, Portada de Atila en Galicia (1937) (Museo de Pontevedra, Pontevedra); la segunda, José Gutiérrez Solana, Recogiendo a los muertos (1937) (Blog Urban Idade); la tercera, Eduardo de Vicente, Pasaron los fascistas (1937) (Dibujos de guerra, Ciudad de la Pintura).

diumenge, 24 d’agost del 2008

Ya tenemos vicepresidente.

Cuando mañana lunes empiece la convención demócrata en Denver, Colorado, ya estará formado el ticket del partido: Obama-Binden. Notable pragmatismo el del candidato negro. Está visto que quienes éramos partidarios de la señora Clinton o de Caroline Kennedy nos pasamos de la raya. Claro que el señor Obama tampoco era mi primera opción, sino el señor Denis Kucinich que debe de ser el político que ha perdido más elecciones en la historia, incluida, por supuesto, la nominación por el partido demócrata en este año en el que ni siquiera arrancó en las primarias. Lo que no es tan raro si se piensa que su programa pretendía, entre otras cosas: un sistema universal de salud, retirada inmediata del Irak, abolición de la pena de muerte, matrimonio de homosexuales, ratificación del protocolo de Kioto, legalización de la marihuana, derecho a decidir de las mujeres en el aborto...; en fin, ninguna posibilidad. Así que el segundo era el señor Obama, el pragmático.

Digo lo de pragmático porque, tras pasarse las primarias diciendo que iba a luchar contra el estilo Washington y que él estuvo en contra de la guerra del Irak, Mr. Obama ha elegido a un washingtoniano típico y que apoyó la guerra pirata en el Irak. Es cierto que en seguida se arrepintió de su voto y que, aunque trabaja en Washington, no vive en Washington. Pero lleva treinta años en el Senado, con lo que ya le ha salido costra.

Es pragmatismo también porque, al ser presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, Biden cubre el flanco más débil del señor Obama, al que acusan de falta de experiencia en relaciones exteriores. Claro que pensar que el cargo de presidente de la Comisión de Exteriores en el Senado estadounidense da competencia en este terreno, puede ser una especulación salvaje. También se valora en el campo demócrata el hecho de que Mr. Biden sea católico e hijo de padre currante, lo que parece que podría atraer votos de estos sectores hasta ahora reacios a respaldar a Mr. Obama.

Pragmatismo indica asimismo el nombramiento por cuanto el señor Biden, que aspiraba él mismo a la nominación demócrata en estas elecciones, comenzó las primarias poniendo en duda la capacidad del señor Obama para ser presidente, cosa que ya le han sacado los republicanos en un vídeo. Con el nombramiento el señor Obama pretende dar a entender que no se detiene en personalismos y sólo piensa en el interés de América.

En fin el señor Biden tiene luces y sombras. En las luces, para mí, está haber presidido la Comisión de Asuntos Jurídicos del Senado que tumbó la candidatura al Tribunal Supremo del juez Robert Bork, uno de aquellos neofachas que nombraba Reagan; no pudo luego hacer lo mismo con Clarence Thomas. En las sombras el hecho de que tuviera que retirarse de la carrera por la nominación en 1988 cuando lo pillaron plagiando discursos del dirigente laborista inglés Neil Kinnock. Y no es solamente la deformación profesional que me hace detestar profundamente a los plagiarios; es la sospecha de que hace falta ser un poco tonto para presentarse a presidente de los EEUU, plagiar un discurso de un dirigente laborista en el apogeo de su carrera y pensar que no van a pillarte.

Por cierto que prefiera que salga elegido el señor Obama antes que el señor McCain no quiere decir que crea que haya mucha diferencia entre el uno y el otro, dado que la maquinaria del Big Business seguirá funcionando como hasta la fecha. Pero alguna diferencia habrá. Y será bienvenida.

El viejo galápago.

El País de ayer traía una entrevista con Santiago Carrillo que no es que esté mal (al contrario, la periodista es incisiva y lo foguea a preguntas) pero deja escapar un montón de cuestiones, probablemente por desconocimiento de la entrevistadora. Escuchar al señor Carrillo equivale a escuchar a un protagonista de momentos históricos de los que ya sólo quedan escasísimos supervivientes y, como quiera que a sus noventa y tres años probablemente ha perdido todos los respetos humanos y muchas de sus inhibiciones (o quizá no, vaya uno a saber), cabría tratar de sonsacarle algo más que el manido episodio de Paracuellos del que ya está claro que no va a decir nada.

El señor Carrillo no sólo vivió la guerra. También vivió la postguerra, el exilio, los líos del Partido Comunista de España, del que fue Secretario General desde 1960 a 1982 y la transición. Es un superviviente del estalinismo, lo que no es moco de pavo. Se me ocurren muchos asuntos para preguntarle pero los reduciría a cuatro para que cupieran en una entrevista cómo ésta y para que diera su versión ahora: qué pasó exactamente con Francisco Antón, el joven amante de Pasionaria y cuál fue su actitud en los tiempos más duros del estalinismo; qué sabía él de las actividades de Julián Grimau contra el POUM en Barcelona en 1937 y si, de paso, tiene algo que decir sobre la muerte de Nin; qué opina ahora también de la versión que dan Claudín y Semprún de su expulsión del PCE en 1964 según la cual los expulsaron por defender lo que luego pasó a defender el partido que los había expulsado; a qué acuerdos llegó con Suárez para conseguir la legalización del PCE en 1977 y cuál fue la intervención del Rey.

Asuntos que son historia; han pasado más de veinticinco años del más reciente. Nadie tiene por qué sentirse ofendido o herido si sale a la luz algo que antes no se supiera.

(La imagen es una foto de My Web Page, bajo licencia de Creative Commons).

Spaghetti con bonito.

Mi amigo Xavier Vila-Coia, un escritor poco convencional (si es que esto no es una redundancia) de quien ya reseñé un libro de fotos de un viaje a Cuba en un post del año pasado llamado Cuba, mi hijo se ha visto mezclado en uno de esos percances que también me suceden a mí, razón por la que me solidarizo aquí con él. No obstante hasta la fecha en mi caso nunca han llegado a consecuencias tan extremas como en el suyo.

Estaba el bueno de Xavier en la feria del libro de A Coruña, a donde había ido a presentar su último libro, Diario da velada na Habana (sigue con el filón cubano) y fue a almorzar a un restaurante cercano en donde pidió spaghetti con bonito. Al observar que el plato que le servían no tenía apenas bonito y sí mucho tomate (probable consecuencia de la crisis que a todos nos azota) reclamó; el propietario sostuvo que había bonito suficiente; Xavier insistió en que no; el propietario porfió en que sí; Xavier en que no. Finalmente pidió el libro de reclamaciones (hasta aquí lo que hubiera hecho yo mismo de encontrarme en situación parecida) y eso le costó una paliza por la que ha presentado una denuncia. Toda la historia se encuentra en este enlace de La Voz de Galicia. Ahora tiene un ojo a la virulé. Espero que cuando menos el libro se venda bien pues viene rodeado de algo de escándalo.

dissabte, 23 d’agost del 2008

Esos exquisitos banqueros.

Una vez al año en verano el Federal Reserve Board de los EEUU organiza una conferencia en un sitio privilegiado, Jackson Hole, en Wyoming, muy cerca de la reserva nacional de alces y otras atracciones, a la que invita a la flor y nata del sistema financiero internacional para analizar la situación y las perspectivas de seguir haciendo negocios. Este año como es lógico el tema predominante ha sido la crisis financiera. Allí, en ese lugar de ensueño, paraíso de turistas, los banqueros más importantes del mundo se han puesto a lanzar mensaje ominosos. Si estamos mal podemos apostar a que estaremos peor. El señor Bernanke, del Federal Reserve Board, cree que el actual contexto económico es uno de los más difíciles lo que no suena especialmente tranquilizador. Es el clima de la reunión de estos millonetis: "caballeros, vayan preparándose". Según el señor Mario Draghi, gobernador del Banco Central de Italia, presente también en ese selecto cónclave de elegantes banqueros, al "comienzo de la crisis financiera más dura de nuestro tiempo tenemos que hacer frente a una combinación compleja e intrincada de aumento de la inflación, caída del crecimiento, restricciones del crédito y difusión de las tensiones de liquidez en el interior de la industria y de los servicios financieros mundiales". Lo cuenta La Repubblica. Y mientras los banqueros se reúnen a darse la buena vida y soltar agorerías como si estuvieran genuinamente preocupados por lo que pase con la gente, sus bancos (supongo que habrá excepciones) se dedican a estafarla vendiéndole basura como si fuera deuda buena, lo que les ha ganado ya una multa de millones de dólares impuesta por el fiscal general de Nueva York, además de obligarlos a volver a comprar miles de millones de deuda opaca que vendieron a la gente. Hasta la fecha son Merrill Lynch, Goldman Sachs y Deutsche Bank. Pero no va a quedar ahí la cosa; también están investigando a Citigroup, UBS, Wachovia, JP Morgan Chase , Morgan Stanley, Bank of America (arriba, en la foto), Washington Mutual y Credit Suisse. Esa investigación puede ser un terremoto.

Es decir, esto no ha hecho más que comenzar. Hace unos días la noticia era que el conjunto de la Unión Europea había tenido "crecimiento negativo". Ayer los malos datos afectaban a Inglaterra en donde la Oficina Nacional de Estadística revisó a la baja el crecimiento del 0,2 por ciento para el segundo trimestre de este año y lo dejó exactamente en cero: estancamiento, situación previa a la recesión.

La crisis es planetaria (¿hay algo hoy que no lo sea?) y al decir de Samir Naïr en un artículo de ayer en El País titulado el alcance geopolítico de la crisis va a cambiar el mapa de fuerzas políticas en el mundo en el que un debilitado eje EEUU-Unión Europea tendrá que acomodar a las economías emergentes como la China, la India, el Brasil o México. Y eso en el contexto del fracaso general del neoliberalismo y la necesidad de retornar a las políticas económicas intervencionistas que eran anatema hace veinte años.

En esta crisis planetaria es poco lo que el Gobierno español puede hacer pues que nunca manda sus barcos a luchar con los elementos. Me ha alegrado encontrar un artículo de Juan Francisco Martín Seco en Kaos en la red en el que se pide a los gobernantes españoles Por favor, no hagan nada en el entendimiento de que, según el autor, cuando hacen algo es para beneficiar al capital y la banca. Más o menos coincide con lo que servidor decía en hace un par de días en un post que se titulaba La no-crisis que no cesa y en el que se concluía: "Por esta razón el Gobierno español ha convocado una reunión vacacional de mucho aparato mediático para dar a entender que está al mando y que toma medidas de las que unas son para dentro de bastantes meses y otras no significan nada. Es mejor así, que no haga nada. Es decir que siga el ejemplo de los demás." Porque si acude en ayuda de un sector (por ejemplo la construcción) se puede en encontrar con que tiene que hacerlo en la de otro u otros. Por ejemplo, en la cascada de noticias espeluznantes que gotea la economía desde hace meses, la de ayer era especialmente alarmante: La llegada de turistas a España cae un 8% en julio. Los dos sectores que "tiran" de la economía española son la construcción y el turismo. Si los dos caen y el sistema no parece tener la flexibilidad suficiente para adaptarse a otra(s) línea(s) productiva(s), ¿tiene pensado el Gobierno qué va a hacer?.

(La imagen es una foto de Steve Rhodes, bajo licencia de Creative Commons).

Las alcaldadas en España.

Es indignante. Fíjense qué noticia: Los ayuntamientos hacen oídos sordos ante el problema del ruido. Los barandas no presentan en el Ministerio de Medio Ambiente los informes que se supone tienen que presentar por mandato de la normativa europea. Seis de dieciocho ayuntamientos de grandes aglomeraciones ha presentado la mitad de los papeles, a falta de la otra mitad.

Es una prueba más de la carencia de conciencia edilicia acerca del ruido. El país sigue siendo territorio de mesnaderos y labrantines, ahora reciclados en moteros y discotequines que se "realizan" armando ruido. Y ello con la connivencia cuando no activa colaboración de las autoridades municipales a quienes la tranquilidad y el descanso de la mayoría de residentes en su municipio importa una higa. Hasta parecen sus enemigos jurados. El viejo concepto de "alcaldada" no se refiere sólo a un comportamiento proactivo sino que también es aplicable a la clamorosa falta de cumplimiento de los deberes inherentes al cargo. No afecta solamente a aquella situación en que un alcalde rebuzna sino a aquella en que no hace nada para impedir los molestos rebuznos de algún vecino.

La segunda quincena de agosto en España es de cine, de cine de los Picapiedra con las masas haciendo ruido hasta el amanecer en unas aglomeraciones estrepitosas que llaman "fiestas". Y como no hay modo de generalizar esa conciencia por medio de la ley porque las leyes en España, ya se sabe, "se acatan pero no se cumplen", a lo mejor hay que ir pensando en querellarse contra algún que otro alcalde por incumplimiento de la ley; incluso, dada la naturaleza dañina de la contaminación acústica, también por denegación de auxilio y hasta por torturas. Porque si un ciudadano ha de esperar trece años a que se tomen medidas con un bar de copas en los bajos de su casa, son trece años sin poder dormir, trece años de incuria municipal y judicial razón por la cual a lo mejor debe condenarse al propietario o al mismo alcalde a otros trece años en una celda de aislamiento y escuchando sin parar El bolero de Ravel; que se sepa que hay cosas peores que la muerte.

(La imagen es una foto de Plasencia calle de los vinos, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 22 d’agost del 2008

Secuelas.

Es inevitable. Una de las consecuencias de la frustrante situación en que nos encontramos cuando se dan desastres como el de Spanair es que el personal no puede estar callado y tiene que dar su opinión aunque sea irrelevante y hasta perjudicial a la causa del esclarecimiento de los hechos o el remedio a las víctimas. Y no me refiero a quienes hayan padecido directamente el azote del destino, que tienen perfecto derecho a decir lo que les parezca, venga o no a cuento, sino a los espectadores, informadores y comparsas en general. Un paseo por los medios escritos y audiovisuales de ayer permite identificar cuatro tipos de bocazas: los expertos en una hora, los enterados de siempre, los aprovechateguis y los deontológicos. No daré nombres por no ganarme más enemigos de los que ya tengo.

Los neoexpertos fueron legión. A estas alturas ya sabemos todos todo sobre turbinas, aviación civil, protocolos de emergencias, resistencia de materiales, puntos de no retorno, velocidades V1, etc. He leído piezas tan documentadas y convencidas que uno se pregunta qué le quedará por hacer a la comisión de técnicos nombrada para esclarecer las causas del siniestro con la información que obtengan de las cajas negras, la que facilite la inspección in situ y su propia competencia técnica. Alguno de esos artículos ya tiene formuladas todas las hipótesis.

Los enterados de siempre no podían faltar. En medio de la confusión todavía reinante ellos ya saben por información privilegiada cuáles fueron las causas que desataron la catástrofe, quiénes tomaron las decisiones erróneas en un oscuro juego de amenazas, presiones, rencillas internas de la compañía, datos y pistas que el común de los mortales no ha valorado suficientemente pero que, bien interpretados, explican que, dadas ciertas condiciones, algo así tenía que ocurrir. De hecho ahora mismo les consta que hay poderosos intereses que tratan de desviar la atención, que no se sepa lo que realmente pasó, de levantar una cortina de humo. Más o menos lo que quienes todos sabemos llevan cuatro años haciendo con el 11-M.

Los aprovechateguis. Estos, como la población reclusa en las dictaduras, se dividen entre "comunes" y "políticos". Los comunes son los que tratan de hacer caja valiéndose del desconcierto, el dolor generalizados y el sentimiento de solidaridad, como esos granujas que se hacen pasar por miembros de ONGs que recaudan donativos para los familiares de las víctimas. Los "políticos" son los quepretenden de sacar partido político a la situación, en este caso atacando a las autoridades, en concreto al Gobierno. A la vista de los hechos me parece que todas las autoridades han estado en su sitio, incluidos los Reyes y han trabajado coordinadamente y con eficacia. Por eso me parecen desvergonzados y de baja ralea los ataques que he leído al Gobierno no porque haya dejado algo por hacer sino porque no ha dejado nada por hacer. Lo acusan de ¡sobreactuar!

Por último, los "deontológicos" que andan rumiando escrúpulos no sobre el desastre y sus causas sino sobre el modo de informar acerca de él: que si se debe o no se debe mostrar esto o aquello, que si los periodistas que buscan testimonios cuanto más dramáticos mejor acosan o no acosan, que si... En mitad de la turbamulta de relatos que un hecho de esta magnitud genera resulta ridículo y pretencioso plantearse estos problemas a las veinticuatro horas del hecho. Tiempo habrá de que los jueces digan lo que se puede hacer o no hacer y de que la opinión más serena trace una línea sobre lo que acepta o rechaza. Entre tanto los catones censores, en lugar de darse pote, que den la mejor, más rápida y objetiva información que puedan.

Francamente creo que quien estuvo ayer a la altura de las circunstancias fue el Gobierno. Sobre todo su vicepresidenta, que tiene siempre el mismo gesto severo, adusto, en la alegría y en el infortunio y dijo e hizo lo que todos esperábamos que dijera e hiciera: que lo primero son las víctimas y sus familiares, que se llegará hasta las últimas consecuencias para determinar responsabilidades y que se ha creado una oficina de atención a las víctimas. No me extraña que la señora De la Vega sea la miembra del Gobierno que tiene más alta valoración popular.

(La imagen es una foto de Jima, bajo licencia de Creative Commons).

Los intelectuales, el franquismo y la transición, II.

(Viene del post de ayer).

En lo que es estrictamente la transición identifica Pecourt tres discursos: continuidad, reforma y ruptura (p. 120) y se concentra en el de ruptura, en donde distingue cuatro subcampos, cada uno de ellos con sus intelectuales y sus revistas: el socialista, el comunista, el nacionalista y el libertario (p. 132) a los que añadirá luego el feminista (p. 174). En la caracterización del comunismo me asalta una duda pues no sé si lo que se dice de éste es un reflejo de las ideas del régimen o lo piensa el autor: "La fortaleza franquista percibía en el comunismo al enemigo más peligroso de la verdadera tradición hispánica, un adversario que logró monopolizar el poder cultural y político durante el período republicano y que terminó por provocar, inevitablemente, el inicio de la Guerra Civil. Por ello utilizaría todos los medios posibles para erradicarlo y evitar la aparición de amenazas similares en el futuro" (p. 136). El párrafo es ambiguo. Si lo que hace es reflejar la mentalidad de los franquistas estoy de acuerdo con él; si vierte una opinión del autor no puedo estar más en desacuerdo: los comunistas no monopolizaron nada precisamente hasta bien entrada la guerra civil.

A la altura de la transición, el comunismo era ya eurocomunismo y así lo trata Pecourt, reflejando bastante bien esta estrategia del que quería ser comunismo democrático (p. 140) a través, sobre todo, de las ideas de Daniel Lacalle y la revista Argumentos, por él resucitada. Se recordará que Lacalle ya había sido el factótum de la primera Argumentos en la clandestinidad durante la dictadura, de la que llegaron a salir cuatro números. De especial interés he encontrado las referencias de Pecourt a los críticos izquierdistas (incluso comunistas) del eurocomunismo, como Gustavo Bueno (p. 144) quien por entonces dirigía una revista filosófica, El basilisco, Manuel Sacristán desde Materiales y Joaquín Estefanía desde El cárabo (p. 148). Es imposible saber cómo hubiera evolucionado el difunto Sacristán pero las subsiguientes biografías de Bueno y Estefanía dan material abundante para la reflexión.

En el subcampo del socialismo Pecourt arranca del primer proyecto demócrata-cristiano de Cuadernos para el diálogo, al que se sumaron muchos socialistas que luego iniciaron su propia publicación, Sistema (p. 157), desde donde se hicieron las críticas más agudas al proyecto eurocomunista, en concreto a través de la pluma de Ignacio Sotelo (p. 158).

En el subcampo libertario Pecourt atribuye una función iniciática a José Luis López Aranguren, quien se había radicalizado en la segunda mitad de los años sesenta (p. 164), y hace un repaso a las principales revistas de esta corriente, Ajoblanco (cuyo director, José Ribas, publicó el año pasado unas interesantes memorias aquí reseñadas en un post llamado Lo que pudo ser), Ozono, El viejo topo (p. 166). De gran interés su reseña sobre el pensamiento de Agustín García Calvo y del Fernando Savater de la época, el del Panfleto contra el todo (otro motivo para la reflexión y hasta la melancolía) así como su muy ilustrativa polémica con Ignacio Sotelo (p. 172).

Capítulo aparte merecen al autor los intelectuales y revistas catalanistas. El nacionalismo incipiente se articula en torno a dos de éstas, una más "catalanista" y elitista, Serra d'Or, amparada por el Monasterio de Montserrat, y la más popular y "españolista" Destino (p. 181) . A mi modesto entender, es el mejor capítulo del libro, con muy abundante y pertinente información sobre la propuesta y vicisitudes de la concepción de los países catalanes (Ernest Lluch y Joan Fuster) (pp. 192-194), las causas del fracaso político del catalanismo y el enfrentamiento entre nacionalistas y españolistas personificado en la controversia sobre el libro de Federico Jiménez Losantos, Lo que queda de España y el famoso "Manifiesto de los 2.300" (pp. 209 y sigs.). Como se ve, con el nuevo manifiesto "en defensa de la lengua española", el señor Jiménez Losantos sigue en onda. Lo que no acaba de convencerme del relato de Pecourt es que no haga mención alguna al atentado de los terroristas de Terra Lliure contra el hoy locutor de la COPE.

El último capítulo trata de dar cuenta de la aportación de los intelectuales al consenso constitucional que el autor ve, coincidiendo en ello con Jordi Solé, como la "tendencia incipiente hacia el bipartidismo que caracterizaría, cada vez con mayor intensidad, la nueva ciudadela democrática" (p. 222), juicio que me parece acertado y comparto en la evolución posterior del sistema político español, pero no para el momento constituyente que es cuando lo formula Solé. Basta considerar la composición de la comisión constitucional para darse cuenta de ello: AP, UCD, PSOE, PCE y Minoría catalana. Realmente todos los partidos a falta de los nacionalistas vascos, cuyo espiritu foralista estaba representado no obstante por el señor Herrero de Miñón. Por cierto nadie ha mencionado que yo sepa (tampoco Pecourt) el hecho de que esta comisión tuviera una evidente sobrerrepresentación del nacionalismo catalán puesto que tanto el señor Roca (nacionalista) como el señor Solé (comunista) lo eran, aunque no en igual medida.

Pecourt señala como determinantes del consenso y su resultado final lo que llama los dos "compromisos apócrifos" de los artículos 1º (Estado social y democrático de derecho, p. 233) y 2º (organización territorial, p. 237) de la Constitución. No me parece, sin embargo, que su tratamiento de ambos temas sea satisfactorio; le falta perspectiva y profundidad, tanto en el aspecto doctrinal (sobre todo en lo referente al Estado de derecho y sus variantes) como en el de la peripecia histórica concreta (especialmente en el caso del artículo 2º) que fue determinante.

En resumen, el autor ha sabido acotar magníficamente un tema de mucho interés (la aportación de los intelectuales al proceso de la transición) y lo ha hecho de forma original y muy ilustrativa, tomando base en las revistas políticas cosa que, a mi conocimiento, no había hecho nadie antes y resulta muy útil.

Corona su obra con un par de consideraciones pertinentes: entre los años 1977 y 1982 desaparecerán casi todas las revistas políticas. Quedan la Revista de Estudios Políticos (REP), la Revista de Occidente, Cambio 16, El ciervo, Nuestra Bandera, Sistema, Serra d'Or, Mientras tanto, Leviatán y El viejo topo (resucitada en 1993). Las razones de este hundimiento general es la reaparición de la prensa libre (p. 244) y la mejor calidad de la televisión con programas de debates de los que el autor menciona en especial La clave, de José Luis Balbín (p. 249). En cuanto a los intelectuales, es interesante señalar cómo la gran mayoría hizo un "giro hacia la derecha" en los años ochenta (p. 257) y una exigua minoría (prácticamente Sacristán y sus allegados) otro hacia la izquierda heterodoxa (p. 260).

Hay en el libro algunas inexactitudes que conviene repasar y corregir en sucesivas ediciones. Las más frecuentes conciernen a la REP: no se me alcanza por qué dice el autor que estaba financiada por el Ministerio de Información y Turismo (p. 129) cuando, que yo sepa, estuvo siempre en el Instituto de Estudios Políticos que dependía del Consejo Nacional del Movimiento y, a partir de 1977, como Centro de Estudios Constitucionales, de Presidencia del Gobierno. Entre los años 1963 y 1965 su director no fue Carlos Ollero (p. 151), sino Jesús Fueyo Álvarez. Carlos Ollero fue director en los comienzos de su "Nueva Época", en 1978 y no Pedro de Vega, como dice el libro (p. 229), quien sí lo fue más tarde. Lo sé de primera mano porque yo era el Vicesecretario técnico de la publicación en aquellos años de 1978. Llamar "pensador madrileño" al profesor López Aranguren (p. 164) sólo puede entenderse como una licencia, porque era de Ávila. Por último, el Congreso de Suresnes del PSOE no fue en 1979 (p. 157) sino en 1974; da la impresión de que se confunde ese congreso (el XXVI) con el XXVIII en Madrid, en 1979, en el que se plantea el problema de la definición marxista del partido.

dijous, 21 d’agost del 2008

¡Puf!

Al escribir esto todavía tengo los pelos de punta. Estaba haciendo preparativos porque hoy he de ir a recoger a mi hijo Andrés que llega de los Estados Unidos vía Londres precisamente a la terminal cuatro de Barajas. Recibí un correo de mi otro hijo Paulino que también viene a esperar a su hermano diciendo que había un accidente y estaba cerrado el aeropuerto. Desde entonces ya no pude separarme del televisor y el ordenador. Estuve horas enteras escuchando las noticias, viendo imágenes que se repetían a veces en la misma cadena, gentes desesperadas, familiares llorando, psicólogos consolándolos, todo el mundo consternado. Algunas entrevistas a personal del SAMUR en la CNN o a un piloto en Antena 3, declaraciones de los políticos, la rueda de prensa de un responsable de la compañía que apenas podía hablar. Qué desgracia. Cuánto sufrimiento. Cuando sucede algo así uno no puede ya pensar en otra cosa. El relato va llegando fragmentado. Ahora se sabe una cosa, ahora deja de saberse. Todo es confusión. La cantidad de muertos, que empezó muy baja, va subiendo inexorablemente. El avión había tenido un problema técnico que obligó a retrasar casi una hora su salida. Una madre contaba que su hija le había dicho por teléfono que se había encendido una luz roja, pero que no les cambiaron de avión. Y uno recuerda la cantidad de veces que ha vivido algo parecido: "Lamentamos comunicarles que tenemos un retraso debido a causas técnicas. Tan pronto sepamos algo más se lo comunicaremos". Y te quedas siempre un poco mosca, aunque te repitas que los aviones pasan unas revisiones superminuciosas y que, además, son el medio de trasporte más seguro que hay.; más seguro que los trenes o que los coches, por no hablar de los navíos. Claro que eso es una consolación estadística que te sirve de poco cuando hay un problema. Qué barbaridad: ciento cincuenta y tres muertos. Casi todos carbonizados. He repasado la lista de pasajeros. Hay familias enteras; pobre gente. Y qué mal lo pasan los allegados que están esperando; cuánta angustia a dos mil kilómetros. Los estaban trasladando a la península a enfrentarse con la cruda realidad pero con la esperanza de que los suyos se contaran entre esos veinte (ya son diecinueve) que decían que se habían salvado. La celeridad de los equipos de rescate ha sido extraordinaria. En general el socorro ha funcionado estupendamente: policía, guardia civil, gente del SAMUR, bomberos, todos se han volcado y merecen nuestro agradecimiento porque no debe de ser fácil funcionar con eficacia y rapidez en esas circunstancias terribles. Hasta los políticos han estado a la altura: la ministra de Fomento, señora Álvarez (de quién se reía no sé qué cretino en no sé qué periódico el día anterior porque estaba bañándose en una playa, como si bañarse fuera algo estrafalario), el alcalde de Madrid, el presidente del Gobierno, que interrumpió ipso facto sus vacaciones. Nada que reprochar a nadie. Ha habido una desgracia y se ha respondido con toda la celeridad y la eficacia que era de esperar. Ahora habrá que estar a los resultados de la investigación y no ponerse a lanzar bulos y rumores que sólo pueden enturbiar un ambiente muy sombrío y muy triste. Tanta gente muerta que iba de vacaciones o volvía de ellas. Veinte niños; dos bebés. ¿Y por qué escribo yo esto? Porque no puedo hacer otra cosa más eficaz, no puedo ayudar en nada. Pero puedo desahogarme escribiendo. Para quienes nos dedicamos a esto, escribir es como hablar, y hablar, contar lo que uno siente, es una forma de mitigar el dolor. Qué pena, tanta gente...

Los intelectuales, el franquismo y la transición, I.

He aquí un interesante trabajo sobre la función de los intelectuales españoles durante la transición política (Los intelectuales y la transición política. Un estudio de campo de las revistas políticas en España, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 2008, 298 págs.), aunque no esté seguro de que el subtítulo haga entera justicia al contenido. El trabajo es metódico y sistemático, pero no sé si puede llamarse propiamente "de campo" ya que apenas se manejan datos empíricos, a excepción de algunas cantidades de tirada de ediciones. Más bien es un enfoque historiográfico que da cuenta y lo hace con brillantez del tema del título.

Pecourt muestra audacia al adentrarse en un territorio lleno de dificultades y asechanzas y sobre el que hay mucho escrito. Ante todo tiene el acierto de exponer la definición del tipo de intelectual que le interesa: "el actor social que utiliza el prestigio y la respetabilidad adquirida en el mundo de la cultura para participar en el debate político desde una cierta posición de autonomía." (pp. XIII/XIV) Igualmente acota el tiempo de su investigación decidiendo que, a sus efectos, la transición va desde la muerte del general Franco en 1975 hasta el fracaso de la intentona de 1981. En un terreno en el que no hay acuerdo general es una propuesta tan buena como otra y que tiene significados valedores.

A continuación aborda un primer capítulo sobre el estado de la cuestión de los intelectuales partiendo de la dicotomía generalmente aceptada de intelectuales como "guardianes del conocimiento objetivo y defensores del compromiso político" (p. 2), de donde se sigue que su definición anterior de intelectual hace referencia al segundo tipo. Es la división que acuñó en su día de forma feliz y poéticamente condensada Siegfried Lenz al hablar de la disyuntiva de los intelectuales entre "torre de marfil o barricada". Entre los defensores del primer concepto, Pecourt analiza los casos de Karl Mannheim con su idea del "intelectual relativamente desclasado", esto es, el que flota por encima de las clases (con lo que el sociólogo trataba de librarlos del estigma de la ideología) y Raymond Aron y su uso del "poder espiritual" comteano.

Entre los defensores del segundo concepto echa mano con mucho acierto de Gramsci (el "intelectual orgánico") y Alvin Gouldner ("la nueva clase") para traer luego el problema a nuestro tiempo de posmodernidad refiriéndose al inevitable Foucault y a Zygmunt Bauman, el de la "realidad líquida", con su idea del intelectual como "intérprete". No obstante el autor en el que Pecourt toma pie y cuyas propuestas sigue es Pierre Bourdieu tanto en su idea de las cuatro clases de capital (económico, político, cultural y simbólico) como en su concepto de "campo" (p. 26) que el autor aplica aquí al de las revistas políticas. Cierra su exposición del tema general recordando la propuesta de Quentin Skinner del intelectual como "ideólogo innovador" (p. 36) y elabora una cierta crítica a Bourdieu arrancando de la distinción weberiana entre intelectuales como "sacerdotes" y como "profetas" (p. 34) que es una especie de reformulación de la propuesta de Coleridge de los intelectuales como clerisy, que tanto interesó a Stuart Mill y que recogería luego Julien Benda en su Traición de los clérigos.

El resto del libro tiene una estructura claramente cronológica como corresponde a la formación de historiador del autor. Aborda en primer lugar el problema de la caracterización del franquismo. En la célebre polémica sobre la propuesta de Juan J. Linz de caracterizarlo como un régimen autoritario que no ha tenido general aceptación parece inclinarse por la crítica que le hicieran Giner y Sevilla (p. 41) entre otros. Igualmente menciona la concepción de Tusell de "dictadura arbitral" (p. 57) que siempre me ha parecido más sacada del modelo primorriverista, y acaba proponiendo su categoría de "fortaleza franquista" (p. 51) aunque sin extenderse mucho en su caracterización. Sí señala que en Franco se concentraban muchos poderes pues era "además de Jefe del Estado, jefe del Gobierno, jefe nacional de Falange y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire" (p. 53). A todo lo cual hay que añadir -y ello es decisivo para entender la naturaleza de su régimen- que ostentaba el poder legislativo o, como decía la legislación de la época, "la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general"; es decir la dictadura en estado puro.

El régimen de Franco puso punto final al florecimiento de publicaciones de la República, no sólo las revistas de liberales o de izquierda como Revista de Occidente, Cruz y Raya, Leviatán, La revista blanca, Germinal o Mirador, sino también las conservadoras como Debate. El clima atosigante de censura venía justificado por la elaboración teórica del que sería ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, bajo el nombre de Teología de la información y en él menciona el autor la Revista de Estudios Políticos, (que no estoy muy seguro de que Pecourt aquilate debidamente por las razones que expondré en la segunda parte de esta reseña) así como las falangistas Jerarquía y Escorial, o las nacionalcatólicas Ecclesia, Razón y Fe, de la Compañía de Jesús o Ateneo, del Opus Dei (p. 84). Otras publicaciones de las "familias" (A. de Miguel) del régimen, fueron Arbor, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el que el Opus se había hecho fuerte, Ciervo, una respuesta católica a los avances del Opus o Destino, una revista catalana. El panorama es desolador como corresponde a la actitud de cerrada enemistad de la dictadura de Franco hacia los intelectuales. Recuerda Pecourt la famosa frase del dictador a su Director General de Propaganda, Pedro Rocamora, cuando le propuso que recibiera a Ortega y Gasset para volver a éste más favorable a la Dictadura: "Rocamora, Rocamora, no se fíe Vd. de los intelectuales", que puede ser una invención del propio Rocamora pero está muy bien traída.

El frente monolítico del franquismo comienza a romperse con los acontecimientos del 56 y el origen de la disidencia intelectual que asoma tímidamente en las revistas universitarias, en la catalana Laye y en la madrileña Alcalá (pp. 96/98). También aparece por entonces el Boletín Informativo del Departamento de Derecho Político de la Universidad de Salamanca, que impulsaba Tierno Galván, quien importó en España el funcionalismo (aplicado sobre todo al modo de proceder en la futura accesión de España a la Comunidad Europea, un punto claro de la oposición al franquismo) y el positivismo lógico, en un plano más metodológico, aunque igualmente heterodoxo por lo que hacía al apelmazado mundo intelectual de la dictadura. (p. 100). Algo más tarde, con lo que llama "el desarrollo del mercado cultural", aparecerían Cuadernos para el diálogo y Triunfo. La primera fue resultado del encuentro entre las corrientes más progresistas de los ámbitos religioso y académico (p. 104) , la segunda más claramente de izquierdas y ambas respondiendo a la lógica de las instituciones heterogéneas a medio camino entre el mercado económico y el cultural (p. 107) pero ambas decisivas para entender la evolución posterior de la oposición a la dictadura.

(Continúa en el post de mañana).

dimecres, 20 d’agost del 2008

La no-crisis que no cesa.

¡Menudo ojo el del Gobierno español a la hora de calificar y definir la presente crisis económica! En su última comparecencia, el señor Rodríguez Zapatero que debe de haberlo tomado a título personal siguió empleando eufemismos como "frenazo" o "estancamiento". Y hace un par de días su ministro de Hacienda, señor Solbes, probablemente el político al que los hechos han desmentido más veces en los últimos tiempos, decía con ese indescriptible gesto suyo de hastío como de mayordomo de John Galsworthy que España roza la recesión pero que no llegará a sufrirla. ¡Santo cielo! La única esperanza que tenemos de que esto sea cierto es que funcione la ley de probabilidades y que alguna vez acierte el señor Ministro por tanta casualidad como la que hizo que el famoso burro tocara la flauta.

Ayer las bolsas europeas, la española la primera, cerraron con pérdidas. 2,9% en el caso de la de Madrid en donde el Ibex 35 se situó en 11.335 puntos. Debe recordarse que a comienzos de año estaba casi en los 15.000 y que ha perdido un veinticinco por ciento más o menos. La causa de este enésimo "martes negro" es el acusado descenso de Wall Street en donde todo el mundo está muy nervioso en tanto no se sepa que pasará con las dos mastodónticas reliquias de los años del New Deal, Fannie Mae y Freddie Mac. Si estarán mal las cosas que se empieza a considerar la posibilidad de nacionalizarlas como si los EEUU se hubieran "venezolanizado". Y no ayuda nada a recuperar la tranquilidad que el parquet sea un nido de rumores sobre cuál será el próximo banco en caer. Se espera que el de los hermanos Lehman anuncie pérdidas por mil ochocientos millones de dólares, pero es posible que los hados o la diosa Fortuna hagan caer torres más altas.

Se ha dicho hasta la saciedad: ésta es una crisis que toca la viga maestra del edificio del capitalismo que es el crédito. Por eso mismo es tan lenta, porque el vicio afecta al mecanismo de la confianza. Nadie quiere reconocer que tiene un volumen importante de créditos de dudoso cobro en cartera precisamente porque el crédito descansa sobre las apariencias y hay que disimular. Por eso nadie suelta prenda. Pero al mismo tiempo todos sabemos que mientras no quede claro a la luz del día el estado financiero de los bancos, quién tiene agujero y quién no, la situación no podrá resolverse. Y el asunto no es baladí. No hace mucho que el director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, decía que la crisis crediticia podía llegar a costar un billón de dólares de forma que mientras no se sepa quién pechará con qué y por cuánto aquí no se moverá nadie y nadie hará nada, probablemente porque nada cabe hacer, fuera de esperar que las aguas vuelvan a su cauce por sí solas tras haber causado los destrozos que hayan causado.

Ciertamente esto es lo que pasa a todo el mundo. Una ojeada a la actitud que están tomando las autoridades monetarias y los bancos centrales en otros países demuestra que como nadie sabe qué hacer no está haciendo nada y la nada que uno hace en su casa es contraria a la que hace otro en la suya. La Reserva Federal de los Estados Unidos sigue pensando mantener los tipos de interés en el dos por ciento a pesar de que los precios al por mayor han aumentado casi un diez por ciento y que la inflación amenaza con subir. Igual que en el Japón en donde, a la vista de que la economía se ha contraído en un 2,24% en el último año, el banco central ha decidido mantener los tipos de interés en un 0,5 por ciento para reanimarla. En el otro extremo del escenario, el Banco Central Europeo tiene el precio del dinero en un 4,25, más obsesionado con combatir la inflación que con estimular la economía.

El mero hecho de que ante un problema igual o muy similar de contracción económica, caída del consumo, altos precios energéticos, amenaza de inflación, etc, de estanflación en definitiva, unos hagan una cosa, esto es, bajar o mantener bajos los tipos de interés y otros exactamente la contraria, subirlos, demuestra que el personal no tiene ni idea de cómo salir de la situación, probablemente porque la situación de desconfianza general de todos hacia todos sea opaca.

Por esta razón el Gobierno español ha convocado una reunión vacacional de mucho aparato mediático para dar a entender que está al mando y que toma medidas de las que unas son para dentro de bastantes meses y otras no significan nada. Es mejor así, que no haga nada. Es decir que siga el ejemplo de los demás. Pero que cuando menos llame a las cosas por su nombre y se deje de circunloquios y garabatos que producen irritación en el auditorio: eso de ahí fuera es una crisis ecónomica cuyos peores momentos, según diversos expertos, aún están por llegar. En España y en todas partes.

(Las imágenes son fotos de Mike Licht, NotionsCapital.com, bajo licencia de Creative Commons).

Ni una piedra más.

Los de Amnistía Internacional están felices porque las autoridades iraníes han suspendido las ejecuciones por lapidación. Suspendido no quiere decir abolido, pero algo es algo y de momento los dos chavales a quienes iban a lapidar en un par de días van salvando el pellejo y les han conmutado la pena. En AI están tan contentos que nos han escrito una carta a todos los que firmamos para protestar por los ejecuciones planeadas en la que se dice que hemos aportado nuestro grano de arena a esta solución transitoria. Desconfío de que sea así. La experiencia me dice que los fanáticos, la gente cruel y despiadada, no suelen escuchar las voces pidiendo clemencia y mucho menos justicia. Basta recordar cómo Franco hizo fusilar a cinco personas (de un total de once condenados a muerte) en septiembre de 1975 un mes y medio antes de morir él mismo a pesar de que medio mundo le pidió que las perdonase.

De todas formas es una noticia estupenda que no lapiden a los dos muchachos. De algo habrá servido lo que hicimos y uno se siente mejor.