Es inevitable. Una de las consecuencias de la frustrante situación en que nos encontramos cuando se dan desastres como el de Spanair es que el personal no puede estar callado y tiene que dar su opinión aunque sea irrelevante y hasta perjudicial a la causa del esclarecimiento de los hechos o el remedio a las víctimas. Y no me refiero a quienes hayan padecido directamente el azote del destino, que tienen perfecto derecho a decir lo que les parezca, venga o no a cuento, sino a los espectadores, informadores y comparsas en general. Un paseo por los medios escritos y audiovisuales de ayer permite identificar cuatro tipos de bocazas: los expertos en una hora, los enterados de siempre, los aprovechateguis y los deontológicos. No daré nombres por no ganarme más enemigos de los que ya tengo.
Los neoexpertos fueron legión. A estas alturas ya sabemos todos todo sobre turbinas, aviación civil, protocolos de emergencias, resistencia de materiales, puntos de no retorno, velocidades V1, etc. He leído piezas tan documentadas y convencidas que uno se pregunta qué le quedará por hacer a la comisión de técnicos nombrada para esclarecer las causas del siniestro con la información que obtengan de las cajas negras, la que facilite la inspección in situ y su propia competencia técnica. Alguno de esos artículos ya tiene formuladas todas las hipótesis.
Los enterados de siempre no podían faltar. En medio de la confusión todavía reinante ellos ya saben por información privilegiada cuáles fueron las causas que desataron la catástrofe, quiénes tomaron las decisiones erróneas en un oscuro juego de amenazas, presiones, rencillas internas de la compañía, datos y pistas que el común de los mortales no ha valorado suficientemente pero que, bien interpretados, explican que, dadas ciertas condiciones, algo así tenía que ocurrir. De hecho ahora mismo les consta que hay poderosos intereses que tratan de desviar la atención, que no se sepa lo que realmente pasó, de levantar una cortina de humo. Más o menos lo que quienes todos sabemos llevan cuatro años haciendo con el 11-M.
Los aprovechateguis. Estos, como la población reclusa en las dictaduras, se dividen entre "comunes" y "políticos". Los comunes son los que tratan de hacer caja valiéndose del desconcierto, el dolor generalizados y el sentimiento de solidaridad, como esos granujas que se hacen pasar por miembros de ONGs que recaudan donativos para los familiares de las víctimas. Los "políticos" son los quepretenden de sacar partido político a la situación, en este caso atacando a las autoridades, en concreto al Gobierno. A la vista de los hechos me parece que todas las autoridades han estado en su sitio, incluidos los Reyes y han trabajado coordinadamente y con eficacia. Por eso me parecen desvergonzados y de baja ralea los ataques que he leído al Gobierno no porque haya dejado algo por hacer sino porque no ha dejado nada por hacer. Lo acusan de ¡sobreactuar!
Por último, los "deontológicos" que andan rumiando escrúpulos no sobre el desastre y sus causas sino sobre el modo de informar acerca de él: que si se debe o no se debe mostrar esto o aquello, que si los periodistas que buscan testimonios cuanto más dramáticos mejor acosan o no acosan, que si... En mitad de la turbamulta de relatos que un hecho de esta magnitud genera resulta ridículo y pretencioso plantearse estos problemas a las veinticuatro horas del hecho. Tiempo habrá de que los jueces digan lo que se puede hacer o no hacer y de que la opinión más serena trace una línea sobre lo que acepta o rechaza. Entre tanto los catones censores, en lugar de darse pote, que den la mejor, más rápida y objetiva información que puedan.
Francamente creo que quien estuvo ayer a la altura de las circunstancias fue el Gobierno. Sobre todo su vicepresidenta, que tiene siempre el mismo gesto severo, adusto, en la alegría y en el infortunio y dijo e hizo lo que todos esperábamos que dijera e hiciera: que lo primero son las víctimas y sus familiares, que se llegará hasta las últimas consecuencias para determinar responsabilidades y que se ha creado una oficina de atención a las víctimas. No me extraña que la señora De la Vega sea la miembra del Gobierno que tiene más alta valoración popular.
(La imagen es una foto de Jima, bajo licencia de Creative Commons).